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Sermón de la Montaña, de San Agustín de Hipona, es una de las interpretaciones más célebres y profundas del discurso de Jesús recogido en los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo. Escrita entre los años 393 y 394, esta obra constituye una meditación teológica y moral sobre las Bienaventuranzas y los principios del Reino de Dios, vistos como el núcleo de la vida cristiana. San Agustín aborda el texto evangélico con una mirada que combina rigor teológico, sensibilidad pastoral y profundidad espiritual. Para él, el Sermón de la Montaña no es simplemente un conjunto de preceptos éticos, sino una guía interior hacia la perfección del amor, que transforma el corazón humano. Cada bienaventuranza representa un paso en el camino de la purificación del alma, desde la humildad hasta la paz interior, culminando en la visión de Dios. El autor interpreta las palabras de Cristo como una síntesis de toda la doctrina cristiana, donde la Ley Antigua se cumple y se eleva en el amor. El Sermón revela el espíritu de la Ley, no su letra: no se trata solo de cumplir mandamientos externos, sino de alcanzar la conversión interior. Así, San Agustín subraya que el cristiano verdadero no solo debe evitar el mal, sino ordenar sus afectos hacia el bien supremo, que es Dios. La obra también destaca por su estructura ordenada y su claridad argumentativa. San Agustín analiza versículo por versículo, explicando el sentido espiritual de expresiones como "Bienaventurados los pobres de espíritu" o "Amad a vuestros enemigos". A través de esta exégesis, muestra cómo el sermón de Jesús es un retrato del alma transformada por la gracia y un modelo de vida para todo creyente. San Agustín de Hipona (354–430) fue uno de los pensadores más influyentes del cristianismo y de la filosofía occidental. Obispo, teólogo y autor de obras fundamentales como Las Confesiones y La Ciudad de Dios, unió la herencia filosófica grecorromana con la fe cristiana, estableciendo las bases del pensamiento teológico medieval. En Sermón de la Montaña, su capacidad para unir razón y espiritualidad alcanza una expresión ejemplar: el texto no solo ilumina las palabras de Cristo, sino que invita al lector a vivirlas como camino de transformación interior y comunión con Dios.
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Seitenzahl: 254
Veröffentlichungsjahr: 2024
San Agustin
EL SERMON DE LA MONTAÑA
PRESENTACIÓN
SERMÓN DE LA MONTAÑA
LIBRO PRIMERO
LIBRO SEGUNDO
San Agustín
354–430
San Agustín (354–430) fue un filósofo, teólogo y obispo de Hipona, una de las figuras más importantes del cristianismo y del pensamiento occidental. Su obra marcó profundamente la filosofía medieval y la teología cristiana, al integrar la fe con la razón de manera sistemática.
Infancia y formación
Aurelio Agustín nació en Tagaste, en la actual Argelia, en el seno de una familia modesta. Su madre, Santa Mónica, fue una profunda influencia espiritual en su vida. Estudió retórica en Cartago, donde llevó una vida mundana y se adhirió al maniqueísmo antes de emprender un intenso proceso de búsqueda interior que lo llevó al cristianismo.
Conversión y pensamiento
Su conversión, narrada en su célebre obra Confesiones (397–400), marcó un punto de inflexión en su vida. En ella, San Agustín reflexiona sobre su juventud, su alejamiento de Dios y su encuentro con la verdad divina. Como obispo de Hipona, dedicó su vida a la enseñanza y a la defensa de la fe cristiana frente a las herejías de su tiempo.
Su pensamiento se centra en la idea de que el alma humana solo halla descanso en Dios, fuente de toda verdad y bien. En La ciudad de Dios (413–426), contrapone la “ciudad terrenal”, dominada por el egoísmo y la ambición, a la “ciudad celestial”, regida por el amor y la justicia divina. Su filosofía del tiempo, la memoria y la interioridad influyó profundamente en la tradición filosófica posterior.
Influencia y legado
San Agustín es considerado el mayor pensador del cristianismo latino y una de las fuentes principales de la escolástica medieval. Su integración del platonismo con la teología cristiana sentó las bases del pensamiento de Santo Tomás de Aquino y de toda la tradición filosófico-teológica occidental.
San Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430, mientras la ciudad era sitiada por los vándalos.
