Oro, dólar e imperio - Francisco Soberón Valdés - E-Book

Oro, dólar e imperio E-Book

Francisco Soberón Valdés

0,0

  • Herausgeber: RUTH
  • Kategorie: Fachliteratur
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

Cómo hacer funcional el sistema monetario internacional, cómo limitar el papel hegemónico del dólar, son algunas de las interrogantes que se plantea Soberón. Según el autor, es necesario: diversificar las monedas de reserva y sustituir al FMI por una nueva organización que norme el uso de los derivados financieros por los inversores institucionales y el control de los flujos de capital. Este es un imprescindible material para comprender el funcionamiento de los mercados financieros y la economía internacional dentro del contexto de la crisis global.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 288

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Edición: Golde Szklarz Grinfeld

Diseño de cubierta: Susana de la Cruz Rodríguez

Diseño interior: Olivia Almeida Hernández

Corrección: Yaimara Borges

Composición: Olivia Almeida Hernández

 

 

© Francisco Soberón Valdés, 2010

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2014

 

 

 

ISBN 9789590615740

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

 

 

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa,

Ciudad de La Habana, Cuba

[email protected]

 

 

Índice de contenido
Introducción
Antecedentes y propiedades
del oro
Características y reglas del patrón oro
Evolución del patrón oro hasta la Segunda Guerra Mundial
Se comienza a gestar el sistema
monetario de post-guerra
Cómo se “negoció” Bretton Woods
Los flujos de oro cambian de dirección
El dólar hacia el abismo
Agosto de 1971: la “bomba atómica monetaria” de Nixon
El dólar: vale lo que pesa…
en papel
¿Cómo hacer más racional el sistema
monetario internacional?
Bibliografía

Introducción

 

Es muy poco probable que en cualquier texto, intervención, artículo de prensa, información de radio o televisión o simple conversación en los que se aborden temas relacionados con las relaciones económicas mundiales, no se haga algún tipo de mención al sistema monetario internacional.

En tales ocasiones, muchas veces se escuchan cifras realmente impactantes y difíciles de razonar. Por ejemplo, el volumen de transacciones que diariamente se realizan en los mercados mundiales de compra venta de divisas, alcanza los 3,2 millones de millones de dólares diarios, lo que significa que en cinco días se ejecutan operaciones por un monto superior al total anual de las exportaciones de todos los países del mundo e indica claramente que tal nivel de actividad no está determinado por las necesidades de la economía real.

Dentro de este contexto, son frecuentes las alusiones a la actividad de los especuladores en los mercados financieros y a la complejidad de los instrumentos y mecanismos que utilizan para tal fin. Se observa concreciente inquietud cómo la irracionalidad del sistema capitalista hace que la humanidad dedique cuantiosos recursos a realizar transacciones financieras sofisticadas que, lejos de incrementar el acervo de riquezas de la sociedad, estremecen las economías de los países sin que los gobiernos puedan evitarlo; creando, en ocasiones, verdaderos desastres con secuelas muy visibles para la vida de cientos de millones de personas.

Puede también constatarse cómo los grandes avances en la informática y las telecomunicaciones —quetanto aportan al progreso de la humanidad—, han borrado los límites de la cantidad y complejidad de los­cálculos,la velocidad de su elaboración y transmisión y el volumen de estos que pueden ser acumulados. En el escenario que prevalece actualmente en el mundo financiero, cada ejecutivo o especialista tiene en su buró una computadora personal, que le permite resolver con inmediatez loscálculos más complejos y, en virtud del desarrollo del cable de fibra óptica y de las redes informáticas, comunicarse de manera directa en tiempo real, con su contraparte en cualquier lugar del mundo. Un volumen de información mucho mayor que el contenido de este libro puede trasmitirse a miles de kilómetros de distancia en menos de un segundo, a un costo de fracciones de centavo.

En esta nueva coyuntura, los mercados financieros se caracterizan por la cantidad y velocidad de sus transacciones. En un día de gran conmoción en la bolsa devalores de Nueva York (6 de mayo de 2010) el número de operaciones llegó a alcanzar los diecinueve mil ­millones de acciones. Asimismo, los mercados se encuentran interconectados como nunca antes en la historia, de manera que lo que suceda en la economía de un país, puede tener una repercusión internacional inmediata.

