La Inundación castálida - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

La Inundación castálida E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

Sor Juana Inés de la Cruz fue una autora muy editada, en vida y póstumamente. La primera edición de gran parte de sus obras completas fue La Inundación castálida en 1689. La Inundación castálida es un selección de obras de Sor Juana Inés de la Cruz que contiene poemas dedicados a celebridades; religiosos; loas, lírico-dramáticas; poemas «personales» y los poemas épicos «Neptuno Alegórico» y «La Razón de la fábrica alegórica y aplicación de la fábula». En esta obra de Sor Juana destaca junto a la variedad métrica, la variedad temática.

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Sor Juana Inés de la Cruz

Inundación castálida

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Inundación castálida.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Red ediciones.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-546-1.

ISBN rústica: 978-84-9816-336-0.

ISBN ebook: 978-84-9953-776-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 11

La vida 11

Casi un eslogan de la época 11

Sonetos 13

Soneto. Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión 14

Soneto. Resuelve la cuestión de cuál sea pesar más molesto en encontradas correspondencias, amar o aborrecer 15

Soneto. Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto 16

Soneto. Continúa el asunto, y aun le expresa con más viva elegancia 17

Soneto. Enseña cómo un solo empleo en amar es razón y conveniencia 18

Soneto. Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios, y justifica su divertimiento a las Musas 19

Soneto. Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad 20

Soneto. Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez 21

Soneto. Engrandece el hecho de Lucrecia 22

Soneto. Nueva alabanza del hecho mismo 23

Soneto. Admira con el suceso que refiere los efectos imprevenibles de algunos acuerdos 24

Soneto. Contrapone el amor al fuego material, y quiere achacar remisiones a éste con ocasión de contar el suceso de Porcia 25

Soneto. Refiere con ajuste, y envidia sin él, la tragedia de Píramo y Tisbe 26

Soneto. Discurre inevitable el llanto a vista de quien ama 27

Soneto. Solo con aguda ingeniosidad esfuerza el dictamen de que sea la ausencia mayor mal que los celos 28

Romance 29

Soneto. Convaleciente de una enfermedad grave, discretea con la señora virreina, marquesa de Mancera, atribuyendo a su mucho amor aun su mejoría en morir 31

Romance 32

Décima. Enviando una rosa a su excelencia 35

Décima. A la misma excelentísima señora 36

Décima. Describe, con énfasis de no poder dar la última mano a la pintura, el retrato de una belleza 37

Romance 38

Romance 49

Liras 53

Endechas 56

Romance 60

Soneto. Sospecha crueldad disimulada, el alivio que la esperanza da 65

Romance 66

Romance 74

Loa a los años de la reina nuestra señora doña María Luisa de Borbón 77

Ovillejos 95

Redondillas. Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres, que en las mujeres acusan lo que causan 107

La vida 110

Décimas. Defiende que amar por elección del arbitrio, es solo digno de racional correspondencia 129

Redondillas. Pinta la armonía simétrica que los ojos perciben en la hermosura, con otra música 132

Décimas. Sosiega el susto de la fascinación, en una hermosura medrosa 134

Décimas. Alma que al fin se rinde al amor resistido: es alegoría de la ruina de Troya 135

Romance 137

Romance 143

Soneto. Aunque en vano, quiere reducir a método racional el pesar de un celoso 150

Soneto. Un celoso refiere el común pesar que todos padecen, y advierte a la causa, el fin que puede tener la lucha de afectos encontrados 151

Soneto. En la muerte de la excelentísima señora marquesa de Mancera 152

Soneto. A lo mismo 153

Loa 154

Soneto. Encarece de animosidad la elección de estado durable hasta la muerte 174

Soneto. Para explicar la causa a la rebeldía, ya sea firmeza de un cuidado, se vale de opinión que atribuye a la perfección de su forma lo incorruptible en la materia de los cielos; usa cuidadosamente términos de escuelas 175

Soneto. Aplaude la ciencia astronómica del padre Eusebio Francisco Kino, de la compañía de Jesús, que escribió del cometa que el año de 80 apareció, absolviéndole de ominoso 176

