Los empeños de una casa - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

Los empeños de una casa E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

0,0

Beschreibung

Los empeños de una casa es una comedia de capa y espada. En puesta en escena participó la misma Sor Juana Inés de la Cruz dejando atónitas a sus compañeras de claustro. Se estrenó el 4 de octubre de 1683, en ocasión de la entrada del arzobispo Francisco Aguiar y Seijas en la ciudad de México. Esta obra narra la historia de dos hermanos, Don Pedro y Doña Ana, que viven juntos en Toledo. Ambos están enamorados y deberán pasar por una serie de equívocos y enredos antes de conseguir, por medio de estratagemas, seducir a sus amados. El argumento, propio del siglo XVII en que fue escrita la obra, encuentra, gracias a la originalidad de su autora, un final impredecible donde se unen lo real y lo alegórico. Los empeños de una casa no es únicamente una comedia de enredo. Es también una comedia de caracteres. En ella la naturaleza de sus personajes define dos mundos morales totalmente opuestos: - por un lado, encontramos uno propiamente moral, del que forman parte la pareja de enamorados Leonor-Carlos, una dama y un galán que se comportan de acuerdo a su condición social - y, por otro, el mundo inmoral de los celos, la envidia, la hipocresía, la ambición…, formado esencialmente por la pareja de hermanos Ana-Pedro.Los empeños de una casa es una clara referencia a la comedia Los empeños de un acasode Pedro Calderón de la Barca. Ya fuera como reclamo hacia el auditorio, o como sentido homenaje al dramaturgo madrileño, pone de manifiesto la cultura letrada que poseía Sor Juana. El manejo de la autora de los modelos teatrales, en este caso del modelo calderoniano para la comedia de capa y espada. Demuestra su saber hacer y una elección consciente de sus fórmulas dramáticas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 127

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Sor Juana Inés de la Cruz

Los empeños de una casa

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los empeños de una casa.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard. S.L.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-1126-982-7.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-623-9.

ISBN ebook: 978-84-9953-313-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

Capa y espada 9

Los empeños de una casa 11

Personajes 12

Introducción 13

Sigue inmediatamente la comedia 37

Personajes 38

Jornada primera 39

Sainete primero de palacio 79

Personajes 80

Sainete primero 81

Jornada segunda 91

Personajes 134

Sainete segundo 135

Jornada tercera 145

Libros a la carta 205

Brevísima presentación

La vida

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). México.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació en 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Era hija de padre vasco y madre mexicana.

Empezó a escribir a los ocho de edad una loa al Santísimo Sacramento. Aprendió latín en veinte lecciones, que le dictó el bachiller Martín de Olivas. A los dieciséis años ingresó en el Convento de Santa Teresa la Antigua y posteriormente en el de San Jerónimo.

En plena madurez literaria, criticó un sermón del padre Vieyra. Ello provocó que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz le escribiera exigiéndole que abandonase la literatura y se dedicase por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una epístola autobiográfica, en la que proclamó los derechos de la mujer. No obstante, obedeció y renunció a su enorme su biblioteca, sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Murió el 17 de abril de 1695.

Capa y espada

Comedia de capa y espada, en cuya representación participó la misma autora dejando atónitas a su compañeras de claustro. Esta obra narra la historia de dos hermanos, don Pedro y doña Ana, que viven juntos en Toledo. Ambos están enamorados y deberán pasar por una serie de equívocos y enredos antes de seducir a sus amados por medio de estratagemas. El argumento, propio del siglo XVII en que fue escrita la obra, tiene un inesperado final en que se unen lo real y lo alegórico.

Los empeños de una casa

Personajes

El Acaso

El Mérito

La Dicha

La Diligencia

La Fortuna

Música

Introducción

(Sale la Música.)

Música Para celebrar cuál es

de las dichas la mayor,

a la ingeniosa palestra

convoca a todos mi voz.

¡Venid al pregón:

atención, silencio, atención, atención!

Siendo el asunto, a quién puede

atribuírse mejor,

si al gusto de la Fineza,

o del Mérito al sudor,

¡venid todos, venid, venid al pregón

de la más ingeniosa, lucida cuestión!

¡Atención, silencio, atención, atención!

(Salen el Mérito y la Diligencia, por un lado; y por otro la Fortuna y el Acaso.)

Mérito Yo vengo al pregón; mas juzgo

que es superflua la cuestión.

Fortuna Yo, que tanta razón llevo,

a vencer, no a lidiar voy.

Acaso Yo no vengo a disputar

lo que puedo darme yo.

Música ¡Venid todos, venid, venid al pregón

de la más ingeniosa, lucida cuestión!

¡Atención, silencio, atención, atención!

Mérito Sonoro acento que llamas;

pause tu canora voz.

