La angustia - Jacques-Alain Miller - E-Book

La angustia E-Book

Jacques-Alain Miller

0,0

Beschreibung

Lo que la fábula de Lacan pretende mostrar es que la incertidumbre de no saber qué es uno para el Otro es más tranquilizadora que la certeza de saberlo. La angustia mantiene una relación directa con el deseo: Che vuoi? ¿Qué me quiere el Otro? ¿Cómo me quiere?. ¿Qué es La angustia? Para la medicina es una disfunción física, para la psicología es una anomalía del juicio o de la adaptación, para Kierkegaard es un concepto próximo a la metafísica, para Freud es una señal que no tiene una utilidad sino una función: causa la represión dando lugar a la formación del síntoma. Lacan parte de Freud para decir que La angustia es una "señal de lo real", y por lo tanto es señal de un goce que precede al deseo. Es pues necesario darle a La angustia su justo lugar, en cuanto operador que produce el objeto causante del deseo. Este libro es un comentario de Jacques-Alain Miller al Seminario sobre La angustia de Lacan.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 243

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Jacques-Alain Miller, 2006.

© de la traducción: Margarita Álvarez.

© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2018. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

REF.: GEBO485

ISBN: 9788424937980

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

PRESENTACIÓN

I. O LA ANGUSTIA O EL CONCEPTO

1. DE UN LIBRO AL OTRO

2. UNA VÍA DE ACCESO A LO REAL

3. DE LA REALIDAD A LO REAL

II. UNA BRÚJULA

1. UN EFECTO DE SORPRESA

2. UNA INNOVACIÓN

3. EL REVERSO DE LA SEXUALIDAD FEMENINA

III. PLACA GIRATORIA

1. UNA EXCAVACIÓN

2. DETUMESCENCIA

3. RESTO REAL

IV. MÁS ACÁ DEL DESEO

1. UN MÓVIL

2. OBJETO-META Y OBJETO-CAUSA

3. APARICIONES, PERTURBACIONES Y SEPARACIONES

V. UNA LÍNEA DE RUPTURA

1. LOSANGE LACANIANO

2. EL SEÑUELO DE LA POTENCIA

VI. UN HILO DE ARIADNA

1. LA TRIEBREGUNG

2. OBJETO EXTRAÑO

3. DUELO Y MELANCOLÍA

4. OPERADOR DE SEPARACIÓN

BIBLIOGRAFÍA

DOS CONFERENCIAS

LAS REFERENCIAS DEL SEMINARIO LA ANGUSTIA, «PIEZAS SUELTAS» (2004)

LOS OBJETOS a EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA (2006)

NOTAS

PRESENTACIÓN

Este libro es una introducción al seminario de Jacques Lacan sobre La angustia. Se trata de un comentario de Jacques-Alain Miller sobre este seminario a lo largo de una serie de lecciones que impartió en su Curso del Departamento de Psicoanálisis en la Universidad de París VIII, durante el año académico 2003-2004. Incluye, además, dos intervenciones estrechamente relacionadas con él: una conferencia dada por Miller en el marco de la Biblioteca de la École de la Cause freudienne, y el discurso de clausura que pronunció en el Quinto Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, en Roma, en julio del 2006.

Este libro es también lo que, en el mundo anglófono, se conoce como Companion Book, un «libro compañero», es un Companion Book to Lacan, un libro que orienta al lector del seminario sobre La angustia de Lacan, recientemente editado en castellano (Buenos Aires, Editorial Paidós, 2006).

El comentario de Jacques-Alain Miller llama la atención por su visibilidad. Para empezar uno sabe lo que está leyendo, se hacen visibles los conceptos y las líneas de fuerza de estas lecciones en relación con los escritos de Lacan, sin disimular su complejidad, y haciendo patente el carácter metódico de una demostración que pone a cielo abierto la perspectiva de toda su enseñanza.

En su modo de leer, Miller despliega el principio que encontró en Coleridge. El poeta inglés escribió: «hasta que no entiendas la ignorancia de un autor, considérate ignorante de su comprensión». Miller enseña de qué manera su relación con la ignorancia de Lacan le permite captar el camino que guiaba su enseñanza1. Más que dar recetas o claves de lectura, hace algo mejor: construir una brújula con la que orientarse en la enseñanza de Lacan. Este libro es una demostración excelente de este proceder.