Soneto. Lamenta con todos la muerte de la señora marquesa de Mancera 177

Décima. Presentando un reloj de muestra a persona de autoridad, y su estimación, le da los buenos días 178

Décima. En un anillo retrató a la señora condesa de Paredes: dice por qué 180

Décima. Al mismo intento 181

Décimas. Esmera su respetuoso amor; habla con el retrato, y no calla con él, dos veces dueño 182

Décimas. Memorial a un juez, pidiéndole por una viuda que la litigaban la vivienda 185

Décimas. Rehúsa para sí, pidiéndola para un inglés, la libertad, a la señora virreina 186

Décimas. Reconociendo el cabildo de México el singular acierto que tuvo en la idea de un arco triunfal a la entrada del virrey, señor conde de Paredes, marqués de la Laguna, que encargó a sor Juana Inés, estudio de tan grande humanista y que ha de coronar este libro, la presentó el regalo que dice y agradece 188

Redondillas. Favorecida y agasajada, teme su afecto de parecer gratitud y no fuerza 190

Endechas 192

Soneto. Al mismo asunto 195

Romance 196

Romance 197

Romance 199

Endecasílabo 205

Romance 207

Soneto. De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar del arrepentimiento 210

Soneto. Prosigue en su pesar, y dice que aun no quisiera aborrecer tan indigno sujeto, por no tenerle así aun cerca del corazón 211

Soneto. No quiere pasar por olvido lo descuidado 212

Soneto. Sin perder los mismos consonantes, contradice con la verdad, aún más ingeniosa, su hipérbole 213

Décima. La excusa de lo mal obrado, lo empeora 214

Romance 215

Romance 218

Soneto. Llegaron a México, con el hecho piadoso, las aclamaciones poéticas de Madrid a su majestad; que alaba la poetisa por más superior modo 221

Romance 222

Villancico 224

Glosa 226

Romance 228

Romance 229

Soneto. A la sentencia que contra Cristo dio Pilatos: y aconseja a los jueces que antes de firmar fiscalicen sus propios motivos 230

Soneto. A la muerte del excelentísimo señor duque de Veragua 231

Soneto. Al mismo 232

Soneto. Al mismo 233

Villancicos 234

Nocturno II 239

Nocturno III 245

Villancicos 252

Nocturno I 253

Nocturno II 259

Nocturno III 264

Villancicos 271

Nocturno I 271

Nocturno II 278

Negritos. Estribillo 282

Nocturno III 285

Neptuno. Alegórico, 288

Excelentísimo principi 306

Soneto 308

Libros a la carta 345

Brevísima presentación

La vida

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). México.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Era hija de padre vasco y madre mexicana.

Empezó a escribir a los ocho de edad una loa al Santísimo Sacramento. Aprendió latín en veinte lecciones, que le dictó el bachiller Martín de Olivas y a los dieciséis años ingresó en el Convento de Santa Teresa la Antigua y posteriormente en el de San Jerónimo.

En plena madurez literaria, criticó un sermón del padre Vieyra. Ello provocó que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le pidiera que abandonase la literatura y se dedicase por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una epístola autobiográfica, en la que enarboló los derechos de la mujer. No obstante, obedeció y renunció a su enorme su biblioteca, sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Murió el 17 de abril de 1695.

Casi un eslogan de la época

En esta edición puede leer la célebre redondilla en que sor Juana inquiere a los hombres con una agudeza inusitada.

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión,

de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual 5

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien,

si las incitáis al mal?

Sonetos

A la excelentísima señora condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, enviándole estos papeles que su excelencia la pidió y pudo recoger sor Juana de muchas manos en que estaban, no menos divididos que escondidos como tesoro, con otros que no cupo en el tiempo buscarlos ni copiarlos

El hijo que la esclava ha concebido,

dice el derecho que le pertenece

al legítimo dueño que obedece

la esclava madre, de quien es nacido.

