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Con este volumen III se concluye la presente «Política de la Liberación». En el volumen I (2007) se trata el tema desde una historia mundial no eurocéntrica de la política. En el volumen II (2009) nos hemos ocupado de lo que ahora llamaremos la primera constelación de todo sistema político y de los tres niveles que la constituyen (las prácticas políticas, las instituciones mínimas y necesarias y los principios), donde se describen las categorías mínimas y necesarias, que son las que componen la totalidad vigente de la que se parte siempre en el tratamiento sistemático de la política. Esta debe considerarse, aunque no se explicita en el volumen II, la Primera Parte o constelación. El volumen III expone las «constelaciones» segunda (Segunda Parte, negativa, capítulo 4, § 29 a § 35) y tercera (Tercera Parte, positiva, capítulos 5 y 6, § 36 a § 44) de la «Política de la Liberación». Este tercer volumen se inicia con un Prólogo que describe un nuevo tema: la diacronía inevitable de la política, o los tres tiempos dialécticamente (analógicamente) evolutivos de todo sistema político, que con Walter Benjamin denominamos «constelaciones» y que pueden durar siglos. En la Segunda Parte (la segunda constelación, negativa) se expone la inevitable deconstrucción de la primera constelación (es decir, se niega la pretensión de justicia de lo descrito en la Primera Parte, todo el volumen II). Esta Parte es para unos (sobre todo, en el siglo XX) el momento revolucionario abrupto, instantáneo; mientras que para otros es una lenta transformación también de la subjetividad de la cultura política del pueblo, que es el actor de la no aceptación de un sistema dominador (que, sin embargo, es la descripción normal de la política como tal para Max Weber). Son los difíciles temas del pueblo, del liderazgo mesiánico, de la ilegalidad del que ejerce un poder legítimo, de la factibilidad que se juzga imposible. En la Tercera Parte se describe la praxis de la hiperpotencia desde el estado de rebelión del pueblo que emerge como actor de la creación del nuevo sistema (la tercera constelación), obra del resto del pueblo (los movimientos sociales) que resistió a la opresión.
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Seitenzahl: 1956
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Política de la Liberación
Política de la Liberación.Volumen IIICrítica creadora
Edición de Enrique Dussel
Colaboradores: Alicia Hopkins, Bernardo Cortés, Enrique Téllez, Jorge Zúñiga M., Mario Ruiz S., Gabriel Herrera, Carlos Núñez, José Gandarilla, Omar García C., Luis Jorge Álvarez, Antonio Wolkmer, Lucas Machado, Álvaro García Linera
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOSSerie Filosofía
© Editorial Trotta, S.A., 2022
http://www.trotta.es
© Enrique Dussel, 2022
© Alicia Hopkins, Bernardo Cortés, Enrique Téllez, Jorge Zúñiga M., Mario Ruiz S., Gabriel Herrera, Carlos Núñez, José Gandarilla, Omar García C., Luis Jorge Álvarez, Antonio Wolkmer, Lucas Machado, Álvaro García Linera, 2022
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-1364-094-5
Prólogo: Enrique Dussel
INTRODUCCIÓN
§ 29. La otra historia del imperio americano. La crisis del colonialismo y de la globalización excluyente: Enrique Dussel
1. La otra historia de la «República» norteamericana (1607-1945)
2. Del otro proceso colonizador, la reacción anti-capitalista y la lenta instalación del «Imperio» (hasta 1989)
3. De la globalización del Imperio a la crisis de la pre-emptive war (1989-)
4. Los Nuevos Movimientos y Redes Sociales anti-sistémicos
Segunda ParteLA SEGUNDA CONSTELACIÓN.LA CRÍTICA MESIÁNICA DECONSTRUCTIVA
Capítulo 4. CRÍTICA DEL ORDEN VIGENTE: EL PUEBLO COMO ACTOR COLECTIVO Y LOS PRINCIPIOS NORMATIVOS CRÍTICO NEGATIVOS
§ 30. La fetichización del sistema político: Enrique Dussel
1. Fetichización del poder político
2. La crítica de la política vigente en E. Lévinas
§ 31. La ruptura mesiánico comunitaria del pueblo (plebs). La praxis de «resto»: Alicia Hopkins Moreno
1. El pueblo como categoría crítico-negativa de la Política de la Liberación
2. La constitución del pueblo, un diálogo con Ernesto Laclau
3. El pueblo como resto mesiánico
4. La categoría de «resto» en el mesianismo de la Política de la Liberación
5. La praxis mesiánica y el diálogo con Agamben
6. La fundamentación ético-metafísica de la ruptura
7. Reflexiones finales
Excurso I. El pueblo como «bloque social de los oprimidos», como actor colectivo político: Enrique Dussel
1. La «construcción del pueblo»
2. Del modo de la constitución de la «unidad» del pueblo
3. El pueblo como actor intersubjetivo histórico: el bloque social de los oprimidos y excluidos
4. El criterio de demarcación entre el populismo y lo popular
§ 32. La función mesiánica en la política. El liderazgo como servicio: Bernardo Cortés Márquez
1. La necesidad de restituir el mesianismo como un término clave
2. El partisano: la irrupción del político liberador. De la militancia hacia el liderazgo
3. El «hombre nuevo» y la «unidad dialéctica pueblo-liderazgo»
4. Para una metafísica materialista del liderazgo. Singularidad y «cuerpo mesiánico»
5. Composición subjetiva del liderazgo mesiánico
Excurso II. Los principios normativos críticos de la política en la segunda y la tercera constelaciones: Enrique Dussel
1. La imposibilidad de un sistema político perfecto
2. La positividad conservadora y la negatividad crítica
3. Los «postulados» políticos «críticos»
4. Los principios políticos normativos críticos
5. Principios éticos, principios políticos críticos negativos y positivos
6. Fundamentación de los principios normativos políticos
7. Articulación de los principios normativos políticos críticos
8. Coherencia ética de la política crítica
§ 33. La voluntad material de vida del pueblo y el problema políticoecológico. El principio material negativo: Enrique Téllez Fabiani y Jorge Zúñiga
1. Sentido de la cuestión
2. La vida y su negatividad
3. La biopolítica
4. La necropolítica
5. Dialéctica vida/muerte
6. El «acontecimiento ecológico»
7. La crítica de la esfera ecológica: H. Jonas
8. Perspectivas de la razón material
9. El principio material crítico-negativo de la política. Sentido de la cuestión
10. Las armas ideológicas de la necropolítica: de Hinkelammert a Mbembe, y viceversa
11. La irrebasabilidad de la vida y el principio material críticonegativo de la política
12. Conclusiones
§ 34. De la crítica del sistema del derecho. El principio formal negativo de legitimidad política: Mario Ruiz Sotelo
1. Estado de la cuestión
2. Estado de derecho y dominación
3. El consenso crítico y el «Estado de rebelión»
4. Consenso crítico y descolonización de la idea del derecho
5. El principio político normativo crítico formal negativo
§ 35. La crítica de la efectividad del sistema vigente. El principio de factibilidad crítico-negativo: Gabriel Herrera Salazar y Jorge Zúñiga
1. Sentido de la cuestión
2. El momento destructivo de la praxis de liberación
3. El sujeto-actor político o militante en el bloque social de los oprimidos
4. Límites de la revolución y su praxis de liberación
5. La sobrevivencia
6. La revolución como objetivo estratégico
7. Un ejemplo crítico de negación del sistema vigente
8. Comunalismo, ¿un referente para la nueva forma de organización social?
9. Sentido de la cuestión de la factibilidad como principio crítico-negativo
10. La factibilidad y el criterio de lo factible
11. Factibilidad de la praxis en su realización con las ideas trascendentales
12. La factibilidad crítica: crítica de las alternativas
13. Descripción del principio de factibilidad crítico-negativo de la política
14. Conclusiones
Tercera Parte LA TERCERA CONSTELACIÓN.LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICO CREADORA
Capítulo 5. LA POSITIVIDAD MESIÁNICO LIBERADORA: EL PUEBLO COMO ACTOR POLÍTICO CREADOR. LOS PRINCIPIOS NORMATIVOS POSITIVOS
§ 36. La hiperpotentia. El «kairós» de Benjamin. El «Reino de David» en Lévinas: Enrique Dussel
1. La «fuente creadora» de la transformación: la hiperpotentia
2. ¿En qué consiste en E. Lévinas el «Estado de David»?
