Política y psicoanálisis - Jacques-Alain Miller - E-Book

Política y psicoanálisis E-Book

Jacques-Alain Miller

0,0
7,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Jacques-Alain Miller creó en mayo de 2017 una red política lacaniana que denominó ZADIG: Zero Abjection Democratic International Group. Planteada como una extensión de las Escuelas del Campo freudiano, su intención era que el discurso psicoanalítico incidiera en la política de su tiempo según las particularidades de cada lugar. Este primer volumen reúne una selección de artículos de setenta y siete autores, pensadores de distintos campos de la cultura y psicoanalistas, que se han interesado en incidir en la política desde sus discursos particulares. Concernidos por la emergencia de diferentes realidades que sacuden nuestra cotidianeidad, han aportado su lectura e interpretación en el blog de Zadig España. El libro es parte de una sostenida labor de difusión y acción de la red ZADIG España. Es nuestro deseo que aquellos que se interroguen por la subjetividad de su época encuentren en él aportaciones para su propia praxis. Pensamos que la lectura de los distintos ejes temáticos que agrupan estos escritos, orientados por la defensa de la libertad de la palabra de la democracia y del Estado de derecho, puede contribuir a pensar algunos impasses que conmocionan nuestro tiempo.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Director de la colección:

VICENTE PALOMERA

© de la presentación: Oscar Strada.

© del prólogo: Joaquín Caretti.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2023.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: mayo de 2023.

REF.: OBDO180

ISBN: 978-84-1132-380-2

EL TALLER DEL LLIBRE, S. L. • REALIZACIÓN DE LA VERSIÓN DIGITAL

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

Compiladores: Oscar Strada y Joaquín Caretti (editores); Margarita Bolinches, Dolores Castrillo Mirat, Elisa Giangaspro, Diego Ortega, Jonathan Rotstein y Amparo Tomás.

PRESENTACIÓN por OSCAR STRADA

El texto que se presenta aquí es una selección de los artículos que se han publicado en el blog Zadig España desde septiembre de 2017 hasta finales del 2021 —a excepción de algunos sobre el cambio climático—, que buscan interpretar y responder a los requerimientos de la época.

En su mayoría, los autores son psicoanalistas que han sabido pulsar las inquietudes y los malestares de la cultura en un momento preciso y han decidido aportar al reto de Zadig para tratar de articular el psicoanálisis con la política, y dar respuesta a las inquietudes contemporáneas colectivas, más allá de la escucha y de la clínica individual, es decir, más allá del uno por uno.

Dado que los artículos ya habían sido publicados en el blog, es necesario explicitar los motivos que nos han llevado a plasmarlos en un esfuerzo editorial. El blog Zadig desde su creación venía desplegando una sostenida actividad en el campo de la articulación entre psicoanálisis y política. Sin embargo, cuando comenzó la pandemia e irrumpió ese Real sin Ley que la caracterizó, se produjo un fenómeno de producción masiva de textos que pretendían elucidar los múltiples efectos que se empezaban a registrar en la vida y también en la clínica, pues se vio afectada la modalidad de atención que pasaba de la presencialidad a la virtualidad de la escucha y de la imagen, y que provocaron nuevos malestares y nuevas ansiedades.

La elevadísima tasa de mortalidad que se instaló durante prácticamente el primer año de pandemia situó el fenómeno en el contexto de una pulsión de muerte desatada que exigía no solo la adecuación técnica de respuesta, sino también la elaboración teórica que permitiera simbolizar y cercar ese real con una nueva mirada y bajo la urgencia de la inmediatez inevitable. Este hecho motivó que se acercaran a Zadig no solo psicoanalistas advertidos, sino también otras voces y miradas de diferentes disciplinas ubicadas en la intersección de los discursos contemporáneos. También hemos de decir con satisfacción que el eco y el espacio que definió Zadig en ese momento superaron las fronteras españolas, y recibimos innumerables y valiosos artículos desde otros países y continentes.

Las elaboraciones teóricas tuvieron un elevado grado de originalidad e invención rigurosa que justifican plenamente el esfuerzo de reunir una selección de esos trabajos en un texto único. Así lo entendió el comité de redacción del blog de Zadig constituido entonces por Joaquín Caretti, José Luis Chacón, Jonathan Rotstein y Oscar Strada, que contaban con un equipo de traductores formado por Amparo Tomás, Diego Ortega, Mari Cruz Alba, Elvira Tabernero, Lourdes Sánchez Rodrigo y Aline Oliveira, y la colaboración técnica de Yago Caretti Giangaspro.

Este trabajo es la continuación del que iniciaron en septiembre de 2017 Joaquín Caretti, Margarita Bolinches y Marta Maside. Por ello, pensamos que debíamos dejar un testimonio de esa producción y volcarlo en un texto que recogiera los aportes que daban cuenta del efecto de la transferencia de trabajo con Zadig y la interpretación del Real de la época. Real que en el discurso social y político tiene distintas expresiones, tales como la democracia y el Estado de derecho, el feminismo, los efectos de la negación de la memoria histórica, los cambios climáticos o los avatares de la sexualidad y su inscripción siempre imposible y discordante en el discurso social.

Todo ello se encuentra expresado en este texto que constituye también un testimonio de la actividad de Zadig España, coordinada por Joaquín Caretti, dentro del contexto de la acción lacaniana actual.

El comité de selección y trabajo de la presente publicación ha estado constituido por Dolores Castrillo Mirat, Margarita Bolinches, Elisa Giangaspro, Diego Ortega, Jonathan Rotstein y Amparo Tomás; y coordinado por Joaquín Caretti y por mí. Hemos contado también con la especial colaboración de Yago Caretti Giangaspro para la edición de este libro.

Nota aclaratoria de siglas:

ELP (Escuela Lacaniana de Psicoanálisis)

AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis)

EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana)

NEL (Nueva Escuela Lacaniana)

EBP (Escola Brasileira de Psicanálise)

ECF (École de la Cause freudienne)

SLP (Scuola Lacaniana di Psicoanalisi)

NLS (New Lacanian School)

PRÓLOGO por JOAQUÍN CARETTI

La Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) —bajo la iniciativa y dirección de Jacques-Alain Miller— creó en París, el 20 de mayo de 2017, una red que denominó ZADIG: Zero Abjection Democratic International Group.[1] El origen de esta red guardaba relación con la campaña contra Marine Le Pen organizada en 2017 en Francia por psicoanalistas y miembros de la política y de la cultura, quienes promovieron actos, foros, entrevistas y textos en la prensa oponiéndose a la posibilidad de que pudiera gobernar. Dicha posibilidad comportaba los riesgos propios de entregar el Estado a un partido de ultraderecha, antieuropeísta, declaradamente xenófobo, cuyo fundador fue condenado por relativizar el Holocausto y provocar el odio racista. Finalmente, el partido del odio fue derrotado, y esta derrota se repitió nuevamente en las elecciones presidenciales de 2022.

La red se presenta como una extensión de la Escuela, orientada por el discurso psicoanalítico y constituida por personas interesadas en la acción política sin pertenencia a partido político alguno. Si bien hasta entonces los psicoanalistas lacanianos ya habían participado en cuestiones políticas, estas habían tenido que ver fundamentalmente con la defensa del psicoanálisis en el mundo. Valga como ejemplo la oposición a la ley que quería impedir el tratamiento psicoanalítico de los sujetos autistas, en Francia y en España. Hubo conversaciones con políticos, se redactaron manifiestos y se organizaron foros, con participación de la sociedad civil, lo cual consiguió, finalmente, hacer retroceder dicha propuesta.

