Protegiendo un corazón - Teresa Hill - E-Book

Protegiendo un corazón E-Book

Teresa Hill

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Beschreibung

No era la primera vez que veía cómo una chica se enamoraba de un hombre que no le convenía… Durante un crucero, la maestra Kim Cassidy, una mujer bella y dulce, se había enamorado de un delincuente sin saber quién era realmente. De vuelta a casa esperaba a su príncipe azul, mientras el agente secreto Nick Cavanaugh debía vigilar cada uno de sus movimientos. Observar día y noche a una hermosa rubia no era un suplicio precisamente, pero en aquella pequeña ciudad resultaba imposible esconderse y Kim y él no tardaron en hacerse amigos. Cada vez era más difícil ocultarle la verdad a una mujer tan bella y amable… Fue entonces cuando un apasionado beso complicó aún más las cosas. De todos modos seguiría protegiéndola… pero ya no sabía de quién.

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Seitenzahl: 214

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2007 Teresa Hill

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Protegiendo un corazón, n.º 1708- abril 2018

Título original: Mr. Right Next Door

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-9188-161-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

KIM Cassidy sonrió como una loca al bajar del avión en el aeropuerto de Atlanta y lanzarse a los brazos del impresionantemente guapo y gigante rubio que era su hermano.

Jackson Cassidy estaba furioso.

—¿Quieres que envejezca antes de tiempo? —preguntó Jax, dándole un largo abrazo.

—No —respondió ella, abrazándolo también antes de apartarse y sonreírle—. ¿Y tú? ¿Has vuelto a ir por ahí enseñando tu tarjeta?

—¿Y qué si lo he hecho? —dijo él sin el más mínimo arrepentimiento, hizo una señal al equipo de seguridad del avión, que esperaba detrás de él.

—Ya la tengo. Ésta no se escapa.

Kim rió.

—No oponga resistencia, señorita, y no sacaré las esposas —continuó, alejándola de la puerta.

El resto de los pasajeros del avión, algunos de los cuales habían estado charlando con ella desde Heathrow, parecían horrorizados. No era la primera vez que la esperaban así a los pies del avión; tenía la mala suerte de meterse en problemas cuando viajaba. Aunque en esta ocasión no fuese el caso.

—Honestamente, niña, ¿había piratas?

Ella rió, no pudo evitarlo.

—¿Había piratas? —insistió su hermano en voz más alta y más airadamente.

—Sólo un par.

—No es eso lo que he oído.

Y, conociéndolo, seguro que ya estaba enterado de todo.

—No fue culpa mía —insistió Kim—. Yo estaba tan tranquila, tomando el sol en la piscina que había en la cubierta del barco. Eso es todo. Estaba tumbada, bebiéndome uno de esos cócteles con una sombrillita, cuando…

¡El crucero había sido atacado por unos piratas!

¡Increíble!

—Quiero decir… ¿Tu sabías que seguía habiendo piratas por ahí navegando, esperando atacar barcos? Yo no lo sabía. ¿Cómo iba a saberlo?

Jax, que parecía preocupado y molesto, abrió su teléfono móvil. Mientras seguían andando, se lo puso a la oreja y dijo:

—La tengo. De una pieza…. Sí, estaremos allí en hora y media si utilizo las sirenas.

—No necesitamos sirenas —insistió ella, intentando quitarle el teléfono, pero él la miró con el ceño fruncido, colgó y se lo guardó, lo que significaba que tenía la intención de interrogarla él solo de camino a casa.

—Eh, todavía puedo ponerte las esposas.

—Si lo haces, no te contaré ni una palabra del crucero ni del tipo que conocí allí —lo amenazó.

—¿Has conocido a alguien?

Ella asintió, y volvió a sonreír de oreja a oreja.

—Jax… —suspiró—. Me parece… No, no me parece. ¡Estoy segura de que estoy enamorada!

—De acuerdo, sólo… dime que no es uno de los piratas.

—¡No!

—Porque si así fuera, me saldrían canas del disgusto. Sacaría las esposas, las sirenas y quizás incluso te encarcelase, y sabes que podría hacerlo, hasta que entrases en razón.

—¡No es un pirata! Es quien me salvó de los piratas.

—Ah. ¿Es policía?

—No.

—¿Segurata? —dijo peyorativamente, refiriéndose a cualquiera que trabajase en seguridad y no fuese policía.

—No.

—¿Militar?

