Poemas y sonetos - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

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Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

Recopilación de Poemas y sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz que comprende:Poemas:*Amor inoportuno*Ante la ausencia*Cogióme sin prevención*De amor y de discreción*Día de Comunión*Dime vencedor rapaz*Envía una rosa a la virreina*Este amoroso tormento*Estos versos, lector mío*Excusándose*Expresa los efectos*Finjamos que soy feliz*Letras para cantar*Nacimiento de Cristo*Oración*Primero Sueño*Pues estoy condenada*Redondillas*Sentimientos de ausente*Teme que su afecto*Ya que para despedirmeSonetos:*A su retrato*A una Rosa*Al que, ingrato me deja, busco amante*Detente sombra*Esta tarde, mi bien*Feliciano me adora y le aborrezco*Insinua su aversion a los vicios*La sentencia de Justo*Verde embeleso 

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Poemas y sonetos

Sor Juana Inés De la Cruz

Publicado: 1664Categoría(s): Ficción, Poesía, Moderna (<1799)
Acerca De la Cruz:

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel Nepantla el 12 de noviembre de 1651 y murió en la ciudad de México el 17 de abril de 1695. Fue una religiosa de la Orden de San Jerónimo y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana». A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte de Antonio de Toledo y Salazar, marqués de Mancera y 25.º virrey novohispano. En 1667, ingresó a la vida monástica. Sus más importantes mecenas fueron los virreyes De Mancera, el arzobispo virrey Payo Enríquez de Rivera y los marqueses de la Laguna, virreyes también de la Nueva España, quienes publicaron los dos primeros tomos de sus obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695. Sor Juana Inés de la Cruz ocupó, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y Góngora, un destacado lugar en la literatura novohispana. En el campo de la lírica, su trabajo se adscribe a los lineamientos del barroco español en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de Quevedo y Calderón.

Amor inoportuno

Dos dudas en que escoger Tengo, y no se a cual prefiera, Pues vos sentís que no quiera Y yo sintiera querer.

Con que si a cualquiera lado Quiero inclinarme, es forzoso Quedando el uno gustoso Que otro quede disgustado.

Si daros gusto me ordena La obligación, es injusto Que por daros a vos gusto Haya yo de tener pena.

Y no juzgo que habrá quien Apruebe sentencia tal, Como que me trate mal Por trataros a vos bien.

Mas por otra parte siento Que es también mucho rigor Que lo que os debo en amor Pague en aborrecimiento.

Y aun irracional parece Este rigor, pues se infiere, Si aborrezco a quien me quiere ¿qué haré con quien aborrezco?

No se como despacharos, Pues hallo al determinarme Que amaros es disgustarme Y no amaros disgustaros;

Pero dar un medio justo En estas dudas pretendo, Pues no queriendo, os ofendo, Y queriéndoos me disgusto.

Y sea esta la sentencia, Porque no os podáis quejar, Que entre aborrecer y amar Se parta la diferencia,

De modo que entre el rigor Y el llegar a querer bien, Ni vos encontréis desdén Ni yo pueda encontrar amor.

Esto el discurso aconseja, Pues con esta conveniencia Ni yo quedo con violencia Ni vos os partís con queja.

Y que estaremos infiero Gustosos con lo que ofrezco; Vos de ver que no aborrezco, Yo de saber que no quiero.

Sólo este medio es bastante A ajustarnos, si os contenta, Que vos me logréis atenta Sin que yo pase a lo amante,

Y así quedo en mi entender Esta vez bien con los dos; Con agradecer, con vos; Conmigo, con no querer.

Que aunque a nadie llega a darse En este gusto cumplido, Ver que es igual el partido Servirá de resignarse.

Ante la ausencia

Divino dueño mío, si al tiempo de partirme tiene mi amante pecho alientos de quejarse, oye mis penas, mira mis males.

Aliéntese el dolor, si puede lamentarse, y a la vista de perderte mi corazón exhale llanto a la tierra, quejas al aire.

Apenas tus favores quisieron coronarme, dichoso más que todos, felices como nadie, cuando los gustos fueron pesares.

Sin duda el ser dichoso es la culpa más grave, pues mi fortuna adversa dispone que la pague con que a mis ojos tus luces falten,

¡Ay, dura ley de ausencia! ¿quién podrá derogarte, si a donde yo no quiero me llevas, sin llevarme, con alma muerta, vivo cadáver?

¿Será de tus favores sólo el corazón cárcel por ser aun el silencio si quiero que los guarde, custodio indigno, sigilo frágil?

Y puesto que me ausento, por el último vale te prometo rendido mi amor y fe constante, siempre quererte, nunca olvidarte

Cogióme sin prevención

Cogióme sin prevención Amor, astuto y tirano: con capa de cortesano se me entró en el corazón. Descuidada la razón y sin armas los sentidos, dieron puerta inadvertidos; y él, por lograr sus enojos, mientras suspendió los ojos me salteó los oídos.

Disfrazado entró y mañoso; mas ya que dentro se vio del Paladión, salió de aquel disfraz engañoso; y, con ánimo furioso, tomando las armas luego, se descubrió astuto Griego que, iras brotando y furores, matando los defensores, puso a toda el Alma fuego.

Y buscando sus violencias en ella al príamo fuerte, dio al Entendimiento muerte, que era Rey de las potencias; y sin hacer diferencias de real o plebeya grey, haciendo general ley murieron a sus puñales los discursos racionales porque eran hijos del Rey.

A Casandra su fiereza buscó, y con modos tiranos, ató a la Razón las manos, que era del Alma princesa. En prisiones su belleza de soldados atrevidos, lamenta los no creídos desastres que adivinó, pues por más voces que dio no la oyeron los sentidos.

Todo el palacio abrasado se ve, todo destruido; Deifobo allí mal herido, aquí Paris maltratado. Prende también su cuidado la modestia en Polixena; y en medio de tanta pena, tanta muerte y confusión, a la ilícita afición sólo reserva en Elena.

Ya la Ciudad, que vecina fue al Cielo, con tanto arder, sólo guarda de su ser vestigios, en su ruina. Todo el amor lo extermina; y con ardiente furor, sólo se oye, entre el rumor con que su crueldad apoya: "Aquí yace un Alma Troya ¡Victoria por el Amor!"