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Iesod, cuyo nombre en hebreo significa fundamento, base, es la novena séfira en el Árbol de la Vida de la Cábala. En su región superior, reina el Señor Chadai El Hai. Cerca de Él, se encuentra el orden angélico de los Kerubim (los Ángeles de la religión cristiana), a su cabeza el arcángel Gabriel. La parte material de Iesod es la Luna que en su dimensión espiritual simboliza la pureza... Se dice en los Evangelios: Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Dios, es decir, la plenitud de todos los sefirots: es decir la ciencia, la comprensión y la penetración de Hod; los perfumes, los colores, la belleza y los encantos celestiales de Netzach; la luz y el esplendor de Tipheret; el poder de Geburah, la victoria sobre todas las dificultades, sobre todos los enemigos interiores y exteriores; la protección, la justicia, la bondad y la generosidad de Hesed; la estabilidad y la tenacidad de Binah, el conocimiento del Karma y de los destinos; la sabiduría eterna y la armonía inexpresable de Hochmah; la omnipotencia de Kether. Y Iesod, la base, recibe las virtudes de todos estos sefirots, es una condensación, una síntesis de las virtudes de todos los sefirots. Por ello se le llama la base. Porque la pureza es la base de todas las realizaciones espirituales.
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Seitenzahl: 369
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
LOS MISTERIOS DE IESODlos fundamentos de la vida espiritual
Título original:
LES MYSTÈRES DE IÉSOD
Les fondements de la vie spirituelle
Traducción del francés
ISBN 978-84-10379-05-3
© Copyrightreservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es
I Iesod refleja las virtudes de los demás sefirot
Los seres humanos tienen múltiples ocupaciones: estudian, trabajan, construyen, se casan, tienen hijos, un oficio... Pero si les preguntáis: “¿Estáis satisfechos?, ¿sois felices?”, os responderán que, a pesar de todo lo que poseen, sienten que les falta algo. Y, ¿qué les falta? Deleitarse. Simplemente eso, deleitarse. Les falta ese elemento sutil, misterioso, que da la felicidad y la plenitud; tanto si coméis, como si paseáis, trabajáis, o hacéis cualquier otra cosa. Sí, cuando poseéis este elemento, hasta las ocupaciones más insignificantes os procuran gozo y plenitud, porque este elemento lo transforma todo.
Para que lo comprendáis mejor os pondré el ejemplo de un muchacho. Estudia, trabaja, pero encuentra que la vida no tiene nada de extraordinario, nada le maravilla, todo le deja indiferente. Pero he ahí que un buen día se enamora de una linda muchacha, y todo cambia: ve el mundo de otra manera, y todo le habla, las flores, los pájaros, el sol, las estrellas. En realidad el mundo no ha cambiado, pero él posee en su interior un nuevo elemento que todo lo embellece, que hace que los objetos y los seres ya no sean los mismos. Y entonces, si algo le hace perder su amor, si esta muchacha le engaña o le abandona, el mundo vuelve a apagarse, y aunque brille el sol, él no lo verá porque, de nuevo, vivirá entre tinieblas. Mientras que antes, aunque lloviera o granizara, vivía en un paraíso; lo encontraba todo maravilloso, no se daba cuenta de las privaciones ni de las injurias, iba por las calles feliz y lleno de gozo; se sentía poeta, músico, se extasiaba ante todo; poseía ese elemento que todo lo embellece y todo lo armoniza: el amor.
Conocemos estos fenómenos, pero son muy pocos los que se han propuesto descifrarlos para obtener de ellos una verdadera enseñanza. El amor lo embellece todo. Pero, ¿es posible encontrar ese elemento que todo lo transforma sin que se esté enamorado de un hombre o de una mujer (con los que uno siempre corre el riesgo de sufrir una decepción)? Si os doy este ejemplo es para haceros comprender que el amor es capaz de cambiar nuestra manera de ver las cosas, aunque también existen otros elementos capaces de hacerlo. ¡Si creéis que los Iniciados recurren solamente al amor como los poetas, los músicos y los artistas, que se imaginan que necesitan estar enamorados para obtener temas de inspiración haciendo después todo tipo de locuras! No, los Iniciados, que han estudiado esta cuestión, han descubierto que se puede ir aún más lejos, subir más alto para encontrar la inspiración y la plenitud en un elemento estable, eterno, que, una vez alcanzado, ya no podemos perder. Este elemento es una partícula sutil, imponderable; pero que cuando entra dentro del corazón, en el alma humana, hace que todas las cosas adquieran las dimensiones del universo. Para obtenerlo hay que trabajar, rezar, meditar durante mucho tiempo, pero cuando viene a instalarse, todo lo transforma.
Evidentemente, el amor puede ayudar a obtenerlo. Suponed que amáis a una muchacha encantadora; gracias a todo lo que ella os inspira puede ayudaros a encontrar este elemento, pero no lo encontraréis en ella. Y hasta la poesía y la música son, a menudo, incapaces de aportaros este elemento. He conocido a muchos artistas que aún se sentían vacíos. Estaban satisfechos en la medida de sus posibilidades, pero sentían siempre que les faltaba algo. Mientras que aquellos que han buscado muy arriba, en lo más alto del universo, y que han logrado captar este elemento, consiguen triunfar cualesquiera que sean las condiciones en las que la vida pueda situarles.
Por ello no debéis buscar jamás vuestra verdadera felicidad ni la solución de vuestros problemas en los planos inferiores, porque ni la materia física ni la materia etérica poseen los elementos que el alma y el espíritu necesitan. Debéis buscar muy arriba, pedir y reclamar muy alto, y cuando recibáis este elemento, él será capaz de proveeros de todo y, sobre todo, de proporcionaros el deleite de las cosas. Así pues, además de todo lo que el plano físico puede daros, este elemento os aportará la alegría, la inspiración, la beatitud. Esperoque me comprendáis.