—No. Nada de eso. Sólo dio la casualidad de que estaba allí y… Fue maravilloso. Se aseguró de que yo estuviese bien y ayudó a rechazar el ataque. Fue increíble. Te va a encantar.

—¿Significa eso que voy a tener que conocerlo?

—Por supuesto. Va a venir dentro de un par de días, en cuanto haya pasado por su casa.

—¿De dónde es?

—De California.

—Entonces no me gusta —insistió su hermano.

—Si todavía no lo conoces. No puede no gustarte sólo porque es de California.

—Claro que sí.

Atravesaron el amplio pasillo que conectaba la terminal principal con la zona de recogida de equipajes, que estaba tan llena de gente como siempre. Bajaron por la escalera mecánica. Kim se apoyó en su hermano.

—¿Jax? Venga, no seas así —Kim había sabido desde el principio que a su hermano no le gustaría que nadie se la llevase lejos de su familia. Y California estaba lejos. Aquello era algo que a ella también le preocupaba.

Su familia era muy importante para ella, su hermano y su mujer, dos hermanas mayores y sus maridos, una adorable sobrina de dos años, un sobrino recién nacido, el adolescente al que habían adoptado su hermana mayor y su marido y otros dos a los que estaban acogiendo en esos momentos.

Tenía una vida familiar muy rica, llena y feliz, algo que le había parecido casi imposible cuatro años antes, cuando su querida madre había muerto de cáncer, y dado que su padre, también policía, había fallecido cuando ella tenía sólo dos años.

¿Cómo iba a separarse de ellos?

—Ya está bien. No me gusta. Tendrás que enamorarte de alguien de por aquí —sentenció su hermano, que parecía estar más preocupado por la posibilidad de que se marchase lejos que por los piratas.

—Te está bien empleado —contestó ella—. Llevas años saboteando mis citas… Tenías que haber imaginado cuáles serían las consecuencias.

Jax frunció el ceño. Era cierto que, en ocasiones, era excesivamente protector, pero había pensado siempre que Kim lo entendería. No le había sido fácil hacer de padre de sus tres hermanas pequeñas con once años, cuando su padre de verdad había fallecido.

No obstante, Kim ya tenía veinticuatro años, algo que él no parecía captar en momentos como ése. Era hora de que se retirase.

—Sólo te pido que no te comportes como un idiota con él cuando venga —le pidió Kim.

—No seré un idiota…

—Y no intentes asustarlo.

—Si es lo suficientemente duro para salvarte de unos piratas, será capaz de tratar con un hermano mayor que lleva pistola.

—No le amenaces. Y no te lo lleves al bosque a darle una paliza, como hiciste con Joe —el marido de su hermana Kathie, con el que la relación había empezado un poco mal.

—No le pegué en el bosque —insistió Jax.

—¿Allí sólo lo amenazaste?

—Sí. Allí sólo lo amenacé.

—Y pegarle, le pegaste en el banco, ¿verdad?

—Eso ya es agua pasada —respondió él, exasperado.

—Quiero que todo salga bien cuando venga.

Porque estaba casi segura de que era él.

El bueno.

El chico al que había esperado conocer durante toda su vida.

Habían tenido un idilio arrollador, después del ataque, pero no obstante…

Su hermano suspiró.

—Supongo que vas a decir que no he podido enamorarme en sólo una semana.

—No, iba a dejar que fuese Kate quien te dijese eso.

Su hermana mayor, que se había enamorado en seis semanas. ¿Pensaría que era imposible mejorar su récord? Kim no estaba segura.

—Eh, ni siquiera me has dicho cómo se llama —comentó su hermano.

—No, no lo he hecho.

—¿No vas a decírmelo?

—¿Para qué? ¿Para que lo busques en la base de datos del FBI?

Jax se encogió de hombros, como si hacer eso fuese algo normal para él.

—No, no voy a decirte su nombre —insistió Kim para enfadarlo todavía más.

 

 

—Parece encantadora, ¿no te parece? —dijo una vocecilla a través de lo que parecían los auriculares de un bluetooth normal y corriente que llevaba puestos el agente Nick Cavanaugh, mientras seguía a la mujer por el aeropuerto de Atlanta.

—Averigua cómo consiguió el tipo que va con ella pasar el cordón de seguridad y esperarla al pie del avión —pidió Nick, hablando por el micrófono.

Era un alivio que todo el mundo utilizase esos pequeños auriculares inalámbricos para hablar por los teléfonos móviles. Ya no necesitaba disimular.

