La Ciencia Política en Colombia, la construcción de una comunidad académica - Javier Duque Daza - E-Book

La Ciencia Política en Colombia, la construcción de una comunidad académica E-Book

Javier Duque Daza

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Este libro aborda un escenario como es el presente en el que el pasado juega un papel relevante. También es una evidencia de la consolidación de una disciplina, la Ciencia Política, en Colombia. Siempre se ha dicho, con acierto, que un área del saber alcanza su madurez, o en términos del autor, la institucionalización disciplinar –autonomización y diferenciación–, cuando además tiene capacidad de autorreflexión, de pensarse y evaluarse así misma. Javier Duque lleva a cabo esa laboriosa tarea y plantea un fructífero diálogo entre la disciplina que lentamente va floreciendo en Colombia, al unísono de lo que ocurre en América Latina, con las tradiciones más asentadas de Europa y de Estados Unidos. Su perspectiva ecléctica en la metodología de la historia de la ciencia le lleva a ahondar minuciosamente en los cimientos que con timidez se van asentando a partir de 1968 en la maraña que construye el marxismo y una posición ciertamente reactiva al empirismo y a la cuantificación de lo político.

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Duque Daza, Javier, 1965-

La ciencia política en Colombia: la construcción de unacomunidad académica / Javier Duque Daza.-- Cali : Programa

Editorial Universidad del Valle, 2014.

428 páginas; 24 cm.-- (Ciencias Sociales)

Incluye bibliografía

1. Ciencia política - Colombia 2.Ciencia política- Enseñanza superior- Colombia 3.Ciencia política- Investigación- Colombia I. Tít. II. Serie.

320.09861 cd 21 ed.

A1470998

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título:La Ciencia Política en Colombia, la construcción de una comunidad académica

Autor: Javier Duque Daza

ISBN: 978-958-765-138-6

Colección: Ciencias Sociales

Primera edición

Rector de la Universidad del Valle: Iván Enrique Ramos Calderón

Vicerrectora de Investigaciones: Angela María Franco Calderón

Director del Programa Editorial: Francisco Ramírez Potes

© Universidad del Valle

© Javier Duque Daza

Diseño de carátula y diagramación: Hugo H. Ordóñez Nievas

Corrección de estilo: Hernán Toro

Impreso en: Feriva

Universidad del Valle

Ciudad Universitaria, Meléndez

A.A. 025360

Cali, Colombia

Teléfonos: 57(2) 321 2227-Telefax: 57(2) 330 8877

e-mail: [email protected]

Este libro, o parte de él, no puede ser reproducido por ningún medio sin autorización escrita de la Universidad del Valle.

El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación (fotografias, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Cali, Colombia, Noviembre de 2014

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

A Guillermo Sánchez por sus ideas, por su amistad

PRÓLOGO

La Ciencia Política es una de las disciplinas más jóvenes presentes en el actual mundo universitario latinoamericano del que el colombiano no es ajeno. Ello es así, en términos regionales, porque su desarrollo está vinculado al de la expansión de la democracia, así como, en términos más estrictamente nacionales, a la potenciación de líneas de investigación y a una oferta académica especializada que supere el duro corsé del Derecho tan arraigado en la tradición universitaria colombiana. Estos aspectos que definen el marco estructural están, a su vez, estrechamente vinculados a cierta bonanza económica en términos de lo que clásicamente se identificó como modernización y a la subsiguiente asignación de fondos presupuestarios junto con la expansión de las clases medias. Este escenario se concita en Colombia paulatinamente a partir de la reforma constitucional de 1991 y se acentúa enormemente en la última década. Por consiguiente se podría decir que la disciplina, aun hoy todavía con una presencia desigual en el territorio nacional, tiene una existencia de poco más o menos un cuarto de siglo.

La disciplina ha tenido que definir perfectamente sus límites con otras que tradicionalmente han ocupado parcelas del espacio de la Ciencia Política. Como ya se ha señalado, del Derecho, sobre todo, y en segundo lugar de la Filosofía, sin dejar de lado la Historia que han sido espacios formidables de competencia. A ellas se debe añadir la Sociología que rivalizó en menor debida por su debilidad y en buena medida su conexión con propuestas políticas de cambio radical. El reto, por consiguiente, de la Ciencia Política ha sido el de generar un espacio propio, intentando dar sentido y contenido al quehacer de muchas personas que se mueven en el marco de una disciplina tan reciente.

Este libro aborda un escenario como es el presente en el que el pasado juega un papel relevante. También es una evidencia de la consolidación de una disciplina, la Ciencia Política, en Colombia. Siempre se ha dicho, con acierto, que un área del saber alcanza su madurez, o en términos del autor, la institucionalización disciplinar –autonomización y diferenciación–, cuando además tiene capacidad de autorreflexión, de pensarse y evaluarse así misma. Javier Duque, con una sólida formación, consolidada tras su doctorado realizado en la Flacso, México, en el que tuve el honor de ser su profesor, y en una estancia posdoctoral en Europa, lleva a cabo esa laboriosa tarea y plantea un fructífero diálogo entre la disciplina que lentamente va floreciendo en Colombia, al unísono de lo que ocurre en América Latina, con las tradiciones más asentadas de Europa y de Estados Unidos. Su perspectiva ecléctica en la metodología de la historia de la ciencia le lleva a ahondar minuciosamente en los cimientos que con timidez se van asentando a partir de 1968 en la maraña que construye el marxismo y una posición ciertamente reactiva al empirismo y a la cuantificación de lo político.

Javier Duque concibe que el elemento fundamental diferenciador de la Ciencia Política es su separación, no solo de las disciplinas a que antes hice alusión, sino de los denominados “estudios políticos”, menos ambiciosos en términos metodológicos. Por otra parte destaca cómo en Colombia Fernando Cepeda, Francisco Leal, Rodrigo Losada, Gary Hoskin y Gabriel Murillo, entre otros, son los epígonos de una brillante generación de frontera que abrirán el paso a una nueva prole de politólogos que se van a ensillar en el legado de los grandes temas del momento quedando atrás las visiones más formales vinculadas al predominio jurídico. Los textos, la docencia y el liderazgo a la hora de dirigir los programas de esos padres fundadores son básicos y su peso es indudable a la hora de construir una tradición. Y ello es necesario porque toda comunidad epistémica requiere de un espectro fundacional; no es necesario que el mismo adquiera una connotación mítica, pero sí debe configurar un horizonte de obligada referencia que, en este caso, superaba la propuesta de la concepción que de la ciencia política tenía todavía en 1985 el historiador y fundamental hombre de pensamiento, Germán Arciniegas.

El nuevo marco suponía la asunción de retos que cabían hacerse esperar. Dejando de lado las fracturas evidenciadas hace más de treinta años por Gabriel Almond en términos ideológicos y metodológicos como insalvables, hay aspectos particularmente sensibles y qué están muy vinculados con otros muy similares suscitados en otras experiencias relacionadas con el desarrollo de la Ciencia Política al configurar un universo de nuevos actores –los(as) politólogos(as)– con nuevas demandas y aspiraciones –las propias de Colombia–. La calidad de la disciplina y su dimensión práctica son dos retos que deben confrontarse sin excesiva demora.

Existe una indudable exigencia a la hora de plantear inexcusablemente la calidad de la disciplina. Se trata, sin duda de una querencia ambiciosa porque de entrada resulta complicado definir qué es “calidad” en la Ciencia Política. Posiblemente haya que limitarse a seguir los estándares internacionales aplicados a diferentes actividades. Pero además, la referencia a la “calidad de la disciplina”, concierne a dos ámbitos clásicos en los que se mueve el mundo universitario y que tienen que ver con la investigación y con la docencia, y un ámbito intermedio que es el de la producción científica que sirve a una y a otra y que se articula en publicaciones periódicas. En el terreno de la investigación y en el de la proyección de sus resultados se ayuda a conseguir calidad obligando a incorporar procesos de evaluación doble ciego en los procesos de concesión de ayudas a los proyectos así como en las revistas, colecciones de libros, etc donde se publicitan los resultados de la investigación y que quieran tener el marchamo de “científicas”, es decir no de opinión o de mero reportaje descriptivo-informativo.