Sabemos que hay naciones —como China—, que logran grandes superávit en su intercambio comercial y acumulan altas cifras de reservas internacionales, ­mientras que la mayor economía del mundo, Estados Unidos, incurre en déficit crónicos en su balanza comercial, que en el último lustro han oscilado entre cuatrocientos mil y setecientos mil millones de dólares anuales aproximadamente.

Además, oímos reiteradamente que Estados Unidos puede financiar esos déficit, recurriendo al simple procedi­miento de incrementar la emisión de su moneda ­nacional.

John Maynard Keynes atribuía a Lenin el concepto de que la mejor manera de destruir el sistema capitalista era corromper la moneda. Hasta donde conozco, en las obras de Lenin no aparece tal expresión.

Sin embargo, lo que sí resulta innegable es que una de las formas más sutiles y seguras que tiene un imperio de afianzar su dominio en las condiciones de un mundo globalizado, es imponer su moneda a nivel mundial.

Tal es el escenario que ha predominado en las últimas décadas, hasta llegar a los tiempos actuales, en que alrededor de las dos terceras partes de las reservas de todoslos países están constituidas en la ­moneda nacional de Estados Unidos, los principales productos bursátiles se cotizan en dólares —que es, además, el signo monetario que prevalece en las operaciones mercantiles y financieras a nivel global— y en el 86 % de las transacciones en los mercados cambiarios, la divisa que se compra o se vende es el dólar.

El propósito del presente libro es hacer un recuento de los principales eventos históricos que condujeron al actual sistema monetario internacional; mostrar cómo este corresponde a una etapa concreta del desarrollo del capitalismo; caracterizar su funcionamiento en los términos más simples posibles; examinar el rol de sus actores fundamentales y, en específico, el papel que desempeña Estados Unidos dentro de este; re­visar las premisas que permitieron que el dólar alcanzara la supremacía de que hoy disfruta; identificar los factores que impiden cambiar radicalmente este sistema, en tanto Estados Unidos ejerza su hegemonía política, militar y económica; y exponer algunas acciones que podrían disminuir el devastador impacto de las decisiones de una élite financiera internacional, en la vida de miles de millones de seres humanos.

El libro consta de 10 capítulos. El primero se refiere a los orígenes del rol monetario del oro, y la obsesión por el dominio sobre los territorios donde se producía y acumulaba este metal, que se convirtió en un símbolo de poder y riqueza desde la antigüedad en virtud de sus propiedadesy escasez (un moderno buque transportador de minerales pudiera trasladar en un solo viaje todo el oro que ha extraído la humanidad hasta el presente, que se estima en alrededor de cientosesenta mil toneladas). Se esbozan también las causas que propiciaron la sustitución de la moneda metálica por el papel moneda.

El segundo y tercer capítulos tratan sobre el sistema monetario denominado patrón-oro que, de una u otra forma, rigió en un gran número de países la mayor parte del tiempo a partir dela segunda mitad del sigloxixhasta comienzos de la década de los treinta del pasado siglo; cómo surgió y se desarrolló, las reglas que normaban su funcionamiento y las distintas variantes que adoptó a través de la historia.

Estos capítulos contienen, además, una explicación de los conceptos básicos de la balanza de pagos y su relación con las reservas internacionales, así como de lascaracterísticas de los regímenes cambiarios de tasas fijas y los de tasas flotantes; cuyo conocimiento resulta esencial para una mejor comprensión de los temas a que se refieren los siguientes capítulos. Se explican las ­reglas que debían observarse para el correcto funcionamiento del patrón oro y los mecanismos de autorre­gulación con que contaba, que constituyen una de las principales diferencias con el actual sistema monetario, el cual carece de fórmulas para garantizar su equilibrio.

El cuarto y quinto capítulos se concentran en el análi­sis del escenario económico internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se hace un recuento de los eventos que dieron origen al actual sistema moneta­rio, y muy en particular de la conferencia que tuvo lugar en Bretton Woods, en 1944. Se analiza el contenido de las dos principales propuestas que fueron debatidas en esta conferencia, y se abordan temas que han sido poco tratados, como los métodos draconianos mediante los cuales Estados Unidos logró imponer la hegemonía del dólar, desplazando al oro del papel que había desempeñado en el sistema monetario en épocas pasadas. Finalmente, se hace un enfoque crítico sobre los aspectos esenciales del Acuerdo Constitutivo del FMI que se adoptó como resultado de esa reunión.