3. Hacia una política «crítica» como «habodah»
§ 37. La voluntad-de-vida del pueblo. Biopolítica en sentido estricto. El principio materal crítico positivo de la política: Carlos Juan Núñez Rodríguez y Jorge Zúñiga
1. Sentido de la cuestión
2. La construcción institucional del Estado en Boaventura de Sousa Santos
3. El proceso de transformación del Estado del EZLN
4. El proceso de institucionalización del Estado para Álvaro García Linera
5. Michel Foucault: biopolítica y neoliberalismo
6. Foucault: de la analítica del poder a la simpatía por el neoliberalismo
7. El capital humano, ¿expresión económica de la práctica de la libertad foucaultiana?
8. Biopolítica en estricto sentido: el principio material críticopositivo de la política
9. Conclusiones
Excurso III. De la fraternidad a la solidaridad: Enrique Dussel
1. Un texto enigmático de Nietzsche
2. Fraternidad y Enemistad. La reflexión de Jacques Derrida
3. Algo sobre la vida
4. Sobre el antagonista
5. La Solidaridad: un más allá de la fraternidad
6. Un comentario
§ 38. El consenso crítico del pueblo como fundamento de la nueva legitimidad. El principio formal de legitimidad crítico-positiva: José Guadalupe Gandarilla Salgado
1. Sentido de la cuestión
2. Legitimidad y producción de normatividad
3. La fuente de la nueva legitimidad
4. La legitimidad de un Estado de Rebelión se transforma en el (nuevo) Estado de Derecho
5. De «Reforma o Revolución» a «transformaciones parciales, graduales o transformaciones radicales, integrales»
6. El principio formal crítico-positivo de legitimidad
§ 39. El realismo crítico ante la inevitable falibilidad política. El principio estratégico crítico: Omar García Corona
1. Sentido de la cuestión
2. El principio estratégico crítico. Hacia la construcción de una política de la vida
3. Teoría, táctica y estrategia
4. Más allá del paradigma político moderno y el supuesto antropológico negativo de todo poder
Capítulo 6. GOBERNABILIDAD FALIBLE EN LA CREACIÓN INSTITUCIONAL
§ 40. La transición: el pueblo como origen del ejercicio de la nueva potestas: Enrique Dussel
1. La democracia participativa articulada con la democracia representativa
§ 41. Transformación material ecológica y económica: Luis Jorge Álvarez Lozano
1. La crisis ambiental y la gran recuperación de la ecología
2. Pachamama o Gaia: fundamento último de la vida humana
3. La nueva Organización de las Naciones Unidas
4. Derecho internacional a partir de la Gran Recuperación de la ecología
5. Política internacional en torno a Gaia
6. El papel del nuevo Estado transmoderno
7. El Estado: del consumismo al consumo mesurado
8. La Crisis social y la Gran Recuperación de la economía
9. Transformaciones fundamentales
10. Proyectos de transformación
11. El Estado que produce y planifica cibernéticamente para la vida
12. El Estado garante de la vida: negando la pobreza
13. Otras dimensiones materiales por desarrollar
§ 42. El sistema del derecho y la nueva legalidad: Antonio Carlos Wolkmer y Lucas Machado Fagundes
1. Sentido de la cuestión
2. La legitimidad del nuevo sistema de derecho. El fundamento democrático del consensu populi
3. La acción política para la transformación del sistema del derecho. Poder destituyente, instituyente y constituyente
4. La transformación del sistema del derecho. Una materialidad plurijurídica
5. Plurijuridicidades insurgentes: elementos para un pluralismo jurídico
6. Reflexiones finales
Excurso IV. La transformación del sistema del derecho: Enrique Dussel
1. El principio crítico democrático positivo
2. La «transformación» del sistema del derecho
3. Lucha por el reconocimiento e institucionalización del nuevo sistema del derecho
§ 43. La revolución, el Estado y las tensiones creativas: Álvaro García Linera
1. La revolución y luego, entonces, el Estado
2. Las antinomias aparentes de la revolución: violencia o democracia
3. «Guerra de movimientos» o «guerra de posiciones»
4. Excepcionalidad histórica o disponibilidad social universal
5. Momento jacobino-leninista o momento gramsciano hegemónico
6. Democracia local o democracia general. Democratización o monopolización de decisiones
7. El Estado, entre ampliación o contención de la revolución
8. ¿Disolución del Estado?
9. Tensiones creativas del proceso de cambio en la Revolución boliviana
10. Las tensiones secundarias creativas como fuerzas productivas del Proceso de Cambio
Excurso V. ¿Disolución o nuevo tipo de Estado?: Enrique Dussel
1. Sobre el momento negativo (disolución) y positivo (nueva creación de otro tipo institucional) de Estado
2. Un ejercicio democrático representativo y participativo con liderazgo político
3. La aporía entre la democracia y el líder carismático
4. Algunos tipos de liderazgos en las transformaciones revolucionarias
5. El liderazgo como servicio a la cultura de la participación democrática
6. Liderazgo democrático en los tiempos de transición
Conclusión. LA LARGA TRANSICIÓN AL NUEVO ORDEN POLÍTICO
§ 44. Pretensión crítico-política de justicia: Enrique Dussel
1. La pretensión de justicia en la política
2. La necesidad de una continua corrección autocrítica
3. La lenta transformación del ejercicio creador del poder en la tercera constelación: hacia un nuevo Estado popular democrático
4. La transformación institucional del nuevo orden en el corto, mediano y largo plazo
5. El distinto sentido común de la subjetividad comunitaria del «hombre nuevo»
Bibliografía citada
Índice alfabético de algunos temas y autores
Índice de esquemas
Este tercer volumen de la Política de la Liberación (la Segunda y Tercera Parte) cambia el estilo de la exposición. Se trata de un texto elaborado por un grupo de autores que hemos trabajado en seminario la temática, y tendrá ciertas novedades sistemáticas elaboradas al correr el tiempo de la reflexión desde 2009 (fecha del volumen II de esta obra, la Arquitectónica). El contenido del volumen III fue bosquejado resumida y parcialmente en el libro 20 tesis de política (2006) de las tesis 11 a 20. Sin embargo, habrán novedades sistemáticas, diferencias de forma y de fondo, debido al desarrollo cumplido en la reflexión de la política en la Filosofía de la Liberación, no solo por la atención prestada a nuevos autores (como, por ejemplo, Walter Benjamin1), sino también por la evolución histórica concreta de la política latinoamericana que empíricamente nos ha enseñado nuevos aspectos que exigen desarrollos teóricos de la política en general.
La primera cuestión, que me dificultó durante años la exposición de este tercer volumen (sobre la Crítica2 creadora, que es ahora la Tercera Parte de la Política de la Liberación, quedando la llamada Arquitectónica como la Primera Parte), es justamente la clara distinción del contenido conceptual y categorial de la Segunda Parte (negativa), que al mezclarse continuamente con la Tercera (positiva), impedía una clara captación de ambas. Al ahora distinguirlas con precisión, la exposición sistemático categorial se destrabó y adquirió un sentido dialéctico, pudiendo pasar de una categoría a otra sin saltos ni retroceso confusos, en especial de la constelación segunda negativa a la tercera positiva.
