Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Hasta hace poco, todo lo que en el mundo de habla hispana se sabía sobre el Zen venía a través de algunos libros exclusivamente teóricos. Por primera vez se publica la enseñanza de un auténtico maestro Zen, enseñanza que hasta la fecha sólo se transmitía por vía oral. En el libro se contienen, además, dos textos sagrados: El Hokyo Zan Mai y el San Do Kai; textos procedentes de la más remota antigüedad china, y que están considerados como la base del actual Zen japonés. Se incluye también el Teisho, enseñanza impartida a los discípulos durante el Za-Zen. El Za-Zen o Zen en posición sentado, es la práctica de la postura de vigilia, la práctica del despertar. Este despertar no se puede disociar de la práctica del mismo Zen. Su enseñanza, profundamente anclada en lo concreto, apunta a una transformación psicofisiológica del individuo y se ha revelado hoy de una eficacia singular. El Zen no es un conjunto de ideas que se puedan aprender sino esencialmente una experiencia que hay que realizar. Es una disciplina de concentración y de meditación cuya esencia se remonta, al parecer, a la iluminación de Buda.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 266
Veröffentlichungsjahr: 2023
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Taisen Deshimaru
La práctica del Zen
y cuatro textos canónicos Zen
Título original: LA PRACTIQUE DU ZEN
Traducción: Nieves Samblancat y Pere Rovira
© 1974, 1977 by Éditions Seghers por La practique du Zen
© 1975 by Éditions Seghers por «Les textes sacrés du Zen»
y Editorial Kairós, S.A., 1979
www.editorialkairos.com
Primera edición en papel: Junio 1979
Primera edición en digital: Junio 2023
ISBN papel: 978-84-7245-107-0
ISBN epub: 978-84-1121-168-0
ISBN kindle: 978-84-1121-169-7
Composición: Pablo Barrio
Todos los derechos reservados.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
LA VÍA ABRUPTA, por Marc de Smedt
PRESENTACIÓN, por Vincent Bardet
AQUÍ Y AHORA
El secreto de la vía de la espada
¿Qué es el Zen?
Posición auroral
La forma y la fuerza
shi-sei
La esencia del caminar:
kin hin
Sentarse en silencio
El espíritu del gesto:
zanshin
Del silencio se eleva el espíritu inmortal
Ser árbol, montaña, naturaleza
El miedo a la muerte no existe
El despertar.
Satori
El ojo de la sabiduría
MONDO
En postura de
za-zen
Zen y vida cotidiana
El espíritu del Zen
La muerte
¿QUÉ ES LA CONCENTRACIÓN?
Pensar sin pensar
Historia de Gobuki
Luz e iluminación
El fruto de la palmera está maduro
Es posible interrumpir el karma
Historia de Miau
Promover la evolución
La bandera ondea
La paz del sabio
La actividad
Historia de la vendedora de dulces
Zen y salud
El samurái y los tres gatos
El Zen y el sufrimiento
El viejo árbol muerto en el corazón de la montaña
KOANS
Cruzar a la otra orilla
De espíritu a espíritu
TEXTOS TRADICIONALES
Hannya Shingyo
, esencia del
Sutra de la suprema sabiduría
que permite ir al más allá
Shin Jin Mei
, poema de la fe en
za-zen
Shodoka
, canto del
satori
inmediato
Fukanzazenji
, para la difusión universal de los principios del
za-zen
Za-Zen Shin
, el espíritu de
za-zen
TEXTOS SAGRADOS DEL ZEN (CHAN)
Introducción
Hokyo Zan Mai
,
samadhi
del Espejo del Tesoro, del maestro Tozan
San Do Kai
, la esencia y los fenómenos se interpenetran, del maestro Sekito
TEISHO
. Enseñanza impartida a los discípulos durante el
za-zen
Zen y ontología
Zen y fenomenología
Zen y cristianismo
GLOSARIO
Cubierta
Portada
Créditos
Sumario
La práctica del Zen
Glosario
Notas
Alba. Alba de conciencias y de cuerpos. Siluetas sombrías, inmóviles, que descansan erguidas sobre cojines redondos, piernas cruzadas, rodillas en tierra, nucas erguidas, ojos semicerrados, respiración lenta y profunda.