A partir del nacimiento de Zadig lo que se propone es dar un paso más: crear una instancia en el psicoanálisis lacaniano que se interese de forma permanente por las cuestiones políticas y pueda incidir en ellas, sobre todo donde la democracia y el Estado de derecho puedan estar amenazados.

El fundamento de esta nueva propuesta lo encontramos en dos afirmaciones que articulan lo social con lo individual y el inconsciente con la política. Sigmund Freud, en la primera página de su Psicología de las masas y análisis del yo de 1921, señala lo siguiente: «La oposición entre psicología individual y psicología social o de las masas, que a primera vista quizá nos parezca muy sustancial, pierde buena parte de su nitidez si se la considera más a fondo. [...] por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social». Queda dicho que todo aquello que compete a lo social tiene que ver con lo individual, ya que lo social está constituido por sujetos singulares. Por otra parte, Jacques Lacan hizo una afirmación un poco más enigmática, pero que sigue la línea freudiana: «El inconsciente es la política». Leemos que la política está determinada por la estructura subjetiva, que los hechos de masas se orientan por la lógica inconsciente de la identificación compartida por todos y cada uno de sus integrantes. Desde esta orientación uno se podría preguntar por qué tardó tanto tiempo el psicoanálisis en llevar sus reflexiones al campo político, salir con su discurso de la torre de marfil de las consultas individuales para dirigirse a enfrentar los malestares que se suceden en la civilización, tan bien descritos por Freud, e incidir en el real que sacude su época. Es cierto que lo que el psicoanálisis le dice a la humanidad no es nada halagüeño, pues le advierte del movimiento irresistible de la pulsión, la cual hace que un hombre no tenga miramientos en dañar a otro hasta límites inconcebibles. Y, a su vez, le hace saber que muchos de los actos que realiza pueden ser hechos en contra de sí mismo. Esto es difícil de aceptar para una subjetividad, para una humanidad, que se cree conscientemente dueña de sus actos y decisiones. Justamente por ello, los psicoanalistas están obligados a debatir e incidir en todas aquellas cuestiones que sean transcendentes para el lazo social y, sobre todo, en las que pongan en peligro la democracia y, por ende, atenten radicalmente contra la convivencia.

En el contexto en el que vivimos, el debate sobre qué es el Estado de derecho y qué significa realmente la democracia se ha hecho central, junto con el rechazo de cualquier forma de totalitarismo. Así lo entiende este movimiento de psicoanalistas que lo toma como eje fundamental de reflexión. Sin embargo, dicha reflexión se quedaría peligrosamente corta si no incluyera la nueva modalidad que en nuestros días tiene el ejercicio del capitalismo: su forma neoliberal. Mucho se ha escrito sobre el neoliberalismo y sus consecuencias. Las formas de explotación se han refinado hasta el extremo de hacer muy difícil la vida de los sectores menos favorecidos: precarización de los salarios y de las pensiones, ausencia crónica de trabajo, recorte de los derechos sociales, políticas suicidas de austeridad, pérdida de derechos laborales, endeudamiento del Estado por generaciones, sometimiento de las naciones a los designios de un poder económico no elegido democráticamente, etc. Todo es muy conocido. Pero siendo esto grave, su faz más mortífera es la incidencia que sobre la subjetividad ejerce la nueva razón neoliberal. Dicha razón apunta al corazón del sujeto para conseguir lo que el genio de Étienne de la Boétie describió en el siglo XVI como un sometimiento voluntario al discurso del amo. Quinientos años más tarde, esta nueva razón del mundo persigue los mismos objetivos: someter voluntariamente al sujeto. Se empuja al individuo para que entre en la lógica de la competencia empresarial, asumiéndose como gestor de sí mismo y concibiéndose como una empresa constituida por un solo empleado/jefe: yo; algo muy atractivo para el narcisismo. No es muy difícil avizorar los estragos que una posición tal pueden causar al sujeto, y que van desde la ineludible ruptura del lazo con los otros hasta la inmersión en la mayor de las culpas cuando el fracaso se presenta. El otro es vivido como un enemigo en esta carrera solitaria hacia el éxito o, mejor dicho, hacia el exitus subjetivo. El neoliberalismo funciona como una imparable máquina superyoica disfrazada por cantos de sirenas cada vez más refinados. Pero la cuestión más seria es que todo esto tiene lugar bajo el manto de la democracia, sistema donde el neoliberalismo se autoriza para imponer su razón. De este modo, capturada por esta ideología, la democracia se transforma en un semblante al servicio de las grandes corporaciones financieras, políticas y mediáticas. La lucha contra Marine Le Pen en Francia evitó el mal mayor, pero al mismo tiempo encaramó al gobierno al representante más claro de la ideología neoliberal, al «hombre del dinero», como lo llamó Jacques-Alain Miller.

Frente a esto, la acción de los psicoanalistas lacanianos, que tan bien pelearon contra el fascismo lepeniano, debe oponerse ahora a una democracia formal pero vaciada de contenido, como es la que impulsan los partidos neoliberales en todo el mundo, cuyo fin es someter a los sujetos y anular lo más radical de su singularidad. En este sentido, se trata de defender —junto con el no al totalitarismo— la existencia de un sistema donde la democracia se ponga al servicio de un mundo más habitable, más justo y menos estupidizante.

Este libro recoge los mejores textos publicados en el blog de Zadig España[2] desde su inicio en septiembre de 2017 hasta finales de 2021. Queda muy claro que el radio de interés de los psicoanalistas lacanianos no solo ha incluido, durante este período, la cuestión de la política y la democracia, sino también el problema de la memoria histórica, la pandemia, el cambio climático, el feminismo y lo trans. A su vez, se recogen textos de los foros organizados por Zadig en Europa y en México. Encontrarán, por ello, numerosos autores que provienen de campos tan diversos como la filosofía, la economía, la política, la sociología, el periodismo, la medicina y la poesía, y que se han seleccionado por considerar que su decir es relevante para ayudar a pensar lo contemporáneo. Muchos de estos autores han participado en los debates anuales que organizó Zadig de 2018 a 2022 y que se centraron en los temas que agitaban el escenario político y social del momento, aquellos en los cuales el discurso psicoanalítico podía incidir dialogando con otros discursos de la cultura.

Los lazos que se van construyendo entre el psicoanálisis y otras disciplinas muestran el camino necesario para que la acción lacaniana llegue a destino. Queda claro que nuestro principal recurso es la interpretación que podemos hacer de lo que sucede en el mundo, sea este lejano o cercano, interpretación que está advertida de la existencia del inconsciente y del goce que opera en todos los lazos sociales. Es una interpretación que va en contra de la lógica de los grupos y de la pulsión de muerte, y que no deja tranquila a la política, pues apunta a lo real de lo político. Sin embargo, si esta no alcanza los oídos adecuados, quedará suelta en el universo de las palabras inútiles. Por ello, es necesario hacerla llegar a los lugares donde se produce el debate social y donde la democracia toma sus decisiones. Este libro muestra cómo el discurso analítico se va labrando un sitio en un mundo donde, sin embargo, no es recibido con los brazos abiertos, pues es un mundo que no quiere saber, sino solo gozar del dominio del otro y de la servidumbre consecuente.

