La Condesa de Cela (Corte de Amor IV) - Ramón María Del Valle-Inclán - E-Book

La Condesa de Cela (Corte de Amor IV) E-Book

Ramón María Del Valle-inclán

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Beschreibung

Corte de amor, que en ocasiones también lleva el título irónico "Florilegio de honestas y dobles damas" es una colección de novelas cortas de Ramón María del Valle Inclán. Todas ellas tratan sobre el amor adúltero desde un tono desprejuiciado y prácticamente amoral, de final abierto, aunque encierran en sí una muestra de la literatura galante que caracterizó al autor en su primera época, con un estilo cercano a la prosa poética sin renunciar a la ironía y la sátira. La Condesa de Cela es la cuarta de ellas.

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Seitenzahl: 29

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Ramón María del Valle-Inclán

La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)

 

Saga

La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)

 

Copyright © 1895, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726485738

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

I

[191] ESPÉRAME esta tarde.» No decía más el fragante y blasonado plieguecillo. Aquiles, de muy buen humor, empezó a pasearse canturreando retazos zarzueleros popularizados por todos los organillos de España. Luego, quedóse repentinamente serio. ¿Por qué le escribiría ella tan lacónicamente? Hacía algunos días que Aquiles tenía el presentimiento de una gran desgracia: Creía haber notado cierta frialdad, [192] cierto retraimiento. Quizá todo ello fuesen figuraciones suyas, pero él no podía vivir tranquilo. Aquiles Calderón era un muchacho habanero, salido muy joven de su tierra, con objeto de estudiar en la Universidad Compostelana. Al cabo de los años mil, continuaba sin haber terminado ninguna carrera. En los primeros tiempos había derrochado como un príncipe; mas parece ser que su familia se arruinó años después en una revolución, y ahora vivía de la gracia de Dios. Pero al verle hacer el tenorio en las esquinas, y pasear las calles desde la mañana hasta la noche, requebrando a las niñeras y pidiéndolas nuevas de sus señoras, nadie adivinaría las torturas a que se hallaba sometido su ingenio de estudiante tronado y calavera, que cada mañana y cada noche tenía que inventar [193] un nuevo arbitrio para poder bandearse.

Aquiles Calderón tenía la alegría desesperada y el gracejo amargo de los artistas bohemios. Su cabeza, airosa e inquieta, más correspondía al tipo criollo que al español: El pelo era indómito y rizoso, los ojos negrísimos, la tez juvenil y melada, todas las facciones sensuales y movibles, las mejillas con grandes planos, como esos idolillos aztecas tallados en obsidiana. Era hermoso, con hermosura magnífica de cachorro de Terranova. Una de esas caras expresivas y morenas que se ven en los muelles, y parecen aculadas en largas navegaciones transatlánticas por regiones de sol. Está impaciente, y para distraerse tamborilea con los dedos en los cristales de la ventana que le sirve de atalaya. De pronto [194] se endereza, examinando con avidez la calle, arroja el cigarro y va a echarse sobre el sofá aparentando dormir. Tardó poco en oírse menudo taconeo y el roce sedeño de una cola desplegada en el corredor. Pulsaron desde fuera ligeramente y el estudiante no contestó. Entonces, la puerta abrióse apenas, y una cabeza de mujer, de esas cabezas rubias y delicadas en que hace luz y sombra el velillo moteado de un sombrero, asoma sonriendo, escudriñando el interior con alegres ojos de pajarillo parlero. Juzgó dormido al estudiante, y acercósele andando de puntillas, mordiéndose los labios:

-¡Así se espera a una señora, borricote!

Y le pasó la piel del manguito por la cara, con tan fino, tan intenso cosquilleo, que le obligó a levantarse riendo nerviosamente.

[195] Entonces la gentil visitante sentósele con estudiada monería en las rodillas, y empezó a atusarle con sus lindos dedos las guías del bigote juvenil y fanfarrón:

-¡Conque no ha recibido mi epístola el poderoso Aquiles!