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Este volumen contiene, de una parte un detallado análisis respecto a la seguridad, como un modo de protección de diferentes estados naciones, respecto al terrorismo, instaurado o prevenido por estas, y la creación e implementaciónd e medidas que traspasan las fronteras nacionales en determinados países desarrollados. Por otra parte, un profundo estudio donde el carácter "securitario" que han adoptado determinadas naciones no siempre han sido en bien de regiones o continentes, sino una forma de injerencia para desestabilizar, subvertir y derrocar determinados procesos en territorios más allá de lo que pueden abarcar. La autora a conciencia del lector, preguntas que habrán de considerarse tras la estela de ambiciones, estrategias, y manipulación de poder que abordan estas páginas... entonces, ¿cuál seguridad se defiende?.
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Seitenzahl: 484
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Edición, composición interior, Luis Amaury Rodríguez Ramírez
Diseño de cubierta: Jadier I. Martínez Rodríguez
© Leyla Carrillo Ramírez, 2022
© Centro de Investigaciones de Política Internacional CIPI,
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2022
Todos los derechos reservados
ISBN: 9789962740100
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.
Ruth Casa Editorial Calle 38 y Ave. Cuba,
Edif. Los Cristales, Oficina no. 6
Apdo. 2235, Zona 9A, Panamá
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Índice
DATOS DE LA AUTORA
Graduada de Derecho en la Universidad de La Habana y doctora en Ciencias Políticas.Trabajó en el Ministerio de Relaciones Exteriores 1960-1999. Fue diplomática en varios países europeos. Investigadora en el Centro de Estudios Europeos y actualmente en el Centro de Investigaciones de Política Internacional. Miembro de las Sociedades de Derecho Internacional y Constitucional de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas. Premios: “Jean Pictet” del Comité Internacional de la Cruz Roja, Guatemala y “Raúl Roa” de la Unión Nacional de Juristas de Cuba.
Autora de: La Unión Europea y los derechos humanos, editorial de Ciencias Sociales, Cuba, 2010; El terrorismo en Europa: causas y efectos, 2007; La actitud medioambiental de la Unión Europea, 2010; Notas Europeas, 2010; Guantánamo: ¿ambivalencia de la Unión Europea?, 2013; La seguridad y terrorismo en el siglo XXI, 2015 (primera versión). Metamorfosis de la intervención, editorial Ciencias Sociales, 2018; The Metamorphosis of Intervention, editorial Verdict Publishers de Nueva York, Estados Unidos, 2021. Coautora de Los problemas de seguridad del mundo, editorial Verde Olivo, 2022 y de La Unión Europea, Estados Unidos y Rusia: sus convergencias y divergencias en el contexto internacional. Una mirada desde Cuba (en edición por Ciencias Sociales).
Publicación de artículos en “Cuba Socialista”, revistas del Centro de Estudios Europeos, de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas, de Seguridad y Defensa (CEID), “Cuadernos de Nuestra América y Revista de Estudios Estratégicos”, del CIPI; Revista de Ciencias Sociales (Universidad de La Habana); “Paz y seguridad y desarrollo” de la Universidad Nacional Autónoma de México, “Verdict” (de abogados comprometidos de Nueva York); Centro de Estudios Estratégicos de Ecuador (CENAE) “Tricontinental”, Librínsula, Jiribilla, Panorama, Red Jurídica en Defensa de la Humanidad, Prensa Latina, Radio Habana Cuba, Rebelión, Granma y Cubadebate, entre otros. Redactora del espacio semanal “Acontecer Mundial” en Cuba on line de Radio Habana Cuba.
ORCID: 0000-0003-4809-4096
Obra inscrita en el Centro Nacional de Derechos de Autor (CENDA) con el número: 2937-2012. Registrada el 21 de diciembre de 2012.
Centro de Investigaciones de Política Internacional
Consejo Científico del Centro de Investigaciones de Política Internacional
AVAL
Presentación del Libro: Seguridad y Terrorismo en el siglo XXI
Autora: Licenciada Leyla Carrillo Ramírez
El Consejo Científico del Centro de Investigaciones de Política Internacional, valoró el libro de referencia y consideró que es novedoso y responde a las priori-dades del MINREX.
