La mentira en política - Hannah Arendt - E-Book

La mentira en política E-Book

Hannah Arendt

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Beschreibung

En La mentira en política Arendt propone un brillante diagnóstico de las trampas epistémicas mediante las que un gobierno puede desentenderse de rendir cuentas de la realidad y los hechos, reduciendo el vínculo con la ciudadanía a mera manipulación y propaganda. El escrito encuentra en el contexto de la transformación contemporánea de la política un punto de inflexión esperanzador en la divulgación periodística de que fueron objeto en su día los Papeles del Pentágono, tan reveladores del sinsentido resultante de la obsesiva conversión de la imagen política de líderes y naciones en principal instrumento de gobierno. Con ello, Arendt denuncia avant la lettre fenómenos tan actuales como la "posverdad", previniendo a los Estados de los perniciosos efectos materiales que genera supeditar la agenda política al dictado de relatos falaces y técnicas demoscópicas. Introducción de Nuria Sánchez Madrid

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Seitenzahl: 94

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Hannah Arendt

La mentira en política

Reflexiones sobreLos documentos del Pentágono

Introducción de Nuria Sánchez MadridTraducción de Carmen Criado

Índice

Introducción, por Nuria Sánchez Madrid

La mentira en política

Uno

Dos

Tres

Cuatro

Cinco

Créditos

Introducción

Denunciar la posverdadavant la lettre

El lector tiene en sus manos uno de los escritos de intervención más representativos del penetrante estilo intelectual de Hannah Arendt. La mentira en política (Lying in Politics) extrae lecciones de enorme peso de la encendida discusión que provocó en la sociedad civil norteamericana de comienzos de los setenta la publicación de extractos de un informe gubernamental centrado en las decisiones adoptadas por Estados Unidos en relación con Vietnam de 1945 a 1967, conocido como Los documentos del Pentágono (Pentagon Papers)*. El mensaje con que Arendt participa en el debate generado por este inesperado estudio parte de las distinciones conceptuales tan del gusto de la autora –el distinguo que su amiga Mary McCarthy calificó como una de sus divisas–, que sitúan a ciertas mutaciones contemporáneas de la política ante sus propias contradicciones. Entre ellas, es preciso subrayar lo que desde hace años solemos calificar de posverdad, un concepto cuyos riesgos Arendt escudriña con perspicacia en este opúsculo.

El escrito insiste en repetidas ocasiones en la ambivalencia de un dato fáctico. Nada permitía vaticinar que en 1967 el secretario de Defensa de Estados Unidos fuera a interesarse por poner a disposición de las generaciones futuras un balance con aspiraciones de objetividad de la información y estrategias que habían regido la política del país en Vietnam y su entorno geográfico. La política estadounidense había abrazado ya una deriva que solo conducía al desprecio del principio de realidad. Sin embargo, algunos de sus principales protagonistas todavía albergaban en su interior algún interés por comprender lo acontecido realmente. Pertrechada de unas exigencias epistémicas que no parecían atraer ya en el último tercio del siglo XX a los profesionales de la política estadounidense, Arendt exhorta a abandonar la creciente teatralización de la política en nombre de un retorno sosegado a los hechos, acompañada por la humildad propia de quien es consciente de la finitud de su enfoque en contraste con la temeridad de quienes pretenden alcanzar un control absoluto de la realidad. En esa misma línea, estas páginas nos recuerdan que nadie indispuesto con la contingencia podrá implicarse con prudencia en las tareas de gobierno.