En el terreno de la docencia se ayuda a alcanzar calidad participando en la acreditación de diferentes programas de distinto nivel (licenciatura, máster, curso de especialización, doctorado). La finalidad es muy simple, se trata de evitar que las universidades impartan cursos de Ciencia Política, por docentes no homologados o incluso que extiendan certificados de programas que se digan de Ciencia Política que sean impartidos por profesionales de otras áreas de conocimiento. Si como este libro aboga una y otra vez ciencia política es lo que hacen los que la practican, los politólogos deben establecer los estándares adecuados de calidad, definir los conceptos, precisar los términos. La comunidad politológica debe comprometerse e intervenir también dando el visto bueno a supuestos informes de investigación, que normalmente aparecen en los medios de comunicación social sin un control técnico adecuado, como sucede, por ejemplo, en el mundo de las encuestas. La comunidad debe asociarse para animarse a entrar en la certificación de este tipo de prácticas.

En segundo lugar debe promocionarse el estudio de la política vinculando el mismo con una sociedad civil más activa, informada y crítica, algo en lo que la colombiana se destaca muy particularmente. La presencia de la disciplina a la hora de organizar talleres con formadores o con comunicadores, pero también con líderes vecinales o de distintos movimientos sociales es esencial. Se trata de breves espacios, fundamentalmente informativos sobre aspectos que a veces tienen una naturaleza técnica algo compleja o que requieren una explicación en un contexto comparado. La generación de materiales on line que puedan estar a disposición de toda persona interesada es igualmente otro mecanismo de actuación. Todo ello es un reto para salir fuera de la academia y generar empatía con distintos sectores sociales ávidos de este tipo de formación y de información.

Paralelamente, la Ciencia Política no debe de permanecer callada ante la existencia de conflictos políticos de particular gravedad o ante la apertura de procesos de reforma política profunda. Si bien este es un asunto muy delicado porque puede suponer “la politización” de la Ciencia Política, lo cual aboca a un escenario de crisis, confrontación y de posible fractura, pero no es menos cierto de que caer en el escenario de convertirse en una disciplina que habla para cualquiera menos para el mundo de la política es un escenario igualmente dramático. Ello requiere de un esfuerzo a la hora de definir muy claramente la senda procesal que rija el cronograma, la temática y el formato de los dictámenes. Si se hace bien posiciona ineluctablemente a la Ciencia Política ante la sociedad así como frente a la clase política y le confiere un gran prestigio moral y profesional.

El libro que el lector tiene entre sus manos es una obra de madurez de un profesional experimentado en Ciencia Política. Ofrece una documentada y exhaustiva reflexión sobre el devenir de una disciplina aun joven, ya autónoma, pero que requiere tomarse en serio, en la línea en que se manifestaba Walter Lippman hace casi un siglo para el mundo norteamericano. Hoy en día, el panorama universitario e investigador colombiano, que poco a poco se va integrando en el contexto internacional, evidencia la existencia de un escenario alentador gracias a un personal joven bien preparado y en buena medida formado en instituciones de fuera del país, preñado por una indudable pasión ante los retos con que se enfrenta tanto su sociedad (la paz) como sus instituciones políticas (la inclusión efectiva), que rendirá frutos no solo para el consumo nacional sino para contribuir a la expansión y riqueza de la disciplina a nivel regional. Una comunidad epistémica que tiene retos enormes, que intenta alejarse del inevitable parroquianismo inicial, que se asienta en la práctica de líneas de investigación y de docencia comprometidas con el devenir del país, y que poco a poco sale de Bogotá, la meca indiscutible durante sus inicios, y de las pioneras universidades privadas, para penetrar en el rico y abigarrado tejido regional.

Además de este libro, la celebración en septiembre de 2013 del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP) y la consolidación de la Asociación Colombiana de Ciencia Política son también una prueba evidente de todo ello.

Manuel Alcántara SáezUniversidad de Salamanca

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

UN ENFOQUE ANALÍTICO

INTRODUCCIÓN

DISCIPLINA Y CAMPO PROFESIONAL

INSTITUCIONALIZACIÓN DISCIPLINAR

ESQUEMA DE ANÁLISIS EMPÍRICO DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN

Los factores de la institucionalización de la Ciencia Política

Trazos de la institucionalización en América latina

CAPÍTULO 2LOS PRIMEROS PASOS

LOS INICIOS DEL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA EN COLOMBIA 1968-1985

INTRODUCCIÓN

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA DOCENCIA. LOS COMIENZOS DE LA FORMACIÓN EN CIENCIA POLÍTICA EN EL PAÍS

LA COMUNIDAD ACADÉMICA DE POLITÓLOGOS

LAS PUBLICACIONES. PANORAMA DE LAS REVISTAS Y DE LOS TEMAS CENTRALES

LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES Y LA INTERACCIÓN ENTRE POLITÓLOGOS

CONCLUSIÓN

CAPÍTULO 3EXPANSIÓN GRADUAL E INICIOS DE LA DESCONCENTRACIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA 1986-2000

INTRODUCCIÓN

CRECIMIENTO CON CONCENTRACIÓN EN BOGOTÁ Y EN UNIVERSIDADES PRIVADAS

CRECIMIENTO DE LA COMUNIDAD ACADÉMICA, CON DÉBIL INSTITUCIONALIZACIÓN

LAS PUBLICACIONES

LA COMUNIDAD ACADÉMICA Y SUS ENCUENTROS

CONCLUSIÓN

CAPÍTULO 4EXPANSIÓN E INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA

INTRODUCCIÓN

LAS ESTRUCTURAS ORGANIZATIVAS Y LA EXPANSIÓN DE LOS PROGRAMAS DE CIENCIA POLÍTICA

LA COMUNIDAD DE POLITÓLOGOS

LAS PUBLICACIONES

LOS POLITÓLOGOS SE ORGANIZAN: EVENTOS ACADÉMICOS, AGREMIACIONES PROFESIONALES Y CONGRESOS NACIONALES

CONCLUSIÓN

CAPÍTULO 5MAPAS DE SABERES

LOS PLANES DE ESTUDIO EN EL CAMPO DE LA CIENCIA POLÍTICA

INTRODUCCIÓN

LOS PLANES DE ESTUDIO. ENTRE LA FLEXIBILIDAD Y LA RIGIDEZ

I. Planes de estudio muy flexibles

II. Planes de estudio con grado medio de flexibilidad

III. Planes de estudio poco flexibles y rígidos

EL NÚCLEO DISCIPLINAR. ¿UN CAOS DISCIPLINAR?

LA FORMACIÓN EN CIENCIA POLÍTICA Y EL CONTEXTO

LOS ÉNFASIS Y LAS ESPECIFICIDADES DE LA FORMACIÓN

LA INVESTIGACIÓN FORMATIVA EN EL PREGRADO

CONCLUSIÓN

I. Planes de estudio consolidados

II. Planes de estudio en proceso de consolidación

III. Planes de estudio poco consolidados y/o de reciente creación

EPILOGO

LA CIENCIA POLÍTICA EN COLOMBIA, SU ESTADO ACTUAL Y SUS RETOS FUTUROS

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS AL PIE

AGRADECIMIENTOS

La primera idea de este libro surgió de conversaciones informales con Guillermo Sánchez y de las posteriores reuniones en un seminario interno en el Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle en el 2005 en el cual empezamos a discutir el libro Abrir las ciencias sociales, escrito por Inmanuel Wallerstein como coordinador de la Comisión Gulbenkian. La idea de institucionalización disciplinar que propone el libro es una buena entrada metodológica para comprender el proceso de surgimiento y desarrollo de las ciencias sociales y de ella derivé hacia otras visiones alternativas y, más recientemente, hacia propuestas de análisis de la Ciencia Política.

