Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano. El fin de la luna de miel - Luis M. Buch Rodríguez - E-Book

Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano. El fin de la luna de miel E-Book

Luis M. Buch Rodríguez

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Beschreibung

Los autores retoman la narración de una nueva y convulsa época, pletórica de triunfos a la vez que de obstáculos, asedios, dificultades y agresiones, en ese decursar heroico que fueron los dos primeros años del poder revolucionario en Cuba. Nos retrotrae a momentos trascendentales en la actuación del gobierno revolucionario y a sucesos tan relevantes como los primeros enfrentamientos en varios y diversos campos con el Gobierno de los Estados Unidos y sus agentes internos: las conjuras anticomunistas; el proceso de nacionalización de las riquezas del país; la desaparición física del inolvidable comandante Camilo Cienfuegos; las figuras de Osvaldo Dorticós, del comandante Ernesto Guevara y del Canciller de la Dignidad, Raúl Roa, y otros sucesos que no por distantes han logrado borrarse de la memoria popular. Es, en fin, como asistir a un largo, complejo y hermoso documental histórico.

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Seitenzahl: 595

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Edición: Ricardo Barnet Freixas

Diseño de cubierta: Jorge Álvarez Delgado

Diseño interior: Julio Víctor Duarte Carmona

Realización digitalizada: Caridad Castaño Jorge

Corrección: Pilar Trujillo Curbelo

Composición computarizada: Xiomara Gálvez Rosabal

Conversión a ebook: Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

 

Segunda edición, 2002

 

© Luis M. Buch Rodríguez y Reinaldo Suárez Suárez, 2002

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2024

 

ISBN 9789590625589

 

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

 

Instituto Cubano del Libro

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14 no. 4104, Playa, La Habana

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

 

 

Índice de contenido
Nota de la Editorial
Notas del otro
El fin de la luna de miel
Un gobierno de abogados
Fidel Castro al Gobierno
El ecuador de la Revolución Cubana
Traición de Pedro Luis Díaz Lanz
Crisis con el Presidente de la República
El anticomunista Manuel Urrutia Lleó
El Presidente de la República hace las maletas
Informado Fidel
Renuncia del Primer Ministro
Renuncia del Presidente de la República
Osvaldo Dorticós Torrado
Un papel romántico muy sugerente
Involucrado con el Vanguardismo
Doctor en Derecho Civil
En revolución
Expulsado de Cuba
Sorprendido para ministro
Sorprendido para Presidente de la República
Entrega total
Fidel reasume como Primer Ministro
Que Fidel reasuma
Sesión del Consejo de Ministros en Santiago de Cuba
En La Habana
Concentración popular en la Plaza Cívica
Otra vez en Santiago de Cuba
Productiva reunión del Consejo de Ministros
Inestabilidad en el ritmo del Consejo de Ministros
El ridículo de una conspiración internacional
Santiago de Chile
Nuevas medidas revolucionarias
¿Renuncia? No. Conspiración
Raúl Castro, ministro
El comandante Hubert Matos Benítez
Anticomunismo en marcha
¿Renuncia?
Reacción revolucionaria
El traidor inocente
Díaz Lanz ataca
Fidel y Camilo explican y denuncian los hechos
Concentración popular
Tribunales Revolucionarios
La desaparición de Camilo
El juicio contra Hubert Matos
Sustituciones en el Gobierno Revolucionario
Crisis en el Gobierno Revolucionario
Manuel Ray Rivero
Faustino Pérez Hernández
Los nuevos ministros
Che Guevara, Presidente del Banco Nacional de Cuba
Carácter
Íbamos a escribir en común parte de esta historia
Medidas y nuevas sustituciones
Petróleo I
Trabajo y seguridad social
Mil novecientos sesenta
La banca I
¿El otro Estado?
El último conservador en el Gobierno Revolucionario
Machado Ventura por Ruiz de Zárate Ruiz
La sustitución de Enrique Oltuski Ozacki
Una valoración
Nombramiento de Raúl Curbelo Morales
David contra Goliat
El canciller, Raúl Roa
Con cara destemplada
Canciller en acción
Respuesta legislativa
Petróleo II
Evitando la ruptura total
Goliat en defensa de los derechos de propiedad
Agredidos
El incidente con el marqués de Vellisca
Quemar la riqueza de Cuba
La Coubre
Relaciones con todos
Con los pobres de la tierra
Aproximación a los países socialistas
Primeros contactos con la Unión Soviética
Anastas Mikoyán a Cuba
Convenio soviético-cubano
Relaciones diplomáticas
Con China
Misiones de Gobierno
Gira por América Latina
Encontronazo epistolar
Lo inédito
22 de mayo
Argentina
El semental de la Corte
Inesperadamente
Uruguay
Brasil
Perú
Venezuela
México
Elecciones generales
Provocación
En La Habana
Golpe por golpe
Motivos de conflicto
United Fruit Company
Petróleo III
Reducen aquello de lo que Cuba vive
Profundidad máxima en el conflicto
La ciudad al campo
La espina dorsal
Cumplido el programa histórico
Asamblea General Nacional
A la banca estadounidense
En el hotel Theresa
Petardos en el Palacio Presidencial
Ley 890
Fin de la banca privada cubana
Ley de Reforma Urbana
La finca de la calle Villegas
Conchita
El programa histórico quedó cumplido
Lo que les quedaba a los yanquis
Bibliografía
Libros
Conferencias de prensa y discursos
Otros libros y documentos
Periódicos
Revistas
Personas entrevistadas
Datos de los autores

Nota de la Editorial

El libro que nuevamente la Editorial de Ciencias Sociales pone a disposición del lector, es ya un texto inevitable para la comprensión cabal de los acontecimientos y procesos muy complejos que precedieron a la proclamación del carácter socialista de la Revolución Cubana, y esencial para aquilatar la trascendental envergadura de laobra del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz para lograr lo que en1959 parecía imposible: la unidad de los revolucionarios cubanos; alcanzar la victoria sobre la contrarrevolución interna y resistir las agresiones continuas y sostenidas de los Estados Unidos de América.

Por su valor historiográfico incuestionable y la acogida notable de público que ha tenido la primera edición de Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano, se ha decidido proceder a la reedición inmediata de la obra, ligeramente aumentada, que incluye los siguientes fragmentos de las palabras de presentación a la primera edición, el 24 de agosto del 2002, en el Palacio del Segundo Cabo (sede del Instituto Cubano del Libro), a cargo del doctor Armando Hart Dávalos, ministro de Educación en el primer gabinete de la Revolución, y actualmente Director de la Oficina Nacional del Programa Martiano.

 

Es difícil que se pueda escribir con tanta exactitud y detalle histórico sobre los primeros años del Gobierno Revolucionario Cubano como lo han hecho Luis Buch y Reinaldo Suárez en sus dos libros: Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos y Otros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano. Quien aspire a hacerlo tendrá que hacer un esfuerzo de grandes proporciones.

Ambos libros abarcan un período trascendente de nuestra historia. Hay otros tan importantes como el que ellos narran, pero no encuentro fácilmente un tiempo de mayor significación para la historia de Cuba que éste que nos presentan. Fueron los años en que se crearon las bases jurídicas y políticas, sobre los fundamentos inmediatos de la historia, de la Revolución socialista.

En esos dos libros tiene el lector una narración de las medidas dictadas por el Gobierno Revolucionario de Cuba para abrirle paso al abril de 1961. Sin exageración alguna, estos textos podrán considerarse como clásicos en la materia que describen, lo cual basta ya para destacar su significación. Los investigadores y estudiosos podrán disponer de un valioso compendio de datos y explicaciones y es de esperar que sobre este fundamento, enriqueciéndolo con acontecimientos posteriores, se narre una gran historia. Se trata nada menos que de la documentación indispensable para llegar a conocer cómo y por qué nuestro pueblo se hizo realmente socialista.

El pueblo de Cuba, con su inmensa sabiduría, iniciativa y gracia política, lo dijo en aquellos tiempos de confusión, porque al mismo tiempo tenía enorme grandeza histórica. sobre esto vale la pena que los investigadores hagan en el futuro un libro que abarque doscientos años de historia. el pueblo afirmó en un estribillo: “Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista”; eso no lo dice un pueblo cualquiera. La frase de 1959 sólo podía decirla un pueblo de gran sabiduría, adquirida en centenares de años de lucha y de combate.