Los capítulos sexto y séptimo estudian la evolución de los acontecimientos relacionados con el funcionamiento del sistema monetario desde los finales de la Segunda Guerra Mundial hasta 1971, incluyendo un análisis del uso abusivo que hizo Estados Unidos de las prerrogativas que obtuvo para su moneda, los artilugios de que se valió para tratar de que los demás países usaran su oro para respaldar el dólar, y los acontecimientos que precipitaron el estruendoso e indecoroso final del sistema acordado en Bretton Woods.

El capítulo octavo aborda lo que puede calificarse como el mayor fiasco en la historia de la humanidad:la decisión abrupta del gobierno de Nixon en agosto de1971, mediante la cual Estados Unidos rompióunilateralmente el compromiso asumido con la comunidadin­ternacional de respaldar su emisión de dólares con oro, para lo cual se había obligado a vender este metal a un precio fijo de 35 dólares la onza. Se revisa también cómo este país complementó esta decisión con una verdadera cruzada anti-oro,con la cual logró su propósito final de despojar al oro de toda significación en el sistema monetario (excepto su condición de único producto físico que puede formar parte de las reservas internacionales de un país), dejando así el camino despejado para afianzar la supremacía del dólar.

En el capítulo noveno se hace una actualización de los graves efectos que ha tenido esa decisión para la economía mundial y de las exorbitantes ventajas de que sigue disfrutando Estados Unidos dentro del ­actual sistema monetario internacional, que le permiten cubrir sus déficit comerciales y sostener un consumismo enajenante. Entre otros aspectos, se explica el significado de que el 78 % de la deuda externa de Estados Unidos haya sido contraída en dólares, a diferencia de lo que resulta normal para los demás países, que deben procurarse ingresos en moneda extranjera para atender su endeudamiento con el exterior.

En este capítulo también se examinan los nuevos factores que potencian los perniciosos efectos del actual sistema monetario tales como: la absoluta liberalización de los flujos de capital; el impacto en los mercados monetarios de los avances de la informática y las telecomunicaciones; el uso de los llamados “derivados financieros” y el papel que desempeñan los inversores institucionales en las “mega-operaciones especulativas”, que se han convertido en práctica cotidiana de los mercados financieros.

Finalmente, el capítulo décimo enfoca la actual situación del sistema monetario internacional, tomando como antecedentes los estudios realizados por Marx y Engels en el sigloxixy por Lenin a principios delxx, que tienen el mérito histórico de haber identificado en las crisis económicas un fenómeno consustancial al régimen capitalista, y demostrado que las perturbaciones crediticias y monetarias no son una causa, sino un efecto de estas crisis, cuyo origen y remedio se buscaba en la esfera más superficial y más abstracta, la esfera de la circulación del dinero.

En este capítulo se proponen y argumentan algunas medidas que, aunque no constituyen un cambio ­estructural del sistema monetario, podrían hacerlo más racional y limitar los extraordinarios poderes que le ­otorgan a Estados Unidos el papel hegemónico del ­dólar. Estas son: diversificación de las monedas de ­reserva; acuerdo para limitar las fluctuaciones de las tres mo­nedas de uso más extendido —dólar, euro y yen—; sustitu­ción del FMI por una organización de nuevo tipo que tenga en cuenta las realidades del actual panorama económico y político internacional y una verdadera regulación internacional —no un reordenamiento unilateral de Estados Unidos—, que norme el uso de los derivados financieros por los inversores institucionales; y el control de los flujos de capital, en especial los de corto plazo.

Por la imbricación político-económica de los temas tratados, ha sido mi intención deslindar siempre las causas y los efectos (que muchas veces tienden a confun­dirse), yresaltar aquellos aspectos de la teoría marxis­ta que tienen una clara vigencia cuando se pretende penetrar en el complejo mundo del sistema monetario internacional.

