¿Quién era la serpiente del Paraíso? - Ariel Álvarez Valdés - E-Book

¿Quién era la serpiente del Paraíso? E-Book

Ariel Álvarez Valdés

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Beschreibung

Los estudios bíblicos han avanzado enormemente en los últimos años. Pero muchas de esas investigaciones duermen en libros densos, voluminosos y de difícil acceso para el común de los lectores."¿Quie?n era la serpiente del Parai?so?" intenta poner al alcance de todos algunas de esas nuevas conclusiones, con el fin de tender un puente entre la difícil erudición de los exégetas y el común de los lectores, acercando de forma fácilmente comprensible los arduos estudios de aquellos. Se propone, así, colaborar con la marcha del pueblo de Dios hacia una comprensión más plena de la Palabra de Dios, de la que hablaba Jesús en el evangelio de Juan, cuando decía que aún no tenemos la verdad total y que el Espíritu Santo nos irá llevando poco a poco hacia ella (Jn 16,13).

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Índice

Presentación

1. ¿QUIÉN ERA LA SERPIENTE DEL PARAÍSO?

2. ¿POR QUÉ NOÉ MALDIJO A SU HIJO QUE LO VIO DESNUDO?

3. ¿POR QUÉ DIOS ORDENÓ A ABRAHÁN MATAR A SU HIJO ISAAC?

4. ¿CÓMO PUDO MOISÉS CONTAR SU PROPIA MUERTE?

5. ¿CÓMO FUE LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA?

6. ¿CASTIGÓ DIOS A SALOMÓN A CAUSA DE SUS MUJERES?

7. ¿POR QUÉ DIOS ATORMENTÓ A JOB CON ENFERMEDADES?

8. ¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LOS EXTRATERRESTRES?

9. ¿POR QUÉ ALGUNOS EVANGELIOS NO CUENTAN LA INFANCIA DE JESÚS?

10. ¿NACIÓ JESÚS UN 25 DE DICIEMBRE?

11. ¿CÓMO SE CONOCIERON PEDRO Y JESÚS?

12. ¿ERAN DOCE LOS APÓSTOLES DE JESÚS?

13. ¿CÓMO HACÍA JESÚS SUS MILAGROS?

14. ¿MURIÓ JESUCRISTO EN LA DESESPERACIÓN?

15. ¿A QUÉ EDAD MURIÓ JESÚS?

16. ¿ERA SACERDOTE JESUCRISTO?

17. ¿CÓMO FUE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO?

18. ¿MURIÓ O NO MURIÓ LA VIRGEN MARÍA?

19. ¿CUÁNDO SE CUMPLIRÁN LAS PROFECÍAS DEL APOCALIPSIS?

20. ¿PUEDE APARECERSE LA VIRGEN MARÍA?

Créditos

Presentación

Todos los años ven la luz cientos de nuevos libros, revistas, artículos, monografías, tesis, atlas, mapas, diccionarios, concordancias, comentarios y un sinnúmero de herramientas que procuran esclarecer cada vez más el sentido de las Sagradas Escrituras.

Pero, lamentablemente, estos estudios no suelen llegar a la mayoría de los fieles, a los catequistas, a los grupos bíblicos, o a los profesores de religión.

En primer lugar, porque esa abundante literatura suele publicarse en gruesos y costosos volúmenes, a los que la mayoría de la gente no tiene posibilidades de acceder; o no tiene tiempo de hacerlo. Por eso muchas veces esos estudios duermen en los anaqueles de las grandes bibliotecas y librerías.

En segundo lugar, porque se trata de investigaciones demasiado técnicas, escritas en un lenguaje difícil, a veces específicamente científico, exclusivo de ciertos círculos de estudiosos.

Esto ha ido generando una brecha cada vez más profunda entre los peritos de la Biblia, por un lado, que día a día hacen progresar el estudio de la Palabra de Dios con sus investigaciones, y el común de la gente, por otro, que ha quedado relegada a las viejas interpretaciones, sin enterarse demasiado de los progresos bíblicos.

El presente libro pretende poner al alcance del público no especializado algunos temas de los modernos estudios bíblicos, a la vez que acercar a la gente a los nuevos aportes de la actual exégesis, algunos no tan nuevos, pero sí quizá poco difundidos. Busca así llenar ese vacío y establecer un puente entre los exégetas y el pueblo de Dios, con el fin de acercar a este a las investigaciones de aquellos.