Tanto se ha escrito de forma tergiversada sobre cómo Cuba llegó al socialismo en los primeros años de la Revolución, que resulta necesario estudiar los hechos mismos, sus orígenes y significación con el rigor de la ciencia y conciencia para comprender las razones de aquel extraordinario acontecimiento. La Revolución Cubana no proviene directamente del movimiento comunista internacional, aunque estuvo influida en aspectos fundamentales por él. Habíamos arribado a las ideas del socialismo por caminos propios y sobre el fundamento de la historia revolucionaria de Cuba. Esto no lo digo solamente hoy, lo dije en una reunión del Consejo de Ministros de octubre de 1959, en medio de las tremendas discusiones que habían: “Para entender a Fidel hay que darse cuenta que está tratando de promover una revolución socialista desde las raíces martianas y antiimperialistas”.

 

Después de estas palabras esclarecedoras e incisivas, es poco lo que pudiera argumentarse en favor de la obra; sólo la seguridad absoluta de que en ésta el lector encontrará el placer de disfrutar de una lectura plena de aspectos trascendentales y poco tratados de nuestra propia epopeya de los años de fuego.

Notas del otro

Estas notas explicativas estaban elaboradas desde agosto del año2000. Pretendían ser la introducción del libro.

Cuando a principios de 1999 el doctor Luis María Buch Rodríguez colocó el último ladrillo de su segundo libro de memorias:Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primerospasos,estaba resuelto a claudicar de su entusiasmo historiográfico. No era para menos: ochenta y seis años y varios infartos le daban órdenes.

Muchos, con conocimiento de su curtida vida revolucionaria y de sus habilidades para contar historias en lenguaje fácil, aunque profundo, lo empujábamos a diario para que no guardara el lápiz. Pocos meses después, en medio de la arribazón de elogios por el éxito editorial de su obra, el doctor Buch aceptó, desafiando al tiempo y sus zancadillas, adentrarse enOtros pasos del Gobierno Revolucionario Cubano, ahora en la primera etapa (julio de 1959-octubre de 1960) del período (julio de 1959-marzo de 1962) que compartió con el segundo Presidente de la República en Revolución, el doctor Osvaldo Dorticós Torrado.

Aceptó, a cambio de que me insertara en el empeño. Por supuesto, no hubo que meditar para estar conforme con un esfuerzo de rescate histórico de importancia vital para la comprensión de la Revolución Cubana. Fue un trabajo en común, de varios meses. Su memoria prodigiosa y acerada honestidad facilitaron extraordinariamente la labor de reconstrucción de aquellos acontecimientos en los que intervino directamente.

Por la complejidad de la etapa, este libro no sólo se basa en sus testimonios personales, sino también en una amplia investigación documental y testimonial, que aporta elementos nuevos de acontecimientos históricos diversos o sistematiza otros conocidos parceladamente. En algunos casos, ha sido necesario volver sobre algunas personas y algunos hechos abordados en su libro anterior, se ha hecho aportando nuevas información y valoraciones históricas.

Fue preciso vencer sus probadas modestia y humildad para incorporar algunos episodios personales que contribuyeran a explicar la dimensión humana de los hombres que hicieron la Revolución Cubana. Está contado en primera persona. No podía ser de otra manera, porque es una historia vivida desde su despacho de ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario, en el segundo piso del Palacio Presidencial.

La introducción continuaba, explicando los vericuetos que tuvieron que ser deshechos para concluirse y ser lo que el lector leerá, concluyendo con una párrafo que pretendía ser un canto a la vida y una apelación pública al doctor Buch para que se atreviera a su último libro de memorias.

Aún queda por escribir el libro de memorias que complete su permanencia en el Gobierno Revolucionario Cubano. No tengo la menor duda de que el cuerpo quejoso y la memoria toda músculos del doctor Buch resistirán por largo tiempo, aportando ese necesario título de historia de Cuba.

El 2 de noviembre del año 2000 habíamos corregido la segunda versión de este volumen y nos disponíamos a entregarlo a la Editorial de Ciencias Sociales, con la que estaba comprometida toda su obra. En la madrugada del 3 de noviembre el doctor Buch fue emboscado arteramente por el cuarto infarto del miocardio. Se resistió, pero su corazón ya estaba derrotado. Murió, a los ochenta y siete años (había nacido el 7 de agosto de 1913), con una energía y una lucidez excepcionales, de asombro. Murió feliz, activo y útil.

Este hecho obligó a deshacer las notas originales, para escribir estas otras, que pretenden ser un homenaje, necesario, porque su vida es muy aleccionadora, y sentido, porque quien éstas escribe se sintió hijo.

Ha muerto un hombre exquisito, uno de los últimos enlaces entre las dos grandes generaciones revolucionarias del siglo xx cubano, porque el doctor Buch no perteneció biológicamente a la generación de Fidel Castro y de los jóvenes que en torrente verde olivo y barbudo inundaron a Cuba en enero de 1959. Era de una generación revolucionaria anterior, que por ley de la naturaleza humana quedó casi extinguida al cruzar la frontera de los años noventa.

 

 

Doctor Luis María Buch Rodríguez (1913-2000). Fotografía oficial tomada a los pocos días de asumir, el 3 de enero de 1959, como ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario, cargos que ejerció hasta marzo de 1962.

Tenía diecisiete años cuando en septiembre de 1930, bajo la tiranía de Gerardo Machado, cayó en las calles de La Habana quien se convertiría de inmediato en estandarte de la juventud cubana: Rafael Trejo González. Desde entonces data su incorporación a las luchas estudiantiles y a los esfuerzos revolucionarios, en el Directorio Estudiantil del Instituto de Oriente, en su natal Santiago de Cuba. En los años posteriores se incorporaría a los planes insurreccionales de Antonio Guiteras Holmes. Él sería el planificador y ejecutor directo del ajusticiamiento del comandante Carmelo González Arias, el traidor que le permitió a Fulgencio Batista asesinar a Guiteras.

Perteneció al Comité Central de Joven Cuba. Al producirse el pacto político de los auténticos con la mayoría de los miembros del ejecutivo de Joven Cuba, en 1939, rechazó el acta de senador de la República que le ofrecía Ramón Grau San Martín. Buch sostenía que la revolución tenía que hacerse por vía insurreccional y no política.

Para entonces, la revolución se había “ido a bolina”, traicionada por unos, negada por otros. Toda una generación de revolucionarios quedó frustrada. Buch fue de los que se alejó de todo entuerto político y se dedicó al ejercicio profesional de la abogacía. Durante la Segunda Guerra Mundial, como gerente de un negocio minero en Baire y, posteriormente, como representante legal de los intereses de los comerciantes de Oriente, Camagüey, Las Villas, Matanzas y Pinar del Río, enfrentados a los comerciantes de La Habana, nucleados en la Lonja del Comercio de Cuba, el doctor Buch acumuló una fortuna que le permitió asentarse en el emporio burgués de Miramar y pertenecer a los clubes aristocráticos de La Habana. Durante aproximadamente quince años, anduvo descreído e indiferente a las soluciones políticas que se proclamaba entonces para remediar los males republicanos.

Tras el golpe de Estado de marzo de 1952, apoyó, sin comprometerse, a Justo Carrillo y otros conspiradores de ocasión. Después de que Fidel Castro lanzara su grito de rebeldía en el cuartel Moncada, Buch inició un gradual proceso de aproximación a la que se denominara Generación del Centenario de Martí, hasta comprender que esta, veinte años más joven, haría viables los ideales y los procedimientos revolucionarios de Guiteras: los suyos. Para 1956, ya estará decididamente colaborando en los planes insurreccionales del Movimiento 26 de Julio, al que se integrará orgánicamente en 1957.

Pese a ser un hombre maduro, aburguesado y con la rémora de una terrible frustración revolucionaria en su juventud, Buch sacude el letargo y se incorpora a la lucha clandestina, a riesgo de lo mucho que había acumulado. Pasó a ser El Viejo, entre Haydée Santamaría, Faustino Pérez, Armando Hart, Arnol Rodríguez, Marcelo Fernández, Manuel Suzarte, Marcelo Salado, y otros directivos del Movimiento 26 de Julio.