El contenido de este libro es de utilidad para el análisis y comprensión de las Relaciones Internacionales, debido a que expone desde una perspectiva crítica las principales complejidades para la codificación del terrorismo, haciendo énfasis en el terrorismo de Estado, uno de los temas más polémicos en la actualidad.
Por tanto, el Consejo Científico acordó avalar el libro y recomendar al MINREX su publicación.
Dra. Sunamis Fabelo ConcepciónDr.C Nelson Roque Suástegui
Secretaria del Consejo CientíficoPresidente del Consejo Científico
La Habana, 3 de julio de 2018
Año 60 de la Revolución
Fundamentación de la obra
Título de la obra: Seguridad y terrorismo en el siglo XXI
Tipo de obra: Libro
Autora: Leyla Carrillo Ramírez
Temática: Interrelación entre la política securitaria y la ocurrencia de acciones terroristas.
Sinopsis del libro
La selección de estudios sobre el comportamiento de la seguridad en determinados países desarrollados propicia identificar las causas para la adopción de medidas nacionales y transnacionales que trasponen las fronteras de los actuales polos de poder en detrimento de regiones y continentes específicos.
El terrorismo, analizado desde un enfoque causa-efecto, constituye un flagelo longevo, extendido y diversificado en todo el planeta, con especificidades nacionales, continentales y regionales. Conviene seguir la creciente tendencia a considerarlo como la amenaza mayor en las agendas de seguridad de las potencias, los organismos y las instituciones internacionales. amenazas.
Síntesis biográfica de la autora
Exdiplomática, jurista, investigadora sobre temas globales y de la Unión Europea y redactora de publicaciones en medios especializados, alternativos y mediáticos.
Cuartillas del original en Microsoft Word:324
Fundamentación del proyecto
El libro define las principales políticas de varios países desarrollados respecto a la protección de su seguridad nacional y de los compromisos creados entre los polos de poder y organizaciones internacionales. Devela mecanismos creados para utilizar la protección securitaria en función de su geopolítica, en detrimento de la autodeterminación de países del tercer mundo, con énfasis sobre la problemática terrorista, que es utilizada habitualmente bajo un doble rasero, de ahí la conveniencia de exponer bajo una visión holística del problema. Se ha utilizado una bibliografía de índole documental e informativa, para contraponer acciones y estrategias sobre ambos asuntos.
Sumario por capítulos
En la introducción se aborda la seguridad desde un ángulo realista, donde el terrorismo es una de las figuras más provechosas utilizadas para que las potencias ejerzan acciones en aras de aquella.
El Capítulo I resume históricamente las manifestaciones de terrorismo desde la edad antigua a la fecha, que identifica según temporalidad, ocurrencia y métodos empleados.
El Capítulo II refiere las concepciones de seguridad de Estados Unidos, previo análisis de sus sucesivas doctrinas, las diferentes Estrategias de Seguridad Nacional y el denominado Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN.
El Capítulo III, denominado “La seguridad europea (tientos y diferencias) establece la inclusión de esta en los sucesivos Tratados desde 1957 y estudia las Estrategias de Seguridad Europea y de varios países de la UE, con énfasis en la convergencia entre los intereses imperecederos que defienden europeos y estadounidenses.
El Capítulo IV estudia el terrorismo a partir del 11 de septiembre de 2001, resumiendo su comportamiento actual por regiones y continentes.
El Capítulo V, denominado “El terrorismo contra Cuba y América Latina” actualiza sobre las manifestaciones del flagelo en nuestro continente, particularizando las acciones imperialistas contra Cuba y determinados gobiernos de izquierda y progresistas.
Público: destinado a juristas, politólogos y estudiantes universitarios.
Prólogo
Uno de los problemas sociales globales que afecta a la humanidad, es el terrorismo que está presente, amenaza, involucra, atemoriza y eleva la percepción de riesgo hasta alterar la estabilidad de gobiernos y exponer al peligro a millones de personas.
Se ha estudiado para identificar sus probables causas, entre las más recurrentes están: las religiosas, económicas, derivadas de conflictos seculares, empleadas por el Estado en momentos históricos, las procedentes de diferendos puntuales y en esencia, no ha podido tener una definición universal debido a la constante presencia de intereses que le dan un matiz a cada aproximación.