Calma, calma. Silencio. Perturbado a veces –¿se puede decir que el canto de un pájaro turba el silencio?– por la ronca voz del maestro que comenta, lentamente, textos sagrados arcaicos, impregnados de una sabiduría tan antigua como el universo.
En el cuerpo, calor, tensión, ondas difusas e irradiantes en continuo vaivén, de centro a centro, despiertan órganos y chakras1: sutiles energías de las que se toma conciencia...
¿Acaso es esta la verdadera conciencia, este modo de pensar desde lo más íntimo del no pensamiento? El ser se convierte en su propio espejo al dejar alternar fantasmas y realidad desnuda, intuiciones fulgurantes y vacío interior que se despereza sobre sí mismo como un océano de olas tranquilas.
¿Dónde está el yo, dónde la ilusión? Los fenómenos y su esencia se entremezclan en esta posición del Buda que enlaza lo definido y lo infinito.
Aquí, en el dojo, se está solo y acompañado. Mas el dojo, ese lugar donde se practica la vía, sendero que corre bajo nuestros pies, que aparece y desaparece a cada instante, que se anuda a nuestro aliento y vida, el dojo puede encontrarse por doquier: donde un ser humano desee pararse unos instantes, sentarse sin hacer nada y transformarse por un tiempo en el centro del cosmos; en esta posición, la vida cotidiana adquiere su sentido y encuentra su lugar, ya que en medio del fragor la meditación la magnifica y la enraíza.
Conócete a ti mismo y conocerás el universo, propone el axioma repetido tantas veces a través de los siglos: «aquí y ahora», en el za-zen se realiza.
Respétate a ti mismo y respetarás la vida: cuando Taisen Deshimaru dice que za-zen representa la más alta dimensión del ser humano tiene razón, pues el ser se reencuentra y se descubre allí, sumergido en su fuente, donde no se limita. Descubrid el verdadero sentido del Zen, esa forma abrupta de despertar.
El biólogo Jonas Salk dice: «Somos conscientes de la función que ha tenido en la evolución del hombre su posición vertical y el pulgar oponible, pero todavía más su inverosímil y admirable cerebro. ¿Quién habría podido prever la evolución del cerebro humano a partir de las formas de vida que emergieron del limo original?».
Salk, leídas las obras de Taisen Deshimaru, le visita para conocer la posición, y en ella encuentra un reflejo de su propia búsqueda. En efecto, la observación de los orígenes de la Naturaleza, tal como se practica en los laboratorios más avanzados, desemboca en una cosmología que presenta numerosos puntos en común con el mensaje de la sabiduría budista.
Salk, después de haber invitado a Deshimaru a su célebre centro de investigación biológica, el Salk Institute, en California, finaliza la conversación con estas palabras: «Los maestros como usted que buscan conocer el interior del hombre y los biólogos como yo debemos encontrar un lenguaje común, debemos trabajar en este sentido. La biología desea ser el lenguaje de la vida, el Zen también. Es preciso completar al hombre y salvar la especie. Soy consciente de que la práctica del za-zen permite al cuerpo armonizarse con los ritmos energéticos y cósmicos que también rigen las relaciones entre células y moléculas. La sabiduría percibida como forma de existencia es una necesidad absoluta del hombre. La única elección posible para sobrevivir». En esto Taisen Deshimaru es un gran maestro; plenamente consciente de los problemas surgidos a raíz de la crisis de nuestra civilización tecnológica, obra con plena lucidez en el sentido mismo de la evolución. La posición milenaria que transmite a Occidente reincorpora al ser, yergue su columna vertebral, equilibra la justa tensión de los músculos y la homeostasis del sistema nervioso, calma la agitación de las capas superficiales del cerebro, al mismo tiempo que refuerza las zonas profundas y primitivas donde se desarrollan el instinto y la intuición.
El za-zen unifica dos entidades indisociables: el cuerpo y el espíritu, sin comprimir la personalidad en un capullo de seda. Escuela de vida, el Zen no rehúye la realidad: se sumerge con fuerza en las múltiples caras que forman su trama. No se trata de huir o de refugiarse en una metafísica difusa, sino de avanzar resueltamente por el camino de la vida.
Aparece así la importancia del concepto ki, energía, actividad, equilibrio de fuerzas y concentración, que aumenta a medida que practicamos el Zen.