Política y psicoanálisis

IPSICOANÁLISIS Y DEMOCRACIA

¿POR QUÉ LA POLÍTICA NECESITA HOY SER ILUMINADA POR EL PSICOANÁLISIS?

GIL CAROZ[3]

Me gustaría comenzar dándole las gracias a Phillip Dravers por haber añadido la palabra «hoy» al título que le sugerí hace dos días. El mío se limitaba a «¿Por qué la política necesita ser aclarada por el psicoanálisis?». Este título me obligaría a empezar por hablar del pasado y decirles que de alguna manera el psicoanálisis siempre ha estado involucrado en la política, ya que ella es esencialmente una práctica, la del inconsciente, y, como dijo Lacan, «el inconsciente es política». Si así lo desean, podemos hablar de ello más tarde, durante el debate. Pero prefiero ir directamente a la cuestión de la implicación del psicoanálisis en la política, tal y como lo he entendido durante los últimos quince años, y la «revolución» que se ha producido en este campo en los últimos meses.

ATAQUES CONTRA EL PSICOANÁLISIS

De hecho, los psicoanalistas del campo freudiano salieron de sus consultorios por primera vez hace más de quince años. En ese momento, la formación en psicoanálisis en Francia estaba amenazada. Podría ser que aquí, en Gran Bretaña, esto no parecería muy preocupante para ustedes, porque creo que la situación va mucho más allá de la que vivimos en Francia y Bélgica. Pero cuando en 2003 un diputado de la Asamblea Nacional francesa quiso regular por ley la formación en psicoanálisis, argumentando que se trataba de la protección de los pacientes contra los charlatanes, iniciamos una «guerra» contra esta voluntad. Porque, como ustedes saben, para nosotros, después de Freud, la única verdadera formación de un analista es primero su cura. Esta formación particular está garantizada por el procedimiento del pase en nuestras Escuelas, pero, por supuesto, no se puede imaginar que el Estado pudiera participar de ninguna manera en este procedimiento, ni podríamos aceptar que el título de psicoanalista fuera proporcionado por las universidades.

Esta pretensión del Estado de controlar la formación del analista es el resultado final de lo que Foucault interpretó como una tendencia biopolítica del Estado, es decir, la transición de la enfermedad como acto privado a la salud como asunto público. Una vez que el Estado empieza a cuidar la salud de sus ciudadanos, termina por tratar con sus muertes también. De hecho, es la forma moderna de controlarlos. Tenemos un ejemplo de ello en la parte flamenca de Bélgica, donde la eutanasia se ofrece a los pacientes de salud mental. Si podemos contemplar la eutanasia en algunos casos de enfermedad física grave que implique sufrimiento sin ninguna esperanza de curación, difícilmente podemos sostener este tipo de oferta a los pacientes de salud mental, sabiendo que la oferta crea la demanda. De hecho, este tipo de tratamiento es sobre todo una especie de confesión del fracaso de la psiquiatría moderna.

El pasado fin de semana, durante un importante congreso que se celebró en Bruselas (PIPOL 8), nos enteramos de que estamos ahora más allá de esa época. La tendencia a controlar al ciudadano es ahora llevada a un nuevo extremo por los algoritmos que están aprendiendo y elaborando nuestro perfil de personal para predecir nuestro comportamiento y, sobre todo, nuestro comportamiento como consumidores. Todos lo sabemos cuando compramos libros de Amazon, por ejemplo. Hay algoritmos que están construyendo nuestro singular perfil de lectores de libros y nos están sugiriendo comprar libros de acuerdo con este. Los bancos hacen lo mismo. Si usted solicita un préstamo, hay algoritmos que (le) informarán al banquero sobre su actitud con el dinero a partir de cómo se comporta con sus cuentas bancarias. Esto le permitirá decidir si le da el préstamo y en qué condiciones.

Entonces, aquí hay un nuevo tipo de singularidad, una singularidad tecnológica, que es en realidad un intento de captar su modo singular de goce, de poder venderle tanto producto como sea posible. El objetivo de estos sistemas es tener una imagen perfecta de quién es usted. Pero, por supuesto, este conocimiento se les escapa porque, si bien pueden medir su comportamiento, no pueden medir lo que ustedes dicen al hablar con alguien y cómo lo dicen. Digamos que, si saben algo acerca de usted como un individuo fijo, no saben nada sobre usted como un sujeto en movimiento. Google es sin duda uno de los sistemas más importantes que buscan elaborar esta singularidad tecnológica. Y la recopilación de estos grandes datos no solo tiene objetivos de marketing, sino también objetivos de Estado, como la seguridad, el transporte, la salud, etc. Vemos los resultados de este desarrollo en el campo de la salud mental en Bélgica, y seguramente aquí en Gran Bretaña. No solo la salud mental se organiza sobre la base de criterios económicos más que clínicos, sino también hay una destrucción sistemática del vínculo social que permite que la salud mental exista como un fracaso. En Bélgica, donde hay una nueva ley que pretende regular la psicoterapia, esto es muy notable. Aquí también hemos abandonado nuestras consultas para convocar la política en nombre de una asociación de «practicantes del habla» (y no psicoanalistas). Podré describirlo más tarde si lo desean. Pero, de todos modos, no hay nada bueno que podamos esperar de este tipo de gobiernos porque es un ataque al lazo social. El psicoanálisis puede iluminar la política en este campo porque se basa en la transferencia, es decir, en la relación que nace en el encuentro entre «animales» o «seres» hablantes. Eso es lo que nos da una fuerza enorme que los sorprende mucho.

ESTE AÑO

Desde entonces, iniciamos nuestro combate contra el surgimiento de la extrema derecha, estamos en un período de renovación de la participación del psicoanálisis en la política. Es un cambio total, una conmoción, y por eso casi olvidamos que este año comenzó con otro combate, contra la sugerencia de una resolución legal de un diputado francés, M. Fasquelle, contra el uso del psicoanálisis en el tratamiento del autismo infantil. Más concretamente, M. Fasquelle quería que la Asamblea Nacional prohibiera y condenara el psicoanálisis en este asunto. La Escuela respondió a ello organizando un lobby de diputados a quienes llamamos a votar en contra de esta resolución, escribiendo textos publicados en un blog especial y pidiendo ser escuchados por una comisión de la asamblea. Al final, esta resolución fue rechazada. Una vez más, pudimos ver que el psicoanalista ya no puede confinarse en su consultorio. Debe salir y mezclarse con lo que Freud llamó «descontento en la civilización». En cierto modo, es un nuevo tipo de clínica: la clínica de la civilización.

Si menciono este primer «combate» que tuvimos que realizar este año, es por lo que dijo Jacques-Alain Miller al final de una reunión abierta de los miembros de la Escuela. Considero sus palabras como una especie de sesión de supervisión colectiva de nuestro acto de médicos clínicos ante el descontento en la civilización. La sugerencia de la resolución del diputado Fasquelle creó mucha emoción en la Escuela, dijo. Era una posición de víctima, agregó. Nos invitó a calcular nuestro acto basado en una lectura calmada psicoanalítica, de los acontecimientos, que consiste en decir:

1.Que se trata de un ataque contra el psicoanálisis que tiene lugar en un área muy limitada, la del autismo (a matizar).

