La boda perfecta - Stacy Connelly - E-Book
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La boda perfecta E-Book

Stacy Connelly

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Beschreibung

¿Conseguiría ella que renunciara a su vida de soltero? El mundo de Emily Wilson se puso cabeza abajo cuando Javier Delgado la tomó entre sus brazos. Nunca hubiera esperado que el día que ella debía haberse casado conocería a un hombre como él. Aun así, sabía que el atractivo playboy no era adecuado para ella. Entonces, ¿por qué había aceptado bailar con él? Javier no creía en el destino, pero, desde el momento en que había sacado a Emily a la pista de baile, el empresario se había sentido cautivado por aquella belleza de la alta sociedad...

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2010 Stacy Cornell

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La boda perfecta, n.º 1850- diciembre 2021

Título original: The Wedding She Always Wanted

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1105-126-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Epílogo

Capítulo 1

 

 

 

 

 

EMILY Wilson llevaba años practicando su sonrisa. No debía ser demasiado amplia, para no ponerse bizca. Ni demasiado pequeña, para no parecer falsa. La sonrisa perfecta residía en el justo medio, incluso cuando lo último que le apetecía fuera sonreír.

A pesar de sus años de práctica, en aquel momento le resultó más difícil que nunca mantener la sonrisa. Aunque lo cierto era que nunca había tenido que pasar por un día como ése.

El día de su boda.

Aunque no era ella la que se casaba.

La sala de fiestas tenía el mismo aspecto que ella había imaginado. Mesas con manteles blancos rodeaban la pista de baile. Había velas blancas y rosas rosas por todas partes. En las esquinas, altas plantas se alzaban hacia la luz de la luna, que penetraba por el techo de cristal. Una balada romántica sonaba mientras el novio y la novia compartían el primer baile, mirándose llenos de amor.

Justo como ella lo había imaginado, pensó Emily, con el estómago encogido.

—¿Cómo estás?

Emily se volvió y vio a su hermana mayor, Aileen, que llevaba un vestido rosa de dama de honor igual que el suyo.

—Estoy bien —repuso Emily—. Ha sido una boda preciosa y Kelsey no se merecía menos.

Hacía apenas una semana, Emily nunca hubiera sospechado que la boda que su prima Kelsey la había ayudado a planear acabaría siendo con otra novia en su lugar, y otro novio. Kelsey acababa de casarse con Connor McClane, el chico con el que Emily había salido en el instituto.

—¿Y cuántas veces has dicho esa frase hoy?

—Todas las veces que alguien ha tenido el valor de acercarse a preguntarme. Y, teniendo en cuenta el número de personas que hay aquí, no han sido muchas. Todo el mundo está demasiado ocupado hablando de mí como para molestarse en hablar conmigo.

—Bueno, no es común que una boda salga tal y como se había planeado, aunque con un novio y una novia distintos —señaló Aileen.

—Tampoco es nada común que una mujer se entere de que su prometido ha dejado embarazada a otra y que iba a casarse para tener a su familia contenta.

Había ocurrido, de hecho, el jueves, a sólo unos días de su boda.

—Además, no es una frase hecha. Es verdad que me alegro por Kelsey y por Connor —añadió Emily, tragándose su orgullo.

Connor había regresado a la ciudad con el propósito específico de detener la boda de Emily con Todd Dunworthy. Había destapado los engaños de Todd. Y, de paso, se había enamorado de Kelsey.

—Sé que es así. Y todos nos alegramos de que Connor pusiera a Todd en evidencia antes de que te casaras con él. Sigo sin poder creer lo engañados que nos tenía ese Todd.

Todd había engañado a todo el mundo, incluidos los padres de Emily, que lo habían visto como el yerno perfecto. Ella tenía que haberse dado cuenta, tenía que haber intuido que no era la única mujer para él. Sin embargo, su infidelidad la había dejado conmocionada.