Cada vez se ve con más certeza que el hombre es un organismo vivo, libre, y a la vez un organismo social, dependiente de los demás: el za-zen permite al individuo percibir su propio espíritu-cuerpo, luchar contra debilidades, acrecentar su potencialidad latente y, por medio de la inmersión en sí mismo, apreciar el propio ser y el de los otros.
En el silencio, la soledad se desvanece.
El Zen transmitido por Taisen Deshimaru lucha contra la inercia de nuestro tiempo. Para los que están al acecho de un absoluto, la práctica del za-zen es una respuesta vívida. Los budistas han dicho desde hace milenios: cada ser tiene la naturaleza del Buda. Efectivamente, cada ser vive. Todo el universo es movimiento. ¿Qué es lo que mueve la danza de los átomos y las partículas? Cuanto más avanza la ciencia, más topan sus límites con el infinito.
¿De qué estamos hechos? ¿Qué alberga este revestimiento de carne? ¿Por qué nacemos, por qué morimos? Estas preguntas forman el más allá que está en nosotros y nos hacen avanzar, buscar, comprender, descubrir... el ser. El camino de la vida debe ser una iniciación permanente, una aventura en que se conozca, se libere y se realice el yo. El yo pasa el umbral de los afectos y alcanza una visión clara de este universo gobernado por la ilusión, donde los fenómenos se barajan en el vacío; es decir, en el carácter pasajero de toda realidad.
«Vida y muerte desaparecen continuamente, en un vaivén y burbujear constante. Cuando estamos vivos, la vida es una actividad total. Cuando muertos, la muerte es una actividad total. La vida es experiencia de la vida y la muerte experiencia de la muerte. Vida y muerte unidas son la apariencia actual de la verdad», decía el maestro Dogen en el siglo XIII. Cuando se ha comprendido esto es preciso seguir la vía.
El za-zen nos abre a este sendero automático, inconsciente, naturalmente. Deshimaru escribe: «La pasión es satori». Despertar. Al leer esta reflexión se comprende por qué las palabras de Jacques Brosse son tan exactas: «La postura excluye la impostura. Pues siendo de una simplicidad extrema es, a la vez, muy compleja. Reflejo de nosotros mismos, no nos oculta, no distrae ninguna de nuestras inclinaciones, revela nuestro ego y nos obliga a mirarnos de frente, más íntima y duramente que nunca, despertando las menores fibras de nuestro ser».
Taisen Deshimaru, al darnos a conocer la posición, ofrece a la humanidad el secreto de una puerta. Puerta soñada por todos nosotros. ¿Por qué no despertar de nuestro sueño?
Marc de Smedt
¿Qué es nuestra vida? No tenemos tiempo de vivir. La máquina nos engulle más que nos libera. Ni el hambre ni la guerra han desaparecido de la superficie del globo. Combatimos nuestra inquietante condición a base de somníferos y televisión. El bienestar del nicho mental que nos rodea debilita nuestro cuerpo y la fatiga urbana nos sobreexcita los nervios. El progreso hace las veces de religión y el dinero, de sacramento. La preocupación nos corroe, la congoja nos acaricia. Dormimos mal por la noche. De día no estamos despiertos del todo. Pensamos en naderías, pensamos demasiado, no cesamos de pensar. Ni siquiera tenemos tiempo de respirar. Además, el aire que respiramos comienza a ser tóxico, el agua que bebemos, contaminada, la tierra que habitamos, superpoblada. El sentimiento de supervivencia preside cada instante y amenaza bajo el ahogo de las formas de vida sobre el planeta y la autodestrucción atómica. Falta energía; no únicamente la que procede de la madera, carbón o petróleo, sino también la forma más sutil, el resorte para hacer frente a la situación. ¡Y qué situación! Un doloroso viaje entre el nacimiento y la muerte, un relampagueo de conciencia, fulguración breve, como la chispa que salta del sílex o el astro aparecido en la noche.
¿Por qué estamos en la Tierra? Hemos perdido los orígenes. Ya no nos conocemos. Somos una especie que perece porque no nos llenamos de luz, de energía, de silencio, de vacío. ¿Cómo ser vivos de nuevo?