Esta división de la antigua Segunda Parte (la Crítica anterior) en dos momentos sistemáticos (uno negativo, el otro positivo) permitió hacer posible el presente volumen, y es lo que ahora denominaré las tres constelaciones del proceso de la Política de la Liberación.
Fue un último paso en la reflexión de miembros de la comunidad de la Filosofía de la Liberación que, trabajando en equipo en este volumen III, se descubrió la importancia del momento negativo de la política, no como mera necropolítica3, sino como el momento de ruptura cuyo protagonismo lo conduce una persona o resto investidos de una actitud mesiánica o la militancia política en última instancia del pueblo que, aun contra su propia voluntad frecuentemente, debe asumir la responsabilidad de enfrentar y comprometerse en un segundo «acontecimiento»4 más radical que el primero que había descrito A. Badiou, porque se trata de asumir el hecho de que hay primeramente que deconstruir (o de-struir negativamente) las estructuras subjetivas e institucionales del antiguo sistema fetichizado (necrófilo), que es el momento final y agónico de la primera constelación (Gestaltung que así la denominaremos desde ahora).
E. Lévinas criticó a la Totalidad (primera constelación). Alrededor de 1970, en Para una de-strucción5 de la historia de la ética (1970) y escribiendo Para una ética de la liberación latinoamericana (1973, vol. 2), y gracias a J.-P. Sartre en su Crítica de la razón dialéctica, descubrí ante la Totalidad vigente que era necesario imaginar otra Totalidad, el sistema futuro, fruto de la praxis de liberación. En este segundo momento, como creación de una nueva Totalidad, consistía el momento crítico. Por ello en todas mis obras, desde aquella Para una Ética de la Liberación latinoamericana (1973) hasta las 14 tesis de ética (2016) (y los dos primeros volúmenes de esta Políticas de la Liberación) se sistematizaban en dos Partes (una por cada Totalidad: la vigente y la futura).
Pero desde 2017 se agregará una tercera constelación: la primera constelación (que a Ch. Peirce le gustaría llamar la «primariedad»: firstness) es, como indicamos, la Totalidad vigente, la positividad sugerida por M. Horkheimer, el momento ontológico fundamental levinasiano (capítulo 4 del presente volumen, §§ 30-35); la segunda constelación, como negatividad6 crítica de la primera, enfatizada por W. Benjamin como ruptura, y en su límite el «estado de rebelión» o aun la revolución (la «segundidad»: secondness), una factura que aunque tratada explícitamente, no se distinguía clara ni sistemáticamente, que dará por origen a una nueva Totalidad futura que se creará (como momento Crítico creativo, y no ya solo como meramente Crítico, capítulos 5 y 6 de este volumen, §§ 36-43) a partir del caos y las cenizas del orden deconstruido anterior. Nacerá entonces lentamente una tercera constelación (la «terceridad»: thirthness), la nueva Totalidad fruto del proceso de liberación, sin embargo no-perfecto7, siempre transformándose, como una revolución que no se aquieta bajo el continuo posible castigo, bajo la pena de poder continuamente retornar al burocratismo, al fetichismo, a la necropolítica. Jamás debe el político caer en el «dormirse sobre los laureles», y por ello seguir siempre vigilante y vigente el tono afectivo subjetivo del mesianismo, perpetuamente algo escéptico y realista ante lo que va construyendo, ya que debe saber crear las nuevas obras «como si no» las creara8, como servicio y no como gloria anticipada.
La política, lo político, la praxis política, los principios normativos, las instituciones políticas, el poder político, el Estado, etc., se sitúan siempre en alguna de estas tres constelaciones (Gestaltungen) que determinan diacrónicamente todos los momentos enunciados de la política. Al situarse en el proceso de la temporalidad, diacrónicamente, dichos momentos cambian el contenido semántico de todos sus componentes. Se efectúa así como un desarrollo (Entwicklung diría Hegel, aunque en otro sentido: como crecimiento cualitativo de la vida), una evolución del concepto de lo político y sus respectivos constitutivos, determinaciones o categorías que deben ser claramente distinguidos para su adecuada comprensión y uso en el discurso de la filosofía de la política.
Por no haber distinguido esas constelaciones diacrónicas (que se encuentra inesperadamente en el fundamento del pensamiento de Benjamin, como veremos) se cae en falsas antinomias que pueden ser resueltas como momentos distintos (en su antes y después de la historia) de un proceso sucesivo que va exigiendo una descripción no unívoca, sino analógica, más compleja y adecuada de la política. Así, momentos que eran considerados como anti-políticos, ahora podrían comprenderse como necropolíticos, son momentos inevitables de su devenir. El poder político puede ser ejercido como dominación (y lo es en la mayoría de los casos, como lo describe M. Weber), pero también puede ejercerse obediencialmente. En el primer caso es un ejercicio de la necropolítica (como la denominaría Achille Mbembe), y pueden juzgarse como un momento defectivo pero frecuente de la política, aunque por ello no deja de ser político (situado en el momento A.c del Esquema 0.01). Es decir, sin dejar de ser políticos esos momentos, frecuentemente siendo los más durables y funestos, no corresponden sin embargo al contenido pleno y normativo de la política.
Lo político, la política, su praxis, etc., tiene entonces tres momentos o constelaciones esenciales, con etapas internas discernibles, que guiarán nuestros pasos en una exposición sistemática de la Segunda y Tercera partes de la esta Política de la Liberación (ambas componentes de lo que llamamos una concepción crítico creativa de la política en general).
Volviendo sobre el tema esquematicemos con propósito pedagógico (corriendo el peligro de simplificaciones), como mera introducción a la cuestión, el problema que hemos planteado.
Esquema 0.01. LAS TRES CONSTELACIONES DIACRÓNICAS DE LA POLÍTICA
APrimera constelación Totalidad vigente
BSegunda constelación Ruptura mesiánica
CTercera constelación Creación del nuevo orden
a.Acontecimiento originario
b. Estabilidad clásica (Estado de derecho)
c. Agonía, decadencia (Estado de excepción) (§ 30)
a. La víctima pasiva (fetichización)
b. Función mesiánica: ruptura (α) («Segundo» acontecimiento)
c. Praxis estratégica destructiva (Estado de rebelión)
a. Reino davídico (β)
b. Estabilización (El rey y profeta)
Momento faraónicoPrincipio conservador creadorPoder como dominación (negativo)
Momento mosaicoPrincipio anárquico Poder liberador (creatio ex nihilo, Hiperpotentia)
Momento de Josué9 Principio de la imaginaciónPoder obediencial (positivo)
Vols. II y III, §§ 12-28 y 29, de la Política de la Liberación. Arquitectónica. Primera Parte caps. 1-3
Vol. III, §§ 30-35, de la Política de la Liberación. Crítica I. Segunda Parte cap. 4
Vol. III, §§ 36-44, de la Política de la Liberación Creación II. Tercera Parte caps. 5-6
En un primer momento o constelación (A. en este Esquema 0.01) se inicia el proceso con el primer «acontecimiento» (a la manera de A. Badiou), el originario del orden político vigente, de todo sistema político, práctico colectivo, que denominamos «Totalidad» siguiendo la terminología fenomenológica de E. Lévinas; que es lo ontológico de un G. Lukács o en la Filosofía de la Liberación. Podría aun discernirse en dicha Totalidad o constelación tres etapas: la auroral o inicial (A.a) donde se establecen las instituciones y la legalidad del sistema con una clase «dirigente» (o «bloque histórico en el poder», diría A. Gramsci), basada en el consenso del pueblo ejerciendo un poder hegemónico. Una segunda etapa, «clásica», tiempo de la estabilidad (A.b), que puede durar siglos. Una tercera etapa de agonía, de decadencia (A.c), donde la clase dirigente se transforma en «dominadora» (según Gramsci) por la disidencia del «bloque social de los oprimidos» (expresión gramsciana también). Esta tercera etapa correspondería a la figura del Estado decadente, el moderno, burgués, liberal, en el paroxismo nacionalista o racista del nazismo, por ejemplo, o con anterioridad en el zarismo al que se enfrentó Lenin10 en su obra El Estado y la revolución. Frecuentemente es la noción de Estado, en esta etapa (A.c), a la que una cierta izquierda se enfrenta negándola anarquistamente11. Es el momento necropolítico de la política.
