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La ciudad de Buenos Aires del año 2036 se ha vuelto un tanto invivible y excluyente. Organizándose alrededor de un poeta en las Islas del Tigre (el maravilloso archipiélago fluvial lindero a la capital argentina), un grupo rebelde decide tomar cartas en el asunto. Sería simplemente una transformación más, solo que quizás esta vez haya mejores condiciones para lograr más sensibilidad y alojar las diferencias en medio del cambio. Una novela que juega con un futuro cercano ni utópico ni distópico, sino marcado por el peligro y entusiasmo de un mundo que está a punto de rehacerse.
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Seitenzahl: 102
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Rubén Scollo
Saga
Mutante Buenos Aires
Copyright © 2022 Rubén Scollo and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728100875
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Dedicado a mi sobrino Bruno, un pequeño ser repleto de luz, admirable por cierto. A mi hermana Silvia y a mi esposa Rosana Lena Moltrasio Roux.
“Indiferente será para mí el lugar por donde comience, porque a este punto tendré que volver de nuevo” – Heráclito-
Esta narración producto de la ficción, está dedicada a los que creen que se puede sobrellevar una vida sin problema alguno, sometiéndose a los intereses de los políticos de turno, o a quienes producen un poder hegemónico. Estos últimos, inescrupulosos individuos dominantes, son los encargados de desdibujar a los sectores de la población más vulnerables.
“No eran sólo las guerras, las pestes y los éxodos, los fenómenos que se desplegaban sobre el puente, suspendiendo la vida en la kapia. Había también otros acontecimientos excepcionales que daban su nombre al año en que se habían producido y mantenían por mucho tiempo su recuerdo” (…)Extraído del capítulo VIII de la novela “Un puente sobre el Drina”, de Ivo Andric, premio Nobel de literatura en 1961.
Etimología: la palabra mutante significa “organismo que sufre alguna alteración en la cantidad, estructura o composición química de su material genético”. Y “mutar” es “mudar, transformar”, según la Real Academia Española.
Aclaración del autor: Ajustándonos fielmente a lo establecido por la citada academia, no sé si esta novela en lo que a título se refiere, representa una similitud de concepto. No obstante esos desajustes que pudieran surgir de la interpretación, Mutante Buenos Aires implica alteraciones en cantidad, estructura y tal vez lo sea químicamente. Y si “mutar es mudar y transformar”… ¡Vaya que han ocurrido transformaciones en la Buenos Aires actual! (año 2036)
“Asomaban rostros enardecidos por entre las nubes de polvo y al aquietarse el temblor, se desprendió un claro y estruendoso ruido a cadenas rotas que provenía de lejos, exactamente, debajo de la superficie formada por el viejo asfalto”
R.O.S
1 – Vanya rondaría los veintidós años de edad, y casi siempre un mechón rubio ceniza le caía sobre su rostro pálido, confiriéndole un aire más aniñado. De ojos azules como el cielo que alguna vez envolvió la ciudad, su mirada era diáfana y desprovista de malicia alguna.
A su lado, con los puños crispados, Benjamín Seltzer, diez años mayor que ella, se agazapaba entre un hueco y restos de escombros, lo habían herido de una manera brutal… no se percataron de su ceguera. Nada de eso les importó, igual habían disparado.
José, el mayor del pequeño grupo, contuvo la respiración, la bronca acumulada, giró hacia su derecha y con certero disparo dejó fuera de lucha al más rezagado de la fila prusiana. Sólo quedaban seis guardias, sólo seis de quince o más. Los restantes tomaron posiciones junto a lo que fuera el obelisco, y descargaron sus armas en dirección a los túneles.
A unos veinte metros por detrás de esos desalmados, Iván arrojó una granada que fue a parar al centro del grupo agresor. Los seis quedaron diseminados sin signos de vida. Yacían destrozados y esparcidos sus restos en un radio no muy amplio.
Iván levantó su mano derecha y saludó a sus compañeros a la distancia. Habían transcurrido dos horas desde el comienzo de la reyerta, y los guardianes reales además de no haber dominado la situación, perdieron sus convicciones seducidos por la muerte. Habían sucumbido sin una suprema lealtad de lucha… ya no respiraban el aire viciado de esa Buenos Aires extraña. Sus existencias ya no formaban parte de una metrópoli antes esplendorosa, y ahora en franca decadencia.
Apagada la batalla Vanya ayudó a Seltzer a mitigar su dolor, sombrío, gélido; dolor surrealista como el entorno. Trató con urgencia de practicarle un torniquete en el brazo derecho. Aunque la sangre brotaba a borbollones, era imposible detenerla.
