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El objetivo de este libro es que sea utilizado como un manual de trabajo, una introducción y una simple contribución para la comprensión de los 99 Nombres Divinos del sufismo. Su intención es contribuir a abrir un espacio fértil en el corazón de los seres humanos, sembrando allí las semillas del anhelo y el amor por la belleza y majestuosidad de esos Nombres, conduciéndonos en última instancia a saborear la hermosura y dignidad de este mundo, vislumbrando la majestuosa belleza del Creador y acercándonos así a nuestros semejantes.Al repetir los Nombres Divinos, dhikr, el espejo del corazón se pule del óxido con que lo han cubierto los pensamientos y actividades mundanas, de este modo nuestra esencia, nuestra luz Divina, puede mostrarse, libre de distorsiones en su total refulgencia.Dios sale de lo oculto, Se desvela a Sí mismo en el mundo y Se muestra a Sí mismo a través de los Nombres Divinos.
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Seitenzahl: 523
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Rosina-Fawzia Al-Rawi
La Sabiduría del Amor
EL AMOR Y SUS 99 CUALIDADES SANADORAS
Los Más Bellos Nombres de Dios
´asmā´u llāh al-ḥusnā
Traducido por Rauda Adela Aguirre
Rosina-Fawzia Al-Rawi
La Sabiduría del Amor
EL AMOR Y SUS 99 CUALIDADES SANADORAS
Los Más Bellos Nombres de Dios
´asmā´u llāh al-ḥusnā
Traducido por Rauda Adela Aguirre
Biblioteca Nacional Alemana Catalogación-en-Publicación Datos
Este libro figura en el catálogo de la Biblioteca Nacional Alemana; ver: http://dnb.
de/ES
Primera publicación año 2023
Derechos de autor © 2023 Sheema Medien Verlag
Propietaria: Cornelia Linder, Hirnsberger Str. 52, D – 83093 Antwort
Tel. +49 8053 7992952, correo electrónico: [email protected]
https://www.sheema-verlag.de
Derechos de autor texto © Rosina-Fawzia Al-Rawi, 2014 Derechos de autor traducción española © Rauda Aguirre, 2023
ISBN 978-3-948177-63-8 (tapa blanda)
ISBN 978-3-948177-64-5 (tapa dura)
ISBN 978-3-948177-65-2 (libro electrónico)
Diseño de tapa: Schmucker Digital; derechos de autor de la ilustración:
© oowenoc/Fotolia.com
Correctoras de pruebas: Laura Hawa Antoine, Lilia Habiba Luna, Monique Mona Arav
Traducción: Rauda Aguirre
Edición general: Sheema Medien Verlag, Cornelia Linder, www.sheema-verlag.de Impresión y distribución: tredition GmbH, Halenreie 40-44,
22359 Hamburgo, Alemania
Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser total o parcialmente reproducido por ningún medio mecánico, fotográfico o proceso electrónico, ni por medio de grabación fonográfica; ni ser almacenado en un sistema de recuperación, ni transmitido ni copiado por algún otro medio para uso publico o privado, salvo que sea para “uso justo” como citas breves formando parte del cuerpo de artículos y reseñas, sin previo consentimiento escrito de la editora. Esta cláusula es aplicable a internet, radio y televisión e incluye la reproducción y traducción de extractos.
La autora de este libro no brinda asesoramiento médico ni prescribe el uso de ninguna técnica como una forma de tratamiento para problemas físicos o médicos sin el asesoramiento de un médico, ya sea en forma directa o indirecta. La intención de la autora es únicamente ofrecer información de naturaleza general para asistir en la búsqueda del bienestar emocional y espiritual del lector. En el caso que alguna persona utilice la información contenida en este libro para su beneficio, lo que constituye su derecho legal, la autora y la editora manifiestan expresamente que declinan toda y cualquier responsabilidad, por pérdida o riesgo personal o de cualquier otra especie, en que se incurra como consecuencia directa o indirecta del uso y aplicación de cualquier contenido de este libro.
Sheema Medien Verlag atribuye especial importancia a la producción sustentable.
A mis compañeros en el sendero, Rauda y sus hermosos hijos, Sarah, Laila y Muyib y a mis hijos Nour, Tasnim y Qais Con profundo amor
ÍNDICE
Reconocimientos
Comentarios sobre la transliteración
Recitación y grabación de los Nombres Divinos
Comentarios sobre el uso del género femenino y masculino
Comentarios sobre el uso del pronombre ‘Él’, y los términos ‘Uno’ y ‘Único’ para Allāh
Comentarios sobre la traducción del Sagrado Qur’ān
Información para los lectores
Prefacio
¿Qué es el sufismo?
Los Nombres y Atributos Divinos
Sobre la práctica de los Nombres Divinos
La enfermedad y la sanación
La ciencia de las letras
Las 28 letras del alfabeto árabe – transliteración,
numerología y elementos
Las formas del lenguaje árabe, significados y efectos
Sura Al-Fātiḥa, La Apertura
Las fórmulas
Los Nombres Divinos en el Sagrado Qur’ān
Allāh
1. Ar-Raḥmān
2. Ar-Raḥīm
3. Al-Malik
4. Al-Quddūs
5. As-Salām
6. Al-Mu´min
7. Al-Muhaymin
8. Al-‘Azīz
9. Al-Yabbār (Al-Jabbār)
10. Al-Mutakabbir
11. Al-Jāliq (Al-Khāliq)
12. Al-Bāri´
13. Al-Muṣawwir
14. Al-Ghaffār
15. Al-Qahhār
16. Al-Wahhāb
17. Ar-Razzāq
18. Al-Fattāḥ
19. Al-‘Alīm
20. Al-Qābiḍ –
21. Al-Bāsiṭ
22. Al-Jāfiḍ (Al-Khāfiḍ) –
23. Ar-Rāfi‘
24. Al-Mu’izz –
25. Al-Mudhil
26. As-Samī‘
27. Al-Baṣīr
28. Al-Ḥakam
29. Al-‘Adl
30. Al-Laṭīf
31. Al-Jabīr (Al-Khabīr)
32. Al-Ḥalīm
33. Al-‘Aẓīm
34. Al-Ghafūr
35. Ash-Shakūr
36. Al-‘Alīy
37. Al-Kabīr
38. Al-Ḥafīẓ
39. Al-Muqīt
40. Al-Ḥasīb
41. Al-Yalīl (Al-Jalīl)
42. Al-Karīm
43. Ar-Raqīb
44. Al-Muyīb (Al-Mujīb)
45. Al-Wāsi‘
46. Al-Ḥakīm
47. Al-Wadūd
48. Al-Mayīd (Al-Majīd)
49. Al-Bā‘ith
50. Ash-Shahīd
51. Al-Ḥaqq
52. Al-Wakīl
53. Al-Qawīy
54. Al-Matīn
55. Al-Walīy
56. Al-Ḥamīd
57. Al-Muḥṣī
58. Al-Mubdi´
59. Al-Mu‘īd
60. Al-Muḥyī
61. Al-Mumīt
62. Al-Ḥayy
63. Al-Qaiiūm (Al-Qayyūm)
64. Al-Wāyid (Al-Wājid)
65. Al-Māyid (Al-Mājid)
66. Al-Wāḥid
67. Al-´Aḥad
68. Aṣ-Ṣamad
69. Al-Qādir
70. Al-Muqtadir
71. Al-Muqaddim –
72. Al-Mu´ajjir (Al-Mu´akhkhir)
73. Al-´Awwal
74. Al-´Ājir (Al-´Ākhir)
75. Aẓ-Ẓāhir
76. Al-Bāṭin
77. Al-Wālī
78. Al-Muta‘ālī
79. Al-Barr
80. At-Tawwāb
81. Al-Muntaqim
82. Al-‘Afūw
83. Ar-Ra’ūf
84. Māliku-l-Mulk
85. Dhū-l-Yalāli wa-l-Ikrām (Dhū-l-Jalāli wa-l-Ikrām)
86. Al-Muqsiṭ
87. Al-Yāmi‘ (Al-Jāmi‘)
88. Al-Ghanīy
89. Al-Mughnī
90. Al-Māni‘
91. Aḍ-Ḍār
92. An-Nāfi‘
93. An-Nūr
94. Al-Hādī
95. Al-Badī‘
96. Al-Bāqī
97. Al-Wārith
98. Ar-Rashīd
99. Aṣ-Ṣabūr
Ash-Shāfī
Bibliografía
Sobre la autora | Los Nombres Divinos y su grabación
Reconocimientos
Agradezco profundamente a todas las grandes almas que Allāh me ha permitido conocer, a aquellas con quienes pude estar y de cuya luz y sabiduría me fue dado beber. Quisiera agradecer a Rauda Adela por su gran ayuda y esfuerzo al traducir este trabajo y así hacer posible este proyecto, así como a Laura Hawa, Lilia Habiba y Monique Mona por el tiempo que dedicaron a la revisión del texto.