Lenin se sitúa posteriormente con extrema criticidad en la segunda constelación en la Revolución de Octubre. Debemos además indicar que el mismo Lenin en el transcurso de pocos meses, desde septiembre hasta noviembre de 1917, experimenta la diacronía de los tres momentos como de un vertiginoso proceso político.
En su obra El Estado y la revolución, cuya redacción interrumpe en septiembre de 1917 para hacer la revolución, se encuentra en el tiempo de la primera constelación, contra el Estado vigente zarista. Pero bien pronto, que clasificamos en el Esquema 0.01 bajo la designación A.c: tiempo final de un sistema histórico vigente, el revolucionario debe comenzar una metamorfosis. Lenin cita a Engels, aprobando por supuesto su contenido:
El Estado se disolverá por sí mismo y desaparecerá. Siendo el Estado una institución meramente transitoria que se utiliza en la lucha [...] para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de un Estado libre del pueblo [...]. Por eso, nosotros propondríamos emplear siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra comunidad (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa Commune [...] La idea de Marx consiste en que la clase obrera debe destruir, romper, la maquinaria estatal existente y no limitarse simplemente apoderarse de ella. [...] (Lenin, 1961, III, 342; II, 322).
Este sería el momento de la adopción del principio anarquista en el pensamiento de Lenin. Pero el revolucionario ruso no lo propone como un estado definitivo, sino transitorio: la disolución del Estado vigente es necesaria, aunque la «disolución del Estado» después de haber agotado todas las posibilidades instrumentales del Estado como tal es otra cuestión que no trataremos ahora aquí (sino en el § 43 y Excurso V).
Está claro que Lenin está en favor de la disolución del Estado zarista burgués capitalista vigente, pero como medida táctica o estratégica a corto y mediano plazo. Coincidimos con Lenin y disentimos con los anarquistas a la manera de Max Stirner o M. Bakunin que pretenden disolver el Estado desde el comienzo y definitivamente.
En un segundo momento o constelación, y dada la situación del Estado ruso semi-moderno burgués dominador surgió la necesidad de descubrir un nuevo horizonte político donde pudiera superar ese Estado dominador, que se presentaba como la positividad de lo vigente12. Fue así como descubrimos, gracias a J.-P. Sartre en su Crítica de la razón dialéctica, como ya lo hemos dicho, una nueva dimensión de salida (liberación) de la dominación del Estado represor, y se bosquejó el concepto de una segunda totalidad, ahora futura y de liberación, otra que el orden vigente fetichizado13. Y así en 20 tesis de política (2006) expongo las primeras diez tesis acerca de la política para entender el orden positivo vigente14 (primera constelación); y en las tesis 11 a 20 describo las condiciones de la construcción del nuevo orden político (todavía no discernido como lo que desde ahora denomino la segunda y la tercera constelaciones). Un solo momento futuro no daba cuenta de la complejidad, porque exponiendo el tema se había complicado desde hacía tiempo, ya que para crear un nuevo sistema, hay que, primeramente, de-construir (o simplemente destruir) el antiguo orden vigente. Este momento propiamente negativo surge como ya hemos expuesto inicialmente en la Ética de la Liberación (1998)15, pero explícitamente en obras recientes16. Es un «momento anárquico» (del que habla Lévinas, o como un movimiento escéptico) en el que el liberador se enfrenta al Estado en su estado fetichista, burocrático, dominador, necrófilo, hasta represor, y pareciera coincidir con la descripción de la extrema izquierda anarquista. Es el momento de George Washington en Estados Unidos, de Miguel Hidalgo y Costilla en México, de Lenin antes del 25 de octubre de 1917 contra el zarismo, del Che Guevara en América Latina, del subcomandante Marcos en el FZLN en México desde 1994, de los movimientos sociales y comunitarios que desconfían profundamente del Estado y claman por su disolución. Es la posición de la mejor izquierda latinoamericana hasta el 1999 (por dar una fecha que indica el último momento de ruptura en nuestra reciente historia política). Y es aquí donde la política honesta, justa, ética tendría como sujeto a los héroes, a los mártires. Es el momento mesiánico materialista de W. Benjamin, y por ello la crítica de Pablo de Tarso contra la ley (la lex romana y la torah del judaísmo antimesiánico). Es el «tiempo del peligro», el kairós (el «tiempo-ahora», el Jetzt-Zeit); es en el siglo XX la revolución del 25 de octubre con Lenin a la cabeza del proceso (sea cual fuere después su derrumbe en el 1989). ¡En el estallido la política que acaba de comenzar, hay mucho más! Hay además una primera etapa, la crítica de la dominación (B.a), y después se pasa a la praxis misma de la deconstrucción del orden imperante (B.b). La praxis que puede ser pacífica o usando los medios proporcionados estratégicos para lograr la consecución del proceso (que no es violento, aun cuando el uso de la fuerza produzca coacción contra el opresor en defensa del pueblo oprimido)17.
Podemos observar claramente esta segunda constelación en el Lenin revolucionario. El 25 de octubre estalla la revolución en Petrogrado, y poco después en Moscú. La situación cambia completamente y nos encontramos en la segunda constelación. Hay que desmantelar el Estado zarista burgués, inicialmente capitalista, y Lenin se compromete en la tarea negativa, deconstructiva, destructiva diferente a la negatividad de la crítica política anterior. De la negatividad teórico-organizativa (en A.c. del Esquema 0.01, se pasa a B.b). Es ahora la praxis negativa (en tanto deconstructiva del Estado anterior) que Walter Benjamin denomina puntualmente como el «Tiempo-ahora» (Jetzt-Zeit que se inspira, como lo hemos explicado en otras obras más extensamente, en Pablo de Tarso como filósofo político: el hò nún kairós en griego). Para Lenin es claro que el actor político en última instancia, que niega al antiguo Estado y se hace cargo del ejercicio sin todavía existir el nuevo Estado, es el pueblo y no solo la clase obrera:
[Antes] faltaba el empuje revolucionario de todo el pueblo. [...] Nuestro triunfo es seguro, pues el pueblo está ya al borde de la desesperación y nosotros señalamos al pueblo entero la verdadera salida. [...] («El marxismo y la insurrección. Carta al Comité Central (13 septiembre 1917)», en Lenin, 1962, 394-395).
No ha transcurrido ni un mes que había interrumpido de escribir la obra El Estado y la revolución, y todo ha cambiado. Desde la crítica al Estado, la organización clandestina contra el Estado vigente, se ha pasado a su disolución, a su desmantelamiento. El caos es origen de un nuevo orden (aunque también puede ser solo, en otros casos, un mayor caos). Lenin estaba personalmente comprometido en que de la ruptura total revolucionaria surgiera un nuevo orden, pero no estaba garantizado de antemano, y que ciertamente no sería eterno.
Se observan entonces las acciones inesperadas, las decisiones inmediatas, los aciertos en no dejar ejercer el poder a los que intentaban solamente reformar el Estado pero no superarlo. La negatividad mesiánica estaba presente en el «tiempo del peligro» (el Jetzt-Zeit supremo benjaminiano).
Pero muy pronto se debieron tomar nuevas decisiones y la diacronía de la política siguió sus pasos.