Su mansión de avenida Primera y calle 16, en Miramar, sirvió de centro de conspiración a los principales dirigentes clandestinos de La Habana. Su condición de prominente abogado posibilitó y determinó que se le confiara misiones claves en la historia de la Revolución: desde romper, en nombre de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, con la Junta de Liberación nacida del Pacto de Miami, hasta estar encargado de nuclear y llevar ante Batista a una comisión del cuerpo diplomático y de las clases económicas cubanas para pedirle la renuncia en caso de que la huelga de abril de 1958 fuera exitosa. Pero el fracaso de ésta lo llevó a la Sierra Maestra a participar de la reunión decisiva en El Alto de Mompié, donde se le encomendó partir al extranjero con tres propósitos fundamentales: atender personalmente al doctor Manuel Urrutia Lleó, candidato del Movimiento 26 de Julio a la Presidencia Provisional de la República; gestionar con el Gobierno de Venezuela el abastecimiento militar a la guerrilla, y ser el enlace para las comunicaciones secretas entre la Sierra Maestra y el exilio.

Encontrándose en Caracas, se le designó coordinador general del Comité del Exilio y responsable de Relaciones Públicas del Movimiento 26 de Julio. En tal condición, se entrevistó en Venezuela con Lyman Kirkpatrick, inspector general de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y miembro del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, en el que sería el encuentro del más alto nivel que hubo antes de la Revolución entre un representante del movimiento revolucionario y un funcionario estadounidense. Tuvo a su cargo las gestiones que condujeron a la unidad de las organizaciones revolucionarias y opositoras, mediante lo que se diera en llamar Pacto de Caracas, el cual suscribió en nombre de Fidel Castro Ruz.

Acompañando al Presidente Manuel Urrutia, procedente de Venezuela, desembarcó por vía aérea el 7 de diciembre de 1958, con el mayor cargamento bélico que llegó a la Sierra Maestra. Fue designado ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros, tras declinar una propuesta para que asumiera el Ministerio de Defensa Nacional. Juró el cargo en la tarde del 3 de enero de 1959, en la Universidad de Oriente, en la ciudad de Santiago de Cuba.

 

 

Celia Sánchez Manduley, la Secretaria de la Revolución, sustituiría al doctor Luis M. Buch en la Secretaria del Consejo de Ministros, responsabilidad que desempeñó hasta su temprana e irreparable muerte.

 

En los más de cuarenta años de la Revolución en Cuba, solamente cuatro personas han ocupado el cargo de secretario del Consejo de Ministros: Buch, Celia Sánchez Manduley, Osmany Cienfuegos Gorriarán y Carlos Lage Dávila. La Secretaría del Consejo de Ministros ha sido durante la Revolución el punto de concurrencia del trabajo y del funcionamiento del Ejecutivo de la Nación, siendo un cargo de las más absolutas confianza y sensibilidad, que entraña una compleja y voluminosa responsabilidad política y de gobierno.

El doctor Buch la desempeñó durante los primeros tres años, reservados históricamente para las grandes decisiones políticas y jurídicas que transformaron de manera radical la sociedad, la economía y la cultura nacionales, y que llevaron a la emigración a su propia madre, a sus hermanos y a gran parte de su familia. Paralelamente, fungió como ministro de la Presidencia, lo que multiplicó considerablemente su responsabilidad política. En total, firmó las primeras mil dieciocho leyes de la Revolución Cubana.

Sólo la capacidad y las cualidades del doctor Luis María Buch Rodríguez demoraron una decisión inevitable: que Celia Sánchez Manduley, laSecretaria de la Revolución, pasara a ocupar la Secretaría del Gobierno Revolucionario, responsabilidad que le era innata. Ello ocurrió en marzo de 1962. Buch fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Simultáneamente, cumplió misiones en los planes especiales de desarrollo del país y en la estructuración inicial del Partido Comunista de Cuba. Presidió la Sala de lo Civil, Administrativo y Laboral del Tribunal Supremo de Justicia, hasta finales de los años ochenta, en que se acogió a la jubilación.

Poco después, inició su carrera contra el tiempo y la desmemoria. Aunque no le alcanzó el tiempo para escribir el cuarto y último libro de memorias, su testimonio quedó registrado y será publicado en un futuro próximo, a manera de entrevista, como continuación del libro Un insurreccional en dos épocas.Con Antonio Guiteras y con Fidel Castro.

 

Reinaldo Suárez Suárez,

noviembre del 2000.

El fin de la luna de miel

En la madrugada del 2 de enero de 1959, en el balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, se proclamó el triunfo de la Revolución y juró como Presidente Provisional de la República el doctor Manuel Urrutia Lleó, quien había sido designado por el Frente Cívico Revolucionario, bloque unitario de todas las organizaciones revolucionarias y políticas que aceptaban la insurrección como forma de combatir a la tiranía.

El acuerdo se tomó en agosto de 1958, en la ciudad de Miami, a propuesta del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que a su vez había escogido a Urrutia como su candidato en noviembre de 1957, como alternativa a los rejuegos politiqueros de varias organizaciones opositoras reunidas en el llamado Pacto de Miami. Aquel pacto, fraguado para neutralizar la fuerza y ascendencia del Movimiento 26 de Julio, fue denunciado por Fidel Castro, y esgrimimos la candidatura del doctor Urrutia para impedir que ellos hicieran a nuestras espaldas designación de un candidato afín.

¿Actuábamos egoístamente? No. ¿Era el doctor Urrutia un miembro del Movimiento 26 de Julio? No. ¿Militaba en la Revolución? No. ¿Quién era? Un juez recto y honesto de la Audiencia de Santiago de Cuba, con una larga carrera judicial de más de treinta años.

En el año 1957, en la Causa 67 de 1956 contra los combatientes revolucionarios apresados por participar del desembarco del yateGranmay en el alzamiento del 30 de noviembre, el doctor Urrutia, disintiendo de sus colegas del tribunal, emitió un voto particular invocando el artículo 40 de la Constitución de 1940, para reconocer el derecho de los cubanos a la resistencia adecuada frente a la opresión de sus derechos individuales. Una parte de los revolucionarios fue condenada, pero el voto particular del Presidente de la Sala Tercera de lo Penal de la Audiencia de Santiago de Cuba significó el reconocimiento judicial (no vinculante, por supuesto) de la legitimidad de la lucha armada contra la tiranía política.

Armando Hart y yo tuvimos la encomienda de hablar con el magistrado Urrutia para proponerle que fuera el candidato del Movimiento 26 de Julio a la Presidencia Provisional de la República. Nos sorprendió su resolución y valentía cuando, sin pensarlo, aceptó. Solicitó su jubilación, la que Batista concedió apresuradamente, y salió al exilio. Radicó en los Estados Unidos y como candidato del Movimiento 26 de Julio realizó gestiones y actividades diversas. Cuando el Frente Cívico Revolucionario lo proclamó Presidente Provisional de la República, se realizó esfuerzos para llevarlo a la Sierra Maestra para que constituyera el Gobierno Revolucionario en Armas. El 7 de diciembre de 1958, el doctor Urrutia llegó a territorio libre a bordo de un avión en el que transportábamos el más importante alijo de armas que en toda la guerra se llevó por vía aérea a la Sierra Maestra. Venezuela las proporcionó generosa y desinteresadamente.

Cuando llegamos a Cuba, estaba ya en marcha la ofensiva final del Ejército Rebelde. Fidel estaba enfrascado en rendir la provincia de Oriente, y Camilo y el Che habían invadido el centro de la Isla. Era el momento justo de producir la proclamación del Gobierno Revolucionario en Armas.

A nuestra llegada a la Sierra Maestra seguí colaborando con el doctor Urrutia en los preparativos para la conformación del Gobierno Revolucionario. Esta labor de atención al Presidente me había sido encomendada en la que se denominó lareunión decisivade la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio en El Alto de Mompié, en mayo de 1958.

En los Estados Unidos, el Presidente había designado al doctor Roberto Agramonte Pichardo como ministro de Estado. Al doctor Ángel Fernández, su amigo personal, lo nombró ministro de Justicia. Encontrándonos en Charco Redondo, Urrutia me propuso el Ministerio de Defensa Nacional, pero decliné. Acepté ser ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de Ministros.

Poco después se dio instrucciones de crear las condiciones en el poblado de Baire, tomado previamente por el Ejército Rebelde, para proclamar el Gobierno de la República en Armas. El Presidente Manuel Urrutia debía jurar ante el pueblo. La inminencia del acontecimiento determinó que en la reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, efectuada en La Rinconada, el 18 de diciembre de 1958, se discutiera la posible composición del gabinete revolucionario. Fueron aprobadas varias propuestas para someterlas a la consideración del Presidente.

