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¿Cómo se estructuran y configuran los discursos electorales para influir en los electores respecto a su opción de voto? La perspectiva que se toma aquí es la de que los discursos políticos son fundamentalmente relatos, que poseen una estructura profunda narrativa y que, por lo tanto, cuentan historias. Son relatos en los cuales aparece el líder político, sectores de ciudadanos, personajes abstractos y valores como la nación, el progreso o la libertad, metas que conseguir y misiones que realizar. En torno a los discursos electorales hay diferentes preguntas que son fundamentales: cuál es la estructura fundamental de los discursos electorales, qué tipo de recursos discursivos utilizan, cómo estos recursos se relacionan entre sí, cómo los discursos electorales pueden afectar a las motivaciones, actitudes y acciones de los electores. Los discursos electorales son herramientas fundamentales en la definición de los mapas de fuerzas políticas que se dan en los diferentes países, de las relaciones entre ellas y de las relaciones de estas fuerzas con los ciudadanos o sectores sociales específicos. Se ofrecen modelos teóricos y analíticos y se acompañan con ejemplificaciones de un gran número de discursos tanto de la escena política española como internacional.
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Seitenzahl: 966
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Jordi Pericot (Universitat Pompeu Fabra)
Sebastià Serrano (Universitat de Barcelona)
Jorge Pedro Sousa (Universidade Fernando Pessoa, Oporto, Portugal)
Maria Immacolata Vassallo (Universidade de São Paulo, Brasil)
Jordi Xifra (Universitat Pompeu Fabra)
© del texto: el autor, 2019
© de las ilustraciones de la cubierta:
F. Xavier Ruiz Collantes, 2019
Edición
Universitat Autònoma de Barcelona
Servei de Publicacions
08193 Bellaterra (Barcelona)
ISBN 978-84-490-8522-2
Publicacions de la Universitat Jaume I
Campus del Riu Sec
12071 Castelló de la Plana
ISBN 978-84-17429-79-9
Universitat Pompeu Fabra
Departament de Comunicació
Roc Boronat, 138
08018 Barcelona
Publicacions de la Universitat de València
Arts Gràfiques, 13
46010 València
ISBN 978-84-9134-458-2
Primera edición en papel: marzo 2019
DOI: 10.7203/PUV-ALG38-313-4
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Para Tinuca, mi madre, que siempre me cuidó y me enseñó lo más importante que he aprendido sobre afectos y sentimientos.
Gracias a Drina por su cariño, su ayuda y su apoyo inestimables.
Agradezco a los profesores Francesc Pallarès, Montserrat Ribas, Carlos Scolari y Pilar Medina su atenta lectura de los borradores del texto y sus consejos y sugerencias.
PRÓLOGO DE LASSE THOMASSEN
INTRODUCCIÓN
I. EL DISCURSO ELECTORAL COMO NARRACIÓN
1. Sobre el discurso electoral
2. Entender los discursos electorales como narraciones
3. Tipos de narraciones en los discursos electorales: narraciones maestras de discurso y narraciones subalternas de discurso
4. Las narraciones maestras de campaña electoral
5. La estructura fundamental de las narraciones maestras de discurso electoral
6. La reorganización cronológica de las narraciones subyacentes en los discursos electorales
7. Tramas narrativas en el discurso electoral
8. Los discursos electorales y las estructuras narrativas de los contratos
8.1 Todo contrato explica una historia
8.2 Los discursos electorales formulan contratos
9. Narraciones subalternas de discurso electoral
9.1 Temas de las narraciones subalternas
9.2 Funciones de las narraciones subalternas
II. FUNDAMENTOS PERSUASIVOS DE LAS NARRACIONES ELECTORALES. LA NARRACIÓN INVOLUCRATIVA
1. Narración, persuasión e involucración
1.1 Declaraciones e incitaciones
1.2 Las narraciones incitativas por imitación y por involucración
1.3 Incitación por imitación
1.4 Incitación por involucración
1.5 Las narraciones involucrativas como componentes de las historias de vida que relatan
1.6 Funcionalidad y credibilidad en las narraciones involucrativas
2. El principio de funcionalidad en las narraciones involucrativas
2.1 Identidades, vivencias y bienes en las narraciones involucrativas
2.2 Lo identitario, lo vivencial y lo patrimonial como declinaciones de valores
2.3 Identidades, vivencias y bienes de trayecto y de llegada
2.4 Contradicciones entre identidades, vivencias y bienes
2.5 El principio de rentabilidad
2.6 El principio de funcionalidad. Razones y pasiones
2.7 Las narraciones como fundamento del sentido de las acciones
2.8 Las promesas y las amenazas como estrategias involucrativas
3. Beneficios y gratificaciones ofertadas en los discursos electorales
3.1 Antes de la emisión del voto
3.2 En el acto de emitir el voto
3.3 En la comunicación de los resultados electorales
3.4 Ganar y perder
3.5 En el acceso a posiciones de poder
3.6 En el desarrollo de la acción política
3.7 Identidades, vivencias y bienes, factores de definición del carácter de los discursos electorales
4. Motivaciones del elector y racionalidad narrativa
4.1 Modelos explicativos
4.2 La racionalidad narrativa y la decisión de voto
5. El principio de credibilidad en las narraciones involucrativas
5.1 La credibilidad en las estrategias para involucrar
5.2 Narraciones involucrativas y factibilidad
5.3 La interacción de los factores de credibilidad
5.4 La relación dialéctica entre funcionalidad y credibilidad
5.5 Narraciones, argumentaciones y explicaciones
5.6 La función polémica de la argumentación y la función colaborativa de la explicación
5.7 Sobre la eficacia persuasiva de los discursos argumentativos y de las narraciones y las explicaciones
5.8 Explicaciones y verdades compartidas
5.9 Explicaciones extensivas
5.10 Explicaciones ilustrativas
5.11 Explicar y no explicar: concreción e indefinición
5.12 Factores de credibilidad de las narraciones electorales
III. LA CONFIGURACIÓN NARRATIVA DEL DISCURSO ELECTORAL
1. Los discursos electorales como narraciones para involucrar
2. Las estructuras narrativas de los discursos electorales
3. Fases del modelo canónico de la narración y roles narrativos
3.1 La dislocación
3.2 El contrato
3.3 Las competencias
3.4 La ejecución
3.5 La sanción
3.6 Funciones involucrativas de los componentes de la narración
4. La fase de la dislocación en las narraciones electorales
4.1 Formas de dislocación
4.2 Focalizador y contrafocalizador
4.3 Dislocaciones potenciales
4.4 Ajustes progresivos
4.5 Ajustes deficientes
4.6 Casos de dislocaciones de estructura compleja
4.7 Dislocaciones implícitas
5. La fase del contrato en las narraciones electorales
5.1 El contenido del contrato y formas de incitación: amenazas y promesas
5.2 Los sujetos del contrato electoral. Los contratantes, el proponente y el destinatario
5.3 El garante del contrato electoral
5.4 Formas de exhortar a la aceptación del contrato electoral
5.5 Compromisos sobre intenciones, acciones y resultados
5.6 La aceptación anticipada de los contratos electorales
6. La fase de las competencias en las narraciones electorales
6.1 Competencias e incompetencias que caracterizan a las candidaturas
6.2 La adquisición de competencias
6.3 Sobre las competencias del elector
6.4 La demostración de las competencias
6.5 La circulación de competencias
6.6 La adquisición de competencias como objetivo de la misión
7. La fase de la ejecución en los discursos electorales
7.1 Estructuras de ejecución y roles narrativos fundamentales
7.2 Ejecuciones con oponentes y antagonistas
7.3 Sobre las relaciones de antagonismo
7.4 Combinatoria de personajes y roles narrativos
7.5 Tipos de objetos y tipos de discursos electorales
8. La fase de la sanción en las narraciones electorales
8.1 El voto y las sanciones positivas y negativas a las candidaturas
8.2 Sanciones positivas y negativas para electores y otros personajes
9. Los personajes de las narraciones electorales
9.1 Personajes derivados de la figura del elector
9.2 Personajes derivados de la figura de la candidatura