El que retorna el campo agradecido, 5

opimo fruto, que obediente ofrece,

es del señor, pues si fecundo crece,

se lo debe al cultivo recibido.

Así, Lisi divina, estos borrones

que hijos del alma son, partos del pecho, 10

será razón que a ti te restituya;

y no lo impidan sus imperfecciones,

pues vienen a ser tuyos de derecho

los conceptos de un alma que es tan tuya.

Ama y señora mía, besa los pies de vuestra excelencia, 15

su criada

Juana Inés de la Cruz.

Soneto. Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión

Este, que ves, engaño colorido,

que del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores

es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido 5

excusar de los años los horrores,

y venciendo del tiempo los rigores,

triunfar de la vejez y del olvido:

es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada, 10

es un resguardo inútil para el hado,

es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Soneto. Resuelve la cuestión de cuál sea pesar más molesto en encontradas correspondencias, amar o aborrecer

Que no me quiera Fabio, al verse amado,

es dolor sin igual en mí sentido;

mas, que me quiera Silvio aborrecido,

es menor mal, mas no menor enfado.

¿Qué sufrimiento no estará cansado 5

si siempre le resuenan al oído,

tras la vana arrogancia de un querido,

el cansado gemir de un desdeñado?

Si de Silvio me cansa el rendimiento,

a Fabio canso con estar rendida; 10

si de éste busco el agradecimiento,

a mí me busca el otro agradecida:

por activa y pasiva es mi tormento,

pues padezco en querer y en ser querida.

Soneto. Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata;

maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante, 5

y soy diamante al que de amor me trata;

triunfante quiero ver al que me mata,

y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo: 10

de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo,

de quien no quiero, ser violento empleo,

que de quien no me quiere, vil despojo.

Soneto. Continúa el asunto, y aun le expresa con más viva elegancia

Feliciano me adora, y le aborrezco;

Lisardo me aborrece, y yo le adoro;

por quien no me apetece ingrato, lloro,

y al que me llora tierno, no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco; 5

a quien me ofrece víctimas, desdoro;

desprecio al que enriquece mi decoro,

y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí, ofendido, 10

y a padecer de todos modos vengo,

pues ambos atormentan mi sentido:

aquéste con pedir lo que no tengo,

y aquél con no tener lo que le pido.

Soneto. Enseña cómo un solo empleo en amar es razón y conveniencia

Fabio, en el ser de todos adoradas,

son todas las beldades ambiciosas,

porque tienen las aras por ociosas

si no las ven de víctimas colmadas.

Y así, si de uno solo son amadas, 5

viven de la fortuna querellosas,

porque piensan que más que ser hermosas,

constituye deidad el ser rogadas.

Mas yo soy en aquesto tan medida

que en viendo a muchos, mi atención zozobra, 10

y solo quiero ser correspondida

de aquél que de mi amor réditos cobra;

porque es la sal del gusto el ser querida,

que daña lo que falta, y lo que sobra.

Soneto. Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios, y justifica su divertimiento a las Musas

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando solo intento

poner bellezas en mi entendimiento,

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas; 5

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento,

que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades, 10

ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

Soneto. Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad

¿Tan grande, ¡ay hado!, mi delito ha sido

que por castigo de él, o por tormento,

no basta el que adelanta el pensamiento,

sino el que le previenes al oído?

Tan severo en mi contra has procedido 5

que me persuado de tu duro intento,

a que solo me diste entendimiento

porque fuese mi daño más crecido.

Dísteme aplausos para más baldones,

subirme hiciste para penas tales; 10

y aun pienso que me dieron tus traiciones

penas a mi desdicha desiguales

porque, viéndome rica de tus dones,

nadie tuviese lástima a mis males.

Soneto. Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez

Miró Celia una rosa que en el prado

ostentaba feliz la pompa vana,

y con afeites de carmín y grana

bañaba alegre el rostro delicado;

y dijo: Goza sin temor del hado 5

el curso breve de tu edad lozana,

pues no podrá la muerte de mañana

quitarte lo que hubieres hoy gozado.