Para el Ministerio de Comercio fue propuesto el doctor Raúl Cepero Bonilla, economista prestigioso y conocido periodista del diarioPrensa Libre. Para el Ministerio de Trabajo, el doctor Manuel Fernández García. El comandante Julio Martínez Páez, ortopédico afamado, para el Ministerio de Salubridad y Asistencia Social. A Fidel se le confió determinar las propuestas que se haría al Presidente para cubrir los ministerios de Gobernación, Agricultura y Obras Públicas, y someter a su consideración la conveniencia de crear un Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados.

Los compañeros conocían que el doctor Urrutia era un hombre conservador, sin avales revolucionarios, al igual que el doctor Ángel Fernández. Para muchos resultó incomprensible que Fidel permitiera entregar el Gobierno de la Revolución a personas que muy poco o nada habían aportado a la lucha revolucionaria. El comandante Raúl Castro, sentado con el fusil sobre sus piernas, dijo que no lo soltaría y que se quedaría en el Segundo Frente porque un gobierno presidido por Manuel Urrutia no podía hacer avanzar la Revolución. A su vez, Fidel tomó distancia, argumentando que el gobierno sería nuestro, porque él estaría en la calle con el pueblo, fiscalizando la obra gubernamental. Así nacimos como gobierno: Raúl “alzado”, y Fidel de “fiscalizador”.

Un gobierno de abogados

Las propuestas nacidas en La Rinconada fueron aceptadas íntegramente por el designado Presidente de la República. En definitiva, Urrutia no llegó a jurar al frente de una República en Armas porque la guerra terminó precipitadamente, el primero de enero de 1959, con la huida al extranjero del tirano Fulgencio Batista. Dos días después, en la biblioteca de la Universidad de Oriente, se constituyó el primer gabinete revolucionario. Ese día prestamos juramento como ministros, el doctor Roberto Agramonte Pichardo, en Estado; el doctor Ángel Fernández Rodríguez, en Justicia; el doctor Julio Martínez Páez, en Salubridad y Asistencia Social; el doctor Faustino Pérez Hernández, en Recuperación de Bienes Malversados, y yo en la Presidencia y como secretario del Consejo de Ministros. Los restantes que estaban designados, no se hallaban en la ciudad.

A fin de consolidar el triunfo revolucionario, el Gobierno partió en la mañana del 5 de enero hacia La Habana. Hicimos una escala en la ciudad de Camagüey para encontrarnos con Fidel, quien por carretera, al frente de laCaravana de la Libertad,avanzaba lentamente sobre la capital consolidando el triunfo popular.

Reunidos Fidel, el Che y Urrutia a bordo del avión presidencialGuáimaro, los dos primeros propusieron al Presidente al doctor Armando Hart Dávalos, como ministro de Educación; al comandante Luis Orlando Rodríguez, en Gobernación; al ingeniero Manuel Ray Rivero, en Obras Públicas; al comandante-auditor Humberto Sorí Marín, en Agricultura, y al doctor José Miró Cardona, como Primer Ministro. El Presidente aceptó las propuestas y estos compañeros quedaron designados.

No sin tener que sortear dificultades, el Gobierno Revolucionario quedó instalado en el Palacio Presidencial en la noche del 5 de enero. Hasta esta fecha el Consejo de Ministros, aún incompleto, contaba con trece miembros, todos hombres con nivel universitario, (ocho abogados, dos médicos, un ingeniero civil, un economista y un profesor universitario). El 61 % de los miembros del Gobierno Revolucionario éramos abogados, incluyendo al Presidente de la República y al Primer Ministro. Teníamos cuarenta y cinco años como promedio de edad. El ministro más joven era el doctor Armando Hart Dávalos, con veintiocho años; Urrutia, Miró Cardona y Agramonte, con cincuenta y ocho, cincuenta y siete y cincuenta y cinco años, respectivamente, eran los de mayor edad.

En los días posteriores el gabinete fue completado. El comandante Julio Camacho Aguilera fue designado en la Corporación Nacional de Transporte; el doctor Rufo López Fresquet, en Hacienda; el ingeniero Enrique Oltuski Ozacki, en Comunicaciones; el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, como ministro encargado de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias; el comandante Augusto Martínez Sánchez, en Defensa Nacional; el doctor Regino Boti León, en el Consejo Nacional de Economía, y Elena Mederos Cabañas, enBienestarSocial.

Por otro lado, varios elementos no revolucionarios fueron designados en puestos claves de la administración pública cubana. El doctor Felipe Pazos fue nombrado Presidente del Banco Nacional de Cuba, y Justo Carrillo Hernández como Presidente del Banco de Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (BANFAIC).

El país, políticamente hablando, se sumergió en una especie de luna de miel. Salvo los batistianos comprometidos, la Revolución gozó del apoyo o las simpatías de todo el pueblo. Fidel tenía la mayor intención en profundizar y prolongar el consenso nacional, tarea nada fácil. La composición del Gobierno Revolucionario, tal y como había sido conformado, traía sosiego y seguridad a los grandes intereses económicos y políticos, de adentro y de afuera. Ello era esencial para ganar tiempo en lo que Fidel sabía era una inevitableconfrontación entre la Revolución y la reacción cubana e imperialista.

Los compañeros más radicales desconfiaban de la capacidad del gabinete revolucionario de dotar al país de una legislación que transformara las caducas estructuras socioeconómicas y de poder. No faltaba razón, si se pensaba en Urrutia, Miró Cardona o Ángel Fernández, por ejemplo. La extracción social y las ideas político-filosóficas, conocidas o presumidas, de la mayoría de los miembros de aquel gabinete, despertaban grandes reservas en cuanto a su firmeza revolucionaria, incluso de algunos de los elementos que podíamos ser identificados como más progresistas. En enero de 1959, mirando desde Washington o Moscú, o desde nuestra tierra, con un prisma ideologizado, no necesariamente correcto ni justo, los miembros de aquel gobierno, podíamos ser clasificados en dos grandes grupos, con sus matices.

 

Conservadores:

Manuel Urrutia Lleó. Presidente de la República. Juez. Pequeñoburgués. Anticomunista confeso. Sin trayectoria revolucionaria.

José Miró Cardona. Primer Ministro. Abogado. Decano del poderoso Colegio de Abogados de La Habana. Burgués. Participó en la oposición a la dictadura, pero no tuvo militancia revolucionaria.

Rufo López Fresquet. Ministro de Hacienda. Experto en finanzas. Vicepresidente del BANFAIC durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás. Burgués. Participó en la oposición a Batista, sin integrarse completamente al movimiento revolucionario.

Roberto Agramonte Pichardo. Ministro de Estado. Abogado. Dirigente del Partido Ortodoxo y su candidato presidencial a las elecciones de 1952. Burgués. Sin militancia revolucionaria.

Ángel Fernández Rodríguez. Ministro de Justicia. Abogado. Pequeñoburgués. Sin antecedentes revolucionarios.

Humberto Sorí Marín. Ministro de Agricultura. Abogado. Pequeñoburgués. Comandante-Auditor del Primer Frente OrientalJosé Martí.

 

Reformistas:

Luis Orlando Rodríguez Rodríguez. Ministro de Gobernación.Abogado. Pequeñoburgués. Político. Director del periódicoLa Calle.

Manuel Ray Rivero. Ministro de Obras Públicas. Ingeniero. Pequeñoburgués. Responsable del Movimiento de Resistencia Cívica en La Habana durante la lucha insurreccional.

Raúl Cepero Bonilla. Ministro de Comercio. Economista y periodista. Burgués. Colaboró con la Revolución.

Manuel Fernández García. Ministro de Trabajo. Anarcosindicalista.

Armando Hart Dávalos. Ministro de Educación. Abogado. Pequeñoburgués. Hijo de un prestigioso magistrado de la Audiencia de Matanzas. Sostuvo, desde posiciones antisoviéticas, una polémica ideológica con el CheGuevaraen la Sierra Maestra. Coordinador Nacional del Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad.

Julio Martínez Páez. Ministro de Salubridad y Asistencia Social. Médico afamado de selecta clientela en La Habana. Burgués. Combatiente guerrillero.