2.Que lo peor para el psicoanálisis no es la transferencia negativa que provoca, sino cuando hay indiferencia hacia él. El psicoanálisis está en peligro solo cuando la gente ya no habla en absoluto de él. Pero una transferencia negativa es todavía transferencia, así que no debemos estar tan disgustados.

3.El psicoanálisis participó en el establecimiento del mundo tal como lo encontramos hoy. Participó en la «transformación de los significantes del mundo en un semblante», como dijo (algoritmos). En otras palabras, desempeñó un papel decisivo en la denuncia de la impostura paterna que condujo a la caída del padre, tal como la vivimos hoy para lo mejor y para lo peor. Solo que, una vez que ha lanzado este movimiento, se ha convertido en un gólem o, si lo prefieren, en un robot que ya no obedece a su creador (psicoanálisis) y hace lo que quiere. Por lo tanto, el psicoanálisis no es una víctima de lo que estamos viviendo.

¿Cómo podemos entender este tercer punto? Esto es simplemente una manera de decir que el psicoanálisis es un discurso, y como tal crea la dimensión del semblante. Así, la idea de que el complejo de Edipo es el modo normal de funcionamiento del ser humano, de que el mundo está ordenado según dicho complejo, es un semblante. Lo sabemos hoy más que nunca.

Sin embargo, como señaló Jacques-Alain Miller, de todos los discursos, el psicoanálisis es el único que reconoce, denuncia e incluso deconstruye su propio semblante, precisamente como un esfuerzo por producir «un discurso que no sería un semblante». Freud fue el primero en hacerlo. Puede leerse, por ejemplo, en su observación al final del caso de Schreber cuando escribe que no es imposible que la teoría psicoanalítica sea una ilusión.

Por lo tanto, Jacques-Alain Miller nos invitó a no caer en el error de la revolución, sino a adoptar una posición de subversión. Debemos distinguir estas dos posiciones. Ustedes saben que Lacan enfatiza más bien la resistencia al cambio que está incluida en cualquier revolución. Se escucha en lo que responde a los alumnos de la Universidad de Vincennes justo después de los acontecimientos de Mayo de 1968 (es en 1969) durante una reunión con ellos. Pueden leerlo en un apéndice al final del Seminario XVII con el título Analyticon. Lacan se enfrenta a estudiantes provocadores, orgullosos de ser ignorantes, sin vergüenza, uno de ellos desnudándose durante la sesión. Así, les dice: «Como revolucionarios, aspiran a tener un maestro, ustedes conseguirán uno». Así, la revolución no es un verdadero llamamiento al cambio. Está atrapada en el discurso del amo contra el cual se levanta.

Esto no es solo una declaración política de Lacan. Él hace la misma observación en el campo del conocimiento científico. Por ejemplo, la revolución copernicana puso el Sol en el centro del universo, en el lugar de la Tierra. Pero, de hecho, solo reemplaza un elemento central por otro, mientras que los otros elementos astrales siguen girando alrededor del centro a lo largo de una trayectoria en un círculo perfecto. De alguna manera, es el reemplazo de un S1 por otro S1, sin cambiar la estructura. Podemos leer aquí una crítica dirigida a Freud por haber dejado el psicoanálisis bajo la égida del padre, mientras que Lacan trata de defender un psicoanálisis que no será simplemente un desplazamiento de elementos en una estructura que no cambie, sino una modificación de la estructura en sí misma.

La verdadera revolución ocurre con la ciencia. Con Newton y su algoritmo de gravedad que describe la fuerza de atracción de la Tierra, la ley del padre, garante del significado, es reemplazada por un conocimiento, una verdad científica y fuera de sentido, que está inscrito en lo real y descubierto por El Científico. Aquí, podemos decir que la estructura cambia. Ya no es una sustitución de un S1 por otro. De hecho, el S1 como tal desaparece y, en su lugar, aparece la fórmula matemática científica, como un conocimiento en lo real que organiza el mundo. Por lo tanto, en algunas circunstancias hay revoluciones efectivas, y eso es lo que busca el psicoanálisis. El psicoanálisis no pretende sustituir un S1 por otro S1. Busca aflojar, liberar la relación con el S1, a la identificación y al ideal como tal. Eso es lo que Jacques-Alain Miller llamó en su texto la «decencia común» de l’oumma, «mi lucha contra el ángel de la debilidad humana».[4] Por lo tanto, no es una lucha contra los S1 o ideales, sino contra la relación absoluta de fidelidad a ellos.

¿CÓMO COMIENZA UNA REVOLUCIÓN?

Sin embargo, una revolución comienza con un movimiento pulsional, con la presencia del objeto. En su punto de partida, la presencia del objeto es muy sensible. Esto es lo que llamamos una revuelta, o una rebelión. Un texto de Jacques-Alain Miller, «¿Cómo rebelarse?», nos permite decir que es al principio un fenómeno experimentado en el cuerpo. Tiene el estatus de un brote, una aparición de algo inesperado, como la formación del inconsciente, el deslizamiento de la lengua o el sueño, salvo que en esta aparición repentina el objeto está muy presente, como en la ira. La revuelta resulta de un encuentro con un imposible de llevar. Es del registro de una emoción. No es liberador. Por el contrario, para el sujeto es algo que recae sobre él y hace un llamamiento a una especie de sacrificio propio. Está desarticulado del conocimiento. Por otra parte, la subversión, que es una empresa a largo plazo, requiere un conocimiento del orden de ser derrocado. Implica un esfuerzo de estudiar en vez de un impulso. Habiendo aislado su propio imposible de soportar, el psicoanalista se aleja de lo intolerable. Sabe que su propio goce, su propia fantasía, forman parte de su revuelta. Entonces puede rebelarse de la manera correcta, reconociendo la reversibilidad y la relatividad de lo imposible de soportar. De este modo, evita las trampas [écuils] del retorno de lo mismo: simplemente sustituir un amo por otro.

Yo diría que cuando la rebelión se establece a largo plazo, cuando se convierte en social, cuando se comparte con una comunidad, puede convertirse en un movimiento revolucionario eficaz. Más que una emoción eruptiva, la revolución es entonces un cálculo. En ese momento, lo que ha sido un brote momentáneo y eruptivo se convierte en un síntoma que sigue un programa.

EL PSICOANÁLISIS TOMA LA INICIATIVA DE INTERFERIR EN LA POLÍTICA

Ahora llegamos a la última lucha que experimentamos, que es una experiencia de una revuelta convirtiéndose en una revolución efectiva. Mientras que los ataques al psicoanálisis que describí anteriormente tuvieron lugar, otro fenómeno político estaba progresando. No le prestamos mucha atención. Estoy hablando del surgimiento del movimiento de la extrema derecha. Esto nos llevó a un nuevo tipo de lucha, que nunca se había visto antes en el psicoanálisis.

El punto de partida es el testimonio de Jacques-Alain Miller en el instante de ver un peligro real de un acceso al poder por la extrema derecha en las recientes elecciones presidenciales en Francia. Este momento fue seguido, con cierta prisa, por el tiempo de comprender y el momento de concluir, en la forma de los veintitrés foros, que tuvieron lugar en toda Francia y en Bélgica. También ha dado lugar a la creación de publicaciones electrónicas con muchos textos escritos diariamente, como respuesta al uso de redes sociales por el Frente Nacional para «no demonizarse» a sí mismos.