También ha sido pretexto, causal de primera mano para el intervencionismo, tan de moda en los tiempos actuales, cuando se invoca hasta el Derecho Internacional y sus principios para intervenir incluso con el visto bueno del Consejo de Seguridad, al aprobar resoluciones que han dado luz verde a acciones punitivas. En otros períodos, métodos y medios terroristas se han empleado para combatir supuestamente a esta brutalidad. Igual que en el pasado, a los “terroristas” que lanzan piedras en la Franja de Gaza, se les responde con bombardeos inteligentes de aviones israelíes, que causan víctimas y daños asimétricos y desproporcionados con total impunidad y hasta con respaldo cómplice.
Apelar al terrorismo estatal en solitario o en coalición, se emplea en casos etiquetados como amenazas para la Paz, reservado para países subdesarrollados, en desarrollo o emergentes, calificados de fallidos, satanizados, ser ingobernables o calificar como ejes del mal según la versión del agresor, también poner en peligro a los ciudadanos del interventor o sus intereses, en momentos de falta de democracia según certificación imperial o sostenidos disturbios de cualquier origen con la sostenibilidad suficiente para poder intervenir e imponer el orden deseado por el agresor.
Ninguna latitud escapa del terrorismo, algunas zonas geográficas de África y el Medio Oriente, lo han padecido durante años, de modo incrementado después que Estados Unidos comenzara su cruzada de pavor mundial para erradicar ese mal y llegar hasta los confines más oscuros del mundo según su declaración doctrinal. Desde entonces la proliferación del terror es una espiral indetenible. El doble rasero en su valoración y aplicación es una de las características más socorridas.
Ahora, la escritora nos lleva de la mano a casos de terrorismo en zonas de tensión, pero también en el escenario latinoamericano, con ejemplos puntuales donde la violencia extrema ha estado presente para infundir miedo y producir efectos sobre el manipulado concepto de seguridad esgrimido sin límites. Esta nueva entrega, muestra un resumen del flagelo a escala mundial y de forma didáctica incursiona, con sabiduría, en las teorías sobre el terrorismo, sus manifestaciones; se detiene en los métodos aplicados, una disertación con dominio de lo estudiado, como película donde nos explica cada una de ellas, sus elementos constitutivos tanto objetivos como subjetivos. Se detiene en los “colores” que algunos escritores le han dado al terrorismo según la tendencia política al cual lo afilian.
Abre una ventana para el estudio del empleo del terrorismo en Europa y Estados Unidos como columna vertebral del hilo conductor de su obra, que deviene estudio comparado, con distinciones específicas, que hacen diferencias.
Nos trae desde lo remoto hasta lo actual, cuando el ciberterrorismo, el nuclear, el mediático en todas sus variantes y otros, se combinan en su praxis insertados en otros recursos subversivos donde la violencia o su amenaza se disimulan, aunque están presentes. Por igual el químico, biológico y bacteriológico ocupan su lugar invocado, para pretextar e intervenir
Transita con elocuencia por todas las doctrinas de seguridad nacional en Estados Unidos, sus propósitos, alcances y objetivos, hace inmersión profunda en la realidad europea en materia de seguridad en el Capítulo III, que invita a la reflexión del protagonismo cada día más omnipresente de la OTAN, ya presente en Colombia.
Cuando parece que todo está descrito y el lector abocado al epílogo, se llega al neoterrorismo del siglo XXI, que irrumpe con fuerza, detalla la nacionalización y regionalización del fenómeno, desde las zonas de mayor presencia hasta sus incursiones en Asia, la presencia en América Latina y contra Cuba, amplia en su historia y en nuevas amenazas.
La autora es una consagrada investigadora con una visión diáfana de sus objetivos de estudio, que los desmenuza en sus componentes, indaga en causas y efectos y de manera constituida entrega los resultados. Nada se deja a la improvi-sación, todo hallazgo tiene que ser y es demostrado por ella, quien se sumerge en documentos, consulta diversas fuentes, entrecruza sus contenidos hasta hacer tangibles los aportes y ofrecernos de manera depurada, con una redacción impeca-ble, alejada de términos innecesarios y superfluos, una lectura que fluye rauda y se hace adictiva tanto para especialistas, como para aficionados al tema.