No es la primera vez que las conversaciones con Guillermo Sánchez me conducen a lecturas y reflexiones sobre las ciencias sociales y, en particular, sobre la Ciencia Política. A él debo muchas ideas y este libro en particular le debe mucho.

La investigación que sirve de fundamento al libro se realizó con el apoyo financiero del Ministerio de Educación Nacional en su convocatoria de 2012 sobre Investigación en Educación Superior y contó con el respaldo de la Universidad del Valle, la cual me permitió dedicar el tiempo necesario para la investigación y la escritura, un poco azarosa debido al apretado cronograma. Agradezco a la Vicerrectora de Investigaciones, Carolina Isaza de Lourido, su permanente apoyo al proyecto y a mi labor investigativa; de igual forma, al personal de la Vicerrectoría, especialmente a Luz Piedad Arrigui.

Algunos productos de la investigación fueron publicados previamente en formato de artículos: en la revista Papel Político de la Pontificia Universidad Javeriana se publicó una síntesis de los periodos de evolución de la Ciencia Política bajo el título “Tres momentos del proceso de institucionalización de la Ciencia Política en Colombia 1968-2012” (Vol. 18, Nº. 1, 2012); también se publicó el documento de trabajo “La institucionalización de la Ciencia Política”, en la Universidad del Valle, y el artículo “La institucionalización de la enseñanza de la Ciencia Política en Colombia”, Revista SC, Universidad Icesi.

INTRODUCCIÓN

EL proceso de institucionalización de la Ciencia Política en Colombia ha sido tardío respecto a la evolución de la disciplina en Europa Occidental, en Estados Unidos y en algunos países de América Latina como México, Chile y Argentina. Después de sus modestos orígenes en la década de 1960 y su lento desarrollo en las dos décadas siguientes, la disciplina entró en una rápida expansión de la oferta formativa y, gradualmente, se fue dando una mayor cualificación de la docencia, la investigación y las publicaciones especializadas.

Cuando se inició el proceso de institucionalización de la Ciencia Política en el país esta disciplina contaba con una trayectoria de más de medio siglo en Europa y en Estados Unidos. Sus orígenes se remontan a finales del siglo XIX cuando se empezó a recurrir a descripciones y explicaciones de los hechos políticos diferentes a las proporcionadas por los historiadores de las ideas políticas, por los filósofos en sus perspectivas normativas y prescriptivas y por los estudios jurídico-institucionales. Desde sus inicios la Ciencia Política se caracterizó por ser un saber positivo, con pretensión objetivista, contenido empírico, el recurso a la contrastación, a las tipologías y a las clasificaciones. Su institucionalización disciplinar condujo, a su vez, a la profesionalización y al surgimiento del politólogo como productor de representaciones socio-científicas de la realidad, diferentes a las que producen los sociólogos, los economistas, los filósofos, los historiadores y los especialistas en estudios jurídicos.

Este doble proceso de institucionalización y profesionalización ha tenido ritmos diferentes en cada continente. En América Latina ambos procesos han sido tardíos, lentos y heterogéneos. Como una tendencia general, se ha dado el paso de los Estudios Políticos (confluencia de diversas disciplinas en torno a problemas políticos) a la Ciencia Política como disciplina autónoma, como saber y como espacio institucional en las universidades e institutos de investigación.

Esta heterogeneidad fue resaltada por David Altman1 en su balance de la Ciencia Política en América Latina. Consideró que se podían diferenciar tres grupos de países según el nivel de desarrollo de la disciplina: el primero está conformado por los países con mayores avances (Argentina, Brasil y México); en los cuales la disciplina se ha logrado institucionalizar como un saber autónomo, con un espacio en las universidades y centros de investigación y se ha consolidado la politología como profesión; el segundo grupo está integrado por países que presentan desarrollos desiguales, con expectativas de consolidación, que presentan notables avances, aunque desarrollos desiguales internamente y limitaciones en algunas dimensiones propias de los saberes consolidados (Chile, Colombia, Costa Rica, Uruguay y Venezuela); y el tercer grupo está constituido por los países en los que recién se inicia el desarrollo de la Ciencia Política y aún es difícil hablar de una disciplina con cierta autonomía y profesionalización; en ellos impera aún la denominación genérica de Estudios Políticos (Ecuador, Bolivia, Cuba, Guatemala, Honduras, Perú, El Salvador, Paraguay, Panamá, Costa Rica).

La Ciencia Política en Colombia cuenta con una trayectoria de más de cuatro décadas y ha pasado por diversos momentos a través de los cuales se ha ido consolidando como disciplina autónoma, ha surgido la profesión de politólogo cada vez con mayores espacios para su ejercicio y se ha ido constituyendo una comunidad académica.

El libro presenta los componentes centrales de este proceso e incluye el orígen, su expansión gradual y el estado de la disciplina, con sus fortalezas y debilidades, sus alcances y limitaciones. Aunque en términos generales se presenta un panorama positivo del surgimiento y del avance de la disciplina, no olvidamos la advertencia que hiciera hace algunas décadas Thomas Kuhn2, reiterada recientemente por Miguel Pereyra3, según la cual el análisis de las disciplinas tiende a crear una imagen de progreso continuo, olvidando los momentos de crisis, de estancamiento, de retroceso y los desarrollos desiguales al interior de un país. No se pretende mostrar una visión lineal de progreso continuo ni sobredimensionar sus desarrollos y la legitimidad académica y social que ha ido adquiriendo. El libro intenta reconstruir sus orígenes, diferenciar y caracterizar los periodos de su desarrollo. Resalta los aspectos positivos de la disciplina, pero también los déficits, los obstáculos y las limitaciones del pasado y del presente.

El libro parte del enfoque de la institucionalización disciplinar. La institucionalización constituye el proceso a través del cual una disciplina logra autonomía y se diferencia de otras disciplinas a partir de la demarcación de su propio objeto, de sus métodos y teorías; construye un espacio autónomo en las estructuras organizativas académicas y deviene en profesión. Se trata de un doble proceso: de institucionalización del saber y de la profesionalización del quehacer. El libro se ocupa del primer proceso en cuatro dimensiones: (1) las estructuras organizativas (el proceso por el cual la disciplina logra autonomía a través de la creación de programas formales que conceden títulos de pregrado y posgrado, así como unidades organizativas propias y diferenciadas de otras, con mayoría de profesores formados en la misma disciplina); (2) la comunidad académica (profesionales graduados y especializados en la disciplina, surgimiento de grupos estables, recursos para financiamiento de proyectos de investigación, dedicación de tiempo a la docencia y a la investigación), (3) las publicaciones especializadas en lo político (revistas especializadas periódicas, estables y sujetas a procesos estandarizados de dictamen e indexación y libros especializados de amplia circulación), (4) el desarrollo de vínculos académicos disciplinares (surgimiento de organizaciones profesionales, realización periódica de eventos, congresos y seminarios de la disciplina; vínculos de los académicos a organizaciones internacionales)4.

Es un estudio de caso que se propone hacer un balance del desarrollo de la Ciencia Política en Colombia, centrado en la forma como se ha ido construyendo el campo disciplinar en las universidades públicas y privadas desde finales de la década de 1960. Propone un análisis orientado a clarificar el panorama actual de la disciplina en el país, pero abarca cuatro décadas de desarrollos y establece momentos clave del proceso. Aunque es un estudio de caso, no pierde de vista las coordenadas del desarrollo de la disciplina, especialmente en América Latina, ni desconoce las influencias del contexto internacional en cada uno de los momentos.

La investigación que dio origen al libro recurrió al análisis de los programas de pregrado y posgrado, a los currículos, a documentos oficiales. También contó con bases de datos y algunas entrevistas a politólogos y directivos de los programas universitarios. La recopilación, sistematización y análisis de bases de datos incluye como fuentes principales los archivos de las universidades objeto de estudio, del Ministerio de Educación Nacional y de Colciencias. De igual forma, recurre la normatividad, los cambios institucionales en el Sistema Nacional de Educación y de Ciencia y Tecnología que han incidido en los desarrollos más recientes de la disciplina y la bibliografía existente sobre Colombia5 y otros países, especialmente de América Latina y de Estados Unidos.

