Los cuernos de don Friolera. Esperpento. - Ramón María del Valle-Inclán - E-Book

Los cuernos de don Friolera. Esperpento. E-Book

Ramón María Del Valle-inclán

0,0

Beschreibung

Los cuernos de don Friolera es una obra de teatro de Ramón María del Valle-Inclán perteneciente al subgénero del esperpento, tan cultivado por el autor. Narra las infidelidades de doña Loreta a su marido, el teniente Astete, con el barbero Pachequín. Cuando Astete se entera, trama venganza contra los adúlteros. La intervención de su hija complicará aún más sus planes.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 83

Veröffentlichungsjahr: 2020

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Ramón María del Valle-Inclán

Los cuernos de don Friolera. Esperpento.

 

Saga

Los cuernos de don Friolera. Esperpento.Cover image: Shutterstock Copyright © 1921, 2020 Ramón María del Valle-Inclán and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726485844

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

ESPERPENTO DE LOS CVERNOS *CUERNOS* DE DON FRIOLERA

DRAMATIS PERSONAE

DON ESTRAFALARIO Y DON MANOLITO, INTELECTUALES.

UN BULULÚ Y SUS CRISTOBILLAS.

EL TENIENTE DON FRIOLERA, DOÑA LORETA, SU MUJER Y MANOLITA FRUTO DE ESTA PAREJA.

PACHEQUIN, BARBERO MARCHOSO. DOÑA TADEA, BEATA COTILLONA. NELO EL PENEQUE, EL NIÑO DEL MELONAR Y CURRO CADENAS, MATUTEROS. DOÑA CALISTA LA DE LOS BILLARES. BARALLOCAS, MOZO DE LOS BILLARES. LOS TENIENTES DON LAURO ROVIROSA, DON GABINO CAMPERO Y DON MATEO CARDONA, EL CORONEL Y LA CORONELA. UN CIEGO ROMANCISTA. UN CARABINERO. MERLIN, PERRILLO DE LANAS. UNA COTORRA

 

LA ACCION EN SAN FERNANDO DEL CABO, PERLA MARINA DE ESPAÑA

[97]

ESPERPENTO DE LOS CVERNOS *CUERNOS* DE DON FRIOLERA

PROLOGO

(LAS FERIAS DE SANTIAGO EL VERDE, EN LA RAYA PORTUGUESA. EL CORRAL DE UNA POSADA, CON ENTRAR Y SALIR DE GENTES, TRATOS, OFERTAS Y PICARDEO. En el arambol del corredor, dos figuras asomadas: Boinas azules, vasto entrecejo, gozo contemplativo casi infantil y casi austero, todo acude a decir que aquellas cabezas son vascongadas. Y así es lo cierto. El viejo rasurado, expresión mínima y dulce de lego franciscano, es Don Manolito el Pintor: Su compañero, un espectro de antiparras y barbas, es el clérigo hereje que ahorcó los hábitos en Oñate:-La malicia ha dejado en olvido su nombre, para decirle Don Estrafalario-. Corren España por [98] conocerla, y divagan alguna vez proyectando un libro de dibujos y comentos.)

DON ESTRAFALARIO.- ¿Qué ha hecho usted esta mañana, Don Manolito? ¡Tiene usted la expresión del hombre que ha mantenido una conversación con los ángeles!

DON MANOLITO.- ¡Qué gran descubrimiento, Don Estrafalario! ¡Un cuadro muy malo, con la emoción de Goya y del Greco!

DON ESTRAFALARIO.- ¿Ese pintor no habrá pasado por la Escuela de Bellas Artes?

DON MANOLITO.- No ha pasado por ninguna escuela. ¡Hace manos de seis dedos, y toda clase de diabluras con azul, albayalde y amarillo!

DON ESTRAFALARIO.- ¡Debe ser un genio!

DON MANOLITO.- ¡Un bárbaro!... ¡Da espanto!

[99]

DON ESTRAFALARIO.- ¿Y dónde está ese cuadro, Don Manolito?

DON MANOLITO.- Lo lleva un ciego.

DON ESTRAFALARIO.- Ya lo he visto.

DON MANOLITO.- ¿Y qué?

DON ESTRAFALARIO.- Que si usted quiere, lo compraremos a medias.

DON MANOLITO.- El tuno que lo lleva, no lo vende.

DON ESTRAFALARIO.- ¿Se lo ha puesto usted en precio?