—Venga, Nick. No me digas que no te has dado cuenta de lo guapa que es. Está rica, rica —continuó Harry—. ¿Todavía no te has muerto, verdad?

—Todavía no —admitió Nick, aunque le dolía el hombro derecho de un golpe que se había dado en el barco.

—No me digas que ni siquiera te has fijado en su aspecto. Alguien me ha dicho que estuviste vigilándola durante horas mientras estaba en bikini en el barco. Tío, yo no sé si mi corazón lo habría resistido.

—¿Qué quieres que te diga? Por eso me pagan más a mí.

Porque podía ver a aquel bombón en bikini y seguir con la mente centrada en su trabajo.

—Bueno… ¿qué has averiguado del hombre que va con ella? —insistió Nick.

—Dijo que era policía.

—¿Tenía a un policía local esperándola al bajar del avión? —¿qué habría hecho esa mujer antes de marcharse de vacaciones?

—Sí, pero no has visto cómo se han saludado cuando se han encontrado. No la estaba esperando para arrestarla.

—Ah.

—Sí. Danos unos minutos. Estamos comprobando si era realmente policía o no.

—De acuerdo —Nick continuó, caminando.

—Así que tal vez no sea tan dulce e inocente como parece, ¿eh? —comentó Harry—. ¿Tenía un ligue durante el crucero y a su novio esperándola en casa?

—No lo sé, Harry.

No era eso lo que habían esperado averiguar cuando habían decidido seguirla al bajar del barco.

Ella y el tipo rubio que la acompañaba se detuvieron en el pasillo lleno de viajeros y equipajes tan bruscamente, que Nick tuvo que seguir andando. Compraría un periódico y los esperaría…

Pasó justo por su lado y…

«Ahhh».

Se había sentido como si se hubiese quemado con una plancha.

La había tocado, le había rozado el hombro derecho y ella había vuelto aquella cabeza cubierta de preciosos rizos dorados.

Y olía muy bien. De eso ya se había dado cuenta en el barco.

Olía estupendamente y estaba… Daba miedo, lo que podía hacer una mujer con un minúsculo bikini amarillo. Era muy injusto. Incluso criminal.

Nick había estado obligado a observarla durante horas. Mientras se echaba crema. Mientras se bebía un zumo de frutas y se relamía al terminar. Cuando se ponía boca abajo y se desabrochaba la parte de arriba, dejando su espalda completamente desnuda. Mientras tanto, otro agente había estado susurrándole al oído, especulando acerca de lo que habría pagado Nick, o cualquier hombre de la tripulación, por haber podido echarle un cubito de hielo en la espalda para hacerla saltar sin la parte de arriba del bikini.

Pero en ese momento, se había acercado lo suficiente para oler su pelo, para rozarle el hombro y, de pronto, se le había quedado la mente en blanco.

—Eh, ¿qué ha dicho? —quiso saber Harry.

Nick no tenía ni idea.

«Maldita sea».

—Me parece que ha comentado algo así como que está enamorada —comentó Harry.

Nick frunció el ceño. No quería que el amor le complicase ningún caso. El deseo ya era lo suficientemente problemático, pero el amor…

El amor era algo horrible. Las personas que pensaban estar enamoradas hacían cosas completamente impredecibles, ilógicas, a veces, increíblemente estúpidas. Se volvían locas. Les hacían daño. Luego querían vengarse y arruinaban sus vidas y, a menudo, las de las personas que las rodeaban. Y todo por esa tontería llamada amor.

Ojalá ninguna mujer volviese a enamorarse de él.

—¿Has podido grabarlo? —preguntó Nick—. ¿Podrías dar marcha atrás?

—Sí, espera. Tardaré uno o dos segundos. Subiremos el volumen para que lo oigas. Ya está.

Había mucho ruido de fondo, pero Nick ya conocía su voz, al igual que su sabor.

Tal vez pudiese engañar a sus compañeros, pero no podía engañarse a sí mismo. Era difícil no recordar aquel acento dulce y lento del sur. Las dos últimas noches se había quedado dormido recordando el sonido de su voz. Y su risa. Esa bonita sonrisa que esbozaba tan a menudo. El brillo de sus bonitos ojos azules.

Y sí, su cuerpo con aquel pequeño bikini amarillo.

Al contrario de lo que pensaba todo el mundo, no era inhumano, sólo era disciplinado y sabía esconder sus sentimientos mejor que la mayoría, sobre todo cuando la persona por la que sentía algo era una mujer guapa que tal vez estuviese involucrada en el crimen.