La comida y la bebida os dan lo que pueden, pero no más, puesto que si no tenéis salud no podéis gozar de lo que coméis y bebéis. La salud es, pues, necesaria para añadir un elemento a todo lo que coméis y bebéis. Un simple resfriado basta para haceros perder casi el gusto y el olfato. La comida es lo que es; las piscinas, los coches, el dinero, son lo que son, pero hace falta otro elemento para poder sentirlos y gozarlos... Este elemento que se llama salud cambia, pues, muchas cosas. Y de la misma forma, si no poseéis amor ni inteligencia, el alimento y las posesiones no os darán nada más que una simple satisfacción material.
Estudiemos ahora el amor. Cuando amáis a alguien, ese ser es, para vosotros, un genio, un ser excepcional, un ángel; pero cuando ya no lo amáis, se convierte de golpe en un demonio. Dentro de vosotros, ha desaparecido un elemento. ¿Veis?, un elemento! Y luego pretenden algunos ser químicos, cuando ni siquiera saben que existe otra química, la química espiritual, que explica todos los fenómenos que se producen en el interior del hombre: la salud, las inspiraciones, las sensaciones maravillosas. Los químicos explican todos los fenómenos y las manifestaciones mediante elementos materiales. No, se deben explicar mediante la química espiritual que es la base de todo, y sólo después se puede estudiar la otra química. Pero aún no se conoce la química espiritual: no se sabe cómo se producen fenómenos extraordinarios, curaciones milagrosas que la química oficial no puede explicar. Sí, cuando interviene otro elemento llamado fe, y el enfermo ha sanado. Esta química es, pues, más importante.1
Os lo he dicho; la salud, el amor y la luz, producen grandes transformaciones, y su ausencia produce también otras tantas transformaciones. Pero, por encima de la salud, del amor y de la luz, se encuentra todavía otro elemento del cual depende todo lo demás, y este elemento, que es todopoderoso, es una partícula de Dios mismo. ¿Cómo obtenerlo? Mediante el sacrificio, la abnegación.
A menudo os he dicho: “Le dais un baño al niño, pero os quedáis con el agua sucia y tiráis al niño.” Evidentemente es simbólico; el niño representa el elemento divino, vivo, y el agua, en este caso, es todo lo que está estancado, sucio y polucionado. Y he aquí que todos tiran al niño y se quedan con el agua sucia. Sí, tiran al niño, puesto que no se ocupan de obtener el elemento divino. La gente tiene ganas de poseer todo tipo de cosas, lo cual está bien, pero, ¿no es mejor trabajar para obtener este elemento que nos dará el gozo de poseerlas? Nos encontramos con personas muy ricas que poseen de todo, pero que permanecen tristes y hastiadas puesto que tienen el gusto embotado. ¡Se imaginan que todo reside en poseer!... No; todo depende de la sensación. Tenéis tesoros, pero si estáis muertos, ¿podéis acaso disfrutarlos?... ¡Hay que estar vivo para disfrutarlos! Pero la gente sólo se ocupa de aquello que está muerto, cuantas más cosas muertas posee, menos trabaja sobre el lado vivo y menos goza.
Queréis muchas amantes, muchas queridas, mucho dinero, muchos coches; pues bien, ocupaos, en primer lugar, de aquello que en vosotros es capaz de sentir y de gozar. No hacéis nada en este sentido, porque todo vuestro tiempo lo gastáis buscando qué otra cosa podéis poseer aún. Pero cuando comprendáis esta verdad, disminuiréis la cantidad de vuestras posesiones y aumentaréis la calidad de vuestras sensaciones; con poco que poseáis, viviréis en continuo éxtasis. Cuando un muchacho está enamorado, si la chica que le quiere le ha enviado un pétalo de rosa o un mechón de sus cabellos, vive a causa de este pétalo de rosa o de este mechón de cabellos en un océano de efluvios celestiales. No tiene dinero en el banco, ni fábricas, ni coches, pero vive sumido en un éxtasis, porque su amada ha querido darle algo; toma el pétalo, lo respira, por la noche lo pone bajo su almohada, y hasta escribe poemas sobre este pequeño pétalo de rosa; lo hace crecer dentro de su corazón, le da un valor y una importancia extraordinarios, y es como si se sintiera dueño del mundo entero. Se trata de un hecho psicológico y nunca debemos pasar por alto los hechos psicológicos, porque son fuente de enseñanza.
Y esto es lo que debe hacer el discípulo: debe amplificar y embellecer el más mínimo gozo espiritual; en vez de lanzarse únicamente en pos de las posesiones físicas y materiales, tiene que cultivar dentro de sí esta facultad de sensación sutil, y podrá pasarse siglos contemplando las estrellas, las rosas, los rostros... ¡Existen tantas cosas, incluso en la Tierra, capaces de sumir al hombre en el éxtasis! Pero el lado sutil permanece embotado, ya no vive, no vibra, no aporta nada al hombre. Los seres están muertos, son como piedras, no vibran, no irradian, no saben gozar. Gozan sólo revolcándose en los placeres más groseros. Entonces sí, eso les dice algo. Pero la belleza, la sutilidad, la armonía, la música, la poesía, la pureza, todo lo que es místico y divino... no les interesa. Por eso sólo tienen desilusiones y sufrimientos.