Muy pronto se hizo evidente que esta campaña no podía terminar con las elecciones presidenciales. El 12 de abril, Jacques-Alain Miller indicó la necesidad de dar seguimiento a la campaña con «una organización radicalmente descentralizada, flexible, capaz de perpetuar y extender las alianzas que se han anudado en el contexto de los foros». Esta presencia del psicoanálisis en la política no solo es necesaria para iluminar el campo que no vio venir el peligro de Le Pen, sino también para perpetuar la existencia del psicoanálisis como tal. Posteriormente, a través de diversos encuentros directos y virtuales en Europa y en todo el mundo, quedó igualmente claro que los grupos políticos de la orientación lacaniana también deberían crearse fuera de Francia. Así, nació La movida Zadig (Zero Abjection Democratic International Group). Una red de múltiples grupos que tendrán como objetivo dar una dirección a la continuación de la campaña.

Este movimiento se crea junto a la Escuela. No es de la Escuela. Su principal principio de orientación es la brecha abierta en el discurso del Amo. La afiliación a La movida Zadig no requiere otro compromiso que el de no ser miembro de un partido político. Esto es para asegurar que cada miembro tenga la posibilidad de orientarse en términos de su propia «luz interior», una expresión elaborada por Simone Weil en el texto del cual se reproducen extractos extensos en el folleto La movida Zadig, núm. 1.

Las nuevas redes que se están creando en la actualidad no son fruto de un programa preconcebido derivado de una ideología, sino de una serie de encuentros y sucesos contingentes. Los significantes se acumulan, colocados unos junto a los otros según estos giros y vueltas. Es un enjambre, un conjunto abierto y repleto de significantes que proliferan, se suceden, se superponen mutuamente, se sustituyen, se actualizan entre ellos. Así, esta estructura responde a la observación de Jacques- Alain Miller sobre el mundo feminizado en el que vivimos. «Otro discurso está en el proceso de suplantar al antiguo. La innovación en el lugar de la tradición. La red en lugar de la jerarquía. El atractivo del futuro supera el peso del pasado. Lo femenino tiene precedencia sobre lo masculino».

Pero la ausencia de un programa preconcebido no impide que estas redes se organicen en una estructura que las haga muy eficaces, salvo que esta estructura no está regulada por la ley del padre. Es metonímica en lugar de metafórica, horizontal en lugar de vertical. Una lógica subtiende su desarrollo, el de la creación de una red como respuesta a una cascada de colisiones con lo real.

Esta segunda batalla en la que estuvimos involucrados este año, contra el surgimiento de la extrema derecha, el populismo y los enemigos de la humanidad, ya no es del registro de una revuelta o una subversión contra el amo. Es más bien una interferencia en los asuntos del amo. Es un poco como la tesis de Hans Jonas en su artículo «El concepto de Dios después de Auschwitz». Dios falló en Auschwitz. Sin embargo, no se trata de no creer en Él. Pero Él debe ser ayudado a manejar el mundo. Es una versión de «prescindir del padre a condición de usarlo». Es una participación efectiva de los analistas en el mundo político. Salvo que esta es una forma de participación que se destaca [qui sort du lot]. Como dije, los nuevos grupos que Jacques-Alain Miller propuso construir son diferentes de los partidos políticos organizados en torno a un solo ideal que hace Uno. Este principio ya está en palabras que Lacan le dice a Jacques-Alain Miller cuando este se está preparando para la revolución. Le habla de una nueva forma de revolución que sería privilegiada, es decir, aunque sea compartida con otros, conserva su carácter original de síntoma singular (véase el folleto La movida Zadig).

Esta fuerte intervención en la vida política es una tarea del psicoanálisis. Sin embargo, está tomando un nuevo giro. Desde el 1 de marzo de este año, la fecha que Jacques-Alain Miller llama «el instante de ver», el psicoanálisis ha dejado definitivamente de ser un observatorio de los descontentos de la civilización para convertirse en un actor efectivo e influyente en la política. Está involucrado en las preguntas que surgen en el mundo, a la manera del clínico que forma parte del síntoma del analizante. En cierto modo, es una nueva clínica que nace ante nuestros ojos de una manera fuerte: una clínica política.

Una vez más, el psicoanálisis no es simplemente un discurso adicional en la serie de discursos que intervienen y comentan los acontecimientos políticos. Es en esencia un discurso excepcional que hace un agujero e ilumina al mismo tiempo los otros discursos. Uno debe estar orientado por el psicoanálisis para reconocer que toda causa política, sea cual sea el tamaño del grupo que la defiende, parte de una revuelta de un sujeto singular que encuentra resonancias en otros temas. Para un psicoanalista, este origen del deseo iniciador revelado en un momento dado no se borra en el paso de la revuelta a la revolución (o subversión). Si, como hemos visto, la revuelta es un acontecimiento íntimo para un sujeto, cuando se elabora para convertirse en una revolución entra en el dominio del público reuniendo un grupo alrededor de este singular acontecimiento. Así, en sorprendentes palabras dirigidas a Jacques-Alain Miller, Lacan reintrodujo en la revolución, que está en el dominio de lo «popular», la revuelta en tanto que es de los registros de lo privado, es decir, de lo «privilegiado».

Un sujeto que se involucra en un movimiento político, por lo tanto, pone en juego su síntoma y/o su fantasía al servicio de una causa común. A través de este síntoma y de esta fantasía, es su propio real, un real del que tiene el privilegio, el que se pone en juego. Síntoma y fantasía desempeñan aquí su papel de una manera distinta. El síntoma como un saber hacer. Pero en su esencia misma, lleva en sí una rebelión del sujeto contra sus propios ideales. Así, confiere al sujeto la fuerza de su posición de revuelta. La fantasía es una herramienta de acción revolucionaria si el sujeto está a la distancia correcta de ella, a saber, que no es un títere de su fantasía, sino más bien su amo. «Esta fantasía (de heroísmo) que tengo, no me posee», dice Jacques-Alain Miller.

Por lo tanto, la revolución psicoanalítica tiene esta curiosa característica de no ser una lucha por la justicia distributiva. Al preservar el lugar privilegiado de quien lleva su deseo, al no borrar su enunciación a favor de una enunciación común, abre el camino para que otros rebeldes se unan singularmente a la «revolución», a saber, a una acción que conduce a lo nuevo. Como resultado, es necesario distinguir un partido político de un grupo de psicoanalistas, por lo que Jacques-Alain Miller nos invitó a inspirarnos en Simone Weil y crear un grupo en el que cada miembro esté orientado por una fidelidad exclusiva a su propia luz interior, es decir, a su forma de pensar las cosas y no a una autoridad externa o un ideal común y consensuado.

¿POR QUÉ LA POLÍTICA NECESITA SER ILUMINADA POR EL PSICOANÁLISIS?