El análisis incluye en tres periodos con diferentes grados de institucionalización de la disciplina:

I. Los comienzos de la disciplina: 1968-1985. La disciplina presenta un bajo grado de institucionalización y está altamente concentrada en Bogotá, exclusivamente en universidades privadas. Este periodo abarca desde la creación del primer programa de pregrado en la Universidad de Los Andes en 1968 hasta 1985, año en el cual finaliza la exclusividad de la disciplina en instituciones privadas. La disciplina presenta cinco características: a) las estructuras organizativas autónomas empezaron a surgir pero sólo en dos universidades privadas, y se formaban muy poco politólogos y sólo en universidades privadas de Bogotá; b) prevalece una dualidad entre la Ciencia Política –disciplinar– y los Estudios Políticos –interdisciplinarios– y aún no se consolida la autonomía epistémica del campo de conocimiento; c) las publicaciones especializadas periódicas y estables de la disciplina son escasas y predominan los ensayos de reflexión y artículos de coyuntura escritos por sociólogos, antropólogos, abogados e historiadores; d) no existen asociaciones disciplinares ni eventos que convoquen a los politólogos; e) la profesión no está claramente definida ni existe claridad acerca de qué es y de qué se ocupan los politólogos.

II. Lento y desigual desarrollo de la disciplina: 1986-2000. Este periodo se inicia con la creación de los primeros institutos de investigación y de nuevos programas de pregrado y posgrado y abarca hasta el año en que empiezan a graduarse los primeros politólogos en universidades públicas. Continúa la alta centralización en Bogotá y la disciplina está débilmente institucionalizada, aunque con algunos avances. Las características centrales de la disciplina son: a) hay nuevas estructuras organizativas y nuevos programas de formación en pregrado y posgrado; b) se va clarificando el perfil de la disciplina, aunque pervive parcialmente la dualidad entre Ciencia Política y Estudios Políticos; c) surgen nuevas publicaciones periódicas estables y aumentan las publicaciones que abordan subcampos propios de la Ciencia Política escritos en su mayoría por politólogos de formación; d) no existen asociaciones, aunque son cada vez más frecuentes los eventos nacionales en subcampos de la disciplina que congregan a los politólogos y hay una mayor presencia de académicos colombianos en congresos internacionales; e) se va perfilando la profesión de politólogo con mayor claridad y diferenciación de otros profesionales de las ciencias sociales.

III. Expansión de la oferta formativa, descentración y mayor desarrollo de la disciplina: 2001-2013. Las características de este periodo son cinco: a) se multiplican las estructuras organizativas que acogen a la Ciencia Política, se expanden los programas de pregrado y posgrado y surgen los primeros doctorados en Bogotá; b) la denominación de Ciencia Política empieza a ser mayoritaria en los programas de pregrado, aunque se mantiene la de Estudios Políticos especialmente en maestrías y doctorados; c) surgen nuevas publicaciones periódicas y se estabilizan la mayoría de las que habían sido creadas en periodos anteriores, empiezan a predominar los autores politólogos y se delinean de forma clara algunos subcampos disciplinares con presencia mayoritaria de politólogos; d) surge la asociación nacional y se realizan los primeros congresos nacionales de la disciplina a la vez que aumenta de forma significativa el vínculo con organizaciones internacionales y la presencia en eventos académicos en el exterior; e) se amplía el mercado laboral del politólogo y se clarifica su autonomía respecto de otros profesionales.

El libro se divide en cinco capítulos: el primero presenta los fundamentos del enfoque de la institucionalización disciplinar y los presupuestos con los que analizamos el caso colombiano; los tres capítulos siguientes dan cuenta de cada uno de los tres momentos del desarrollo de la disciplina en el país entre 1968-2013; en el quinto capítulo se analizan los actuales programas de grado, maestría y doctorado, y presenta un análisis curricular y de las orientaciones de la formación de politólogos en el país. Al final se presentan las conclusiones y algunas consideraciones respecto a las perspectivas de desarrollo de la Ciencia Política en el país.

CAPÍTULO 1

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CIENCIA POLÍTICA UN ENFOQUE ANALÍTICO

INTRODUCCIÓN

Hay diversas formas de abordar el estudio de un comunidad académica disciplinar. En términos de filosofía de la ciencia Thomas S. Kuhn6 sugiere hacer historia de las ciencias desde dos ámbitos: adelantar una historia interna, con acciones como el análisis de las publicaciones (manuales, libros y revistas), la discusión de los enfoques, concepciones y tradiciones teóricas que subyacen en éstos y que orientan el quehacer de los académicos y el contraste de la dinámica, evolución y pugnas entre paradigmas; y realizar una historia externa situando los desarrollos científicos en el contexto cultural para comprender mejor sus resultados e implicaciones7. Hay varios estudios de este tipo en Ciencia Política, aunque muy centrados en el desarrollo disciplinar en Estados Unidos y algunos países europeos8. También hay análisis bibliométricos que intentan establecer balances de los autores y las obras de mayor influencia e impacto en la comunidad académica9 y otros han estudiado las influencias de la Ciencia Política de Estados Unidos en América Latina10 y la historia de la disciplina en este subcontinente11.

Otra forma de estudiar una comunidad académica es analizando el proceso de institucionalización de la disciplina y el desarrollo del campo profesional12. Desde esta perspectiva se analizan la conformación histórica de conocimientos propios de la disciplina autonomizados de otras y las habilidades específicas de sus integrantes, lo que se espera que manejen quienes se asumen como parte de esa comunidad académica en cuanto a teorías, conceptos, metodología, técnicas. En términos de Goodin y Hans-Dieter, la forma como se construye un “saber mínimo profesional”13, que se expresa en códigos compartidos entre los integrantes de la comunidad; el surgimiento de asociaciones profesionales de referencia, cuyos miembros asisten de forma regular a los eventos académicos nacionales e internacionales de la disciplina, publican en las revistas que la comunidad académica va reconociendo como relevantes en el campo, y cuenta con criterios compartidos de reclutamiento y evaluación del mérito profesional y de las competencias profesionales –dictámenes de las publicaciones, evaluaciones por pares, concursos de méritos para acceso a la docencia, estructuración de programa de investigación especializados–.

Una tercera perspectiva, cercana a la anterior, diferencia ámbitos de desarrollo de la disciplina14: (1) el ámbito estructural, esto es, el tipo de estructuras organizativas que se han constituido en su nicho de desarrollo de programas de formación, de investigación y de socialización, (2) el intelectual, según las influencias teóricas y metodológicas y las escuelas de formación de sus profesores y, (3) el de la profesión, referido a los espacios de su ejercicio, en la docencia e investigación, en el servicio público, en los medios de comunicación como asesores y consultores.

Este capítulo propone un enfoque analítico para analizar el proceso de institucionalización disciplinar con base en elementos de las perspectivas 2 y 3. Se asume que este proceso incluye al menos cuatro componentes: (1) las estructuras organizativas (el proceso por el cual la disciplina logra autonomizarse y da origen a programas formales que concede títulos de pregrado y posgrado, así como a estructuras organizativas propias y diferenciadas de otras, con profesores predominantemente de la propia disciplina); (2) la comunidad académica (profesionales graduados y especializados en la disciplina, surgimiento de grupos estables, recursos para financiamiento de proyectos de investigación, dedicación de tiempo a la docencia y también a la investigación), (3) las publicaciones especializadas (revistas especializadas periódicas, estables y sujetas a procesos estandarizados de dictamen e indexación y libros especializados de amplia circulación), y (4) el desarrollo de vínculos académicos disciplinares (surgimiento de organizaciones profesionales, realización periódica de eventos, congresos y seminarios de la disciplina; vínculos de los académicos a organizaciones internacionales).