La parte principal del libro, es «una exposición elemental» de lo que es el hilo principal del Seminario La Angustia de Lacan. En ella, se delinea su estructura y, también, se marca el momento de viraje, de cambio inédito en su enseñanza, la que nos permite conocer «Otro Lacan».

Miller trata de hacer este seminario sorprendente y lo logra produciendo un efecto inesperado entre sus oyentes, un efecto de sorpresa después de señalar la ausencia de la angustia de castración en él: «No estoy descontento por haber conseguido causar cierto efecto de sorpresa en un auditorio, el suyo, el mío, donde se conoce a Lacan, se estudia su enseñanza y se escrutan sus enunciados. He obtenido esta sorpresa al formular, evidentemente para provocarles, que la angustia de castración es la ausencia de ramillete de este seminario».

Esta referencia al ramillete remite al esquema óptico reproducido en «Observación sobre el informe de Daniel Lagache» y con ella no hace sino volver a poner de relieve el vínculo existente entre la angustia y lo imaginario.

Aunque la angustia se produce topológicamente en el yo, es en todo caso una señal que no se dirige de ninguna manera al yo sino, en realidad, al sujeto. En su seminario, Lacan empieza a estudiar el registro imaginario como el lugar donde la angustia se experimenta. Parte del esquema óptico, de la imagen especular y de los trastornos de la relación con ésta, lo Unheimlich del doble, para llegar, finalmente, al momento en que la imagen cobra autonomía y empieza a mirar. La angustia está del lado de lo que colma, del exceso, de la presencia excesiva del objeto que Lacan llama (a). Esta es la razón por la cual Lacan dice que la angustia aparece «cuando falta la falta».

Lacan se apoyó en Freud para decir que la angustia es una «señal de lo real», pero precisa que es señal de un goce que precede al deseo. Para Lacan, la angustia es una señal que es lógicamente necesaria para la constitución del deseo.

Por tanto, ¿qué es la angustia? Ante todo, es el afecto que Freud nos enseña a entender como una señal o, lo que es lo mismo, la angustia tiene como función el ser una señal de un peligro interno-pulsional, subraya Freud, para distinguirla del miedo, que concierne a un peligro externo. La función de esa señal es causar la represión, dando así lugar a la formación del síntoma.

Por su parte, si Lacan retoma la indicación freudiana de que la angustia es una señal de lo real es para hacer un buen uso de la misma como vía de acceso a lo real. Si decimos que la angustia es «un afecto que no engaña» es porque plantea la buena pregunta, aquella del deseo: Che vuoi? Sin la angustia, la vida del sujeto se vería reducida, como en Macbeth, «a sombras, a una historia llena de ruido y sin significado».

Si nos angustiamos es porque no sabemos lo que el Otro quiere de nosotros. La presencia del Otro como tal está en causa y es por esto que Lacan puede decir que la angustia «no es sin objeto».

En estas lecciones se muestra cómo el Seminario La Angustia Lacan hace más legible las evoluciones de la teoría freudiana de la angustia, revelando que la angustia es siempre «presencia del deseo del Otro» como tal.

¿Cómo trata la medicina actual la clínica de la angustia? Básicamente, como una disfunción física. Bastó con que se constatara empíricamente que los inhibidores de los captadores de la serotonina calman físicamente un «síndrome de angustia» para que se concluya que la esencia del fenómeno de la angustia tiene que ver con el destino de la serotonina. En esta perspectiva, la angustia sería una señal, no del sujeto, sino de la neurona.

Lo que queda olvidado tras este enfoque «farmacológico» es que, sólo por abuso de términos, se ha trasladado a una «señal» química el poder de afectar, emocionar y conmover presente en la palabra, olvidando que la significación es un fenómeno que acompaña al significante. Es justamente el misterio de la producción de la significación la que hace que la angustia esté abierta a la interrogación del sujeto.

Si la medicina toma la angustia como un síntoma que debe desaparecer, por su parte, el psicoanálisis sólo considera la eliminación de los síntomas una vez establecida su función y distinguiendo siempre la función de la angustia de la del síntoma. La lectura de este libro ayuda a entender por qué es importante mantener esta distinción.