Me he esforzado por confirmar con datos, cifras e informaciones de fuentes confiables, los criterios expuestos y las conclusiones a que he arribado, lo cual ha sido particularmente difícil, en tanto mi enfoque difiere en muchos casos de las posiciones que usualmente prevalecen en la prensa y los medios académicos y de negocios internacionales.

La actual situación de crisis global ha renovado el interés en todos esos temas, y ha dado lugar a nuevas interrogantes e inquietudes. Si el presente libro aumenta la motivación para profundizar en la búsqueda de respuestas a tan complejas cuestiones, habrá cumplido su principal objetivo.

Francisco Soberón Valdés

 

 

 

 

Antecedentes y propiedades

del oro

 

Conquistando oro

Cuando en 331 a.n.e. Alejandro Magno conquistó Susa, la historia relata que envió hacia Grecia alrededor de trescientas toneladas de oro acumuladas en esa ciudad, como parte del tesoro real persa. La cifra parece exagerada si se tiene en cuenta los bajos niveles de producción de ese metal que prevalecieron desde la Antigüedad hasta el sigloxix. Algunos cálculos dan como resultado que en toda la historia de la humanidad hasta 1850, solo se habían obte­nido diez mil toneladas de oro. De cualquier manera, no cabe duda que la cantidad de oro proveniente de su campaña en ­Persia fue sustancial y de gran significación para su imperio.

En 202 a. n. e. durante la Segunda Guerra Púnica, los romanos lograron el control de la región donde se encontraban ubicadas las minas de oro de España, que se convirtieron en una importante fuente de suministro de este metal precioso para Roma.

Se dice que como resultado de una victoria en la Guerra de las Galias —58 al 51 a. n. e.—, Julio César dispuso de suficiente oro para entregar numerosas monedas a cada uno de sus soldados y pagar todas las deudas de Roma.

En carta escrita desde Jamaica en 1503, Cristóbal Colón no dejaba dudas en cuanto a su entusiasmo por el oro al expresar:

El oro es excelentísimo: del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene hace cuanto ­quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al ­paraíso.1

Los conquistadores españoles fundieron un caudal de pie­zas artísticas fabricadas en oro por las ­civilizaciones Inca y Azteca que constituían verdaderos tesoros de la humanidad, para convertirlos en ­barras y mo­nedas. Los historiadores difieren en cuanto al total de oro que España extrajo como resultado de la conquista de América en el sigloxvi, pero sitúan la cifra entre ciento cincuenta y cuatro y trescientas once toneladas.

Después de su azaroso viaje por el Atlántico, este ­metal era acuñado y utilizado para las importaciones y los gastos de la corona española de los cuales el 70 % se destinaba a las guerras. Gran cantidad de esas importaciones procedían de Inglaterra, que fue durante años la mayor exportadora de productos manufacturados del mundo.

Algo parecido sucedía con el oro de Brasil que recibían los portugueses. Una cuantiosa parte se reembarcaba a Inglaterra a cambio de mercancías inglesas o de otras naciones europeas, a las cuales se les pagaba a través de Inglaterra.

De manera que una buena porción del oro obtenido por España y Portugal procedente de sus colonias en América terminó en poder de los bancos ingleses y fue parte del soporte material para el ulterior establecimiento del patrón oro en ese país.

Marx afirmaba que:

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.2

En la primera mitad del sigloxixel intercambio comercial entre Europa y China era altamente favorable a esta última. Las mercaderías chinas tales como: porcelana, té y seda, tenían una fuerte demanda en Europa. Los europeos debían pagar en plata por estas importaciones. Inglaterra, que ya por esa fecha estaba dentro del patrón oro, tenía que utilizar este metal para adquirir plata en otros países europeos y cubrir así sus importaciones de China.

Con el propósito de resolver esa situación,los comerciantes ingleses introducían en China grandes cantidades de opio procedente de la India, que en aquellos tiempos era una colonia inglesa.

Cuando el emperador chino impidió este tráfico, la corona británica decidió recurrir a su poderosa Armada para hacer valer su determinación de garantizar la total libertad del tráfico de opio entre India y China.