Su profunda exploración del alma, su fe en la razón iluminada por la gracia y su búsqueda incesante de la verdad hacen de él una de las figuras más universales y perdurables de la historia del pensamiento.
Sobre la obra
Sermón de la Montaña, de San Agustín de Hipona, es una de las interpretaciones más célebres y profundas del discurso de Jesús recogido en los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo. Escrita entre los años 393 y 394, esta obra constituye una meditación teológica y moral sobre las Bienaventuranzas y los principios del Reino de Dios, vistos como el núcleo de la vida cristiana.
San Agustín aborda el texto evangélico con una mirada que combina rigor teológico, sensibilidad pastoral y profundidad espiritual. Para él, el Sermón de la Montaña no es simplemente un conjunto de preceptos éticos, sino una guía interior hacia la perfección del amor, que transforma el corazón humano. Cada bienaventuranza representa un paso en el camino de la purificación del alma, desde la humildad hasta la paz interior, culminando en la visión de Dios.
El autor interpreta las palabras de Cristo como una síntesis de toda la doctrina cristiana, donde la Ley Antigua se cumple y se eleva en el amor. El Sermón revela el espíritu de la Ley, no su letra: no se trata solo de cumplir mandamientos externos, sino de alcanzar la conversión interior. Así, San Agustín subraya que el cristiano verdadero no solo debe evitar el mal, sino ordenar sus afectos hacia el bien supremo, que es Dios.
La obra también destaca por su estructura ordenada y su claridad argumentativa. San Agustín analiza versículo por versículo, explicando el sentido espiritual de expresiones como “Bienaventurados los pobres de espíritu” o “Amad a vuestros enemigos”. A través de esta exégesis, muestra cómo el sermón de Jesús es un retrato del alma transformada por la gracia y un modelo de vida para todo creyente.
Exposición de la primera parte del sermón del Señor en el monte, contenido en el capítulo 5 del evangelio de San Mateo
1. Si alguno con fe y con seriedad examinara el discurso que Nuestro Señor Jesucristo pronunció en la montaña, como lo leemos en el Evangelio de San Mateo, considero que encontraría la forma definitiva de vida cristiana, en lo que se refiere a una recta moralidad. Y esto no lo decimos a la ligera, sino que lo deducimos de las mismas palabras del Señor; en efecto, de tal manera concluye el sermón, que parece estar presente todo aquello que pertenece a una recta información de la vida cristiana. Pues dice así: Todo aquel que oye estas palabras mías y las lleva a la práctica, lo asemejaré a un hombre sabio que construyó su propia casa sobre roca. Descendió la lluvia, salieron de madre los ríos, soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa y no se derrumbó, pues estaba edificada sobre roca. Y todo aquel que oye este discurso y no lo lleva a la práctica, lo comparo con aquella persona necia que construye su casa sobre arena. Descendió la lluvia, se desbordaron los ríos y soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa y se derrumbó y su ruina fue grande.Pero no dijo solo quien escucha mis palabras, sino que añadió: quien escucha estas palabras mías, indicando con estas palabras que pronunció el Señor sobre el monte y que informan de tal manera la vida de aquellos que quieran vivir según ellas, que con toda razón se pueda comparar a aquel que edificó sobre piedra. Queriendo decir con esto que en el discurso aparecen todas las normas que regulan la existencia cristiana. Pero de esto se tratará de forma más amplia en otro lugar.