Durante toda su vida, Emily había seguido los planes que sus padres habían trazado para ella: las escuelas indicadas, las ropas apropiadas, las mejores compañías. Siempre había sido obediente, nunca había traspasado los límites… excepto en un momento de rebelión adolescente en que se había echado a los brazos de Connor.

Connor McClane no había tenido nada que ver con los chicos que ella había conocido en el colegio. Durante unas cuantas semanas, le había resultado emocionante pero, luego, se había dado cuenta de que salir con Connor había tenido más que ver con desafiar a sus padres que con el amor. Entonces, pensando que Connor se merecía algo mejor, había roto con él.

Casi diez años después, la llamada telefónica de Connor la había tomado por sorpresa y, guiándose por un impulso, le había enviado una invitación para la boda. Una decisión que había cambiado su vida, reflexionó.

—Connor descubrió las malas intenciones de Todd desde el principio —afirmó Emily. ¿Y cómo había podido ella ser tan ingenua?, se dijo.

—Connor es investigador privado. Está entrenado para reconocer ese tipo de cosas —indicó Aileen—. Voy a subir a darles las buenas noches a Ginny y a Duncan, les prometí que los arroparía.

Ginny, la hija de Aileen, había llevado las flores y su hijo Duncan había sido el portador de los anillos. Como Emily, Aileen y su familia iban a pasar la noche en el hotel donde se celebraba el banquete.

—Dales un beso de mi parte.

—Eso haré —dijo Aileen antes de desaparecer.

Quizá, debería ir con su hermana, pensó Emily, deseando huir de la fiesta.

—Me pregunto qué hace la mujer más hermosa de esta sala escondida en un rincón.

Fue una profunda voz masculina que hizo que Emily se estremeciera. Incluso antes de girarse, ella supo quién estaba detrás. Javier Delgado.

Desde el momento en que se habían conocido en la fiesta de compromiso de Connor y Kelsey, Javi le había gustado mucho a Emily. Pero el mejor amigo de Connor tenía una gran reputación de mujeriego. Y en esos momentos, justo después de lo que le había pasado con Todd, Javi era el tipo de hombre que ella quería evitar.

Por desgracia, al estar los dos invitados a la boda, como dama de honor y padrino, se habían encontrado más veces de lo deseable durante los días anteriores. Y a ella le había dado un vuelco el corazón con cada encuentro.

Emily lo miró y sonrió, intentando ocultar su nerviosismo.

—Javi —saludó ella con tono neutro—. ¿Acaso no sabes que la mujer más hermosa de la sala es la novia?

Javi sonrió y Emily sintió que podía ver a través de ella.

Pero ella no era capaz de adivinar lo que él ocultaba tras su educada fachada. Era demasiado guapo, demasiado sexy…

Javi llevaba un esmoquin negro que le sentaba a la perfección y una camisa blanca inmaculada que resaltaba su piel morena. Se había peinado el cabello hacia atrás pero uno de sus rizos amenazaba con caerle sobre la frente en cualquier momento.

Emily se obligó a enfocar la mirada en la sala de baile, sin embargo, sintió cómo él se le acercaba un poco más.

El olor a loción para después del afeitado se mezcló con el de las flores y las velas de vainilla. Emily notó su aliento en la nuca desnuda.

—Kelsey está muy guapa, ¿verdad?

Emily apenas entendió las palabras. Él casi se las había susurrado al oído… Sintió que su cuerpo aumentaba de temperatura, una alarma sonó dentro de ella, pero siguió clavada al sitio.

—Yo… um… Kelsey está guapa.

Aileen y Emily habían peinado a Kelsey con un sofisticado moño y le habían pintado los ojos con un maquillaje romántico que Kelsey no solía llevar nunca. El vestido de novia había sido creado por un diseñador amigo de Kelsey, un hermoso traje color marfil de palabra de honor.

Pero Emily sabía que no era por el pelo, ni por el maquillaje ni por el vestido. Era el amor y la felicidad que brillaban en sus ojos lo que hacía de Kelsey la mujer más hermosa.