Como recoge la siempre reveladora biografía de Elisabeth Young-Bruehl1, Arendt redactó el escrito en una etapa de luto personal –un año antes había fallecido su segundo esposo, Heinrich Blücher–, mientras residía como huésped en la casa de veraneo en Castine (Maine) de Mary McMarthy y del marido de esta, James West. Arendt remplazaba así sus habituales estancias estivales en Tegna, en el cantón suizo del Ticino, región frecuentada en verano con Blücher, por el tranquilo apartamento situado encima del garaje de sus amigos. En ese entorno la pensadora pudo dedicarse a una de las actividades de las que más disfrutaba, a saber, responder a la aparición pública de los acontecimientos con orientaciones útiles y explicaciones sencillas, pero implacables con la denuncia de peligros como era el caso del nihilismo narcisista sembrado por los asesores gubernamentales ya hegemónicos en la América de los setenta. El antecedente de las figuras que actualmente se tildan de gurús de los líderes políticos. El ensayo se publicaría en noviembre de 1971 en la New York Review of Books, despertando el interés tanto del público académico como del atraído por cuestiones cruciales para la sociedad civil, de lo que dan muestra las conferencias derivadas del texto que la autora impartió en el semestre de invierno del curso 1971/1972 en Haverford, Carleton, Notre Dame y Harvard. Como señala de nuevo Young-Bruehl, el planteamiento de Arendt mereció también un lugar relevante en la discusión sobre Losdocumentos del Pentágono organizada por la revista Partisan Review y protagonizada por Hans Morgenthau y Noam Chomsky. No era el mejor momento para dispersarse en debates concernientes a la «ontología del presente», pues Arendt tenía entre manos la redacción de La vida del espíritu, pero con todo no dejó de implicarse en intentar arrojar algo de luz sobre la maltrecha salud del espacio público norteamericano a comienzos de los setenta, enrarecido por la supeditación del juicio a relatos visionarios que comprometían la suerte del país.

Nadie que lea La mentira en política podrá sostener que Arendt huyó de debates de envergadura en el último periodo de su vida. Por el contrario, resulta admirable la finura con la que diagnostica los flancos más débiles de la «cocina política» instalada desde el final de la Segunda Guerra Mundial en Washington. Llama especialmente la atención la determinación con que la autora condena la reducción de intereses colectivos a meros estados de opinión, volubles y susceptibles de una manipulación más o menos elaborada. En esta tendencia definitoria de su época encuentra un auténtico crematorio del viejo arte de la política, actividad que Arendt nunca dejó de entender como la fuente de la «vida buena», esto es, una existencia digna para todos los miembros de una misma comunidad, con independencia de su procedencia, religión, cultura o clase social. Por ello precisamente, al percibir que las encuestas y las audiencias comenzaban a dominar el espacio político en la nación que la había acogido desde 1941, Arendt vaticina que el mismo presidente de la República norteamericana se sentirá prisionero de los dictámenes de sus asesores, incapaz de tomar decisiones que respondan a su propio criterio, al quedar este desdibujado en medio de intentos desesperados por preservar la imagen exitosa de un país, incluso al precio de negar los sucesos más perentorios. De todo ello trata este opúsculo, cuya actualidad avala la lamentable crisis coronada por la retirada de tropas estadounidenses y aliadas de Afganistán en agosto de 2021. ¿Para qué sirvieron veinte años de misiones militares y la ocupación extranjera del país? Entonces como ahora la voluntad de aparecer como el país tutelar de la democracia y el orden globales empujó a Estados Unidos a embarcarse en una empresa condenada al fracaso por su incapacidad de contribuir a la transformación social de países hundidos a partes iguales en la miseria, la ignorancia y la corrupción. Como es bien sabido, las armas resultan de nula utilidad cuando se trata de levantar estructuras civiles sólidas.

Cuando Arendt se pronuncia acerca de la publicación de Losdocumentos del Pentágono, ya cundía en la sociedad urbana estadounidense un extendido sentimiento de decepción con respecto a las empresas bélicas puestas en marcha por Washington desde 1945. El inmenso sufrimiento social del pueblo norteamericano en virtud de las bajas que tales conflictos comportaban, acompañado del daño psicológico y físico con que los soldados volvían del frente, había generado un clima de sueños rotos, acunados por el anhelo distópico de controlar geoestratégicamente al resto de los países del orbe. La sociedad estadounidense llevaba décadas experimentando en carne propia los lamentables efectos de tales «horizontes de grandeza», en la ausencia del más mínimo espacio de reflexión pública en condiciones de determinar las ventajas y desventajas derivadas de una política que Arendt se resiste a calificar como imperialista, al entenderla más bien como resultado del hechizo de una torre de marfil que confunde los cálculos temerarios con el sano juicio. En medio de una indigencia tan extrema, Arendt, atenta siempre a las paradojas, repara en el carácter de signo histórico que posee el informe detallado sobre las relaciones mantenidas por el país con Vietnam del Norte y del Sur y el entorno del Sudeste asiático que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert McNamara, encargó en 1967 al experto en seguridad nacional Leslie Gelb. La intención era levantar un acta detallada de la información con que el gobierno de Estados Unidos había contado desde esa fecha para diseñar su estrategia política en aquel entorno geográfico. Para acometer la empresa, Gelb contrató a 36 altos mandos militares, expertos en inteligencia militar e historiadores, que recibieron la misión de elaborar informes y estudios reveladores sobre ese periodo de la política exterior estadounidense. El conjunto del trabajo ocupó 45 volúmenes. McNamara se disponía a escribir unas líneas decisivas en la historia de la revelación de secretos gubernamentales de interés para el pueblo norteamericano. Ahora bien, como suele ocurrir con las obras, su impacto público puede no ser del gusto del artífice y McNamara perdió el control de la divulgación de los documentos.