2. Comienza así este discurso: Habiendo visto [Jesús] a la multitud, subió al monte. Sentándose se acercaron a él sus discípulos y tomando la palabra les enseñaba diciendo . Si se preguntara qué significa el monte, se entendería correctamente referido a los preceptos mayores de la justicia, ya que los menores iban los dirigidos a los judíos. Por tanto, un único Dios mediante sus santos profetas y ministros, según una ordenada distribución de los tiempos, dio los preceptos menores al pueblo que era oportuno sujetar todavía con el temor; y por medio de su Hijo, dio los mayores al pueblo, que convenía fuese liberado por la caridad. De esta manera son dados preceptos menores a los más pequeños y mayores a los más grandes y son dados por Aquel que sabe dar al género humano cuidados congruentes, según las necesidades propias de los tiempos. Y no es de extrañar que hayan sido dados por un mismo Dios, que hizo el cielo y la tierra, preceptos mayores por el reino de los cielos y menores por el reino terrenal. De esta justicia mayor se dijo por el profeta: Tu justicia es como los montes de Dios . Esto simboliza convenientemente que el único Maestro, el solo idóneo para enseñar tantas verdades, enseña sobre el monte. Además enseña sentado, cosa que pertenece a la dignidad del Maestro. Acércanse a Él sus discípulos con el fin de que, al escuchar sus palabras, estuviesen más cerca con el cuerpo aquellos que se adherían más con el espíritu en el observar los preceptos. Toma la palabra y les enseñaba diciendo . La perífrasis con la que dice: y tomando la palabra, quizás quiera decir que el discurso será más largo que otras veces, al menos que, el haber dicho que ahora él ha tomado la palabra, incluya que él mismo preparase a hablar a los profetas en el Antiguo Testamento.
3. Pero oigamos a aquel que dice: Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos . Leemos que se ha escrito sobre el deseo de los bienes de la tierra: Todo es vanidad y presunción del espíritu 6; ahora bien, presunción del espíritu significa arrogancia y soberbia. El común de la gente dice que los soberbios poseen un gran espíritu ciertamente, y es porque también en algunos momentos al viento se le llama espíritu. Por esto, en la Escritura leemos: el fuego, granizo, nieve, hielo, espíritu de tempestad . ¿Quién podría ignorar que los soberbios son considerados inflados, como si estuviesen dilatados por el viento? De donde viene aquello del Apóstol: La ciencia hincha, la caridad edifica . También por esto en el texto bíblico son significados como pobres en el espíritu los humildes y aquellos que temen a Dios, es decir, los que no poseen un espíritu hinchado. Y no debía comenzar la bienaventuranza de otro modo, dado que debe llegar a conseguir la suma sabiduría. En efecto, el principio de la sabiduría es el temor del Señor 9, puesto que, por el contrario, está escrito que el principio de todo pecado es la soberbia . Por consiguiente, los soberbios apetezcan y amen los reinos de la tierra: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos .
4. Felices los humildes, porque poseerán la tierra por herencia . Creo que se alude a aquella tierra a la que se refieren los salmos: Tú eres mi esperanza, mi porción en la tierra de los vivientes . En efecto, simboliza una cierta solidaridad y estabilidad de la herencia perenne, porque en ella el alma, mediante un buen afecto, reposa como en su propio lugar, de la misma forma que el cuerpo sobre la tierra y de ahí toma su alimento como el cuerpo de la tierra. Ella misma es el descanso y la vida de los santos. Son humildes quienes ceden ante los atropellos de quienes son víctimas y no hacen resistencia a la ofensa, sino que vencen el mal con el bien . Litiguen, pues, los soberbios y luchen por los bienes de la tierra y del tiempo; no obstante, felices los humildes, porque tendrán como heredad la tierra 15, aquella de la cual no han podido ser expulsados.
5. Felices los que lloran, porque ellos serán consolados . El luto es la tristeza por la pérdida de los seres queridos. Los convertidos a Dios pierden todo aquello a lo que estaban abrazados en este mundo; pues ya no se alegran con las cosas que se alegraban en otro tiempo y, mientras que no se produzca en ellos el amor de los bienes eternos, están doloridos de una cierta tristeza. Serán, pues, consolados por el Espíritu Santo, ya que especialmente por esto se le llama Paráclito, es decir Consolador, a fin de que, dejando las cosas temporales, se gocen en las eternas alegrías.
6. Felices los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados . Se refiere aquí a los amadores del bien verdadero y eterno. Serán, pues, saciados de aquella comida de la que dijo el Señor: Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre 18, que es la justicia, y de aquella agua de la cual quien beba, como Él mismo dice, se convertirá en él en fuente de agua que salta hacia la vida eterna .
7. Felices los misericordiosos, porque de ellos se hará misericordia . Llama felices a los que socorren a los infelices, porque a ellos se les dará como contrapartida el ser librados de la infelicidad.