Un destacado historiador escocés comenta al respecto: “La dinastía Qing iba a sentir la fuerza del más exitoso narco-Estado de la historia: el imperio británico”.3

La superioridad naval inglesa se impuso y como resultado de las llamadas “Guerras del Opio” (1839-1860) ­China se vio obligada a permitir el tráfico del opio a través de cinco de sus principales puertos, ceder Hong-Kong a Inglaterra e indemnizarla con 3 millones de onzas de ­plata.

En síntesis: el imperio británico para preservar sus reservas de oro recurrió a una guerra que legalizara el narcotráfico para poder pagar con drogas sus importaciones de China.

Se estima que Sudáfrica ha sido la fuente de alrededor del 34 % del oro que se ha producido en el mundo en todas las épocas y posee el 40 % de este metal que aún se encuentra bajo tierra en todo el planeta.

Londres no solo proporcionó la mayor parte del capital para desarrollar la minería aurífera de Sudáfrica, sino que se quedó con el oro. Todo el oro de Sudáfrica era refinado en Londres (…) Los refinadores vendían directamente el oro tanto al Banco de Inglaterra (banco central) (…) como a (...) otros agentes londinenses.4

No es entonces obra de la casualidad que Inglaterra se haya siempre esforzado por mantener el control sobre Sudáfrica con la ulterior cooperación de Estados Unidos. En los momentos más críticos de la política racista de Sudáfrica —que tuvo una de sus más crueles expresiones en el asesinato de cientos de jóvenes estudiantes durante los sucesos de Soweto en 1976— el FMI, mediante la activa gestión de los representantes de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania e Italia, otorgó a Sudáfrica (en 1976 y 1977) más créditos que a todo el resto de los países africanos juntos.

Asimismo, el compañero Fidel ha denunciado en múltiples ocasiones, cómo el imperio llegó al extremo de dotar de armas nucleares al régimen de minoría blanca racista sudafricano.

Estos son solamente algunos ejemplos que nos enseñan cómo el oro, fundamentalmente por su función monetaria, ha estado presente desde tiempos remotos en la historia de los grandes imperios y en las guerras que han librado para consolidar su poder.

Debido a sus propiedades, el oro fue siempre muy apreciado por las civilizaciones antiguas. Es ­fácilmente identificable, duradero y difícil de falsificar. Los egipcios lo consideraban algo indestructible y divino, asociado a la brillantez del sol. Incluso creían que la piel de sus dioses era de este metal.

El oro es el más dúctil y maleable de todos los metales. Desde comienzos del sigloxviiuna onza de oro podía ya moldearse en una lámina de diez metros cuadrados, y en la actualidad, en una de más de dieciocho metros cuadrados.5

 

Oro: materia monetaria por excelencia

En su obra Contribución a la crítica de la economía política editada en 1859, Marx expone de manera brillante las razones que hicieron del oro y la plata la materia monetaria por excelencia. Explica que la primera condición para que una mercancía haga oficio de medida de valor es que sea capaz de representar diferencias puramente cuantitativas, dando por supuestas la identidad, la homogeneidad de la calidad. Continúa Marx:

Si evalúo, por ejemplo, todas las mercancías en ­bueyes, pieles, cereales, etc., tengo que medirlas, en rea­lidad, con el buey medio ideal, la piel media ideal, puesto que entre buey y buey, grano y ­grano, piel y piel, hay diferencia cualitativa. El oro y la plata por el contrario, como son cuerpos simples, son ­siempre idénticos a sí mismos e iguales quanta de estos metales representan valores de magnitud idéntica. La otra condición que debe cumplir la mercancía que sirve de equivalente general, y que se deduce directamente de la función de representar diferencias puramente cuantitativas, es que se pueda dividir en partes cualesquiera y volver a reunir estas partes de manera que el dinero contante pueda ser representado también de un modo sensible. El oro y la plata poseen estas cualidades en grado superior.

En calidad de medio de circulación el oro y la plata ofrecen la ventaja sobre las demás mercancías de que a su peso específico elevado, que representa un peso relativamente grande en poco espacio, corresponde su peso específico económico que les permite en­cerrar mucho tiempo de trabajo, es decir, un gran valor de cambio bajo un pequeño volumen. Esto asegura la facilidad del transporte, el paso de una mano a otra y de un país a otro, la facultad de aparecer y desaparecer con igual rapidez; en una palabra, la movilidad material, el sine qua non de la mercancía que debe servir de perpetuum mobile en el proceso de circulación.