Y aunque llega la muerte presurosa

y tu fragrante vida se te aleja, 10

no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja

que es fortuna morirte siendo hermosa

y no ver el ultraje de ser vieja.

Soneto. Engrandece el hecho de Lucrecia

¡Oh famosa Lucrecia, gentil dama,

de cuyo ensangrentado noble pecho

salió la sangre que extinguió a despecho

del rey injusto, la lasciva llama!

¡Oh con cuanta razón el mundo aclama 5

tu virtud, pues por premio de tal hecho

aun es para tus sienes cerco estrecho

la amplísima corona de tu fama!

Pero si el modo de tu fin violento

puedes borrar del tiempo y sus anales, 10

quita la punta del puñal sangriento

con que pusiste fin a tantos males,

que es mengua de tu honrado sentimiento

decir que te ayudaste de puñales.

Soneto. Nueva alabanza del hecho mismo

Intenta de Tarquino el artificio

a tu pecho, Lucrecia, dar batalla;

ya amante llora, ya modesto calla,

ya ofrece toda el alma en sacrificio.

Y cuando piensa ya que más propicio 5

tu pecho a tanto imperio se avasalla,

el premio, como Sísifo, que halla,

es empezar de nuevo el ejercicio.

Arde furioso, y la amorosa tema

crece en la resistencia de tu honra, 10

con tanta privación, más obstinada.

¡Oh providencia de deidad suprema,

tu honestidad motiva tu deshonra,

y tu deshonra te eterniza honrada!

Soneto. Admira con el suceso que refiere los efectos imprevenibles de algunos acuerdos

La heroica esposa de Pompeyo altiva,

al ver su vestidura en sangre roja,

con generosa cólera se enoja

de sospecharlo muerto y estar viva.

Rinde la vida en que el sosiego estriba 5

de esposo y padre, y con mortal congoja

la concebida sucesión arroja

y de la paz con ella a Roma priva.

Si el infeliz concepto que tenía

en las entrañas Julia no abortara, 10

la muerte de Pompeyo excusaría.

¡Oh tirana Fortuna, quién pensara

que con el mismo amor que la temía,

con ese mismo amor se la causara!

Soneto. Contrapone el amor al fuego material, y quiere achacar remisiones a éste con ocasión de contar el suceso de Porcia

¿Qué pasión, Porcia, qué dolor tan ciego

te obliga a ser de ti fiera homicida,

o en qué te ofende tu inocente vida,

que así le das batalla a sangre y fuego?

Si la Fortuna airada al justo ruego 5

de tu esposo se muestra endurecida,

bástale el mal de ver su acción perdida:

no acabes con tu vida su sosiego.

Deja las brasas, Porcia, que mortales

impaciente tu amor elegir quiere; 10

no al fuego de tu amor el fuego iguales;

porque si bien de tu pasión se infiere,

mal morirá a las brasas materiales

quien a las llamas del amor no muere.

Soneto. Refiere con ajuste, y envidia sin él, la tragedia de Píramo y Tisbe

De un funesto moral la negra sombra,

de horrores mil y confusiones llena,

en cuyo hueco tronco aun hoy resuena

el eco que doliente a Tisbe nombra,

cubrió la verde matizada alfombra 5

en que Píramo amante abrió la vena

del corazón, y Tisbe de su pena

dio la señal, que aun hoy al mundo asombra.

Mas viendo del amor tanto despecho

la muerte, entonces de ellos lastimada, 10

sus dos pechos juntó con lazo estrecho.

Mas, ¡ay de la infeliz y desdichada

que a su Píramo dar no puede el pecho

ni aun por los duros filos de una espada!

Soneto. Discurre inevitable el llanto a vista de quien ama

Mandas, Anarda, que sin llanto asista

a ver tus ojos, de lo cual sospecho

que el ignorar la causa es quien te ha hecho

querer que emprenda yo tanta conquista.