8. Felices los que tiene un corazón limpio, porque ellos verán a Dios . Son insensatos los que buscan a Dios con los ojos del cuerpo, dado que se le ve con el corazón, como está escrito en otro lugar: Buscadlo con sencillez de corazón . Un corazón limpio es un corazón sencillo. Y como esta luz del día solo puede ser vista con ojos limpios, así no se puede ver a Dios si no está limpia la facultad con la cual puede ser visto.
9. Felices los hacedores de paz, porque se llamarán los hijos de Dios . La perfección está en la paz, donde no hay oposición alguna; y, por tanto, son hijos de Dios los pacíficos, porque nada en ellos resiste a Dios; pues, en verdad, los hijos deben tener la semejanza del Padre. Son hacedores de paz en ellos mismos los que, ordenando y sometiendo toda la actividad del alma a la razón, es decir a la mente y a la conciencia, y dominando todos los impulsos sensuales, llegan a ser Reino de Dios, en el cual de tal forma están todas las cosas ordenadas, que aquello que es más principal y excelso en el hombre, mande sobre cualquier otro impulso común a hombres y animales, y lo que sobresale en el hombre, es decir la razón y la mente, se someta a lo mejor, que es la misma verdad, el Unigénito del Hijo de Dios. Pues nadie puede mandar a lo inferior si él mismo no se somete a lo que es superior a él. Esta es la paz que se da en la tierra a los hombres de buena voluntad 24, es la vida dada al sabio en el culmen de su perfección. De este mismo reino tranquilo y ordenado ha sido echado fuera el príncipe de este mundo, que es quien domina a los perversos y desordenados. Establecida y afianzada esta paz interior, sea cual fuere el tipo de persecución que promueva quien ha sido echado fuera, crece la gloria que es según Dios; y no podrá derribar parte alguna de aquel edificio y con la ineficacia o impotencia de las propias máquinas de la guerra, significa la gran solidez con que está estructurada desde el interior. Por esto continúa: Felices aquellos que sufren persecución por ser honestos, porque de ellos es el reino de los cielos .
10. Todas estas bienaventuranzas constituyen ocho sentencias. Y como convocando a otros, se dirige, no obstante, a los presentes diciéndoles: Seréis felices cuando hablen mal de vosotros y os persigan . Hablaba en general en las sentencias anteriores, pues no dijo: Felices los pobres en el espíritu, porque vuestro es el reino de los cielos, sino porque de ellos es el reino de los cielos 27; ni dijo: Felices los mansos, porque vosotros poseeréis la tierra; sino, porque ellos poseerán la tierra 28; y así las otras sentencias hasta la octava a la que añade: Bienaventurados los que padecen persecución por ser honestos, porque de ellos es el reino de los cielos . Ahora comienza a hablar dirigiéndose ya a los presentes, si bien es verdad que los aforismos que habían sido enunciados anteriormente, se dirigen también a aquellos que, estando presentes, escuchaban; y éstos, que parecen ser dichos de modo especial para los presentes, se refieren también a los ausentes o a los que vendrán en el futuro. Por lo cual hay que considerar con mucha diligencia este número de las sentencias. Comienza la bienaventuranza por la humildad: Felices los pobres de espíritu, es decir, los que no son hinchados, cuando el alma se somete a la divina autoridad, ya que teme ir a la perdición después de esta vida, aunque, quizás, le parezca ser feliz en esta vida. Como consecuencia llega al conocimiento de la Sagrada Escritura, donde con espíritu de piedad aprende la mansedumbre, para que nunca se propase a condenar aquello que los profanos juzgan absurdo y no se haga indócil sosteniendo obstinadas contiendas. De aquí comienza a entender con qué lazos de la vida presente se siente impedida mediante la costumbre sensual y los pecados. Por consiguiente, en el tercer grado, en el cual se halla la ciencia, se llora la pérdida del sumo bien que sacrificó, adhiriéndose a los más ínfimos y despreciables. En el cuarto grado está presente el trabajo, que se da cuando el alma hace esfuerzos vehementes para separarse de las cosas que le cautivan con funesta delectación. Aquí tiene hambre y sed de honestidad