Finalmente me gustaría agradecer a mi esposo y a mis hijos por su paciencia y su amor.
Comentarios sobre la transliteración
La transliteración de este libro se ha efectuado siguiendo las reglas del sistema IJMES para la transliteración del inglés al árabe, tal como fuera recomendado por el Periódico Internacional de Estudios del Oriente Medio (International Journal of Middle East Studies), dado que no existe un acuerdo internacional para la transliteración del árabe al español, con la salvedad de las letras árabes que tienen correspondencia fonética en español, en cuyo caso se han utilizado éstas últimas para los Nombres Divinos y los textos breves.
Los títulos de los suras están en árabe según la transliteración de la edición inglesa, “The Message of the Qur’ān”, traducida por Muhammad Asad.
Nombres Divinos que cambian por la fonética en español:
En el caso de oraciones completas y párrafos en árabe, generalmente en letra cursiva diferenciada, se ha optado por la fonética del sistema IJMES incluso para las letras con correspondencia fonética en español.
Asimismo se ha optado por utilizar el Nombre Divino Allāh, el término Qur’ān y el nombre propio del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allāh sean sobre él, con la fonética del sistema IJMES.
Recitación y grabación de los Nombres Divinos
Al comienzo de la página 44, los lectores encontrarán recomendaciones sobre como pronunciarlos Nombres Divinos. Para facilitar su pronunciación correcta, la Dra. Al-Rawi los ha grabado especialmente para todos los interesados. Se encuentran en la página web que lleva su nombre:
https://www.fawzia-al-rawi.com -> Publications -> Downloads -> DivineNamesMP3.zip
Precaución: Se recomienda enfáticamente no escuchar las grabaciones de los Nombres Divinos mientras maneja su automóvil o realiza otras actividades que requieren total concentración.
Comentarios sobre el uso del género femenino y masculino
Siempre que fue posible se eligió en esta traducción el plural para referirse a ambos géneros. Sin embargo, cuando se utilizó el género masculino sin que fuera referido a una persona, fue para no entorpecer el libre fluir de la lectura, debiéndose entender, en estos casos, que su significado es universal, refiriéndose tanto a mujeres como a hombres.
La palabra árabe nafs ha sido traducida al género masculino, número singular, en este libro como figura en otras traducciones al inglés, francés y alemán.
Comentarios sobre el uso del pronombre ‘Él’, y los términos ‘Uno’ y ‘Único’ para Allāh
Si bien el concepto de Divinidad trasciende los géneros femenino y masculino, a los efectos de darle consistencia y simplicidad al texto, en este libro se utilizó el pronombre ‘Él’ para referirse a Allāh, a Dios, al amado grandioso y eterno, a pesar de que el absoluto no tiene sexo masculino ni femenino, sino que los incluye y los trasciende a ambos.
Se han utilizado asimismo los términos ‘Uno’ y ‘Único’ para referirse a la Divinidad.
Comentarios sobre la traducción del Sagrado Qur’ān
En el presente libro todas la traducciones del texto de los suras del Sagrado Qur’ān, se han tomado de la edición en español de “El Mensaje del Qur’an” de Muhammad Asad, traducida por Abdurrasak Pérez, Junta Islámica, 2001.
Información para los lectores
Se ha optado por cambiar la fonética de los Nombres Divinos, para que su pronunciación se acerque a la del idioma árabe al leerse en español.
Esta traducción ha sido efectuada por estudiantes de sufismo en Argentina, con gran dedicación, esfuerzo y amor. Al respecto Fawzia nos recuerda que lo más importante es beber de la sabiduría de este libro y de los Nombres Divinos, apreciando y respetando las posibles diferencias idiomáticas existentes en los países de habla hispana.
El objetivo es difundir el mensaje de amor, compasión, sabiduría, paz y justicia, ampliando simultáneamente los horizontes de conocimiento, tolerancia y comprensión.
Prefacio
Este libro tiene como objetivo ser una introducción y una modesta contribución para la comprensión de los Nombres Divinos. Refleja el conocimiento recibido de mi maestro, el sheikh Sidi Muhammad al-Jamal al-Rifa‘i, como así también el de otros maestros y eruditos.
Me gustaría expresar mi amor y especial agradecimiento a mi maestro, el sheikh Sidi Muhammad al-Jamal al-Rifa‘i, quien con infinita paciencia y gran amor me ha acompañado a través de las montañas y los valles de mi propio ser, mostrándome una y otra vez el verdadero sentido de lo que significaba convertirse en un verdadero ser humano.
Le agradezco sobre todo que haya sembrado en mi corazón las semillas de la confianza, dado que solía decirme una y otra vez, sin cansarse: ¡Todo se encuentra en tu interior, aprende a leer! Agradezco haber tenido el privilegio de pasar doce años con él y haber podido sentarme silenciosamente, en su presencia, meciéndome en la luz de su alma hermosa. En esos preciosos años nuestro vínculo se hizo muy profundo, ya que era su estudiante y su nuera. Guardo el recuerdo imborrable de aquellos años como un tesoro en mi corazón.
Sidi pertenece a la escuela de los sufíes Shaduliyya, una tradición sufí muy expandida que se origina en las enseñanzas del gran maestro sufí Abu al-Hasan ash-Shaduli, quien recibiera su iniciación de manos del distinguido maestro sufí marroquí ‘Abd as-Salām ibn Mashish y difundió sus conocimientos especialmente en Túnez y Egipto, donde fue enterrado en el año 1258.
El Shaduliyya es un camino espiritual que no promueve acciones espectaculares, sino que, en el plano externo, las acciones deben ser equilibradas, moderadas y armoniosas; mientras que en el plano interno, el buscador debe conectar su corazón con Allāh a través de la práctica de la remembranza. Este camino requiere que el buscador se involucre en la vida cotidiana: así el aspirante trabaja, tiene familia y pertenece a una comunidad. Es importante, además, que el desarrollo interno obtenido por el buscador se manifieste en el mundo a través de sus acciones.
Obviamente no es demasiado difícil lograr el equilibrio, ser digno y pacífico cuando se vive en soledad, en una ermita, pero sostener estas cualidades, mientras se vive entre la gente, requiere de magnanimidad, compostura, confianza, fuerza de voluntad y autocontrol; además, implica reflexión, contemplación y profundo amor. Aprender a conectarnos con nuestro ser interior y beber de nuestra sabiduría para ver la vida profundamente, con los ojos del corazón, en su estado primario y prístino, y en unidad con todo lo que es requiere de una profundísima transformación, dado que al ego le fascina ver desde una visión externa y superficial, e interpretar los sucesos como hechos fortuitos, es decir, fuera del ámbito de la Divinidad.
¿Qué es el sufismo?
El sufismo es un camino de autoconocimiento que nos brinda un método para descubrir nuestro propio ser, nuestro potencial y nuestros talentos, así como también una guía para encontrar nuestra verdadera realidad, revelándonos el milagro que somos.
El sufismo es un sendero que debe ser recorrido y experimentado. No se trata de un sistema teórico, producto de conclusiones o reflexiones, y dista mucho de serlo. Fue revelado por los Profetas y Mensajeros quienes encarnaron sus enseñanzas y fueron ejemplos vivientes de ellas, arribando a un estado de absoluto conocimiento.