Los estudios bíblicos nunca están acabados. Los expertos de cada generación tienen siempre algo novedoso que aportar. Gracias a ello, los cristianos van comprendiendo cada vez mejor el significado de la revelación. Lo afirmaba en 1993 el entonces cardenal Joseph Ratzinger en el prefacio del documento de la Pontificia Comisión Bíblica La interpretación de la Biblia en la Iglesia, cuando decía: «[El estudio de la Biblia] no está nunca completamente concluido: cada época tendrá que buscar nuevamente, a su modo, la comprensión de los libros sagrados».

Pero además de los exégetas, hace falta también la presencia de los divulgadores, cuya tarea es la de hacer accesibles esos estudios y ponerlos al alcance de todos los creyentes. Por eso el papa Juan Pablo II, en su discurso de presentación del mencionado documento, pedía a los divulgadores bíblicos que utilicen «todos los medios posibles –y hoy disponen de muchos– a fin de que el alcance universal del mensaje bíblico se reconozca ampliamente y su eficacia salvífica se manifieste por doquier» (nº 15, § 5).

En este volumen se recogen veinte temas bíblicos, en los que se intenta exponer las cuestiones exegéticas, filológicas, arqueológicas y teológicas que otros autores ya han propuesto, pero ahora en un lenguaje llano y comprensible para los no iniciados. De esta manera se quiere colaborar con la marcha del pueblo de Dios hacia una comprensión más plena de la palabra divina, de la que nos hablaba Jesús cuando decía que el Espíritu Santo nos llevará poco a poco hacia la verdad total (cf. Jn 16,13).

1

¿Quién era la serpiente del Paraíso?

EL DISFRAZ DEL MAL

Un enigma que siempre ha intrigado a los lectores de la Biblia, y que tiene que ver con el relato del primer pecado de la humanidad, es el de la serpiente que tentó a la mujer en el Paraíso. ¿A quién representaba aquel reptil?

El Génesis afirma que se trataba de un simple animal del campo, uno más de los que Dios había creado (Gn 3,1). Pero poco después vemos que la serpiente conversa con Eva. ¿Cómo pudo hablar, si era una víbora? ¿Y cómo podía tener una inteligencia superior a la del hombre, como se dice más adelante? (Gn 3,5) No puede ser evidentemente un animal real. ¿Quién era entonces?

Algunos defienden la postura de que era una víbora auténtica, pero que estaba poseída por el Diablo con el fin de engañar a Eva. Pero si la serpiente era solo un instrumento del Diablo, ¿por qué entonces Dios la castiga a ella haciendo que se arrastre sobre su vientre y que coma polvo por el resto de su vida (Gn 3,14), en vez de castigar al Diablo? ¿También Dios se dejó engañar?

Una segunda creencia, la más común entre los lectores de la Biblia, es que aquí la serpiente no era un animal real, sino un símbolo del Diablo, una imagen, un disfraz literario del autor para referirse a Satanás, el verdadero personaje que se oculta tras el ofidio, y que fue el verdadero tentador de la primera pareja en el Paraíso.

SIN UN DESVÍO SEXUAL

Pero esta solución choca con una gran dificultad, y es que en ninguna otra parte del Génesis se menciona al Diablo. ¿Cómo el lector del relato podía descubrir que se trataba de él? Más aún, el Diablo (o Satanás, que es lo mismo) no aparece jamás en ningún texto bíblico antiguo: ni en el Pentateuco, ni en los libros históricos, ni siquiera en los libros proféticos. No, al menos, como lo entendemos hoy nosotros. Es evidente entonces que el autor del Génesis no estaba pensando en él. Por lo tanto, como afirman hoy los estudiosos bíblicos, aquí no se trata del Diablo.

Una tercera propuesta sostiene que la serpiente no es ningún personaje concreto, sino un símbolo general de los malos deseos y de los placeres sensuales. Así, el autor del Génesis habría querido decirnos que el primer pecado consistió en una transgresión de tipo sexual; y la serpiente no sería sino un símbolo de esa sexualidad desviada. Por eso se insiste tanto en que Adán y Eva «estaban desnudos».