Hace 25 siglos en la India, no lejos del río Ganges, un hombre medita sentado bajo una higuera. Hace ya seis semanas que reflexiona. Su cuerpo no se mueve y, si no fuera por su aliento profundo y poderoso, se le creería muerto. Completamente inmóvil, tranquilo como una montaña. No rechaza la nutrición, el sueño ni el cuidado delicado de una mujer. Simplemente ha decidido no moverse de debajo del árbol hasta que no haya resuelto el problema del nacimiento y la muerte.
Una noche, poco antes del amanecer, mientras Venus brilla en el cielo, descubre el secreto más oculto. «En la última vigilia nocturna he alcanzado la ciencia más oculta... las tinieblas se recogieron y se hizo la luz». Se convirtió en el Buda, que en sánscrito significa «El que ha despertado». Había descubierto un diamante. ¿Se lo guardará? Había encontrado la llave. ¿La prestará? Duda unos instantes. Después decide consagrar su existencia terrena a la transmisión del secreto. Helo aquí: Comienza por sentarte en la posición del Buda. Concéntrate en la firmeza del cuerpo y en la respiración. La vía es de una simplicidad apabullante. Solamente sentarse, sin preocupaciones, sin pensamientos. Vacío. En posición auroral.
El Buda tuvo muchos seguidores, y entre ellos un grupo de fervientes discípulos. Su mensaje penetra todas las dimensiones de la existencia al modelar una profunda filosofía, una moral rigurosa que se encarna en un inmenso movimiento religioso que se extiende por toda Asia.
Después de su muerte, ciertos discípulos rehúsan hacer hincapié en la interpretación de las escrituras y en la observación de los preceptos morales y los ritos. Insisten, sobre todo, en la práctica aquí y ahora de la posición del Buda. Y sostienen que la esencia de su enseñanza se transmite fuera de sus escritos, «de tú a tú», por un maestro iniciado en la línea directa del Buda.
Una anécdota, viva en la tradición, describe de este modo la transmisión: «Al final de su vida, con ocasión de una conferencia el Buda tomó una flor y mostrándola a sus discípulos le dio vueltas delicadamente entre sus dedos, sin decir palabra. Nadie comprendió, excepto Mahakashyapa, que sonrió. Solamente él había comprendido, en ese momento, la esencia de la enseñanza del Buda». Tal es sustancialmente el origen del Zen.
En el siglo VI de nuestra era un monje ceilanés, Bodhidharma, trajo a China la preciosa levadura. Las escrituras y religión budista ya habían sido introducidas en el país y el emperador se creía un ferviente budista. Preguntó a Bodhidharma: «¿Cuál es el principio más profundo de la verdad sagrada?». El maestro respondió: «Un vacío insondable, no sagrado». El emperador volvió a preguntar: «Pero ¿qué tengo delante de mí?». Bodhidharma respondió: «No lo sé». El emperador no comprendió. El maestro se retiró nueve años a la montaña, donde se consagró exclusivamente a la meditación en la posición del Buda, frente a una pared rocosa...
Durante algunas generaciones, el mensaje se propagó por toda China y no hubo rincón de aquella tierra, nutrida por la sabiduría del Tao, en que el secreto del Buda no se difundiera. Surgieron maestros: Houei-Neng, Houang-Po, Lin-Tsi, que enseñaban una doctrina llena de pujanza y fuerza cósmica, volviendo a la simplicidad primitiva, al enfrentarnos a cada uno de nosotros, a la urgencia de contemplar el propio rostro original.
Avanzando hacia el este, la onda gana Japón siete siglos más tarde, primero gracias a Eisai, que introdujo la enseñanza de Rinzai, y poco tiempo después gracias a Dogen.
Como resultado de un viaje a China, Rinzai había adquirido la inquebrantable convicción de que el fundamento de la posición del Buda es el despertar. El resto de los 30 años de vida que le quedaban los dedicó a difundir los principios za-zen. (Za en japonés significa «sentarse»). Tal es el origen de la escuela Soto Zen, centrada fundamentalmente en la práctica de la posición auroral aquí y ahora. El Zen florece en esta isla cubierta de bosques, sumisa bajo el dominio de la casta guerrera (samuráis). La doctrina impregna tanto las costumbres de sus habitantes que hoy día, a pesar de no quedar más que algunos restos del esplendor pasado, la vida cotidiana de los japoneses está marcada por su influencia.