DON MANOLITO.- ¡Naturalmente! ¡Y se lo pagaba bien! ¡Llegué a ofrecerle hasta tres duros!

DON ESTRAFALARIO.- En cinco puede ser que nos lo deje.

[100]

DON MANOLITO.- Vale ese dinero. ¡Hay un pecador que se ahorca, y un diablo que ríe, como no los ha soñado Goya!... Es la obra maestra de una pintura absurda. Un Orbaneja de genio. El Diablo que saca la lengua y guiña el ojo, es un prodigio. Se siente la carcajada. Resuena.

DON ESTRAFALARIO.- También a mí me ha preocupado la carantoña del Diablo frente al Pecador. La verdad es que tenía otra idea de las risas infernales, había pensado siempre que fuesen de desprecio, de un supremo desprecio, y no: Ese pintor absurdo me ha revelado que los pobres humanos le hacemos mucha gracia al Cornudo Monarca. ¡Ese Orbaneja me ha llenado de dudas, Don Manolito!

DON MANOLITO.- Esta mañana apuró usted del frasco, Don Estrafalario. Está usted algo calamocano.

DON ESTRAFALARIO.- ¡Alma de Dios, para usted lo estoy siempre! ¿No comprende usted que si al Diablo le hacemos gracia los pecadores, la consecuencia [101] es que se regocija con la Obra Divina?

DON MANOLITO.- En sus defectos, Don Estrafalario.

DON ESTRAFALARIO.- ¡Que cae usted en el error de Manes! La Obra Divina está exenta de defectos. No crea usted en la realidad de ese Diablo que se interesa por el sainete humano, y se divierte como un tendero. Las lágrimas y la risa nacen de la contemplación de cosas parejas a nosotros mismos, y el diablo es de naturaleza angélica. ¿Está usted conforme, Don Manolito?

DON MANOLITO.- Póngamelo usted más claro, Don Estrafalario. ¡Explíquese!

DON ESTRAFALARIO.- Los sentimentales que en los toros se duelen de la agonía de los caballos, son incapaces para la emoción estética de la lidia: Su sensibilidad se revela pareja de la sensibilidad equina, y por caso de cerebración inconsciente, llegan a suponer para ellos una suerte igual a la de aquellos rocines destripados. Si [102] no supieran que guardan treinta varas de morcillas en el arca del cenar, crea usted que no se conmovían. ¿Por ventura los ha visto usted llorar cuando un barreno destripa una cantera?

DON MANOLITO.- ¿Y usted supone que no se conmueven por estar más lejos sensiblemente de las rocas que de los caballos?

DON ESTRAFALARIO.- Así es. Y paralelamente ocurre lo mismo con las cosas que nos regocijan: Reservamos nuestras burlas para aquello que nos es semejante.

DON MANOLITO.- Hay que amar, Don Estrafalario: La risa y las lágrimas son los caminos de Dios. Esa es mi estética, y la de usted.

DON ESTRAFALARIO.- La mía no. Mi estética es una superación del dolor y de la risa, como deben ser las conversaciones de los muertos, al contarse historias de los vivos. [103]

DON MANOLITO.- ¿Y por qué sospecha usted que sea así el recordar de los muertos?

DON ESTRAFALARIO.- Porque ya son inmortales. Todo nuestro arte nace de saber que un día pasaremos: Ese saber iguala a los hombres mucho más que la Revolución Francesa.

DON MANOLITO.- ¡Usted, Don Estrafalario quiere ser como Dios!

DON ESTRAFALARIO.- Yo quisiera ver este mundo con la perspectiva de la otra ribera. Soy como aquel mi pariente que usted conoció, y que una vez, al preguntarle el cacique, qué deseaba ser, contestó: Yo, difunto.

(EN EL CORRAL de la posada, y al cobijo del corredor, se ha juntado un corro de feriantes.-Bajo la capa parda de un viejo ladino revelan sus bultos los muñecos de un teatro rudimentario y popular. El Bululú teclea un aire de fandango en su desvencijada zanfoña, y el acólito, rapaz lleno de malicias, se [104] le esconde bajo la capa, para mover los muñecos. Comienza la representación.)

EL BULULÚ.- ¡Mi Teniente Don Friolera, saque usted la cabeza de fuera!

VOZ DE FANTOCHE.- Estoy de guardia en el cuartel.