9.3 Personajes derivados del elector y de la candidatura
9.4 Personajes no derivados ni de la figura del elector ni de la candidatura
10. Acciones, creencias y pasiones en las narraciones electorales
11. Las dimensiones temporales y espaciales en las narraciones electorales
11.1 Los límites temporales de la narración y el sentido de los acontecimientos
11.2 La dimensión espacial de las historias que se relatan
12. Metáforas y metonimias en las narraciones electorales
13. El discurso electoral autonarrado. La enunciación
13.1 El discurso electoral como episodio de la narración electoral
13.2 La autonarración
13.3 Personajes en el colapso del enunciado y la enunciación
13.4 Despliegue de los sujetos de la enunciación en el discurso electoral
13.5 Los personajes incluidos y excluidos de la narración de la interacción comunicativa
13.6 Las características de los personajes de la enunciación
13.7 Relaciones de colaboración y conflicto
13.8 Proximidad y distancia
13.9 La creación de efectos de veracidad a través de la enunciación
13.10 Actos ilocutivos en el discurso electoral
13.11 Definición de estrategias a partir de las estructuras enunciativas
IV. FUENTES DEL DISCURSO ELECTORAL
1. Esquemas de posicionamiento de las formaciones políticas
1.1 Esquemas de consenso en torno a los posicionamientos políticos
1.2 Esquemas de estrategia para los posicionamientos políticos
1.3 Homogeneidad y heterogeneidad en los escenarios de narratividad electoral
2. Narrativas electorales modelo
2.1 Narrativas modelo de posición ideológica
2.2 Narrativas modelo de confrontación de posiciones de poder
2.3 Narrativas modelo sobre el eje gran narrativa electoral – pequeña narrativa electoral
2.4 Narrativas modelo de tradición de candidatura
2.5 Narrativas y antenarrativas de contexto
COMPLEMENTOS TEÓRICOS
I. Todo discurso es una narración. Todo discurso electoral es una narración
II. Formas de la narración persuasiva: de la narratio al storytelling
III. La pertinencia del modelo narrativo de la semiótica estructural para el análisis de las narraciones electorales
IV. El modelo de la semiótica narrativa adaptado
V. El cuadrado lógico-semiótico como mapa de los posicionamientos políticos
ANEXOS. DISCURSOS ELECTORALES
I. Discurso de Barack Obama tras las primarias en Nuevo Hampshire, 2008
II. Discurso de Donald Trump tras las primarias en Nueva Jersey, 2016
III. Discurso de Evo Morales en Leganés, Madrid, 2009
IV. Discurso de Bernie Sanders para su presentación como candidato presidencial, 2015
V. Discurso de Ted Cruz para su presentación como candidato presidencial, 2015
BIBLIOGRAFÍA
LASSE THOMASSEN
Department of Politics at Queen Mary University of London
¿Cómo se desarrolla la teoría del discurso? Para aquellos de nosotros que nos hemos formado en la teoría del discurso de la denominada Essex School, inspirada en la teoría de la hegemonía y del discurso de Ernesto Laclau, se trata de una pregunta recurrente. Una pregunta que, en realidad, entraña una doble pregunta. Primero, hay una cuestión analítico-descriptiva de cómo, en la práctica, la teoría del discurso se desarrolla. Esta es una cuestión sociológica y, al mismo tiempo, filosófica, porque la sociología del conocimiento no puede disociarse de las premisas que aceptamos sobre el mismo conocimiento, tanto en epistemología como en ontología. Y existe una segunda cuestión, la de cómo podemos desarrollar la teoría del discurso e, incluso, la de cómo deberíamos desarrollar la teoría del discurso. El trabajo de Francesc Xavier Ruiz Collantes, La construcción del relato político. Crear historias para ganar votos, responde ambas preguntas y este prefacio me brinda la oportunidad de plantear algunas ideas sobre estas dos cuestiones en el contexto de un trabajo específico que persigue desarrollar la teoría del discurso, primero, entablando una conversación con otras teorías del discurso (en concreto, la semiótica narrativa) y, en segundo lugar, a través del estudio de un fenómeno político en particular, como es el discurso político.
A menudo se dice que la teoría del discurso de la Essex School y, en particular, la teoría de Laclau son demasiado abstractas para someterse a un análisis empírico, idea que se mantiene a pesar de los numerosos estudios empíricos que ya se han llevado a cabo sobre este enfoque (para las mejores colecciones ver Howarth, Norval y Stavrakakis, 2000; Panizza, 2005; y Howarth y Torfing, 2005). Sin embargo, es cierto que los términos teóricos de Laclau son altamente abstractos; pensemos, por ejemplo, en conceptos como discurso, antagonismo y dislocación, por mencionar solo los que aparecen en el presente trabajo. Existe, por lo tanto, una necesidad de desarrollar conceptos a un nivel menor de abstracción, así como de una explicación de cómo, dentro de la teoría del discurso, los conceptos pueden contribuir a explicar y evaluar los fenómenos políticos. Quizá el mejor intento que se ha hecho al respecto es la obra de J. Glynos y D. Howarth Logics of Critical Explanation in Social and Political Theory (2007). En ella, los dos autores tratan el desarrollo de la teoría enfrentando la teoría del discurso con otros enfoques de la investigación política: otros enfoques postestructuralistas, realismo, positivismo, etc. De ese modo, consiguen dos objetivos. Primero, plantean una serie de cuestiones tanto a la teoría del discurso como a otros enfoques, por ejemplo, con referencia al estatus ontológico de sus categorías, pero también concerniente a lo que queremos significar cuando decimos que «explicamos» algo. En segundo lugar, al establecer relaciones con otros enfoques, aportan ideas a la teoría del discurso, lo que les ayuda a formular una serie de conceptos innovadores, entre los que destaca la idea de la lógica social y la política de la explicación. Evidentemente, al hacer esto, Glynos y Howarth abordan la traducción tanto de ideas y conceptos incorporados a la teoría del discurso, como de la teoría del discurso en sí misma.
El trabajo de Ruiz Collantes adopta un enfoque similar. Se centra en la semiótica narrativa, pero sigue el mismo proceso: al interactuar con diferentes enfoques, y diferentes conjuntos de conceptos, los enfoques se desarrollan y retroalimentan mutuamente. Presento un ejemplo que, dada mi trayectoria profesional, trato desde la perspectiva de la teoría del discurso: analizar el discurso en función de las narrativas otorga al discurso una dimensión temporal. Esto es importante puesto que es peligroso pensar en el análisis del discurso como en la representación de una coyuntura particular. Si tratamos los discursos como narrativas, podemos destacar su aspecto histórico; por ejemplo, cómo emergen de dislocaciones, un asunto al que me referiré más adelante. Pero eso no es todo, porque tratar los discursos como narrativas también nos permite descubrir el uso que los agentes hacen de las continuidades y discontinuidades. Otro ejemplo podría haber sido la distinción entre pequeñas n-narrativas, grandes N-narrativas y máster narrativas (p. 28-29), que podríamos relacionar con las distinciones entre los significantes y los discursos, o entre los mitos y los imaginarios de la teoría del discurso de Laclau. Y, por supuesto, toda la noción del marco (frame) (p. 31-32) ofrece otro punto de contacto entre la narrativa y la teoría del discurso: ¿cómo se enmarcan los objetos y los sujetos y, en consecuencia, se constituyen de una u otra forma? Como Ruiz Collantes observa, los discursos electorales pueden entenderse como narraciones puesto que poseen una estructura profunda de carácter narrativo. La noción de personajes (p. 269) también es interesante en el contexto de aquellos que han analizado el populismo desde una perspectiva teórica del discurso; aquí sería interesante explorar cómo se estructura el populismo, o en función de qué personajes, pueblo, líder populista y movimiento populista.