En nuestro ser conviven dos fuerzas o anhelos, uno vertical: el amor a Dios, y otro horizontal: el amor por la humanidad y la Creación.
Cuando transitamos la vida sin que ésta tenga un sentido más profundo, sin saber para que vivimos ni donde estamos parados, nos sobrecogen las dudas, nos sentimos perdidos y confundidos, caminamos sin un propósito, simplemente reaccionando ante las circunstancias externas y apenas tomando aliento entre una circunstancia y otra.
Cada día transitamos una amplísima gama de estados de ánimo muy diferentes: podemos estar abiertos y amigables en un momento, y al segundo estar enojados y temerosos; ser honestos e inmediatamente después actuar con hipocresía, sentir coraje y a los minutos miedo, estar profundamente satisfechos e inmediatamente infelices, sentirnos tolerantes y luego quisquillosos, ser generosos y al rato mezquinos. ¿A qué se deben todos estos vaivenes? ¿Por qué ocurren? ¿Qué me pasa? ¿Qué hago con todo esto que me ocurre?
Cuanto más conocemos a Dios, más Lo amamos, de la misma manera en que la mejor forma de conocer a los seres humanos, es amándolos.
Las cualidades básicas que debemos cultivar para convertirnos en seres completos, son el amor y la compasión hacia los demás seres humanos. Estos sentimientos son lo suficientemente poderosos para liberarnos de las cadenas del aislamiento y para disolver esas emociones persistentes y apasionadas que nos separan de las otras personas y del resto del mundo. Purifican el corazón y liberan el espíritu de los obstáculos egocéntricos. Amar a nuestros semejantes requiere eliminar el egoísmo. Es una expansión que ocurre cuando limpiamos el corazón de las oscuras manchas que producen en él la codicia, la envidia y la arrogancia. Verdaderamente la empatía por todos los seres vivos y el amor hacia el prójimo son la base de la moral auténtica.
Desde la perspectiva ordinaria de separación, el ser humano es insignificante. Desde esa percepción, no somos nada; sin embargo, si vemos al género humano desde la perspectiva de la Unidad, de la realidad Divina, somos todo. Completarnos en el Uno, es sinónimo de perfección ya que formamos parte de ese Uno, somos una parte de la Creación. Es decir que dependiendo de la perspectiva que tomemos, y en relación a Dios, somos ‘nada’ o somos ‘todo’. En relación al universo, somos parte de esa Creación perfecta. En el centro de nuestro ser, cuya parte más externa es el ego, vibra la totalidad, nuestro núcleo Divino.
Los sufíes aspiran a atravesar su ser periférico, es decir, el ego, para conectarse y estar presentes en su centro Divino, buscando al mismo tiempo transformarse en seres completos. Este es el viaje que nos trae nuevamente a casa, desde el exilio hasta nuestro centro, a nuestro verdadero ser, a través del reconocimiento de la unidad de toda la existencia. Los puntos de referencia que guían este camino son el sendero espiritual y el centro.
Las facultades cognitivas son el obsequio más grande que le ha sido dado a la humanidad. El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allāh sean sobre él, dijo:
Dios no ha creado nada más noble que el poder de conocimiento y Su furia desciende sobre aquellos que lo desdeñan.
A nosotros los seres humanos, se nos han dado facultades cognitivas para poder discernir, pero los susurros de la tentación siempre ponen a prueba nuestra fuerza de voluntad. La voluntad humana es como el viento: si descansa en el arbitrio Divino, reflejará con claridad el eterno y perfecto océano luminoso que existe en nuestro interior; si la turbulencia del ego la agita, el reflejo del sol se verá alterado y el reflejo Divino distorsionado. La maldad o la desarmonía no son opuestas a Dios, son resistencias a Él. Todo lo que existe proviene de la misma fuente. La Divinidad contiene aambos: blanco y negro, femenino y masculino.
La dualidad existe para orientarnos en el mundo, no para quedar atrapados en ella. La dualidad existe en este mundo únicamente para guiarnos hacia la Unidad. La dualidad forma un mundo de aparentes polos opuestos que en realidad se complementan unos con otros, no siendo verdaderamente antagónicos. Todo lo que existe está entrelazado y forma parte de un patrón energético inseparable.
Utilizar y profundizar la práctica de los Nombres Divinos, especialmente, los que vienen en pares, aparentemente opuestos o complementarios, tales como Aḍ-Ḍār (el que crea daño), An-Nāfi‘ (el que crea lo que es útil) o Al-Qābiḍ (el que contrae), Al-Bāsiṭ (el que expande), nos ayuda a trascender el pensamiento lineal de la mente y a vislumbrar la interconexión que existe en toda la Creación.
Los sufíes se refugian en Dios hasta que pueden aceptar y reconocer al Amado en cualquier situación y con cualquier cualidad que se les presente en la vida, sea placentera o difícil, porque ven la realidad a través de la sabiduría del corazón. A medida que nuestra conciencia se expande y profundiza, nos vamos liberando del aislamiento que produce el ego y comenzamos a entender esta realidad más profundamente.
El camino consiste en ir guiando paulatinamente las características del ego desde la periferia hasta nuestro verdadero ser. La multiplicidad de manifestaciones externas tiene el propósito de ayudarnos a tomar el camino que conduce a las dimensiones internas, donde todo fluye hacia la Unidad, muere y renace.
Somos al mismo tiempo seres celestiales y terrenales. Encontrar el centro y el equilibrio entre las dos pulsiones que existen en nosotros es el sendero de los sufíes. Somos celestiales como los ángeles que solo pueden hacer el bien mientras alaban a Dios, y terrenales como los animales que siguen sus instintos y necesidades. Tanto los ángeles como los animales están determinados por sus naturalezas y no pueden elegir su camino. Sin embargo, a nosotros los seres humanos, se nos han dado capacidades intelectuales. Podemos comprender y reflexionar teniendo, consiguientemente, el deber y la carga de elegir. Dado que tenemos conciencia de nosotros mismos y de nuestras acciones, somos responsables por las consecuencias de nuestros actos. Si nos inclinamos hacia nuestro verdadero ser, nuestro ser Divino profundo –con toda la lucha que ello implica– nos elevamos sobre los ángeles porque hemos tomado una decisión consciente; si optamos por seguir nuestros impulsos y necesidades egoístas, descendemos por debajo de la vida animal.
La dignidad humana descansa en esta decisión consciente y en este esfuerzo. Paso a paso, momento a momento, incesantemente, vamos ganándola con firmeza la batalla al ego, transformándolo y adquiriendo los colores de las cualidades Divinas, yendo cada vez más profundo. De esta manera los seres humanos podemos alcanzar nuestro destino, nuestra verdadera naturaleza. Es por lo tanto esencial conocerse a uno mismo para poder usar los métodos correctos y eficientes que nos conducirán a nuestro verdadero ser, al amor, al significado verdadero de nuestra existencia, ¡al Gran Amado que está en nuestro interior, a nuestro alrededor y más allá de todo!
El gran poeta Rumi dio una excelente definición del ser humano: tiene cola de burro y alas de ángel.
Los seres humanos llevan en sí mismos la unidad de toda la existencia. Por ello han sido llamados el centro de la Creación.
¡Sé consciente de tu eternidad y del ‘instante atemporal’ que te brinda la remembranza de Allāh! Como dicen los sufíes, ¡Conviértete en la hija o el hijo del momento presente! y ¡no te preocupes por el mañana! Pues es únicamente en el instante presente e irremplazable, en el Divino ‘ahora’ que pertenecemos completamente a Dios.
Levántate y comienza a caminar, abre tu corazón, permítete rotar y girar dentro de la Divina perfección, sabiendo que todo viene de Él y regresa a Él. La meta de los sufíes es conocer a la Divinidad, devenir uno con Dios y disolver las cadenas del ego complaciente, egoísta y ansioso, focalizando en la fuerza unitiva del amor. Como dijera Rabi‘a al-‘Adawiyya:
Ni el miedo del infierno ni la esperanza del cielo son importantes, lo esencial es la experiencia de la belleza eterna de Dios.