VICENTE PALOMERA

I

O LA ANGUSTIA O EL CONCEPTO

1. DE UN LIBRO AL OTRO

Extrañeza

Nos hemos detenido un tiempo en una obra consagrada a la evaluación de las psicoterapias para resumirla, elucidarla y desmenuzarla con lo que podríamos llamar cierto «sadismo lacaniano»1. Ahora les voy a presentar otro libro que, con otra forma, ya les es familiar. Su contenido ha ido introduciéndose a lo largo de este curso y en numerosas, innumerables clases y artículos2. Pero algo ocurre cuando el conjunto de notas adquiere forma de libro. En todo caso, puedo dar testimonio de que algo me pasa en el trabajo de dar esta forma a aquello que, al igual que ustedes, he hojeado y meditado. Se trata del nuevo tomo, que saldrá publicado, de El Seminario de Jacques Lacan: La angustia, el libro X.

Les aporto las reflexiones de alguien que está aún, si no ya en medio del paso, sí entre las primeras y segundas pruebas. Quien les habla está en ello, a la tarea, que no es de la actualidad, en un contexto que como saben ha sido, este año, bastante agitado —un contexto que quizás no sea indiferente a la elección que he hecho de publicar este seminario. En un contexto donde la reglamentación de las psicoterapias ha saltado frecuentemente a las páginas de los periódicos, un contexto extremadamente marcado por la pasión de la evaluación, la publicación de semejante libro sólo puede resultar intempestiva, a contratiempo, discordante. Podemos anticipar que esta publicación dejará oír una disonancia.

En cierto sentido, no se podría soñar nada mejor para este seminario: que salga a la luz, que llegue al público en un momento en que se le puede asegurar que sobresaldrá por su extrañeza.

Franquear

Sería muy cómico —me contengo— trazar el paralelismo entre un libro y otro, entre el informe del INSERM y el seminario La angustia. Debería hacerse con un estilo chistosamente serio.

¿Qué se podría decir entonces? Que uno representa un trabajo de equipo que abarca toda la psicopatología, o casi toda, mientras que el otro es la obra de un investigador aislado —autoproclamado, además. Esto es tan cierto que, al principio del seminario que debía de seguir a éste, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, él mismo cuestionó en qué se autorizaba para expresarse de esa manera, sin la garantía de la colaboración, la vigilancia, de aquello que actualmente se considera el instrumento indispensable de semejante trabajo, a saber, ser controlado por los pares.

¿No será que, en lo que concierne al psicoanálisis, existen algunos prejuicios en cuanto a la intuición genial, solitaria? —¿Cómo lo sabía? Y, ¿por qué no se remite más que a sí mismo?—. En este seminario, Lacan se consagra, de una manera que se considera limitada, a un único fenómeno, extraído del vasto dominio de lo que hoy en día se llama la psicopatología.

Mientras que el primer libro, que hemos despellejado, se apoya en un montón de trabajos, éste se contenta con hacer referencia a un número muy pequeño de autores y obras, y se nutre de diversas contingencias, viajes, encuentros, exposiciones de pintura que se van encontrando por el camino. Al contrario de lo que se pone de relieve en muchos otros seminarios de Lacan, en éste sólo se moviliza un número muy pequeño de obras. Y, sobre todo, mientras que el primer libro, el insérmico, no pierde nunca de vista el tratamiento de los trastornos y busca siempre el mejor de ellos, en el segundo, el de Lacan, no se puede decir que la angustia sea considerada como un trastorno, un disfuncionamiento. No me parece haber encontrado, en este seminario, la indicación de que la angustia en cuestión, digamos la angustia lacaniana —y para llegar a esto, el autor procede a un gran desbroce de las múltiples formas de angustia y las ocasiones en que surge—, haya que curarla sino, a lo sumo, franquearla. Así, cuando se considera esta obra en relación a la otra, el autor, el orador transformado en autor, destaca más bien por su indiferencia respecto al tratamiento y por consagrarse a su pasión propia. ¿A cuál? No la esconde: la de proseguir su discurso, articular términos, ponerlos en relación y dar a cada uno su lugar exacto.