Amor, señora, sin que me resista, 5

que tiene en fuego el corazón deshecho,

como hace huir la sangre allá en el pecho,

vaporiza en ardores por la vista.

Buscan luego mis ojos tu presencia

que centro juzgan de su dulce encanto, 10

y cuando mi atención te reverencia,

los visuales rayos entretanto,

como hallan en tu nieve resistencia,

lo que salió vapor, se vuelve llanto.

Soneto. Solo con aguda ingeniosidad esfuerza el dictamen de que sea la ausencia mayor mal que los celos

El ausente, el celoso, se provoca,

aquél con sentimiento, éste con ira;

presume éste la ofensa que no mira,

y siente aquél la realidad que toca.

Éste templa, tal vez, su furia loca 5

cuando el discurso en su favor delira,

y sin intermisión aquél suspira,

pues nada a su dolor la fuerza apoca.

Éste aflige dudoso su paciencia,

y aquél padece ciertos sus desvelos; 10

éste al dolor opone resistencia,

aquél, sin ella, sufre desconsuelos;

y si es pena de daño, al fin, la ausencia,

luego es mayor tormento que los celos.

Romance

Desea que el cortejo de dar los buenos años al señor marqués de la Laguna llegue a su excelencia por medio de la excelentísima señora doña María Luisa, su dignísima esposa

Advertencia.

O el agradecimiento de favorecida y celebrada, o el conocimiento que tenía de las relevantes prendas que a la señora virreina dio el cielo, o aquel secreto influjo (hasta hoy nadie lo ha podido apurar) de los humores o los astros, que llaman simpatía, o todo junto, causó en la poetisa un amar a su excelencia con ardor tan puro como en el contexto de todo el libro irá viendo el lector.

Pues vuestro esposo, señora,

es vuestro esposo, que basta,

no digo que sobra porque

no sobra a vuestro amor nada,

dadle los años por mí, 5

que vos, deidad soberana,

dar vidas podréis, mas juzgo

que mejor podréis quitarlas.

Digo mejor, porque siempre

más el desdén sacro campa, 10

porque las quitáis de oficio,

y las concedéis de gracia.

Y dadme a mí en aguinaldo

de estas bienvenidas Pascuas,

nuevas de que está el infante 15

hallado como en su casa.

Que si su excelencia tiene

mi elección, de tal posada

no hayáis miedo que saliera,

ni aun al tiempo de que salga. 20

Y aunque en los príncipes todos

es costumbre tan usada

dar por Pascuas libertad

a los que en prisión se hallan;

yo que, en las dulces cadenas 25

de vuestras luces sagradas

a donde, siendo precisa,

es la prisión voluntaria,

donde es oro la cadena

que adorna a un tiempo y enlaza, 30

y joyeles de diamantes

los candados que la guardan,

vivo; no quiero, señora,

que con piedad inhumana,

me despojéis de las joyas 35

con que se enriquece el alma,

sino que me tengáis presa,

que yo de mi bella gracia,

por vos arrojaré mi

libertad por la ventana, 40

y a la sonora armonía

de mis cadenas amadas,

cuando otros lloren tormentos,

entonarán mis bonanzas.

Nadie de mí se duela 45

por verme atada,

pues trocaré ser reina

por ser esclava.

Soneto. Convaleciente de una enfermedad grave, discretea con la señora virreina, marquesa de Mancera, atribuyendo a su mucho amor aun su mejoría en morir

En la vida que siempre tuya fue,

Laura divina, y siempre lo será,

la parca fiera, que en seguirme da,

quiso asentar por triunfo el mortal pie.

Yo de su atrevimiento me admiré, 5

que si debajo de su imperio está

tener poder, no puede en ella ya,

pues del suyo contigo me libré.

Para cortar el hilo que no hiló,

la tijera mortal abierta vi; 10

¡ay parca fiera!, dije entonces yo,

mira que sola Laura manda aquí;

ella, corrida, al punto se apartó

y dejóme morir solo por ti.