Por todas partes oís que os dicen: “Tomen esto, aquello, y sentirán la alegría de vivir.” ¡No hay más que ver los periódicos y la publicidad! Todo está dispuesto para conducir a los humanos hacia unos placeres o un confort que nunca podrán darles aquello que necesitan. Mientras que aquí se os dice: “Subid, subid muy arriba a través de la oración y la meditación, y recibiréis el elemento sutil que os dará el gusto de las cosas.” Este elemento es un átomo imperceptible pero, en cuanto lo poseéis, hace que todo vibre en vosotros. ¡Y la vida se vuelve tan bella, tan rica! No hay palabras para expresarlo. Pero sin este elemento, aunque acumuléis todo lo que es posible acumular, os sentiréis siempre descontentos, decepcionados y vacíos.
Y si me decís: “Quiero encontrar al Maestro más grande para que me instruya”, os responderé: os habéis planteado mal la cuestión. Porque podéis encontrarle, pero si no habéis trabajado ya sobre el otro elemento, es decir, sobre cómo comprenderle y amarle, ¿cómo apreciar lo que os enseña? Aunque encontrarais al Maestro más grande de la tierra, discutiríais con él, lo criticaríais, y seguiríais siendo tan ignorantes como antes.2Y no digáis tampoco: “¡Ah! ¡Si pudiese encontrar la chica más bonita para casarme con ella!... ¡Si pudiese descubrir el tesoro de los templarios!...” Porque si carecéis de este elemento del que os hablo, la chica más bonita y el tesoro de los templarios sólo servirán para atraeros desgracias. Así es como hay que pensar, mis queridos hermanos y hermanas; pero no os dais cuenta del valor de lo que os explico, porque no estáis acostumbrados a enfocar las cosas de esta manera. Merece la pena trabajar, incluso durante miles de años si es preciso, para obtener este elemento, pues sólo entonces todo os hablará, todo os alegrará. Mientras que ahora andáis entre tesoros y riqueza, os encontráis con gentes llenas de cualidades y virtudes, veis las estrellas y el sol, pero permanecéis insensibles, tristes y desgraciados. No habéis, pues, sentido nada, visto nada, comprendido nada, no os alegráis, y todo este esplendor es desperdiciado ¡Así son los humanos! Y todo el mundo lo encuentra normal. Pero yo os digo que, aunque os encontréis con arcángeles y divinidades venidos del cielo, de nada os servirá, ni tendrá en vosotros efecto alguno mientras no hayáis trabajado sobre este elemento que sabe conocer y apreciar el valor de las cosas. Por todas partes seréis desgraciados y ni siquiera en el Paraíso veréis el esplendor del Reino de Dios.
Cuando os digo a veces que podéis poseer el Cielo y la tierra, no me creéis. Y sin embargo, es verdad, el mundo entero puede perteneceros. Y, ¿cómo? Os pertenecerá interiormente. ¿Por qué habría de perteneceros exteriormente? ¿Qué haríais con todos esos bosques y todas esas montañas?... Todavía no me habéis comprendido cuando os decía: “El cielo y la tierra serán míos...” Y os digo, incluso, que también os pertenecerán a vosotros... ¿Cómo pueden pertenecer las cosas a varias personas a la vez? En el mundo físico, lo que pertenece a uno no puede pertenecer a otros, pero ello es posible en el mundo divino. Os daré un ejemplo: un hombre muy rico posee un parque suntuoso con las flores más bellas y los árboles más hermosos, pero está tan absorbido por sus negocios que no tiene tiempo de pasear por su parque, no lo ve, ni lo aprovecha. Pero he aquí que un poeta viene todos los días a este parque; escucha el canto de los pájaros, contempla las flores y los surtidores, respira el perfume de las rosas y escribe poemas... Entonces, ¿a quién pertenece este parque? Al poeta. ¿Y el otro, el propietario? ¡Paga los impuestos! ¿Y la tierra? Es propiedad de muchos países, pero me pertenece a mí. ¿Por qué no? Y a vosotros también. Se trata, simplemente de una cuestión de puntos de vista.
Hoy os doy el secreto para obtener todo lo que deseéis: debéis buscar este punto que se halla en lo más alto, en la cúspide, aunque sólo sea una partícula... La tomáis, la absorbéis y os sentís los dueños del mundo. Sí, esa es la sensación. Si queréis llegar a una mejor comprensión, a alcanzar las sensaciones más vastas y sutiles, debéis trabajar ese otro elemento, el gusto, pero no podéis saborear nunca estas sensaciones si pensáis que lo que poseéis y obtenéis en el plano físico puede ser la solución definitiva.
El gusto es, a menudo, inversamente proporcional a la cantidad. Os daréis cuenta de que, cuanto más aumenta el lado material, físico, más disminuye el gusto. Observad a los enamorados. Al principio, cuando no hacen más que intercambiar miradas y sonrisas o escribirse cartas, se sienten propulsados hacia el cielo; pero cuando empiezan a ir mucho más lejos, ya no poseen la misma alegría ni las mismas inspiraciones. Por lo tanto, también en ese campo es verídico lo que os decía: si aumentáis un lado, el otro disminuye. No debéis olvidar nunca esto, y así siempre que aumentéis algo preguntaros qué otra cosa va a disminuir. Sí, uno corre en pos de las riquezas, y por otro lado su salud se va desmoronando, y al final caerá enfermo.