Puede considerarse que esto constituye el hilo de la investigación, y no vemos que sea una respuesta directa a aquello que moviliza a los equipos. Todo lo que es del orden de la psicoterapia está ausente de la obra de manera soberbia y arrogante. Por ello, parece especialmente intempestiva en un momento como el actual en que nos requieren —¿quiénes?— que respondamos del tratamiento y su eficacia.

Un lugar conceptual

Este seminario debe leerse con la suposición de que, en relación a la angustia y lo que ésta comporta, la dirección de la cura está en manos, se confía, a aquellos que lo escuchan —cada cual debe sacar sus propias conclusiones, hacer su traducción práctica—, y que es legítimo que una enseñanza se despliegue en su continuidad, con el relativo misterio del que se rodean estas elaboraciones, sin que se conmine a aquél que habla a curar la angustia, a desangustiar —esto no está a la orden del día en este seminario. He puesto el acento sobre estas características. Haré la corrección de que, sin embargo, en este seminario figura una doctrina de la cura, pero de tal manera que queda como algo colateral: encontramos algunas lecturas cuidadosas pero limitadas de cierto número de textos angloamericanos relativos a la contratransferencia, que Lacan anuncia debe reconsiderarse bajo la clave del deseo del analista. Es por este sesgo, que yo califico de colateral por el lugar que tiene en el seminario y por el hecho de que Lacan confía su introducción a otros, que encontramos en él, sea cual sea el valor de las observaciones que se hacen, más bien un enclave preparatorio que desarrollos centrales.

Como pueden ver, de comparar los dos libros, lo que no sería más que un paralelismo bufón, uno se deslizaría a privilegiar el punto de vista del INSERM. Tal punto de vista no es privilegio suyo, por eso hemos estado clavados durante un tiempo en esta obra. Puesto que sufrimos su choque, su sorpresa, su acontecimiento, nos ha parecido bien hacer hincapié en ella, considerarla. Pero, como pronto habrá otro libro en la estantería, es preciso que ahora nos despeguemos de estos mandamientos: «Tú estás allí para curar», «Te ocupas de trastornos, de disfuncionamientos», «¿Cómo podrías hacerlo mejor de otra manera?».

Éstas son las evidencias de hoy en día, están ahí. Pero este libro también estará ahí y exige que nos desprendamos de esta exigencia, de este deseo del Otro, y entremos en una dimensión distinta. ¿Es difícil? ¿Cómo llevarles a esta dimensión? ¿Cómo reencontrar lo que quizás sea nuestra burbuja lacaniana de discurso, después de haber empleado todos nuestros esfuerzos en hablar el lenguaje del Otro, a riesgo de quedarnos en la contrargumentación?

Muchos de ustedes tienen contacto con la práctica del psicoanálisis, están en análisis, se han analizado. La dimensión que hay que volver a instaurar es aquella donde no existe el apremio constante de la evaluación, de la terapia. Quizás a veces se produzca, en particular cuando la angustia resiste, pero siempre hay otra dimensión.

Las vociferaciones de este deseo del Otro, las vociferaciones insérmicas ya callan, no se hacen oír más. Quizás quieran hacerse oír adhiriéndose a esta obra de Lacan. ¿Lo harán? Dejo a su cuenta imaginar la clase de mirada que pueden echar sobre esta obra, el reconocimiento que pueden dar a semejante aerolito, a un objeto incongruente de este tipo. Sin duda, experimentarían una inquietante extrañeza ante el hecho de que un libro pueda encerrar, bajo el título de La angustia, este tipo de declaraciones. Tenemos una obra donde la angustia no es un trastorno, y no es cuestión de tratarla sino de darle su lugar conceptual en referencia al concepto de angustia de Kierkegaard3.

Desde su punto de vista, me parece que el seminario La angustia quedaría clasificado a lo sumo como algo del orden de la creación literaria. ¿Hay que rechazar esta clasificación? No es seguro. Hay, en este seminario, un elogio a la ficción literaria que hace eco a lo que Freud enunció en su obra «Lo ominoso»4. Siguiendo las huellas de Freud, Lacan da las gracias a la ficción literaria, y la toma como guía para dar mayor estabilidad a las experiencias fugaces, para conseguir articularlas mejor. La ficción literaria provee, dice Lacan, una especie de punto ideal»5.