Romance

Celebra el cumplir años la señora virreina con un retablito de marfil del nacimiento, que envía a su excelencia

Por no faltar, Lisi bella,

al inmemorial estilo

que es del cortesano culto

el más venerado rito,

que a foja primera manda 5

que el glorioso natalicio

de los príncipes celebren

obsequiosos regocijos,

te escribo; no porque al culto

de tus abriles floridos, 10

pueda añadir el afecto

más gloria que hay en sí mismos,

que en la grandeza de tuyos

verá el menos advertido,

que de celebrar tus años, 15

solo son tus años dignos,

sino porque ceremonias,

que las aprueba el cariño,

tienen en lo voluntario

vinculado lo preciso, 20

que cuando apoya el amor

del respecto los motivos,

es voluntad del respecto

el que es del amor oficio.

Rompa, pues, mi amante afecto 25

las prisiones del retiro,

no siempre tenga el silencio

el estanco de lo fino,

deje, a tu deidad atento,

en aumentos bien nacidos, 30

con las torpezas de ciego,

las balbuciencias de niño

y muestre, pues tiene ser

en tus méritos altivos,

que de padres tan gigantes 35

no nacen pequeños hijos.

Y añadiendo lo obstinado

a la culpa de atrevido,

haga bienquista la ofensa

lo garboso del delito; 40

y en tan necesaria culpa

encuentre el perdón propicio,

el que no ofende quien yerra,

si yerra sin albedrío.

Tan sin él, tus bellos rayos 45

voluntaria Clicie sigo,

que lo que es mérito tuyo

parece destino mío.

Pero, ¿a dónde enajenada

tanto a mi pasión me rindo, 50

que acercándome a mi afecto,

del asunto me desvío?

Retira allá tu belleza

si quieres que cobre el hilo,

que mirándola no puedo 55

hablar más que en lo que miro.

Y pues sabes que mi amor,

alquimista de sí mismo,

quiere transmutarse en vida

porque vivas infinito; 60

y que porque tú corones

a los años con vivirlos,

quisieran anticiparse

todos los futuros siglos;

no tengo qué te decir, 65

sino que yo no he sabido

para celebrar el tuyo,

más que dar un «natalicio».

Tu nacimiento festejan

tiernos afectos festivos, 70

y yo en fe de que lo aplaudo,

el «nacimiento» te envío.

Consuélame que ninguno

de los que te dan rendidos

podrá ser mejor que aquéste, 75

aunque se ostente más rico.

De perdones y de paces

fue aqueste natal divino;

dé perdones y haga paces

el haber hoy tú nacido. 80

Y guárdete por asombro

quien te formó por prodigio,

y hágate eterna, pues puede,

quien tan bella hacerte quiso.

Décima. Enviando una rosa a su excelencia

Ésa, que alegre y ufana,

de carmín fragante esmero,

del tiempo al ardor primero

se encendió, llama de grana;

preludio de la mañana, 5

del rosicler más ufano,

es primicia del verano,

Lisi divina, que en fe

de que la debió a tu pie,

la sacrifica a tu mano. 10

Décima. A la misma excelentísima señora

Este concepto florido

de vergel más oloroso,

que dejó al jardín glorioso

por haberla producido;

ésa, que feliz ha unido 5

a lo fragante lo bella,

doy a tu mano, que en ella

campará de más hermosa,

pues en tu boca se rosa,

cuando en tus ojos se estrella. 10

Décima. Describe, con énfasis de no poder dar la última mano a la pintura, el retrato de una belleza

Tersa frente, oro el cabello,

cejas arcos, zafir ojos,

bruñida tez, labios rojos,

nariz recta, ebúrneo cuello;

talle airoso, cuerpo bello, 5

cándidas manos en que

el cetro de amor se ve,

tiene Fili; en oro engasta

pie tan breve, que no gasta

ni un pie. 10

Romance

Discurre con ingenuidad ingeniosa sobre la pasión de los celos. Muestra que su desorden es senda única para hallar el amor, y contradice un problema de don Josef Montoro, uno de los más célebres poetas de este siglo

Si es causa amor productivo

de diversidad de afectos,

que con producirlos todos,

se perficiona a sí mesmo;

y si el uno de los más 5

naturales son los celos,

¿cómo sin tenerlos puede

el amor estar perfecto?