Tomad lo que hoy os digo, conservadlo durante toda vuestra vida y seréis dichosos. Caminad solamente en esta dirección, hasta la cima, y todo se tornará bello. Hasta la mujer dirá a su marido: “¡Querido, qué guapo eres! Nunca te había visto tan guapo.” Antes, claro, no había visto nada. Con esta filosofía, se transforma todo; pero si buscáis otra cosa, continuaréis durante mucho tiempo sufriendo y llorando, creedme. Evidentemente, no conseguiréis obtener este elemento enseguida, pero, en cuanto tendáis hacia él, todo comenzará a mejorar de tal forma que vosotros mismos os quedaréis asombrados, y veréis que estáis rodeados de ángeles, de divinidades. Pero hay que caminar siempre en la misma dirección, hacia el vértice de la pirámide.
Algunos dirán: “Pero, ¿cómo se llama este elemento del que nos habla?” En realidad, no tiene nombre; está compuesto de una materia extremadamente sutil, y se encuentra muy arriba, en la séfira Kether.3Es allí donde hay que ir a buscarlo. Aquellos que poseen este elemento son capaces de realizar prodigios, de transformar sus cuerpos físicos hasta el punto de hacerlos resplandecer y proyectar partículas de luz. Cuando este elemento llega a transformar a todos los demás cuerpos y hacerlos vibrar en armonía, puede producirse la transfiguración. Jesús dio una prueba de ello delante de tres de sus discípulos, pero los discípulos no comprendieron lo que había sucedido. Estaban subyugados, deslumbrados, en éxtasis, pero no comprendieron que Jesús había podido transfigurarse gracias a este elemento.4
Este elemento es imponderable, pero, como os he dicho, está hecho de materia. Muy pocos Iniciados y grandes Maestros han podido llegar hasta la séfira Kether para recibirlo, porque Kether es un mundo incognoscible, un mundo más allá de todas las dimensiones, en donde mora el Padre Celestial, el Creador de todos los mundos. Muy pocos Iniciados, pues, han llegado hasta él, y aquellos que lo consiguieron desaparecieron pulverizados, porque las vibraciones de Kether son tan intensas que nadie es capaz de resistirlas. Sólo algunos regresaron, aquellos que por una gracia especial del Cielo pudieron absorber otro elemento que tiene la propiedad de proteger el cuerpo físico.
Habéis leído el Apocalipsis: El relato que nos ha dejado san Juan sobre sus visiones revela que él también llegó hasta Kether. Y este libro refiere que el Ángel le dio de comer, diciendo: “Llenará tus entrañas de amargura, pero en tu boca tendrá el dulzor de la miel”, es precisamente el símbolo de este elemento capaz de preservar al cuerpo físico, y que es dado por la séfira Binah. El profeta Ezequiel dice también en un libro que un Ángel le dio de comer. Este elemento está también simbolizado por el carbón ardiente que el Serafín puso en los labios de Isaías.
La química espiritual es la ciencia de todos los elementos con los que Dios creó el mundo. Estos elementos son veintidós, y el primero, Alef, tiene el poder de transformar, de sublimar, de iluminar, mientras que el último, Tav, conserva y protege de la destrucción. Cuando Jesús decía: “Yo soy el Alfay el Omega”, quería decir: “Poseo estos dos elementos de la química celestial: el uno me da la posibilidad de sublimarlo todo, y el otro me permite realizar el Cielo en la tierra.” Esto es lo que significan Alfa y Omega, Alef y Tav.
Es muy difícil obtener el elemento que viene de Kether, a pesar de que Kether sea la séfira más generosa, la más clemente y la más misericordiosa. Y, ¿por qué no llegamos a recibir lo que nos envía?... Acabo de deciros que para recibir este elemento es preciso subir, elevarse, pero en realidad, también podemos recibirlo sin necesidad de movernos, porque es él el que viene hasta nosotros. Si no lo recibimos es porque estamos parapetados, rodeados de capas opacas que le impiden entrar, y la única séfira que puede ayudarnos, que puede verdaderamente abrir nuestras puertas y nuestras ventanas para permitirnos recibir este elemento, es la séfira Iesod. No vale la pena, pues, hacer tantos esfuerzos (a menudo infructuosos) para subir; basta con limpiarse, con lavarse, con purificarse, y entonces, a través de esta transparencia y de esta pureza, se reciben todos los elementos divinos. Cuando hablaba de “subir” utilizaba una imagen para hacerme entender, pero en realidad, no tenéis porqué subir ni descender, podéis permanecer en vuestro sitio y simplemente abrir el camino entre Malkut y Iesod.
Pero entre Malkut, donde vivimos, y Iesod que es la primera estación en el Árbol de la Vida, el camino está obstruido y lleno de tinieblas, pues ahí se encuentran todas las ilusiones y las locuras. Sin embargo este camino, precisamente, es el que debe recorrer el discípulo para llegar a la región de Iesod.5Malkut es la región en la que vivimos, la Tierra, y la siguiente a la que el discípulo debe llegar, es Iesod, la región de la Luna. El sendero de Malkut a Iesod, es espantoso y está plagado de peligros; no obstante, si el discípulo está bien armado con los consejos, las instrucciones y la luz de su Maestro, llegará a buen puerto. Evidentemente perderá algunas plumas, sufrirá, será tentado y se extraviará, pero si tiene el deseo y la voluntad inflexible de llegar, llegará.
Tal y como os he explicado, la séfira Iesod, como todos los sefirot, está dividida en cuatro partes. Es una región brumosa, crepuscular, infernal. Pero el discípulo, cuando va bien guiado, llega hasta las regiones más iluminadas, más transparentes y más puras de Iesod. Entonces es puro, es clarividente, se siente libre. Y como Iesod es el receptáculo de todos los demás sefirot que proyectan sobre ella sus luces, sus riquezas y sus poderes, queda inundada de las cualidades de todos los demás sefirot.