Pues si el asunto es, cuál sea

de las dichas la mayor,

y a quién debe atribuírse

después su consecución,

punto que determinado

por la natural razón

está ya, y aun sentenciado

—como se debe— a favor

del Mérito, ¿para qué

es ponerlo en opinión?

Diligencia Bien has dicho. Y pues lo eres

tú, y yo parte tuya soy,

que la Diligencia siempre

al Mérito acompañó;

pues aunque Mérito seas,

si no te acompaño yo,

llegas hasta merecer,

pero hasta conseguir, no

—que Mérito a quien, de omiso,

la Diligencia faltó,

se queda con el afán,

y no alcanza el galardón—;

pero supuesto que agora

estamos juntos los dos,

pues el Mérito eres tú

y la Diligencia yo,

no hay que temer competencias

de Fortuna.

Fortuna ¿Cómo no,

pues vosotros estrechar

queréis mi jurisdicción;

mayormente cuando traigo

al Acaso en mi favor?

Mérito ¿Pues al Mérito hacer puede

la Fortuna, oposición?

Fortuna Sí; pues ¿cuándo la Fortuna

al Mérito no venció?

Diligencia Cuando al Mérito le asiste

la Diligencia.

Acaso ¡Qué error!

Pues a impedir un Acaso,

¿qué Diligencia bastó?

Diligencia Muchas veces hemos visto

que puede la prevención

quitar el daño al Acaso.

Acaso Si se hace regulación,

las más veces llega cuando

ya el Acaso sucedió.

Mérito Fortuna, llevar no puedo,

que quiera tu sinrazón

quitarme a mí de la Dicha

la corona y el blasón.

Ven acá. ¿Quién eres para

oponerte a mi valor,

más que una deidad mentida

que la indignación formó?

Pues cuando en mi tribunal

los privo de todo honor,

se van a ti los indignos

en grado de apelación.

¿Eres tú más que un efugio

del interés y el favor,

y una razón que se da

por obrar la sinrazón?

¿No eres tú del desconcierto

un mal regido reloj,

que si quiere da las veinte

al tiempo de dar las dos?

¿No eres tú de tus alumnos

la más fatal destrucción,

pues al que ayer levantaste

intentas derribar hoy?

¿Eres más...?

Fortuna ¡Mérito, calla;

pues tu vana presunción,

en ser discurso se queda,

sin pasar a oposición!

¿De qué te sirve injuriarme,

si cuando está tu furor

envidiando mis venturas,

las estoy gozando yo?

Si sabes que, en cualquier premio

en que eres mi opositor,

te quedas tú con la queja

y yo con la posesión,

¿de qué sirve la porfía?

¿No te estuviera mejor

el rendirme vasallaje

que el tenerme emulación?

Discurre por los ejemplos

pasados. ¿Qué oposición

me has hecho, en que decir puedas

que has salido vencedor?

En la destrucción de Persia,

donde asistí, ¿qué importó

tener Darío el derecho,

si ayudé a Alejandro yo?

Y cuando quise después

desdeñar al Macedón,

¿le defendió de mis iras

el ser del mundo señor?

Cuando se exaltó en el trono

Tamorlán con mi favor,

¿no hice una cerviz real

grada del pie de un pastor?

Cuando quise hacer a César

en Farsalia vencedor,

¿de qué le sirvió a Pompeyo

el estudio y la razón?

Y el más hermoso prodigio,

la más cabal perfección

a que el Mérito no alcanza,

a un Acaso se rindió.

¿Quién le dio el hilo a Teseo?

¿Quién a Troya destruyó?

¿Quién dio las armas a Ulises,

aunque Ayax las mereció?

¿No soy de la paz y guerra

el árbitro superior,

pues de mi voluntad sola

pende su distribución?

Diligencia No os canséis en argüir;

pues la voz que nos llamó,

de oráculo servirá,

dando a nuestra confusión

luz.

Acaso Sí, que no Acaso fue

el repetir el pregón:

Música ¡Atención, atención, silencio, atención!

Mérito Voz, que llamas importuna

a tantas, sin distinguir;

¿a quién se ha de atribuir

aquesta ventura?

Música A una.

Fortuna ¿De cuáles, si son opuestas?

Música De éstas.

Diligencia ¿Cuál? Pues hay en el teatro...

Música Cuatro.

Acaso Sí, ¡mas a qué fin rebozas?

Música Cosas.

Fortuna Aunque escuchamos medrosas,

hallo que van pronunciando

los ecos que va formando:

Música A una de estas cuatro cosas.

Mérito ¿Mas quién tendrá sin desdicha...?

Música La Dicha.

Fortuna Si miro que para quien...

Música Es bien.

Mérito ¿A quién es bien que por suya...?

Música Se atribuya.

