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La regla de San Agustín, es un conjunto de directrices y enseñanzas escritas por San Agustín, uno de los padres más influyentes de la Iglesia Católica. Estas reglas fueron elaboradas para guiar a los miembros de la comunidad monástica y establecer un modelo de vida comunitaria y espiritual basado en los principios del cristianismo.
La regla de San Agustín destaca la importancia de la vida en comunidad, la oración, la humildad y la caridad. Establece pautas para la vida en común, la adoración, la administración de bienes y la relación entre los miembros de la comunidad. Promueve la vida en equilibrio entre la contemplación y la acción, la búsqueda de Dios a través de la oración y la meditación, así como el servicio y la caridad hacia los demás.
Esta regla ha tenido un profundo impacto en la vida religiosa y monástica, y ha sido adoptada y adaptada por varias órdenes y comunidades religiosas a lo largo de la historia. Es un legado perdurable de San Agustín, que continúa influyendo en la vida espiritual y monástica en la actualidad.
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ÍNDICE
LA REGLA DE SAN AGUSTÍN
CAPITULO 1. FIN Y FUNDAMENTO DE LA VIDA COMÚN.
CAPITULO 2. DE LA ORACIÓN.
CAPITULO 3. DE LA FRUGALIDAD Y MORTIFICACIÓN.
CAPITULO 4. DE LA GUARDA DE LA CASTIDAD Y DE LA CORRECCIÓN FRATERNA.
CAPITULO 5. DEL USO DE LAS COSAS NECESARIAS Y DE SU DILIGENTE CUIDADO.
CAPITULO 6. DE LA PRONTA DEMANDA DEL PERDÓN Y DEL GENEROSO OLVIDO DE LAS OFENSAS.
CAPITULO 7. CRITERIOS DE GOBIERNO Y OBEDIENCIA.
CAPITULO 8. DE LA OBSERVANCIA DE LA REGLA.
1. Ante todas las cosas, queridísimos Hermanos, amemos a Dios y después al prójimo, porque estos son los mandamientos principales que nos han sido dados.
2. He aquí lo que mandamos que observéis quienes vivís en comunidad.
3. En primer término ya que con este fin os habéis congregado en comunidad, vivid en la casa unánimes tened una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios.
4. Y no poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis en común, y que el Superior distribuya a cada uno de vosotros el alimento y vestido, no igualmente a todos, porque no todos sois de la misma complexión, sino a cada uno según lo necesitare; conforme a lo que leéis en los Hechos de los Apóstoles:
"Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno según lo necesitaba".
5. Los que tenían algo en el siglo, cuando entraron en la casa religiosa, pónganlo de buen grado a disposición de la Comunidad.