—Y nunca había visto a Connor tan feliz —añadió Javier.

—Pareces sorprendido —comentó ella y lo miró. Al hacerlo, se le aceleró el pulso.

—Supongo que lo estoy. Mi amigo nunca me pareció el tipo de hombre que se enamora de los pies a la cabeza.

Emily tuvo la sensación de que la afirmación de Javier tenía más que ver con él mismo que con su amigo Connor.

—¿Os parecéis mucho los dos?

—Solíamos parecernos —repuso él con el ceño fruncido—. Pero las cosas cambian.

—Así es… —comenzó a decir Emily y se interrumpió al ver pasar a tres mujeres que la miraron con curiosidad.

—Hola, Emily —la saludó una de las tres, arqueando las cejas y mirando a Javi con suspicacia.

Emily las saludó y vio cómo las tres mujeres se iban cuchicheando entre sí.

—¿Quién diablos son?

—Amigas de mi madre —contestó Emily, sonrojada.

—¿Sabes? Creo que eres una de las mujeres más valientes que conozco —comentó él tras un momento.

—Vaya —replicó Emily y soltó una carcajada amarga—. Y yo que pensaba que era la mayor cobarde del mundo.

Con lágrimas en los ojos, Emily apartó la mirada, temiendo perder el control delante de Javi. Comenzó a caminar, para alejarse de él, pero oyó sus pasos detrás de ella.

—Vamos —dijo Javi, tomándola del brazo—. No te escondas más. Bailemos.

—No. Olvídalo —contestó ella.

—¿Por qué?

—Porque no quiero bailar.

—¿Por qué no?

—Ya le he dado bastante de qué hablar a la gente. Lo último que quiero es llamar más la atención.

—Demasiado tarde —señaló Javi, sonriendo despacio.

Emily no lo entendió hasta que él la tomó por la cintura y la llevó a la pista de baile. Ella no tuvo tiempo de reaccionar y, de forma automática, posó los brazos sobre los anchos hombros de él.

Javi bailaba como un hombre que sabía cómo mover el cuerpo… y cómo hacer que una mujer respondiera. Al ritmo de la música, los muslos de los dos se rozaron varias veces y el corazón de ella latió más y más deprisa.

—Relájate —le susurró Javi al oído—. Olvida que nos están mirando.

De hecho, Emily se había olvidado de los invitados. Su tensión era provocada por el mero hecho de bailar con él. Respiró hondo para calmarse, pero lo único que consiguió fue inhalar su masculina colonia y, sin querer, acercó el rostro al cuello de él.

—A menos que quieras darles algo de qué hablar —añadió él.

—No. No podría.

—Vamos, no puedes estar tan preocupada por lo que piense la gente.

—He venido a la boda, ¿no? Lo único peor que estar aquí, con toda esa gente hablando de mí a mis espaldas, sería quedarme en casa para dejarles que hablaran de mí abiertamente.

—Pues demuéstrales que no te importa —le animó él y, con la punta del dedo, le acarició la nuca, bajando hasta el borde del vestido, donde empezaba la cremallera.

Emily tragó saliva e intentó concentrarse en la conversación.

—Sí me importa. Se suponía que hoy iba a ser el día de mi boda. Yo iba a casarme con el hombre que amaba y…

—Pero no lo hiciste y te sientes aliviada.

—Claro que me siento aliviada. ¿Quién iba a querer casarse con un mentiroso?

—Me refiero a que estás aliviada porque no lo amabas.

Emily se apartó un poco para poder mirarlo a los ojos. ¿Cómo era posible que aquel hombre pudiera ver dentro de ella con tal profundidad?

—¿Qué te hace estar tan seguro? No me conoces —repuso ella, a la defensiva.

—Sé cuándo una mujer está enamorada y sé cuándo tiene el corazón roto. Y tú, preciosa, no estás en ninguno de los dos casos.