Diligencia Pues de fuerza ha de ser tuya;

que juntando el dulce acento,

dice que al Merecimiento...

Música La Dicha es bien se atribuya.

Acaso ¿Se dará, sin embarazo...?

Música Al Acaso.

Acaso ¿Y qué pondrá en consecuencia?

Música Diligencia.

Acaso Sí; mas ¿cuál es fundamento?

Música Merecimiento.

Acaso Y lo logrará oportuna..

Música Fortuna.

Acaso Bien se ve que solo es una

pero da la preeminencia...

Música Al Acaso, Diligencia,

Merecimiento y Fortuna.

Mérito Atribuirlo a un tiempo a todas,

no es posible; pues confusas

sus cláusulas con las nuestras

confunden lo que articulan.

Vamos juntando los ecos

que responden a cada una,

para formar un sentido

de tantas partes difusas.

Fortuna Bien has dicho, pues así

se penetrará su oscura

inteligencia.

Acaso Con eso

podrá ser que se construya

su recóndito sentido.

Diligencia Pues digamos todas juntas

con la Música, ayudando

las cláusulas que pronuncia.

(Cantan todos.)

Todos «A una de estas cuatro cosas

la Dicha es bien se atribuya:

al Acaso, Diligencia,

Merecimiento y Fortuna.»

Mérito Nada responde, supuesto

que ha respondido que a una

se le debe atribuir,

con que en pie deja la duda;

pues no determina cuál.

Fortuna Sin duda, que se reduzca

a los argumentos quiere.

Acaso Sin duda, que se refunda

en el Acaso, es su intento.

Diligencia Sin duda, que se atribuya.

pretende a la Diligencia.

Mérito ¡Oh qué vanas conjeturas,

siendo el Mérito primero.

Fortuna Si no lo pruebas, se duda.

Mérito Bien puede uno ser dichoso

sin tener Merecimiento;

pero este mismo contento

le sirve de afán penoso;

pues siempre está receloso

del defecto que padece,

y el gusto le desvanece,

sin alcanzarlo jamás.

Luego no es dichoso, más

de aquél que serlo merece.

Música ¡Que para ser del todo

feliz, no basta

el tener la ventura,

sino el gozarla!

Fortuna Tu razón no satisfaga;

pues antes, de ella se infiere

que la que el Mérito adquiere

no es ventura, sino paga.

Y antes, el deleite estraga,

pues como ya se antevía,

no es novedad la alegría.

Luego, en sentir riguroso,

solo se llama dichoso

el que no lo merecía.

Música ¡Que para ser del todo

grande una dicha,

no ha de ser esperada

sino improvisa!

Acaso Del Acaso, una sentencia

dice que se debe hacer

mucho caso, pues el ser

pende de la contingencia.

Y aun lo prueba la evidencia,

pues no se puede dar paso

sin que intervenga el Acaso;

y no hacer de él caso, fuera

grave error; pues en cualquiera

caso, hace el Acaso al caso.

Música ¡Porque ordinariamente,

son las venturas

más hijas del Acaso

que de la industria!

Diligencia Este sentir se condena;

pues que es más ventura, es llano,

labrarla uno de su mano,

que esperarla de la ajena.

Pues no podrán darle pena

riesgos de la contingencia,

y aun en la común sentencia

se tiene por más segura;

pues dice que es la ventura

hija de la Diligencia.

Música ¡Y así, el temor no tiene

de perder dichas,

el que, si se le pierden,

sabe adquirirlas!

Mérito Aunque, a la primera vista,

cada uno —al parecer—

tiene razón, es engaño;

pues de la Dicha el laurel

solo al Mérito le toca,

pues premio a sus sudor es.

Música ¡No es!

Mérito ¡Sí es!

Diligencia No es, sino con digno premio

de la Diligencia; pues

si allá se pide de gracia,

aquí como deuda es.

Música ¡No es!

Diligencia ¡Sí es!

Acaso No es tal; porque si el Acaso

su causa eficiente es,

claro está que será mía,

pues soy yo quien la engendré.

Música ¡No es!

Acaso ¡Sí es!

Mérito Baste ya, que esta cuestión

se ha reducido a porfía;

y pues todo se vocea

y nada se determina,

mejor es mudar de intento.

Fortuna ¿Cómo?

Mérito Invocando a la Dicha;

que, pues la que hoy viene a casa

se tiene por más divina

que humana, como deidad

sabrá decir, de sí misma,

a cuál de nosotros cuatro

debe ser atribuida.

Fortuna Yo cederé mi derecho,

solo con que ella lo diga.

Mas ¿cómo hemos de invocarla,

o adónde está?

Diligencia En las delicias

de los Elíseos, adonde

solo es segura la Dicha.

Mas ¿cómo hemos de invocarla?