La introspección y la purificación espiritual del corazón son prácticas esenciales para aquellos que buscan conocer la Divinidad, la Realidad eterna. Los sufíes denominan a esta lucha la ‘gran batalla’ o yihad un-nafs, la gran guerra, el gran esfuerzo personal focalizado en la lucha contra el ego herido que se esfuerza por lograr el aislamiento. Consecuentemente, la yihad es el ‘esfuerzo hecho para la Divinidad’ contra las pasiones egoístas y debilidades del ego.
El término yihad proviene del verbo yahada y significa esforzarse, luchar, trabajar sobre uno mismo, ejercer presión sobre sí para combatir el mal y elegir lo virtuoso. Requiere un gran esfuerzo de voluntad colmar al ego o nafs de compasión, de amor por nuestros semejantes, y de la comprensión que no somos islas, sino que los estados y situaciones por las que atraviesan los demás seres humanos están conectados con los nuestros; y la única forma de comprender esto es descubrir la fuente y esencia original que nos conecta a todos.
Así que si abro mi corazón lentamente y digo: Si, confianza, ven hacia mí, ven, amor, ven y ¡tócame! Tengo miedo de las consecuencias, tengo miedo que quizás venga también el dolor, pero quiero completarme, deseo arrojarme fuera de la separación y comenzar la lucha requerida para aprender a cuidarme y poder ser sanado! En este sentido la yihad es una ‘batalla sagrada y sanadora’ que continúa hasta que llega el tiempo en que el alma se transforma en un ‘alma en paz’.
Las prácticas comprenden oración, meditación, danza sagrada, música, jalwa (retiro espiritual) y dhikr (remembranza de Dios, conciencia de Dios). Pero el punto focal es siempre la vida cotidiana, la relación con otros seres humanos y las acciones. Este es el verdadero campo para la práctica y la reflexión.
Divide tu día en dos partes: desarrolla la cualidad de gratitud, shukr, absorbiendo las experiencias que te trae el día, y a la noche permanece haciendo la remembranza, dhikr, observando y contemplando las situaciones que tuviste durante la jornada, y desarrollando así el aprendizaje interior. La noche y el día son símbolos donde el ‘día’ es la capacidad que Dios ha dado a la humanidad para adquirir conocimiento a través de la conciencia y el intelecto, y la ‘noche’ es la intuición que brota del silencio y la devoción serena, y responde las preguntas de tu corazón.
Sura An-Naml, Las Hormigas (27:86)
pues, ¿es que no veían que somos Nosotros quienes hicimos para ellos la noche para que descansaran, y el día para que pudieran ver? […]
Los primeros pasos –que da el buscador para encaminarse hacia la Divinidad, luchando para abandonar el daño que causa su ego complaciente y egoísta– están muchas veces acompañados de una soledad desgarradora. Implica separarse de lo que es familiar y muchas veces también despedirse de relaciones pre-existentes.
Sura An-Nisāa’, Las Mujeres (4:100)
Yquien abandone el ámbito del mal por la causa de Dios hallará en la tierra muchos caminos de soledad, pero también abundante vida. […]
Para poder caminar en este sendero, el buscador necesita un maestro que haya caminado, que conozca las intrincadas trampas que tiende el ego y que se encuentre inmerso en el amor de Dios. También necesita compañeros que le den soporte y lo alienten.
El camino y la meta son la belleza, iḥsān. Iḥsān proviene de la palabra ḥusn que significa belleza y gracia; implica acercarse, vivir y realizar todo de la manera más hermosa posible, pues de acuerdo con la transmisión del Profeta, que la paz y las bendiciones de Allāh sean sobre él, iḥsān significa
venerar a Dios como si Lo vieras, pues aunque no Lo puedas ver, Él te puede ver a ti.
Iḥsān es la devoción completamente sincera a Dios y tiene lugar cuando el conocimiento y la voluntad personal se han fusionado completamente con la Divinidad.
El sufismo sostiene que ¡los seres humanos son la perfecta imagen del universo! Si miramos al universo y a la naturaleza, encontramos armonía, balance y paz. Entonces ¿por qué no encontramos armonía, balance y sobre todo paz entre la gente?
El ego está dotado de intelecto y libre albedrío, y utiliza estas facultades para obtener lo que desea y satisfacer sus apetitos lo mejor que puede. En su actitud egocéntrica, el nafs o ego rechaza el verdadero equilibrio sagrado y está dispuesto a destruir, no solo sus vínculos personales y sociales, sino también la naturaleza y el planeta entero para satisfacer sus apetitos. Sin embargo, a pesar que hacemos todo lo que está a nuestro alcance para lograr una satisfacción, seguimos sintiendo que algo nos falta, y esta sensación nos empuja constantemente en pos de lograr mayor ‘progreso’.
Nuestra verdadera identidad es mucho más que un conglomerado de apetitos y comportamientos. A pesar que, desde la genética, nuestra composición es muy similar a la de las piedras, plantas y animales, los seres humanos tenemos un centro, una esencia, una luz interna y un ser que nos distingue del resto de los seres vivos y que podemos alcanzar conscientemente, a través de nuestra mente y nuestro corazón.
Es a este ser que, con palabras adecuadas a las circunstancias de cada época, se han dirigido todos los Profetas y los grandes maestros. Aunque nuestra percepción de sus mensajes pueda diferir, todos muestran una misma y única Realidad. Sus enseñanzas no se dirigen a nuestras emociones, conducta o inteligencia. Sus palabras siempre están dirigidas a nuestra esencia que existe eternamente, desde el comienzo de los tiempos hasta el final sin final. Todo se transforma: nuestro cuerpo, ideas, pensamientos, vínculos, inclinaciones y objetivos, y sin embargo nuestro verdadero ser no muere, es eterno.
Entrar en sintonía con nuestro verdadero ser implica volvernos disponibles para cumplir nuestro verdadero destino. Primero debemos conectarnos con nuestra verdadera naturaleza, antes de que las formas más elevadas de energía puedan manifestarse con claridad y libres de distorsiones. El ego aislado nos convierte con suma frecuencia en esclavos de nuestras insignificantes y mezquinas necesidades e impulsos, es lento y perezoso.
Abandonar el ego y abrirse al verdadero ser significa ser tomado con fuerza por la veloz rotación del amor que repele todo lo pesado y atrae la luz Divina. Significa llevar en el corazón un compromiso con la humanidad y con el planeta, y en realidad con todo el universo. Significa enamorarse de sí mismo, de esta naturaleza Divina y eterna que vibra en nuestro centro y que, si lo permitimos, nos guiará a través de la vida con su gracia y misericordia sin límites. Es la batalla que emprendemos diariamente para que triunfen la luz, el amor, la bondad, la armonía, la tolerancia y la paz.
Esencialmente, todos los Profetas nos han traído el mismo mensaje: ¡conócete a ti mismo! El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allāh sean sobre él, también dijo:
¡Quién se conoce a sí mismo conoce a su Señor!
En nuestra naturaleza finita, nosotros que estamos sujetos a los cambios que trae el paso del tiempo, tenemos como destino iniciar el camino para descubrir la eternidad que también pulsa en nuestro ser.
El objetivo del sufismo es guiar a las personas para llegar a esta meta, iluminarlas y guiarlas a su santuario interior, hacia la energía Divina. El sendero es él del amor, y el amor se nutre a través de las prácticas espirituales y la sinceridad, hasta que el corazón y el espíritu comprenden el significado de la existencia.
El gran poeta Rumi dijo:
El resultado de mi vida está contenido en tres palabras únicamente: ¡era inmaduro, maduré, y fui consumido!
La sabiduría de los sufíes vibra en el corazón de todas las religiones, es un conocimiento profundísimo que en árabe se denomina ma‘rifa. Esta sabiduría utiliza la diferencia existente entre lo Absoluto y Sus manifestaciones, la esencia y la forma, lo interno y lo externo, para conectar y unir la Verdad, Ḥaqq, con el mundo, dunya. Reunión que tiene lugar en el corazón humano.