División

Podríamos invertir la perspectiva y preguntarnos cómo se inscribe el informe del INSERM en la perspectiva del seminario La angustia. Esa obra testimonia un esfuerzo de cuantificación, de contabilidad, de cifrado, que tiene su dignidad, e incluso su necesidad, en la medida que traduce lo que se pone de relieve, lo que se construye en el seminario La angustia, a saber, la inscripción del sujeto en el campo del Otro como lugar del significante. El sujeto sólo puede inscribirse allí con la marca de la recurrencia, de la repetición de la cifra 1. Es lo que expresa la escritura que llamamos del sujeto barrado. Esta pasión por la cuantificación, por la evaluación, refleja lo que se aísla en este seminario como la marca primera del rasgo unario de la identificación subjetiva. Encontramos en él un esquema que Lacan nunca puso en ninguno de sus escritos, un esquema elemental de división. Al tener la escritura de Lacan en el ejemplar estenografiado, la he hecho fotografiar, con el fin de establecer este esquema para este seminario.

No puede ser más elemental: una línea vertical a cuyo lado encontramos inscritas algunas letras que aprendimos a manejar hace mucho tiempo, y que presentan lo que Lacan señala como una división, una división del Otro por el sujeto.

¿Por qué la palabra «división»? Sólo se puede comprender retroactivamente por qué Lacan la eligió. «División» porque él da importancia a la función del resto, y la noción de resto apela a la construcción de una división. Una división cuyo primer resultado es la escritura cifrada del sujeto, su captura en la repetición del Uno, y donde, de manera suplementaria, se aísla, se inscribe el resto con la forma de la famosa letra a minúscula en itálica. Hay que aislar el resto para que el Otro no sea simplemente el Uno. Si el campo del Otro estuviera hecho sólo con Unos podría reducirse —sólo podría hacerse en razón de su conjunto, de estos Unos. No hay que olvidar que el Otro es Otro porque hay un resto. Esto dirige la lectura de este seminario.

Otro ≠ Uno

Tal construcción elemental es suficiente para sostener las objeciones que hemos hecho al informe del INSERM. Estas objeciones se basan en lo aprendido en este seminario y los que le siguen; se basan en el resto, en la noción de un resto no cuantificable, un resto que no es Uno. Esto quiere decir que hay en el Otro algo más que el significante. Lacan inscribe aquí lo que da cuenta de ello: el A barrado como aquello que me constituye como inconsciente, el Otro en tanto no es accesible, digamos, el Otro en tanto deseo. Sólo incluyo este esquema a título de la objeción que la función del resto hace a la pasión por la evaluación. En determinado momento del seminario encontramos una disposición distinta donde a se escribe antes que S barrado6; es correlativa de una inversión teórica que puede pasar desapercibida, puesto que se apoya sobre la cabeza de un alfiler.

2. UNA VÍA DE ACCESO A LO REAL

Una distancia

¿Por qué elegir la angustia? ¿Por qué Lacan eligió la angustia como su décimo seminario? Él subraya que los que le escuchan están sorprendidos porque no ven la necesidad de hacerlo —hay que creerlo— en el punto que está de su desarrollo.

Damos de entrada esta respuesta: la angustia elegida por Lacan, la angustia lacaniana, es una vía de acceso al objeto a minúscula. Se concibe como la vía de acceso a aquello que no es significante. La angustia no es significante. Como vía de acceso al resto, que no es significante, Lacan elige una vía equívoca, que parece dudosa, la vía de un afecto. A pesar del título de Kierkegaard, que califica de audaz, no es un concepto, sino más bien lo que viene al lugar de un concepto. Es por haber elegido la angustia como desvinculada del concepto que, al año siguiente, Lacan, para contrabalancear, introducirá cuatro conceptos: Los cuatro conceptos fundamentales, que como los jinetes del Apocalipsis prevalecen, lo que está condicionado por el hecho de que la vía anteriormente elegida fuera aconceptual. Les detallaré por qué esto que les digo no se reduce a una mera superelucubración. Se trata evidentemente de una superelucubración en la medida que muchos de ustedes ya lo saben, por lo que es preciso que les dé un suplemento sobre lo que se me hizo evidente en el curso de este trabajo: el estilo de este seminario.

