Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Los tres ensayos incluidos en el cuaderno 12 del Seminario Modernidad: Versiones y Dimensiones parten de un supuesto común: que más allá de asumir a la filosofía moderna en su dimensión exclusiva de teoría del conocimiento, se debe explorar, desde distintas perspectivas, una crítica del saber que no se define sólo desde sí mismo sino en relación con el mundo del que da cuenta. Los ensayos abordan este problema desde sus inicios y su fundamentación hasta su alteración mostrando que el destino filosófico de la modernidad es la confrontación crítica consigo misma. Según los autores, el mundo con sentido es una construcción del ser humano en donde éste traza las coordenadas de su existencia en relación con Dios, la naturaleza y los demás seres humanos.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2025
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Rector
ENRIQUE GRAUE WIECHERS
Secretario General
LEONARDO LOMELÍ VANEGAS
Secretario de Desarrollo Institucional
ALBERTO KEN OYAMA NAKAGAWA
Secretario Administrativo
LEOPOLDO SILVA GUTIÉRREZ
Abogada General
MÓNICA GONZÁLEZ CONTRÓ
Presentación
Alma y naturaleza en Descartes, Locke y Spinoza
Luis Ramos-Alarcón
¿Qué significa juicio sintético a priori?
Enrique Serrano G.
La perturbación del saber
Crescenciano Grave
Notas al pie
Aviso legal
En la modernidad el conocimiento ha producido una gran variedad de campos disciplinarios y prácticas altamente especializadas cuyas aplicaciones eran inimaginables en el pasado. Al extensivo incremento de espacios del saber abiertos por esta lógica progresiva corresponde, por contraparte, una tendencia que ha dispuesto una suerte de destino unidireccional a los frutos del ingenio moderno. Se trata de una directriz hegemónica que privilegia el conocimiento en su aplicación técnica.
No obstante esta reducción utilitarista del conocimiento, la modernidad también ha sido un tiempo de encuentro en el que se mezclan visiones del mundo que se remontan siglos atrás. Así, en la modernidad se manifiestan no sólo las ilusiones más promisorias de la Ilustración, sino que los asombrosos resultados que ha producido —la mancuerna técnica-ciencia— sustentan una radical eclosión de nuevos saberes. Esos saberes, antiguos y modernos, han teñido las diversas prácticas del quehacer humano frente a lo radicalmente nuevo, y se han expresado ya sea como rechazo, asimilación o, incluso, como un elaborado reordenamiento que manifiesta las más profundas contradicciones del ser social en la modernidad.
Este volumen, inserto en el Seminario Universitario de la Modernidad: Versiones y Dimensiones, reúne los textos de una de las mesas del coloquio internacional: “Los saberes en la modernidad” (2015). En esta mesa, destinada a reflexionar y debatir sobre los saberes en la modernidad desde la filosofía, el objetivo no se redujo a la presentación de los trabajos de los miembros permanentes del seminario, sino que intervinieron invitados de otras universidades. Así, junto a los miembros residentes —Crescenciano Grave y Enrique Serrano—, participó el profesor Luis Ramos-Alarcón (FFL-UNAM y Universidad de la Ciudad de México).
Los ensayos compilados en este cuaderno parten de un supuesto que es materia de reflexión. Los tres autores consideran que más allá de asumir a la filosofía moderna en su dimensión exclusiva de teoría del conocimiento, en sus textos se explora, desde distintas perspectivas, una crítica del saber que no se define sólo desde sí mismo sino en relación con el mundo del que se da cuenta. Según nuestros autores, el mundo con sentido es una construcción del ser humano en donde éste traza las coordenadas de su existencia en relación con Dios, la naturaleza y los demás seres humanos. En la filosofía moderna, se sugiere, es la propia modernidad la que se construye como una época que levanta al mundo desde el poder cognoscitivo de la razón y, a la vez, es capaz de dirigir sus potencias críticas contra el devenir histórico de ese mismo mundo.
En su ensayo “Alma y naturaleza en Descartes, Locke y Spinoza”, Luis Ramos-Alarcón plantea que los filósofos modernos aceptan la definición de sustancia como aquello que da soporte y posibilita (y está debajo de) cualidades, accidentes, modos o cambios, pero que Descartes, Locke y Spinoza discuten los tipos de sustancias que existen o que podemos conocer y los tipos de cambio que pueden explicar: Dios, alma y mundo. Aunque en Descartes y Spinoza coincidan las definiciones de sustancia, sugiere Ramos-Alarcón que el Dios cartesiano como sustancia infinita pensante es trascendente al ser humano que se representa (sustancia pensante finita), mientras que el Dios spinoziano es inmanente al ser humano que lo piensa (modo infinito de la única sustancia).
En su disquisición añade nuestro autor que Locke critica la apuesta cartesiana por la trascendencia divina a partir de la afirmación de su causalidad transitiva sobre el mundo extenso, es decir, la actividad que le permitiría crear el mundo y separarse de él. Pero esta crítica, concluye el autor, no afecta a Spinoza dada la inmanencia de la divinidad.