y es muy necesaria la fortaleza, ya que no se deja sin dolor lo que se posee con delectación. En el quinto grado se da el consejo de dejar a un lado a quienes persisten en el esfuerzo, ya que, si no son ayudados por un ser superior, no son absolutamente capaces de desembarazarse de las múltiples complicaciones de tantas miserias. Pues es un justo consejo que, quien quiere ser ayudado por un ser superior, ayude a otros más débiles en aquello en que él es más fuerte. Así pues, felices los misericordiosos, porque a ellos se les hará misericordia . En el sexto grado se tiene la pureza del corazón, que, consciente de las buenas obras, anhela contemplar el sumo bien que solo se puede vislumbrar con mente pura y serena. Finalmente, la séptima bienaventuranza es la misma sabiduría, es decir, la contemplación de la verdad que pacifica a todo el hombre al recibir la semejanza de Dios y así concluye: Felices los pacíficos, porque se llamarán hijos de Dios . La octava vuelve al principio, ya que muestra y prueba que se ha consumado y perfeccionado. De hecho, en el primero y en el octavo se nombra el reino de los cielos: Felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos, y felices los que padecerán persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos . De hecho, leemos en la Escritura: ¿Quién nos separará de la caridad de Cristo: quizás la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Son siete, por tanto, las bienaventuranzas que llevan al cumplimiento; pues la octava, como volviendo todavía al principio, clarifica y muestra lo que ha sido cumplido, a fin de que a través de estos grados sean completados también los demás.
11. Me parece que esta septiforme operación del Espíritu Santo de la que habla Isaías 35 corresponde a estos grados y sentencias. No obstante, interesa el orden: En el profeta la enumeración comienza por los grados más altos, aquí por los más bajos; allí comienza con la sabiduría y termina con el temor de Dios, pues el principio de la sabiduría es el temor del Señor . Por tanto, si los enumeramos ascendiendo de grado en grado, nos encontramos con que el primero es el temor de Dios; el segundo la piedad; el tercero la ciencia; el cuarto la fortaleza; el quinto el consejo; el sexto la inteligencia, y el séptimo la sabiduría. El temor de Dios corresponde a los humildes, de los cuales en el Evangelio 37 se dice: Felices los pobres en el espíritu, es decir, los no hinchados y orgullosos, a los cuales dice el Apóstol: No te engrías, antes bien vive con temor 38, es decir, no te ensoberbezcas. La piedad corresponde a los mansos. Quien investiga humildemente honra la Sagrada Escritura, no censura lo que aún no comprende y, por tanto, no la contradice y esto es ser humilde; y por esto se dice felices los mansos. La ciencia corresponde a los que lloran, los cuales conocieron ya en la Escritura de qué clase de males han sido prisioneros y a causa de la ignorancia los han deseado como buenos y gozosos; por esto se dice en el Evangelio: Felices aquellos que lloran. La fortaleza corresponde con aquellos que tienen hambre y sed. Trabajan anhelando el gozo de los verdaderos bienes y deseando apartar su corazón del afecto a las cosas terrenas y temporales; de esos se dice: Felices aquellos que tienen hambre y sed de la justicia. El consejo corresponde a los que practican la misericordia. Hay un único remedio para librarse de tan grandes males: que perdonemos como deseamos que se nos perdone; y ayudemos a los demás en lo que podamos, como deseamos que se nos ayude en aquello que no podemos; de ellos se dice: Felices los misericordiosos. El entendimiento corresponde a los puros de corazón, entendido como el ojo purificado, a fin de que se pueda percibir lo que ni ojo corporal alguno vio, ni oído oyó, ni ha penetrado en el corazón del hombre 39, de los cuales aquí se dice: Felices los limpios de corazón. La sabiduría corresponde a los pacíficos, en los cuales todos sus actos están ordenados y no hay impulso alguno contra la razón, sino que todo está sometido a la consciencia del hombre, dado que también él está sometido a Dios; de esos se dice aquí: Felices los que obran la paz.