En un tercer momento o constelación18, debe pensarse el tiempo más complejo de la política, que le tocó a Lenin cuando debió pasar a la pronta organización de las nuevas instituciones desde el 26 de octubre, y que desde la consigna cuasi-anarquista provisoria de «¡Todo el poder a los sóviets!», se deberá después transitar a la organización del nuevo Estado, hasta llegar a la NEP (la Nueva Política Económica) de 1921, con lo que surgió inesperadamente, y lo nunca pensado antes ni por Marx, el socialismo real.
Ese pasaje de una constelación política a otra puede cumplirse en algunos casos en el transcurso de pocas horas, días, semanas y se ve claramente en la acción de Lenin (C. del Esquema 0.01), ya que él tiene conciencia de que «es indudable que las postrimerías de septiembre (de 1917) nos han aportado un grandioso viraje en la historia de la Revolución rusa y, a juzgar por todas las apariencias, de la revolución mundial» (Lenin, 1962, 399). Es decir, en el transcurso de algo más de dos meses pasaremos de la primera, a la segunda y a la tercera constelación política sobre las que venimos reflexionando, y que todavía en nuestros días se discute su sentido entre leninistas, trotskistas y anarquistas (cuestión que no abordaremos en este prólogo).
En efecto, Lenin se hace cargo de la responsabilidad que la revolución ha creado para el pueblo y los militantes bolcheviques:
Nosotros creemos que la conciencia de las masas es la que determina la fortaleza del Estado. Este es fuerte cuando las masas lo saben todo, porque pueden juzgarlo todo y lo hacen todo conscientemente («Discurso de resumen de la discusión en torno al informe sobre la paz. 26 de octubre (1917)», en Lenin, 1961, 490). [...] Esta resolución define como traición a la causa del proletariado todo intento de imponer a nuestro partido la renuncia al Poder («Ultimátum de la mayoría del Comité Central», ibid., 505). [...] Recordad que vosotros mismos gobernáis ahora el país. Nadie os ayudará si vosotros mismos no os unís y no tomáis en vuestras manos todos los asuntos del Estado. Vuestros sóviets son, a partir de hoy19, órganos del poder del Estado («A la población [19 de noviembre 1917]», ibid., 510) [...] No ha habido una sola revolución en la que las masas trabajadoras no empezaran a dar pasos por ese camino para crear el nuevo Poder del Estado (III Congreso de los sóviets de diputados obreros, soldados y campesinos. 18 de enero de 1917», ibid., 573).
Y aún más claramente se expresa así:
Los anarquistas no reconocen el Poder (del Estado) en tanto que los socialistas [...] son partidario del Poder [...] Todo Poder del Estado es coerción, más hasta ahora ocurría que el Poder era el Poder de la minoría [...] Nosotros, en cambio, somos partidarios de un Poder que será el Poder firme de la mayoría («Discurso de resumen sobre la cuestión agraria. 18 de noviembre [de 1917]», ibid., 519) [...]20. Nuestra tarea consiste [...] en hacer una definición del tipo soviético de Estado [...] Por eso, me parece que la definición del nuevo tipo de Estado debe ocupar un lugar destacado en nuestro programa» («Informes sobre la revisión del programa. 8 de marzo de 1918», ibid., 639-640)21.
El tema está claro. Para Lenin, el nuevo Estado es necesario para la construcción de la nueva sociedad22. Y es esto lo que deseamos hacer notar, ya que se descubre lo que hemos llamado las tres constelaciones diacrónicas de la política, como tema preciso, y es el diverso sentido del Estado en cada una de ellas.
Deseamos detenernos por un momento en esta tercera constelación, ya que se trata de una cuestión central en toda política, porque es el momento propiamente político y de mayor complejidad, y donde ahora se muestra la política como un momento positivo, creativo (Crítico creativo), de construcción de la historia. No es ya la positividad del sistema dominador vigente (momento A.c del esquema 0.01), sino ahora la positividad que sigue a la negatividad de la revolución como ruptura y deconstrucción (B.).
En América Latina hay una cierta posición anarquizante que critica a los políticos o movimientos populares que se comprometen en el acto de construir un nuevo sistema como no revolucionarios, extractivistas progresistas en el mejor de los casos (fijándose definitivamente en el inmovilismo de una perenne segunda constelación). Califican de reformistas a muchas experiencias políticas latinoamericanas como la cubana, sandinista, y posteriormente el proceso bolivariano de Hugo Chávez, Evo Morales, López Obrador, etcétera.
La constelación segunda es aquella en donde se critica el orden vigente y hasta hay que jugarse la vida para oponerse al Estado dominador; es un momento heroico, propiamente mesiánico. Pero posteriormente, en el ejercicio delegado del «poder obediencial» (como la define Evo Morales en el que «los que mandan mandan obedeciendo», propuesta por los zapatistas) y en la organización institucionalizada de la participación popular, se entra en un proceso estratégico real. En dicho proceso se establece la diferencia entre la utopía que mueve la praxis en el momento revolucionario (B.), que es un componente de la segunda constelación de la política, como momento necesariamente negativo de ruptura, con una realidad empírica(C.), que ofrece resistencia al cambio, que es infinitamente compleja, y que exige no solo la claridad y mantener viva la función mesiánica, sino que es preponderantemente la razón práctica ético-estratégica e imaginativa del político. Este debe crear (es un momento o constelación positiva, creativa, transformativa), para construir palmo a palmo un nuevo orden más justo que el que se ha negado por la transformación o la revolución, deconstruido, dejado atrás. Es en este tercer momento o constelación (C.) que las puras teorías o acciones negativas (hasta las de la necropolítica tan innovadora de Achille Mbembe) ya no son suficientes. Si el poder político es dominación(A.) (como lo define Max Weber, y cierta izquierda), y si toda institución es igualmente dominadora (como deja entrever la biopolítica foucaultiana), ¿quién y cómo podrá crear el orden nuevo (C.) (sin embargo nunca perfecto, evidentemente, porque somos humanos; este juicio es un juicio apodíctico de la razón y del llamado principio de imposibilidad en la definición de F. Hinkelammert)? Paradójicamente el extremadamente crítico pasa al derrotismo, al escepticismo, al pesimismo de toda praxis posible, y al derrumbe de toda esperanza. La crítica necesariamente negativa contra el Estado como dominación en la segunda constelación evoluciona ahora en el proceso de crear un nuevo Estado (C.) como praxis constructiva positiva. Lenin habla en ese nuevo momento exactamente cuando expresa la necesidad de crear «un nuevo Estado», el del pueblo ruso y no ya el de la burguesía zarista.
Se muestra así perfectamente el cambio de una crítica negativa y destructiva ante el Estado opresor (B.), y la tercera constelación que es el momento positivo de creación del nuevo Estado (C.). Queríamos resaltar en este prólogo la diferente definición del Estado según se considere el proceso diacrónico, y, como en el Estado, igualmente cambian todas las definiciones de sus componentes en cada una de estas constelaciones.