El alto valor específico de los metales preciosos, su duración, su relativa indestructibilidad, su inalterabilidad en el aire —y especialmente en cuanto al oro, su indisolubilidad en los ácidos, excepto en el agua regia— todas estas propiedades naturales hacen de los metales preciosos la materia natural de atesoramiento.

(…)

La gran importancia de los metales en general, en el interior del proceso inmediato de producción, está ligada a su función de instrumento de producción. Independientemente de su rareza, la gran maleabilidad del oro y la plata comparados con el hierro y hasta con el cobre (en el estado endurecido en que lo empleaban los antiguos) impide que se les utilice para herramientas y los despoja en una gran medida de la cualidad sobre la cual reposa el valor de uso de los metales en general. Inútiles en el proceso inmediato de producción, no son indispensables como medio de existencia, como objetos de consumo. Pueden entrar en el proceso de circulación social en cualquier cantidad, sin perjudicar los procesos de la producción y del consumo inmediatos. Su valor de uso individual no está en pugna con su función económica. Por otra parte el oro y la plata no son únicamente objetos negativamente superfluos, es decir, no indispensables, sino que sus cualidades estéticas hacen de ellos la materia natural del lujo, del adorno, de la suntuosidad, de las necesidades de los días de gala; en una palabra, la forma positiva de la superfluidad y de la riqueza.

(…)

Finalmente la facultad que poseen el oro y la plata de pasar de la forma de moneda a la de lingote, de esta a la de artículos de lujo e inversamente; la ventaja que tienen sobre las demás mercancías de no quedar fijadas en forma de uso una vez dadas, determinadas, hacen de estos metales la materia natural del dinero que perpetuamente debe dar vueltas de una forma determinada a otra.6

Ocho años más tarde, en el primer tomo de El capital volvía sobre el tema exponiendo cómo el oro fue adquiriendo gradualmente la función de equivalente general, suministrando así al mundo de las mercancías el material de su expresión de valor y convirtiéndose en dinero.

En lo concerniente al peso específico del oro que Marx señala como una de las cualidades que lo hacen apropiado para ser utilizado como dinero, puede destacarse que un pie cúbico de oro pesa media tonelada. Solo los metales del grupo de los platinos son más pesados que el oro. A los precios actuales (octubre de 2010, más de mil trescientos dólares la onza troy) un pie cúbico de oro tiene un valor de veintiún millones de dólares. (Una tonelada métrica es equivalente a 32 150,7 onzas troy.)

Con respecto a la relación entre la plata y el oro, este último terminó imponiéndose como patrón de valor, debido a sus propiedades, en general, y al ser un metal mucho más escaso que la plata.

La producción de plata acumulada por la humanidad hasta el presente, asciende a aproximadamente un millón cuantrocientas mil toneladas, mientras que la de oro ha sido de alrededor de ciento sesenta mil toneladas, de las cuales cerca del 65 % se extrajo en los últimos 60 años.

El mayor buque transportador de minerales que se ha construido en los últimos años, con una capacidad de peso muerto de más de trescientas sesenta mil toneladas, podría trasladar en un solo viaje todo el oro que ha producido la humanidad hasta el presente utilizando una parte de esa capacidad.

Los especialistas calculan que un 15 % del total de oro producido se ha perdido con el tiempo, y el restante 85 % aún existe en algunas de sus formas.

Otro ejemplo de la mayor escasez del oro con respecto a la plata, lo tenemos en el caso de la conquista de América por los españoles que lograron extraer de las minas de Potosí entre 1556 y 1783 alrededor de cuarenta y cinco mil toneladas de plata (145 veces la suma máxima de oro que se estima embarcaron desde sus colonias americanas hacia España en el sigloxvi).

Si hiciéramos la comparación con el cobre, que también ha sido utilizado históricamente como moneda, en la actualidad se producen más de quince millones de toneladas anuales de este metal. O sea, que en el presente, el mundo produce en un solo año una cantidad de cobre que es más de noventa y tres veces el total del oro extraído mundialmente en toda la ­historia.