Otro tema conectado con el desarrollo de la teoría es la relación que se establece entre, por un lado, una teoría y sus conceptos y, por el otro, los contextos particulares, tanto si estos son el contexto de la enunciación de la teoría o el contexto de su aplicación. Tomemos como ejemplo la teoría del populismo de Laclau. Esta se fundamentó en las experiencias personales de Laclau con la política argentina de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, específicamente en los debates de la izquierda sobre el papel de lo nacional-popular en la política emancipatoria. Estos debates eran políticos —tan estratégicos como tácticos— pero también teóricos y, a menudo, se remitían a la esencia de las teorías marxistas. Laclau empezó a desarrollar la teoría del populismo en sus primeros trabajos en la década de los setenta (Laclau, 1977, capítulo 4) y la abordó íntegramente en su libro On Populist Reason de 2005. Tal y como Ruiz Collantes señala, esta es la teoría que inspira a Podemos. Sin embargo, con el paso de los años, las conclusiones que inicialmente extrajo del populismo se generalizaron y se aplicaron a toda la política mediante la formalización de ciertas categorías (significante vacío, cadena de equivalencia, antagonismo, etc.). Estas categorías han adquirido un estatus ontológico en la obra de Laclau, hasta el punto de que la singularidad de su contexto original de enunciación —la política populista de América del Sur— ha desaparecido. O, mejor dicho, esta particularidad ha sido eliminada del horizonte, aunque siga conformando efectivamente la teoría general de la política. Lo que tenemos ante nosotros es una teoría moldeada por la singularidad de su contexto inicial de enunciación, y la cuestión ahora es qué representa esto para aquellos de nosotros que estamos aplicando esta teoría en otros contextos.
Esta es una cuestión a la que se enfrenta cualquier estudio. En su libro, Ruiz Collantes se centra en el discurso electoral: «Aquel tipo de discurso, configurado en cualquier clase de lenguaje, que es elaborado y emitido con la intención manifiesta de conseguir que los electores o determinados sectores de electores voten a una candidatura en una contienda electoral, todo ello dentro del marco de la democracia liberal representativa» (p. 25). Dejando al margen la dificultad de delimitar e individualizar un contexto, ¿qué entendemos, por ejemplo, por «el marco de la democracia liberal representativa»? ¿O por «las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016»? La cuestión radica en lo que ocurre en la relación entre una teoría o conjunto de conceptos y su aplicación en un contexto específico. Y, precisamente, se trata de una relación en la que algo ocurre. La aplicación de una teoría también es una enunciación de esa teoría o, mejor dicho, una reenunciación. La relación entre una teoría y su aplicación particular —y, en consecuencia, entre una teoría y los casos particulares en que se aplica, o los ejemplos particulares que usamos para ilustrar nuestras conclusiones— no es de externalidad, sino de articulación mutua.
Las teorías y los conceptos son como las reglas de Wittgenstein, que se rearticulan cada vez que las aplicamos. Este es el motivo por el que no existe ninguna teoría que no venga marcada por la particularidad de su contexto de enunciación y el motivo por el que la teoría se reenuncia cada vez que se eleva a un nuevo contexto. Podríamos decir que una teoría siempre se traduce de un contexto a otro, pero sin reducir la teoría a ningún contexto en particular. Esto plantea cuestiones importantes sobre los resultados de nuestra investigación. Por ejemplo, los discursos o narraciones populistas, ¿funcionan del mismo modo en el contexto de la política electoral y en el contexto de la política no electoral? ¿Qué influencia ejerce la transposición de narrativas populistas de la vida cotidiana a la política institucional, y viceversa, sobre esas mismas narrativas? Y así podríamos seguir. No se trata solo de que debemos ajustar nuestros conceptos a los contextos de aplicación, sino que no hay manera de no hacerlo, y que los contextos mismos aparecen bajo una perspectiva diferente (¿qué aspecto nos ofrecen «la política electoral» o «la democracia liberal representativa» cuando las vemos a través del contexto de las narrativas, por ejemplo?).
Una cuestión relacionada con esto concierne al estatus de los conceptos que utilizamos. Esto es especialmente importante en el contexto de las categorías ontológicas. La teoría del discurso de Laclau se basa en un número de categorías ontológicas —la política, la hegemonía, etc.—, pero aquí debemos tener cuidado con la relación entre lo ontológico y lo óntico, o sea, los fenómenos de los cuales las categorías ontológicas son presuntamente condiciones de posibilidad. Si aceptamos el argumento que hemos establecido acerca de la relación entre una teoría y sus casos particulares de aplicación, este debe extenderse a la distinción entre lo ontológico y lo óntico. Esa distinción también requiere ser deconstruida, en el sentido de que las categorías ontológicas se constituyen a través de los fenómenos ónticos. Así pues, no existe ninguna ontología pura que no esté contaminada por la particularidad de lo óntico. El riesgo que entraña la ontología es que nos limita a nuestros análisis. Tomemos como ejemplo el caso del antagonismo, una de las categorías ontológicas clave en la teoría del discurso de Laclau. Ruiz Collantes sugiere que pensamos en diferentes formas de antagonismo, y adecuadamente plantea la cuestión de si todas las narrativas y todos los discursos se constituyen en torno a un antagonismo, y si este adopta una única forma (p. 251).
Con estas ideas en mente, me gustaría ahora abordar dos conceptos de la teoría del discurso que Ruiz Collantes introduce en su análisis del rol de las narrativas en la política electoral: la dislocación y la heterogeneidad.
En su obra de 1990, New Reflections on the Revolution of Our Time, Ernesto Laclau introdujo la noción de dislocación, que desde entonces constituye un concepto básico de la teoría del discurso. Las identidades individuales y colectivas son identidades inherentemente dislocadas, afirma Laclau (1990: 39-41), y articular una frontera antagonista es una forma de responder a la dislocación. Por ejemplo, el 11-S se experimentó y articuló ampliamente como un suceso que ejerció un efecto dislocatorio sobre la identidad americana y, tal como señala Ruiz Collantes (p. 400), cambió las opciones de George W. Bush para moldear su narrativa durante las elecciones de 2004, en comparación con su primera elección en 2000. También moldeó las narrativas a disposición de los liberales americanos y, muy especialmente, las narrativas progresivas con posibilidades de éxito electoral. Además, la respuesta de la administración Bush fue articular una frontera antagonista entre América y la libertad por un lado y el terrorismo y el eje del mal por el otro. Otro ejemplo en el libro de Ruiz Collantes se refiere a la elección de Trump en 2016. Si la identidad del hombre blanco americano se ve amenazada —y, en consecuencia, dislocada— podemos empezar a pensar en la articulación de enemigos antagónicos (musulmanes, mexicanos, la burocracia de Washington, las élites liberales, etc.) como válvula de escape para externalizar esta dislocación. Se acusa a un enemigo interno o externo de lo que realmente constituye una estructura ontológica (dislocación) y, si pudiéramos librarnos de ese enemigo, nuestras identidades ya no sufrirían de dislocación. Otro ejemplo: la identidad de la clase media está dislocada a causa de una crisis económica que pone en cuestión los sueños e ideales de los miembros de esta clase en la sociedad; a continuación, se culpa de esa dislocación a la «casta» y a las instituciones, que ya no se consideran dignas de representar los intereses de los ciudadanos de a pie.