Los Nombres y Atributos Divinos
El objetivo de este libro es que se convierta en un manual de trabajo que contribuya a abrir un espacio fértil en el corazón del lector, donde germinen las semillas del anhelo y el amor por la belleza y majestuosidad de los Nombres Divinos, llegando eventualmente a experimentar la hermosura y dignidad de este mundo, vislumbrando la armonía y la majestuosidad del Creador y de esta manera sentirse hermanado con los demás seres humanos.
Todos los Nombres (o Atributos) Divinos reflejan los diferentes aspectos del Uno, del Amor que todo lo abarca: Allāh.
A través de los Nombres Divinos intentamos saborear la presencia de lo infinito en lo finito. Describen como acercarnos a Dios. Dado que han sido creados por Dios, no pueden contenerlo, pero a través de ellos, podemos conocerlo. Sin embargo, este conocimiento estará siempre limitado, por surgir de una evaluación humana. La única forma de acercarse a Dios es ‘adquirir’ los colores de Sus atributos, encaminándonos hacia nuestro propio perfeccionamiento y utilizando Sus atributos en nuestro ser, hasta que llegue el momento en que la luz Divina, a partir de la cual fuimos creados, brille a través de nuestro caparazón terrenal y nos transformemos nuevamente en aquello que fuimos originalmente –y en esencia somos– antes de venir a la tierra.
De acuerdo a los dichos de los sufíes, la repetición de los Nombres Divinos viste al nafs con los atributos Divinos. Al hacerlo contribuimos a que nuestra parte sagrada florezca; para ello el nafs, nuestra parte egoísta y complaciente, debe renunciar o transformar sus debilidades, prejuicios y hábitos negativos. La apertura y el despertar del corazón produce una expansión que nos permitirá sentirnos conectados, tocando y uniendo la Creación.
Dios está creando y recreando el mundo a cada instante, si así no lo hiciera, éste colapsaría; de modo que Él es el autor de cada manifestación. Las leyes de la naturaleza solo tienen efectividad entre Dios y Sus manifestaciones a través de los seres humanos quienes han sido creados para ser los puentes que unen el cielo y la tierra. Como representantes de Dios en la tierra, a los seres humanos se les ha otorgado tanto capacidad celestial para adquirir conocimiento, como capacidad terrenal para ejercer el libre albedrío. A través de su existencia, pueden traer armonía o desarmonía a este mundo.
Dios ha creado el mundo a partir de opuestos, y en él ha creado desigualdad deliberadamente para que podamos reunirnos y así enriquecernos adquiriendo conocimiento.
No es casual entonces que exista en la humanidad una multiplicidad infinita de opiniones e ideas. Se trata de un aspecto fundamental de nuestra existencia humana que ha sido establecido así por Dios. Si Él hubiera querido que solo compartiéramos un único punto de vista, se hubiera detenido el progreso y la posibilidad de crecimiento, hubiera quedado sin efecto el libre albedrío y la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, que dota a nuestra vida de sentido moral y fortaleza espiritual.
Con la creación del mundo nació simultáneamente su anhelo de retornar al estado original de Unidad. El oso es más fuerte que el hombre, los leopardos corren más rápido, los peces nadan mejor y cualquier pájaro vuela más alto; sin embargo, únicamente los seres humanos tienen la capacidad de guiar al mundo hacia la Unidad y conectar los cielos con la tierra en completa armonía.
Los seres humanos somos inquisidores e investigadores. Queremos comprender, saber, y asimismo, buscamos ser conocidos. Nuestra búsqueda puede tomar formas diversas, sin embargo, finalmente se sintetiza en una pura alabanza a Dios, aunque ésta llegue recién después de nuestro último suspiro. Al final, lo único que permanece es lo que está presente en todos los niveles de la existencia. Alabar a Dios y conocer a la Divinidad constituyen el verdadero significado de la Creación.
En este mundo no existe nada que nos sea ajeno. Todas las criaturas existentes están entrelazadas en nuestro propio ser e impregnan nuestro espíritu. Cuando reconocemos que somos el alma de la Creación, se abren para nosotros las puertas de la vida, y nuestros pensamientos, palabras y acciones pueden reflejar la Divina Verdad enraizada en toda la Creación.
La repetición de los Nombres Divinos, dhikr, es un ritual externo que debiera tener un significado interno; a la inversa, una actitud interna recibe su verdadero valor cuando se refleja en nuestras acciones.
Lo exterior impulsa siempre lo interno porque la tarea y el sentido de la vida se encuentran reuniendo y conectando todo lo externo con su verdad interior. Es el conocimiento del corazón que siempre tiene la capacidad de unir. Este es el camino de los sufíes.
Las acciones externas que realizamos dejan recuerdos a partir de los cuales surgen valores internos. La repetición habitual de rituales y prácticas espirituales fortalece y estabiliza la actitud interior, encaminándola hacia la unidad, hasta que cada vez más y más aspectos de nuestro ser participan de este proceso. Es como un remo que desciende regularmente al agua para darle al bote un impulso firme hacia su destino.
Existe unidad entre el significado y la forma; mientras no se unan, no tienen utilidad alguna, de la misma manera que el carozo del durazno no crecerá salvo que se plante con su cascarón. Rumi, “Fihi ma Fihi”
Para adquirir conocimiento verdadero, tenemos que elegir un camino espiritual. Debemos primero caminar y el conocimiento nos será dado más adelante. Los regalos que da Dios no pueden ser predichos ni planeados. Primeramente debemos arar la tierra, plantar las semillas y regarlas, luego vendrá el tiempo de cosechar. Debemos entonces arriesgarnos. Seguir las leyes espirituales no nos garantizará tener una vida fácil en este mundo, y sin embargo, una gran transformación tiene lugar cuando soltamos las creencias complacientes y nos abrimos para comenzar a transitar el sendero espiritual sin expectativas. Nuevas puertas se abren, nuestros puntos de vista y manera de pensar se transforman, conduciéndonos hacia una nueva actitud. No es posible pararse en la orilla tratando de entender el océano: debemos entrar al mar, comenzar a nadar y vivir la experiencia para poder adquirir el conocimiento que buscamos.
Sería extremadamente simplista, y opuesto al sentido y naturaleza del ser humano, contentarnos con cumplir con un cuerpo de leyes y delegarle a Dios la responsabilidad por nuestras acciones. El camino humano es –y sigue siendo– una aventura, un desafío, una prueba de coraje. No podemos tener seguridad basándonos en que seguimos las reglas y es inútil pedir garantías. Solo podemos aprender paso a paso, latido a latido, y ponernos en las manos de Dios incondicionalmente.
Sin embargo, el verdadero objetivo de la meditación y la oración no es la consecución de nuestros deseos. Sino que en realidad, es transformar nuestra voluntad para que pueda unirse con la voluntad Divina. Entonces la voluntad Divina podrá fluir a través del alma y transformarnos para que podamos aceptar nuestro destino como si hubiera sido elegido por nosotros. Rumi
Los 99 Nombres Divinos sirven para indicarnos la manera en que Dios puede ser visto y conocido en este mundo.
Ibn al-`Arabi nos explica:
Allāh dijo: “Yo era un tesoro escondido y deseaba ser conocido, así que concebí la Creación (humanidad) para Mí, para que Me conocieran a Mí a través Mio”. Los Nombres ocultos en Él anhelaban manifestarse y de esta manera, tal como el aliento se escapa del cuerpo cuando ha sido retenido por demasiado tiempo, los Nombres Divinos irrumpieron al exterior, desde la Divinidad permanentemente inaccesible, porque deseaban ser conocidos y amados.
Este proceso se describe como nafas ar-raḥmān, el aliento Divino que sopla a través de la Creación y permite que las palabras de Dios hagan su tarea. Los Nombres se encontraron con la no-existencia que los reflejaba como una multitud de espejos; en este sentido, hasta cierto punto, podemos decir que el mundo es un reflejo de los Nombres Divinos. Solo existe en tanto y en cuanto que su rostro –la cara del espejo– permanezca girado hacia Dios, sin lo cual se desvanecería porque depende absolutamente de Él. Y sin embargo, Dios permanece inalterable, intacto por el mundo, pudiendo la humanidad acercarse a Él únicamente a través de Su reflejo; por ello cada persona conoce a Dios a su manera, de acuerdo con los Nombres que más intensamente se manifiesten en ella.