Porque los demás sefirot no permanecen inmóviles, sino que son como torrentes impetuosos que fluyen, que proyectan sus energías, y estas energías se precipitan sobre Iesod. Y si un ser llega a beber de las aguas puras de Iesod, encontrará en ellas las virtudes de todos los demás sefirot. Por eso os digo que no es necesario que subáis para recibir estas virtudes, puesto que están ahí; tan sólo tenéis que abriros, purificaros, para que no permanezcan dando vueltas a vuestro alrededor sin poder entrar e instalarse en vosotros. Cuando los cristales están sucios, aunque el sol brille no se puede ver nada. Y antaño, cuando la gente usaba de lámparas de petróleo, si el ama de la casa no limpiaba el cristal todos los días, la lámpara no alumbraba, aunque estuviera encendida. Lo mismo sucede con el hombre: si no se purifica, no ve ni siente nada. Pero si se purifica, los rayos que vienen del cosmos cargados de riquezas y de bellezas penetran en él, porque se ha vuelto accesible y receptivo. Podemos, pues, recibir todas las virtudes del cielo; en vez de ir a buscarlas, son ellas las que vienen a visitarnos. Evidentemente, podemos decir que hacemos esfuerzos, que nos elevamos, pero en realidad seguimos en el mismo sitio, pero trabajamos para dejar que nos penetren las cualidades y las virtudes.
Se dice en los Evangelios: “Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios.” Dios significa aquí la plenitudde todos los sefirot, es decir, la ciencia, la comprensión,y la penetración de Hod; los perfumes, los colores, la belleza y los encantos celestiales de Netzach; la luz y el esplendor de Tipheret; el poder de Geburah, la victoria sobre todas las dificultades, sobre todos los enemigos internos y externos; la protección, la justicia, la bondad y la generosidad de Hesed; la estabilidad y la tenacidad de Binah, el conocimiento del Karma y del destino; la sabiduría eterna y la armonía indecible de Hochmah; la omnipotencia de Kether. Y Iesod, la base, recibe las virtudes de todos los demás sefirot; es una condensación, una síntesis de todas las virtudes de los demás sefirot. Iesod es la base porque la pureza es el fundamento de todo. Sí, Iesod es, sencillamente, la vida en la pureza. Si pudiésemos comprender que tenemos que poseer la pureza ¡Es la base de nuestra existencia, antes que las ciencias, que las riquezas, antes que los poderes!... Pero los contemporáneos muy sabios, muy inteligentes, muy eruditos, han dejado de lado esta cuestión de la pureza. La vida pura, dicen, ¿para qué puede servir? Tienen otras preocupaciones, que van aumentando a causa de su vida impura. Pierden todo lo que habían ganado, puesto que la base no era segura. Sí, la base, mis queridos hermanos y hermanas... Por eso, cuando se ha comprendido y se trabaja para obtener esta pureza, por mediación de Iesod, todas las cualidades y las virtudes de los demás sefirot se concretan y se materializan en Malkut, el plano físico. Hay santos que no habían leído ningún libro, que nunca habían estudiado, tan sólo trabajaban sobre la pureza, y he ahí quetodas las demás cualidades comenzaban a manifestarse enellos: el saber, la clarividencia, el poder de curar... Porque yano tenían capas opacas ni obstáculos y todas las cualidadespodían penetrar en ellos. Por eso, la pureza aporta la salud, elpoder, e incluso la alegría.
Podéis olvidar todo lo demás... pero acordaos solamente de que la pureza es la base de todas las demás adquisiciones. Ésta es la quintaesencia de la ciencia de todos los fundadores de religión: una vida de pureza.
¡Que la luz y la paz estén con vosotros!
Sevres, 16 de Enero de 1972
1 El amor más grande que la fe, Col. Izvor nº ٢٣٩, cap. IV: “Tu fe te ha salvado”.
2 ¿Qué es un Maestro espiritual?, Col. Izvor nº ٢٠٧, cap. VIII: “El discípulo ante el Maestro”, y La verdad, fruto de la sabiduría y del amor, Col. Izvor nº ٢٣٤, cap. IV: “El amor del discípulo, la sabiduría del Maestro “.
3 Del hombre a Dios, Col. Izvor nº ٢٣٦, cap. II: “Presentación del Árbol sefirótico”.
4 ”Y me mostró un río de agua de la vida”, Parte II, cap. 4: “La construcción del cuerpo de gloria”.
5 ”Y me mostró un río de agua de la vida”, Parte X, cap. 1: “La puerta del mundo psíquico: Iesod”.
II Cómo comprender la pureza
1. La nutrición, punto de partida para un estudio de la pureza
Bueno, queridos hermanos y hermanas, nos quedan todavía algunos minutos esta noche... Si alguien quiere preguntarme algo sobre un tema que le preocupe, trataré de responderle.
Pregunta: “Maestro, ¿podría decirnos cómo debe comprendersela pureza?”
¿La pureza?... Hace años, hice ya varias conferencias sobre la pureza... En realidad se puede responder de muchas maneras, pero en el fondo, la pureza equivale a simplicidad; sí, lo puro es lo simple, es decir, lo que no está mezclado, lo que no contiene ningún elemento extraño o contrario al buen funcionamiento o a la armonía del conjunto. Tomemos el organismo, por ejemplo... ¿Por qué el organismo? En primer lugar porque para comprender la pureza, no es necesario estudiarla en el campo ético, moral. La pureza puede darse en todos los campos y la comprenderemos más claramente si empezamos por estudiarla en el organismo, con la nutrición.