Antes de establecer una conexión entre la noción de dislocación y el trabajo de Ruiz Collantes sobre las narrativas, me gustaría destacar dos puntos de gran importancia. El primero es que nada automático sigue a la dislocación. Más específicamente, y esto también lo deja claro el autor, el antagonismo no se desprende automáticamente de la dislocación; el vínculo entre ambos debe ser contingente. Esto es importante porque significa que la dislocación puede conducir a un número diferente de respuestas o de narrativas. Algunas de ellas pueden, por así decirlo, acelerar la experiencia de dislocación, mientras que otras pueden ser intentos de «pacificar» esa misma experiencia.
El segundo punto tiene que ver con la relación mencionada anteriormente entre lo ontológico y lo óntico. Aquí la cuestión estriba en si la dislocación es una categoría ontológica o si más bien deberíamos pensar en la dislocación como en una experiencia de dislocación. Si se trata de lo segundo, sin embargo, entonces lo que tenemos es muchas experiencias diferentes de dislocación. Más aún, la dislocación entonces siempre se inscribirá en el marco de discursos particulares que adoptan la forma de nuestras experiencias, por lo que en realidad estamos ante diferentes representaciones de la dislocación más que ante algún tipo de dislocación ontológica.
Ambos puntos son relevantes para la conexión entre la teoría del discurso y las narrativas. Si pensamos en la dislocación como Laclau, entonces podemos pensar en la dislocación como en un elemento que, por un lado, interrumpe narrativas existentes y, por el otro, pone en marcha un proceso de narrativización (o, quizás, de renarrativización). Las dislocaciones —o las experiencias de dislocación— acaban insertadas en el seno de las narrativas y nuestra labor como analistas del discurso consiste en rastrear la forma en que una experiencia particular de dislocación se representa en las narrativas y cómo esto podría llegar a cambiar con el tiempo. Y en tanto que activistas sociales y políticos, nuestra labor consiste en pensar cómo las experiencias de dislocación pueden articularse de formas diferentes al inscribirse en el seno de narrativas distintas. Pensemos, por ejemplo, en un barrio en el que los vecinos se sienten desplazados a causa de la afluencia de turistas. Esta dislocación de sus identidades individuales y colectivas puede inscribirse dentro de una pléyade de narrativas diferentes que podrían, cada una a su manera, justificar esta experiencia de dislocación. Estas narrativas podrían, aunque no necesariamente, articular un enemigo responsable de la dislocación: los propietarios de las fincas, las autoridades locales, los mismos turistas, etc. Las narrativas también pueden conectar el sentido de dislocación a otras experiencias (la corrupción, por ejemplo). Sea cual sea el caso, las narrativas inscribirán la experiencia de dislocación en una narrativa que, con el tiempo, otorgará sentido al desarrollo de los acontecimientos. En realidad, las narrativas acabarán siendo formas de renarrativización: incluso si las narrativas existentes están dislocadas, la experiencia de dislocación no lo desmontará todo, de modo que lo que ocurrirá será una rearticulación (o renarrativización) de las narrativas existentes.
Aquí Ruiz Collantes (p. 418) hace una referencia interesante al modo en que Laclau concibe la dislocación como una ruptura de la temporalidad. En New Reflections on the Revolution of Our Time, Laclau presenta la espacialidad y la temporalidad como dos conceptos opuestos: en el caso de la espacialidad, o el espacio, domina una lógica simbólica de la repetición, mientras que, en el caso de la temporalidad, nos enfrentamos con la ruptura del espacio. Si el espacio es estructura, la temporalidad es la dislocación de la estructura (Laclau, 1990: 41-42). Independientemente de si resulta útil o no considerar que esto es una oposición, como hace Laclau, ciertamente puede ayudarnos a reflexionar en el discurso como narrativa. Con Laclau, podríamos preguntarnos si las narrativas no son la espacialización del tiempo y la historia, en el sentido de que una narrativa otorga sentido a una historia de continuidades y discontinuidades. Esto significa que la narrativa ofrece una estructura —«era el destino» o «siempre he querido esto»— e inserta dislocaciones dentro de esta estructura de tal modo que lo que de otro modo serían experiencias dislocatorias, ahora cobran sentido en el seno de una narrativa individual o colectiva.
Esto me lleva a la heterogeneidad. Laclau (2005: 139-53) introdujo la noción de heterogeneidad como una forma más —después del antagonismo y la dislocación— de conceptualizar los límites de la representación y la objetividad. Aquí no nos ocupa analizar con más profundidad el uso que Laclau hace de la heterogeneidad (Thomassen, 2005), solo queremos destacar que la heterogeneidad posee significados sutilmente diferentes en su trabajo. Por eso encuentro tan renovador el uso que Ruiz Collantes hace de la heterogeneidad en su libro. Hace referencia a «una heterogeneidad radical [que] se da entre discursos que se niegan unos a otros puesto que ponen en juego, para explicar un mismo espacio referencial, antagonismos que se establecen a partir de categorías de diferentes tipos» (p. 370). Esto va directamente al fondo de la cuestión, en mi opinión, y es importante ver que estamos tratando con una forma de heterogeneidad radical, en oposición a la heterogeneidad social de una sociedad caracterizada por diferentes identidades y discursos.
Podemos relacionarlo con dos términos usados por Laclau y Mouffe en Hegemony and Socialist Strategy: «campo de discursividad» y «exterior discursivo» (1985: 111, 146). El exterior discursivo de un discurso consiste en otros discursos competidores. En otras palabras, el exterior discursivo no es algo extradiscursivo, sino que simplemente significa que ningún discurso por sí solo es capaz de gobernar todo el espectro social, ni tampoco ninguna narrativa por sí sola puede dominar la política electoral. La otra cara del exterior discursivo es el campo de la discursividad, que hace referencia a la incapacidad inherente de cualquier discurso para cerrarse en sí mismo como en una totalidad. Tal como Ruiz Collantes afirma: «Lo que pone en crisis la coherencia de un discurso electoral es la relación de heterogeneidad con los otros discursos que compiten en un mismo proceso electoral» (p. 370).
En este prefacio, únicamente he destacado algunos de los puntos de contacto fértiles entre la teoría de la narrativa y la teoría del discurso, como sugiere el libro de Ruiz Collantes.
Esta obra presenta el enfoque indispensable para el desarrollo de la teoría del discurso: la interrelación entre diferentes enfoques, así como el desarrollo de categorías más concretas para el análisis político.
GLYNOS, Jason; HOWARTH David. 2007. Logics of Critical Explanation in Social and Political Theory. Londres: Routledge.
HOWARTH, David; NORVAL, Aletta J.; STAVRKAKIS, Yannis (eds.). 2000. Discourse theory and political analysis: Identities, hegemonies and social change. Manchester: Manchester University Press.
HOWARTH, David; TORFING, Jacob (eds.). 2005. Discourse Theory in European Politics: Identity, Policy and Governance. Basingstoke: Palgrave Macmillan.
LACLAU, Ernesto. 1977. Politics and Ideology in Marxist Theory: Capitalism – Fascism – Populism. Londres: Verso.
— 1990. New Reflections on the Revolution of Our Time. Londres: Verso.
— 2005. On Populist Reason. Londres: Verso.
PANIZZA, Francisco (ed.). 2005. Populism and the Mirror of Democracy. Londres: Verso.