 

 

Javi dejó que Emily se marchara al final del baile. La observó mientras se alejaba. Aquel vestido le marcaba las curvas a la perfección y el color del tejido, rosa palo, hacía que su piel pareciera aún más cremosa. Podría haber bailado con ella toda la noche, disfrutando de su aroma a melocotón y de la suavidad de su piel, se dijo. Pero ella había estado demasiado preocupada por lo que pensaran los invitados que los rodeaban.

Era una pena que ella no hubiera aceptado su invitación de darle a la gente algo más de lo que hablar, pensó Javi y se le incendió la sangre al imaginar a Emily besándolo en medio de la pista de baile…

En la barra, pidió una cerveza. El champán sería más adecuado, pensó, pero sus gustos eran más sencillos. Apenas le había dado un trago, cuando una mano se posó en su hombro.

—¿Lo estás pasando bien?

—Sí —repuso Javi, tras girarse y ver a Connor tras él—. Me encantan esta clase de fiestas. La escultura de hielo era fantástica, por cierto. ¿Qué se supone que era? ¿Una serpiente?

—Un cisne —contestó Connor—. Creo. Es lo que Kelsey quería. La boda de sus sueños —añadió, buscando a su esposa con la mirada.

—Me alegro por ti. De veras —señaló Javi, intentando sonar convincente.

—Ya —dijo su amigo, que lo conocía demasiado bien.

—Lo siento. No me malinterpretes. Kelsey es una gran chica, pero…

—No creíste que yo sentaría la cabeza —le interrumpió Connor, sonriendo en dirección a Kelsey—. Las cosas cambian.

—Sí, lo supongo.

—Aunque para ti no —puntualizó Connor—. Mira, ya sé que a ti te gusta divertirte, pero Emily no es esa clase de chica.

—Diablos, Connor, no me habías advertido que tuviera cuidado con una chica desde que a los dos nos gustaba Alicia Martin en el instituto —replicó Javi, sorprendido—. ¿Estás seguro de que te has casado con la mujer adecuada? Emily…

—Emily es la prima de Kelsey —señaló Connor—. Sólo miro por ella. Ahora, es parte de mi familia, debes comprenderlo.

—Sí, claro. Las cosas cambian —murmuró Javi.

Connor no era el primero de sus amigos que se casaba, pensó Javi, y no sería el último. Pero él no tenía ninguna intención de seguir sus pasos. Hacía mucho tiempo que no se había enamorado de una mujer y llevaba años saliendo con una y con otra, sin dejar que ninguna ocupara un lugar importante en su corazón. No había razón para creer que Emily pudiera ser diferente.

Una vez terminada la fiesta, tendrían pocas oportunidades de encontrarse y no habría razón para seguir pensando en ella.

No, sin duda no le costaría nada olvidar a Emily Wilson, reflexionó Javi, al mismo tiempo que se fijaba en una bonita mujer morena que había al otro lado de la barra. Después de todo, las bodas eran un buen sitio para conocer mujeres. Pensó en invitar a la desconocida a una bebida para romper el hielo pero, cuando el camarero se acercó, lo único que hizo fue pagar su cerveza. A continuación, se giró para observar cómo Emily volvía a esconderse en una esquina.

Javi se preguntó si ella sabría lo falsa que resultaba su sonrisa. Sin duda, con una sonrisa o una risa auténticas, una mujer tan hermosa como Emily Wilson dejaría rendidos a sus pies a todos los hombres de la fiesta. Incluido él.

Por eso, era mejor que ella siguiera así de seria, pensó.

 

 

Les daría a Connor y a Kelsey sólo veinte minutos más para cortar la tarta, se prometió Emily. Luego, se iría.

Había cumplido con su deber al asistir a la boda. Primero, había presenciado cómo se casaban su prima y Connor. Y, segundo, les había plantado cara a sus conocidos y amigos por primera vez desde que había anulado su boda. Pero, aunque deseaba tener el valor de quedarse hasta el final y engrosar las filas de mujeres solteras deseosas de hacerse con el ramo, lo que iba a hacer era desaparecer.