Ahí estaba, la cinta de la conversación que había tenido menos de treinta segundos antes, en su cabeza, del mismo modo que había rondado su voz durante las últimas cuarenta y ocho horas.

—Me parece… —decía ella—. No… —la cinta se cortaba—. Segura… Estoy enamorada.

—Genial —dijo Nick.

—Sí, nena —añadió Harry—. ¿Qué te parece? Por el modo en que nuestro tipo ha estado con ella durante los últimos días, tiene que estarlo de él, ¿no?

—No sé. Ya sabes cómo son las mujeres, Harry.

Lo único que podía esperar Nick era que Eric Weyzinski no fuese de los que tenían una aventura con alguien como ella y que, cuando se acababa el crucero, se olvidaba de ella.

Esperaba que Weyzinski fuese a verla, o que ella lo visitase, para poder seguirla y volver a encontrar a Weyzinski. Porque lo habían perdido cuando todos los pasajeros se habían bajado del barco, y no habían podido averiguar si era el malo de la película o no.

Ése era el trabajo de Nick: atrapar a los malos. Atraparlos, y seguir viviendo.

—De acuerdo —le dijo Harry por el auricular—. El tipo que va con ella enseñó una tarjeta para pasar por el control de seguridad. Es policía de una pequeña localidad al norte de la ciudad llamada Magnolia Falls, donde dice vivir nuestra rubia. Lo comprobaremos con la policía local y te confirmaré si ese hombre es quien dice ser. De acuerdo con la información que tengo hasta ahora, parece ser que los dos se apellidan Cassidy. Él se llama Jackson Cassidy.

—Dime que no es su esposa —pidió Nick.

Porque lo que la gente creía que era amor, unido a una partida de matrimonio, un anillo de bodas mezclado con celos y con otro hombre que además era un sinvergüenza… Era un desastre asegurado.

—Si el poli es su marido, no volvería de las vacaciones sola y le anunciaría que está enamorada de otro —le recordó Harry.

—Tal vez sí —no era la primera vez que presenciaba algo parecido.

—Eh, ¿te acuerdas de lo hablamos sobre tu pequeño problema con las mujeres?

—Yo no tengo ningún problema con las mujeres —se defendió Nick—. Son las mujeres las que me los causan.

—Bueno, como tú quieras. ¿Qué está haciendo tu preciosa rubia en estos momentos?

—Parece que al poli no le gusta lo que acaba de contarle, pero tampoco parece demasiado enfadado. Así que yo diría que no es su marido.

Afortunadamente.

—Yo pienso como tú.

—Espera. Vuelven a moverse —le informó Nick, dejando el periódico y poniéndose detrás de ellos.

Se subieron a la escalera eléctrica y él consiguió colocarse justo detrás, adelantando bruscamente a una pareja de ancianos y a una mujer con un bebé, haciéndose daño en el hombro.

¿Qué más daba si le dolía el hombro después de haberse caído y haber rodado por el suelo? Seguía haciendo su trabajo mejor que la mayoría.

Y no era viejo. Con treinta y ocho años, un agente todavía no era viejo.

Tenía más experiencia y, por lo tanto, era más listo que la mayoría.

Lo sabía todo acerca de las mujeres y el amor.

Y eso era otro trabajo más.

Volvió a centrarse en el caso. Tenían una banda de piratas modernos en la costa norte de África que asaltaban a los barcos que pasaban por allí. Al principio habían sido embarcaciones privadas, y luego habían pasado a cosas mayores y más caras. Yates de lujo y barcos de crucero.

¿Cómo querían abordar uno de esos enormes barcos?

Nick no lo sabía, pero si lo conseguían, las consecuencias podían ser desastrosas.

Tal vez tomasen rehenes, pidiesen rescates, utilizasen el terrorismo. Tenían que detenerlos.

Su agencia se había enterado que el siguiente barco al que atacarían sería The Paradigm, y él había estado a bordo del mismo desde que había anclado en Roma, ocho días antes.

En el barco había más de mil pasajeros y una tripulación de más de seiscientas personas. La guapa y joven rubia a la que estaba siguiendo también iba en el barco. Y el hombre con el que había estado ligando podía estar conchabado con los piratas, o no. Nick todavía no lo sabía. No se habían fijado en Weyzinski hasta que el juego no había estado muy avanzado. Habían tenido demasiado sospechosos potenciales. Cuando quisieron centrarse en Weyzinski, el crucero ya casi había terminado, y les había dado esquinado al bajar del barco.