Faustino Pérez Hernández. Ministro de Recuperación de Bienes Malversados. Médico. Pequeñoburgués. Dirigente clandestino y comandante guerrillero.

Elena Mederos Cabañas. Ministra de Bienestar Social. Vicepresidenta de laSociedad Amigos de la Repúblicay Directiva delLyceum and Lawn Tennis Club. Burguesa.

Enrique Oltuski Ozacki. Ministro de Comunicaciones. Ingeniero graduado en los Estados Unidos. Pequeñoburgués. Coordinador del Movimiento 26 de Julio en Las Villas. Polemizó con el Che Guevara, defendiendo la aplicación en Cuba de una reforma agraria moderada.

Osvaldo Dorticós Torrado. Ministro Encargado de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias. Abogado. Pequeñoburgués. Presidente del Colegio Nacional de Abogados. Responsable del Movimiento de Resistencia Cívica en Cienfuegos durante la insurrección.

Augusto Martínez Sánchez. Ministro de Defensa Nacional. Abogado. Pequeñoburgués. Comandante-Auditor del Segundo Frente OrientalFrank País.

Luis M. Buch Rodríguez. Ministro de la Presidencia y Secretario del Consejo de Ministros. Abogado. Burgués. Combatiente de la clandestinidad.

Con estas características, no es de dudar que en los Estados Unidos y entre los grandes intereses económicos hubiera un clima de relativa confianza, y que los compañeros que habían proclamado la necesidad de una revolución profunda tuvieran ciertas reservas, algunas de las cuales persistirían por meses o años sobre algunos de nosotros. Por supuesto, la ejecutoria revolucionaria e integridad a toda prueba de nosotros amenguaba las dudas sobre las probables actitudes frente a la eventualidad de transformar de raíz la sociedad cubana.

Algunos queríamos una solución socialista para los males de la República. En realidad, varios éramos mucho más radicales de lo que los enemigos y algunos compañeros creían, y experimentamos, además, un vertiginoso proceso de radicalización, en la misma medida en que la Revolución fue encontrando y superando escollos y tropiezos.

Fidel Castro al Gobierno

De todas maneras, a aquel Gobierno se le confió desarrollar el programa de la Revolución. Es lamentable que, en los primeros cuarenta y cinco días, el Gobierno Revolucionario avanzólentamente,con dificultades, aunque se sentaron las bases jurídicas e institucionales para las medidas más profundas.

Los ministros apenas podían trabajar en sus organismos, pues estaban completamente abocados en reuniones extraordinarias de carácter permanente, en las que Urrutia y Miró Cardona pugileteaban discursivamente. El Gobierno Revolucionario no funcionaba con la agilidad que se requería. Urrutia asumía posiciones torpes en el manejo de situaciones de conflicto. Miró Cardona, aspirando a sustituirlo, con frecuencia imponía su retórica en las reuniones del Consejo de Ministros, en una táctica evidente de crearle una crisis y reemplazarlo.

 

 

El Comandante en Jefe Fidel Castro asume como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. De derecha a izquierda: Manuel Fernández, ministro de Trabajo, Alfredo Yabur, Justicia; Augusto Martínez Sánchez, Defensa Nacional; un oficial del Ejército Rebelde; Osvaldo Dorticós, Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias; Fidel Castro; un oficial del Ejército Rebelde; José Miró Cardona, ex-Primer Ministro; Armando Hart, Educación; Manuel Urrutia, Presidente de la República; Julio Camacho Aguilera; Transporte, y Luis M. Buch, Presidencia y secretario del Consejo de Ministros.

 

La situación tocó fondo. Los ministros que habíamos sido dirigentes clandestinos en el Movimiento 26 de Julio: Faustino Pérez, Julio Camacho, Enrique Oltuski, Armando Hart y yo, quienes aspirábamos a una profundización rápida de la Revolución y a adoptar de inmediato medidas efectivas de interés y beneficio popular, llegamos al consenso de que Fidel debía asumir la conducción del Gobierno Revolucionario. Una madrugada de febrero de 1959, en casa de Oltuski, con la asistencia de otros dirigentes del Movimiento 26 de Julio, nos reunimos con Fidel. Logramos vencer su decisión original de no aceptar un cargo en el Gobierno.

Con las incorporaciones posteriores al 5 de enero y los primeros cambios efectuados, la composición del Consejo de Ministros varió. El promedio de edad se redujo a treinta y ocho años de edad. Ingresó la primera mujer y dos de los miembros, tenían nivel medio; pero de los veinte integrantes del Gobierno Revolucionario, once eran abogados graduados en la Universidad de La Habana, o sea, el 55 % de los miembros. Aún no habíamos dejado de ser un gobierno de abogados.

Con la asunción de Fidel, se produjo un vuelco total en el funcionamiento del Consejo de Ministros. Se suprimió el cobro de los gastos de representación a que teníamos derecho y se dejó reducidos nuestros salarios a la mitad. Se eliminó la Renta Nacional de la Lotería y se creó el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV), para dotar a los cubanos de casas confortables y baratas. Se confiscó todos los bienes que integraban el patrimonio de Batista y de senadores, representantes, gobernadores y otros políticos y colaboradores de la tiranía. Se produjo la primera intervención de una empresa extranjera: laCuban Telephone Company,y se restituyó las tarifas a las que había hasta el 13 de marzo de 1957, cuando con una maniobra de enriquecimiento, las aumentaron. Se rebajó los alquileres de la vivienda. Se prohibió la cesantía de los funcionarios y empleados del Estado, y adoptamos otras muchas medidas de beneficiopopular.

El ecuador de la Revolución Cubana

Pero la legislación que revolucionó a Cuba y produjo la ruptura en la luna de miel fue la Ley de Reforma Agraria, acordada en la Sierra Maestra el 17 de mayo de 1959, tras el regreso de Fidel de su viaje por los Estados Unidos y América Latina. Esta ley marcó el ecuador para el antes y el después político en la Revolución Cubana.

Inteligente y pacientemente, venciendo muchas dificultades, desde el mismo día del triunfo, Fidel preparó al país para asimilar la ley que transformó las bases sociales y económicas de Cuba. Comprometió con la medida a todos los grupos políticos, a la prensa, a los grandes, medianos y pequeños sectores privados, y a todo el pueblo. La ley se preparó discretamente, por una comisión presidida por Fidel, y fue aprobada por el Consejo de Ministros, no sin la moderada discordancia del ministro de Agricultura, comandante Humberto Sorí Marín, aliado de los sectores latifundistas afectados.

 

 

La firma de la Ley de Reforma Agraria (17 de mayo de 1959) marca el punto inicial de ruptura entre reformistas-conservadores y revolucionarios dentro de la Revolución Cubana. Sentados, firmando la Ley de la Reforma Agraria: Augusto Martínez Sánchez, ministro de Defensa Nacional; Manuel Urrutia, presidente de la República; Fidel Castro, Primer Ministro y Julio Martínez Páez, Salubridad y Asistencia Social. Detrás, de pie: Raúl Cepero Bonilla, Economía; Roberto Agramonte, Estado; comandante René Vallejo, y Luis Orlando Rodríguez, Gobernación.

 

Coincidiendo prácticamente con la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, se produjo la primera gran crisis del gabinete revolucionario, el 11 de junio de 1959. Ocurrió a iniciativa de Fidel, básicamente por razones técnicas. Ese día fueron sustituidos los ministros de Agricultura, Humberto Sorí Marín; Gobernación, Luis Orlando Rodríguez; Salubridad y Asistencia Social, Julio Martínez Páez, y Elena Mederos Casañas, de Bienestar Social. Fueron reemplazados, en el mismo orden, por el comandante Pedro Miret Prieto, José Alberto Naranjo Morales, Serafín Ruiz de Zárate Ruiz y Raquel Pérez González.

En el mes de julio, cuando se produjo el relevo presidencial, quedó integrado el Gobierno Revolucionario más joven de nuestra historia, con treinta y cuatro años de edad como promedio. El canciller, doctor Raúl Roa García, sería el de mayor edad, con cincuenta y tres años. El número de abogados se redujo a nueve, y aumentaron los que no habían cursado la Universidad, lo que trajo una democratización en la composición del Consejo de Ministros. La crisis de junio supuso una inyección de verticalidad revolucionaria en el Gobierno y también la integración al Gobierno Revolucionario de un miembro de una organización revolucionaria distinta al Movimiento 26 de Julio:PepínNaranjo, miembro del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. Pero su integración al Gobierno Revolucionario no fue en condición de miembro de esa organización, sino como individuo, siguiendo el postulado de no convertir al Gobierno Revolucionario en fuente de apetencias partidaristas. En los próximos meses, se integrarían al Gobierno otros compañeros que habían militado o luchado contra la dictadura en diferentes organizaciones. Pero lo hicieron como revolucionarios.