Hasta que pasaran esos veinte minutos que se había dado a sí misma, Emily decidió ir al baño. Se retocaría el pelo, el maquillaje, incluso la laca de uñas y, con un poco de suerte, el tiempo pasaría más rápido.

Al entrar en el cuarto de baño, Emily cerró la puerta tras ella y respiró hondo, por primera vez en horas. La velada casi había terminado y ella había sobrevivido, se repitió.

¿Qué tenía ella de malo?, se dijo, mirando su propio reflejo en el espejo. ¿Por qué no era capaz de conseguir que le fueran fiel, ni siquiera durante el noviazgo? De pronto, la idea del amor eterno le pareció un sueño inalcanzable.

Aunque esperaba que el amor de Connor por Kelsey fuera duradero. Verdadero. Sus padres también habían vivido un matrimonio lleno de amor y compromiso. Así que, tal vez, el sueño sólo fuera imposible para ella… A pesar de que sabía que Todd había sido quien no había actuado bien, no pudo evitar culparse a sí misma, sintiendo que su autoestima decrecía cada vez más.

Entonces, recordó las palabras de Javi en la pista de baile y tuvo que reconocer, para sus adentros, que él había estado en lo cierto.

Si ella no había amado a Todd, ¿por qué había aceptado casarse con él?, reflexionó.

El ruido de voces acercándose al otro lado de la puerta la sacó de sus ensoñaciones y se metió en el aseo más alejado, para no tener que ver a nadie en ese momento.

La puerta del baño se abrió y entraron dos mujeres.

—¡Cuéntamelo! Me muero por saber toda la historia.

—Bueno… Por lo que yo sé, descubrió que su prometido la engañaba con la cocinera de la familia —contestó la segunda mujer.

—¡No!

—Sí y es peor aún. Resulta que tienen un hijo juntos.

—¡Es horrible! —exclamó la otra mujer, excitada por el escándalo.

Emily lo estaba oyendo todo y se sintió humillada. Sin duda, los rumores de lo sucedido se estaban difundiendo como la espuma.

Levantando la barbilla, Emily salió del aseo. Las dos mujeres la miraron con gesto culpable, pero ella ni las miró. Se colocó delante del espejo, retocándose el pelo.

—Fue la camarera, no la cocinera —indicó Emily con tono cortante—. Y sigue embarazada. El bebé aún no ha nacido. Si vais a hablar de mí, es mejor que conozcáis los detalles correctos.

Emily salió del baño dejando a las dos mujeres estupefactas, aunque eso no la hizo sentirse mejor.

Tenía que irse en ese mismo instante, se dijo. Antes de ponerse a llorar delante de todos.

Al dar la vuelta a una esquina, se chocó con alguien.

—¡Eh! ¿Dónde está el fuego? —dijo Javi, poniendo las manos sobre los hombros de ella. Al mirarla a los ojos, su tono burlón desapareció—. ¿Emily? ¿Estás bien?

—Tengo… tengo que irme.

—De acuerdo —dijo él y, tomándola de la cintura, la acompañó a una salida.

En el exterior, la noche era tranquila y las luces se reflejaban en la piscina, adornada con una pequeña cascada. El escenario lleno de serenidad contrastaba con el torbellino que Emily sentía en su interior. Pero aquello era problema suyo nada más, se dijo ella. Todos los demás debían disfrutar de la fiesta, incluido Javi.

—Debes regresar. Eres el padrino. Debes hacer un brindis y…

—Ya lo he hecho.

—¿Ah, sí?

—Sí. Ha sido breve y entrañable, como les gusta a los invitados.

—Siento habérmelo perdido —dijo Emily.

—Y yo. Tengo que admitir que fue un éxito. Sobre todo, el poema de amor que recité.

—No te creo.

—Pues es verdad.