El maestro Taisen Deshimaru nació el 29 de noviembre de 1914 en Japón, en la provincia de Saga. Su abuelo paterno enseñaba judo a los samuráis bajo la era Meiji y su abuelo materno era doctor en medicina oriental. Su padre, hombre de negocios, fue alcalde de la ciudad; su madre, ferviente budista, lo educó religiosamente. Desde niño, Taisen Deshimaru frecuentó al monje Rodo-Sawaki, purista reformador que vuelve a las enseñanzas de Dogen (siglo XIII); es decir, a la fuente misma del Zen, la práctica del za-zen, que es el despertar.
Taisen Deshimaru estudió en la Universidad de Yokohama, ocupó un cargo de gran responsabilidad en las actividades mineras de la sociedad Mitsubishi y durante la guerra fue enviado a Indonesia, donde continuó los preceptos de Rodo-Sawaki y practicó el za-zen. A su regreso a Japón, fundó el Instituto de Cultura asiático. Antes de morir, Rodo-Sawaki le nombró su sucesor y le confirió la transmisión (shiho).
El maestro Deshimaru llegó a París a finales de 1967, enviado a Europa por el Soto Zen y sufragado por el conjunto de escuelas Zen de Japón. En el número 46 de la calle Pernety de París fundó un dojo que se elevó al rango de templo Zen en 1975; además estableció un monasterio Zen cerca de Avallon. El maestro Deshimaru es ahora superior general del Soto Zen en Europa y África, dependiendo actualmente de él más de 40 dojos tanto en Francia como en Suiza, Bélgica, Inglaterra, España, Italia, Portugal, Alemania occidental, Marruecos, Costa de Marfil y Venezuela. La asociación Zen de Europa, ubicada en París (calle Pernety, 46, París, 14), cumple su misión.
Iwamoto Zenji, jefe del Soto Zen y presidente de la Federación Budista japonesa, ha dicho de Deshimaru que es el Bodhidharma de los nuevos tiempos.
La práctica del Zen presenta en Europa un carácter absolutamente diferente, ya que es el primero en transmitir en directo la enseñanza oral de un maestro Zen vivo. Podemos encontrarlo en su casa, en el dojo de París o en un sesshin en Francia o en el extranjero. Sus palabras han sido recogidas por varios de sus discípulos más próximos. Janine Monnot y René Lemaire han colaborado en la confección del texto. Con ellos, discípulos también del maestro, hemos podido transcribir el pensamiento de Deshimaru sin deformarlo, ofrecer su palabra sin traicionarla. El mensaje de Taisen Deshimaru es el de todos los maestros Zen del mundo y de todos los budas: sentarse, únicamente, sin objetivo ni espíritu de provecho. Lo esencial es el za-zen. La posición es despertar.
Vincent Bardet
Se cuenta que en Estados Unidos se podía leer en el frontal de una academia racionalista: «Dios ha muerto», firmado Nietzsche. Una mañana se descubrió bajo la divisa esta frase: «Nietzsche ha muerto», firmado Dios.
El verdadero Dios existe, no muere jamás. Dios significa la verdad más alta o la energía fundamental del universo. Dios existe, pero la humanidad ha huido de él, la civilización moderna ha vuelto la espalda al orden cósmico. ¿Cómo reencontrarlo?
En Occidente, filósofos, pensadores y escritores han puesto el dedo en la llaga sin llegar a dar una verdadera conclusión, una solución, un método.
Desde que llegué a Europa no he dejado de practicarza-zenjunto a mis discípulos, que desean por este medio acercarse al orden cósmico y encontrar un método fuerte y eficaz. Mi Zen condensa la enseñanza transmitida por todos los budas, sabios y maestros, y también la experiencia espiritual de Asia. La enseñanza es en esencia armonía, unión de lo material y espiritual. La sabiduría más profunda quiere paz, unidad, por encima del relativismo y de la dualidad de los contrarios.
Si algunas personas leen este libro y comprenden su mensaje, seré muy feliz. Incorporarán en ellos y a su alrededor la corriente de la evolución.
Europeos, por medio de la fusión del espíritu oriental y occidental, podéis crear la más alta dimensión de la vida.
Mi profundo afecto y mis mejores deseos para vuestra felicidad presente y futura.