1.Porque el psicoanálisis es la única manera de conectar la raíz del significante de la identificación con el real del goce. En un mundo donde los significantes se transformaron en un semblante, todo se hace relativo al significante y no al real. Lo vemos en nuestra práctica de salud mental, y más precisamente en la nueva versión del DSM, DSM-5. La reducción de este catálogo de enfermedades mentales se basó en el pasado en la búsqueda de trastornos mentales para los que había algún consenso entre «expertos». Por lo tanto, hubo un consenso, pero también hubo diferentes teorías y orientaciones distintas en él. Esa es la manera en que el psicoanálisis fue dejado de lado, excluyendo el diagnóstico de histeria del catálogo. Con el DSM-5, el catálogo se hizo completamente ateórico. Lo que está en juego es encontrar agrupaciones de datos sin hipótesis preliminar. Es como si el objeto medido pudiera hablar; más que eso, es como si quisiéramos que hablara mientras ningún sujeto pudiera hablar. Ni siquiera el sujeto de la ciencia. Es la misma lógica que describimos con respecto a los algoritmos: una singularidad tecnológica, que significa que es la tecnología quien habla y decide, y no un sujeto. Existe una práctica política equivalente: decidir, empezando por las estadísticas. En «Ciencia y verdad», Lacan habló de «reintroducir el Nombre del Padre en consideraciones científicas». No exageremos. No tenemos la idea de que uno pueda reintroducir el Nombre del Padre en nuestra cultura sin ser violento. Es una ética fundamentalista. Pero al sostener el síntoma de cada sujeto, el psicoanálisis ancla cada parlêtre a su goce. Es también una manera de conectar sus significantes de identificaciones con su goce. Precisamente porque el psicoanálisis participó en la transformación del mundo en un semblante, tiene el saber hacer para reconectar lo imaginario y lo simbólico con lo real.

2.Porque el psicoanálisis es el único discurso que tiene como objetivo el desvelar lo real. La misma relatividad del significante del mundo transformado en semblante crea una gran distancia respecto a lo real. No es por casualidad que un psicoanalista tuvo el «instante de ver» que le permitió despertarnos a todos nosotros. Aceptamos sin escándalo la desdemonización del Frente Nacional. De hecho, el discurso populista del FN fue muy hábil. Prestaron atención a seguir siendo políticamente correctos. No usaban terminología antisemita, llevaban la protesta popular sobre las crisis financieras, el discurso sobre la necesidad de limitar la migración parecía razonable a muchos jóvenes. Lo mismo ocurrió con el discurso de seguridad en tiempo de ataque terrorista. La voluntad de salir de la Unión Europea también parecía legítima. Esto escondió muy bien lo real en juego, a saber, que lo que está en juego es el discurso de lo que Lacan llamó los enemigos de la humanidad, esto es, un discurso fascista e incluso nazi. A partir de ese momento, fue posible una operación contradiscursiva de redemonización. Los partidos políticos estaban durmiendo como un sujeto obsesivo. Pero para nosotros era una necesidad, porque no hay psicoanálisis posible bajo un régimen dictatorial. Para que el psicoanálisis exista, no solo se necesita libertad de expresión, sino también la posibilidad de ironías, de hacer sátira, etc. Es la posibilidad de aflojar la identificación.

3.Porque los psicoanalistas son los únicos capaces de crear bases colectivas y la lógica del sujeto y no del individuo. Jacques-Alain Miller habló hace algunos años de la Escuela como sujeto. Este grupo es diferente del grupo freudiano, del cual el ejército y la Iglesia son los ejemplos que da. El grupo freudiano se organiza alrededor de un ideal que une un ideal y un objeto, y excluye a todos los que no están inscritos bajo este ideal. Es un grupo que apunta y trabaja para su mantenimiento tal y como es, y tiene una tendencia a estar inmóvil. Esto es lo que sucedió con los partidos tradicionales en Francia, tanto desde el lado derecho del mapa político como desde el izquierdo. Un grupo psicoanalítico es una amplia conversación permanente. El sujeto de este colectivo está cambiando todo el tiempo, ya que es el resultado de un algoritmo psicoanalítico, el de la articulación del significante que tiene al sujeto como un efecto. La movida Zadig muestra eso en acción.

4.Porque el psicoanálisis tiene afinidad con momentos de crisis. En estos momentos, el psicoanálisis da lugar a lo nuevo en lugar de querer restablecer de nuevo la tradición (matrimonio para todos).

5.Porque predice el futuro de una manera diferente al algoritmo, siguiendo la lógica del significante y considerando la contingencia de lo real.

6.Porque libera al político de querer lograr una armonía perfecta, diciendo que el hombre está compuesto de elementos separados que no pueden ser reunidos en un «Uno».

ALGUNAS REFLEXIONES TRAS EL REFERENDO EN CATALUÑA

SANTIAGO CASTELLANOS[5]

1/10/2017

Hace varios días que en los balcones de muchas calles de Madrid y de otras ciudades españolas están colgadas banderas de España. Al mismo tiempo, hemos visto hoy en la televisión, en directo, en las calles de Cataluña, imágenes de muchos catalanes frente a las fuerzas de seguridad del Estado intentando votar en un referendo convocado por el gobierno de la Generalitat de Cataluña de forma unilateral.

Las escenas de represión policial, los numerosos heridos y la violencia policial contra la población civil circulan por los medios de comunicación de todo el mundo y cuestionan la política que el gobierno de España ha puesto en juego en relación con la demanda soberanista catalana. Esto ha venido precedido de detenciones, intervenciones judiciales, multas y amenazas de todo tipo que han agravado la crisis.

Asistimos, de esta manera, a la mayor crisis política en nuestro país desde la transición y la muerte de Franco en los años setenta cuyas consecuencias son imprevisibles. Es necesario condenar la represión policial, exigir responsabilidades y subrayar la equivocada respuesta por parte del Estado.

Quiero añadir algunas reflexiones más acerca de esta «crisis»: la primera es que las garantías democráticas han sido degradadas por el gobierno de España y también por el movimiento independentista catalán.

La judicialización de un problema político por parte del gobierno del Partido Popular ha conducido a la intervención de las fuerzas de seguridad del Estado para violentar, detener, amenazar y reprimir las manifestaciones y demandas del movimiento soberanista en Cataluña.

Por otro lado, la convocatoria del referendo por parte del Parlamento de Cataluña se realizó sin permitir ningún debate. El argumento esgrimido por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha sido muy claro: lo hemos hecho así porque era la única manera posible, aunque no se respetasen los mínimos mecanismos democráticos propios de cualquier Parlamento en Europa. Un argumento que hemos conocido en otros escenarios desde hace mucho tiempo: el fin justifica los medios.

De la misma manera, la aprobación por una escasa mayoría parlamentaria (que no representa en votos a la mayoría de la población) de la ley de Transitoriedad que entraría en vigor tras la declaración de independencia, sin ningún debate en el mismo Parlamento es un precedente inquietante y de carácter totalitario.

No ha habido garantías de ningún tipo en la convocatoria de este referendo, que adolece de los cánones democráticos internacionales asumidos por la mayor parte de los países europeos. No hay garantías con los censos, con el sistema de votación, con el proceso de contabilización de los votos, la composición de las mesas, con la información de los resultados electorales, etc. Además, una votación en la que las fuerzas de seguridad del Estado intervienen para tratar de impedirla nos sitúa en un escenario ciertamente surrealista y antidemocrático.

En realidad, en este escenario la contabilidad real de la votación —más allá del hecho de su carácter masivo— es un aspecto secundario. Está claro que la participación ha sido muy importante, aunque no podamos saber con exactitud las cifras. En estas condiciones la declaración unilateral de la independencia, anunciada esta noche por Carles Puigdemont, aunque no será inicialmente reconocida por la Unión Europea, supondrá una agudización de la «crisis» y una profundización de la fractura social.

La segunda es que las consecuencias de la radicalización de ambos discursos —el independentismo catalán y el nacionalismo español— son la ruptura del lazo social y la promoción de los fenómenos de segregación. La sociedad civil catalana se encuentra profundamente dividida —prácticamente al 50%, según las últimas encuestas—, y asistimos a un ambiente que comienza a ser irrespirable en Barcelona y en otras ciudades de España.