Pero esta hipótesis es inadmisible, pues el mismo Génesis dice que Dios santificó y bendijo el matrimonio cuando le ordenó a la primera pareja: «Sean fecundos y tengan muchos hijos, llenen el mundo y gobiérnenlo» (Gn 1,28). No hay, pues, connotaciones sexuales en el pecado de Adán y Eva.

¿Quién es entonces esta serpiente?

LA CONFUSIÓN DE LA FRUTA

El enigma de la serpiente nos lleva a plantear un segundo problema: ¿qué pecado cometieron Adán y Eva en el Paraíso? Popularmente, se cree que comieron una manzana prohibida. Pero conviene notar, ante todo, que en ninguna parte del relato se menciona manzana alguna. La idea de esa fruta viene de cuando la Biblia estaba escrita en latín. En esa lengua, «manzana» se dice malus y «mal» se dice malum. Y como Adán y Eva comieron el fruto del mal (malum), se pensó que habían comido una manzana (malus). Hoy, que las Biblias ya no están en latín, sino en castellano, vemos que no comieron una manzana, sino «un fruto» malo.

Volvamos entonces al planteamiento. ¿Dios atormentó con duros castigo a aquellos primeros hombres por comer un simple fruto? De haber sido así, lo que sucedió en el Paraíso no fue sino ¡un fatal error gastronómico!

Como sabemos que la serpiente es un símbolo (ya que no puede tratarse de un animal real), también el fruto prohibido tiene que ser otro símbolo. Pero ¿un símbolo de qué?

POR ARRASTRARSE EN LA TIERRA

Lo primero que debemos tener en claro es que la serpiente tiene que representar a un personaje o realidad comprensible para los lectores de aquella época. Si no, estos se habrían quedado sin comprender el mensaje. Ahora bien, gracias a los modernos estudios bíblicos y arqueológicos sabemos que la serpiente, en aquel tiempo, era el símbolo de la religión cananea.

¿Por qué los cananeos emplearon como símbolo de la divinidad a la serpiente, cuando para nosotros es un animal dañino y peligroso? Porque los pueblos antiguos veían en ella tres cualidades.

Primero, la serpiente tenía fama de otorgar la inmortalidad, ya que el hecho de cambiar constantemente de piel parecía garantizarle el perpetuo rejuvenecimiento. Segundo, garantizaba la fecundidad, ya que vive arrastrándose y pegada a la tierra, que para los orientales representaba a la diosa Madre, fecunda y dadora de vida. Y tercero, transmitía sabiduría, pues la falta de párpados en sus ojos y su vista penetrante hacían de ella el prototipo de la sabiduría y las ciencias ocultas. Por eso el autor del Génesis la presenta como «el más astuto de todos los animales del campo» (Gn 3,1).

Estas tres características hicieron de la serpiente el símbolo de la sabiduría, la vida eterna y la inmortalidad, no solo entre los cananeos, sino en muchos otros pueblos antiguos, como los egipcios, los sumerios y los babilonios, que empleaban la imagen del áspid para representar a la divinidad que adoraban, cualquiera que fuera ella.

UNA RELIGIÓN MÁS SEDUCTORA

¿Y qué les sucedió a los israelitas con la religión cananea? Para entenderlo es necesario tener en cuenta las circunstancias históricas por las que atravesaron.

Los hebreos fueron durante siglos un pueblo nómada. Desde épocas remotas, el Dios que los acompañaba era el Dios de la estepa, de las montañas, de lo desolado y agreste. Era un Dios trashumante, que viajaba y se movilizaba junto con el grupo o el clan a todas partes, a fin de protegerlos de los peligros que entrañaba ese tipo de vida.

El Dios de los hebreos era, pues, especialista en los problemas del desierto. Cuidaba a los hebreos en caso de ataque de tribus enemigas (Éx 17,8), los ayudaba a encontrar agua entre las rocas (Éx 17,1), los guiaba para hallar alimento en medio del páramo (Éx 16), enviaba plagas contra los pueblos opresores (Éx 7,1), se mostraba poderoso y terrible en los truenos y rayos (Éx 19,16-19), velaba por la justicia y el orden en el campamento (Éx 21,22), y amparaba con tanta delicadeza a su pueblo, que durante el día se transformaba en una gran nube para cubrirlos del sol, y durante la noche en una columna de fuego para iluminarlos en la oscuridad (Éx 13,21).