A partir de estos elementos se plantea un esquema de análisis que sirve de guía para el análisis de la institucionalización disciplinar, para ello presenta unas breves consideraciones respecto a los conceptos de disciplina, profesión y campo profesional para ubicar a las ciencias sociales y a la Ciencia Política. Luego el análisis se centra en la institucionalización como proceso, en sus componentes y en la forma como se puede abordar en un caso concreto. Asimismo, se contrastan diversos grados de institucionalización como tipos polares que nos permiten ubicar el desarrollo de una disciplina, su evolución y consolidación.

El capítulo está dividido en cuatro partes. La primera se refiere a los conceptos de disciplina y campo profesional, la segunda analiza la institucionalización disciplinar; la tercera propone un esquema de análisis empírico de la institucionalización y la cuarta aborda los factores que inciden en este proceso y presenta un panorama general del proceso en América latina. Al final se enuncia la forma como este marco de análisis nos proporciona las coordenadas para el estudio del caso colombiano.

DISCIPLINA Y CAMPO PROFESIONAL

Las disciplinas constituyen esferas de conocimiento, ámbitos de trabajo diferenciados y especializados y espacios de interacciones y relaciones sociales con vínculos sustentados en un proceso de formación académica. Las habituales definiciones de disciplina incluyen una triada compuesta de conocimiento-trabajo-interacciones. En términos de Elliot Freidson, las disciplinas se fundan en un conocimiento formal, asociado a los métodos, procesos y ritualidades de las instituciones académicas y científicas, conformados por un cuerpo de teorías y abstracciones y de relaciones entre actores al interior de instituciones especializadas15. Los elementos de esta triada también los encontramos en la definición que plantea Edgar Morin, quien define a las disciplinas de la siguiente forma:

La disciplina es una categoría organizadora dentro del conocimiento científico, instituye en este la división y especialización del trabajo y responde a la diversidad de los dominios que recubren las ciencias. Por más que esté inserta en un conjunto científico más vasto, una disciplina tiende, naturalmente, a la autonomía, por medio de la delimitación de sus fronteras por el lenguaje que se da, por las técnicas que tiene que elaborar o utilizar y, eventualmente, por las teorías propias16.

Así pensado, el concepto de disciplina se refiere a cuerpos de conocimiento diferentes y diferenciados, que expresan la existencia de comunidades, de dominios y vínculos en los cuales algunas personas comparten atributos que los hace sentirse cercanos o iguales y cobijados bajo una etiqueta que les confiere identidad. Como territorio de conocimiento, las disciplinas refieren a parcelas de la realidad de las cuales se ocupan y sobre las cuales producen conocimientos; en tal sentido, es intercambiable con el concepto de ciencia y hay identidad entre la formación en disciplinas y la formación científica. En el caso de las ciencias sociales, se trata de representaciones parciales de la vida social, de ámbitos, esferas, sectores que, a diferencia de otras representaciones sociales como el sentido común, se ocupan de fenómenos que son socialmente relevantes (que expresan situaciones que requieren respuestas y estas son importantes en alguna dimensión para la comprensión y el entendimiento), están basadas en pruebas empíricas adecuadas y seleccionadas de forma pertinente y son el producto de alguna forma de contrastación empírica. En tal sentido hablamos de representaciones socio-científicas de la realidad17.

Como esferas de conocimiento, las disciplinas poseen autonomía, no sólo se ocupan de una dimensión o parcela de la realidad de forma diferente a como lo hacen otras, sino que tienen la capacidad de producir conocimientos mediante teorías, conceptos, metodologías y técnicas propias, adaptadas o retomadas de otras disciplinas. Esto último implica que establecen nexos con otros saberes, “toman prestados” (y prestan) herramientas conceptuales y metodológicas, pero manteniendo su condición de saber diferenciado y buscando abrirse paso en un espacio en donde ya se encuentran otras disciplinas que en ocasiones le disputan el objeto de estudio. Esta interacción entre las disciplinas conduce con frecuencia a “invasiones” entre ellas y a trabajos conjuntos de carácter interdisciplinario que no las deslegitiman ni las desvanecen, más bien producen esferas o campos híbridos de conocimiento producto de la combinación y de aportes que enriquecen la investigación y el análisis18. Así, las disciplinas se constituyen a través de un doble proceso de diferenciación y autonomización respecto de otras y de la construcción de su propio objeto, un aspecto o segmento de la sociedad que otras no abordan o lo hacen de forma diferente.

Por otra parte, como ámbito de trabajo, las disciplinas expresan un espacio de interacciones, el trabajo en ellas se realiza cada vez más en equipos por cuanto la ciencia es una empresa colectiva que recurre a lenguajes especializados, a códigos y a modos y pautas aprehendidas que implican la existencia de comunidades. También incluye relaciones con actores externos que inciden en lo que se conoce, en lo que se investiga y lo que no se investiga, lo que se publica y lo que no. Como esfera de interacciones, las disciplinas involucran relaciones entre personas en virtud de su posición, de su formación, de los intereses compartidos, de sus propósitos sociales, de ciertos hábitos y formas de actuar y de relacionarse en las cuales existen jerarquías y relaciones de poder.

En un nivel general del análisis, el de la relación de los miembros de la profesión con la sociedad y el conocimiento válido, la profesión académica, vinculada a las disciplinas es la expresión de la asociación de actores que se ubican en las organizaciones de educación superior e institutos y centros de investigación para cumplir con la función de producir, transmitir y certificar la adquisición del conocimiento. Estos cuentan con la capacidad de: 1) regular los procedimientos de incorporación a la profesión y el mercado académico; 2) mediar, a través de su función docente, en la adquisición de conocimientos y habilidades necesarias para formar parte de la profesión; 3) evaluar los productos y servicios que generan; y 4) construir un sistema de valores, normas y significados que orientan su acción, que podríamos pensar llegan a constituir un ethos particular19.

Aquí es pertinente recordar a Pierre Bourdieu en su concepción y definición de los campos científicos, que son más generales que las disciplinas y constituyen unidades sociales de producción y de coordinación más amplias. Son espacios estructurados y jerarquizados de posiciones en los que se producen constantes luchas y existen capitales culturales diferenciados20. Hablamos de una comunidad académica en un sentido débil, más bien como una comunidad de intereses que comparte ciertos valores, normas, formas de trabajo, algunos estándares de acceso y de posicionamiento, pero también incluye competencia por recursos, divisiones y confrontaciones intelectuales, existe competencia y también intervienen intereses y factores extracientíficos y extraacadémicos. En las universidades e institutos de investigación los académicos se integran a diversas organizaciones con variaciones de estatus y de posicionamiento, con acceso y distribución desigual de recursos, con jerarquías y prestigios diversos que ejercen también relaciones de subordinación y jerarquías21. Asimismo, cuando nos referimos al campo de la disciplina, se reconoce también que los académicos se integran a múltiples relaciones que trascienden a su propia institución e incluye redes y organizaciones externas en las que se establecen vínculos e intercambios, se comparten más o menos especialidades, se forman círculos de académicos más o menos cerrados y excluyentes.

En consonancia con los anterior, podemos considerar que las disciplinas se estructuran como un campo profesional que, como lo describen Pablo Bulcourf y Juan Cruz Vázquez refiriéndose a la Ciencia Política, expresan la confluencia de cinco componentes: la comunidad académica; la diferenciación profesional, de estatus y posicionamiento; los vínculos cada vez más complejos y variados con otras profesiones; nexos con los problemas de la realidad, su inserción en un marco normativo determinado que los regula22. Lo podemos esquematizar de la siguiente forma:

Esquema 1Componentes de un campo profesional.

La comunidad académica disciplinar incluye a quienes se han socializado en los conocimientos, destrezas y habilidades propias de la disciplina y han accedido a ella a través de sus estudios, investigaciones, publicaciones y vínculos académicos. Se considera que existe un campo problemático compartido y sus integrantes son quienes definen los currículos y los requisitos que deben cumplir quienes aspiren a ingresar a ella, tienen asociaciones, realizan eventos y cuentan con publicaciones especializadas23. Sus espacios de actuación son las universidades, institutos y centros de investigación, aunque establecen diversos vínculos con el entorno, con el sector productivo, el sector público, la sociedad en la cual realizan diversas acciones de intervención a partir de sus conocimientos.