TAISEN DESHIMARU
Dojo Pernety, 1 de septiembre de 1974
Un joven buscaba al gran maestro de kendo (esgrima japonesa) para convertirse en su discípulo. El maestro aceptó: «A partir de hoy –le dijo–, irás cada día a cortar madera al bosque y a sacar agua del río». El joven lo hizo durante tres años; al cabo de ellos consultó a su maestro: «He venido para aprender esgrima y hasta ahora ni siquiera he traspasado el umbral de vuestro dojo». «Está bien –respondió el maestro–, hoy entrarás. Sígueme. Ahora da la vuelta a la sala caminando delicadamente sobre la orla del tatami (alfombra de hebras de arroz) sin sobrepasarla nunca».
El discípulo practicó el ejercicio durante un año; finalizado este tiempo se encolerizó violentamente y dijo: «Me voy, no he aprendido nada de lo que he venido a buscar». «Hoy –le contestó el maestro– te daré la última enseñanza. Ven conmigo».
El maestro condujo a su discípulo a la montaña. Pronto se encontraron delante de un precipicio. Un simple tronco de árbol colocado por encima del vacío hacía las veces de pasarela. «Bien, atraviesa», dijo el maestro a su discípulo. Sobrecogido de terror y vértigo ante la visión del abismo, el joven se quedó paralizado.
En aquel momento llegó un ciego, y sin dudar, palpando a tientas con su bastón, caminó por la ligera pasarela y atravesó tranquilamente. No hizo falta más; el joven despertó y abandonó absolutamente el miedo a la muerte. Se lanzó con ímpetu por encima del vacío y se encontró en la otra orilla. Su maestro le gritó: «Posees ya el secreto de la esgrima, abandonar el “ego”, no temer la muerte. Cortando madera y extrayendo agua cada día se te ha desarrollado una fuerte musculatura, caminando delicadamente por la orla del tatami has adquirido la precisión y el cuidado en el gesto. ¡Adelante! Serás en cualquier lugar el más fuerte».
El secreto del Zen consiste en sentarse, simplemente, sin finalidad alguna ni espíritu de provecho, en una posición de gran concentración.
Esta forma desinteresada de sentarse se llama za-zen; za significa «sentarse» y zen «meditación», «concentración». La enseñanza de la posición, que es transmisión de la esencia Zen, tiene lugar en un dojo.
La práctica del za-zen es de gran eficacia para la salud del cuerpo y del espíritu, que se encaminan a su condición normal. El Zen no puede enmarcarse en un concepto, ha de ser practicado; es, esencialmente, una experiencia. No se subestima la inteligencia, solo se busca una dimensión más alta de la conciencia no ceñida a una visión unilateral de los seres y de las cosas. El sujeto está en el objeto y el sujeto contiene el objeto. Se trata de sobrepasar, con la práctica, todas las contradicciones, todas las formas de pensamiento.
La expresión filosófica del budismo Zen no tiene nada que ver con un sistema de pensamiento apremiante y rígido; por el contrario, es la transmisión de conceptos que proceden de una experiencia milenaria y cambiante a la vez: la del despertar. Algunas fórmulas-fuerza, algunas palabras clave polarizan y ordenan el campo de lo vivido. Las palabras se responden sin alterar la continuidad, la inaprensible fluidez de lo real que tratan de cercar. Desde lo más hondo iluminan la existencia cotidiana.
La idea clave es «aquí y ahora»; lo que importa es el presente. La mayoría de las personas tienden a pensar, angustiadamente, en el pasado o en el futuro, en vez de estar completamente atentas a los actos, palabras o pensamientos que se suceden en el momento. Estar presente en cada gesto, concentrarse «aquí y ahora», esta es la lección Zen. A ella podemos añadir la fórmula sentarse (shikantaza) simplemente, gratuitamente, sin fin determinado ni espíritu de provecho (mushotoku).
El maestro Dogen decía:
«Aprender Zen es revelarnos,revelarnos es olvidarnos,olvidarnos es desvelar la Naturaleza del Buda,nuestra naturaleza original».
Volver al origen. Comprendernos a nosotros mismos. Conocernos profundamente. Encontrar nuestro verdadero yo. Esencia eterna de todas las religiones, de todas las filosofías, fuente de sabiduría, agua viva que brota de la práctica regular del za-zen.
Naturaleza del Buda significa la condición más normal que pueda darse: la natural, origen de nuestro espíritu. Cuanto más nos acercamos a este estado normal de conciencia, mejor creamos alrededor de nosotros un ambiente radiante, fecundo y feliz. A medida que nos alejamos nos convertimos en presas del medio.