Cuando comemos, todos los elementos que absorbemos y que no contribuyen a la vitalidad, a la salud del organismo, son considerados impuros, nocivos. Evidentemente estos elementos no siempre tienen la apariencia de impurezas; un veneno puede ser transparente, pero si lo tomáis, moriréis. Cuando cortáis frutas, naranjas o manzanas, por ejemplo, os asombráis al ver la transparencia de su materia, pero, en realidad, ésta no es totalmente pura, y ningún alimento es perfectamente puro. Entonces, ¿qué hace el organismo? En el organismo sucede lo mismo que en las fronteras. En las fronteras hay aduaneros que inspeccionan vuestro coche y vuestras maletas para verificar que no hacéis tráfico ilegal, que no pasáis nada de forma fraudulenta. De la misma manera en el ser humano hay unos aduaneros que examinan los elementos y que rechazan todo aquello que no puede entrar en la constitución del organismo.
Pero, desgraciadamente, el hombre se encuentra a menudo en un estado tal que impide inconscientemente el trabajo de estos aduaneros. Cuando tiene preocupaciones, por ejemplo, o cuando está cansado, deprimido, trastornado, obstaculiza las funciones de todas estas entidades encargadas de hacer la selección, y éstas dejan pasar elementos nocivos que comienzan a acumularse en su organismo. Así pues, según su forma de obrar, de comprender las cosas y de sentirlas, el hombre actúa sobre las criaturas que están dentro de él, sus células; y si no es razonable llega a deformarlas, a embotarlas o a pervertir sus gustos. Así es como se introduce la codicia, el desorden y la falta de discernimiento entre los funcionarios que comienzan a no ver las cosas claras y a dejar pasar los elementos nocivos.
Ya os expliqué en Izgrev cuán equivocados están los humanos cuando piensan que basta con mostrar ante los demás una apariencia de valor, de moralidad, de autocontrol, de paciencia o de bondad, y que, cuando están solos, puedan hacer lo que les venga en gana. No saben que el ejemplo deben darlo ante sí mismos, porque sus hijos son, en primer lugar, sus propias células, y deben educarlas.6 Esto es algo que los hombres no saben; ante los demás son impecables, pero cuando están solos, ante sí mismos, se permiten todo lo que les apetece y que a menudo no es nada “católico”; y sus células que están ahí, observando, reciben un ejemplo muy malo. Sí, porque todo queda grabado dentro, y las células dicen: “Bien, nosotras también haremos todo lo que nos apetezca”, y luego es imposible hacerlas obedecer. Pero hoy no volveré a abordar de nuevo este tema. Quería simplemente deciros que si el hombre no tiene cuidado, perturba el trabajo de las entidades encargadas de proteger su organismo, y un día, aparecen los tumores, las fiebres, y las enfermedades de todo tipo.
Por tanto en el cuerpo físico la pureza es la salud. Y ahora, si vamos más arriba, veremos que en el campo del sentimiento, la pureza es la felicidad, la alegría, la expansión. En el campo de la voluntad, es la facilidad y la soltura en la acción, el poder. En el campo del pensamiento, es la luz que permite ver y comprender... Si dispusiese de varias horas os diría en detalle cómo considero la pureza, y por qué la pureza es la base de todas las adquisiciones, incluso de la belleza. Sí, cuando uno se purifica, se hace más bello, porque todos los obstáculos y las capas opacas que impedían el paso de la luz desaparecen, y ésta resplandece en el rostro. Por otra parte, en el Árbol sefirótico, el Árbol de la Vida, la base es la novena séfira: Iesod (en hebreo, Iesod significa fundamento, base); y en esta séfira se encuentra la Luna que rige la pureza. Porque en su simbolismo absoluto, la Luna es la pureza.
Me excusaréis de hablar así de una forma un poco superficial tocando rápidamente varios puntos sin detenerme en ellos, pero esta noche no tengo tiempo suficiente. Pensaba que me haríais una pregunta que podría responder en unos minutos, pero el problema de la pureza es de los más esenciales y profundos. Toda mi vida he meditado sobre la pureza porque he comprendido muy pronto que sin ella todo periclita. Cada pequeña impureza que se introduce en la sangre, en el estómago, en los pensamientos, es ya el punto de partida de futuros desórdenes. Es necesario que penséis a menudo en esta cuestión, que meditéis todos los días sobre ella para comprender todos los beneficios que obtenéis viviendo una vida pura. Evidentemente es difícil encontrar la pureza: el aire lleno de humo y de vapores de gasolina, todo el mundo lo sabe; los alimentos y las bebidas están envenenados por todo tipo de productos químicos; y en las palabras, las miradas, los pensamientos, los sentimientos, los deseos, ¿dónde está la pureza? Diréis: “Pero la tierra absorbe las impurezas, transformándolas...” Sí, es cierto, pero no llega a absorberlo todo. Sólo absorbe los elementos físicos, materiales, los residuos y los desechos que el hombre arroja, pero no los pensamientos y los sentimientos impuros. Y si fueseis suficientemente sensitivos para captar todo lo que se desprende de los humanos, no seríais capaces de resistirlo. Porque mirad de qué se ocupan, en qué piensan, qué desean...7 En sus pensamientos, en sus sentimientos, en sus deseos hay todo tipo de venenos, de mezclas que su alma no puede absorber. ¿Por qué es tan puro el diamante? Porque es simple; no contiene ninguna mezcla, es carbono puro. Añadidle otro elemento y perderá su valor.
