Orgasmo a contraluz - Reynaldo Duret Sotomayor - E-Book

Orgasmo a contraluz E-Book

Reynaldo Duret Sotomayor

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  • Herausgeber: RUTH
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
Beschreibung

El orgasmo, punto culminante cuando dos cuerpos dialogan en su entrega sexual, o un cuerpo, o varios, lleva en su brevedad —amén de las dosis de feromonas y deseos— la personalidad, costumbres, escenarios, propósitos y maneras de concebirlo. Estos cuentos lo reafirman. El sexo explora con sus vibraciones conflictos y andamiajes donde lo sentimental y lo físico pierden sus fronteras. El argumento alucinante de cada historia trata de calcular el irremediable costo del placer, vertiendo puntos de irreconciliación sobre sus personajes. Prepárese para un buen coito literario. Acomode el lecho o lugar que prefiera, desnúdese de todo contexto mental arbitrario o moralista, sumérjase en la lectura, para que al final logre venirse, o vengarse, de la dualidad de su ser.

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Seitenzahl: 149

Veröffentlichungsjahr: 2024

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ORGASMO A CONTRALUZ

Reynaldo Duret Sotomayor

Isla de la Juventud

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Keyla de la Caridad Pacheco de Moya

Diagramación y diseño de cubierta: Reynaldo Duret Sotomayor

Ilustración de cubierta: Reynaldo Duret Sotomayor

Corrección: Liudys Carmona Calaña

© Reynaldo Duret Sotomayor, 2023

© Sobre la presente edición,

    Ediciones El Abra, 2023

ISBN 9789592761865

Ediciones El Abra

Calle 37 s/n e/ 36 y 38 Nueva Gerona

Isla de la Juventud. CUBA

CP 25100

Índice de contenido
chica mala
juego de role(x)
parafilias
orgasmo a contraluz
Botticelli
psicodelia
Si el día
el hombre que dormía con zapatos
contigo en la distancia
gogoboy
las pieles y un domingo
¡chú!
acerca del autor

 chica mala

A partir de ese día cada noche soñó con cadáveres. Soñar con cadáveres le producía pánico. Los sueños, sueños son, se decía dentro del sueño que soñaba. Trataba de despertarse y no podía. Decidió cambiar el sueño dentro del sueño que soñaba por otros menos trágicos; sin embargo, los contextos se hacían más agitados. Su rostro se convirtió en otros rostros. Era Einstein. Un hombre neandertal. Van Gogh. El cuervo de Alan Poe. Never more, repetía con los labios lastimosamente cerrados. Podía volar y escuchar los ruidos que el dolor produce al abrir las puertas humanas. Sus labios estaban pegados como él al sueño, pero se empecinaba en repetir la frase. Le parecían peldaños de una escalera que bajaba buscando encontrarse al final con él mismo, con otro rostro, la misma nostalgia elevada a la enésima.

La última vez crujieron sus vísceras al bajar como si fueran de papier maché. Abajo sintió sonidos de disparos. «Me quiero despertar», angustió. Los cadáveres lo seguían en silencio con ritmo de zombis. El tan tan del reloj de cuerdas lo obligó a detenerse en medio de la escalera. Trató de contar las campanadas para ver si pronto podría despertar. Servirse el desayuno. Tomarlo junto a Leila. Hablar de lo que harán hoy. Nunca del pasado o el futuro. Está prohibido en casa. Prefieren el Hoy que comienza con el último sorbo de café. Besos de despedida. Nos vemos por la tarde y otras cosas. Quiere imaginarse sentado en la mesa. Mueve los cubiertos con parsimonia mientras observa los labios de Leila al abrirse. No le contará el sueño este con los cadáveres. Son tantos. O mejor sí. Podría cambiar un poco la dinámica del desayuno. Le contará que fue Einstein por un breve momento. Un neandertal con una maza al hombro buscando un mamut que llevar a la cueva. Leila debe verse bonita picando un bistec de mamut encima de una roca; descosida de su mundo afrodisíaco. Esa vanidad de saberse atractiva y amada hasta provocarle discordias. «Chica mala», siempre le decía desde que la conoció en sexto grado. Por fin en el sueño podría vengarse de ella. Apetecerla tanto se convertía en un suplicio. Pensó que sería bueno asesinarla. Dársela de comer a los cadáveres. Pero Leila no cabía en el sueño, ni tampoco su diabólico juego con las cosas del diario vivir. Decidió dejar a un lado esas meditaciones a mitad de escalera y bajó tres peldaños más. La escalera se hacía más extensa. Sin fin. Un cadáver lo agarró por la camisa y suspendió en el aire. «¿Ser o no ser?», preguntó. El cadáver era su padre, pero tenía el rostro del profesor de filosofía de la universidad. «¿Qué dice la Ley de la negación de la negación?» Lo vio abrazar a Leila. Comenzó a sudar. «No reniegues de tu papá», le dijo un cadáver que tenía la voz de Leila y la cara de su madre. «¡Es un degenerado!», replicó otro cadáver que tenía la voz de su madre y la cara de Leila. «Lo nuevo, ¿niega lo viejo?», inquirió Leila y le sirvió un poco más de café. «A veces, chica mala ─respondió─, depende de las circunstancias». «Todo es circunstancial ─contestaron a coro los cadáveres─; lo difícil es acostumbrarse». Leila comenzó a reír mientras se desnudaba. Leila desnuda es una pistola que lo apunta. Lo sabe y siempre se desnuda cuando necesita domarlo. Por eso la quiere asesinar antes que se desnude. Antes de despertar del sueño. Antes que el profesor de filosofía con cara de su padre se convierta en enemigo y la abrace, bese sus muslos, la goce. ¿Quién soy?, se pregunta. «Somos lo que pensamos», responden los cadáveres. Siente que se asfixia. En los sueños también se siente asfixia. Asfixia de la realidad que se distorsiona entre imágenes inexplicables. Asfixia de querer no soñar con tantos espejismos que lo devuelven a un Yo deconstruído. ¿Espejismos?

Alejandro conoció a Leila poco después de llegar a la casona. Husmeó en una agenda de ella que estaba abierta sobre una mesa del aula donde se sentaban juntos y leyó: «Estoy cansada de vivir». «¿Y eso?», preguntó. Leila se sentó a su lado sin decir nada, más tarde, mientras el profesor de Español explicaba por enésima vez la regla ortográfica que antes de P y B va M la escuchó sonreír bajito. Susurrar: «Antes de Pinga y Bollo, jjj». La frase tan obscena lo hizo estremecer. Imaginar a una de las tías solteronas rezando tres padrenuestros frente al altar de la parroquia. Pero sentir la mano de la adolescente rodar por sus muslos hasta alcanzar su pene, abrirle la portañuela por debajo de la mesa y erectarselo



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