Así que para llegar a él tenían la opción de seguir a la rubia, que supuestamente se llamaba Kimberly Ann Cassidy hasta la pequeña ciudad de Magnolia Falls, en Georgia.

Todavía no sabían si ése era su nombre verdadero. Ni si trabajaba con Weyzinski o no era más que una víctima inocente.

Nick tenía que averiguarlo.

La siguió a ella y al policía hasta donde se recogían los equipajes. Nick esperó que el suyo saliese antes que el de ella.

—¿Está mi coche esperando en la acera? —preguntó Nick.

—Sí. Un Lexus descapotable color rojo. Siento el color, pero es un coche que volaría si lo necesitases. Intenta no estropearlo.

Nick suspiró.

Seis meses antes, una persecución por Los Ángeles había terminado mal y Nick todavía se estaba recuperando. Su rodilla derecha se había incrustado en el salpicadero. Todavía le molestaba de vez en cuando, sobre todo cuando llovía.

—Supongo que no puedes hacer que alguien retenga su maleta un rato.

—Estamos intentándolo. Lo siento, tío, pero he llegado sólo quince minutos antes de que el avión aterrizase. Pero estoy recibiendo un informe acerca del poli. Parece ser su hermano.

—De acuerdo. Así que no se la estaba pegando con el tipo del barco.

Un punto a favor de la chica.

Y si, además, anunciaba así que estaba enamorada, lo más probable era que fuese de Weyzinsky.

—Sí, tenemos la foto de él en el permiso de conducir, y también la de ella. Parece ser que él lleva en el cuerpo siete años. Alguien ha hablado con su supervisor en Magnolia Falls. Ha hecho como si fuese un control rutinario, pero no les ha gustado que preguntemos por él.

De acuerdo, no pediría a las fuerzas del orden locales que lo ayudasen. E iba a tener que seguir a la hermana de un poli.

—No hay nada llamativo en su hoja de servicios, salvo una pelea en un banco hace un par de años. Espera… Mierda.

—¿Qué?

—Su padre era policía. Le dispararon y lo mataron en un atraco a una tienda. Nuestra rubia era sólo un bebé.

Los polis miraban los unos por los otros. Y cuidaban de sus familias. Y, sobre todo, de las familias de los compañeros fallecidos.

—Nick —rió Harry—. No sé si vas a estar preparado para esto. La ciudad tiene sólo dos mil cuatrocientos habitantes. Vas a entrar en un mundo diferente. No encajarás bien.

—Eso no lo sabes —se quejó Nick—. Podría encajar en cualquier sitio.

—Ella lleva viviendo allí toda la vida —continuó Harry.

—Así que todo el mundo la conoce. Será fácil obtener información.

—Si consigues que hablen.

—Yo puedo hacer que cualquiera hable.

—También tiene otras dos hermanas. Ella es la más joven de la familia. Han debido de mimarla toda la vida.

Aquello fue como una patada en el estómago para Nick.

Una rubia guapa, joven y malcriada que estaba impresionante con un bikini amarillo, y que probablemente estuviese acostumbrada a conseguir todo lo que quisiese. Que Dios lo ayudase.

—Tío, sus tres hermanos están casados y viven en Magnolia Falls —comentó Harry—. Eso no puede ser bueno.

Nick suspiró.

De acuerdo, no sonaba bien.

—¿A que no adivinas a qué se dedica?

—Ni idea —respondió Nick, pero sabía que no iba a gustarle.

—Profesora de Arte en la escuela de enseñanza primaria. Qué dulce.

Nick juró.

Tenía a una dulce maestra, la menor de cuatro hermanos, hija de un policía fallecido, que estaba enamorada de un sinvergüenza. Y tenía que utilizarla para llegar a ese sinvergüenza.

—Le vas a encantar —dijo Harry.

—Sí.

Por eso le pagaban tanto.

Porque se dedicaba a que mujeres agradables e inocentes como aquélla lo odiasen.

Capítulo 2

 

LA maleta de Nick salió antes que la de ella, lo que significaba que no tendría que pasar sólo con el equipaje de mano.

Agarró su maleta, se echó al hombro la bolsa de mano e intentó no hacer un gesto de dolor al echar el peso en su rodilla mala.

Harry debía de estar cerca, porque vio la expresión de su rostro y empezó a reírse.

—Estás viejo, Nick.

