Romance de lobos - Ramón María del Valle-Inclán - E-Book

Romance de lobos E-Book

Ramón María Del Valle-inclán

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Beschreibung

Romance de lobos es una obra de teatro de Ramón María del Valle-Inclán. Forma parte de la trilogía teatral Comedias bárbaras. Narra la historia de don Juan Manuel, mayorazgo de una comarca gallega en el S. XIX. Juan Manuel se encuentra con la Santa Compaña una noche y piensa que pronto morirá. Sin embargo, la comitiva fantasmal le anuncia la muerte de su esposa. El reparto de la herencia causará graves estragos entre la familia, apra desesperación de Juan Manuel.

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Seitenzahl: 125

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Ramón María del Valle-Inclán

Romance de lobos

Comedia barbara

Saga

Romance de lobosCover image: Shutterstock Copyright © 1908, 2020 Ramón María del Valle-Inclán and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726485936

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

JORNADA PRIMERA

ESCENA PRIMERA

Un camino. A lo lejos, el verde y oloroso cementerio de una aldea. Es de noche, y la luna naciente brilla entre los cipreses. Don Juan Manuel Montenegro, que vuelve borracho de la feria, cruza por el camino, jinete en un potro que se muestra inquieto y no acostumbrado a la silla. El hidalgo, que se tambalea de borrén a borrén, le gobierna sin cordura, y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado.

 

EL CABALLERO

 

¡Maldecido animal!… ¡Tiene todos los demonios en el cuerpo!… ¡Un rayo me parta y me confunda!

 

UNA VOZ ¡No maldigas, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Tu alma es negra como un tizón del Infierno, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Piensa en la hora de la muerte, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Siete diablos hierven aceite en una gran caldera para achicharrar tu cuerpo mortal, pecador!

 

EL CABALLERO

 

¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena, o sois hijos de puta?

 

Retiembla un gran trueno en el aire, y el potro se encabrita, con amenaza de desarzonar al jinete. Entre los maizales brillan las luces de la Santa Compaña. El Caballero siente erizarse los cabellos en su frente, y disipados los vapores del mosto. Se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura, las ánimas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencia. La blanca procesión pasa como una niebla sobre los maizales.

 

UNA VOZ

 

¡Sigue con nosotros, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Toma un cirio encendido, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Alumbra el camino del camposanto, pecador!

 

El caballero siente el escalofrío de la muerte, viendo en su mano oscilar la llama de un cirio. La procesión de las ánimas le rodea, y un aire frío, aliento de sepultura, le arrastra en el giro de los blancos fantasmas que marchan al son de cadenas y salmodian en latín.

 

UNA VOZ

 

¡Reza con los muertos por los que van a morir! ¡Reza, pecador!

 

OTRA VOZ

 

¡Sigue con las ánimas hasta que cante el gallo negro!

 

OTRA VOZ

 

¡Eres nuestro hermano, y todos somos hijos de Satanás!

 

OTRA VOZ

 

¡El pecado es sangre, y hace hermanos a los hombres como la sangre de los padres!

 

OTRA VOZ

 

¡A todos nos dió la leche de sus tetas peludas, la Madre Diablesa!

 

MUCHAS VOCES

… ¡La madre coja, coja y bisoja, que rompe los pucheros! ¡La madre morueca, que hila en su rueca los cordones de los frailes putañeros, y la cuerda del ajusticiado que nació de un bandullo embrujado! ¡La madre bisoja, bisoja corneja, que se espioja con los dientes de una vieja! ¡La madre tiñosa, tiñosa raposa, que se mea en la hoguera y guarda el cuerno del carnero en la faltriquera, y del cuerno hizo un alfiletero! Madre bruja, que con la aguja que lleva en el cuerno, cose los virgos en el Infierno y los calzones de los maridos cabrones!