Además de esa herida profunda, presentaba magulladuras en su rostro, una irreparable hemorragia en uno de sus miembros inferiores y salía abundante sangre de su pecho. Benjamín, ni respiraba.
José apoyó la pistola en la sien de ese amigo que había conocido tiempo atrás escapando por el Riachuelo, y disparó sin pensamientos previos. Como luego explicara con los ojos desorbitados y enrojecidos por las lágrimas: “le ahorré mayores sufrimientos… fue mejor así”.
Apenas lo enterraron en uno de los túneles, sin cruces ni flores, sólo al amparo de una oración pronunciada por el mismísimo José, una oración, un rezo perdido entre tanta alma miserable, entre tanto escombro, en medio de una ciudad que años atrás fuera dignamente bella y habitada por gente de la más variada especie; apenas lo enterraron todos lloraron.
Ya nada era igual. Las imágenes lúgubres sustituían las plazas otrora emparentadas con el verdor; las anchas avenidas ya habían dejado de serlo, para convertirse en muecas burlescas del deterioro… los hoteles céntricos, Florida, Recoleta… Buenos Aires, la ciudad, sin dudarlo, se encontraba sumida en la más triste y purulenta de las mutaciones.
Se despidieron del muchacho. Fueron meses de conocerse y de una convivencia amena, meses de dolor acumulado, de vivencias compartidas, de ignorancia, de esperanzas traspasadas por un cúmulo de sinsabores. Todo había expirado para el joven “y gracias que así haya sucedido” pensó con un dejo de ironía su ejecutor y amigo.
Huyeron por el conjunto de los túneles hacia el hoyo central. La rapidez en ciertas circunstancias es vital, es la puerta siempre abierta que conduce a la salvación temporaria. La respuesta por el reciente ataque no demoraría mucho tiempo, tal vez contadas horas. Mejor sería agruparse, y analizar los pasos a seguir.
2 – Buenos Aires, ciudad fundada en primera instancia por Pedro de Mendoza en 1536 y luego por Don Juan de Garay en 1580, antigua capital del Virreinato del Río de la Plata (1776), cuna de notables personalidades de las letras, la ciencia, el arte, el deporte. Esa Buenos Aires dual, atravesada por ejes tan disímiles como inquietantes. Ciudad especial e imponente que supo pertenecer a esa extraña elite, penosa por cierto, de capitales importantes gobernadas por políticos deshonestos, ambiciosos, grises.
Buenos Aires, alguna vez floreciente y repleta de monumentos, museos e historias significativas, antigua capital de un rincón especial de Sudamérica… Buenos Aires ya no era tal… ¡por supuesto que no!
Sus parques habían adoptado otras formas; los bosques de Palermo, el Rosedal dentro de éstos, aquel Rosedal tan significativo y emblemático.
Aquella avenida del Libertador ampulosa y señorial; la alguna vez coqueta Vuelta de Rocha, San Telmo… y demás sitios que siempre habían estado cargados de un simbolismo bien ciudadano. Esos epicentros distintivos, ya no eran tales: a esta altura de los acontecimientos eran una vil y torpe mueca del pasado. Todo, absolutamente todo había adoptado formas nuevas, ese entorno antes conocido y ponderado había cambiado; como las aves que del vuelo sostenido pasan a otra dimensión con sólo tocar el aire de la imaginación. Como los soldados que refugiados en sus trincheras recuerdan y vagan con sus mentes a través de campos floridos, y hacen el amor a sus enamoradas en pocos segundos, sin importarles las balas que zumban a milímetros de sus cansados oídos.
Todo sufrió cambios, ya no quedaba nada de un pretérito inverosímil, el gris era dominante, el acero y los escombros formaban parte de la penosa e inalterable realidad.
Argentina como país… ¡para qué recordar! Ya nada seguía en pie. El mundo después de la globalización, los del norte, Europa, la vecina Chile, Brasil, Australia, nada se mantenía como fuera años atrás; nada era igual, y el termómetro de los corazones marcaba que era debido a las mutaciones.
En ese panorama desconcertante, tanto Iván, Vanya y José, junto al Siciliano, Román y Ary, intentaban sobrevivir, cambiar las cosas, despegar del submundo o tal vez, convencer a quienes gobernaban que la transformación societaria era posible. Quizás no estaba el mundo perdido… y en ese mundo Buenos Aires. Siempre existían esperanzas latentes.