Los 99 Nombres Divinos pulen el espejo del corazón para que podamos llegar a conocer al Creador, tanto en Su trascendencia, más allá del mundo creado, como en Su inmanencia, presente en todo lo que existe. Cada uno de los 99 Nombres Divinos es una expresión de amor que cura el corazón y por lo tanto, todo nuestro ser.
Los buscadores de la Verdad aprenden a entregarse a Dios en el ámbito interno, mientras que en el ámbito externo caminan por el sendero recto con paso firme y corazón despierto. Aprenden a aceptar las paradojas y a descubrir la Unidad que todo lo abarca debajo de la diversidad. Aprenden a transformarse en guerreros amorosos que caminan por el sendero del amor incondicional, cuya expresión externa es la bondad y la compasión hacia uno mismo y hacia los demás, y cuya expresión interna es la libertad.
Al repetir los Nombres Divinos, dhikr, el espejo del corazón se pule del óxido que le provocan los pensamientos y actividades mundanas, y así nuestra esencia, nuestra luz Divina puede mostrarse, libre de distorsiones en su total refulgencia.
Sobre la práctica de los Nombres Divinos
Se recomienda, especialmente al comienzo, repetir los Nombres Divinos en voz alta, de tal manera que podamos escucharnos a nosotros mismos. El Nombre Divino vibra, se mueve a través de nuestro cuerpo y por todo nuestro sistema. Lentamente, nuestra voz y la vibración inherente al Nombre comienzan a acercarse y la esencia del Nombre comienza a movernos.
Frecuentemente experimentamos diferentes formas de resistencia, pero al mismo tiempo un intenso eco comienza a resonar en nuestro interior. A veces, el Nombre Divino toca precisamente ese sitio donde nos sentimos separados –separados del alma y de la conciencia de su existencia, de nuestra familia, de nuestra comunidad, de la humanidad, de Dios, y de la existencia eterna que todo lo abarca. El campo del subconsciente es alcanzado porque es precisamente allí donde se encuentra la herida que causa la sensación de separación, esa herida que intentamos proteger a toda costa, a veces incluso de formas sumamente intrincadas.
La repetición silenciosa se recomienda especialmente una vez que el buscador se ha transformado en murīda (femenino) o murīd (masculino), es decir, cuando ha llegado a un punto en su camino en que desea poner todas sus energías, aspiraciones y voluntad en el camino hacia Allāh, hacia el Absoluto, hacia el Amor eterno, hacia el Amado.
Para llegar a las dimensiones más profundas de la existencia, es esencial olvidarse de uno mismo y abrirse para atravesar las barreras del ego nafs y así dejarse tocar por los Nombres Divinos.
Cuando trabajamos con los Nombres Divinos, podemos elegirlos para que toquen nuestra carencia o debilidad directamente, y así tomar conciencia de ello e integrarlo a la totalidad de nuestro ser, o, alternativamente, podemos elegir aquellos que estimulen y desarrollen una cualidad innata que ya está muy desarrollada en nosotros. Esta cualidad comienza entonces a esparcirse a través de todo nuestro ser, brindándonos la fortaleza necesaria para conectarnos con nuestras partes más débiles, nuestras áreas heridas.
Es importante en este proceso mantener una actitud equilibrada. La insistencia exagerada en aquello que carecemos puede dejarnos hambrientos, mientras que la concentración excesiva en aquella cualidad en la que tenemos fortaleza puede ser explotada por el ego. La inspiración que surge de los Nombres Divinos nos ayudará a descubrir nuestra verdadera naturaleza, ese ser y ese alma que es la imagen de Dios, transformándonos así en individuos intactos, integrados en la Divinidad. De esta manera lo Divino y lo humano, la misericordia y el amor se unen en nuestro interior.
Si un ser humano comienza su búsqueda de lo Absoluto, poniendo todo su empeño para ello, los Nombres Divinos se convierten en la puerta a través de la cual podrá entrar.
Si se concentra en lo relativo, es decir, en convertirse principalmente en un ser completo y enraizado ¡qué los Nombres Divinos le brinden las bendiciones y el amor que necesita!
La enfermedad y la sanación
El Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Allāh sean sobre él, dijo:
Allāh no ha hecho descender ninguna enfermedad sin originar una cura para ella.
La naturaleza femenina conoce la Unidad. Una mujer la siente instintivamente en su cuerpo. Sabe que todo está interconectado. Sabe que aunque las criaturas salgan de sus entrañas, de un mismo útero, pueden ser completamente diferentes, cada una de ellas un ser único e irrepetible, y sin embargo pertenecientes todas a una Única fuente. Así como es el ‘pequeño’ útero, es el ‘gran’ útero. Esta es la profunda sabiduría de lo femenino que conoce cómo funcionan los vínculos y percibe la interconexión existente en la Creación.
Esta sabiduría profunda no tiene cabida en la percepción racional, científica, analítica y mental del mundo que hemos construido, es por ello que a la mayoría de las mujeres no les queda otra opción que suprimir o dejar al margen esta sabiduría, anestesiándola y tratando, en su lugar, de imitar las formas de pensamiento y enfoques masculinos. Es precisamente a través de esta actitud espiritual de separación, que se infiltra en todos los ámbitos humanos, que hemos creado nuestra realidad presente. Sin embargo, si aprendemos a unir la sabiduría de lo femenino con la conciencia masculina, si desarrollamos una relación entre las partes y el todo, y entre el todo y el Uno, este nuevo conocimiento nos ayudará a sanar toda nuestra vida y también nuestro mundo, y se nos revelarán las formas necesarias para restaurar el equilibrio.
El mismo principio se aplica a nuestra sanación individual y eventual transformación en seres completos.
La mayor parte de las tensiones existentes en el mundo provienen de nosotros, los seres humanos, consiguientemente la solución también está en nuestras manos, con la ayuda de Allāh.
Para muchas personas ‘tener salud’ significa que el cuerpo y sus órganos funcionan sin fallas, mientras que ‘estar enfermo’ significa que una o varias partes del cuerpo están deterioradas o han dejado de funcionar. Consiguientemente deben ser restauradas o reemplazadas para que todo vuelva nuevamente a funcionar en forma normal. Cada persona es vista como un organismo aislado y limitado.
En occidente, esta es aún la aproximación dominante para el tratamiento de las enfermedades. Focaliza en la disfunción, en el órgano enfermo (por ejemplo, el hígado enfermo o la fractura del hueso), y no tiene en cuenta la totalidad de la persona, a saber las partes sanas que desean comprender lo que está sucediendo y que en realidad deberían participar en el proceso de sanación. Así en algunos idiomas como el alemán, un hospital se denomina ‘casa para los enfermos’ (Krankenhaus), mientras que en el idioma árabe un hospital se denomina ‘casa de sanación’ (mustashfa).
En las culturas no occidentales tradicionales, el concepto holístico del mundo se expresa naturalmente en la forma de vincularse con las cosas y también en la vida cotidiana. Se sobrentiende que todo está interconectado, de modo que todas las cosas se completan y dependen unas de otras, el nacimiento y la muerte, la salud y la enfermedad, la alegría y la tristeza. En estas culturas la sociedad se basa en los vínculos, mientras que en el occidente lo fundamental son los logros.
Esta comprensión de la vida también integra la muerte que no es vista como un fracaso, más allá del dolor que pueda provocar la partida, sino como una parte integrante de la vida. Lo más importante es que el paciente pueda morir en paz, habiéndose sanado, y en un estado de unidad. La sanación no conduce necesariamente a una prolongación de la vida; nuestra existencia trasciende el periodo comprendido entre el nacimiento y la muerte.
Uno de los cuentos sufíes más famoso nos narra la metáfora del río y el desierto. De manera poética y conmovedora, describe la transformación que tiene lugar cuando se recorre el sendero de crecimiento: para poder dar el último paso hacia la salvación, el ego debe ser sacrificado en aras del verdadero ser.