Leyla presenta un estudio profundo sobre el tema, emplea una bibliografía abundante, sus anexos sustentan y atrapan para darle solidez a la obra, que no ofrece dudas sobre su validez y objetividad. Es un libro imperdible como otros de la ensayista, si su obra Metamorfosis de la intervención, alertaba sobre su profundidad de análisis y erudición, esta nueva la reafirma como una cientista política a consultar, un talento en plenitud y producción constante, una establecida en el medio académico cubano.
Felicitaciones y gracias por compartir lo que sabe.
Doctor en Ciencias, José Luis Méndez Méndez
Máster en Ciencias Políticas
Profesor e Investigador Titular
Introducción
Desentrañar los vericuetos de la política internacional constituye un arduo ejercicio no siempre conducente a una realidad que asegure un feliz desenlace o, al menos, a la paz y la estabilidad. Desde que el hombre primitivo utilizó el palo y la piedra para defenderse (o para atacar) el mundo se ha complejizado de tal forma que la violencia, la explotación, la agresión, la intervención y el dominio ejercidos sobre las riquezas naturales han alcanzado una sofisticación impensable siglos atrás. El arco y la flecha quedaron relegados porque hoy los polos de poder compiten en productividad, desde el ciberespacio, la movilidad, letalidad y morbilidad de armamentos y equipos, con la mirada situada en lontananza y en el cosmos para expandir su control.
Abordar la seguridad desde un ángulo realista es uno de los propósitos de esta breve obra, siempre desactualizada, porque los acontecimientos mundiales se suceden vertiginosamente, son inabarcables y, con frecuencia, impredecibles. Esclarecer sus principales causas y aproximarnos a los siguientes acontecimientos, nos llevaría a una primera clasificación: lo que interesa a los países desarrollados dominantes en el ámbito defensivo es su propia seguridad, no la de las restantes naciones del orbe. Por ello cuando invocan la seguridad para actuar en el concierto internacional, solo defienden SU seguridad, excluyendo las urgencias del denominado Tercer Mundo, las de los países ambicionados por su riqueza natural, geográfica o prospectiva.
Una de las figuras actuales más provechosas argumentadas para que las potencias ejerzan cualquier acción en aras de su seguridad es el terrorismo, que devino desde el 11 de septiembre de 2001, en el pretexto idóneo para intervenir en cualquier región o país del planeta mediante el uso de la fuerza. Con la oclusión del socialismo europeo, al desaparecer el pretexto de combatirlo, habrían de buscar e instaurar otro subterfugio que permitiese movilizar recursos, militares y voluntades, como una justificación para el uso de la fuerza.
La tendencia de los Estados más desarrollados del planeta, consiste en aplicar un doble rasero para juzgar al terrorismo. El estallido de las Torres Gemelas de Nueva York coadyuvó a la agudización de las contradicciones internacionales, reagrupó los poderes neocoloniales, facilitó mayor hegemonía a Estados Unidos y a sus principales aliados y sirvió para clasificar a los demás países, según las desigualdades y la división del mundo, en clases cada vez más antagónicas.
Un análisis más equilibrado puede conducir a mayores honduras sobre la génesis, transformación y futurología del terrorismo, que hoy nutre las estrategias sobre seguridad en Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, Israel, Japón o Turquía, entre otros países. Sucede que el terrorismo es considerado como uno de los mayores peligros para la estabilidad y la seguridad de la mayoría de los llamados polos de poder, pero no el único. Se le añaden: el tráfico ilícito de estupefa-cientes, junto a delitos conexos como lavado de dinero, tráfico y trata de seres humanos y órganos, la migración indeseada, el comercio de armas, el cambio climático y, obviamente, la situación económica o la ingobernabilidad, porque de ellas derivan situaciones incontrolables.