Las profesiones están vinculadas a los problemas de la realidad a través de la investigación, de la asesoría, la consultoría, las patentes, las invenciones y la producción de bienes culturales. En este caso, se asume que las ciencias sociales adelantan su quehacer en los procesos formativos de profesionales, los cuales deben estar en la capacidad de generar conocimiento socialmente relevante, que contribuyan a una mejor comprensión de la realidad y/o contribuyan a solucionar problemas de índole práctico. En el caso de la Ciencia Política, se trata de problemas referidos a casos como la racionalidad y diseño de las instituciones, la orientación y sentido de las políticas públicas, el manejo de los problemas y conflictos sociales y entre estados, las relaciones internacionales, la gestión de organizaciones.

Todos los campos disciplinares están inmersos en un marco legal que los regula y que comprende no sólo el ámbito propio de la profesión sino también los requerimientos de acceso a los títulos, los sistemas de acreditación de las instituciones y programas, de indexación y reconocimiento de las publicaciones. Asimismo, dentro del campo profesional hay especialidades y subespecialidades, así como saberes híbridos en los cuales se especializan sus integrantes y de donde se derivan vínculos diferenciados con otras disciplinas y comunidades académicas. En tal sentido, las disciplinas presentan una doble condición: a la vez que son más autónomas y centradas en sus objetos de estudio (lo cual les confiere su legitimidad como saber diferenciado), el proceso de especialización ha conducido a que se formen campos híbridos en los cuales convergen especialidades de dos disciplinas, en el caso de la Ciencia Política con la Sociología (sociología política), con la Antropología (antropología política), con la Psicología (Psicología política), con la Historia (historia política), la Geografía (la geopolítica) y el Derecho (derecho público y constitucional). De tal forma que el campo disciplinar se hace cada vez más complejo y convergente y en una perspectiva de larga duración puede describirse como un proceso de autonomización y apertura, como un abanico en el cual cada disciplina fue construyendo su objeto de estudio y se fue desagregando de otras (eje central la filosofía), luego en un segundo proceso se fueron generando especialidades y subespecialidades, pero en la complejidad del conocimiento se han presentado ciertos reagrupamientos a través de los campos híbridos que, como lo han analizado Matei Dogan y Robert Phare suelen estar asociados a los procesos de innovación en las ciencias sociales24.

INSTITUCIONALIZACIÓN DISCIPLINAR

Como lo planteamos brevemente en la introducción, en este trabajo se considera la institucionalización como un doble proceso, de autonomización y diferenciación de las disciplinas, que se presenta en tiempos y espacios distintos, con ritmos y contenidos variados. En los términos planteados en el apartado anterior, en las ciencias sociales se fue dando una desagregación de las disciplinas que fueron construyendo sus propios caminos, delimitando sus objetos, desarrollando teorías, conceptos y metodología, siempre en comunicación entre ellas y con una mutua interpenetración25.

Siguiendo la perspectiva de análisis adoptada, se considera que la institucionalización de una disciplina incluye al menos cuatro componentes: uno epistémico, otro organizativo-académico, el tercero referido a la existencia de programas que conduzcan a títulos profesionales y el cuarto relacionado con la constitución de la comunidad académica26.

(1) La dimensión epistémica implica que una disciplina se ocupa de una parcela de la realidad, de un objeto cualificante respecto del cual asume una posición diferenciada a las de otras disciplinas, al menos desde las perspectivas teóricas, los conceptos y las metodologías con que éstas lo hacen. La disciplina se diferencia del saber del sentido común y de otros saberes o disciplinas y construye su objeto, hace de él un tema propio, de tal forma que todos los que participan del campo le reconocen su especificidad y su naturaleza de conocimiento válido. La institucionalización de una disciplina implica, en términos académicos, que ésta ha delineado y definido su propio objeto de estudio, lo cual la diferencia de otras disciplinas y permite establecer que no se trata de una nueva etiqueta para un saber ya existente. Asimismo, la sociedad le da cabida, le abre espacios y la acoge, considera que la actividad en cuestión desempeña una función social relevante y valiosa, se crean normas que determinan las condiciones de cooperación y competencia entre sus miembros, que permiten que la disciplina se desarrolle.

En términos del conocimiento y de su validación, los miembros de la comunidad académica consideran que esas normas incluyen la búsqueda desinteresada de la verdad, la aceptación de la objetividad del valor de los enunciados (no dependen de los intereses, deseos, ideologías personales), el carácter público de los logros de modo que los resultados puedan ser contrastados, criticados, evaluados y, posteriormente, utilizados y citados; la crítica pública de los resultados de los demás y la aceptación de la responsabilidad por la utilización de los resultados de los otros miembros de la comunidad27.

(2) La dimensión estructural organizativa. La disciplina encuentra nichos organizativos autónomos y diferenciados de otros que parecen muy próximos. El surgimiento de departamentos, facultades, institutos y otro tipo de formas organizativas administrativo-académicas dan cuenta del hecho de que la sociedad, o una parte de ella, consideran que la disciplina desempeña una función social y valora y legitima su existencia asignándole recursos e infraestructura para que cumpla sus labores de investigación, docencia e intervención social.

(3) Los dos aspectos anteriores dan origen a cátedras, planes y programas conducentes a títulos en la disciplina que cuenta con la legitimidad intelectual y formal. Las credenciales otorgadas autorizan para el ejercicio profesional y están mediados por un marco legal que le dan sustento. La docencia viene acompañada también de la investigación, de la apropiación, producción y socialización de conocimientos que requieren condiciones infraestructurales básicas para su desarrollo. La socialización científica incluye, por una parte, el aprendizaje de repertorios, de conocimientos, metodologías, técnicas, autores, enfoques y conceptos propios o incorporados de otras disciplinas. Por otra parte, la internacionalización de valores y formas de comportamiento que identifica a los académicos y que cada vez son más estandarizados en un mundo globalizado culturalmente y en formas y modelos de acreditación de las carreras y la indexación y escalafón de las publicaciones. En tercer lugar, la identidad que surge de compartir lecturas, temas, autores, enfoques, lugares de encuentro, redes de vínculos28.

(4) La constitución de una comunidad académica supone que quienes son socializados en ella dominan, las teorías, los conceptos, las metodologías y las técnicas que circulan, entre sus pares e interlocutores. Dos elementos centrales de la institucionalización son el surgimiento de publicaciones especializadas de la disciplina en donde se socializan los productos del quehacer de sus integrantes y la existencia de agremiaciones profesionales que convoca a eventos regulares de la disciplina (congresos nacionales e internacionales), que se convierten en escenarios de socialización y encuentro.

Tras el proceso de diferenciación-autonomización, las otras dimensiones se desarrollan a ritmos variados según los contextos y las condiciones que las favorezcan u obstaculicen. A comienzos de la década de 1970, Terry Clark sugirió que se podían distinguir cinco etapas del proceso de institucionalización, las cuales pueden ser de utilidad a la hora de analizar casos específicos de disciplinas o para comparar el estado en que se encuentra la misma disciplina en contextos diferentes29. La primera etapa corresponde a los inicios de las disciplinas en las cuales impera el científico solitario, el pionero o los pioneros de la disciplina, que mantienen pocas relaciones sociales con otros investigadores, se encuentra más bien aislado y desarrolla su quehacer académico en centros universitarios. Sus obras suelen ser consideradas como fundacionales de la disciplina. En esta etapa el soporte institucional es mínimo, la disciplina no está muy definida al interior de las ciencias sociales y el apoyo económico a la investigación es escaso o inexistente. Los pioneros son quienes impulsan la disciplina e inician los procesos de organización, son los primeros especialistas de la disciplina30. Asimismo, son ellos quienes impulsan o crean las primeras cátedras y programas, aunque en sus inicios algunos académicos nunca estuvieron vinculados a la docencia universitaria31.