Veis, pues, que se puede estudiar la pureza en todos los niveles del ser humano. Para el cuerpo físico, el mayor secreto de la salud es la pureza de la sangre. La sangre recibe y transporta los materiales; buenos o malos, los transporta y deposita en el organismo. Si estos materiales son puros, el organismo se restablece, si no... Por tanto, el primer trabajo que el discípulo debe hacer es el de purificar su sangre mediante el alimento, las bebidas y la respiración. Y, de la misma manera, los sentimientos deben ser puros para entrar en la estructura del ser psíquico, porque nuestro mundo de sentimientos es, también, como un organismo que debemos alimentar, y más arriba, en el plano mental, se encuentra otro organismo que también es necesario alimentar con pensamientos. Así pues, si comemos sentimientos y pensamientos impuros, introducimos en nosotros exactamente las mismas impurezas que cuando absorbemos elementos nocivos para elorganismo físico. Se trata de las mismas leyes, de las mismascorrespondencias...
Sí, mis queridos hermanos y hermanas, la pureza no consiste sólo en no acostarse con mujeres o con hombres. Hay muchos chicos y chicas castos que nunca han sido tocados, pero que en su corazón, en sus deseos, en sus pensamientos, ¡son de una impureza indescriptible! Y hay madres de familia, por ejemplo, puras como el cristal, y que, sin embargo, tienen una decena de hijos.
Evidentemente, la pureza en el campo sexual es muy importante, pero cuando hablo de pureza, me refiero sobre todo a la pureza en el pensamiento y en el sentimiento. Porque es primeramente en el pensamiento y en el sentimiento donde uno es desvergonzado y extravagante, y este estado interior produce, a continuación, consecuencias en el plano físico, en el comportamiento sexual. ¡Ah! ¡Si tuviese más tiempo esta noche!... Porque me vienen más pensamientos y tengo ganas de hablaros. Pero existen otros trabajos que me esperan... Tened paciencia, volveremos sobre este tema, y os daréis cuenta cuán rico, profundo y extremadamente importante es el mundo de la pureza.
Bonfin, 24 de Agosto de 1966
6 Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap. XIX: “El mejor método pedagógico: el ejemplo”.
7 Poderes del pensamiento, Col. Izvor nº ٢٢٤, cap. III: “La poluciónpsíquica”.
2. La selección
Ayer os dije que para comprender la pureza, basta con estudiarla en el organismo, tomando como punto de partida la nutrición. Vamos a ver hoy lo que podemos sacar aún de este ejemplo.
Si estudiamos cómo se alimentaban en el pasado los humanos, constatamos que no tenían conocimiento alguno de las leyes de la higiene. Comían carne, legumbres y frutos sin lavar ni pelar, bebían agua sucia, etc... En esa época no se conocía la existencia de los microbios (esos bichos fueron descubiertos más tarde, como sabéis...) y los hombres se alimentaban como los animales. Observad a los animales: algunos pájaros, las fieras... no hacen ninguna selección. Comen cualquier cosa. Y hasta los gatos, que son tan limpios exteriormente, se tragan a los ratones con la piel y los intestinos. Actualmente, en el campo de la higiene alimenticia, los hombres han ido mucho más lejos que los animales. Desde su infancia saben que cuando comen frutos, pescado, ostras, caracoles, deben quitar la piel, los huesos, las espinas y las conchas. Aparentemente, pues, los hombres saben comer. Si se les da un queso, automáticamente quitan la corteza aparentando así ser muy civilizados.
Evidentemente existen aún muchos países, en África y en Asia, en donde la higiene no está muy extendida. Cuando es tu ve en la India, por ejemplo, vi espectáculos muy poco apetecibles: ratas enormes que se paseaban por las cocinas de los hoteles... Y cuando fui a la isla de Elefanta, no lejos de Bombay, vi a hindúes que bebían agua corrompida, ¡casi verduzca! Parece ser que se trataba de lugares sagrados; me parece bien, pero, por lo que respecta al agua, ésta no era sagrada porque los microbios no tienen ningún respeto por los lugares sagrados. Pero no nos detendremos en estos casos particulares. En conjunto, se puede decir que los humanos han hecho grandes progresos en su forma de alimentarse. Han visto que es útil refinar, esterilizar, pasteurizar, y todo el mundo está convencido de que es necesario seleccionar y limpiar los alimentos, porque los elementos nocivos e indigestos deben ser eliminados.
Al quitar, al separar, al rechazar siempre una parte de los alimentos, el hombre ha dado un paso gigantesco que le diferencia de los animales. Sin embargo, no ha comprendido que existen también otros campos en donde es necesario limpiar, lavar, eliminar, seleccionar, separar lo útil de lo inútil, lo puro de lo impuro. Por ejemplo, en el campo de los pensamientos y de los sentimientos, ¿acaso no existe también un alimento que comemos y digerimos? Sí, y en esto los hombres son como los gatos: se tragan la piel y los intestinos, es decir, todo lo sucio, nocivo. Tienen, pues que progresar y aprender a seleccionar el alimento psíquico tal y como hacen con el alimento físico.
Está escrito en la Tabla de Esmeralda: “Separarás lo sutil de lo denso”, es decir, lo puro de lo impuro. Evidentemente, al decir esto, Hermes Trismegisto iba mucho más lejos, porque se refería a la piedra filosofal. Pero se trata exactamente del mismo principio. Se separa lo puro de lo impuro, de la misma forma que se extraen el oro o las piedras preciosas de la ganga. Por lo demás, toda la vida está basada en este principio de separación y de selección, todas las industrias, todos los oficios persiguen el mismo fin. Y en todas partes se selecciona: en los almacenes, en las tiendas de comestibles, con los diamantes, con las piedras preciosas... Los concursos, los exámenes, son formas de seleccionar, y lo mismo sucede en el nombramiento de un general, como en la elección de una “Miss Mundo”; siempre hay que seleccionar. Pero en la vida interior se desconoce que también debemos separar, eliminar, seleccionar. Preguntad a los sabios cuáles son los pensamientos y los sentimientos nocivos que pueden introducir la enfermedad y la disgregación en el hombre; no lo saben. Para ellos, todos los pensamientos y sentimientos son más o menos iguales. No sospechan que, también en este campo, hay que hacer una distinción, lo mismo que con los comestibles o los alimentos que se clasifican según su calidad: de primera calidad, de segunda calidad...