Se calcula que los recursos totales de oro aún no explo­ta­dos en todo el planeta, alcanzan la cifra de cien mil toneladas, mientras que las reservas mundiales de ­plata conocidas se estiman en quinientas setenta mil ­toneladas.

Con respecto a la utilidad del oro en los procesos productivos, debe señalarse que esta se ha incrementado notablemente en los últimos años, debido a su creciente empleo en la industria de equipos electrónicos.

En estos equipos la continuidad eléctrica es interrumpida con facilidad por el desarrollo de películas de óxido o de otras capas que puedan empañar los componentes críticos de los circuitos. El oro es de gran valor en estos casos por estar libre de corrosión y por su excelente conductividad eléctrica (73 % del cobre). Posee también una gran conductividad térmica, lo que contribuye a la estabilidad de dichos componentes mediante la rápida disipación de calor.

Teniendo en cuenta el alto valor del oro, su uso se concentra en los puntos críticos de los equipos electrónicos que requieren un alto grado de confiabilidad, princi­palmente en los conectores y en los puntos de contacto.

Se estima que para 2010 la industria electrónica y eléctrica absorberá a nivel mundial más del 8 % de la producción total de oro.

En cuanto a la indestructibilidad del oro y su resisten­cia a la corrosión, un cable de Reuters del 23 de diciem­bre de 2009, ofrece un reciente ejemplo. Este informa que según un fallo judicial, una empresa “cazatesoros” debe devolver a España un cargamento de mo­nedas de oro y plata valoradas en quinientos millones de dólares, de un buque español procedente de Perú hundido por cañoneras británicas cerca de Gibraltar en 1804. A diferencia de los objetos de otros metales que podían haber estado a bordo de este buque y fueron destruidos por los efectos corrosivos del fondo marino, las monedas de oro, después de más de dos siglos bajo el océano, se recuperaron con las mismas propiedades que el día que fueron cargadas a bordo.

 

Oro y medio ambiente

Un último aspecto a señalar con respecto a la producción de oro es el daño que causa al medio ambiente, ­debido a la baja cantidad de este metal que puede ­obtenerse delmineral que lo contiene y las características de los procesos tecnológicos utilizados con este fin.

El daño ecológico es mayor cuando el mineral se ­obtiene de minas a cielo abierto, como en Estados ­Unidos, que enlos lugares donde se encuentra en minas ­sub­terráneas de hasta cuatro mil metros de profundidad, como en Sudáfrica. Por ejemplo, en 1998 por cada tonelada de oro que se obtuvo en Estados Unidos —fundamentalmente de sus minas a cielo abierto—, fue necesario procesar 2,6 millones de toneladas de mineral, mientras que en Sudáfrica a principios de los años ochenta se lograba producir una tonelada de oro con algo menos de ciento treinta y cinco mil toneladas de mineral.

En la actualidad se estima que el promedio mundial es de alrededor de trescientas mil toneladas de mineral para obtener una tonelada de oro. Si se quisiera establecer un punto de referencia, puede mencionarse que para producir una tonelada de hierro se requieren solamente 3 toneladas de mineral. Esto quiere decir que en la fabricación de 10 toneladas de oro se procesa una cantidad de mineral similar que en la producción de un millón de toneladas de hierro.

Para hacer las cosas aún más graves, el proceso tecnológico más extendido para separar el oro del mineral que lo contiene desde finales del sigloxixes el llamado “lixiviación con cianuro”, que la hace una actividad altamente contaminante. Se ha tratado de utilizar para este fin otros productos, pero hasta el momento no se ha obtenido una alternativa más rentable.

Una doctora en química de la Universidad de la Plata, explica con palabras sencillas las características y riesgos de esta tecnología en las minas a cielo abierto:

El método de extracción del oro de las rocas llamadas “mena” (roca que contiene el mineral a ­extraer) se basa en el empleo de soluciones que utilizan enormes cantidades de agua. Esa es la base de la “hidrometalurgia”.

Para la recuperación del oro se utiliza la ‘lixiviación’, por el cual el metal se disuelve en un medio acuoso, para separarlo del resto del material. Se conoce como lixiviación al lavado de una sustancia pulverizada para extraer las partes solubles. El hecho de pulverizarla mejora la extracción. Enormes cantidades de agua es utilizada en este proceso, desviando los cursos de ríos, dejando pueblos y cultivos secos en pos de la búsqueda del oro.