 

El caballero siente que una ráfaga le arrebata de la silla, y ve desaparecer a su caballo en una carrera infernal. Mira temblar la luz del cirio sobre su puño cerrado, y advierte con espanto que sólo oprime un hueso de muerto. Cierra los ojos, y la tierra le falta bajo el pie y se siente llevado por los aires. Cuando de nuevo se atreve a mirar, la procesión se detiene a la orilla de un río donde las brujas departen sentadas en rueda. Por la otra orilla va un entierro. Canta un gallo.

 

LAS BRUJAS

 

¡Cantó el gallo blanco, pico al canto!

 

Los fantasmas han desaparecido en una niebla, las brujas comienzan a levantar un puente y parecen murciélagos revoloteando sobre el río, ancho como un mar. En la orilla opuesta está detenido el entierro. Canta otro gallo.

 

LAS BRUJAS

 

¡Canta el gallo pinto, ande el pico!

 

Al través de una humareda espesa los arcos del puente comienzan a surgir en la noche. Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya sólo falta colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el día. Inmóvil, en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro gallo.

 

LAS BRUJAS

 

¡Canta el gallo negro, pico quedo!

 

El corro de las brujas deja caer en el fondo de la corriente, la piedra que todas en un remolino llevaban por el aire, y huyen convertidas en murciélagos. El entierro se vuelve hacia la aldea y desaparece en una niebla. El Caballero, como si despertase de un sueño, se halla tendido en medio de la vereda. La luna ha trasmontado los cipreses del cementerio y los nimba de oro. El caballo pace la yerba lozana y olorosa que crece en el rocío de la tapia. El Caballero vuelve a montar y emprende el camino de su casa.

 

[Ilustración]

JORNADA PRIMERA

ESCENA SEGUNDA

Don Juan Manuel Montenegro, llama con grandes voces ante el portón de su casa. Ladran los perros atados en el huerto, bajo la parra. Una ventana se abre en lo alto de la torre, sobre la cabeza del hidalgo, y asoma la figura grotesca de una vieja en camisa, con un candil en la mano.

 

EL CABALLERO

 

Apaga esa luz….

 

LA ROJA

 

Agora bajo a franquealle la puerta.

 

EL CABALLERO

 

Apaga esa luz….

 

El Caballero se ha cubierto los ojos con la mano, y de esta suerte espera a que la vieja se retire de la ventana. El caballo piafa ante el portón, y Don Juan Manuel no descabalga hasta que siente rechinar el cerrojo. La vieja criada aparece con el candil.

 

EL CABALLERO

 

¡Sopla esa luz, grandísima bruja!

 

LA ROJA

 

¡Ave María! ¡Qué fieros! ¡Ni que le hubiera salido un lobo al camino!

 

EL CABALLERO

 

¡He visto La Hueste!

 

LA ROJA

 

¡Brujas fuera! ¡Arreniégote, Demonio!

 

Sopla la vieja el candil y se santigua medrosa. Cierra el portón y corre a tientas por juntarse con su amo, que ya comienza a subir la escalera.

 

EL CABALLERO Después de haber visto las luces de la muerte, no quiero ver otras luces, si debo ser de Ella….

 

LA ROJA

 

Hace como cristiano.

 

EL CABALLERO

 

Y si he de vivir, quiero estar ciego hasta que nazca la luz del sol.

 

LA ROJA

 

¡Amén!

 

EL CABALLERO

 

Mi corazón me anuncia algo, y no sé lo que me anuncia… Siento que un murciélago revolotea sobre mi cabeza, y el eco de mis pasos, en esta escalera oscura, me infunde miedo, Roja.

 

LA ROJA

 

¡Arreniégote, Demonio! ¡Arreniégote, Demonio!

 

Al oir un largo relincho acompañado de golpes en el portón, Don Juan Manuel se detiene en lo alto de la escalera.

 

EL CABALLERO

 

¿Has oído, Roja?

LA ROJA

 

Sí, mi amo.

 

EL CABALLERO

 

¿Qué rayos será?