Al concluir el ensayo “El terrorismo europeo: sus causas y efectos” el empeño resultó insuficiente, porque cualquier estudio sobre este flagelo quedaría pendiendo de un hilo, movido por los resortes de la hegemonía imperialista. El terrorismo excede los discursos pronunciados por los dirigentes de los Estados más desarrollados, los análisis regionales y académicos, las denuncias por los sectores progresistas, las teorías de los politólogos, militares y filósofos, la codificación por los juristas, su magnificación por los medios masivos de comunicación, las constantes, profusas y diversas resoluciones en los organismos internacionales, y las discrepancias entre unos y otros sobre a quién asiste la razón y cómo erradicarlo del planeta.
Un punto de partida para esta investigación sería profundizar sobre cómo, por qué y para qué los Estados más poderosos defienden, desde su opulencia, que la seguridad está por encima de los intereses del resto de la humanidad y las formas para vincularla al comportamiento del terrorismo a escala europea o estadou-nidense. Nos limitaremos en esta ocasión al estudio sobre los intereses de seguridad de la Unión Europea y de Estados Unidos, debido a la imposibilidad de abarcar al planeta en tan breve espacio, aunque es imprescindible abordar algunos acontecimientos derivados de la seguridad propugnada por los poderosos en otros rincones del convulso mundo en que vivimos.
Cronológicamente, la tradición cultural e histórica europea mostró una gama de incidencias, logros y defectos en su heterogéneo contexto geográfico y multicultural que la convierten en pionera de medidas instauradas para proteger sus fronteras, desde el momento en que surgiera el Estado-nación, lo que representó un surgimiento primigenio del concepto de seguridad.
Europa en su conjunto, con raíces históricas disímiles, al erigir la primera frontera que la separaba del país aledaño, adoptaba un primer componente de la seguridad en defensa de la soberanía. Le acompañó la expansión territorial hacia otras geografías, mediante la invasión de espacios codiciados del propio continente como a través de la colonización, la cristianización y la expoliación de los recursos de África, América, Asia y Oceanía, que la determinaron a desplegar medidas fortalecedoras de su economía, monarquías, defensa y seguridad.
Desde este punto de vista pudiere colegirse que Alejandro Magno, Julio César, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, los corsarios Francis Drake y Jacques de Sores o los sacerdotes provistos de sus estandartes para la conversión obligatoria de los “indígenas” de Nuestra América a la religión cristiana, perpetraron actos autori-zados para proteger la seguridad de los imperios, mientras acometían –proba-blemente- los primeros actos terroristas oficiales o de Estado, en nombre de aquellos.
El panorama actual no es más lisonjero. Estados Unidos se ha graduado en la asignatura de Seguridad, la Unión Europea se ha incorporado al grupo de sus alumnos más aventajados y otros aliados utilizan prácticas coadyuvantes a la seguridad interna o nacional, mientras los principales actores se involucran cada vez más en acciones aparentemente antiterroristas, que no siempre responden estrictamente a las motivaciones para su seguridad.
Estados Unidos y los gobiernos de los 27 países miembros de la Unión Europea, amparados en el pretexto del antiterrorismo, en su incompatibilidad con el fundamentalismo y las religiones o etnias que denominan perversos, encubren —a nivel universal— los verdaderos intereses imperialistas que son: la propensión a su extensión territorial, económica y financiera y el juicio permanente sobre el comportamiento de los Estados subdesarrollados o emergentes.
A medida que avanza el siglo XXI, el balance sobre los métodos antiterroristas aplicados por Estados Unidos de América y por los Estados miembros de la Unión Europea (UE) y un inventario de sucesos terroristas y contraterroristas más singulares en los países objeto de nuestro estudio, facilitan clasificar la historicidad de los sucesos que hoy los desestabilizan. Una primera evaluación viabiliza comparar métodos semejantes aplicados por la administración de los Estados Unidos y sus ideólogos, con los de gobiernos de los Estados integrantes de la UE. Ello ejemplifica, que la cruzada antiterrorista desatada por la Unión Europea hace el juego al consorcio militar industrial del Estado del Norte y a los más aventajados productores europeos de armamentos y equipos, con la finalidad de expandirse hacia países estratégicos, pródigos en hidrocarburos, materias primas, recursos hídricos o ubicación geográfica privilegiada.