Si abrimos las manos podemos poseerlo todo. Si estamos vacíos, podemos contener el Universo entero. Vacuidad es la condición del espíritu que a nada se anuda. El maestro Sekito, célebre maestro chino, ha escrito:
«Aunque el lugar de meditación sea exiguo,contiene el Universo.Aunque nuestro espíritu sea ínfimo,contiene lo ilimitado».
Zen está más allá de las contradicciones; las incluye y sobrepasa. Tésis, antítesis, síntesis, más allá. Cuando los maestros Zen responden a sus discípulos con un enigma que parece una bufonada, no se trata de una broma absurda. El maestro se esfuerza siempre en conducir al alumno y llevarlo más allá de la razón. Si le decís «blanco», él contesta «negro» a fin de que se traspase el más allá. No sostiene una tesis, formula el polo opuesto de la proposición para que el interlocutor encuentre por sí mismo el justo medio.
Si yo digo: «Cuando uno muere, todo muere», esto no es totalmente incierto, pero no es toda la verdad. ¡Hay que ir más allá! A la pregunta: «¿Cuál es la esencia del Buda?», Houang-Po responde: «El Buda es el huracán de los afeites». A menudo me digo: «Esta estatua del Buda delante de la que me inclino es de madera, no es nada. Puede quemarse, no tiene ninguna importancia. Sin embargo, me arrodillo tres veces consecutivas delante de ella, ya que simboliza la absoluta budeidad, la naturaleza divina». Hemos de ver todas las imágenes de un fenómeno.
Sin duda, ciertas formas religiosas son excelentes para un lugar y tiempo determinados. El Zen, práctica de la esencia, experiencia de lo originario, sobrepasa el espacio-tiempo, puede ser eje de la evolución por su carácter universal y simplicidad. Como el torrente primaveral despierta la pradera, el Zen provoca una revolución interior, una mutación del ser. Cuando no se evoluciona se involuciona. Si no se crea se muere. Si tu mano derecha está impedida, utiliza la mano izquierda.
Despertar, crear, intuitivamente; cada uno de nosotros hace civilización. El Zen es educación silenciosa.
«En el silencio se eleva el espíritu inmortal,el advenimiento del gozo no precisa voz».
La enseñanza moderna concede la primacía al discurso, mas con frecuencia la palabra no expresa el verdadero pensamiento o la actitud profunda, es casi siempre incompleta. Cuando encuentra su justeza nos impele a transmitir la experiencia de «tú a tú».
El Zen alcanza la sabiduría más alta en el amor profundo. La sabiduría es a veces fría, padre que no tiene cerca a la madre. Depurada de todo formalismo, la religión da espíritu de amor. La gran sabiduría es, sobre todo, vuelta al origen, verdad universal, sostén de nuestra vida más allá de los fenómenos. La experiencia religiosa puede convertirse en fuente vivificante de la existencia humana abierta a su más alta dimensión.
La práctica del za-zen es el secreto del Zen. El za-zen es difícil, lo sé, mas si se ejercita cotidianamente es muy eficaz para la liberación de la conciencia y el desarrollo de la intuición. El za-zen no solo desprende gran energía, sino que es también posición auroral. Su práctica no nos fuerza a obtener algo. Sin fin es únicamente concentración en la posición, modo de respirar, actitud del espíritu.
La posición. Sentado en el centro del zafu (cojín redondo) se cruzan las piernas en loto o medio loto. Si no es posible se cruzan simplemente cuidando de no poner un pie sobre el muslo. No obstante, conviene apoyarse firmemente en el suelo con las rodillas. En la posición de loto, los pies oprimen en cada muslo zonas que comprenden los principales puntos de acupuntura correspondientes a los meridianos del hígado, la vesícula y el riñón. Antiguamente, los samuráis estimulaban estos centros de energía, de forma natural, por la presión de los muslos sobre el caballo.
Pelvis caída hacia adelante, a la altura de la quinta vértebra lumbar,2 columna vertebral arqueada, espalda recta. Se toca la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza. Mentón hundido, nuca erguida, vientre distendido, nariz en línea vertical con el ombligo; se es como un arco tenso cuya flecha sería el espíritu.