Emily adivinó que todas las mujeres presentes se habrían puesto melosas al escucharlo y se alegró, en el fondo, de no haber presenciado el brindis. Ya sentía suficiente atracción por él como para aderezarla con un poema de amor, pensó.

—Vamos —dijo él, extendiendo el brazo.

—¿Adónde?

—A dar un paseo. A menos que prefieras estar sola.

Emily sabía que debía elegir la segunda opción. No porque quisiera estar sola, sino porque pasear con un hombre de la reputación de Javier Delgado era poco aconsejable.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

JAVI esperó la respuesta de Emily, sintiendo una excitación en su interior que no había sentido desde hacía años. No podía culparla si ella se negaba, pero esperaba que aceptara. De pronto, pasear con ella bajo la luz de la luna le pareció más emocionante que todas las aventuras que había tenido con otras mujeres en el pasado.

—¿No te echará de menos Connor? —preguntó Emily.

—Seguro que se imaginará que estoy en alguna parte. Además, ¿no es hora de que salgan para su luna de miel?

—Supongo —contestó ella, cruzándose de brazos.

Entonces, Javi se dio cuenta. Aquélla era la luna de miel que Emily había planeado para su boda. Aunque lo más probable era que se sintiera aliviada por haber descubierto antes del enlace que su prometido era un mentiroso, también era cierto que todos los planes que ella había hecho se habían ido al garete. No sólo los planes para su boda y su luna de miel, sino para su futuro. No era de extrañar que se sintiera más que un poco perdida.

—Lo siento, Emily. Sé que esto debe de ser muy difícil para ti.

Emily comenzó a caminar junto a la piscina, invitándolo a acompañarla.

—Íbamos a hacer un crucero por la Rivera Maya. Todd lo tenía todo previsto. Buceo en Cancún, windsurf en Mazatlán, vela en Puerto Vallarta…

—¿Te gusta el windsurf? —preguntó Javi. No le costaba mucho imaginarse a Emily bronceándose en la playa, con sus largas piernas y un pequeño bikini, pero no podía imaginársela surcando las olas sobre una tabla.

—Nunca lo he probado. Pero estoy casi segura de que no me gustaría —repuso ella—. Igual que no me habría gustado el crucero. Después de graduarme en el instituto, hice un viaje de tres días en barco y me pasé todo el tiempo mareada, en el camarote —explicó y se rió con suavidad—. Si lo piensas bien, Todd me hizo un favor. Habría sido una luna de miel horrible.

Javi intuyó que su vida habría sido horrible también después de la luna de miel. Entonces, la tomó por el brazo e hizo que ella lo mirara a los ojos.

—¿Por qué, Emily?

—Teníamos todo planeado y… —respondió ella, encogiéndose de hombros.

—No hablo de la luna de miel. Me refiero a todo. El compromiso. La boda. Te dejaste llevar por lo que los demás pensaban que era mejor y no te detuviste a pensar qué querías de verdad, ¿no es así?

—Por supuesto que no. No me habría casado con Todd sólo para satisfacer a mis padres.

—¿Entonces por qué aceptaste casarte con él?

—Porque lo amaba. ¡Y no me digas que no era así! No me conoces. No sabes cómo me siento. Y, por lo poco que sé de ti, tú no tienes ni idea de qué es estar enamorado. Cambias de novia como quien se cambia de calcetines.

Javi apretó la mandíbula, pensando en sus palabras. Emily estaba muy equivocada. Él sabía bien que el amor era capaz de derrumbar a un hombre y dejarlo hecho pedazos. Lo sabía demasiado bien y había aprendido la lección.

—¿Te sientes mejor? —preguntó él con una sonrisa.

—¿Qué?

—Parece que necesitabas desahogarte. Me pregunto si ahora te sientes mejor.

—Yo… no —repuso Emily, sintiéndose de pronto avergonzada—. No. Lo siento mucho. No sé qué me ha pasado. No acostumbro a gritar a la gente y esta noche ya lo he hecho dos veces.