Por un lado, el movimiento independentista se fortalece sobre la base del discurso alrededor de ser «víctimas» de la violencia y la represión del Estado y, por otro, los defensores del discurso nacionalista español se presentan como los garantes de la ley, se declaran víctimas de la deslealtad de los catalanes, de su prepotencia y de la falta de apego al derecho constitucional.

«O conmigo o contra mí» resume una grieta que corre el riego de profundizarse y de tirar por la borda los derechos democráticos conquistados tras décadas de dominación totalitaria franquista. La idea de los «buenos y los malos» transporta identificaciones que incluyen un goce y una pulsión segregativa que, como sabemos en la experiencia de la clínica del psicoanálisis, forma parte de la estructura del ser hablante.

Frente a estos hechos, numerosos sectores de la «opinión ilustrada» y de la sociedad civil en Cataluña y en España, de indudable trayectoria democrática, se han pronunciado con contundencia en contra de esta deriva «segregacionista» y de polarización porque no se reconocen en ella. Al mismo tiempo, reivindican el diálogo y las soluciones políticas ante la situación actual. Ellos no están sometidos a la lógica de los discursos «nacionalistas» ni responden a los intereses de los diferentes partidos, ni del régimen. Representan un viento de aire fresco en la difícil situación política española.

Las consecuencias de esta crisis institucional son imprevisibles para España y Europa.

Armando Fernández, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, subrayaba ayer en un artículo de opinión publicado por El País que este proceso que vivimos en Cataluña tiene un alcance más global. El discurso del ideario de un territorio «entendido como unidad muy cohesionada y cultural, identitaria e institucionalmente, tiene que competir duro frente a otros territorios para alcanzar saldos positivos y atraer inversiones. Los países del sur de Europa, pero también sus propias regiones deprimidas —el este de Alemania, el Mezzogiorno italiano, la región belga de Valonia—, son percibidos como lastres fiscales por los que prefieren no tener que sentir solidaridad alguna con el fin de preservar el propio bienestar. El ala conservadora y liberal del independentismo catalán mira a través de un filtro como este: el “Estado español”, un artificio culturalmente ajeno, es un lastre del que hay que desprenderse para poder convertirse en la Finlandia del Mediterráneo. De ahí a pedir la secesión solo hay un pequeño paso».[6]

Este análisis, siendo insuficiente, creo que nos permite entender algunas de las razones de por qué un sector de la derecha liberal catalana ha tomado la orientación de promover una ruptura unilateral con el Estado español. No hay que olvidar que Cataluña supone el 20% del PIB de España. Por otro lado, están los pequeños empresarios golpeados por la crisis de los últimos diez años, las clases medias tradicionalistas catalanas y un amplio sector de la juventud y de las nuevas generaciones que se ha movilizado en relación con la idea de que la independencia de Cataluña mejore la perspectiva de un futuro incierto y poco esperanzador. La legítima aspiración del «derecho a votar» o del «derecho a decidir» encuentra un amplio frente de consenso, aunque al mismo tiempo divide profundamente a la sociedad civil catalana.

El hecho es que nos encontramos con una amplia movilización social en la que los ideales independentistas han ido ganado terreno progresivamente en los últimos siete años. El movimiento independentista se nutre de sectores de la derecha catalana neoliberal en un extremo y de organizaciones de izquierda anticapitalistas en el otro. Un frente independentista que considera que, una vez que se conquiste la independencia en Cataluña como objetivo prioritario, habrá un segundo tiempo en el que las diferencias internas tendrán que resolverlas entre ellos mismos.

Un paciente me decía el otro día en la consulta, muy enfadado y anticipando los hechos que se están sucediendo, que, pase lo que pase, la fractura social que se ha generado en España durará varias generaciones y que el proceso es irreversible. Este paciente, que suele hablar mucho de política en las sesiones, decía que lo más llamativo es que el presidente del Gobierno de España —Mariano Rajoy— y el de la Generalitat —Carles Puigdemont— lideran los dos partidos que conducen este proceso de enfrentamiento civil y que, a través de este, han conseguido a corto plazo desplazar uno de los mayores problemas de los últimos tiempos: la corrupción y los numerosos procesos judiciales en que estaban implicados sus dirigentes. El Partido Popular con algunos de sus anteriores dirigentes en la cárcel y otros imputados en casos de corrupción, y el tradicional partido nacionalista (CiU) liderado históricamente por Jordi Pujol que tuvo incluso que refundarse con un nuevo nombre (PDECAT) para limpiar políticamente su trayectoria.

En esta compleja situación, ¿cómo definir una orientación desde el discurso analítico?

En el cierre de las Jornadas de la ELP celebradas en Madrid en diciembre de 2014, en las que fui elegido presidente de la Escuela, subrayé: «La ELP tiene en su haber el constituirse como una Escuela transnacional y translingüística, y esto no es cualquier cosa en un país cuya crisis política nos plantea muchos interrogantes y que habla cuatro lenguas. Pero hay que decir que disponemos del recorrido, la experiencia de trabajo y la transferencia necesaria para situarnos más allá de los avatares de esa crisis y que estaremos en condiciones de sostener la dimensión del Uno de la Escuela junto a la diversidad y lo múltiple del país en que vivimos».

Un año después celebramos en Barcelona las siguientes Jornadas con el título de «Crisis, ¿qué dicen los psicoanalistas?». Planteamos en la presentación que «para el psicoanálisis una crisis es un faro de lo real. Esto significa que podemos hacerlo funcionar como un indicador, como una brújula. Krisis significa, en su etimología griega, oportunidad. Así, no resulta extraño que el psicoanálisis sea amigo de la crisis. Amigo en el sentido de que la conoce, la respeta y sabe servirse de su potencial».

Retomamos la referencia de Jacques-Alain Miller en una entrevista concedida en 2008 a la revista Marianne sobre la crisis económica. «Hay crisis en el sentido psicoanalítico cuando el discurso, las palabras, las cifras, los ritos, la rutina, todo el aparato simbólico, se revelan de repente impotentes para atemperar un real que, de hecho, no está más que en su cabeza. Una crisis es lo real desencadenado e imposible de dominar. El equivalente, en la civilización, de estos huracanes con los cuales la naturaleza viene periódicamente a recordar a la especie humana su precariedad, su debilidad fundamental».[7]

La «crisis» política actual convoca a una redefinición de las relaciones institucionales que se establecieron durante la transición española. Desde el discurso analítico, reverso del discurso del amo y de las ideologías, podemos defender el valor y la posibilidad de la palabra y de las libertades democráticas para encontrar una salida.

Tal vez los dirigentes políticos actuales no sean los interlocutores adecuados, tal vez surjan nuevas formas democráticas de resolver los problemas. En cualquier caso, la defensa de la democracia y el rechazo al «odio» y las derivas «segregacionistas» pueden ser algunas de las referencias que el psicoanálisis puede tomar para participar en este debate.

En el fondo nuestra patria es el psicoanálisis y el discurso que lo sostiene, que no conoce fronteras, sino que se orienta en el campo de la política por una posición ética: la de la defensa de los valores democráticos.