Él le sugirió varias cosas que Harry podía hacer, todas ellas ilegales, y luego volvió al trabajo.

—Dime que la tienes a la vista e iré a por el coche.

—Date prisa, el coche patrulla del hermano también está aparcado en la acera. Estamos intentando situar otro coche, por si los pierdes.

—No voy a perder a un poli de pueblo que ni siquiera sabe que lo estoy siguiendo —protestó Nick.

—Ya, ya. Sólo queremos apoyarte. Ése es mi trabajo, hacer que el tuyo sea más fácil.

Nick juró al ver un pequeño y caro descapotable que parecía capaz de volar, y enseñó su identificación al joven agente que estaba al lado.

—Aquí tiene, señor —dijo el chico, entregándole el breve informe que les había dado tiempo a preparar desde que Nick había aterrizado.

—Gracias.

Metió la maleta en el maletero y la bolsa de mano en el asiento del pasajero, y se instaló con cuidado para no hacerse daño en la rodilla. Harry volvió a reír.

—Qué malnacido —lo insultó Nick—. Seguro que lo has hecho a propósito.

—Pensé que no te importaría sacrificar tu comodidad por la velocidad y la maniobrabilidad. ¿Me equivocaba? Aunque podemos buscar un coche para minusválidos si lo necesitas.

—Te voy a dar un rodillazo en el estómago, para que veas lo bien que está mi rodilla.

Aunque dudaba que fuese capaz, después de tantas horas en el avión. Se imaginaba el regocijo de Harry si esa noche llamaba para pedir que le llevasen una rodillera.

Eso, si la guapa rubia le dejaba tiempo para relajarse.

Tal vez hubiese toda una fila de hombres esperándola. Quizás Weyzinski estuviese esperándola y fuese a pasarse la noche haciendo un montón de cosas que nada tenían que ver con enseñar a niños a pintar con los dedos.

Sinceramente, una mujer a la que le sentaba tan bien un bikini no podía ser demasiado inocente.

Nick arrancó el coche y echó el asiento hacia atrás para caber mejor. Ajustó los espejos y vio el coche patrulla del que le había hablado Harry. Luego comprobó el sistema de navegación por satélite del coche y lo programó para ir a Magnolia Falls.

No sería difícil seguir a la rubia y a su hermano.

—Ya están ahí —le informó Harry.

Nick no volvió la cabeza, los siguió con el rabillo del ojo. La rubia iba riéndose, parecía relajada y feliz. Su hermano parecía furioso.

Nick se preguntó por qué.

Aunque entendía que una hermana así, tenía que dar muchos dolores de cabeza. Y no debía de haberle gustado que le atacasen unos piratas durante las vacaciones.

Tal vez la chica fuese de las que siempre se estaban metiendo en líos. En líos con hombres. De las que tomaba las decisiones inadecuadas y no reflexionaba las cosas. O tal vez sólo fuese joven e impulsiva. Inocente. Tal vez sólo fuese una víctima en todo aquello.

Nick frunció el ceño.

En el barco, la había estado observando de un modo que nada tenía que ver con su trabajo. No había podido evitarlo.

Cuanto más viejo se hacía, más necesitaba creer que seguía habiendo gente como ella, o, al menos, gente que parecía ser así. Joven, inocente, despreocupada. Feliz. Sexy y dulce, y no fría ni calculadora.

No obstante, ella no pertenecía a su mundo, ni él al de ella. Y no parecía ser del tipo de mujeres que tenían aventuras fugaces con un hombre como él, a pesar de lo que había visto en el barco.

Los hermanos subieron al coche patrulla y arrancaron. Nick los siguió, diciéndose que tenía que tratarla como a cualquier otra mujer que hubiese conocido en el curso de una investigación.

No, tenía que tratarla todavía mejor.

Tenía que intentar mantenerse alejado de ella y no romperle el corazón cuando le demostrase que había sido una locura enamorarse de un hombre del que no sabía nada.

 

 

El tráfico en Atlanta resultó ser horrible, y el policía conducía como diablo que lleva el viento. Nick habría jurado que la mitad de los conductores que había en las carreteras habían asistido al mismo curso de conducción de seguridad que él.

Además, al hermano no le daba reparo alguno encender la sirena cuando la cosa se ponía fea, algo que Nick no podía hacer.

Honestamente, el día que no fuese capaz de seguir a un policía rural, dejaría de trabajar para el gobierno y se dedicaría a pescar y a mirarse el ombligo.