Antaño, para calentarse y alumbrarse utilizaban materiales de una calidad tan inferior que echaban humo, escocían a los ojos, ¡y olían mal! Uno casi se asfixiaba... Mientras que ahora utilizamos la electricidad, que no deja residuos ni produce humo. Incluso para el carbón, sabemos que existen varias calidades: desde la que da mucho calor y muy pocas escorias a la que da muy poco calor y muchas escorias. Cualquier materia combustible: carbón, madera, petróleo, gasolina, paja, contiene (aunque en proporciones diferentes, y eso es lo importante) algunos elementos no combustibles. Cada materia es, pues, de una determinada calidad, mejor o peor, y por ello debemos escoger siempre. Lo mismo sucede con los sentimientos; son como combustibles, pero no son todos de la mejor calidad, no todos pueden proporcionar la mejor luz, ni el mejor calor, ni la mejor energía para el movimiento. Al igual que los alimentos, algunos sentimientos pueden ser ingeridos, y otros, en cambio, deben ser rechazados porque se ha introducido en ellos una escoria, una suciedad que es necesario eliminar para que el estómago astral los pueda digerir mejor. Suponed que estáis enfadados o que experimentáis sentimientos de envidia, de odio, de venganza, ¿qué producirán estos sentimientos? Sin duda calor, pero también mucho humo y muchos residuos que os envenenarán. He ahí algo que los humanos no saben. Evidentemente en la ciencia oficial no existe rama alguna en la que se estudien con detalle todos los sentimientos para clasificarlos. Cualquiera que sea el sentimiento, ¡hala! los humanos se lo tragan, disfrutan de él, sin pensar en los resultados que producirá. Y lo mismo sucede con los pensamientos; no hacen diferencia alguna entre ellos; no existe ninguna escala de valores. ¿Y qué hacen los jóvenes hoy en día? Piensan que deben dar rienda suelta a todas las pasiones, a todos los sentimientos y a todos los deseos más desvergonzados. Pero no han estudiado el ser humano para saber cómo fue creado, en el origen, en los talleres del Señor. Saben que tienen un estómago, que tiene un sexo, y naturalmente, hay que contentarlos. De acuerdo, pero, de todos modos, ¿no es necesario, acaso, hacer una selección? Evidentemente, los jóvenes dirán: “¡No, no, nada de selección!” Pero, si aceptan hacer una selección para la comida, ¿por qué no quieren admitir que al ingerir sin distinción cualquier tipo de sentimiento y de placer van a envenenarse? Besan a una mujer o a un hombre cualquiera, se acuestan con el primero que llega, desconociendo la niebla, las emanaciones y suciedades que un ser humano transporta interiormente, y absorben cosas tan nauseabundas y asquerosas que parece como si andarán chapoteando en las cloacas. No me opongo a los intercambios, siempre son necesarios, desde luego, pero la cuestión está en saber cómo hay que hacerlos para no ensuciarse interiormente. He ahí un buen tema de reflexión.
Un intercambio debe siempre suponer una mejora, un embellecimiento; el amor debe enriquecer siempre a los dos componentes de la pareja. A menudo, sin embargo, enferman y se desequilibran porque han ingerido, de forma imprudente y poco razonable, todo tipo de elementos heteróclitos. La cuestión no radica en no amarse, sino en saber elegir para tomar exclusivamente lo que es verdaderamente puro y luminoso, para volverse así uno mismo puro y luminoso. Cuando un chico y una chica están abrazados, no saben que entre ambos se produce una ósmosis, una nivelación de energías. Sí, en el ámbito electromagnético, en las emanaciones, se produce una ósmosis, a un nivel muy profundo, pues las debilidades del chico van a penetrar en la chica, e inversamente. Evidentemente, lo mismo sucede con las cualidades. El amor crea una nivelación entre los seres, y por eso, antes de empezar a realizar esta nivelación, la juventud debe conocer la ley de la elección, y al igual que hace con el alimento físico, debe reflexionar antes de comer el alimento astral: estudiar este alimento, saber quién lo ha fabricado, de qué región viene, qué contiene, etc... Desgraciadamente, a los jóvenes no les gusta reflexionar, y muy raramente su intuición les ayuda a encontrar algo que pueda hacerles felices. A pesar de su instrucción y de sus conocimientos se comportan en función de sus pensamientos y no de la sabiduría. Yo no me opongo al sentimiento, jamás he estado en contra de la necesidad de amar, al contrario, porque en ello radica el sentimiento de la vida; pero sí digo que la juventud debe tener discernimiento para saber, en primer lugar, qué elegir o a quién elegir.
El hombre come pan, frutas, verduras, carne, etc... Pues bien, en el campo de los sentimientos, existe la misma variedad y la misma riqueza de alimentos que en el plano físico. Algunos sentimientos son pura charcutería, sí, morcilla, jamón; y otros sentimientos son vino, frutas o verduras; pero como los humanos no conocen este mundo de los sentimientos, comen lo que sea y enferman. Es necesario, pues, que aprendan a eliminar todos los elementos que les envenenan: la ira, la maldad, la envidia y, sobre todo, el amor excesivamente sensual, porque en este amor entran un gran número de elementos nocivos. El hombre sólo debe tomar del amor aquello que puede reconfortarle, iluminarle, curarle.