Putofilia - Liudys Carmona Calaña - E-Book

Putofilia E-Book

Liudys Carmona Calaña

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  • Herausgeber: RUTH
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
Beschreibung

Si la mujer se desordena, como diría Carilda Oliver Labra, en esa demorada delicia que es el sexo; si el hombre matricula sus deseos eróticos en viaje desmedido hacia ella toda, entonces el milagro, articulado en torceduras, gemidos y desgarros, crea la Putofilia. Este cuaderno de relatos llevará al leyente a descubrirla. Las imágenes, litigios y afluentes se dan en aguacero a contracuerpo. Y como sentenciara Woody Allen: El sexo solo es sucio, si se hace bien.

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Seitenzahl: 68

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Índice de contenido
Muñeca de porcelana (Ballet en tres actos)
La Maestranza
Putofilia
La Bestia y el Buen vino
El último peldaño de una mujer sin nombre
Penélope y los penes (Relato en coautoría con Reynaldo Duret Sotomayor)
Acerca de la autora

PUTOFILIA

Liudys Carmona Calaña

Isla de la Juventud, 2023

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Reynaldo Duret Sotomayor

Diagramación y diseño de cubierta: Reynaldo Duret Sotomayor

Ilustración de cubierta: Limonblch

Corrección: Keyla de la Caridad Pacheco de Moya

© Liudys Carmona Calaña 2023.

© Sobre la presente edición, 

    Ediciones El Abra, 2023.

ISBN  9789592761889

Ediciones El Abra

Calle 37 s/n e/ 36 y 38, Nueva Gerona, 

Isla de la Juventud, Cuba

CP 25100

A mis lectores por la deuda

A mi familia por el amor 

A mi padre por ser el punto de partida 

A la poesía por ser y estar

Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo que sugieran nuestras pasiones

 y siempre seremos felices. La consciencia no es la voz de la naturaleza, 

sino solo la voz de los prejuicios.

MARQUÉS DE SADE

En todo encuentro erótico hay un personaje invisible 

y siempre activo: la imaginación.

OCTAVIO PAZ

La mejor manera de librarme de la tentación, es caer en ella.

OSCAR WILDE

MUÑECA DE PORCELANA

(BALLET EN TRES ACTOS)