Un arroyo proveniente de su fuente en las montañas lejanas iba pasando sobre toda clase de terrenos, climas y paisajes, hasta que finalmente llegó a las arenas del desierto. De la misma manera en que en el pasado había atravesado todos los obstáculos, el arroyo intentó atravesar el que ahora se le presentaba, pero descubrió que por más que intentara cruzar el desierto a toda velocidad, sus aguas desaparecían en las arenas del desierto.
El arroyo estaba convencido que era su destino atravesar este desierto y sin embargo, por más que lo intentaba, no había manera de hacerlo. En ese momento una voz oculta, proveniente del mismo desierto, murmuró:
“El viento cruza el desierto y el río también lo puede hacer”.
El arroyo objetó que por más que se abalanzara a toda velocidad por el desierto, solo conseguía ser absorbido:
el viento podía volar, siendo esta la causa por la cual podía cruzar el desierto.
–Lanzándote de la forma en que acostumbras, no podrás cruzar. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te transporte para arribar a tu destino.”
–¿Pero cómo podría suceder esto?
–Permitiendo que el viento te absorba.
El arroyo no podía aceptar esta idea. Después de todo en el pasado nunca había sido absorbido. No quería perder su individualidad. Y si la perdía, ¿la recuperaría algún día? ¿Cómo podía saberlo?
La arena dijo: “El viento realiza esta función. Toma el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. El agua que cae como lluvia se convierte en río.”
–¿Cómo puedo saber si esto es verdad?
–Así es y si no lo crees no podrás convertirte más que en una ciénaga, e incluso en este caso te llevaría muchísimos años; y no es lo mismo un pantano que un río.
–¿Pero no podré permanecer siendo el mismo arroyo que soy hoy en día?
–Tú no podrás en ninguno de los dos casos permanecer siendo el mismo” dijo el murmullo. “Tu parte esencial será conducida y formará un nuevo arroyo. Aún hoy el nombre que recibes es tal porque tú no sabes aún cuál es tu parte esencial.
Cuando el arroyo escuchó esto, ciertas reminiscencias aparecieron en su memoria. Recordó vagamente un estado en el cual él o alguna parte de él –¿sería así?– había sido sostenido en los brazos del viento. También recordó –¿estaría de verdad recordando?– que esto era lo real, lo que verdaderamente debía hacer, en lugar de hacer lo que parecía obvio.
Yentonces el río elevó su vapor hacia los amorosos y acogedores brazos del viento que suave y sencillamente lo elevó y lo condujo a través del desierto, dejándolo caer suavemente muchas, muchas millas más adelante, en cuanto encontró la cima de una montaña. Y el río, debido a sus dudas, prestó mucha atención a todos los detalles de lo que sucedía, y pude recordar y reflexionar después, y al hacerlo advirtió que ahora sí, había descubierto su verdadera identidad.
El río estaba aprendiendo; pero las arenas le susurraron: “nosotras sabemos porque observamos que esto sucede día tras día, y porque, las arenas, nos extendemos desde el cauce del río hasta la montaña.”
Es por ello que se dice que el cauce en que el Río de la Vida transcurrirá su camino está escrito en la arena. Idries Shah
¿Qué diferencia existe entre la sanación y la curación?
Sanar es una acción que está conectada, tanto con la cualidad de totalidad, como con lo sacro. Estar sano y salvo significa estar integrado con la gran armonía de ser. Incluso en el caso extremo de la muerte, el proceso no se detiene a las puertas de la muerte, mientras que la humanidad como un ‘todo’ siempre resuena con el yo individual. Consecuentemente el bienestar individual es siempre materia de interés para toda la comunidad humana y verdaderamente para toda la Creación. El estado de profunda armonía individual se irradia y trae armonía a todos.
Cuando las personas son ‘curadas’ y pueden volver a ‘funcionar’, pero no han encontrado significado para su vida, conexión o integración en su comunidad, no ha sucedido una sanación en el sentido holístico. Cualquier enfermedad que experimentemos debiera darnos la oportunidad de devenir más humanos y acercarnos a nuestra perfección. Para ello necesitamos estar adecuada y significativamente acompañados, y recibir la medicina apropiada.
Los métodos y terapias de sanación holísticas, provenientes de la cultura islámica y de otras fuentes que tienen una visión holística, como los indios americanos, los tibetanos o los hindúes, se basan en la unidad existencial de todos los seres y en el conocimiento que todas las formas de existencia están entrelazadas.
Desde la perspectiva sufí, toda enfermedad proviene de una ‘separación’, de haber olvidado la unidad e interconexión existente entre todos los seres. La ilusión de separación puede manifestarse en el plano físico, psicológico, o emocional, apareciendo velos entre el cuerpo, el espíritu y el alma que reflejan esta separación, tanto en el interior de la persona enferma, como en el exterior, en sus vínculos con su familia o en sus relaciones sociales, trayendo como consecuencia una sensación de soledad, de aislamiento y la impresión de no pertenecer. Al no estar conscientes de su conexión con la Divinidad, se sienten perdidos y confundidos. Uno de los objetivos fundamentales de la sanación es disolver este aislamiento y reconectar nuevamente a la persona con la totalidad.
Todos los tratamientos, todas las formas de ayuda tienen como objetivo disolver los ‘velos de separación’, insertando y reconectando a la persona enferma, ayudándola a encontrar y abrazar de todo corazón su lugar en la vida. La sanación ocurre cuando la persona recobra la conciencia de su conexión con todos los niveles de su ser, enclavándose en la unidad de toda la existencia y encontrando su lugar nuevamente, en su interior y en el exterior.
Todo ser humano que nace en esta tierra trae consigo una contribución para el mundo. Cada ser humano es un regalo para la humanidad, para la Creación. Recordar nuevamente que estamos conectados nos da salud. El objetivo no es la independencia, sino la aceptación consciente del hecho que en el universo todo está interconectado, todas las criaturas se completan entre sí y son interdependientes.
A pesar que la enfermedad y el dolor no son siempre fáciles de tolerar, son parte de nuestra existencia humana. La enfermedad solo se convierte en sufrimiento cuando pensamos que es un castigo o un ‘exilio’, o cuando creemos que hemos sido malos y que debido a ello hemos sido condenados a tener una enfermedad o a sufrir un accidente, alguna desgracia o problema. Muchas veces este dolor es mucho más intenso que la enfermedad en sí misma. Creer que somos inadecuados, insuficientes o feos, y que por ello no merecemos las múltiples bendiciones Divinas es el castigo más severo que podemos infringirnos, sumando así la vergüenza, la culpa y el insulto al dolor y a la enfermedad.
Los sufíes consideran que la enfermedad es una de las muchas formas que Allāh elige para transformarnos en mejores seres humanos, más compasivos y más integrados. Es la puerta grande que se nos abre para permitirnos transformar el yo en nuestro verdadero ser. Las enfermedades, igual que la familia y la comunidad, son una de las muchas posibilidades que se nos brindan para conducirnos a la perfección que pulsa en todo nuestro ser. De acuerdo a la sabiduría sufí:
las enfermedades barren nuestras creencias complacientes de la misma manera en que los vientos del otoño hacen caer las hojas.
Lastimarse el dedo es doloroso, pero creer que es un castigo Divino, eso es sufrimiento. Pasamos muchísimo tiempo de nuestras vidas juzgándonos y sentenciándonos: juzgamos nuestra conducta, nuestro trabajo, nuestro pasado, y la mayoría de las veces llegamos a la conclusión que no somos suficientemente buenos, o que no sabemos lo suficiente o que realmente lo que hacemos no vale nada. Al nafs le encanta murmurar: tú no eres suficientemente bueno, en realidad lo que experimentaste no fue nada especial, lo que hiciste fue nuevamente de poco mérito, ¡no fue lo suficientemente bueno!
Al juzgarnos y dictar sentencia en nuestra contra, no solo cerramos las puertas que nos llevarían a un conocimiento más profundo de nosotros mismos, sino que no nos damos la oportunidad de crecer, de aprender verdaderamente de cada situación y poder integrar la experiencia a nuestro camino de maduración. Pero al nafs le encanta vivir y bañarse en la autocompasión, negándonos así la felicidad y cerrándonos el camino del conocimiento.