THOMASSEN, Lasse. 2005. «Discourse analytical strategies: antagonism, hegemony and ideology after heterogeneity». Journal of Political Ideologies 10, núm. 3: 289-309.
Los relatos políticos cruzan nuestras sociedades de un extremo a otro, relatos que entran en conflicto y que chocan irremisiblemente, relatos que habitan en los grandes medios de comunicación, en las redes sociales y en las interacciones cotidianas y cara a cara de los ciudadanos.
El discurso político es un objeto fundamental en las sociedades cuyo gobierno se fundamenta en la democracia liberal y representativa. En estas sociedades, el sistema político hace que diversas formaciones compitan por los votos de los ciudadanos para definir la distribución del poder en los diferentes órganos del Estado. Por todo ello, el discurso político electoral es una pieza central de los procesos políticos en este tipo de sociedades.
En las campañas políticas, los discursos electorales presentan posiciones ideológicas, metas colectivas, ilusiones compartidas, recriminaciones y acusaciones a los adversarios, imágenes de líderes y ciudadanos, promesas y retos, etc. Todo ello está definido estratégicamente para generar un efecto persuasivo en los electores destinatarios de los discursos y para conducir a dichos electores hacia el voto a una determinada candidatura.
Pero el discurso electoral presenta numerosas cuestiones que están por desvelar, cuestiones que son fundamentales y que requieren de trabajos teóricos y metodológicos que permitan vislumbrar las respuestas.
En el presente texto, se pretende dar explicación a algunas cuestiones esenciales en torno al discurso político electoral.
La primera cuestión se refiere a la estructura general de los discursos electorales. La tesis que se desarrolla es la de que los discursos electorales poseen un armazón de carácter narrativo que sostiene al resto de elementos discursivos, desde los tropos retóricos hasta las argumentaciones y demás tipos de enunciados lingüísticos que en un discurso puedan ser puestos en juego. Los discursos políticos electorales serían, por tanto, fundamentalmente relatos que explican y dan sentido a lo ocurrido en el pasado, a lo que ocurre en el presente y a un proyecto de futuro que se plantea como propuesta y que está por construir.
Una segunda cuestión fundamental plantea el problema de cómo un discurso de carácter narrativo, como es el discurso político electoral, puede tener efectos persuasivos entre los electores destinatarios. La idea que se expone consiste en argumentar que los relatos políticos explican historias en transcurso, en desarrollo y que a los electores se les incita para que se involucren en el acontecer de dichas historias, actuando dentro de las mismas, fundamentalmente, a través del voto. Dentro de la lógica narrativa, la decisión del elector estará relacionada con la articulación entre la historia relatada en el discurso electoral y sus historias de vida, historias construidas y reconstruidas, cognitiva y emocionalmente, por dicho elector, historias a través de las cuales él entiende sus experiencias, su identidad, su forma de ser y existir en el mundo y en el seno de la sociedad.
Una tercera cuestión importante, ligada estrechamente a la anterior, se relaciona con los factores fundamentales que el relato político debe poner en juego para cumplir su función persuasiva. En este punto se plantean dos conceptos fundamentales: la credibilidad y la funcionalidad. El relato político debe ser creíble para los sectores de electores destinatarios, pero, sobre todo, debe ser funcional respecto a sus demandas, sus carencias, sus aspiraciones referidas a sus identidades, a cómo se quieren ver y cómo quieren ser vistos, a las experiencias que quieren vivir y a los bienes que desean obtener.
El presente texto, tal como se ha indicado, aborda especialmente el estudio de las estructuras textuales del discurso político electoral. Su finalidad es poner de relieve los diferentes aspectos que se deben tener en cuenta en el análisis y en el diseño del discurso electoral y explicar la relación que existe entre estos aspectos y la función persuasiva del discurso.
Para desarrollar el edificio teórico y metodológico que se presenta en este trabajo, se han utilizado fuentes teóricas y metodológicas de diferente tipo: modelos estructuralistas y postestructuralistas de la teoría del discurso, la semiótica o la retórica, pasando, además, por la psicología cognitiva y el constructivismo sociológico.
En el presente estudio se tomarán como muestras de discursos electorales, para ejemplificar los conceptos y las líneas argumentales que se vayan desarrollando, tres tipos fundamentales de esta clase de discursos: discursos de campaña de líderes políticos y candidatos en presencia de un público destinatario, discursos de líderes candidatos a través de la televisión y, especialmente, anuncios electorales emitidos también por televisión.
La muestra utilizada para los análisis y las ejemplificaciones se compondrá fundamentalmente de discursos de campañas electorales en España, especialmente en Cataluña, de campañas presidenciales en Estados Unidos y de referencias a discursos electorales en campañas en Bolivia. Se ha buscado diversificar en alguna medida los ejemplos para no reducir la aplicación del marco teórico y la metodología de análisis a una única cultura política de elaboración discursiva.
En los anexos documentales aparecen completos algunos de los discursos que con más frecuencia se toman como ejemplo para el presente estudio. Cuatro de estos discursos pertenecen a candidatos en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2008 y de 2016. Estos discursos se presentan en castellano a partir de una traducción propia. En el resto del texto van apareciendo párrafos de discursos de políticos españoles, especialmente catalanes, franceses y brasileños. Los textos que originalmente están en catalán, francés y portugués también aparecen en castellano a partir de una traducción propia. Las citas literales que aparecen en el texto, extraídas de libros o artículos académicos en inglés, también han sido traducidas.
Se entenderá por discurso electoral aquel tipo de discurso, configurado en cualquier clase de lenguaje, que es elaborado y emitido con la intención manifiesta de conseguir que los electores o determinados sectores de electores voten a una candidatura en una contienda electoral, todo ello dentro del marco de la democracia liberal representativa. Por tanto, el discurso electoral es un discurso configurado de manera estratégica con el objetivo de conseguir fines específicos y está orientado a hacer que los ciudadanos realicen acciones concretas frente a las urnas. Por ello, se presupone que el discurso electoral ha de generar en los ciudadanos creencias, actitudes y acciones específicas.
Aquí se entenderán como discursos electorales aquellos que, configurados a través de diferentes tipos de lenguajes y transmitidos mediante distintos medios de comunicación durante los periodos de campañas electorales, tienen la voluntad explícita de persuadir a los electores. Por otro lado, se tomarán en consideración aquellos discursos cuyos enunciadores sean figuras institucionales ligadas a las candidaturas que se presentan a las elecciones, como los líderes políticos, los partidos y coaliciones de partidos, etc.
Si bien se considera el concepto de campaña permanente como pertinente respecto a la realidad de la comunicación política en las actuales democracias liberales representativas (Blumenthal, 1980; Lilleker, 2007; Noguera, 2002; Ornstein y Man, 2000), se restringirá el objeto de estudio a aquel núcleo fundamental de los discursos que demandan el voto para alguna candidatura concreta dentro de los periodos de las campañas electorales.
El marco teórico y metodológico, desde el que se aborda el análisis y estudio del discurso electoral, parte de la premisa fundamental de que el discurso electoral es, esencialmente, una narración y que solo entendiendo que todo discurso electoral se organiza y configura a partir de una estructura narrativa es posible comprender plenamente las funciones persuasivas de sus diversos componentes y de sus características específicas. No se pueden explicar las estructuras, las funciones y los efectos de los discursos electorales sin tomar en consideración su carácter esencialmente narrativo.