En la problemática política de Lévinas o Benjamin interesa principalmente un tema que se encuentra en la segunda constelación, la de la ruptura ante el sistema dominador vigente. Se trata de la problemática de la distinción del momento mesiánico y crítico profético, y deseamos avanzar algunas reflexiones en este sentido. El mesianismo(α) es inaugural, fundacional, originante. Se sitúa en la segunda constelación(B.b); es decir, es el momento crítico enfrentándose y superando al orden dominador vigente. El espíritu mesiánico se conserva en el «reino davídico»23(C.a) o posteriormente, sobre todo cuando se produce la organización de un nuevo sistema vigente (C.b), en la dialéctica anotada por Paul Ricoeur entre «el profeta y el rey». El «rey» es el proceso de institucionalización del Estado o cuando se pueden cometer inadvertidamente nuevos errores de dominación y de injusticias: metafóricamente los «pecados de David», que de meshíakh (guerrillero en las montañas de Israel) se transforma en rey: de héroe (B.b) en villano (C.b), como un error siempre posible en el ejercicio del poder (sería un C.c)24; sería una acción normativamente reprobable en el nuevo orden que puede volverse dominador (repetición en espiral cualitativamente evolutiva de lo nuevo, y no «eterno retorno de lo mismo» como en Nietzsche). El profetismo (β) es la permanencia del espíritu mesiánico o crítico(B.b: α) en el transcurso del tiempo de la política positiva y creativa del orden nuevo (C.a y b), en la tercera constelación. Es Lenin ejerciendo el poder después de la Revolución de Octubre. De esta manera se asegura la permanencia crítica en el proceso creador innovador de la política como ejercicio mesiánico (ahora profético) del poder obediencial como servicio, como «servidor» que ha subjetivado el «espíritu mesiánico» y por ello debe estar atento a la crítica profética (que se interioriza como un super-yo freudiano colectivo y crítico del político y le impide caer en la corrupción, el fetichismo y la necropolítica) es la autocrítica. Ciertamente Lenin no fue Stalin (que sería un momento C.c).
Por ello, para poder tener una definición positiva constructiva de la política, debemos contar con la tercera constelación (capítulos 5 y 6) y solo en esa etapa se alcanza el momento creativo, cuyo fundamento también positivo es el de un poder político cuya finalidad consiste en afirmar la vida de la comunidad, de toda vida (la auténtica biopolítica). La comunidad popular es la única sede de la soberanía en la que el representante debe ejercer un poder delegado obediencial a través de las nuevas instituciones que haya que crear ahora más allá de la Modernidad, del capitalismo, del liberalismo, de la necropolítica25.
Si no contamos con la constelación de un poder político afirmativo, digno, virtuoso, entonces ¿qué militante honesto se jugará su vida por la política si no es un noble oficio? Solo los dominadores, los corruptos, los ladrones ejercerán el poder dominador del Estado si fuera por naturaleza necropolítica, dominación y represión. Sería una teoría derrotista. Cuando M. Weber define el poder político como «dominación legítima ante obedientes», rechaza sin advertirlo toda posible coherencia entre ética y política; la transforma en un maquiavelismo vulgar. El afirmar el poder político y la posibilidad de un Estado al servicio de la vida en comunidad no se trata de una consigna de un idealismo moralizante, sino lo contrario26. Es justamente una concepción normativa, crítica y realista de la política que conoce sus constelaciones evolutivas en el tiempo, distintas diacrónicamente, y por ello no sueña con un proyecto empíricamente imposible, como el de M. Stirner que fetichiza la singularidad (Einzelheit) desde una concepción irreal de la libertad, moderna y moralista contraria a la universalidad (Allgemanheit) dominadora de Hegel. No es una descripción de lo posible dentro de los límites del sistema vigente (A.) (del primer momento o constelación de la política dominadora), sino que se propone que «otro mundo es posible» más allá del vigente; un mundo futuro posible. Teniendo a su servicio otro Estado más justo futuro que es igualmente posible.
Lo imposible para el sistema vigente es aquello que lo supera, que intenta ir más allá del horizonte de dicho sistema en el poder, y lo transforma en otra práctica. Es el pasaje de (A.) a (C.). En cambio, hay muchos que opinan que estas distinciones tienen un fondo filosófico kantiano, en la comprensión de la noción de «postulado». Debo claramente observar que me he inspirado en la categoría hinkelammertiana de «concepto trascendental», y a partir del enunciado epistemológico del «principio de imposibilidad»27, y desde las limitaciones cognitivas de la conditio humana indicada por el mismo autor. Se puede recurrir al concepto de postulado del «viejo Kant» (posterior a la Crítica del juicio), pero teniendo siempre en cuenta la modificación semántica que Marx produjo en el significado de postulado. El «Reino de la Libertad» que está «más allá de todo modo de producción posible» (por lo tanto empírico), o aquella exclamación del volumen I de El capital en la cuestión de fetichismo: «Imaginémonos una vez más una comunidad de hombres libres...», nos están hablando del tema. Es Kant leído desde un Hegel invertido por Marx. He tratado la cuestión largamente en otras obras. Mostrar cómo es un error confundir mi posición con las de Foucault, Lyotard o Abensour alargaría el diálogo. La cuestión es más concreta y urgente en América Latina. Un cierto grupo, por ejemplo, el que se enfrenta a Evo Morales y lo critica porque no «disuelve el Estado» ahora y aquí, supone que se habría convertido en un reformista extractivista progresista. ¿Puede un político crítico, de izquierda «disolver el Estado» empíricamente hoy en Bolivia en el 2019? ¿Sería sensato, prudente, responsable ante un pueblo necesitado, empobrecido y oprimido? ¿Cómo podría gobernarse al pueblo después de esa disolución?28. En una conversación con Hugo Chávez coincidíamos que en el presente, en la larga etapa de transición a una sociedad trans-capitalista y trans-liberal (C), era necesario una filosofía política no fundamentalista de izquierda ni de derecha anarquista como la del «Estado mínimo» (a lo R. Nozick) meramente anti-estatista, sabiendo que esa transición exigirá tiempo, procesos intermedios de formación de nuevos cuadros, de nuevas teorías, de nuevas organizaciones, de nuevas instituciones, de nuevo Estado. Todo lo cual debe ciertamente surgir de abajo hacia arriba, pero igualmente ayudados por un proceso institucional de consolidación de espacios políticos que lo haga posible, de arriba hacia abajo. La institución es ambigua pero no intrínsecamente dominadora en el proceso diacrónico que hemos bosquejado, donde adquiere diferentes significados en distintos momentos (en A., B. o C.). La izquierda debe seguir comprometiéndose en la organización de los movimientos de base (la «otra campaña» zapatista, por ejemplo), pero hoy en América Latina le toca también la responsabilidad del ejercicio delegado del poder obediencial en el Estado nuevo que hay que ir creando con nuevas instituciones sobre la marcha. Toda teoría se construye simultáneamente, no es un a priori. Un ideal teórico no debe reemplazar lo real posible (posible que está más allá de la posible para un conservador29, como para K. Popper en su La sociedad abierta y sus enemigos, que es una sociedad cerrada, y sus enemigos son el pueblo sufriente y los que luchan en su liberación). Para aquellos para quienes el «ciclo progresista» latinoamericano ha terminado en 2017 debo responder que el sufrimiento de los oprimidos impide su final, su término, y nuevamente brotará la vida superando la violencia dominadora que intenta destruir los cambios creativos que se han producido por una izquierda todavía en estado de crecimiento en el ejercicio delegado del poder y en la organización institucional de la participación política del pueblo en América Latina.
Este volumen III tiene algunas diferencias con los dos anteriores. Habiendo realizado una serie de seminarios semestrales en la Universidad Nacional Autónoma de México (en la Facultad de Filosofía), como ya hemos dicho, al final de ellos distribuimos los parágrafos entre algunos de los participantes. De manera que resultó un volumen con varias plumas, autores que se indican como tales en cada parágrafo. De esta manera la tarea fue en este caso colectiva. En algunos trabajos los autores expusieron compromisos políticos más personales que sin embargo se respetaron. Por ejemplo en los §§ 35 y 37 (en referencia al zapatismo, que podría haber sido el del sandinismo en otras épocas) se toman como movimientos empíricos, históricos que «dan que pensar» (diría P. Ricoeur). Su descripción más detallada no significa que sean tomados como ejemplos paradigmáticos de la Política de la Liberación (ya que todavía se encontraban de alguna manera, al menos al comienzo, dentro de la estrategia del foquismo como método revolucionario hoy ya no posible por la situación geopolítica mundial), o que hubieran de realizar en concreto los postulados de una Política de la Liberación. Lo mismo podría decirse de la hipótesis discutidas acerca de una teoría económica posible (como la expuesta al final del § 41, que nos propone el autor para ser discutida). Esas exposiciones deben ser tomadas como casos empíricos o teóricos que pueden permitir una reflexión del tema que se es bueno discutir abiertamente.