El Dios de los hebreos era, en suma, una divinidad práctica, experta en cuestiones de trashumancia.

NUEVA OFERTA RELIGIOSA

Durante siglos, los israelitas se sintieron cómodos con su Dios, un excelente compañero de viaje y protector en los caminos. Pero cuando se volvieron sedentarios en Canaán, las cosas empezaron a cambiar. Allí entraron en contacto con la población urbana, mucho más evolucionada y desarrollada. Estos pobladores conocían mejor la agricultura y vivían de los frutos del campo, de las viñas y del producto de sus ganados.

El Dios de los cananeos se llamaba Baal y, por supuesto, era el dios que proporcionaba las lluvias, la cosecha y la fertilidad de los campos. La forma más común con que lo representaban era la de una serpiente, símbolo de la vida y de la inmortalidad.

Baal tenía una compañera femenina, la diosa Asherá, diosa del amor y de la fecundidad. Y según las creencias cananeas, Baal y Asherá mantenían permanentes relaciones para asegurar la producción de la tierra, de los rebaños y de los seres humanos. Por eso todas las fiestas religiosas cananeas estaban relacionadas con la cosecha.

LA HABITACIÓN DE LOS DIOSES

¿Cómo rendían culto los cananeos a sus divinidades? Mediante la prostitución sagrada. Al ser un pueblo eminentemente agrícola, los cananeos pensaban que la fertilidad del campo y el éxito de la cosecha, su principal fuente de vida, dependían de la unión sexual de Baal con su esposa Asherá. Y que era necesario representar, aquí en la tierra, esas mismas relaciones, a fin de mantener la fecundidad. Para ello preparaban pequeñas habitaciones junto al templo, y allí los cananeos actualizaban aquellas relaciones divinas, con prostitutas sagradas que estaban dedicadas a eso en los templos.

En un principio la religión urbana no significó un problema para los israelitas. Ellos tenían en claro que Yahvé era su Dios, el que los había acompañado por las estepas durante años, cuidándolos y protegiéndolos.

Pero a medida que pasaban los años y se iban sedentarizando, los hebreos empezaron a dudar de que Yahvé les fuera útil. Este Dios, originario del desierto, ¿entendería de las lluvias, de los trabajos del campo y de la cría del ganado? Este Dios solitario, sin esposa ni experiencia en la fecundidad, ¿podría ayudarlos a ellos ahora, en su nueva tarea de agricultores? ¿No sería preferible dejarlo y acudir a alguien con mayor experiencia en materia de cosechas, como eran Baal y su esposa?

EN BUSCA DE OTROS CUIDADORES

Además, la religión cananea era sencilla y fácil de practicar. Consistía exclusivamente en ceremonias rituales. No incluía ninguna exigencia moral, ni compromiso personal, ni conversión alguna, ni obligaba a practicar la justicia, el amor o el respeto a los demás. Bastaba con la prostitución sagrada, un rito mágico y supersticioso, para agradar a Dios y obtener la bendición de las cosechas. Semejante religión era más agradable que las duras exigencias de la Ley de Yahvé.

Es fácil, pues, imaginar el serio peligro que la religión cananea comenzó a significar para los hebreos, herederos de la austera religión de Moisés.

Fue así como, poco a poco, si bien Yahvé siguió siendo el gran Dios nacional, a la hora de asegurar la fertilidad del suelo y la regularidad de las lluvias empezaron a volverse hacia la serpiente, símbolo de Baal. Comenzaron a visitar sus templos, a participar de sus ritos, y a introducirse furtivamente en las chozas de las prostitutas sagradas durante las grandes fiestas.

El culto a las divinidades de la fertilidad fue, durante siglos, una permanente tentación para los israelitas. Unas veces con más fuerza, otras con menos, lo cierto es que Baal y Asherá terminaron seduciendo a los israelitas, que honraban a Yahvé, pero rendían culto apasionado a Baal y Asherá.