Entender los discursos electorales como narraciones posee consecuencias teóricas y metodológicas importantes. Para comenzar, implica rebatir el principio según el cual los discursos políticos de carácter retórico, que tienden a generar creencias, actitudes y conductas, deben ser fundamentalmente abordados como discursos cuyas estructuras dominantes son de tipo argumentativo. Por otro lado, supone también establecer un principio contraintuitivo: la mayoría de discursos electorales no poseen, en su conjunto, las características de organización discursiva que habitualmente se reconocen en un relato y que hacen que un relato sea identificado inmediatamente como tal, como sí puede ocurrir respecto a un cuento, una novela, una película de ficción, una crónica o noticia de algún periódico diario o revista, la explicación de una anécdota de la vida cotidiana, un libro de historia, etc.; sin embargo, se partirá de la premisa de que, sea cual sea la configuración superficial del discurso electoral, existe, necesariamente en dicho discurso, una estructura subyacente que es de carácter narrativo, una estructura que da sentido y coherencia global al discurso en tanto que instrumento de persuasión política.
De hecho, se han desarrollado modelos teóricos, tanto en la semiótica, la narratología y la retórica, que han abogado por considerar la narratividad como aquello fundamentalmente esencial en la conformación de todo discurso (Complementos teóricos I).
La posición de la que parte el presente texto, según la cual los discursos electorales son fundamentalmente narraciones, obliga a desarrollar un marco teórico que sustente y justifique dicha posición. Este marco teórico deberá dar cuenta de por qué, efectivamente, los discursos electorales son, en esencia, discursos narrativos y de por qué el hecho de estudiarlos desde esta perspectiva resulta una práctica más apropiada y fructífera que el hecho de entender este tipo de discursos como, por ejemplo, discursos retóricos de tipo argumentativo.
Por todo ello, en primer lugar, pasaremos a clarificar de qué se habla cuando aquí se afirma que los discursos electorales son esencialmente narraciones y en qué sentido y por qué son narraciones. En segundo lugar, se debe entender cómo es que un discurso esencialmente narrativo puede tener efectos persuasivos que lleven a los ciudadanos a votar determinadas candidaturas en el marco de procesos electorales. Para explicar este tema, se desarrollará una teoría sobre la narración involucrativa. Se considerará que las narraciones subyacentes en los discursos electorales son narraciones de tipo involucrativo. La narración involucrativa se entenderá como aquella narración cuya función es implicar a los sujetos destinatarios del discurso en la propia historia que la narración explica.
Si se trata el tema de la relación entre narración y discurso electoral, la narración puede entenderse en dos sentidos diferentes.
En primer lugar, puede tomarse en consideración simplemente algún relato más o menos anecdótico que un político narra en torno a acontecimientos de su vida, de la vida de algún ciudadano, de la historia de su país, etc. En estos casos, se trata de narraciones que se incluyen dentro del marco del discurso general y que cumplen las condiciones máximas de lo que se entiende por relato de una forma estándar: personajes figurativos, espacios y tiempos concretos, cadenas de acciones y acontecimientos temporalmente sucesivos conectados por lógicas causales o teleológicas, ordenación cronológica lineal y consecutiva en la exposición discursiva, etc.
En segundo lugar, puede considerarse como narración aquella que, como entramado estructural, subyace en el discurso general de la campaña de un político o de una candidatura electoral. Se trata de discursos en los que hay diferentes formas discursivas que remiten a la información, la explicación, la argumentación, la conminación, la descripción, la narración, etc., pero en los que se identifica una línea narrativa que da coherencia y sentido al discurso en un nivel global. En estos casos, no hay necesariamente una sucesión lineal y temporalizada de acontecimientos, figurativización de los personajes y las escenas, etc. Por el contrario, pueden aparecer personajes con un alto nivel de abstracción, como la patria o la libertad, y las líneas narrativas se cruzan y entrecruzan de manera fragmentada y compleja. Aquí aparecen estructuras narrativas en tanto que cumplen las condiciones mínimas y fundamentales de la narratividad, condiciones que se fundamentan en la narratividad entendida como una discursividad en la que se da cuenta de las transformaciones de unos estados del mundo en otros estados consecutivos, transformaciones que se desarrollan en el tiempo y que generalmente son realizadas a través de las acciones de sujetos de diferentes tipos. En todos los discursos electorales no solo se explica una situación estática que corresponde a un momento determinado de la historia de un país, de una sociedad, de un pueblo, de un colectivo social, de un individuo, etc.; por el contrario, en un discurso electoral, tomado en sentido global, se da cuenta de cómo las situaciones de algunos de estos tipos de sujetos se transforman, evolucionan a mejor o a peor, y cómo podrían cambiar en el futuro si se vota una opción electoral u otra, etc. En definitiva, un discurso electoral siempre, en un nivel subyacente, da cuenta de una historia, entendida esta como un conjunto secuencial de transformaciones de algún tipo de sujeto, situación, etc., transformaciones acontecidas que se explican o por acontecer y que se anuncian o se predicen, etc.
El reconocimiento de diferentes niveles discursivos y narrativos ha sido ya realizado por varios autores. Así, Gee (1999) distingue entre big-D discourse y small-d discourse, donde el pequeño discurso se refiere a los enunciados explícitos en el texto, mientras que el gran discurso señala las ideologías y la cultura que subyacen en dicho discurso. Por otro lado, de manera más específica, Tannen (2008) establece la distinción entre tres niveles narrativos en los relatos de sujetos cuando explican sus historias de vida: pequeñas-n narrativas, grandes-N narrativas y máster narrativas:
Una narrativa small-n es el tipo de discurso que suele denominarse una «narrativa laboviana», usando el análisis de Labov y Waletzky (1967) de las narrativas de experiencias personales como base fundamental. En mis entrevistas, se trata de relatos de eventos e interacciones específicos que los interlocutores me contaron en relación con sus hermanas. Una narrativa big-N hace referencia al asunto que un entrevistado desarrolla al hablarme sobre su(s) hermana(s) y en apoyo del cual ella explica las narrativas small-n. Una Master Narrative es una ideología que abarca toda la cultura y que moldea la narrativa big-N (Tannen, 2008: 210).
De la misma manera, aquí se puede distinguir, por el momento, entre narraciones maestras de discurso electoral y narraciones subalternas de discurso electoral. Las narraciones maestras electorales son las narraciones subyacentes en los discursos electorales, mientras que las narraciones subalternas corresponden a los pequeños relatos que se introducen como narraciones de anécdotas, sucesos o acontecimientos en los discursos electorales y que cuelgan de las narrativas maestras de discurso, como especificaciones, ejemplos, alegorías, etc. A la vez, las narraciones maestras de discurso electoral se pueden sustentar en narrativas maestras de campaña electoral. Las narrativas maestras de campaña electoral se refieren a aquellas que se desarrollan a lo largo de los diferentes discursos de una campaña y que se encarnan en las narraciones maestras de los discursos.
Para explicar los conceptos apuntados, pueden considerarse como ejemplos los discursos de proclamación de los políticos norteamericanos Bernie Sanders y Ted Cruz como candidatos para las primarias del Partido Demócrata y del Partido Republicano de EE. UU., respectivamente, con el objetivo de acceder a la nominación para disputar la presidencia del país en 2016. Puede entenderse que cada uno de los discursos electorales está sustentado y organizado por una narración maestra de discurso, mientras que en cada uno de dichos discursos se integran narraciones subalternas que dan cuenta de situaciones concretas, escenas, acontecimientos y hasta historias de vida.
