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El Tratado sobre el evangelio de San Juan de San Agustín es una obra maestra de la exégesis cristiana, donde uno de los más grandes Padres de la Iglesia ofrece una profunda meditación sobre el cuarto Evangelio. A través de este tratado, San Agustín desentraña los misterios y simbolismos presentes en el Evangelio de San Juan, explorando temas como la divinidad de Cristo, el concepto del Verbo encarnado, y la luz que ilumina a todo ser humano. Con su estilo característico, que combina claridad filosófica y fervor espiritual, San Agustín guía al lector a una comprensión más profunda de la fe cristiana, ofreciendo reflexiones que han influido en la teología y espiritualidad a lo largo de los siglos. Este tratado no solo es una exposición teológica, sino también una invitación a una vida más plena y comprometida con los valores del Evangelio.
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Veröffentlichungsjahr: 2023
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TRATADO SOBRE EL EVANGELIO DE SAN JUAN
San Agustín de Hipona
En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios, etc., hasta: Y las tinieblas no lo recibieron (1, 1-5).
1. Cuando reparo en lo que hemos leído en el texto de la Epístola, que el hombre animal no puede entender las cosas que son del Espíritu de Dios, y considero después que entre la muchedumbre presente de vuestra Caridad, tiene que haber muchos carnales, que se guían por los principios de la carne y no pueden aún alzarse al conocimiento del espíritu, dudo mucho cómo podré hablar con la ayuda del Señor o explicar, en mi medida, lo que acabamos de leer del Evangelio: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Esto, en verdad, no lo puede entender el hombre animal. Callaremos, pues, hermanos. Mas entonces, si callamos, ¿para qué se ha leído? ¿Para qué la oímos, si no se explica? ¿Y para qué se expone, si ni se puede entender? Mirando, por otra parte, que entre vosotros tiene que haber algunos capaces de entenderlo, aun antes de que se explique, no quiero perjudicar a éstos por el temor de cansar a los que no me pueden entender. Siempre debemos esperar en la misericordia del Señor, que nos asistirá para que cada uno entienda lo que pueda. Aun el mismo que explica dirá solamente lo que puede. Hablar conforme a la realidad no es posible. Me atrevo a decir, hermanos míos, que ni el mismo Juan dijo como es, sino como él pudo. Es siempre un hombre el que habla de Dios. Ciertamente inspirado por Dios, pero un hombre. Porque estuvo inspirado dijo algo; sin la inspiración no hubiera dicho nada. Porque el inspirado fue un hombre, no dijo todo lo que hay, sino lo que puede decir el hombre.
2. Este Juan era, hermanos carísimos, de aquellos montes de que escribió el Salmista: Traigan los montes la paz al pueblo, y los collados la justicia. Los montes son las almas grandes. Los collados, las pequeñas. Y lo montes traen precisamente la paz para que los collados puedan recibir la justicia. ¿Y qué justicia es la que reciben los collados? La fe, pues el justo vive de la fe. Ahora bien, las almas pequeñas no recibirán la fe, si las grandes, que hemos llamado montes, no son ilustradas por la misma Sabiduría, a fin de que puedan dar a las pequeñas lo que éstas son capaces de recibir... [Se omite aquí el párrafo 3, dedicado a refutar los errores donatistas].