 

LA ROJA

 

No jure, mi amo.

 

EL CABALLERO

 

¡El Demonio me lleve!… ¡Se ha quedado la bestia fuera!

 

LA ROJA

 

¡La bestia del trasgo!…

 

EL CABALLERO

 

¡La bestia que yo montaba! Despierta a Don Galán para que la meta en la cuadra.

 

LA ROJA

 

Denantes llamándole estuve porque bajare a abrir, y no hubo modo de despertarlo. ¡Con perdón de mi amo, hasta le di con el zueco!

 

El caballero se sienta en un sillón de la antesala, y la vieja se acurruca en el quicio de la puerta. Se oye de tiempo en tiempo el largo relincho y golpear del casco en el portón.

 

EL CABALLERO

 

Prueba otra vez a despertarle.

 

LA ROJA

 

Tiene el sueño de una piedra.

EL CABALLERO

 

Vuelve a darle con el zueco.

 

LA ROJA

 

Ni que le dé en la croca.

 

EL CABALLERO

 

Pues le arrimas el candil a las pajas del jergón.

 

LA ROJA

 

¡Ave María!

 

Sale la vieja andando a tientas. Canta un gallo, y el hidalgo, hundido en su sillón de la antesala, espera con la mano sobre los ojos. De pronto se estremece. Ha creído oír un grito, uno de esos gritos de la noche, inarticulados y por demás medrosos. En actitud de incorporarse, escucha. El viento se retuerce en el hueco de las ventanas, la lluvia azota los cristales, las puertas cerradas tiemblan en sus goznes. ¡Toc-toc!… ¡Toc-toc!… Aquellas puertas de vieja tracería y floreado cerrojo, sienten en la oscuridad manos invisibles que las empujan. ¡Toc-toc!… ¡Toc-toc!… De pronto pasa una ráfaga de silencio y la casa es como un sepulcro. Después, pisadas y rosmar de voces en el corredor: Llegan rifando la vieja criada y Don Galán.

 

LA ROJA

 

Ya dejamos al caballo en su cuadra. ¡Qué noche Madre Santísima!

 

DON GALÁN

 

Truena y lostrega que pone miedo.

 

LA ROJA

 

¡Y no poder encender un anaco de cirio bendito!….

 

DON GALÁN

 

¿No lo tienes?

LA ROJA

 

Sí que lo tengo, mas no puede ser encendido en esta noche tan fiera. Tengo dos medias velas que alumbraron en el velorio de mi curmana la Celana.

 

EL CABALLERO

 

¿Habéis oído?

 

LA ROJA

 

¿Qué, mi amo?

 

EL CABALLERO

 

Una voz….

 

DON GALÁN

 

Son las risadas del trasgo del viento….

 

Suenan en la puerta grandes aldabonazos que despiertan un eco en la oscuridad de la casona. El Caballero se pone en pie.

 

EL CABALLERO

 

Dame la escopeta, Don Galán. ¡Voy a dejar cojo al trasgo!

 

DON GALÁN

 

Oiga su risada.

 

LA ROJA

 

Lo verá que se hace humo o que se hace aire….

 

Abre la ventana Don Juan Manuel, y el viento entra en la estancia con un aleteo tempestuoso que todo lo toca y lo estremece. Los relámpagos alumbran la plaza desierta, los cipreses que cabecean desesperados, y la figura de un marinero con sudeste y traje de aguas, que alza el aldabón de la puerta. La lluvia moja el rostro de Don Juan Manuel Montenegro.

 

EL CABALLERO ¿Quién es?

 

EL MARINERO

 

Un marinero de la barca de Abelardo.

 

EL CABALLERO

 

¿Ocurre algo?

 

EL MARINERO

 

Una carta del señor capellán. Cayó muy enferma Dama María.

 

EL CABALLERO

 

¡Ha muerto!… ¡Ha muerto!… ¡Pobre rusa!