En la vorágine antiterrorista, los países europeos constriñen la inmigración (fuente proveedora de fuerza laboral), alegando que desplazados y migrantes son poten-ciales terroristas; exacerban el repudio a los nativos de sus excolonias y de los denominados territorios o departamentos de ultramar, santifican la detención arbitraria y lanzan una cruzada antislámica, que se sintetiza en una política antitercermundista. Todo esto se contrapone al principio de “igualdad en la diversidad”, proclamado en el controvertido proyecto del Tratado Constitucional de la Unión Europea y adoptado en el Tratado de Lisboa, vigente desde diciembre de 2010.
Las investigaciones “Las concepciones estratégicas de seguridad y dominación militar de Estados Unidos y su impacto internacional” y “Tendencias y perspectivas de los principales temas de la agenda global en el marco de la ONU: amenazas y oportunidades”, suministraron informaciones útiles para identificar la trama semejante en diversos escenarios. En 2015 registramos la situación imperante en torno a ambos temas, bajo el título de “La seguridad y el terrorismo en el siglo XXI”, pero los acontecimientos rebasan cualquier estudio, porque la vora-cidad en la geopolítica de los polos de poder sobre los países subdesarrollados exceden la velocidad de la luz o de la edición.
Al finalizar la nefasta época de las dictaduras latinoamericanas, muchos pensaron que reinaría una paz estable, pero esta peligra con el retroceso hacia gobiernos dere-chistas y la renovación de la época de las cañoneras. En ese contexto la victoria electoral de nuevos partidos (emanados de las reivindicaciones sociales) en México, Argentina o Colombia, atenúan las aspiraciones derechistas, pero no eliminan el peligro latente de golpes de Estado, actos terroristas y sus secuelas).En África y el Medio Oriente el espectáculo no es más alentador porque se reproducen las “iniciativas” hegemónicas de seguridad vs terrorismo, pero simultáneamente las del terrorismo vs seguridad, en un escenario más global y cohesionado entre los imperia-lismos reinantes.
En este ensayo pretendemos demostrar que las causas contemporáneas del terrorismo son enmascaradas bajo pretextos utilizados por el capitalismo neoliberal que, en realidad, bajo el manto de proteger su seguridad, responden a sus intereses clasistas de expansión territorial, del control de las riquezas en las antiguas colonias, las actuales neocolonias y otros parajes que se hallan en su colimador.
El análisis sería incompleto si no nos sumergimos en la quintaesencia de los dos problemas básicos de este ensayo: la seguridad y el terrorismo.
Sin incurrir en dogmatismos, puede anticiparse que la seguridad es necesaria y loable cuando defiende la integridad de un Estado ad intra, su soberanía y el derecho popular a la autodeterminación.
Simultáneamente, la aplicación ad extra, más allá de las fronteras de un Estado, cuestiona la soberanía y autodeterminación de otro, porque somete a los suje-tos de un derecho impuesto por gobiernos ajenos y aplica factores, métodos y política foráneos para intervenir en los asuntos internos de otros Estados, generalmente del denominado Tercer Mundo o del Sur.
Entonces, ¿por qué los polos de poder intervienen crecientemente en la “solución” de los problemas internos de los países denominados eufemísticamente “en desarrollo”, en aras de la seguridad de los primeros, cuando los segundos presentan situaciones problemáticas, en lugar de contribuir a que surjan del subde-sarrollo y la crisis.
A este punto, puede vislumbrarse, que las medidas destinadas hoy a la seguridad de las naciones más desarrolladas, constituyen un elemento adicional a su geopolítica. ¿Y qué es la geopolítica en el contexto del siglo XXI? Entre un centenar de acepciones seleccionamos la que expresa que:
Es el conjunto de estrategias de política mundial, dirigidas por múltiples actores con sus múltiples intereses, medios e instrumentos, a conservar o recomponer el orden global y cuya dirección depende de los actores que la promueven.
En tal sentido, también podría intuirse que los conceptos sobre la seguridad y el terrorismo, además de proliferar en el siglo XXI, se emplean en calidad de estrategias de la geopolítica actual.