Si asumimos que pecar es divorciarnos de la posibilidad de completarnos, entonces juzgarnos y sentenciarnos es un pecado porque causa sufrimiento, nutre los velos relacionados con la autocompasión y nos separa del sendero hacia la luz Divina del alma.
Más aún nos aleja de la fe en la misericordia de Allāh,Ar-Raḥmān, y la compasión, Ar-Raḥīm, de la confianza en el completo perdón de Allāh, Al-Ghaffār, y del amor de Allāh,Al-Wadūd, como así también de Su infinita capacidad de transformarlo todo, Al-Qādir, y de Su guía a través del plan eterno, Ar-Rashīd. Pues Allāh creó el mundo de la multiplicidad a través del cual la Unidad se contempla a Sí misma, diseñó toda la Creación para la humanidad y creó la humanidad para Sí mismo.
Es de primordial importancia conocer –y en realidad recordar– la unidad existencial de todos los seres porque esa unidad es la herramienta para alcanzar la santidad y está enclavada a su vez en lo sacrosanto. Saber que nada en este mundo existe como realidad independiente, sino que es completamente dependiente de la existencia de la sustancia original prístina y oculta, develar su magnificencia es experimentar el éxtasis. La unión de los sentidos externos e internos equivale asimismo a unir la vida visible de esta tierra con la vida oculta del más allá.
¡Lee! Esta es la primera orden que surge del Sagrado Qur’ān. Significa asimismo contemplar, conocer, darse tiempo para absorber las cosas externas, unir el fluir de la vida con el aprendizaje interno, ver con el ojo interior del corazón, con todo nuestro ser, con nuestros ojos, oídos y corazón.
Utiliza la totalidad de tu ser para leer las señales y símbolos que están a tu alrededor, en los reinos vegetal, animal y mineral, en las nubes del cielo, en los movimientos y encuentros que suceden en tu vida, y llévalo todo a tu interior, a ese espacio donde las ideas externas y los símbolos externos te guían hacia tu verdad.
El sufismo se basa en nuestro ser real, en el centro estable y constante de nuestra existencia. Este centro no puede heredarse. Todo ser que habita la tierra tiene una fuente, un centro de estabilidad, y en los seres humanos ese centro está en el corazón.
Es por este motivo que el corazón ha sido considerado tan valioso por el sufismo y por todos los Profetas. Se entiende que es una puerta hacia los mundos invisibles, hacia el reino celestial, una puerta hacia el reino Divino. El corazón tiene la capacidad de unirlo todo. Mirar a través de los ojos del corazón es ver al universo como un todo orgánico, como una unidad. ¡Y esa Unidad es ALLĀH!
Sura Al-Ḥajj, La Peregrinación (22:46)
¿Acaso no han viajado por la tierra, de forma que sus corazones adquieran sabiduría, y sus oídos puedan oír? ¡Pues, ciertamente, no son los ojos los que se vuelven ciegos – sino que se vuelven ciegos los corazones que encierran los pechos!
En la sanación, la confianza y la intención que se llevan en el corazón son lo más importante. Irradia entonces confianza sabiendo que puedes ayudar. Si tu intención de ayudar y sanar es fuerte y suficientemente focalizada, va a imbuir a la persona con la que estás trabajando. Trabaja para las personas, no sobre ellas. Honra la importancia y significación de la situación o estado por el que están atravesando, mientras que al mismo tiempo reduces el peligro de ese estado. Verdaderamente transmitirles confianza a las personas ya es la mitad de la sanación.
Cualquiera sea la enfermedad, básicamente, podemos decir que es siempre lo que el organismo ha creado para reestablecer el balance y la armonía. El organismo siempre trabaja buscando una sanación holística. La persona humana está dotada de homeóstasis. Acompañar y dar soporte a un enfermo requiere fundamentalmente y en primer lugar cultivar un espacio de amor y confianza en el cual pueda darse la sanación y, por supuesto, exige además que el sanador tenga los conocimientos necesarios.
Siempre que formulas con claridad una intención antes de comenzar a hacer algo, atraes la energía de Unidad. ¡En la vida todo tiene un significado más profundo que el aparente! En la sanación, cuando el sanador escucha el cuerpo del paciente, se produce un diálogo natural desde una luz hacia la otra luz; esto es conocido por todos los sanadores. Cuando el ser sano y estable de una persona se comunica con el ser de otra persona, juntas pueden reorientar el cuerpo y el alma.
La sanación es siempre un tema espiritual. El desarrollo espiritual es entonces la aspiración que se manifiesta en nuestra vida y a nuestro alrededor. La salud significa estar en armonía con el mundo y experimentar al universo y a todas sus criaturas como provenientes de una misma sustancia, única y original; significa crecer más allá de la conciencia individual y trascenderla para sentir las vibraciones y corrientes del universo.
Esta verdad universal aparece en todas las tradiciones y en todos los tiempos. Su cara externa es la diversidad y la multiplicidad, sin embargo ambas confirman su universalidad y provienen de una única fuente; a pesar que la verdad despliega su fuerza creativa infinita en innumerables mundos y posibilidades, todos ellos reflejan la Verdad única.
Los sufíes consideran que todos los seres humanos pueden reconectarse nuevamente con la Divinidad, sanarse y transformarse en seres completos. Para cada persona existe una dimensión completa de sí mismo. Los seres humanos somos obras maestras complejas, cada ser es un universo con sus propias leyes, único en su existencia. Los sufíes utilizan diversas prácticas para restaurar la conexión necesaria para la sanación: oraciones, ayuno, danzas, música, trabajo corporal, técnicas de respiración y el poder de los Nombres Divinos. Este libro trata especialmente sobre el significado y la energía sanadora de los Nombres Divinos.
Sura Al-Inshiqāq, El Resquebrajamiento (84:19)
que [así también, Oh Hombres] avanzaréis vosotros de estadio en estadio.
Invariablemente nuestra rutina diaria es el campo de entrenamiento para nuestras vidas, el sitio donde nos transformamos. Sin embargo, sin una conexión con la Verdad más elevada, que todo lo abarca, nuestra vida carece de sustento, de sentido y de brillo.
Como maderas a la deriva, quedamos entonces expuestos a las corrientes, sin saber quienes somos ni hacia donde vamos. Permite que el Amor sea el fundamento de tu vida, resuelve tu relación con lo que te rodea de forma diferente a lo que hacías cuando obrabas desde el miedo y el aislamiento, sostiene una actitud amorosa hacia la vida y todas las criaturas del universo, y entonces todo fluirá nuevamente hacia ti. Pues todo lo que hacemos por los demás, lo hacemos también por nosotros mismos, y todo lo que hacemos por nosotros mismos, lo hacemos por los demás –tal es la ley de la Unidad. ¡Así que entrégate y confía!
Un beduino que tenía tres hijos, al estar próximo a su muerte, los reunió y les dijo: “Hijos quisiera legarles mis diecisiete camellos, pero insisto en distribuirlos de la siguiente manera: a ti mi primogénito te dejo la mitad, a ti mi segundo hijo te dejo una tercera parte y a ti mi hijo menor te dejo la novena parte.”
El beduino falleció y los herederos no podían ni siquiera imaginar como hacer la repartición. De cualquier manera que intentaban hacerla, parecía imposible. ¿Debían acaso sacrificar un camello y repartirlo? ¿Debían repartir solo algunos de ellos?
En eso, descubrieron a un anciano sufí, descansando con su camello debajo de una palmera y decidieron pedirle consejo. “Tomen mi camello ¡y tendrán dieciocho camellos!
Así lo hicieron. El hijo mayor recibió la mitad, nueve camellos, el segundo un tercio, seis camellos, y el menor la novena parte, dos camellos. Una vez finalizada la distribución, quedo un camello de más. El anciano sufí tomo su camello y prosiguió su camino con una sonrisa.
Eso es amor, confianza, libertad y certeza en Dios. ¡La sabiduría es dulce!