Si se toma en consideración el discurso de Bernie Sanders (Anexos documentales, p. 433-434), puede apreciarse que la narración maestra de discurso que pone en juego, y que se explica a lo largo de toda su alocución, relata la historia de un país, Estados Unidos, que está pasando por una gravísima crisis económica que le lleva a una gran desigualdad, desigualdad que hace que el 1 % de la población con más recursos posea tanto como el 99 % restante, un país donde el sistema político está en manos del poder económico de los multimillonarios, donde muchos jóvenes no pueden permitirse el lujo de ir a la universidad, etc., y que se trata de una situación que se debe resolver en el futuro con nuevas políticas. En el discurso de Bernie Sanders no hay casi narraciones subalternas referidas a escenas, anécdotas o acontecimientos. Simplemente se hace referencia muy indirecta a situaciones en las que él habla con la gente:
He estado hablando con personas de todo el país y dicen: «¿Cómo es posible?». Produzco más, pero trabajo más horas por menos dinero. Mi hijo no puede permitirse ir a la universidad, y yo a duras penas puedo permitirme un seguro sanitario.
En el discurso de Ted Cruz (Anexos documentales, p. 434-439), hay una narración maestra de discurso que recorre toda su alocución y que explica cómo en Estados Unidos se está perdiendo la promesa para una vida mejor por culpa de un abandono de los principios religiosos fundacionales del país y por las malas políticas del gobierno de Barack Obama. También en la narración maestra de discurso de Ted Cruz se incluye un futuro imaginado en el que, por la movilización del pueblo norteamericano y de millones de conservadores, las políticas del presidente Barack Obama se revierten y entonces aumentan los empleos, el país se hace energéticamente autosuficiente, las pequeñas empresas crecen y prosperan, etc. Como puede verse, en el discurso de Ted Cruz se desarrolla una narración maestra que da sentido general a su propuesta electoral. Pero en el discurso del candidato republicano la inclusión de narraciones subalternas es fundamental; son narraciones de tipo biográfico que se refieren a su propia vida y a la de sus familiares, su esposa, su madre, su padre, etc. Por ejemplo, aparece en su discurso una narración subalterna en la que se explica cómo su padre les abandonó a su madre y a él, cuando él era niño, y cómo después, influenciado por la lectura de la Biblia, volvió de nuevo con su familia. Las narraciones subalternas incluidas en el discurso de Ted Cruz son narraciones que cumplen funciones específicas dentro del entramado de la narración maestra de discurso y de la estrategia comunicativa y retórica que hay detrás de dicha narración.
La distinción entre las narraciones maestras de discurso electoral y las narraciones subalternas de discurso electoral, que aparecen en fragmentos de algunos discursos, es fundamental porque permite diferenciar dos tipos de narraciones muy distintas, con funciones también claramente diferenciadas, y permite saber de qué se habla cuando se trata el tema de las narrativas electorales o del storytelling político.
Desde la perspectiva que se toma aquí, ocuparse de la narratividad en los discursos electorales no es ocuparse fundamentalmente de las narraciones subalternas, sino de las narraciones maestras, porque son estas las que dan coherencia y sentido a los discursos electorales y las que sostienen la función persuasiva de tales discursos. En cierto modo, desde la perspectiva del diseño y la construcción de los discursos electorales, las narraciones maestras de discurso son elementos estratégicos, mientras que las narraciones subalternas de discurso son instrumentos meramente tácticos.
Por otro lado, puede entenderse que, en las campañas electorales, las diferentes formaciones políticas generan una narración maestra que debe servir de guía para la configuración de los diversos discursos de la campaña, y ello, con el fin de mantener una coherencia estratégica entre los distintos mensajes de dicha campaña. Existe la narración maestra que subyace en un anuncio electoral, en el discurso de un líder en un mitin o en una alocución televisiva, pero también puede considerarse la narración maestra que fundamenta todos los tipos de discursos que se utilizan, por una candidatura electoral concreta, en el transcurso de toda una campaña en diferentes tipos de actos políticos y de medios de comunicación.
Las relaciones entre las diferentes narraciones maestras de discurso electoral y las narraciones maestras de campaña electoral pueden ser diferentes. Una narración de discurso puede responder a un fragmento de la narración maestra de campaña, de tal manera que distintas narraciones de discurso aparezcan dando cuenta de partes específicas de la narración maestra de campaña. Pero una narración de discurso puede ser también una síntesis que da cuenta del esquema general de la narración maestra de la campaña en la que se integra.
Debe considerarse, además, que las narraciones maestras de campaña electoral pueden tener variaciones con diferentes versiones para públicos diferentes o para momentos distintos del desarrollo de la campaña.
En todo caso, el objeto de análisis fundamental de este estudio no serán las narraciones maestras de campaña electoral, sino, específicamente, las narraciones de discurso.
Las narraciones de discurso electoral poseen estructuras específicas que tienen relación con sus funciones persuasivas en el marco de campañas políticas. Para entender la estructura fundamental de las narraciones electorales, se tomarán como primera referencia los estudios realizados sobre los discursos de los movimientos sociales.
Los marcos que se desarrollan en los discursos de los movimientos sociales se organizan claramente con una estructura análoga a las narraciones involucrativas y sus contenidos y sus funciones son semejantes a los discursos electorales. En ambos casos, se apela a la involucración de los ciudadanos en una acción colectiva con objetivos comunes y que se desarrolla en un escenario público en donde confluyen cuestiones sociales, económicas, culturales o políticas. La diferencia fundamental radica en los tipos de acciones que se plantean. En el caso de los discursos electorales, la acción central a la que se incita a los ciudadanos para que se involucren consiste en depositar un voto en una urna, dentro de un ritual político institucionalizado; en el caso de los movimientos sociales, las acciones pueden ser diferentes clases de actuaciones no institucionalizadas, como manifestaciones en la calle, recogidas de firmas, concentraciones en lugares cerrados o espacios abiertos, obstaculización o boicoteo de acciones de agentes y personal del Estado o de grandes corporaciones empresariales, etc. De hecho, las acciones colectivas de los movimientos sociales intentan suplir las carencias de la política institucional para abordar y resolver problemas e injusticias relevantes que se dan en la sociedad.
En definitiva, los discursos de los movimientos sociales son un claro ejemplo de discursos articulados, en su estructura profunda, como narraciones involucrativas y que poseen estructuras y funciones semejantes a las narraciones involucrativas propias de los discursos electorales.
Los discursos desarrollados en el ámbito de los movimientos sociales son muy importantes para entender lo que son las narraciones involucrativas que funcionan y ejercen influencia en el nivel social.
Desde la teoría del encuadre (framing) se ha desarrollado un modelo para entender la dinámica de los movimientos sociales (Benford y Snow, 1992, 2000 y 2005; Snow, 2012; Tarrow, 1992 y 1997).
Un marco es un esquema interpretativo que organiza y da sentido a hechos, informaciones y vivencias específicas y orienta y guía en la acción. Para que un movimiento social tenga éxito y diferentes actores sociales se sumen al mismo y participen en sus acciones colectivas, es necesario que se defina un marco que dé unidad a la perspectiva con la que los integrantes de los movimientos sociales entienden las situaciones en las que se mueven y sea capaz de agregar nuevos miembros al movimiento. En función de estas premisas, Snow y Benford (2000) establecen que son necesarios tres tipos de marcos: marcos de diagnóstico, marcos de pronóstico y marcos de motivación o movilización.
Los marcos de diagnóstico establecen la identificación de un problema que afecta negativamente a determinados sectores sociales. Además, identifica las causas y señala a los responsables de la situación, a los culpables, etc.
Los marcos de pronóstico definen la identidad de los sujetos colectivos que pueden resolver la situación, señalan soluciones y objetivos y establecen tácticas y estrategias.
Por último, los marcos de movilización señalan los motivos para la participación de sujetos individuales o colectivos concretos en la acción que los movimientos sociales promueven.