Soy yo quien le da un estilo a través del corte: el de la frase, el parágrafo, la parte —en la estenografía hay algo del orden del flujo verbal. El léxico queda igual, aunque se reconstituya aquí y allá, pero la construcción gramatical corre frecuentemente a cuenta mía. Al hacer este trabajo me di cuenta, en este nivel del estilo, que me parecía más adecuado dejar una construcción gramatical con menos inversiones. Al releerlo —no sólo una vez—, me parece que hay ahora en conjunto un fraseado más fácil. Corre a mi cargo. Me pareció que en el 2004 había que renunciar a algunas de las inversiones que Lacan practicaba ante su auditorio.

Pueden estar seguros de que esto no afecta al fondo. Me parece que facilita el acceso a aquello de lo que se trata. Es algo muy ligero, no es necesario volverlo pesado. No sé si lo que digo se percibiría si yo no lo resaltara. En despecho de esta operación de trascripción, queda, lo he dejado porque me parecía fundamental, ese rasgo de estilo de cierta distancia que se toma para marcar la diferencia, la heterogeneidad de a minúscula respecto al significante.

Descomposición del nivel especular

No se puede hablar del a minúscula, tal como aparece en el seminario La angustia, es decir, con todo su valor patético, sin cierta precaución que podríamos calificar de «parentesisación». Más que afirmarse, las palabras se dicen en el seminario con todas las reservas. Hablar de la angustia, y especialmente de la angustia en tanto que vía de acceso al a, exige delicadeza, una delicadeza especial, precisamente porque no se trata de un objeto como los otros.

Ya sabemos que no es un objeto como los otros, pero lo consideramos nuevamente en el momento preciso que Lacan trata de construirlo, de extraerlo de los objetos como los otros. Este objeto a se ha manejado y usado tanto que, al retomar este seminario, da la impresión de que emerja por primera vez. Para los que practican y se orientan a partir de Lacan, hay una esencia de primera vez que concierne al objeto a, y que produce —lo dice en alguna parte— una reviviscencia. Cuando ya está plenamente comprometido con este seminario, Lacan indica que procede a partir de la angustia «porque este camino revivifica toda la dialéctica del deseo»7. En la actualidad, experimentamos esta reviviscencia del deseo en relación a la emergencia de un objeto que «no es como los otros».

¿Cómo son los otros? ¿Y qué ha devenido con el transcurso del tiempo el objeto a debido a la usura, al uso que hemos hecho de él, por haberlo acariciado demasiado? ¿Cómo se evoca en determinado momento a propósito de los budas en cierta ciudad de Japón8 y cómo ocurre en distintos lugares de culto? Esto puede, asimismo, verse en la chimenea del castillo de Montesquieu: él se apoyaba en la pierna para escribir y ponía el pie, según parece, sobre el borde de la chimenea; como es preciso trabajar mucho para escribir El espíritu de las leyes, se puede apreciar una curvatura en la piedra9.

Es el momento de recordar que los otros de «como los otros» son objetos modelados sobre la imagen. Cuando entramos en el seminario La angustia, aún tenemos la noción de que la imagen especular es el prototipo del mundo de los objetos, que el mundo está hecho de objetos cuyo prototipo es la propia imagen. Conocemos todos los efectos que Lacan extrajo de esta referencia en el primer movimiento de su enseñanza.

Por el contrario, este seminario lleva a cabo, paso a paso, precisamente porque apunta a un objeto que no es como los otros, una descomposición de lo que llama el nivel especular. A medida que se construye el objeto a se construye y, al mismo tiempo se descompone, el nivel especular que sostiene el estadio del espejo. Este seminario podría presentarse desde la perspectiva de una crítica de lo imaginario, precisamente como una crítica del estadio del espejo.