Son ellos, de que hay amor

el signo más manifiesto, 10

como la humedad del agua

y como el humo del fuego.

No son, que dicen, de amor

bastardos hijos groseros,

sino legítimos, claros 15

sucesores de su imperio.

Son crédito y prueba suya,

pues solo pueden dar ellos

auténticos testimonios

de que es amor verdadero. 20

Porque la fineza, que es

de ordinario el tesorero

a quien remite las pagas

amor, de sus libramientos,

¿cuántas veces, motivada 25

de otros impulsos diversos,

ejecuta por de amor,

decretos del galanteo?

El cariño, ¿cuántas veces

por dulce entretenimiento 30

fingiendo quilates, crece

la mitad del justo precio?

¿Y cuántas más, el discurso,

por ostentarse discreto,

acredita por de amor 35

partos del entendimiento?

¿Cuántas veces hemos visto

disfrazada en rendimientos

a la propia conveniencia,

a la tema o al empeño? 40

Solo los celos ignoran

fábricas de fingimientos,

que como son locos, tienen

propiedad de verdaderos.

Los gritos que ellos dan son 45

sin dictamen de su dueño,

no ilaciones del discurso,

sino abortos del tormento.

Como de razón carecen,

carecen del instrumento 50

de fingir, que aquesto solo

es en lo irracional, bueno.

Desbocados ejercitan

contra sí el furor violento,

y no hay quien quiera en su daño 55

mentir, sino en su provecho.

Del frenético, que fuera

de su natural acuerdo

se despedaza, no hay quien

juzgue que finge el extremo. 60

En prueba de esta verdad

mírense cuantos ejemplos,

en bibliotecas de siglos,

guarda el archivo del tiempo:

A Dido fingió el troyano, 65

mintió a Ariadna, Teseo;

ofendió a Minos, Pasife

y engañaba a Marte, Venus.

Semíramis mató a Nino,

Elena deshonró al griego, 70

Jasón agravió a Medea

y dejó a Olimpia, Vireno.

Bersabé engañaba a Urías,

Dalida al caudillo hebreo,

Jael a Sísara horrible, 75

Judit a Holofernes fiero.

Estos y otros que mostraban

tener amor sin tenerlo

todos fingieron amor,

mas ninguno fingió celos. 80

Porque aquél puede fingirse

con otro color, mas éstos

son la prueba del amor

y la prueba de sí mesmos.

Si ellos no tienen más padre 85

que el amor, luego son ellos

sus más naturales hijos

y más legítimos dueños.

Las demás demostraciones,

por más que finas las vemos, 90

no pueden no mirar a amor

sino a otros varios respectos.

Ellos solos se han con él

como la causa y efecto.

¿Hay celos?, luego hay amor; 95

¿hay amor?, luego habrá celos.

De la fiebre ardiente suya

son el delirio más cierto,

que, como están sin sentido,

publican lo más secreto. 100

El que no los siente, amando,

del indicio más pequeño,

en tranquilidad de tibio

goza bonanzas de necio;

que asegurarse en las dichas 105

solamente puede hacerlo

la villana confianza

del propio merecimiento.

Bien sé que, tal vez furiosos,

suelen pasar desatentos 110

a profanar de lo amado

osadamente el respeto;

mas no es esto esencia suya,

sino un accidente anexo

que tal vez los acompaña 115

y tal vez deja de hacerlo.

Mas doy que siempre aun debiera

el más soberano objeto

por la prueba de lo fino,

perdonarles lo grosero. 120

Mas no es, vuelvo a repetir,

preciso, que el pensamiento

pase a ofender del decoro

los sagrados privilegios.

Para tener celos basta 125

solo el temor de tenerlos,

que ya está sintiendo el daño

quien está sintiendo el riesgo.