ES MEJOR NO ADIVINAR

Así estaban las cosas, cuando un escritor anónimo decidió componer un relato (nuestros actuales capítulos 2 y 3 del Génesis), para denunciar los peligros que estaba ocasionando la religión cananea entre sus hermanos israelitas. Según él, la sociedad toda (representada en Adán y Eva) debería estar viviendo en un Paraíso. Sin embargo, vivía en medio de injusticias, hambre, dolores, muerte. Y la causa de todos estos males no era otra que la serpiente, la religión cananea, que llevaba al pueblo a refugiarse en meros ritos exteriores y a olvidar las exigencias de la Ley de Dios; a buscar la protección de Dios y la felicidad no en una vida moral justa y honesta, al servicio a sus hermanos, sino mediante prácticas fetichistas.

¿Y por qué dice el autor del Génesis que la serpiente lleva a «comer del árbol de la ciencia del bien y del mal»? En hebreo decir «el bien y el mal», equivale a decir «todo», «todas las cosas». Y como una de las prácticas cananeas consistía en consultar a los adivinos y hechiceros para conocer las cosas futuras, algo inaudito para un buen israelita que sabía que el futuro del hombre está solo en manos de Dios y no de un adivino, al pecado del Paraíso lo describe como el de pretender «conocer el bien y el mal», es decir, todo el futuro del hombre.

LA SERPIENTE Y SATANÁS

El autor de estos capítulos del Génesis quiso referirse a los males que en su sociedad estaba ocasionando la religión cananea. No pretendía describir unos hechos realmente sucedidos en el origen de la humanidad, ni quería culpar a una pareja determinada por los males que existían en el mundo. Si presenta este pecado como sucedido en los orígenes, es para decir a los lectores que ese pecado (el de seguir a la religión cananea) está en el origen, en la raíz, en la base de todos los otros males sociales. Y les advierte sobre las posibilidades futuras (las de construir un Paraíso), que se están perdiendo por su mal proceder.

Con el transcurso de los siglos desapareció la religión cananea. Entonces la serpiente perdió su primitivo sentido y pasó a ser, para la mentalidad judía, un símbolo del mal, del adversario divino, del pecado.

Cuando en el exilio de Babilonia, siglos más tarde, los israelitas conocieron la figura de Satanás o Diablo, lo identificaron con su antiguo símbolo del mal, la serpiente del Paraíso.

Y por eso, seiscientos años después del Génesis, el libro de la Sabiduría dice sin problemas: «Por envidia del Diablo entró la muerte en el mundo» (Sab 2,24). Esta es la primera vez que la serpiente del Paraíso, que en el Génesis representaba a la religión cananea, aparece identificada con el Diablo. Desde entonces esta idea se popularizó entre nosotros.

También el Apocalipsis, cuando habla del Dragón (es decir, el poder político enemigo de Dios), dice que es el Diablo y la Serpiente (Ap 12,9; 20,2). Todo enemigo de Dios será, desde entonces, el Diablo y la Serpiente.

NUESTRA SERPIENTE

El autor del Génesis supo encontrar una respuesta a los grandes males de su tiempo. Descubrió que la pobreza, las injusticias sociales, los problemas laborales, los dramas familiares, la vida misma del pueblo, podrían ser distintos si no anduviesen detrás de aquella serpiente.

Denunció así la inexcusable responsabilidad de la gente frente a las miserias que se vivían. No era voluntad de Dios la tragedia que envolvía a la sociedad, sino que se debía a que los israelitas se habían volcado hacia la religión de los cananeos. Peor aún, ellos no parecían percatarse ni ver la gravedad. La serpiente era una voz seductora que, sin que nadie se diera cuenta, los llevaba a abandonar la Ley de Dios, perdiéndose en el marasmo de la magia y en una religiosidad meramente exterior y ritualista.

Hoy el Génesis nos invita a hacer una lista de los males que nos rodean, y a tomar conciencia de que también en nuestra sociedad, subrepticiamente, se está colando una serpiente, que con voz seductora habla a nuestro pueblo, a nuestra gente, a nuestros gobernantes, a nuestros dirigentes, para alejarlos de la Ley de Dios. Que nos lleva a construir una sociedad mezquina, de miseria, de opresión, de injusticias, de niños abandonados, de mujeres sometidas, de hombres sin trabajo, de corrupción social, insolidaria, mientras nos sentimos religiosos porque practicamos devociones y ritos formales.

Descubrirla a tiempo es el gran desafío. Para desenmascararla, para no escucharla más, para que por fin amanezca el Paraíso.