Para junio de 1959, Fidel acariciaba y avanzaba en la concertación en torno a la idea de vertebrar una nueva organización revolucionaria, en la que cupiesen quienes estábamos interesados en una revolución social profunda, con independencia de la organización a la que nos afiliamos cada uno para luchar contra Batista. Esa función aglutinadora de Fidel, sin embargo, tuvo que vencer muchos contratiempos, el principal: los sectarismos.

Traición de Pedro Luis Díaz Lanz

Tras la crisis colectiva de junio, en la que no hubo, aparentemente, una causa ideológica, se produjo la deserción y traición del primer alto jefe militar de la Revolución. El 30 de junio de 1959, el comandante Pedro Luis Díaz Lanz, esgrimiendo como arma el fantasma del comunismo, “presentó” surenunciacomo jefe de la Fuerza Aérea Rebelde al Presidente de la República y huyó a los EstadosUnidos.

Había ocurrido, que dados sus importantes servicios a la lucha revolucionaria en los frentes orientales, llevando provisiones, armamento y personas, al triunfar la Revolución, el piloto Pedro Luis Díaz Lanz fue nombrado jefe de la Fuerza Aérea Rebelde. Transcurridos varios meses, se acumuló quejas y denuncias contra su actuación, lo que determinó que se le realizara una investigación. Díaz Lanz había sido incapaz de organizar el cuerpo de aviación adecuadamente, no habiendo logrado vertebrar una política correcta para la preparación y formación de pilotos y para la conservación y puesta en disposición combativa de la técnica militar. Además, se le probó cargos de nepotismo y corrupción.

De la noche a la mañana, Díaz Lanz hizo “comandantes” a su padre y a su hermano (este último acusado de traición durante el exilio), y los situó, junto a otros parientes y amigos, en encumbrados y provechosos puestos de mando dentro de la Fuerza Aérea Rebelde. A una veintena de pilotos de la tiranía, sin aval revolucionario alguno, Díaz Lanz los mantuvo en servicio, pilotando aviones de combate, justo cuando se habían desatado ya las primeras conspiraciones contrarrevolucionarias de elementos batistianos, que involucraban a oficiales y clases de las antiguas Fuerzas Armadas aún en servicio en el Ejército Rebelde. Ello originó la protesta y denuncia de veteranos combatientes de la guerrilla y experimentados pilotos que se opusieron a la dictadura, quienes se sentían subestimados o humillados.

Con conocimiento de las diversas operaciones corruptas en las que estaba involucrado, y aprovechando su baja transitoria del mando por enfermedad, Fidel sustituyó a Díaz Lanz, nombrando al comandante Juan Almeida Bosque para el cargo. Ello en un marco de discreción, en evitación de un escándalo que desacreditara a Díaz Lanz y empañara la imagen del Ejército Rebelde. El comandante Almeida inició una profunda depuración y corrección de la política de mando en la Fuerza Aérea Rebelde.

Díaz Lanz organizó una maniobra extraña e inusual . En una clara provocación a la dirección revolucionaria, invitó a la prensa para que asistiera a lo que él pretendía fuera el acto de reasumir el cargo, lo que no era viable pues se le había sustituido, quedando subordinado al comandante Almeida. Con conocimiento de su actitud, Fidel lo citó en su residencia de la calle 11, en El Vedado, y le pidió explicaciones. Díaz Lanz se excusó y alegó sentirse desconocido y preterido. Tras escucharlo, Fidel le imputó su conducta irresponsable, señalándole que había escogido un camino que, de no rectificar, lo conduciría a posiciones próximas a las deLa Rosa Blanca, la organización contrarrevolucionaria que ya en esos momentos atacaba sin piedad a la Revolución. Le ordenó aguardar en su casa hasta que se le asignara nuevas funciones dentro del Ejército Rebelde. Díaz Lanz se retiró para el apartamento que tenía alquilado, resuelto a romper con la Revolución. Su conducta con la prensa no había sido más que una provocación.

Con fecha 29 de junio, Díaz Lanz preparó una carta dirigida al Presidente Urrutia, en la que le comunicaba surenuncia irrevocablecomo jefe de la Fuerza Aérea. En dos párrafos se quejaba de haber sidomaltratado, por haber sido subordinado al comandante Juan Almeida. Luego fue al fondo, alegando que su autoridad había sido anulada,única y exclusivamente a que siempre me he manifestado contrario a la actitud que permite a los comunistas ocupar posiciones prominentes dentro del Ejército Rebelde y dentro de las dependencias del Gobierno. (...)Además todos sabemos bien, Señor Presidente, quiénes son, dónde están y qué fin persiguen.1

Díaz Lanz dio la carta a un propio con instrucciones precisas de entregarla en el Palacio Presidencial al día siguiente. A las cuatro de la madrugada del 30 de junio hizo llegar su carta a las agencias cablegráficas, y después que éstas la habían difundido, fue entregada en el Palacio Presidencial. Subrepticiamente, Díaz Lanz, aún comandante del Ejército Rebelde, desapareció. Se fugó a los Estados Unidos, convirtiéndose en desertor. El 9 de julio reapareció públicamente en Miami. Lo llevaron a Washington, y el día 10 debutó en calidad de testigo en una sesión del Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos,2donde proporcionó información militar sensible y arremetió contra la llamadainfiltración comunistadentro del Ejército Rebelde y el Gobierno Revolucionario. El desertor se transformó en traidor.

Crisis con el Presidente de la República

Conocida la traición, Fidel explicó el caso ante la prensa. Valoró que Díaz Lanz, por haber dado muestras inequívocas de incapacidad intelectual, no podía hacer una cartatan sutilmente malvada. Expresó su convicción de que actuaba al servicio de determinados intereses y de que su conducta no era el resultado de una reacción espontánea, sino de un plan. Hubo unanimidad nacional en calificar a Díaz Lanz como traidor. Curiosamente, el Presidente Manuel Urrutia, a quien iba dirigida la carta de “renuncia”, declaró a la prensa:

— Nadie con más autoridad que nosotros(yo)puede negar las calumniosas manifestaciones contenidas en la renuncia de Díaz Lanz, ya que son bien conocidas mis declaraciones rechazando de un modo absoluto la ideología comunista.3

Muy pronto la crisis política llegó al mismo Palacio Presidencial, girando en torno al fantasma comunista. El Presidente Urrutia creó una situación de ruptura dentro del Gobierno Revolucionario. Su falta de tacto y olfato políticos creó no pocas situaciones negativas, algunas de ellas imperdonables para la elevada responsabilidad de su cargo de Presidente.

Así fue desde el primer día, cuando se aprestaba a jurar como Presidente Provisional en el Ayuntamiento de la ciudad de Santiago de Cuba. Como norma, los mandatarios y funcionarios de la República juraban sus cargos invocando la ayuda de Dios. Urrutia se opuso a incluir en su juramento la fraseAsí Dios me ayude. Esto originó que se sacara provecho de la omisión, para que los Estados Unidos y ciertos sectores sociales y católicos cubanos acusaran a la Revolución y a Fidel de tener actitudes antirreligiosas, cuando la responsabilidad recaía solamente sobre Urrutia.

Esto sería tan sólo el primer episodio de una larga cadena de equívocos políticos. Urrutia mantendría una actitud intransigente contra los juegos en los casinos, sin que le importara la suerte de miles de empleados, y en el tema de los salvoconductos a los batistianos que fueron regresados a Cuba por desperfectos técnicos del avión que los llevaba a Chile, y a los que, vulnerando el Derecho Internacional Público, pretendía detener y juzgar bajo el supuesto de que ya habían abandonado el territorio nacional y de que al reingresar perdían su condición de asilados. Estos radicalismos absurdos contrastaban con muchas otras posiciones, conservadoras u oportunistas.