Alguna vez, los integrantes de esa caterva de extraños que formaban la resistencia habían sido jóvenes dedicados a tareas normales de personas normales… ¿Y qué representaba ahora la normalidad? ¿Qué se entendió siempre por estar atrapado en la normalidad? Por esos días todo había mutado, ya sus mentes no respondían al código que tuvieran en esas placenteras etapas plagadas de futuro, ni sus cuerpos eran los mismos. Ellos, en verdad, habían cambiado considerablemente.
Vanya Stratoff era nieta de rusos y tenía solo doce años cuando se desató la crisis. La última década la encontró compenetrada con esta lucha, que ella pensaba finalizaría en un futuro tal vez no tan lejano. Una perfecta aunque insólita lucha que favorecería a quienes ostentaban el reclamo de situaciones, cosas y ciertamente una causa justa. Al ser más joven, muchos hechos no los había transitado como el resto de sus compañeros. Todavía representaba la clase de gente que sostenía sus ideales sin importar el entorno. Poseía vitalidad, un amplio criterio, y verdaderamente estaba compenetrada con el proceso de cambio.
Iván, porteño y cuarentón, fue durante varios años docente en escuelas medias, y esencialmente era un idealista incorregible. Como profesor de filosofía, solía ganar lo suficiente como para apenas sobrevivir. Sus cabellos largos en extremo denotaban una bohemia que a pesar de las circunstancias que estaban sobrellevando, no disminuía su intensidad. Y, por cierto, seguía perteneciendo a una casta, a la minoría valiosa de librepensadores. Y aunque el presente trágico demostrara lo contrario, su fe por el futuro era brutalmente inquebrantable.
José Elechea, un herrero duro de rostro inexpresivo hasta la obscenidad, se había criado en Olavarría y recién a los veinte años pudo pisar la fogosa Buenos Aires. Nunca formó una familia y era impenetrable. Más que ello su parquedad le otorgaba facciones férreas, de inmutabilidad que solían hasta molestar a sus interlocutores de turno. Su falta de pasión y sus años (andaría por los cincuenta) lo condenaban a una soledad ganada por propia elección.
Analizaba cada circunstancia, cada suceso, con la desconfianza de quien ha transcurrido una vida de manera más que solitaria. Pero ante todo, era un muy buen compañero, inteligente y comprensivo hasta el hartazgo… de ese modo componía una personalidad atravesada por la ambigüedad.
Podía decirse que Seltzer nunca había tenido honrosa suerte. Había pertenecido a una adinerada familia del barrio de Palermo, no obstante el dinero en abundancia que transformó su niñez en días de opulencia, no fue nunca el más beneficiado entre sus hermanos. Y, al margen de los conflictos, ese perfil psicológico traumático lo acompañó hasta su muerte. Y allí se encontraba ahora, en uno de los tantos túneles que formaban parte de la actual ciudad. En la oscuridad, y sepultado por un pasado, atrapado en el nido del tiempo.
De los otros poco se conocía. El Siciliano era un peculiar personaje, un hombre de fuerte contextura, parlanchín, a veces poco confiable. Escasamente hablaba acerca de su vida, pero interrogaba con su mirada, con sus ojos de un azul profundo que penetraban cualquier estructura humana. Era un ser perceptivo y de rarezas indescriptibles.
Román, periodista, soñador, buena gente, diseñado con una carga fóbica contra las armas, aunque ahora, necesitaba recordarse a cada momento, que este presente desafortunado, impiadoso, ruin, lo conducía por el camino de la supervivencia. En esa ardua tarea, como paradoja, la lucha armada era la consigna única y hasta suprema.
Ary, quien alguna vez fuera rabino, vivió toda su existencia impregnado de conceptos religiosos, más aún: en circunstancia alguna había pasado por su brillante mente, la posibilidad de tener que matar, o, como él decía, “sacrificar seres humanos”. Pero así, de esa forma, acontecían las cosas.
3 – Cada uno de ellos, con sus disimilitudes, con características distintivas, eran “la resistencia”. – Luego de lo ocurrido mejor sería que fuéramos hacia el lado del autódromo, creo que allí, al menos por el momento, no nos buscarán. Sabés Iván que al haber tenido tantas bajas existe una verdadera posibilidad que deseen atraparnos sin importarles dónde. Creo, deberíamos estar un tiempo escondidos por los alrededores…por los túneles, dentro de ellos.
– Adhiero a tus pensamientos José, y si vale mi opinión, Además sería conveniente esperar al Siciliano y al resto. Estimo no tardarán en llegar. Esperemos algo más.