 

Retírase de la ventana, que el viento bate locamente con un fracaso de cristales, y entenebrecido recorre la antesala de uno a otro testero. La vieja, y el bufón, hablando quedo y suspirantes, bajan a franquear la puerta al marinero. En la antesala el viento se retuerce ululante y soturno. Las vidrieras, tan pronto se cierran estrelladas sobre el alféizar, como se abren de golpe, trágicas y violentas. El marinero llega acompañado de los criados y se detiene en la puerta, sin aventurarse a dar un paso por la estancia oscura. Don Juan Manuel le interroga, y de tiempo en tiempo un relámpago les alumbra y se ven las caras lívidas.

 

EL CABALLERO

 

¿Traes una carta?

 

EL MARINERO

 

Sí, señor.

 

EL CABALLERO

 

Ahora no puedo leerla… Dime tú qué desgracia es esa… ¿Ha muerto?

 

EL MARINERO

 

No, señor.

 

EL CABALLERO

 

¿Hace muchos días que está enferma?

 

EL MARINERO

 

Lo de agora fué un repente… Mas dicen que todo este tiempo ya venía muy acabada.

 

EL CABALLERO

 

¡Ha muerto! ¡Esta noche he visto su entierro, y lo que juzgué un río era el mar que nos separaba!

 

Calla entenebrecido. Nadie osa responder a sus palabras, y sólo se oye el murmullo apagado de un rezo. El caballero distingue en la oscuridad una sombra arrodillada a su lado, y se estremece.

 

EL CABALLERO

 

¿Eres tú, Roja?

 

LA ROJA

 

Yo soy, mi amo.

 

EL CABALLERO

 

Dale a ese hombre algo con que se conforte, para poder salir inmediatamente. ¡Ay, muerte negra!

 

[Ilustración]

JORNADA PRIMERA

ESCENA TERCERA

Noche de tormenta en una playa. Algunas mujerucas apenadas, inmóviles sobre las rocas y cubiertas con negros manteos, esperan el retorno de las barcas pescadoras. El mar ululante y negro, al estrellarse en las restingas moja aquellos pies descalzos y mendigos. Las gaviotas revolotean en la playa, y su incesante graznar y el lloro de algún niño, que la madre cobija bajo el manto, son voces de susto que agrandan la voz extraordinaria del viento y del mar. Entre las tinieblas brilla la luz de un farol. Don Juan Manuel y el marinero bajan hacia la playa.

 

EL MARINERO

 

¡Ya alcanza mi amo cómo no está la sazón para hacerse a la mar!

 

EL CABALLERO

 

¿Dónde tenéis atracada la barca?

 

EL MARINERO

 

A sotavento del Castelo.

 

EL CABALLERO

 

Como habéis venido, podemos ir….

 

EL MARINERO

 

Era día claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de Flavia-Longa. Aun así nos comía la mar. Vea cómo lostrega por la banda de Sudeste. ¡Hay mucha cerrazón!

 

EL CABALLERO

 

¡Hay otra cosa!… ¡Miedo!

 

EL MARINERO

 

El mar es muy diferente de la tierra, y de otro respeto, Señor Don Juan Manuel.

EL CABALLERO

 

¡No sois marineros, sino mujeres!

 

EL MARINERO

 

Somos marineros, y por eso miramos los peligros que apareja la travesía. Al mar, cuanto más se le conoce más se le teme. No le temen los que no le conocen.

 

EL CABALLERO

 

Yo le conozco y no le temo.

 

EL MARINERO

 

No le teme, porque usted no teme ninguna cosa, si no es a Dios.

 

EL CABALLERO

 

¿Cuántos marineros sois?

 

EL MARINERO

 

Cinco y el rapaz, que no merece ser contado. Hemos venido con los cuatro rizos, y aínda hubimos de arriar la vela al pasar La Bensa.

 

EL CABALLERO

 

¡Qué noche fiera!

 

EL MARINERO

 

No se ve ni una estrella.

 

EL CABALLERO