12. Sin embargo, un único premio, es decir el reino de los cielos, ha sido repetido de diversas maneras, según los grados diferentes. En el primero, como era conveniente, ha sido indicado el reino de los cielos, que es la total y suma sabiduría del alma racional. Así pues, se ha dicho: Felices los pobres en el espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos; como si se dijese: El principio de la sabiduría es el temor del Señor .. A los mansos les fue dada la herencia como testamento del Padre, porque saben buscarle con piedad según lo expresan las palabras: Felices los mansos, porque ellos en heredad poseerán la tierra .. A los que lloran se les ofrece la consolación, como aquellos que saben lo que han perdido y en qué males estaban inmersos: Felices los que lloran, porque serán consolados .. A los hambrientos y sedientos se les promete la saciedad, como alimento para reponerse de los fuertes trabajos en que se hallan empeñados por la consecución de la salvación: Felices los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados .. A los misericordiosos se les ofrece misericordia, como a aquellos que siguen el buen y óptimo consejo, que se les ofrezca por quien es más fuerte lo que ellos ofrecen a los más débiles: Felices los misericordiosos, porque de ellos se tendrá misericordia .. A los limpios de corazón se les otorga la facultad de ver a Dios, como aquellos que tienen el ojo puro para poder contemplar las cosas eternas: Felices los puros de corazón, porque verán a Dios .. A los constructores de la paz se les promete la semejanza con Dios, como a quienes poseen la perfecta sabiduría y han sido formados a semejanza de Dios, mediante la regeneración del hombre nuevo: Felices los pacíficos, porque ellos mismos se llamarán hijos de Dios .. Todos estos valores pueden ser realizados en esta vida, como creemos que fueron realizados en los Apóstoles; pues, en efecto, no hay palabras que puedan expresar aquella perfecta transformación en figura angélica que se promete después de esta vida. Felices, por tanto, los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos .. Esta octava sentencia, que vuelve al principio y declara al hombre perfecto, se significa quizás en la circuncisión al octavo día en el Antiguo Testamento y en la resurrección del Señor después del sábado, que es a su vez el octavo día y al mismo tiempo el primer día de la semana, y en la observancia de los ocho días de descanso que practicamos en la regeneración del hombre nuevo y del mismo número de Pentecostés. En efecto, multiplicando por siete el septenario, resultan cuarenta y nueve y añadiendo un nuevo día tenemos cincuenta y así se retorna al principio. En este día fue enviado el Espíritu Santo, que nos guía hacia el reino de los cielos y recibimos la heredad, somos consolados y saciados, obtenemos misericordia, somos purificados y se nos restituye la paz. Perfeccionados de este modo, soportamos por la verdad y la justicia todas las molestias exteriores que nos vinieren.
13. Seréis felices, continúa, cuando os insulten y os persigan y, mintiendo, dijeren toda clase de maldades contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos .. Cualquiera que busque en el nombre de cristiano la gloria de este mundo y la abundancia de los bienes de la tierra, advierta que nuestra felicidad está en el interior, como se dice del alma de la Iglesia con las palabras del profeta: toda la belleza de la hija del rey está en el interior .. Pues desde el exterior se prometen injurias, persecuciones, difamaciones, por las cuales será grande la recompensa en los cielos, la cual se percibe en el corazón de los que sufren, de los cuales se ha podido decir: nos gloriamos en los sufrimientos, ya que sabemos que los sufrimientos producen paciencia, y la paciencia es una virtud puesta a prueba y la virtud probada produce la esperanza; y la esperanza no defrauda, ya que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado .. En efecto, no es suficiente sufrir estos males para recoger el fruto, sino que hace falta soportarlos por el nombre de Cristo, y no solo con ánimo tranquilo, sino incluso hasta con alegría. En efecto, muchos herejes, bajo el nombre de cristianos, conducen a error a las almas, soportan muchos de estos sufrimientos, pero son excluidos de tales recompensas, ya que no solo ha sido dicho: felices los que sufren persecuciones, sino que se ha añadido: por la justicia. Pues donde no hay una recta fe, no puede haber justicia, ya que el hombre justo vive de la fe .. Ni tampoco los cismáticos presuman de obtener tal recompensa, dado que no es posible que se dé honestidad donde no hay caridad. En efecto, el amor al prójimo no hace el mal; pues si lo tuvieran, no hubieran desgarrado el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia ..