En las otras etapas la disciplina se desarrolla. La segunda etapa es la ciencia amateur, se trata de los orígenes cuando, después de la labor de los pioneros y fundadores, la gran mayoría ejercen de forma parcial en el campo, compartiendo con otras profesiones. No obstante, ya se dan los contactos y vínculos entre quienes se ocupan de temas y problemas similares demarcados bajo la etiqueta disciplinar, surgen las primeras agremiaciones o sociedades científicas o asociaciones de profesionales, en las cuales se generan debates, se presentan trabajos, se comparte o debates teorías. La tercera etapa corresponde al surgimiento de cátedras universitarias, los centros de investigación, un grupo de ideas o paradigmas, los títulos profesionales. La cuarta comprende el establecimiento de la ciencia, es decir, la profundización de la etapa anterior en cuanto a los congresos y seminarios especializados. Asimismo, los programas avanzados de investigación que definen los roles profesionales y permiten un entrenamiento específico de los estudiantes. En las categorías de académicos propuesta por Mattei Dogan predominan aquí los fundadores, cuyo papel central es hacer fructificar el terreno iniciado por los precursores, que son innovadores importantes en sus disciplinas, elaboran teorías, abren campos de investigación empíricas y muchos de ellos son recordados después como autores clásicos en sus disciplinas. La quinta etapa corresponde al florecimiento e institucionalización consolidada de la disciplina, en ella confluyen la comunidad académica, la docencia y la investigación, las publicaciones periódicas, las agremiaciones estables, los eventos que convocan a los académicos de forma regular en los niveles nacional e internacional.

Esta propuesta de Terry Clark, aunque muy esquemática, es útil para diferenciar momentos de desarrollo de una disciplina. Habría que agregar que en la última década las disciplinas se proyectan cada vez más como redes de relaciones entre especialidades y subespecialidades, impera una creciente fragmentación y conformación de subcomunidades académicas con intereses más demarcados y específicos. Muchas redes son virtuales y se activan de forma presencial en los congresos o seminarios internacionales que suelen constituir espacios de intercambios académicos y de iniciativas de trabajos colaborativos.

ESQUEMA DE ANÁLISIS EMPÍRICO DE LA INSTITUCIONALIZACIÓN

Los cuatro componentes y las etapas sugeridas por T. Clark nos permiten aproximarnos al estudios de las disciplinas y ubicar su nivel de institucionalización en un periodo determinado, asimismo, reconstruir la evolución de una disciplina en una mirada diacrónica que nos posibilite diferenciar sus momentos y características. Un paso adelante en este propósito requiere de elementos que nos permitan diferenciar niveles o grados de institucionalización; en esta dirección, Aníbal Pérez-Liñán32 ha propuesto diferenciar los dos extremos de un continuo que están sintetizados en el esquema 2.

Esquema 2Contraste entre grados de institucionalización disciplinarCon base en Anibal Perez-liñán (2010)

Estas características de los dos tipos polares de institucionalización disciplinar las podemos agrupar en tres dimensiones:

(1)La docencia. Esta dimensión permite analizar la forma y el nivel en que una disciplina ha logrado desarrollarse en estructuras organizativas autónomas de otras disciplinas, lo cual le confiere legitimidad en las instituciones e identidad de sus miembros, si dan cabida o no a programas de formación que conducen a títulos profesionales en grado y posgrado (Maestrías y Doctorados) y si el profesorado es o no mayoritariamente formado en la profesión, lo cual también le confiere un mayor o menor desarrollo a la disciplina. Estos cuatro indicadores pueden estar presentes en su totalidad (un alto grado de institucionalización) o estar ausentes (bajo grado de institucionalización), o sólo algunos de ellos, lo cual indicaría grados intermedios. En las primeras etapas de desarrollo las disciplinas suelen estar subsumidas o dominadas en otras en términos académicos, como lo fue la Ciencia Política en las facultades y la disciplina del Derecho y sus profesores en su mayoría proceden de otras disciplinas, lo cual conduce a títulos que nominalmente corresponden a una disciplina pero que en realidad expresan la formación en otras, o una formación genérica en ciencias sociales.

Actualmente existe un proceso de internacionalización de los programas de pregrado y posgrado con mecanismos de homologación de títulos y de acreditación nacional e internacional que presentan cierta tendencia a la constitución de mallas curriculares o programas cada vez menos heterogéneos, si bien sigue existiendo una variedad de estructuras, énfasis, ciclos que distan del ideal de una “formación mínima profesional”, expresión utilizada por Robert Goodin y Hans-Dieter Klingeman33 respecto a la necesidad de que los académicos de una disciplina compartan ciertos autores, problemas, debates centrales y herramientas metodológicas. No es posible (ni deseable) la homogenización de la formación, pero tampoco la absoluta disparidad, divergencia y variedad en los procesos formativos de quienes reciben el mismo título.

(2) La investigación. Aquí se incorporan cuatro indicadores que se refieren a grados diversos de institucionalización de una disciplina, correspondiendo un alto grado a una mayor dedicación a actividades de investigación de lo cual depende la apropiación y producción de conocimiento, la existencia de grupos de investigación sostenibles en el tiempo con proyectos activos, continuos y que correspondan con estándares internacionales de la disciplina; la existencia de recursos de financiación de la actividad investigativa y las publicaciones de los resultados de las reflexiones e investigaciones en medios nacionales e internacionales.

(3) La comunidad académica. En lo fundamental se trata de ver la profesionalización, si los académicos pueden vivir de la profesión y dedicarse sólo a ella de tiempo completo y sin compartir el tiempo entre instituciones diferentes, si el acceso a los cargos académicos se hace a través de procesos de méritos y evaluaciones de pares, si existen publicaciones especializadas en la disciplina estables y periódicas y basadas en sistemas de dictamen o arbitraje. Asimismo, incluye el análisis de la existencia de agremiaciones que integran a los miembros de la comunidad y sirven de espacio de socialización de los resultados de la labor académica de sus miembros, de espacio de comunicación y de interacción entre investigadores y grupos de trabajo y que convoca a los congresos, seminarios y otros eventos académicos al que concurre sus miembros.

En la tabla 1 figuran las tres dimensiones con sus respectivos indicadores y el contraste entre los grados extremos de institucionalización. Una disciplina puede estar débil o fuertemente institucionalizada en las tres dimensiones, o presentar grados intermedios o ser fuerte en el proceso de docencia, pero débil en las otras dos dimensiones, o presentar sólo algunos de los componentes y otros no. Se trata de una matriz que sirve de guía en el análisis, pero en los casos que se estudien aparecerán observaciones y matices. Esta sirve también para comparar periodos y la evolución de la disciplina en un caso o en varios casos concretos.

Tabla 1Dimensiones e indicadores de la institucionalización de una disciplina

Fuente: elaboración del autor con base, tomando algunos aspectos propuestos por Barrientos, Fernando. (2009). la Ciencia Política en América Latina. Apuntes para una historia (estructural e intelectual) de la disciplina en la región. Disponible en línea en: http://campus.usal.es/~dpublico/areacp/Posgrado2009-2010/Barrientos.pdf y Pérez-Liñán, Anibal (2010) Temas de investigación y perspectivas de la Ciencia Política latinoamericanista en Estados Unidos, ponencia presentada en el Seminario Internacional “El estado de la Ciencia Política en América Latina: desafíos y oportunidades de la docencia y la investigación”, Santo Ddomingo, República Dominicana.

Los factores de la institucionalización de la Ciencia Política

Los factores que inciden en el proceso de institucionalización de una disciplina varían y se combinan de formas diversas según los casos. Algunos factores son de índole epistémico y se refieren a la dinámica interna de las disciplinas y a su proceso de autonomía y diferenciación respecto de otras. Otros factores están relacionados con las propias organizaciones universitarias; con el papel de los líderes académicos que impulsan la disciplina; con las políticas estatales de ciencia y tecnología y de impulso a las instituciones de educación superior; y con el contexto socio-político. Hay diversas formas de combinación de estos factores y en el caso de la Ciencia Política en el transcurso del último siglo se dio el proceso con ritmos diferentes y particularidades en cada continente.