Algunos autores son invitados externos a los participantes en los nombrados seminarios preparatorios que dieron origen a este volumen, que conocen la política de la liberación (como puede verse en los excelentes §§ 38, 42 y 43, etc.), y que cierran el círculo de los autores que se expresan dentro de una visión crítica semejante de la política.
No se trata entonces de una publicación sobre temas abiertos con contribuciones de autores que realizaban aportaciones en torno a una posible cuestión, pudiendo cada uno tener diversos horizontes categoriales. Son en cambio contribuciones que expresan la unidad de un pensamiento común, aunque con inevitables diferencias, y que completan así la obra iniciada en los otros dos primeros volúmenes de esta Política de la Liberación.
1. Véase más adelante el § 32.
2. En este volumen no nos referiremos solo a la Crítica, que denominaba la Segunda Parte de la sistemática, sino que agregaremos «creadora» (para indicar una nueva Parte del volumen III), razón que explicaremos de inmediato.
3. Llamaremos necropolítica, con un contenido algo diverso del de A. Mbembe que usa la palabra frecuentemente, pero sobre todo confrontando a la biopolítica de M. Foucault que para nosotros es en verdad una necropolítica (la de Foucault es una política que niega la vida como principio y la sitúa como algo que puede ónticamente manejarse afirmativa o negativamente).
4. Con respecto al primer «acontecimiento» de la Arquitectónica (Dussel, 2007a, § 15), propuesto por A. Badiou.
5. Con M. Heidegger «de-struir» (constituido por dos componentes: del verbo latino struo que significa reunir, amontonar, aglomerar; y la partícula des-, que manifiesta negación) significa analizar o separar sus partes ónticas para después re-constituir, estructurar, ordenar ontológicamente lo disperso, lo previamente separado, dividido, desestructurado.
6. En Dussel, 1998, § 4.5, a.2, se indica, por ejemplo «El aspecto negativo» (pp. 371 ss.), y también en b.1 (pp. 374 ss.) «El aspecto ético-crítico negativo». ¿De qué negatividad se hablaba? De lo que ahora denominaremos la «segunda constelación» (que también se da en la ética, la económica, la erótica y el género, etc., por ejemplo, en 14 tesis de ética, Dussel, 2016, tesis 11 y 12, 141 ss.).
7. Que está regido por un «principio de imposibilidad», como veremos.
8. El hòs mé (como si no) de Pablo de Tarso que tan bien lo describe G. Agamben. Al crear las nuevas instituciones, el gran político las contempla desde el espejo de su superación o de su posible fracaso, porque toda obra es inevitablemente falible y pronto caduca, como toda praxis que es superada desde otra mejor y futura (sea en el corto, mediano o lejano plazo) del inexorable destino de la finita condición humana.
9. Véase Benjamin, Sobre el concepto de la historia, tesis xv (Benjamin, 1991, I/2, 702).
10. Tomaremos a Lenin como ejemplo, ya que en pocos meses atravesó las tres constelaciones.
11. Debo decir que en mi obra Para una ética de la liberación latinoamericana (1973) (Dussel, 2014c) bajo la dictadura militar, la «totalidad» levinasiana me era interpretable inmediatamente a partir de esa misma tiranía, en la que sufrí un atentado de bomba, la expulsión de la universidad y del país, y debí exilarme. Era un Estado represor, dominador, fetichizado.
12. La totalidad vigente es la positividad dada, en terminología, por ejemplo, y como hemos indicado, de M. Horkheimer. Pero ahora se trata de negarla (en lo que consiste lo crítico, momento negativo entonces).
13. Este «descubrimiento» se expone en el volumen 2 de la citada obra (Dussel, 2014c, cap. 4 en adelante).
14. Más extensamente analizado en el volumen II de esta Política de la Liberación (Dussel, 2009).
15. Es toda la segunda parte de ese volumen, el cap. 4, pero no claramente distinguida del momento positivo posterior.
16. En 14 tesis de ética (Dussel, 2016), las tesis 9 a 11 se ocupan de este segundo momento negativo, transformador o revolucionario; y las tesis 12 a 14 del tercer momento creador y positivo del nuevo sistema. En la obra de Lenin, por ejemplo, esta constelación negativa se enuncia con la expresión: hay que «destruir, romper, la maquinaria estatal existente» (Lenin, El Estado y la Revolución, III/1; II/2, 1961, 322).
17. Hemos insistido desde la década de los años sesenta del siglo XX que la violencia niega los derechos justos del Otro/a. El uso de medios apropiados (hasta las armas por parte de Washington o Hidalgo) en defensa del pueblo inocente agredido no es violencia, sino el «uso legítimo de la fuerza», éticamente justificable.
18. En este volumen III de la Política de la Liberación, se tratarán desde el § 30 en adelante del capítulo 4, este segundo momento, negativo (B) (cap. 4), y desde los §§ 36-43 el tercer momento (C) (caps. 5 y 6).
19. Este «hoy» (el Jetzt-Zeit) es mesiánico; es tiempo del segundo acontecimiento re-fundacional.
20. A ese Poder los zapatistas lo llaman «poder obediencial» en el representante.
21. Lenin habla poco después nuevamente de la necesidad de crear «un nuevo tipo de Estado (p. 641).
22. Para Lenin era parte de la discusión, ya que era necesario el Estado en una larga transición a una nueva sociedad, lo cual nos llevaría a otra discusión.
23. Es la metáfora propuesta por E. Lévinas a esta etapa ambigua en la que el revolucionario (el pobre pastor David que enfrenta al imbatible agresor filisteo) se torna rey (es decir, hoy debería ejercer una autoridad obediencial en el Estado). La cuestión se trata en el § 36.
24. Estaría simbolizada en la figura de J. Stalin.
25. Véase mi obra 20 tesis de política.
26. Véase Excurso I, entre los §§ 32 y 33.
27. El mismo Lenin, refiriéndose a «la etapa superior del comunismo», en su cumplimiento perfecto, indica que «nadie ha prometido implantar y ni siquiera ha pensado en ello, pues, en general, es imposible implantarla» (El Estado y la Revolución, V/4; 1961, II/2, 370).
28. Lenin lo tenía muy claro: había que disolver el Estado zarista(A), pero de inmediato (después del proceso revolucionario [B]) comenzar a construir «otro tipo nuevo de Estado» (C), ahora popular, proletario.
29. Si insisto en las tres posibilidades es porque siendo tres y no una posibilidad hay que habituarse a saberlas distinguir. Este tema fue tratado por F. Hinkelammert en Crítica de la razón utópica (1984), en donde critica a los anarquistas, a los conservadores (como P. Berger), los neoliberales con su «competencia perfecta» (Von Hayek y K. Popper) y a los ortodoxos soviéticos (con su planificación perfecta). El principio de imposibilidad es un principio de la mecánica («No hay perpetuo móvil»; es decir, no hay movimiento perfecto, sin fin en el tiempo, sin inercia que lo vaya deteniendo) y es el horizonte epistemológico de la ciencia moderna, la línea asintótica que nunca alcanza su coincidencia con la otra línea que marca la identidad. De aquí deducimos en la Ética (Dussel, 1998) el principio práctico de factibilidad normativo político (o económico, de género, pedagógico, etc.) que no debe confundirse con la mera posibilidad (medio-fin: formal) de la razón instrumental criticada por Horkheimer o Adorno.