J. L’Hour, Génesis 1–11. Los pasos de la humanidad sobre la tierra, Cuadernos Bíblicos 161, Editorial Verbo Divino, Estella 2013.

2

¿Por qué Noé maldijo a su hijo que lo vio desnudo?

EL SUEÑO DEL ALCOHOL

Una de las escenas más extrañas de la Biblia es la que cuenta que un día Noé se quedó dormido a causa de una borrachera, y su hijo Cam entró en su tienda, vio su desnudez y recibió por ello una maldición. El incidente tuvo lugar después del diluvio universal, cuando Noé y su familia descendieron del arca y se establecieron en tierra firme.

El Génesis lo relata así:

Los hijos de Noé que salieron del arca eran Sem, Cam (padre de Canaán) y Jafet. Noé era agricultor y había plantado una viña. Cierto día, en que había bebido vino, se embriagó y quedó tirado y desnudo en medio de su tienda. Cam (padre de Canaán) vio la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera. Entonces Sem y Jafet entraron a la tienda mirando para otro lado, y con un manto cubrieron a su padre, pero no vieron su desnudez. Cuando Noé despertó de su borrachera y se enteró de lo que su hijo menor había hecho, dijo: «Maldito sea Canaán. Será el sirviente de sus dos hermanos». Luego añadió: «Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo. Que Dios permita a Jafet extenderse, que habite en los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo» (Gn 9,18-27).

UNA VIÑA DE LA NADA

¿Fue tan grave el pecado de Cam de ver desnudo a su padre, como para merecer una maldición? ¿Por qué la Biblia conservó el recuerdo de este hecho familiar? Tales preguntas nos hacen sospechar que detrás del relato se esconde algo que no se capta a simple vista.

Ya al comienzo hay un detalle curioso. Noé aparece como agricultor, plantando una viña. Y se nos ocurre preguntar: ¿de dónde sacó la cepa de la vid, si el diluvio había exterminado toda forma de vida?

El relato no lo dice, ni al autor bíblico le importa la incoherencia. Solo busca con esta escena dejarnos un mensaje, y es el siguiente: la tierra había quedado maldita por el pecado de Adán y Eva (Gn 3,17-19). Era un inmenso desierto y solo producía abrojos y espinas. Pero ahora las aguas del diluvio habían saneado otra vez el mundo y lo habían purificado. Esto se comprende por las palabras que Dios le dijo a Noé al terminar la catástrofe: «De ahora en adelante, y mientras exista la tierra, siempre habrá siembra y cosecha, hará frío y calor, habrá invierno y verano, existirá el día y la noche» (Gn 8,21-22). Es decir, el mundo se había normalizado.

LA LLEGADA DEL CONSUELO

Por eso el autor del Génesis muestra a Noé cultivando una viña, la más preciosa y noble de todas las plantas de la Biblia, sin importarle si eso era posible o no después del diluvio. Solo quiere indicarnos que la maldición había sido levantada. Que Dios había devuelto a la tierra la fecundidad, al punto tal de producir nada menos que viñedos. En síntesis: que los enojos de Dios duran poco.

Noé, pues, aparece haciendo lo contrario de Adán. Adán con su pecado había traído el sufrimiento y la esterilidad a la tierra. Noé, por su obediencia a Dios, había traído el alivio y el consuelo al mundo. Con razón cuando nació, su padre lo llamó así. Porque «Noé», en hebreo, significa «consolar».

La enseñanza del autor es clara: cuando alguien bueno como Noé aparece sobre la tierra, la tierra vuelve a ser buena.

UN NIETO MALDITO

A continuación, el autor bíblico pasa a relatar el hecho central. Un día Noé se embriagó con el vino que producía su viña, y se durmió desnudo en su tienda. En ese momento entró su hijo Cam. Curiosamente el autor presenta a Cam como «padre de Canaán». Se trata de un detalle extraño, ya que lo repite dos veces (Gn 9,18.22) cuando Cam todavía ni siquiera tiene hijos.

Entonces, sigue la narración, Cam vio la desnudez de su padre y avisó a sus dos hermanos que estaban afuera, los cuales no vieron la desnudez de su padre. ¿Qué pecado hay aquí? ¿Qué falta de respeto es ver a un padre desnudo?