14. Se puede poner la pregunta siguiente: ¿En qué se diferencian las palabras: cuando os maldigan, y las otras: cuando digan toda clase de males contra vosotros, dado que maldecir no es otra cosa que decir mal? Pues una cosa es lanzar una maldición acompañada de injurias a la faz de una persona presente a quien con contumelia se afrenta, como aconteció cuando los judíos dijeron a nuestro Señor Jesucristo: ¿No decimos quizás la verdad indicando que eres un samaritano y tienes un demonio? , y otra cosa distinta cuando se ofende la reputación del ausente, como está escrito también de Nuestro Señor en la Escritura: Algunos decían: es un profeta; y otros decían: No, sino que trae embaucado al pueblo .. Perseguir es, pues, usar violencia y agredir con asechanzas, como lo hicieron el que le entregó y los que le crucificaron.
Tampoco se dijo simplemente: Y dirán toda clase de males contra vosotros, sino que ha sido añadido: mintiendo, y también: por mi causa. Juzgo que esto ha sido añadido por aquellos que quieren vanagloriarse de las persecuciones y de las afrentas inferidas a su fama y, por tanto, piensan que Cristo les pertenece, dado que se dicen tantas palabras malas acerca de ellos, ya que se dice la verdad, cuando se habla de sus errores. Y si alguna vez se les inculpa de algunas cosas falsas, lo que generalmente sucede por razón de la humana ligereza, sin embargo, no sufren estas cosas por amor a Cristo. En efecto, no sigue a Cristo aquel que no lleva el nombre de cristiano según la fe verdadera y la doctrina católica.
15. Alegraos y regocijaos, continúa, porque es grande vuestra recompensa en los cielos .. Creo que en el texto no son llamados cielos a los lugares superiores de este mundo visible. Pues no se debe colocar nuestra recompensa, que debe ser estable y eterna, en estas realidades sujetas al devenir y al tiempo. Sino que se dijo en los cielos, dando a entender las mansiones espirituales, donde habita la eterna justicia, en cuya comparación se llama tierra el alma culpable, como fue dicho al pecador: eres tierra y a la tierra retornarás .. De estos cielos dice el Apóstol: pues nuestra morada está ya en los cielos .. Experimentan, pues, esta recompensa en el tiempo quienes gozan de los bienes del espíritu; pero alcanzará después la perfección completa, cuando también este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad .. Pues, dice, que así también persiguieron a los profetas, que nos han precedido .. En el tiempo presente coloca la persecución centrada en las maldiciones y persecuciones. Les exhortó con un buen ejemplo, porque de ordinario los que dicen la verdad suelen sufrir persecución. Y sin embargo, no por el temor a la persecución, los antiguos profetas dejaron de proclamar la verdad.
16. Con mucha coherencia continúa el Señor: Vosotros sois la sal de la tierra, mostrando que han de ser tenidos por insensatos aquellos que, ambicionando la abundancia y temiendo la escasez de bienes temporales, pierden los bienes eternos que no pueden ser dados ni quitados por los hombres. Por tanto: Si la sal se volviese sosa, ¿con qué se podría volver salada?; es decir, si vosotros, por los cuales se podría decir que deben ser fundados los pueblos, por temor a las persecuciones temporales perdieseis el reino de los cielos, ¿quiénes serán los hombres mediante los cuales se os libre del error, dado que el Señor os ha escogido para eliminar el error de los demás? En efecto: No sirve para nada la sal insípida, sino para ser arrojada fuera y ser pisada por los hombres .. Pues no es pisoteado por los hombres quien padece persecución, sino quien temiendo la persecución se vuelve fatuo. Sólo puede ser pisado quien es inferior; pero no es inferior quien, aunque en el cuerpo sufra mucho en la tierra, sin embargo su corazón está fijo en el cielo.
17. Vosotros sois la luz del mundo .. Así como antes había dicho: sal de la tierra, ahora dice: luz del mundo. Ni antes se debe entender la tierra como aquella que pisamos con los pies, sino los hombres que viven en la tierra, o también los pecadores, ya que el Señor ha enviado la sal apostólica para sazonarlos y extinguir su hedor. Ni aquí por mundo se ha de entender el cielo y la tierra, sino los hombres que están en el mundo o aman el mundo y a los cuales el Señor ha enviado a los apóstoles para iluminarlos. No se puede encubrir una ciudad construida sobre el monte, es decir, fundada sobre una insigne y gran justicia, simbolizada también por el monte donde el Señor está enseñando.