El esquema básico de los marcos de referencia de los movimientos sociales que se ha apuntado posee una estructura narrativa muy evidente. La articulación de marcos de diagnóstico y marcos de pronóstico genera el esquema de un relato. Un relato que, como toda estructura narrativa estándar, comienza con una situación problemática que hay que resolver y con una distribución de roles sobre culpables, héroes, antagonistas, etc. También se señalan los objetivos finales y las acciones que el sujeto colectivo protagonista desarrollará para conseguir cumplir la misión que se le ha adjudicado. Los marcos de diagnóstico se establecen como discursos declarativos o asertivos y explican lo que ha ocurrido o está ocurriendo, mientras que los marcos de pronóstico son discursos de tipo directivo y señalan lo que se debe hacer y quién lo debe hacer.
Por último, los marcos de movilización exponen las razones por las cuales los ciudadanos o sectores sociales concretos deben involucrarse en las acciones colectivas que los movimientos sociales proponen. Las razones pueden referirse a la justicia y legitimidad de la causa, a la posibilidad de solucionar realmente el problema planteado, etc.
De la misma manera, en las narraciones que se despliegan en los discursos electorales puede encontrarse un componente de diagnóstico, un componente de pronóstico y un componente de incitación. En los discursos de Bernie Sanders y de Ted Cruz, que se han tomado anteriormente como referencia, aparecen dos relatos sobre cuál es la realidad del país, de sus sectores sociales y de sus instituciones. En estos relatos se incluyen los factores y agentes responsables de que la realidad presente sea lo crítica y negativa que se supone que es. Por otro lado, se plantean también objetivos y acciones que se proyectan hacia el futuro y definen lo que hay que hacer y quién lo debe hacer. Así, por ejemplo, el discurso de Bernie Sanders alude a que un sujeto colectivo, nosotros, debe reconstruir las infraestructuras productivas y crear millones de puestos de trabajo:
Necesitamos crear millones de puestos de trabajo. La mejor forma de hacerlo es reconstruyendo una infraestructura que se desmorona, y yo he presentado leyes para hacer precisamente eso: crear y mantener trece millones de puestos de trabajo.
Por su parte, Ted Cruz señala grandes objetivos y se sitúa a sí mismo y a los ciudadanos conservadores del país como los héroes que conseguirán las metas propuestas:
Tengo el honor de estar hoy con todos vosotros, conservadores valientes, y de unirme a vosotros para recuperar la promesa de América, para recuperar nuestro cometido, la esperanza y las oportunidades para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Juntos defendemos la libertad. Esta es nuestra lucha. La respuesta no vendrá de Washington. Solo vendrá de los hombres y las mujeres de este país, de hombres y mujeres, de creyentes, de amantes de la libertad, de personas que respetan la Constitución.
Por último, si atendemos a lo que en los discursos de los movimientos sociales se denomina marco de motivación o movilización, ha de considerarse que tanto el componente de diagnóstico como el de pronóstico de los discursos electorales deben servir por sí mismos para motivar y movilizar a los electores a los que se dirigen, pero que, además, se pueden introducir apelaciones explícitas que llamen a la acción. Así, en el discurso de Ted Cruz se insertan fragmentos como estos:
El poder del pueblo americano cuando nos levantamos y defendemos la libertad no conoce límites. Si estáis dispuestos a uniros a un ejército de base en esta nación, a uniros y a defender la libertad, voy a pediros que incumpláis una norma aquí y ahora y saquéis vuestros móviles para mandar un mensaje con la palabra ‘Constitución’ al número 33733. También podéis enviar la palabra ‘Imaginaos’ (somos versátiles). Una vez más, mandad un mensaje con la palabra ‘Constitución’ al número 33733. La bendición de Dios está con América desde los comienzos de esta nación, y creo que Dios no ha abandonado a América hasta ahora. Creo en vosotros. Creo en el poder de millones de conservadores valientes levantándose para reactivar la promesa de América, y por eso anuncio mi candidatura a la presidencia de los Estados Unidos.
En definitiva, llevando al límite la síntesis de la explicación de los discursos electorales, estos deben desarrollar una narración que dé respuestas, de manera más explícita o más implícita, a las siguientes cuestiones: de dónde venimos, dónde estamos y, ahora, a dónde vamos.
El líder o partido político, que se presenta como enunciador del discurso electoral, ejerce la función de historiador respecto a los hechos del pasado y ello con el fin de establecer un diagnóstico sobre dicho pasado, diagnóstico que le servirá como base para edificar su narración. Los hechos del pasado son articulados en la narración-diagnóstico y suponen una configuración específica de dicho pasado en la que se seleccionan, enfocan, categorizan y organizan personajes, hechos y acontecimientos específicos. Pero lo realmente significativo del relato histórico es que el enunciador puede dar sentido a los hechos del pasado porque él mismo sitúa su posición de enunciación en el presente, en un momento en que ya conoce cómo se han desarrollado los acontecimientos a los que alude y qué final han tenido. En consecuencia, el enunciador puede presentar, dentro de su configuración narrativa, el sentido de ciertos hechos o acontecimientos porque estos ya han acontecido y pueden mirarse desde un presente que les confiere perspectiva histórica (Ricoeur, 1983a, 2000; White, 1996).
Ted Cruz, en el discurso de presentación de su campaña como candidato para las primarias del partido republicano, dice:
La increíble oportunidad del sueño americano que ha permitido a millones de personas de todo el mundo venir a América con nada y conseguir cualquier cosa. Y el excepcionalismo americano que ha convertido a esta nación en un clarín de la libertad en el mundo, en una ciudad que brilla en lo alto de una colina. Esa es la promesa de América. Eso es lo que nos convierte en una nación indispensable, en una nación única en la historia del mundo. Y, sin embargo, hoy son muchos los que temen que esa promesa sea inalcanzable. Son muchos los que temen que esté escapándosenos de las manos.
En este enunciado hay un relato histórico en el que se hace referencia al hecho de que Estados Unidos fue un país de oportunidades porque el narrador ya sabe que muchos que llegaron sin nada pudieron alcanzar el éxito. El narrador también sabe que lo que fue el sueño americano se está desvaneciendo para muchos ciudadanos. De esta manera, lo que existió, el sueño americano posible, toma un nuevo sentido de fragilidad porque se sabe que puede entrar en crisis y, así, el pasado se observa como una edad dorada a la que hay que volver. A la vez, el presente, al compararlo con el pasado glorioso, toma un sentido concreto al aparecer como un periodo de inseguridad y declive.
El desarrollo de la narración diagnóstico, en el discurso electoral, no es simplemente un relato de lo que pasó, desde el punto de vista del narradorcandidatura, es sobre todo el resultado de un presunto ejercicio analítico de la comunidad social y política y de sus partes y componentes, ejercicio a través del cual se ponen en primer plano los éxitos, los fracasos, los conflictos, las fracturas, los problemas, las oportunidades, etc. Se trata de un mirar hacia el pasado y el presente mirando a la vez hacia el futuro e imaginando cómo este futuro debería ser o cómo sería deseable que fuera.
Al presentar un hecho como un éxito o un fracaso, como un problema o una oportunidad, el enunciador se convierte en sancionador, no solo narra, sino que evalúa y valora, explica lo que está bien y lo que está mal, lo que se ha hecho de manera correcta y lo que ha sido un error o un crimen.
Bernie Sanders, en su discurso en el que proclama su candidatura, dice:
¿Cómo es posible que el 1 % más rico posea tanta riqueza como el 90 % más pobre? Mi conclusión es que esa clase de economía no solo es inmoral sino también injusta e insostenible. No podemos seguir así. No podemos seguir con una nación que cuenta con la mayor tasa de pobreza infantil de los países más importantes del mundo, al mismo tiempo que estamos viendo cómo proliferan los millonarios y multimillonarios. Ese es el problema principal.