Cuando nos acercamos a este objeto a a través de la palabra, como lo prueba y consigue Lacan, tenemos que proceder por aproximación. Si nos acercamos a él a través del discurso podemos hacer un cortocircuito con la escritura pero, a través de la palabra, hay que atenerse a cierta postura de reserva. Así, Lacan practica de manera constante, especialmente en este seminario, un poner a distancia, un distanciamiento respecto a la referencia. Por esto, me ha parecido esencial dejar en él aquello que sería sencillo borrar: «lo que se llama...», «lo que llamo aquí», «para nosotros» o los «si se puede decir así», o «lo que se puede designar como...» Produce una ligera vacilación que responde exactamente a lo que se trata de hacer emerger como objeto «no como los otros». Pueden hacerlo extensivo al resto de los seminarios de Lacan, ya que él está en relación con este «no como los otros» hace mucho tiempo. Comporta un estilo de envoltura, laberíntico, digresivo, y al mismo tiempo concéntrico —conocen el gusto de Lacan por hablar de lo que hay que cernir. Se trata, también, especialmente aquí, de un estilo anatómico, de una disección prudente de la referencia. Es, asimismo, un tratamiento del objeto como si fuera un cristal que brilla, que deslumbra, y que debe tratarse con un estilo diamantino, con pequeñas pinzas, observando sus distintas facetas.

Un taller

Entramos en un mundo que no tiene nada que ver con aquél del que salimos recientemente, el de la vociferación unívoca del imperativo en nombre del Uno. En la dimensión donde el objeto a ocupa su lugar, estamos en un campo en el que nada está dado, en el que las evidencias se pierden, se suspenden; una dimensión que exige lo que Husserl llamaba la epoché —en griego, la suspensión— en la espera, para él, de una aparición pura. La fenomenología10 queda dominada por lo especular, el campo de lo visible, mientras que, aquí, lo especular es objeto de un forzamiento. El mismo Lacan se ve conducido a forzar sus propios esquemas de lo especular. Rompe, estruja sus esquemas de construcción de lo imaginario que tanto le ocuparon. En la primera mitad del seminario, los esquemas ópticos se exploran y, a la vez, se rompen, y en la segunda parte, se dejan en la estacada. A continuación, se abre un nuevo espacio donde lo especular encuentra nuevos términos, nuevas funciones que ya no se parecen al estadio del espejo.

No se trata de algo colateral. A medida que se constituye el objeto a se construye bajo mano, podríamos decir, una nueva concepción de lo especular. En el último capítulo de este libro, Lacan construye sobre el modelo del esquema que figura en el primer capítulo, el que corresponde al nivel especular11. Puede causar sorpresa —no lo retomó nunca—, pero representa el recorrido mismo de este seminario, desde el capítulo I al XXIV, y muestra el resultado obtenido a este nivel.

Este seminario apela constantemente al privilegio que Lacan otorga en psicoanálisis a la dimensión especular que, en la emergencia del objeto a minúscula, aparece como la dimensión donde es más difícil de atrapar. La dimensión especular, donde se despliega la operación del estadio del espejo —una referencia que no rechazamos pero que es preciso considerar desde el punto de vista del seminario La angustia—, es la dimensión por excelencia en la que a se reduce a cero. Lacan la califica con precisión a través de un término freudiano: el campo especular es el campo «en que el sujeto está más protegido frente a la angustia»12. El término freudiano es «protegido», un término que se encuentra en «Inhibición, síntoma y angustia»13.

Nos desplazamos en un campo donde la adecuación de los nombres con las cosas no está dada, en la falla misma entre lo imaginario y lo real, y, de ese modo, exploramos la falla entre lo simbólico y lo real. La perspectiva insérmica, que tiene toda su dignidad por el bies que yo la considero aquí, comporta que el significante recorre exhaustivamente lo real. Y esto no es más que una simulación de lo que se llama «científico». El INSERM no dice sólo que hay saber en lo real sino que imagina que este saber se puede reducir al significante contable14. Este punto de vista, salido de una especie de positivismo, comporta que lo real quede reducido a este saber y, por ello, se evapore en él. Se trata de un positivismo para el que la angustia es un trastorno que obstaculiza el acceso a lo real, mientras que este seminario trata las cosas a la inversa, a saber, la angustia constituye una vía de acceso a lo real.

La falla de lo simbólico respecto a lo real exige suspender el asentimiento a todo lo que está ya trazado, a lo que es costumbre, rutina. El llamado de este seminario es: no se dejen sugestionar por la imagen ni adormecer por el significante en juego en la palabra. Va contra la sugestión pero podría, a su vez, hipnotizar. Querría darles un antihipnótico, y por ello les invito a aceptar este seminario como un taller, a permanecer despiertos ante lo que Lacan trama en él.

Lacan ayuda a despertar. La dificultad de su discurso les detiene; está hecha para causarles cierto embarazo.

Tentativa de captura