[433] De lo que se trata, en esta Introducción a las Partes de la Critica creadora de la Política de la Liberación, es de efectuar una descripción sumaria, mínima, concreta del horizonte desde el cual deberemos avanzar en la crítica de todo el sistema de las categorías de la filosofía política burguesa moderna —como nos indicaba K. Marx en el ámbito de la economía política—. El locus enuntiationis es el lugar desde donde se enuncia el discurso crítico, desde la historia mundial que ya bosquejamos en la Primera Parte de esta Política de la Liberación1. Ahora nos toca mostrar un horizonte internacional próximo a América Latina que enmarca la problemática de lo que denominaremos la Segunda Emancipación (cuyo objetivo preciso es un proceso liberador). Pensamos filosóficamente, en primer lugar, a) desde un lugar (el pueblo oprimido latinoamericano); teniendo en vista, en segundo lugar, b) un horizonte concreto de interpretación (la liberación ante el imperio «norteamericano»2 con la colaboración de las élites nacionales dependientes), que para algunos europeos o ciudadanos de otros continentes culturales es lejano, pero no para América Latina, y menos para México, en donde estamos escribiendo estas líneas. El imperio, en su etapa de pérdida de hegemonía pero más militarizado que nunca, tiñe dicho horizonte histórico coyuntural. Pensaremos filosóficamente, de manera inevitable, desde este horizonte (negativamente), pero teniendo como punto de arranque primeramente al pueblo latinoamericano (y de todo el mundo poscolonial), a los acontecimientos político continentales (positivamente), no dejando de lado a otros continentes políticos (porque no hay que perder el sentido mundial de la política), que deben ser pensados desde nuevas categorías filosóficas que nos toca construir pacientemente.
La reconstrucción histórica en esta narrativa será cercana a los acontecimientos históricos norteamericanos, para tener una visión diversa a la habitual.
Por otra parte, deberemos adoptar ante Estados Unidos una perspectiva diferente a la que han adoptado, por ejemplo, un A. de Tocqueville, M. Weber, Adorno o H. Arendt (desde Europa, flecha a), un S. Huntington (desde el mismo Estados Unidos), o desde Europa C. Offe (2006). Nuestra interpretación, desde América Latina (flecha b), se situará en otro ángulo del triángulo, y podrá corregir la visión europea (flecha c) todavía eurocéntrica.
Esquema 29.01. PERSPECTIVAS ANTE EL HECHO DE ESTADOS UNIDOS
Como C. Offe lo muestra claramente, los tres autores por él elegido (y él mismo) piensan Estados Unidos no en cuanto tal (como lo puede hacer Huntington) ni en su relación con los países de América Latina (como es evidente, ya que están fuera de su observación). Por ello, la cuestión que les preocupa es si Estados Unidos es una vanguardia más adelantada que Europa (en lo que esto supone de positivo, por ejemplo, en la instauración de la democracia para Tocqueville, el último Adorno o H. Arendt, y, por otros motivos para el propio Offe; o negativamente para Horkheimer o el primer Adorno en la Dialéctica de la Ilustración, o de Marcuse en El hombre unidimensional, en tanto nos muestra el horror de la sociedad burocratizada capitalista avanzada); o por el contrario, como una sociedad rezagada (según la opinión de Weber, negativamente, para quienes Europa ha dejado atrás ese estado infantil; mientras que para Hegel, Estados Unidos dejará ese estado para lograr el crecimiento propio futuro, positivamente).
Todas estas posiciones caen en lo que en América Latina se denomina la «falacia del desarrollo» (desarrollismo), que significa que se piensa que todas las naciones siguen un mismo camino en su desarrollo económico, político o cultural. Y no es así. Estados Unidos ni estaba más atrasado o adelantado que Europa, sino que Estados Unidos fue una colonia situada geopolíticamente en una tal situación, y que contó originariamente con una población tal (situación muy diferente de Europa), que le permitió posteriormente desarrollarse de una manera sui generis, que le dio la posibilidad después de la llamada II Guerra Mundial (1945) tener una hegemonía durante sesenta años, aproximadamente hasta su derrota en las guerras contra Irak y Afganistán. Este desarrollo hay que describirlo de otra manera que con una forzada relación con Europa.
Por otra parte, América Latina (y México en especial, por ser la frontera sur de Estados Unidos3) interpreta a Estados Unidos, en primer lugar, como una colonia inglesa con un desarrollo propio; posteriormente como ejemplo que imitar (como en el caso de la generación positivista de la segunda parte del siglo XIX, de un D. F. Sarmiento, por ejemplo) —en este caso sí sería un país más avanzado en todos sus aspectos—, pero desde 1848 (en el comienzo de la ocupación de casi dos millones de kilómetros de México, desde la Luisiana hasta California) y muy especialmente desde 1898 (la ocupación de Cuba y Puerto Rico) como el único enemigo creciente externo que impondrá relaciones de Imperio a su «patio trasero». Por ello, la obra de S. Huntington (2004), que efectúa una autointerpretación de Estados Unidos (visión completamente ideológica que criticaremos paso a paso en nuestra descripción), intenta mostrar ahora el «peligro» de la inmigración latinoamericana (en especial mexicana) a Estados Unidos, como una recolonización de su propio país desnaturalizando sus valores, sus tradiciones y su destino. Es en este sentido crítico que emprendemos inicialmente esta descripción, dirigida principalmente al pueblo latinoamericano para que se tome conciencia política de la gravedad de la situación política presente.
Los colonos puritanos4 procedentes de Inglaterra, que invadieron las inhóspitas costas orientales de Norteamérica, despreciadas por los españoles por duras, frías en invierno o demasiado cálidas en verano, con indígenas nómadas, sencillos pero indómitos, son el punto de partida de una historia que tenerse en cuenta. Quizá nadie como Alexis de Tocqueville, debido a su espíritu revolucionario5, aunque de la nobleza francesa, conservador y no menos burgués, ha relatado mejor la historia inicial y las cualidades positivas del sistema político de las colonias que se establecieron en las costas orientales de América del Norte. Podríamos compararla con la visión de H. Arendt (1988), más cercana a una posición liberal (Arendt, 1988) o de S. Huntington (2004), estrictamente conservadora. Para ello intentaremos organizar la temática desde una visión no habitual, no «americano-céntrica» (plena realización del «eurocentrismo»). Damos por supuesta la historia «oficial» de esta enorme República. Resaltaremos lo frecuentemente olvidado, en especial la dominación, represión y hasta exterminio de la población indígena, de los esclavos afro, de los blancos pobres y principalmente los inmigrantes que por grandes oleadas fueron llegando al territorio norteamericano; y por último la opresión inmisericorde contra la izquierda, los movimientos obreros que sufrieron una persecución que frecuentemente se olvida u oculta. Estados Unidos ha eliminado en el pueblo toda posición crítica con una metodología cruel y sumamente eficaz. Para nada es un ejemplo que seguir, y más en los tiempos de su decadencia como el presente.
[434] «Los que llegaron» no pudieron sino llevar consigo el mundo europeo que dejaban atrás. Es una determinación subjetiva, intersubjetiva e histórico-social; inevitable punto de partida. En efecto, no es lo mismo ser un «colono fundador» que un «inmigrante» que ingresa en una América ya fundada. Los primeros crearon el fundamento ontológico; los que vinieron después se integraron a lo ya existente. El origen es instituyente.
Las «comunidades» de colonos (disidentes anglicanos en Plymouth desde 1620, y desde 1622 grupos católicos en Maryland), especialmente las de los puritanos que fundaron Boston en la bahía de Massachussetts en 1630, se encuentran determinadas, en una coyuntura históricomundial singular, por un tipo original de relación política intersubjetiva.
La colonización hispano-lusitana desde 1492 fue una empresa del Estado moderno español, como un proyecto que I. Wallerstein denomina «Imperio-mundo». Se trata de la invasión sistemática del Nuevo Mundo como tarea político-militar, cultural-religiosa, jurídico-política del Estado