EL BULULÚ.- ¡Pícara guardia! La bolichera, mi Teniente Don Friolera, le asciende a usted a coronel.

VOZ DE FANTOCHE.- ¡Mentira!

EL BULULÚ.- No miente el Ciego Fidel.

(EL FANTOCHE, con los brazos aspados y el ros en la oreja, hace su aparición sobre un hombro del compadre que guiña el ojo cantando al son de la zanfoña.)

EL BULULÚ.- ¡A la jota jota, y más a la jota, que Santa Lilaila parió una marmota! ¡Y la marmota parió un escribano con pluma y tintero de cuerno, [105] en la mano! ¡Y el escribano parió un escribiente con pluma y tintero de cuerno, en la frente!

EL FANTOCHE.- ¡Calla, renegado perro de Moisés! Tú buscas morir degollado por mi cuchillo portugués.

EL BULULÚ.- ¡Sóoo! No camine tan agudo, mi Teniente Don Friolera, y mate usted a la bolichera, si no se aviene con ser cornudo.

EL FANTOCHE.- ¡Repara, Fidel, que no soy su maido, y al no serlo no puedo ser juez!

EL BULULÚ.- Pues será usted un cabrón consentido.

EL FANTOCHE.- Antes que eso le pico la nuez. ¿Quién mi honra escarnece?

EL BULULÚ.- Pedro Mal-Casado.

EL FANTOCHE.- ¿Qué pena merece?

EL BULULÚ.- Morir degollado.

EL FANTOCHE.- ¿En qué oficio trata?

EL BULULÚ.- Burros aceiteros conduce en reata, ganando dineros. Mi Teniente Don Friolera, llame usted a la bolichera.

EL FANTOCHE.- ¡Comparece, mujer deshonesta!

UN GRITO CHILLÓN ¿Amor mío, por qué así me injurias?

EL FANTOCHE.- ¡A este puñal pide respuesta!

EL GRITO CHILLÓN ¡Amor mío, calma tus furias!

(POR EL OTRO hombro del compadre, hace su aparición una moña, cara de luna y pelo de estopa: En el rodete una rosa de papel. Grita aspando los brazos. Manotea. Se azota con rabioso tableteo la cara de madera.)

[107]

EL BULULÚ.- Si la camisa de la bolichera huele a aceite, mátela usted.

LA MOÑA.- ¡Ciego piojoso, no encismes a un hombre celoso!

EL BULULÚ.- Si pringa de aceite, dele usted mulé. Levántele usted el refajo, sáquele usted el faldón para fuera, y olisquee a qué huele el pispajo, mi Teniente Don Friolera. ¿Mi Teniente qué dice el faldón?

EL FANTOCHE.- ¡Válgame Dios, que soy un cabrón!

EL BULULÚ.- Dele usted, mi Teniente, baqueta. Zúrrela usted, mi Teniente, el pandero. Abrala usted con la bayoneta, en la pelleja un agujero. ¡Mátela usted si huele a aceitero!

LA MOÑA.- Vertióseme anoche el candil al meterme en los cobertores: ¡De eso me huele el fogaril, no de andar en otros amores! ¡Ciego mentiroso, [108] mira tú de no ser más cabrón, y no encismes el corazón de un enamorado celoso!

EL BULULÚ.- ¡Ande usted, mi Teniente, con ella! ¡Cósala usted con un puñal! Tiene usted, por su buena estrella, vecina la raya de Portugal.

EL FANTOCHE.- ¡Me comeré en albondiguillas el tasajo de esta bribona, y haré de su sangre morcillas!

EL FANTOCHE.- Convide usted a la comilona.

LA MOÑA.- ¡Derramas mi sangre inocente, cruel enamorado! ¡No dicta sentencia el hombre prudente, por murmuraciones de un malvado!

EL FANTOCHE.- ¡Muere, ingrata! ¡Guiña el ojo y estira la pata!

LA MOÑA.- ¡Muerta soy! ¡El Teniente me mata!

(EL FANTOCHE reparte tajos y cuchilladas con la cimitarra de Otelo: La corva hoja [109] reluce terrible sobre la cabeza del compadre. La Moña cae soltando las horquillas y enseñando las calcetas. Remolino de gritos y brazos aspados.)

EL BULULÚ.- ¡Mi Teniente, alerta, que con los fusiles están los civiles llamando a la puerta. Del Burgo, Cabrejas, Medina y Valduero, las cuatro parejas, con el aceitero!