—¿A quién más le has gritado?

—No es que gritara exactamente…

—Déjame adivinar. Hablaste en un severo susurro.

—No —respondió ella, esbozando una ligera sonrisa—. Pero dije a dos mujeres que, si iban a hablar de mí a mis espaldas, era mejor que conocieran todos los detalles de la historia.

—Bien hecho.

—¿Sí? Pues sólo me hizo sentir peor.

Emily lo miró, como pidiéndole ayuda o así lo interpretó Javi. Su tristeza e incertidumbre le llegaron al alma y le entraron deseos de arreglar todos sus problemas y de verla sonreír. Sin embargo, de pronto, se acordó de Stephanie y se dijo que tenía buenas razones para alejarse de cualquier mujer que quisiera algo más que pasar un buen rato con él.

Emily se giró y siguió caminando.

—Sabía que todo el mundo iba a hablar de la anulación de mi boda. Lo esperaba. Lo que no esperaba era que todos supieran que la había cancelado porque Todd me había sido infiel —señaló ella y se volvió de golpe, para mirarlo—. Tú también lo sabías, ¿no es así?

Bajo la luz de la luna, Emily parecía envuelta en un halo mágico. Era una mujer hermosa y maravillosa, se dijo Javi, mirándola atónito.

—Sí. La primera vez que Connor vino, me contó que Todd le daba mala espina —admitió él.

Cuando Emily bajó la cabeza, Javi la tomó de la barbilla, haciéndole levantar el rostro. Sus miradas se encontraron y él tuvo que esforzarse para no perderse en sus enormes ojos o en aquellos labios tan apetitosos.

—Y sí, me contó por qué habías roto el compromiso. Pero es Todd quien debería avergonzarse, Emily, no tú.

—Eso es lo que no dejo de repetirme.

—Antes o después, comenzarás a creértelo. Diablos, lo más probable es que por eso todos hablen sobre lo que ha pasado. Porque no pueden creer que Todd haya sido tan estúpido como para traicionarte.

—Dime algo. ¿Te ha enviado Connor para animarme? —preguntó ella, sonriendo un poco.

Javi soltó una carcajada. Después de lo que le había advertido Connor, lo último que querría su amigo sería verlo a solas con Emily.

—No. No he venido por eso.

Emily siguió caminando y él la acompañó.

—¿Sabes? No te ofendas, pero no creí que fueras a gustarme —señaló Javi.

—No me ofendo. Yo sigo sin estar segura de si tú me gustas.

—Claro que te gusto.

Emily apartó la mirada, sonrojándose.

—Creí que ibas a ser la típica niña rica y malcriada.

—Lo soy.

—Rica sí, pero no malcriada.

Emily tenía una dulzura y una inocencia que hacía que la traición de Todd fuera aún más imperdonable, pensó Javi. Además, ella no era el tipo de mujeres a las que él se dedicaba.

—Emily…

Ella le tomó la mano, interrumpiéndolo de golpe.

—¿Has oído eso?

—¿Qué?

—Sonaba como… ¡Sí! ¡Son Ginny y Duncan!

—¿Quiénes?

—Mis sobrinos. Su canguro los llevó al dormitorio hace una hora y mi hermana fue a darles las buenas noches. Estoy segura de que Aileen cree que sus hijos están dormidos.

Emily dio la vuelta a una esquina y allí se encontraron con una niña, junto a un árbol, mirando hacia la copa. Iba en pijama y tenía el pelo suelto, lleno de rizos. Debía de tener unos seis años, adivinó Javi.

—¡Te la vas a ganar, Duncan! —dijo la niña, mirando hacia arriba con gesto preocupado.

Entonces, Javi se dio cuenta de que Duncan, el otro niño, estaba subido al árbol.

—¿Se puede saber qué estáis haciendo? —les reprendió Emily.

La niña se giró de inmediato, con mirada de culpabilidad.