Y cuando Noé se despierta y advierte lo que ha pasado, reacciona de una manera doblemente inesperada. Primero, lanza una dura maldición contra Cam por lo que ha hecho. Y segundo, la maldición no es directamente contra Cam, responsable del hecho, sino contra el hijo de este, es decir, contra Canaán. ¿Por qué Noé maldice a su futuro nieto en vez del hijo que cometió el pecado? A esta altura del relato ya no entendemos nada.

PROHIBIDO ENTRE PARIENTES

Pero si analizamos la historia con cuidado, notaremos algo que nos puede ayudar: el texto original no dice que Cam vio a su padre desnudo, como solemos interpretar, sino que «vio la desnudez de su padre», que no es lo mismo. Y repite tres veces esta expresión. ¿Qué significa «ver la desnudez» de alguien, en la Biblia?

El libro del Levítico trae esa expresión 30 veces, y la emplea para referirse a las relaciones sexuales con una persona. Por ejemplo, dice: «No descubrirás (o verás) la desnudez de la mujer de tu padre» (es decir, no tendrás relaciones sexuales con la mujer de tu padre) (Lv 18,8). «No descubrirás la desnudez de tu hermana» (es decir, no tendrás relaciones sexuales con tu hermana) (Lv 18,9). «No descubrirás la desnudez de tu nieta» (es decir, no tendrás relaciones sexuales con tu nieta) (Lv 18,10). «No descubrirás la desnudez de tu tía» (es decir, no tendrás relaciones sexuales con tu tía) (Lv 18,12). «No descubrirás la desnudez de tu nuera» (es decir, no tendrás relaciones sexuales con tu nuera) (Lv 18,15).

Por lo tanto, que Cam haya visto «la desnudez de su padre», alude a una relación sexual de Cam. Nos falta averiguar con quién. ¿Con su padre Noé? A primera vista no es eso lo que sugiere el texto. No hay aquí ninguna referencia a un acto homosexual. Además, que dos veces se diga que «Cam es el padre de Canaán» más bien nos aleja de un posible acto homosexual.

DESCUBRIENDO EL LENGUAJE

¿Con quién entonces tuvo relaciones sexuales Cam? Aquí el Levítico nos ayuda otra vez. Cuando «la desnudez» que se prohíbe ver a un hombre no es la de una mujer, sino la otro hombre, quiere decir que no se está prohibiendo la relación homosexual con «ese» hombre (las relaciones sexuales entre hombres se sobreentendían prohibidas), sino con la esposa de ese hombre.

Para decirlo con otras palabras: en la Biblia, la desnudez de un hombre es su esposa. Por ejemplo, la desnudez del padre es la esposa del padre. La desnudez del hermano es la esposa del hermano.

Eso lo expresa claramente el Levítico: «No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre, es decir, la de su esposa» (Lv 18,14). Más adelante lo reitera: «Si un hombre se acuesta con la mujer de su padre, ha descubierto la desnudez de su padre» (Lv 20,11). También afirma: «Un hombre ha descubierto la desnudez de su hermano si se casa con la mujer de él» (Lv 20,21).

En todos los casos, «la desnudez» de un hombre es su esposa. Por lo tanto, y volviendo a nuestra historia, que Cam haya visto la desnudez de su padre Noé significa, en lenguaje bíblico, que se acostó con la esposa de Noé. En definitiva, con su propia madre.

NACIDO CON VERGÜENZA

De este modo se aclaran todos los interrogantes:

a) Se entiende por qué Noé, al enterarse, lanzó una maldición. Porque su hijo, aprovechando su borrachera, se acostó con su mujer, cometiendo incesto, uno de los pecados más aberrantes que existe en la Biblia.

b) Se entiende por qué Noé no maldice a su hijo Cam, sino a su nieto Canaán: porque será un hijo producto de un incesto.

c) Se entiende por qué el relato insiste desde el comienzo en que Cam es el padre de Canaán. Porque el relato no pretende centrar la atención en Cam el pecador, sino en su futuro hijo Canaán, que será maldito desde sus orígenes por haber nacido como fruto de un pecado.