El reportero del New York Times, Neil Sheehan, obtuvo en la primera mitad de 1971 la filtración de algunas piezas del trabajo colectivo facilitadas por el funcionario del Pentágono Daniel Ellsberg, que había participado en él y se sentía indignado por los descubrimientos realizados sobre el sinsentido de la guerra con Vietnam. La publicación a partir de junio de ese año de algunos extractos en el New York Times –«Archivo Vietnam» era el encabezado de los artículos– y posteriormente en el Washington Post desató una conmoción en la sociedad civil de Estados Unidos, golpeada desde hacía décadas por un conflicto bélico cuya legitimidad y sentido todos parecían haber olvidado menos el presidente Nixon. Si bien ambos periódicos fueron obligados a detener la publicación debido a una orden del fiscal general, John Mitchell, recurrieron al Tribunal Supremo, que les resultó favorable en una apretada votación, marcando un antes y un después en la exhibición de la capacidad de la libertad de prensa para alertar a la población civil norteamericana de la existencia de zonas opacas de la Administración nacional.

La edición parcial de los documentos que Arendt manejó durante la redacción de La mentira en política corresponde al volumen elaborado por el periodista Neil Sheehan –The Pentagon Papers: the Secret History of the Vietnam War– publicado por Bantam Books en julio de 1971. Arendt muestra conocer en su escrito –véase la nota 6 del capítulo 1 de la presente edición– otras dos ediciones de Los documentos del Pentágono que, sin embargo, confunde inadvertidamente en su referencia. Se trata, en primer lugar, de la edición de los documentos en doce volúmenes, conocida como edición de Hébert, a cargo del Departamento de Defensa de Estados Unidos, publicada en octubre de 1971 por el Government Printing Office. En segundo lugar, en la misma fecha apareció la edición del informe a cargo del senador Maurice Gravel, publicada por Beacon Press. Esta última editorial sería víctima de las represalias de un airado presidente Nixon, cuyo mandato recibiría su golpe de gracia apenas un año después, de nuevo gracias a la contribución de la prensa escrita, con ocasión del Watergate, forzando su dimisión en agosto de 1974. Fueron años esperanzadores para quienes percibían en la Primera Enmienda uno de los cimientos del orden constitucional estadounidense.

El análisis que Arendt dedica a la divulgación de Los documentos del Pentágono insiste en que la misma voluntad de elaborar este extenso informe evidencia la relación que mantienen la verdad y la política. Naturalmente, nadie insistió más que Arendt en que un autor como Lessing debía ser reivindicado frente a Platón como referente del valor que la apariencia desempeña en el espacio político. Pero su conocimiento de la potencia de la imagen para evadir al sujeto del mundo real en nombre de la barbarie totalitaria le aconsejaba mostrarse alerta con respecto a fenómenos como la galopante reducción psicologista del vínculo entre la ciudadanía y sus representantes políticos. En virtud de estos intereses, Arendt repara en que los documentos filtrados del Pentágono naturalmente revelaban el peso con que el engaño y el autoengaño han contado tradicionalmente en la política. Pero tan importante como este apunte resulta a su juicio reparar en dos formas contemporáneas de producción de mentira que merecen un cuidadoso examen. Se trata, por un lado, de las pamplinas –