LA DEMOCRACIA 2.0 Y LA TRANSFORMACIÓN DEL DERECHO

ENRIC BERENGUER[8]

5/10/2017

Era, si puedo expresarme así, una especie de individualismo colectivo que preparaba a los espíritus para el verdadero individualismo que conocemos. Lo más extraño es que todos los hombres que se mantenían separados los unos de los otros se habían vuelto tan parecidos entre ellos que hubiera bastado con cambiarlos de lugar para no poder ya reconocerlos. Más aún, si alguien hubiera podido sondear su mente, habría descubierto que esas pequeñas barreras que dividían a gentes tan parecidas se les antojaban a ellos tan contrarias al interés público como al buen sentido. Cada uno de ellos se aferraba a su condición particular tan solo porque otros se particularizaban por su propia condición; pero estaban todos dispuestos a confundirse en la misma masa, con tal de que nadie tuviera nada que superara el nivel común.

ALEXIS DE TOCQUEVILLE, EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN

Es innegable que, tras décadas de relativa estabilidad, las coordenadas que rigen la política mundial y la específicamente europea han cambiado. Se trata de algo de lo que venimos hablando hace años, pero muchas veces las consecuencias concretas de todas estas nuevas condiciones se precipitan de golpe, dejándonos sorprendidos ante una discontinuidad que da lugar a un cambio siempre en parte imprevisible, y sus consecuencias siempre son incalculables. De repente, todo ha cambiado. Y lo que surge nunca es exactamente igual a lo que imaginábamos en las inevitables anticipaciones de lo ocurrido.

En estos cambios participan factores absolutamente contemporáneos, pero estos, a su vez, retoman, resignificándolas, líneas de fuerza —y casi siempre de fractura— presentes de forma más o menos discreta desde mucho tiempo atrás, incluso en períodos largos de la historia. La historia es convocada, siempre, pero a partir de una crisis presente y con un proyecto, sea este plausible o marcado de entrada por pocas posibilidades de éxito.

En los últimos años, desde 2010, hemos vivido una serie de acontecimientos que han recibido la calificación de revolucionarios, como mínimo en algún momento de su recorrido. En ocasiones se ha hablado claramente de revolución. Empezando por la «revolución de Túnez», una serie de acontecimientos tuvieron lugar en países árabes, constituyendo lo que se vino en llamar Primavera Árabe, la cual, como se sabe, terminó en un largo y terrible invierno en algunos casos.

En 2014 tuvo lugar la revuelta conocida como Euromaidan. Hace algunas semanas, bastante antes de los terribles acontecimientos del domingo en Barcelona, la subdirectora de un medio de bastante difusión (Público) empezó a hablar de «la revolución catalana».

¿Qué significa en cada uno de estos casos el término «revolución»? ¿Qué tienen que ver con lo que podemos situar como fenómenos distintos de otros acontecimientos que tuvieron lugar en el siglo XX? De hecho, a lo largo del siglo pasado, sucesos muy diversos entre sí recibieron una denominación similar. Entre ellos, el más diferenciado es el más tardío, y concierne a un uso muy metafórico del término, aunque tiene su sentido: se trata de la «revolución conservadora», iniciada (al menos visiblemente) por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En la misma (1979) época acontece la «revolución islámica» en Irán.

No hace mucho, dos pensadores publicaban un ensayo titulado: Común: ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. En él, tras una profunda revisión crítica de las conocidas como revoluciones «comunistas» o «marxistas» —viciadas según ellos por una concepción autoritaria de la soberanía y de la propiedad «del Estado», además de por una concepción del Partido como representación legítima de la autoridad de la «clase obrera»—, planteaban la cuestión de lo «común» como la verdadera revolución pendiente para el siglo XXI.

Ahora bien, de momento, las revoluciones realmente existentes en este siglo XXI han transcurrido por otros derroteros. Con independencia de sus resultados muy diversos, ¿qué tienen en común Túnez, Libia, Egipto, Siria y Ucrania?

En todos los casos se trata de revueltas contra regímenes vividos como sumamente corruptos, autoritarios. Este es un factor común inequívoco. De repente (y a veces mediando factores como el contagio entre un país y otro, como en la Primavera Árabe) un régimen que había sido soportado durante mucho tiempo se vuelve insoportable. Y la esperanza de una libertad que parece al alcance de la mano despierta el deseo irreprimible de un cambio urgente. El término mismo de «primavera» expresa bien las expectativas que en su momento supusieron algunos de estos movimientos, en los que factores generacionales tuvieron un papel determinante. De repente, una nueva generación, que se vive a sí misma como conectada con un mundo globalizado, ya no quiere seguir encerrada entre los muros de lo que vive como una opresión anacrónica. El término «corrupción» designa bien la pérdida de toda autoridad moral por parte del partido o la clase dirigente. Para esos jóvenes, el mundo los mira, no puede no reconocer sus derechos, no puede no darse cuenta de que ellos no se identifican con ese régimen anticuado, opresor. Son ciudadanos del mundo y creen que ese Otro, al que acceden con tanta facilidad a través de los medios de comunicación digitales y las redes sociales, está ahí, al otro lado de su iPhone, para acogerlos tras su acto de violenta separación de un amo al que ya no reconocen. Por desgracia, ese Otro salvífico suele no presentarse a la cita, o hacerlo demasiado tarde.

En el caso particular de Cataluña, hay toda una serie de factores específicos que hay que tener en cuenta. Muchos de ellos, históricos, exigirían demasiado espacio para detallarlos aquí. Baste destacar la crónica dificultad del Estado español para producir una versión entusiasmante y moderna de España como nación común. El no encaje de Cataluña y sus aspiraciones particulares en el esquema unitario propuesto desde el centro ha sido, de forma recurrente en la historia, fuente de dificultades. En más de una ocasión, momentos de oportunidad han dado paso a situaciones catastróficas. Cada vez, la catástrofe ha surgido para algunos como la oportunidad de una solución final, la separación definitiva. Nada de esto es nuevo. Felipe González, en su época dorada, cuando Europa constituía un proyecto entusiasmante para todos los españoles —y con importantes subvenciones económicas—, pudo articular cierto proyecto. Las propias dificultades de González y luego el estilo de política agresiva introducida por Aznar supusieron un cambio de ciclo. Desde entonces todo fue a peor. Cierta lealtad institucional se perdió para siempre.

¿Qué es nuevo, entonces? Para entender lo que está ocurriendo precisamente ahora, hay que tener en cuenta una suma de factores muy diversos. Por un lado, el modo particular en que la crisis económica iniciada en 2008 golpeó a toda España y, en particular, a Cataluña. Las políticas de austeridad, lideradas por el establishment europeo, tuvieron un impacto muy fuerte en países periféricos. La asunción, por parte de los gobiernos de España y también de Cataluña, de fuertes políticas de recortes afectó gravemente al Estado de bienestar e incrementó de forma decisiva la desigualdad.

Como resultado de todo ello, por primera vez desde mucho tiempo atrás, toda una generación vio en un momento de vértigo que iba a vivir peor que sus padres. El efecto depresivo fue monumental. Europa, vista hasta entonces como factor de progreso, incluso de apoyo económico decisivo, perdió gran parte de su prestigio, dejó de ocupar su lugar como un ideal y empezó a ser vista como una gran burocracia no sometida a un suficiente control democrático, que parecía aliada con las élites gubernamentales locales. Finalmente, graves escándalos de corrupción, primero en Madrid y Valencia, luego también en Cataluña, añadieron el elemento que faltaba para un estallido.