Primer acto

El “almendrón” soltó un rugido espantoso —como mamífero prehistórico— y cayó “en coma” frente a uno de los teatros más importantes de La Habana. Tony —el choferbuenmecánico— 
se percató que no podría irse de allí sin ser auxiliado; tendría que esperar a que pasara algún conocido y quisiera ayudarlo. El carro no daba más. Lo tendría que remolcar a un taller y
dejarlo en reparación capital. Se recostó al asiento. Miró el entorno. Una mujer pasó cercana y le tiró los ojos provocativamente, pero al seguirla su mirada lo llevó a la cartelera del teatro. 
Se bajó del carro. Leyó el letrero:
Nunca había entrado a un teatro, mucho menos a una presentación de ballet. La curiosidad lo sentó en la tercera fila. El tufo a gasolina y su aspecto perdulario desocuparon las sillas 
de ambos lados. Se abrieron las cortinas. Apareció la bella envuelta en música, luces, magia. Su casi desnudez lo hizo olvidar el carro roto en medio de la calle. Se mantuvo ensimismado 
ante los movimientos de las piernas, el arqueo del talle, la forma deliciosa de entregar su cuerpo al bailarín para que la meciera. Yo soy la bestia, susurró mientras la sostenía en brazos y
atravesaba la escenografía del plató y la alzaba con suavidad sobre los hombros… ¿suavidad?; imposible, él, mulatogozadormujeriego al cuadrado, al cubo, a la enésima, estaba concebido 
para rajar en dos a las mujeres, hacerlas rebanadas, mendrugos, manojo de ricuras. Por primera vez en su vida apreció que una “jeva” lo ponía pequeño. Al terminar la danza
se sintió apretado por la ovación de aplausos. Todos en el teatro se pusieron de pie. Aplaudió como un loco. Muchos vociferaron perra, perrísima. Tony le gritó reina, loca, ¡puta! 
La atención del teatro se le vino encima. La bailarina, como en un acto de hechizo paralizó su vista en la figura de aquel hombre extravagante, grasiento, inoportuno.
Al percatarse que todos lo miraban recordó el almendrón. Un policía lo sacó escoltado del teatro. Recibió una multa y para colmo le tocó empujar el carro calle arriba. 
Reflexionó la diferencia entre gritar perra o gritar puta hasta que un auto moderno, color gris, frenó a su lado.
—Suba.
Miró con detenimiento a la mujer que conducía. Reconoció a la bailarina.
—¿Usted es…?
 —La puta, según usted gritó —sonrió con timidez—. Marcar la diferencia tiene sus privilegios, dígame adónde tengo que remolcarle.
Estaba pasmado sin saber qué decir y Geiselle no pudo aguantar nuevamente la risa y después lo motivó a hablar de él y él solo atinó a decir que se llamaba Tony y era chofer.
1.- Se cuidó de alertarla que lo apodaban El Pichi / Tres patas / Sabrosón / Papirriqui.
2.- Se cuidó de alertarla que se embarraba la pinga de mermelada y la metía hasta la última gota en la vagina de cualquier mamacita; que en la cama es fan al sesenta y nueve, uno por dos, X sobre Y o viceversa.
3.- Se cuidó de alertarla que desde que la vio dar tantos giros como si no tuviera huesos le pasaba algo raro que lo sacaba de su centro y quería pingoletearla por todos sus puntos cardinales.
Pero quedó fascinado; el perfume, la risa tierna, marcar la-di-fe-ren-cia como dijera ella hacía un rato… simplemente dijo que se llamaba Tony y era chofer, luego, más sosegado, le hizo historias que ella nunca imaginó escuchar.
Jamás Geiselle había reído tanto y con gusto.
1.- Quiso expresar que era la primera vez que alguien le gritaba puta a teatro lleno.
2.- Quiso expresar que algo en él la desconcertaba y exiliaba de fuetés y públicos exclamando perra, perrísima, bravo…
3.- Quiso expresar que algo en él la hacía sentirse harta de flores en el escenario; de tener que ser Giselle, Julieta, Clara, Belladurmiente, Coppélia…
Sin embargo ante los impactos de la costumbre el corazón se pone mudo.
Pensó cómo desmontarse del teatro y la rigurosidad cotidiana; estaba fascinada y solo logró mentirse tras la risita nerviosa y preguntas infantiles y asentir con la cabeza como una boba ante las palabras cuerdaflójicas del príncipe grasiento.
Nadie encuentra explicación a esas maniobras que el destino clava en la suerte de dos desconocidos.
Al despedirse estuvo claro que no sabían nada del otro, no obstante a toda costa volverían a verse.
Segundo acto
Tony se quitaba la camisa en el sucio taller después de leer el letrero y asistir por enésima vez a la misma función. No sabía si él miraba al espejo o si era el espejo quien observaba sus tríceps, bíceps, le bajaba el pantalón hasta las rodillas, ponía en sus manos el falo indócil y decía: “Dime, muñeca de porcelana ¿cómo te lo meto sin que te rompas?”.
No sabía de qué forma asimilar el hecho de que ena- morarse les quita a los hombres la autoestima y los vuelve imprecisos, deportados de toda lógica con el mundo real. Su cada día era Geiselle, en la puerta del teatro, con dos bolas de helado que le compró la segunda vez por tal de hacerse el cándido.
Aquella imagen era la diana al masturbarse. Mujer tan distinta a las que se había gozado hasta ese momento.
Geiselle.
La lengua acariciando las dos bolas.
Los labios moviéndose en redondo.
Geiselle.
La lengua manoseando el largo del barquillo.
La boca succionando, mordisqueando arriba, abajo.
Geiselle.
La leche del helado deslizándose.
Los dedos embarrados asidos al barquillo.
Geiselle.
Un gemido profundo.
Fuga.
Nada.
Así los días, las noches, el teatro. Así de sucio para que nadie ocupara las sillas a la diestra y siniestra. Y ella despreciando cuanta invitación le hacen. Ambos con las bestias dentro, aullando a cada instante que están cerca.
Tercer acto
Caminaba cabizbajo pegado al contén. El auto se detuvo ante él. Geiselle abrió la puerta.
—Necesito un mecánico, ¿me ayudas?
Lo miró con desenfado. Sonrió como siempre. Tony soltó las bestias.
—Si bailas para mí.
Cuando entró llegó a la conclusión que las casas son un reflejo de sus dueñas. Paredes blancas, adornos románticos, fragancias, exotismo. Si nunca hubiera visto antes esa casa le hubiera puesto Geiselle. Era como ella, muñeca de porcelana de esas que tan solo con el pensamiento pueden romperse.
Se quitó la camisa dejando al desnudo el torso digno de una escultura griega o el Maceo del parque. Las gotas de sudor lo hacían relucir. Volvió a soltar las bestias, algo indeciso.
— ¿Puedo bañarme?