Acaso Mezclando, con la armonía

de los Coros, nuestras voces.

Diligencia Pues empezad sus festivas

invocaciones, mezclando

el respeto a la caricia.

(Cantan y representan.)

Mérito ¡Oh Reina del Elíseo coronada!

Fortuna ¡Oh Emperatriz de todos adorada!

Diligencia ¡Común anhelo de las intenciones!

Acaso ¡Causa final de todas las acciones!

Mérito ¡Riqueza, sin quien pobre es la riqueza!

Fortuna ¡Belleza, sin quien fea es la belleza!

Mérito Sin quien Amor no logra sus dulzuras.

Fortuna Sin quien Poder no logra sus alturas.

Diligencia Sin quien el mayor bien en mal se vuelve.

Acaso Con quien el mal en bienes ser resuelve

Mérito ¡Tú, que donde tú asistes no hay desdicha!

Fortuna En fin, ¡tú, Dicha!

Acaso ¡Dicha!

Diligencia ¡Dicha!

Mérito ¡Dicha!

Todos ¡Ven, ven a nuestras voces;

porque tú misma

solo, descifrar puedes

de ti el enigma!

(Dentro suena un clarín.)

Música ¡Albricias, albricias!

Todos ¿De qué las pedís?

Música De que ya benigna

a la invocación

se muestra la Dicha.

¡Albricias, albricias!

(Córrense dos cortinas, y aparece la Dicha, con corona y cetro.)

Mérito ¡Oh, qué divino semblante!

Fortuna ¡Qué beldad tan peregrina!

Diligencia ¡Qué gracia tan milagrosa!

Acaso ¿Pues cuándo no fue la Dicha

hermosa?

Mérito Todas los son;

mas ninguna hay que compita

con aquésta. Pero atiende

a ver lo que determina.

Dicha Ya que, llamada, vengo

a informar de mí misma,

y a ser de vuestro pleito

el árbitro común que lo decida;

y pues es la cuestión,

a quién mejor, la Dicha,

por razones que alegan,

de los cuatro, ser debe atribuida;

el Mérito me alega

tenerme merecida,

como que equivalieran

a mi valor sagrado sus fatigas;

la Diligencia alega

que en buscarme me obliga,

como que humana huella

pudiera penetrar sagradas cimas;

la Fortuna, más ciega,

de serlo se acredita,

pues quiere en lo sagrado

tener jurisdicciones electivas;

y el Acaso, sin juicio

pretende, o con malicia,

el que la Providencia

por un acaso se gobierne y rija.

Y para responderos

con orden, es precisa

diligencia, advertiros

que no soy yo de las vulgares dichas;

que ésas, la Diligencia

es bien que las consiga,

que el Mérito las gane,

que el Acaso o Fortuna las elijan;

mas yo mido, sagrada,

distancias tan altivas,

que a mi elevado solio

no llegan impresiones peregrinas.

Y ser yo de Fortuna

dádiva, es cosa indigna;

que de tan ciegas manos

no son alhajas dádivas divinas.

Del Mérito, tampoco;

que sagradas caricias

pueden ser alcanzadas,

pero nunca ser pueden merecidas.

Pues soy —mas con razón

temo no ser creída,

que ventura tan grande

aun la dudan los ojos que la miran—

la venida dichosa

de la Excelsa María

y del Invicto Cerda,

que eternos duren y dichosos vivan.

Ved si a Dicha tan grande

como gozáis podría

Diligencia ni Acaso,

Mérito ni Fortuna, conseguirla.

Y así, pues pretendéis

a alguno atribuirla,

solo atribuirse debe

tanta ventura a Su Grandeza misma,

y al José generoso

que, sucesión florida,

a multiplicar crece

los triunfos de su real progenie invicta.

Y pues ya conocéis

que, a tan sagrada Dicha,

ni volar la esperanza,

ni conocerla pudo la noticia,

al agradecimiento

los júbilos se sigan,

que si no es recompensa,

de gratitud al menos se acredita.

Mérito Bien dice; celebremos

la gloriosa venida

de una dicha tan grande

que en tres se multiplica.

Y alegres digamos

a su hermosa vista:

¡Bien venida sea

tan sagrada Dicha,

que la Dicha siempre

es muy bien venida!

Música ¡Bien venida sea;

sea bien venida!

Fortuna Bien venida sea

la Excelsa María,

diosa de la Europa,

deidad de las Indias.

Acaso Bien venido sea

el Cerda, que pisa

la cerviz ufana

de América altiva.

Música ¡Bien venida sea;

sea bien venida!

Mérito Bien en José venga

la Belleza misma,

que ser más no puede

y a crecer aspira.

Música ¡Bien venida sea;

sea bien venida!

Fortuna Y a ese bello Anteros

un Cupido siga,

que sus glorias parta