Pese a que los ministros acordamos rebajarnos a la mitad nuestro salario, Urrutia se opuso a disminuir el suyo, que era una herencia batistiana. Urrutia había, incluso, pretendido renunciar a su cargo simplemente porque en la solución de la crisis de la refineríaShell, poco antes de asumir como Primer Ministro, Fidel criticó a los que tomaban decisiones desde sus cómodos despachos de gobierno, sin tomar contacto con la realidad del país. Esta cuestión de criticar nuestros equívocos no debió sorprenderle, porque era una determinación anunciada por Fidel desde los días de la lucha: él no formaría parte del Gobierno, sino que estaría con el pueblo, fiscalizando la marcha de la Revolución.

Pero la situación se hizo verdaderamente conflictiva a partir de mayo de 1959, cuando las torpezas fueron derivando hacia actitudes políticamente dañinas a la Revolución.

El argumento más extendido y usado de la reacción de los Estados Unidos contra los revolucionarios y rebeldes del continente en el sigloxxha sido el de colgarles el “sambenito” de comunistas. Fabricaron por años una dañina cultura anticomunista, sonadamente exitosa. El comunismo fue convertido en un propósito aberrado e incivilizado.

Muchos políticos que estaban alejados de las ideas socialistas por abismos ideológicos insalvables fueron destruidos políticamente, acusándoseles de comunistas. Por supuesto, con la Revolución Cubana rápidamente acudieron a la práctica de etiquetar como comunistas a los elementos que consideraban más radicales y peligrosos. Desde bien temprano, se inició la maniobra. Al producirse la destitución del jefe de la Fuerza Aérea Rebelde y su posterior deserción a los Estados Unidos, lo usaron para multiplicar las acusaciones de proclividad comunista de la Revolución. Ello ocurrió, sospechosamente, después de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria.

La prensa norteamericana comenzó a significar a los comandantes Raúl Castro y ErnestoCheGuevara como comunistas. Pronto iniciaron la especulación acerca de la penetración e influencia de los comunistas del Partido Socialista Popular en la Revolución. Ciertamente, militantes del Partido Socialista Popular estaban integrados a la Revolución, tanto en la vida militar como en la civil, y elementos de conocida formación marxista, especialmente el Che y Raúl, eran dirigentes de primer orden, ocupando posiciones claves, aunque aún no formaban parte del Gobierno Revolucionario. Por demás, eran de los líderes históricos de la Revolución.

Los comunistas lucharon contra la dictadura y, aunque no llegaron a adoptar una línea insurreccional hasta el último segmento de la lucha, algunos de sus militantes y unos pocos cuadros se sumaron a mediados de la campaña guerrillera, a título individual, primero, y por orientaciones del Partido, después. Pero estaban muy lejos de ser los grandes protagonistas de la Revolución. De hecho, políticamente estaban aislados; no obstante, hubiese sido un grave error excluirlos y, peor, combatirlos. Eso, además de hacerle el juego a los enemigos, hubiese significado mermar y debilitar la unidad de las fuerzas revolucionarias. El Partido Socialista Popular (PSP) era la organización revolucionaria de mayor trayectoria y tradición política, cohesión ideológica y relativamente más preparación y disciplina partidista de sus cuadros y militantes.

¿Por qué intentaron los elementos más conservadores aislar, combatir y alejar de la Revolución a los militantes comunistas y al PSP? ¿Por qué acusar decomunistasa compañeros del Movimiento 26 de Julio que no militaban en aquel partido? Con razón o sin ella, el fantasmade la infiltracióncomunista fue la carta principal del plan subversivo de la contrarrevoluciónMade in USA.El fin ultimo de la campaña no eran los hombres en particular, sino la Revoluciónmisma.

Era perfectamente lógico y esperado que el consenso en torno a la Revolución durara justamente hasta cuando se adoptara las leyes de reforma profunda del sistema. Si estas leyes no se promulgaban, carecía de sentido hablar de revolución en Cuba. De ahí nacía la concepción de la inevitabilidad de la ruptura política entre y dentro de las fuerzas que habían luchado contra Batista. Fidel quiso extender lo más posible la unidad, mientras preparaba al país para la otra ruptura y el enfrentamiento inevitable: con los Estados Unidos. Pero era totalmente previsible cómo quedaría configurado el mapa tras las primeras medidas de reforma profunda del sistema: en contra de los cambios, la burguesía y la derecha política, los conservadores; a favor, los sectores humildes y la izquierda, los revolucionarios; vacilantes, las clases medias, los profesionales, los reformistas.

A lo largo de 1959, dentro de la Revolución no faltaron los que le hicieron el juego al enemigo, azuzando con aquel argumento, practicando un sectarismo de derecha, macartista en su esencia, políticamente contrarrevolucionario en sus proyecciones y en sus resultados. Los comunistas fueron las primeras víctimas.

El anticomunista Manuel Urrutia Lleó

El Presidente Urrutia, carente del sentido político de su responsabilidad, hizo coro a las acusaciones extranjeras contra la Revolución. En vez de ripostar, Urrutia comenzó una agresiva escalada pública de carácter anticomunista. Las motivaciones del Presidente eran ideológicas. Con su conducta, avivaba los ataques contra la Revolución y ponía en peligro la unidad de los revolucionarios.

Sus continuados pronunciamientos anticomunistas y ciertas actitudes esquivas, extrañas en el desempeño de sus responsabilidades, nos puso en guardia frente a una eventualidad.

En más de una ocasión Urrutia había planteado la posibilidad de renunciar. A raíz de la crisis de gobierno del 11 de junio, Urrutia nos sorprendió pidiendo una licencia por varias semanas, pese a saber perfectamente que no estaba previsto constitucionalmente su reemplazo con la figura de un vicepresidente. En la Revolución, ¿licencia al Presidente de la República? Inmediatamente después de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria, el Presidente comenzó a retrasar la firma de las leyes acordadas en el Consejo de Ministros, algunas de las cuales eran de un alto valor político, creando una situación de tirantez y desconfianza.

Personalmente, nuestras relaciones se habían enfriado, reduciéndose a lo meramente oficial. Ocurrió, incluso, que poco antes de iniciar una reunión, Urrutia le pidió a Fidel que me sustituyera como secretario del Consejo de Ministros. Fidel se limitó a comunicarle al Consejo la petición del Presidente, y me ratificó en la responsabilidad, pidiéndome iniciar la sesión.

La ingenuidad e irresponsabilidad políticas de Urrutia nos teníapreocupados; estábamos expuestos a que cualquier día el Presidente decidiera renunciar o tomarse una licencia, dejando acéfalo al Estado, en momentos en que ya se habían desatado los ataques estadounidenses contra la Revolución. Por otra parte, no podíamos eliminar la posibilidad de que su rabia anticomunista lo llevara a una ruptura desembozada con la Revolución. La deserción y traición de Díaz Lanz nos habían sorprendido, pero hubiese sido imperdonable una segunda sorpresa, y menos en la figura del Presidente de laRepública.

Por añadidura, los motivos de preocupación con Urrutia, hombre recto y honesto, también eran de índole ética. En momentos en que la Revolución les pedía todo tipo de sacrificios a los trabajadores y al pueblo, apelando a su capacidad de desprendimiento, solidaridad y entrega, Urrutia se negó a rebajarse el salario, como en febrero acordamos hacer los ministros. Siguió cobrando los diez mil pesos mensuales que en su momento Fulgencio Batista fijó como salario del Presidente de la República.

El doctor Manuel Urrutia cobraba entonces una buena pensión como magistrado jubilado. Con tales ingresos —salario y pensión—, se compró una residencia en el exclusivo reparto Biltmore, en medio centenar de miles de pesos. Los diarios capitalinosTimes of HavanayEl Avancedieron cuenta del hecho, dando origen a variados comentarios, desfavorables para la imagen del Presidente. Urrutia reaccionó bruscamente, presentando una querella criminal ante la Audiencia de La Habana contra los periodistas, Charles Todd y Bernardo Viera, lo que multiplicó la atención nacional sobre sí.

Había más, el Presidente de la Caja del Retiro de Comercio, señor Díaz Roca, fue arrestado y destituido del cargo cuando el investigador designado por el comandante Camilo Cienfuegos comprobó que las quejas por corrupción que se hacían contra él eran ciertas. Sin embargo, Urrutia pretendió designarlo en una nueva función directiva. Esto provocó la indignación de Fidel.