Uno de los académicos que ha presentado una visión de conjunto del proceso de institucionalización de las ciencias sociales es Inmanuel Wallerstein, quien en su labor de coordinador de la Comisión Gulbenkian plantea que entre 1850-1914 se empezó a cristalizar en Europa y Estados Unidos la división de las disciplinas sociales reconocida formalmente en las universidades, con sus respectivos nichos organizativos. El periodo previo fue el del renacer de las universidades desde finales del siglo XVIII en Europa y surgimiento en el XIX en Estados Unidos y con la influencia del positivismo surgió la convicción en las sociedades occidentales de que era posible llegar a un conocimiento objetivo de la realidad social con base en descubrimientos empíricos. El proceso de desagregación y autonomización que él describe implicó que la Historia, la Economía, la Sociología, la Ciencia Política y la Antropología avanzaran en su proceso de institucionalización especialmente en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Estados Unidos. Considera que “la historia intelectual del siglo XIX está marcada principalmente por esa disciplinarización del conocimiento, es decir, por la creación de estructuras institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento como para reproducir a los productores del conocimiento”34.

La Ciencia Política empieza a ganar autonomía y a institucionalizarse como disciplina desde finales del siglo XIX en Francia, Inglaterra y Estados Unidos y el panorama de las ciencias sociales se amplió con la creación de universidades que ofrecían programas de graduado o licenciaturas, posteriormente de maestrías y doctorados; en departamentos, facultades y/o institutos que antes no existían o estaban subsumidos en saberes como la Filosofía, la Economía o el Derecho. También fueron creadas revistas especializadas, se publicaron libros, se hicieron congresos, se crearon asociaciones y redes de politólogos. Se abrió paso una nueva disciplina y se amplió más el abanico de las ciencias sociales, lo cual se dio a través de un proceso cuya primera dimensión implicó que se fueran soltando los amarres que la sujetaban a otras disciplinas. George Burdeau nos describe de forma esquemática la forma como se va dando ese proceso entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, como se presenta en el siguiente esquema 335:

Esquema 3Proceso de autonomización de la Ciencia Política de otras disciplinas sociales

La Ciencia Política se autonomizó primero de la Filosofía, de la cual, en su etapa más temprana, se consideraba un anexo, especialmente dentro de la filosofía política como un saber orientado a la dilucidación, la aclaración conceptual, la especulación respecto a lo deseable y el debate en torno a las condiciones para su realización. El estudio de lo político estaba ligado a los planteamientos respecto a la mejor forma de gobierno, de justicia, de libertad, hacia los problemas centrales de lo que hoy se denomina teoría política normativa. En tal sentido, se entendía por teoría política a la teoría prescriptiva, a las doctrinas y el estudio de las ideas políticas que son consideradas obras centrales del pensamiento político36. Existía una fuerte tendencia al estudio del pensamiento clásico griego y de los pensadores posteriores como Maquiavelo, Montesquieu y Hobbes. Este predominio del pensamiento político clásico antiguo y moderno se sustentaba en dos premisas consideradas casi indiscutibles: su estudio constituía una gimnasia intelectual que permitía que el estudioso obtuviera una sólida formación a partir del contacto directo con las obras y el conocimiento de los grandes autores que, por su carácter de clásicos, seguía teniendo mucha importancia y utilidad para entender los problemas contemporáneos37.

Solía considerarse que no existía distinción entre Filosofía Política y Ciencia Política, la segunda estaba subsumida en la primera e imperaba el estudio del pensamiento político normativo, dejándose de lado los fenómenos empíricos, su descripción y explicación. La búsquedad de esta distinción generó un movimiento dirigido a generar la autonomía del conocimiento empírico del estudio de los hechos políticos de una forma diferente a la propuesta por las reflexiones, sistematizaciones y las elucidaciones teórico-conceptuales generadas por la Filosofía Política, orientadas en términos del deber ser, de lo deseable. La premisa era que la Filosofía Política tenía limitaciones para abordar el estudio de los hechos, de la realidad. Como lo señalara Harold Lasswell: al ampliarse la sociedad moderna en número y en variedad de instituciones, con frecuencia los filósofos se encontraban en la situación de tener que repetir la sabiduría tradicional en fórmulas abstractas que carecían de toda especificidad con respecto a las recientemente reveladas configuraciones de la naturaleza o de la sociedad, aunque siempre estaban presentes las cuestiones eternas, la aportación creadora dependía de que se tendiera un puente entre el lenguaje prescriptivo del pasado y un presente en constante manifestación de sí mismo38.

No se estableció el puente entre ambos tipos de conocimiento de la política y el proceso de autonomía de la Ciencia Política se fue dando desde las primeras décadas del siglo XX y luego se concretó con la denominada Escuela de Chicago (década 1920-1930) y el auge posterior del movimiento conductista desde la segunda postguerra en contravía y en oposición a la Filosofía Política.

Para algunos científicos sociales la sujeción a la Filosofía había dejado muy buenas huellas en la Ciencia Política y consideraban que en la formación del politólogo se debía incluir a los clásicos de obligado estudio, quienes habrían sentado las bases del conocimiento de lo político: Platón Aristóteles, Marsilio de Padua, Rousseau, Hobbes, Locke, Montesquieu, Maquiavelo, entre muchos otros. Asumían que había una herencia considerada irrenunciable, tanto en un sentido reconstructivo de los conceptos que le permitía contribuir a construir su sentido, y en algunos casos a revalorizar y recuperar viejos significados para el análisis contemporáneo, como en sus aportes a la formulación teórica para explicar fenómenos políticos actuales39. Para otros, la opción fue diferente y abogaron por la ruptura radical frente a lo que consideraba elucubraciones sin sentido; esto condujo a la revolución conductista, que desde la segunda postguerra planteó que la Filosofía Política, y una de sus versiones, la historia de las ideas políticas, sólo constituían especulación sin ningún valor científico, incapaces de generar conocimientos verificables y acumulables.

Para ganar autonomía en la construcción de la disciplina propusieron lo que Harold Lasswell denominó “el paso de la investigación de biblioteca a la investigación de campo”, una nueva forma de asumir el estudio de la política que incluía todo el arsenal metodológico predispuesto por la revolución conductista, que podemos sintetizar en cinco aspectos centrales: el énfasis en la distinción entre enunciados empíricos, aquellos que permiten a través de la observación, en la comprobación, y los enunciados que carecen de significado analítico, por no ser comprobables; la relevancia asignada a la observación como fuente del conocimiento; la necesidad de cuantificar y medir la realidad; la búsqueda de asociaciones causales entre fenómenos, que permitieran establecer regularidades a manera de generalizaciones y, como un corolario de lo anterior, un énfasis en el conductismo recae en el principio de la neutralidad valorativa, en lo cual se expresa de nuevo, la influencia del positivismo decimonónico y del positivismo lógico de la primera mitad del siglo XX. En tal sentido, para el credo conductista la Ciencia Política no tiene ningún interés en las cuestiones morales o éticas como tales, dado que la verdad o falsedad de los valores no puede establecerse científicamente y se encuentra fuera del alcance de la investigación legitima. Los científicos políticos deben, según esto, abordar los grandes temas políticos, excepto los que puedan ser abordados empíricamente40.

La segunda autonomización de la disciplina fue del Derecho. Una tradición teórica de fines del siglo XIX y comienzos del XX consideraba que la Ciencia Política tenía como objeto de estudio al Estado en tanto ordenamiento institucional, con lo cual se generó una adhesión al Derecho por cuanto este era el que se ocupaba del estudio de lo institucional-formal y de lo jurídico; con ello se confundía Derecho y Ciencia Política y no se diferenciaban en la parcela de la realidad que abordaban41. En este caso se requirió trascender el estudio de las instituciones, limitado a lo jurídico-formal, a las leyes y a su interpretación, para redefinir la orientación de la disciplina hacia las relaciones de poder. También se dio el desplazamiento de los estudios de gabinete a los estudios de campo