Sin embargo, el oro no es soluble en agua. Para disolverlo se necesita de una sustancia como el “cianuro”, que permite formar complejos y estabilizarlo en las soluciones. Para la óptima recuperación de oro, debe prepararse el mineral antes y ponerlo en contacto con la solución de cianuro. Para ello, el mineral se tritura y se reduce de tamaño a partículas, para permitir una mejor liberación del oro.

El mineral triturado es ubicado en montículos (pilas) sobre una plataforma forrada con una membrana impermeable. Luego se rocía la pila con la solución de cianuro o bien por un sistema de riego por goteo.

La solución de cianuro lixivia (lava y amalgama) las partículas microscópicas de oro del mineral mientras se filtra por el “cúmulo”. Los ciclos de lixiviación durandesde unos cuantos días hasta unos cuantos meses, dependiendo del tamaño del cúmulo y de la calidad del mineral. La solución de cianuro que contiene el oro —llamada la solución “encinta”— fluye por gravedad a un embalse de almacenamiento. La solución de cianuro lixivia el oro del mineral, que es recolectado por la membrana impermeable y bombeado o transportado hacia las instalaciones de almacenamiento para su posterior procesamiento.

El cianuro separa el oro del mineral y moviliza (a través de la tierra hasta llegar a las aguas sub­terráneas) metales pesados como el arsénico, antimonio, cadmio, cromo, plomo, mercurio, níquel, pirita, selenio, talio, cinc, sulfuros de metales ­comunes y sales sulfúricas. Los metales pesados se presentan en una gama de concentraciones en la mena. La extracción por lixiviación con cianuro libera también estos metales del mineral matriz al medio circundante.

Estos metales pesados son los desechos de la extrac­ción por lixiviación con cianuro y son problemáticos, porque contaminan las soluciones de cianuro y los componentes de la maquinaria usada para los tratamientos.

Los metales alterados de su estado natural se encuentran en concentraciones altas, son más resistentes a la descomposición y no son fácilmente reintegrados en los ciclos químicos del mundo natural (se requieren décadas o siglos). En virtud de su peso, los metales pesados se depositan como sedimento.

Para las plantas y los animales, el cianuro es extremadamente tóxico. Los derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas.

En cuanto a los animales y el hombre, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos por litro (mg/l) son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.

Las dosis letales para humanos son, en caso que sean ingeridas, de 1 a 3 mg/kg del peso corporal; en caso de ser asimilados, de 100-300 mg/kg; y de 100-300 ppm si son aspirados. Esto significa que una porción de cianuro más pequeña que un grano de arroz sería suficiente para matar a un adulto. La exposición a largo plazo a una dosis subletal podría ocasionar dolores de cabeza, pérdida del apetito, debilidad, náuseas, vértigo e irritación de los ojos y del sistema respiratorio”.7

Solamente debo agregar que existen numerosos casos de derrames de solución de cianuro en el proceso de recuperación de oro que han resultado altamente dañinos. Uno muy nombrado fue el que aconteció en Rumanía en el año 2000que afectó también a Hungría y Yugoslavia, perjudicando el suministro de agua ­potable a 2,5 millones de personas y las actividades económicas de millón y medio que viven del turismo, la agricultura y la pesca a lo largo del río Tisza.

 

Orígenes del uso monetario del oro

El uso monetario del oro tuvo su origen probable­men­te en Egipto alrededor del milenioiva. n. e. en ­forma de barras que eran utilizadas como medio de cambio. El uso de barras de oro en bruto en ­funciones de dinero para operaciones cotidianas, ­generaba varios inconve­nientes, entre otros el trabajo de pesar­las con la exacti­tud requerida ­teniendo en ­cuenta el alto valor del oro, pues una diferencia peque­ñaen el peso podía determinar una dis­pa­ridad grande en el valor. La otra era asegurarse que la composición de la barra tenía la debida pureza en oro y no había sido falsificada o adulterada ­mediante aleaciones con metales más corrientes y baratos.

En el siglovii