En el segundo texto, Enrique Serrano aborda el problema desde un ángulo distinto en su ensayo “¿Qué significa juicio sintético a priori?” El autor responde a la pregunta que él mismo formula desde una reconstrucción de la noción de experiencia tal y como aparece en la obra de Kant Crítica de la razón pura. Implícitamente, en esta reconstrucción se define al saber de la modernidad como un conocimiento del mundo que para realizarse parte de las condiciones que lo hacen posible. Dichas condiciones no son pasivas sino que intervienen en la constitución del mundo de tal modo que el conocimiento es ya una forma de experimentar y transformar el mundo. El saber moderno es crítico —enfatiza Serrano— porque su discernimiento del mundo lo hace desde un examen propio de la razón cuya estructura y poder le permiten construir el conocimiento y el mundo expresado en él mediante juicios sintéticos a priori que, en el fondo, no van más allá de la construcción de la experiencia.
En “La perturbación del saber”, ensayo de Crescenciano Grave con el que concluye este volúmen, el autor parte de algunos fragmentos de la obra de Nietzche La gaya ciencia y analiza cómo el impulso crítico abierto por la modernidad puede ser dirigido contra ella misma. Grave destaca el fragmento de Nietzche que se refiere a la muerte de Dios y refiere cómo este acontecimiento define a la modernidad como la época que renuncia, en su comprensión del mundo, a toda hipótesis metafísica trascendente. Para Nietzche, nos dice, es aquí que se indaga en su repercusión existencial. La ausencia de un centro poveedor de sentido amplía el mundo hasta lo infinito y la experiencia de la existencia en esta inmensidad se vuelve terriblemente problemática. Para Crescenciano Grave, estos problemas son resultado de cierto ejercicio de la reflexión filosófica actual.
Raquel Serur
Coordinadora del Seminario UniversitarioModernidad: Versiones y Dimensiones
LUIS RAMOS-ALARCÓN
Los filósofos modernos definen sustancia como aquello que da soporte y posibilita (y está debajo de) cualidades, accidentes o modos, y mientras que éstos cambian, la sustancia es aquello que permanece y subsiste al cambio. Estos filósofos discuten los tipos de sustancias que existen o podemos conocer y los tipos de cambios que pueden explicar. A partir de una breve reseña de las discusiones entre Descartes, Locke y Spinoza, intentaré mostrar que no se trata de una disquisición gratuita, pues indagan sobre los fundamentos y consecuencias de tres posibles sustancias: dios, alma y naturaleza (extenso o material). Reconocen la relevancia del estudio de la naturaleza en beneficio de los seres humanos en general, o del reino o estado civil en el que se encuentran. Pero enfrentan el problema de saber si el alma humana es parte del cuerpo humano y sigue los patrones de conducta de la naturaleza, o si actúa fuera de las reglas de la naturaleza. Este problema es de capital importancia pues resolverlo indicará qué es el ser humano, esto es, no sólo qué puede hacer con la naturaleza, sino cómo se entiende a sí mismo y cómo se relaciona moral y políticamente con otros seres humanos.
Tomaré la filosofía cartesiana como punto de partida para seguir las discusiones acerca del problema de la sustancia en la filosofía moderna. Uno de los principales objetivos de la filosofía de Descartes es investigar las leyes mecánicas de la naturaleza con el propósito de reorganizar el mundo natural en nuestro beneficio; esto es, conocer las leyes y producir cosas que la naturaleza no produce.
Para el filósofo francés, la idea de sustancia es una idea verdadera con ciertas características, como ser sustrato o sujeto de distintos modos o afecciones. El principio 51 del primer libro de sus Principios de la filosofía se titula “Sobre lo que es la sustancia y que este nombre no puede ser atribuido a Dios y a las creaturas en un mismo sentido”. Según este principio:
Cuando concebimos la sustancia, solamente concebimos una cosa que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para existir. Puede haber oscuridad. En relación con la explicación de esta afirmación: “no tiene necesidad sino de sí misma”. Es así, pues, propiamente hablando, sólo Dios es tal y no hay cosa alguna creada que pueda existir un solo instante sin ser mantenida y conservada por su poder. Se tiene, por tanto, razón por parte de la Escuela al afirmar que el término sustancia no es “unívoco” respecto de Dios y de las creaturas, es decir, que no hay significación alguna de esta palabra que concibamos distintamente y que convenga a Dios y a las creaturas. Pero puesto que entre las cosas creadas algunas son de tal naturaleza que no pueden existir sin algunas otras, las distinguimos de aquellas que sólo tienen necesidad del concurso ordinario de Dios, llamando a éstas sustancias y a aquéllas cualidades o atributos de estas sustancias.1
Descartes considera que hay dos tipos de sustancias, la extensa y la pensante, y que cada una se explica por atributos distintos (o características opuestas). Dios y las almas son sustancias pensantes; la primera es infinita y las segundas finitas, mientras que los cuerpos son modos de una misma sustancia extensa. Para este autor, todo lo que vemos y tocamos son cuerpos o modificaciones de la sustancia de la extensión, esto es, la magnitud en longitud, anchura y profundidad, a la vez que sus modos se distinguen entre sí sólo por el movimiento o el reposo, y esto explica la figura como producto de la terminación de esta extensión. El filósofo francés piensa que la sustancia extensa es determinada externamente, predecible y reorganizable (reconfigurable) en beneficio del ser humano.