Con todos estos antecedentes, algunos de los cuales ya eran del dominio público, la cohabitación política de Fidel con Urrutia se hizo bien difícil. El 12 de julio de 1959 la crisis se desencadenó.

El Presidente de la República hace las maletas

El doctor Carlos Olivares Sánchez, nombrado por Urrutia como letrado asesor de la Presidencia, hombre de su confianza y amigo personal, fue escogido para representarlo en la querella criminal. Olivares, combatiente del Movimiento 26 de Julio en Santiago de Cuba, a partir de que se produjeron las primeras dificultades con el Presidente nos mantenía al tanto de las actitudes de Urrutia.

El 11 de julio el doctor Olivares notó movimientos extraños en torno al Presidente. Con el pretexto de ratificar la querella criminal interpuesta ante la Audiencia de La Habana, en horas de la noche Olivares subió a las dependencias presidenciales. Quedó asombrado de la febril actividad que allí había. Estaban haciendo maletas y paquetes. Incluso Esperanza Llaguno, la esposa, le preguntó a Urrutia si extraía o no el título de abogado del cuadro que colgaba de la pared y lo enrollaba. Esta indiscreción disgustó a Urrutia, quien le contestó a la esposa que más tarde decidiría.

Olivares y Urrutia quedaron solos. Urrutia justificó la situación como una medida preventiva frente a la eventualidad de ser destituido o víctima de un golpe militar de los comunistas. ¿Qué tenía en mente el Presidente? ¿Huir? ¿A dónde? ¿Renunciar? ¿Con qué argumento? ¿Atacar? ¿A quién? ¿Por qué?

Lo obvio era que Urrutia sabía que podía ser blanco de ataque. Sus declaraciones anticomunistas tenían por blanco indirecto a los dos dirigentes revolucionarios más próximos a Fidel, y de forma directa a una de las organizaciones que respaldaban a la Revolución. Debía ser consciente de que su actitud provocaría una reacción. Lo que ignoraba era de qué manera se iba a producir.

Su posición era débil en extremo. Era Presidente de la República por iniciativa, con el respaldo y el apoyo del Movimiento 26 de Julio. Era una figura incolora e insípida políticamente, sin puntosde apoyo dentro del concierto político cubano. Su voto particular de1957 como magistrado de la Audiencia de Santiago de Cuba era su único mérito. En la lucha contra Batista no actuó precisamente como unrevolucionario, aunque cooperó. Se le ofreció el cargo a fines de1957 como alternativa a la pretensión de los políticos de oficio de aupar la Presidencia Provisional. Urrutia dependía exclusivamente del respaldo del Movimiento 26 de Julio, y no faltaban, dentro y fuera de la Revolución, quienes querían reemplazarle.

Informado Fidel

Lo que observó Olivares en la residencia del Presidente fue el fulminante para la crisis. En la madrugada del 13 de julio fue a mi casa acompañado por José Homero Quevedo Peralta; querían comunicarme la anormalidad reinante en el Palacio Presidencial. No quisimos interrumpir el poco descanso que se permitía Fidel. Siguiendo mis instrucciones, Olivares y Quevedo se retiraron. Localicé al doctor Osvaldo Dorticós en su residencia en Cienfuegos y le pedí que viniera a La Habana,ya que se estaba complicando la situación.

¿Por qué a Dorticós? Sus obligaciones ministeriales en la ponencia y los estudios legislativos lo obligaban a concurrir casi diariamente y permanecer prolongadamente en la Secretaría del Consejo de Ministros. Esta circunstancia fue la que posibilitó, cuando surgieron las primeras dificultades con el Presidente Urrutia, que se le planteara la necesidad de servir de enlace entre Fidel y yo. Era natural que el líder de la Revolución y Primer Ministroconociera de primera mano lo que acontecía en el Palacio Presidencial, especialmente a partir de que comenzaron a suscitarse situaciones conflictivas con Urrutia. Como la situación podía agravarse y ser extraordinariamente delicada desde el punto de vista político, Fidel me planteó que debíamos establecer contacto de forma discreta y propuso que fuera Osvaldo Dorticós el enlace, pues dada su condición de ministro encargado de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias, se vería como algo totalmente natural que Dorticós despachara frecuentemente con el secretario del Consejo de Ministros.

Al amanecer llegó Carlos Olivares, y más tarde lo hizo Dorticós. Al poco rato me comuniqué con Celia Sánchez, pidiéndole hablar con Fidel, al que trasladé, a grandes rasgos, la situación creada. Me dio indicaciones de encontrarnos con él. A la salida del túnel de la bahía nos estaba esperando su escolta, que nos condujo hasta La Habana del Este, ambicioso plan de viviendas iniciada por la Revolución, al frente del cual se hallaba la incansablePastoritaNúñez. Allí estaba Fidel, quien asistía a una asamblea de capataces de la construcción. Fidel recorrió las obras e intercambió impresiones sobre diversos aspectos técnicos. Su presencia atrajo la atención de los trabajadores, quienes se congregaron en torno suyo. Como en aquellas circunstancias no era posible conversar un asunto tan delicado, Fidel dispuso que su escolta se dirigiera hacia Cojímar, mientras en mi auto, por la Vía Blanca, marchamos rumbo a Jaruco. Dorticós y Olivares se sentaron detrás. Fidel y yo, quien iba conduciendo, lo hicimos delante. Íbamos sin prisa, lo que posibilitó el que antes de llegar a Jaruco ya Olivares le hubiese explicado la situación observada y la conversación tenida con Urrutia, e hiciéramos un repaso de las desavenencias con el Presidente y de sus torpezas. Se llegó al convencimiento de que se estaba llegando a un punto sin retorno.

Fidel no dijo cómo pensaba proceder frente a la situación creada con Urrutia. Sólo adelantó que no se podía recurrir a la técnica del golpe de Estado ni a ninguna medida de fuerza. La Revolución debía ser defendida con inteligencia, sin derrocar al Presidente.

Cuando llegamos a Jaruco, Fidel me dio orden de regresar, tomando en dirección a Cojímar, donde nos esperaba Celia Sánchez. También estaba el periodista Luis Conte Agüero, quien la semana anterior había entrevistado al Presidente para laCMQ-TV, aprovechando éste para formular duras declaraciones anticomunistas. A Conte Agüero, hombre mañoso y de experiencia política, no se le escapaba que la pretensión de Urrutia de repetir cada semana su encuentro frente a las cámaras, podía ser peligroso por la índole de las declaraciones del Presidente de la República. Al día siguiente volverían a conversar y Conte Agüero quería saber la opinión del Jefe de la Revolución.

Sin embargo, a Fidel le disgustó su presencia. Con mucho tacto, se deshizo de él, y le ordenó a Olivares volver al Palacio Presidencial, atento a cualquier contingencia. Permanecimos en Cojímar varias horas. Después de las tres de la tarde, por orden de Fidel, Celia citó al comandante Raúl Castro para el parque de diversionesConey Island, al final de la Quinta Avenida en Miramar.

Partimos en mi auto. Celia se sentó entre Fidel y yo. Dorticós iba en el asiento de atrás. Estando ya en elConey Islandllegó Raúl. Fidel se disgustó porque Raúl fue acompañado de varios compañeros en distintos autos. Raúl despachó a todos, menos al comandante Augusto Martínez Sánchez, ministro de Defensa Nacional, y al chofer de sujeep. Dorticós, Celia y yo bajamos del automóvil para permitir que intercambiaran opiniones. Pasaron unos minutos. Fidel nos llamó y nos planteó que debíamos trasladarnos a la casa del doctor José Miró Cardona. Fidel quería intercambiar con él. Volvimos al vehículo y partimos. Raúl lo hizo en sujeep.

Encontramos a Miró en su casa. Se sorprendió. Pese a que comenzaba a caer una fina llovizna, Fidel prefirió tomarse en el jardín el café que se nos brindó. Al cabo, Raúl y Augusto se marcharon. Pasamos al interior de la casa. Por indicaciones de Fidel, Celia y yo quedamos hablando con Ernestina, esposa de Miró, mientras ellos dos y Dorticós conversaban en la biblioteca.

Transcurrida la entrevista, salieron. Nos despedimos e iniciamos el camino de regreso. Fidel quiso disculparse con Celia y conmigo por no habernos invitado a la conversación. Le dijimos que comprendíamos sus razones y que no era necesario que lo hiciera.