Una vez en posición se colocan los puños cerrados (apretando el pulgar) sobre los muslos, cerca de las rodillas, y se balancea la espalda muy recta a derecha e izquierda siete u ocho veces reduciendo lentamente el movimiento hasta encontrar la vertical de equilibrio. Se saluda (gassho) entonces, es decir, se juntan las manos delante de uno mismo, palma con palma, a la altura de los hombros; los brazos, doblados, permanecen horizontales. No queda más que poner la mano izquierda sobre la derecha con las palmas mirando al cielo y contra el abdomen. Los pulgares en contacto por su extremidad, horizontales por una ligera tensión, no dibujan hondonada o pico. Los hombros caen naturalmente retirados hacia atrás. La punta de la lengua roza el velo del paladar. La mirada se posa a un metro de distancia, pero está volcada hacia el interior. Los ojos semicerrados no miran nada, intuitivamente se «ve» todo.
La respiración. Desempeña un papel primordial. El ser vivo respira. Lo primero es el aliento. La respiración Zen no es comparable a ninguna otra. Tiende ante todo a establecer un ritmo lento, poderoso y natural. Si nos concentramos en una espiración suave, larga y profunda, la inspiración viene de forma natural. El aire se retira paulatina y silenciosamente, mientras el empuje debido a la espiración desciende con fuerza en el vientre. Se «oprimen los intestinos» provocando así un saludable masaje de los órganos internos.
Los maestros comparan la respiración Zen con el mugido de la vaca o al grito del recién nacido. Este hálito es el om, la simiente, el pneuma, fuente de vida.
Actitud del espíritu. La respiración adecuada brota de una posición correcta. De igual modo, la actitud del espíritu fluye naturalmente de una profunda concentración en la posición física y en la respiración. El ejercicio correcto nos hace vivir largamente, apaciblemente, con intensidad. Neutralizamos los shocks nerviosos, dominamos los instintos y pasiones, controlamos la actividad mental. La circulación cerebral mejora notablemente. El córtex descansa y el flujo consciente de pensamientos cesa. La sangre afluye a las capas profundas que, mejor irrigadas, se despiertan de un semisueño; su actividad produce una sensación de bienestar, serenidad y paz parecida al sueño profundo pero en pleno despertar. El sistema nervioso se relaja, el cerebro «primitivo» entra en plena actividad. Plenamente receptivos y atentos, pensamos con cada una de las células del cuerpo. Inconscientemente, toda dualidad, toda contradicción desaparecen.
Los pueblos llamados primitivos han conservado un cerebro profundo muy activo. La civilización occidental ha educado y refinado el intelecto al tiempo que perdía fuerza, intuición y sabiduría, ligadas al núcleo interno del cerebro. Por eso, el Zen es un tesoro inestimable para el hombre de hoy, para el que aún tiene ojos para ver y oídos para oír.
Por la práctica regular del za-zen nos es dado convertirnos en hombres nuevos volviendo al origen de la vida.
Podemos acceder a la condición normal del cuerpo y del espíritu (que son uno) captando la existencia en su raíz.
Sentados en za-zen dejamos correr las imágenes y pensamientos que atraviesan el inconsciente como nubes por un cielo límpido. Sin oponernos, sin agarrarnos a ellas, como sombras delante de un espejo las emanaciones del subconsciente pasan, tornan y se desvanecen. Y se llega al inconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de todo pensar (hishiryo), pureza verdadera. Zen es muy simple y muy difícil de comprender. Es un problema de esfuerzo y repetición, como la vida.
Sentados, sin ningún tipo de ocupación, sin fin ni espíritu de provecho. Si la posición-respiración y actitud de vuestro espíritu están en armonía, comprenderéis el verdadero Zen, captaréis la naturaleza del Buda.
En japonés la posición se traduce por shi-sei. Más exactamente, se trata de una combinación de japonés y chino antiguo en que la forma se designa shi y la fuerza sei.
La posición se señala por la forma y debe ser tan hermosa como sea posible. Mas la posición za-zen no es únicamente forma: se ha de unir siempre al elemento sei, poder, actividad.
La forma es importante, es preciso que sea justa, pero si no tiene fuerza y energía es incompleta. La unión de los dos elementos constituye la posición. También podemos nombrarla ikioi, de iki, «respiración», y oi, «vida», «impulso vital».