Temer yo que haya quien quiera

festejar a quien festejo, 130

aspirar a mi fortuna

y solicitar mi empleo,

no es ofender lo que adoro,

antes es un alto aprecio

de pensar que deben todos 135

adorar lo que yo quiero.

Y éste es un dolor preciso,

por más que divino el dueño

asegure en confianzas

prerrogativas de exento. 140

Decir que éste no es cuidado

que llegue a desasosiego,

podrá decirlo la boca

mas no comprobarlo el pecho.

Persuadirme a que es lisonja 145

amar lo que yo apetezco,

aprobarme la elección

y calificar mi empleo;

a quien tal tiene a lisonja

nunca le falte este obsequio: 150

que yo juzgo que aquí solo

son duros los lisonjeros,

pues solo fuera a poder

contenerse estos afectos

en la línea del aplauso 155

o en el coto del cortejo.

¿Pero quién con tal medida

les podrá tener el freno

que no rompan, desbocados,

el alacrán del consejo? 160

Y aunque ellos en sí no pasen

el término de lo cuerdo,

¿quién lo podrá persuadir

a quien los mira con miedo?

Aplaudir lo que yo estimo, 165

bien puede ser sin intento

segundo, ¿mas quién podrá

tener mis temores quedos?

Quien tiene enemigos suelen

decir que no tenga sueño; 170

¿pues cómo ha de sosegarse

el que los tiene tan ciertos?

Quien en frontera enemiga

descuidado ocupa el lecho,

solo parece que quiere 175

ser, del contrario, trofeo.

Aunque inaccesible sea

el blanco, si los flecheros

son muchos, ¿quién asegura

que alguno no tenga acierto? 180

Quien se alienta a competirme,

aun en menores empeños,

es un dogal que compone

mis ahogos de su aliento;

pues, ¿qué será el que pretende 185

excederme los afectos,

mejorarme las finezas

y aventajar los deseos;

quién quiere usurpar mis dichas,

quién quiere ganarme el premio 190

y quién en galas del alma

quiere quedar más bien puesto;

quién para su exaltación

procura mi abatimiento

y quiere comprar sus glorias 195

a costa de mis desprecios;

quién pretende con los suyos

deslucir mis sentimientos,

que en los desaires del alma

es el más sensible duelo? 200

Al que este dolor no llega

al más reservado seno

del alma, apueste insensibles

competencias con el yelo.

La confianza ha de ser 205

con proporcionado medio;

que deje de ser modestia,

sin pasar a ser despego.

El que es discreto, a quien ama

le ha de mostrar que el recelo 210

lo tiene en la voluntad

y no en el entendimiento.

Un desconfiar de sí

y un estar siempre temiendo

que podrá exceder al mío 215

cualquiera mérito ajeno;

un temer que la fortuna

podrá, con airado ceño,

despojarme por indigno

del favor, que no merezco, 220

no solo no ofende, antes

es el esmalte más bello

que a las joyas de lo fino

les puede dar lo discreto;

y aunque algo exceda la queja 225

nunca queda mal, supuesto

que es gala de lo sentido

exceder de lo modesto.

Lo atrevido en un celoso,

lo irracional y lo terco, 230

prueba es de amor que merece

la beca de su colegio.

Y aunque muestre que se ofende

yo sé que por allá dentro

no le pesa a la más alta 235

de mirar tales extremos.

La más airada deidad

al celoso más grosero

le está aceptando servicios

los que riñe atrevimientos. 240

La que se queja oprimida

del natural más estrecho,

hace ostentación de amada

el que parece lamento.

De la triunfante hermosura 245

tiran el carro soberbio,

el desdichado con quejas,

y el celoso con despechos.

Uno de sus sacrificios

es este dolor acerbo, 250

y ella, ambiciosa, no quiere

nunca tener uno menos.

¡Oh doctísimo Montoro,

asombro de nuestros tiempos,

injuria de los Virgilios, 255

afrenta de los Homeros!

Cuando de amor prescindiste

este inseparable afecto,

precisión que solo pudo

formarla tu entendimiento, 260