Después de que Cam vio la desnudez de su padre, dice el Génesis que «avisó a sus dos hermanos que estaban afuera» (Gn 9,22). Este aviso era, evidentemente, una invitación para que ellos hicieran lo mismo. Pero el libro aclara que ellos «no vieron la desnudez de su padre», sino que entraron a la tienda de espaldas y lo cubrieron. Con esto se muestra la negativa de Sem y Jafet a caer en el incesto y explica la posterior bendición que su padre les dio a ellos.

¿RECUERDOS DE ALCOBA?

Nos falta resolver una última cuestión. ¿Por qué el recuerdo de un pecado doméstico y privado, como fue el incesto de Cam y su madre, se conservó en las Sagradas Escrituras? ¿Solo para censurar el incesto?

No. Si atendemos a las palabras finales del relato, o sea, a las maldiciones y bendiciones que lanza Noé al despertar (vv. 25-27), veremos que no se trata de un simple suceso familiar, sino que está cargado de intenciones políticas.

En efecto, los personajes principales de la historia son los tres hijos de Noé, es decir, Sem, Cam (con su futuro hijo Canaán) y Jafet. Y para la mentalidad popular hebrea, estos tres hermanos simbolizaban a tres pueblos. Sem representa a los semitas, y por lo tanto a los hebreos. Canaán representa a los cananeos, sus tradicionales enemigos. Y Jafet a los filisteos, pueblo que compartió con los israelitas la Tierra Prometida durante varios siglos.

Ahora bien, cuando Israel se apoderó de la Tierra Prometida (que entonces se llamaba Canaán), pudo derrotar a sus principales habitantes (los cananeos) y esclavizarlos (Jos 24,11-13). Pero en Canaán hubo también un pueblo al que jamás logró dominar ni someter: los filisteos. Estos habían llegado a la Tierra Prometida casi al mismo tiempo que los israelitas, solo que por otro lado: estos entraron por el este, mientras que los filisteos lo hicieron por el oeste, y se instalaron en la costa del país, de la cual nunca pudieron ser expulsados.

EL PUEBLO MISTERIOSO

Israel veía que, siglo tras siglo, fallaba en su intento de dominar a los filisteos. Estos se mantenían libres y fuertes, e incluso llegaron a someter también a los cananeos vecinos. Y una duda comenzó a atormentar a los israelitas: ¿acaso Dios no les había dado la Tierra Prometida a ellos? ¿No les había asegurado que someterían a todos los pueblos que la habitaban? (Éx 23,23. ¿Por qué no ocurrió eso con los filisteos? ¿No tuvo Yahvé el poder suficiente para cumplir su promesa hasta el final?

Reflexionando, encontraron la respuesta. Los filisteos se quedaron en el país, no porque Dios no pudiera expulsarlos, sino porque esa fue la voluntad divina. Dios había dispuesto que los filisteos también se apoderaran de una parte de la Tierra Prometida, así como los israelitas se adueñaron del resto. Únicamente había que esclavizar y someter a los cananeos, por los pecados aberrantes que cometían.

Por eso imaginaron este relato, con finalidad didáctica, en el que Noé ya al principio del mundo aparece profetizando lo que en realidad ellos descubrieron más tarde en la historia: «Que Canaán (es decir, los cananeos) sea maldito, y sea el sirviente de sus dos hermanos. Que Sem (es decir, los israelitas) sea bendito y que Canaán sea esclavo suyo. Que Jafet (es decir, los filisteos) se extienda y habite en medio de los campamentos de Sem, y que Canaán sea esclavo suyo» (vv. 25-27).

Por lo tanto, esta narración no tiene connotaciones sexuales, sino políticas, y fue compuesta para explicar una situación que se había dado en la historia de Israel: la esclavitud de los cananeos y la supervivencia de los filisteos.

DOS HIJAS EN MALOS PASOS

Que esta interpretación es correcta se ve por otro episodio del Génesis: el origen de los moabitas y amonitas (Gn 19,30-38). Estos eran dos pueblos vecinos de Israel, que habitaban al oriente del río Jordán, sumamente odiados por los israelitas. Su odio se debía a que, en varias oportunidades a lo largo de la historia, habían cruzado la frontera para invadir, saquear y cometer toda clase de vejaciones contra las poblaciones hebreas. Incluso cuando el general babilonio Nabucodonosor destruyó la ciudad sagrada de Jerusalén, ellos colaboraron en esta destrucción, algo que los judíos jamás perdonaron (2 Re 24,2).