CAPÍTULO I RESUMEN SOBRE TERRORISMO MUNDIAL
El terrorismo contemporáneo proviene de una práctica tan antigua como el terror, impuesta por acciones tribales y religiosas contra grupos y vecinos, considerados más débiles o susceptibles de ser dominados. Su longeva acepción proviene del latín terrare abordado por el Derecho Romano, que eximía al ejecutor del ase-sinato impune del homo sacer, considerado un ser humano carente de derechos e inferior que los demás, por lo que el patricio podía disponer impunemente de la vida de aquél. El imperio romano aplicó esta práctica contra los pueblos vencidos y a lo largo de la historia ha prevalecido la tendencia de los vencedores, no siempre a eliminar físicamente, pero sí a avasallar, humillar y maltratar a los perdedores.
El terrorismo existe desde que un hombre atemorizó a otro, utilizando la fuerza para despojarlo del hábitat, de los alimentos o para eliminar a sus allegados. Con el terro-rismo tribal comenzó la violencia de un ser humano contra otro, aunque no se denominase así y los medios empleados fuesen instrumentos y armas primarios y aprovechasen la existencia del fuego o su intuición sobre el advenimiento de desastres meteorológicos, para anunciar un cataclismo supuestamente enviado por los dioses.
La esclavitud y el feudalismo incrementaron y perfeccionaron las técnicas para reducir, mediante el terror, a los elegidos que debían obedecer la voluntad de la clase dominante. Los imperios chino, mogol, mesopotámico, egipcio, heleno y romano, entre otros, aplicaron el terror.
El Imperio romano avasalló las tierras conquistadas en Europa, del norte africano y del Asia central y occidental. La sumisión a la esclavitud de los vencidos ejemplificó el terror, la discriminación, el encadenamiento al poder del emperador y de los patricios. Las incursiones de los denominados “bárbaros” provenientes del centro europeo provocaron el terror ante métodos de guerra más novedosos, al dominar la caballería durante la contienda. La implacable persecución a los cristianos, la ejecución premeditada de éstos y de los esclavos en el circo romano y el incendio de Roma, amplían el panorama del terror existente en la antigüedad.
El feudalismo modificó la aplicación del terrorismo, cuando reyes y señores feudales incrementaron el diezmo y el derecho de pernada contra los siervos de la gleba. Se agigantó el poder omnímodo eclesiástico, que acometió crímenes mediante los tribunales de la Santa Inquisición, contra cualquier sospechoso de herejía. El tiempo demostró los abusos cometidos en aras del cristianismo cuando la propia iglesia católica, apostólica y romana canonizó —siglos más tarde— a Juana de Arco.
La conquista, colonización y cristianización forzosas impuestas por cuatro imperios en América; la colonización y el secuestro de esclavos en África y Asia; la conquista británica y el exterminio de los pueblos originarios de América del Norte, entre otros, constituyen hechos irreversibles en el acontecer mundial. Enumerar todas las prácticas terroristas hasta el siglo XVII constituiría un ejercicio extenso y diverso en el tiempo, sin olvidar que la técnica aplicada se ha perfeccionado hasta especializarse por las clases dominantes y sus principales ejecutores.
Las manifestaciones de carácter terrorista durante los primeros siglos del precedente milenio se ejemplifican con la inquisición y las cruzadas en Europa. Pero la manifestación más vívida del terror antes de la Revolución Francesa fue la conquista, la colonización y la cristianización por los conquistadores españoles, ingleses, franceses, holandeses y portugueses en Nuestra América y la acometida por los franceses, ingleses y holandeses en África, Asia y Oceanía, con una efímera participación de alemanes. El asesinato de adalides de la población azteca, maya, inca, taína o aimara implanta un terrorismo de nuevo orden, si bien carecía de clasificación jurídica en aquella época. La ocupación de las aldeas, el secuestro de los pobladores originarios por los conquistadores y la sumisión al cepo de los esclavos africanos —más productivos que los oriundos de América— constituyeron rasgos de un terror impune.
Antes de arribar a definiciones provisionales o sectoriales sería atinado recordar que cualquier explicación sobre el terrorismo contemporáneo responde, como fenómeno político-social a una concepción clasista sobre uno de los flagelos más longevos que padece la humanidad. Sería ilusorio, por tanto, involucrarnos en las clasificaciones propugnadas y establecidas por los polos de poder ante un fenómeno repetitivo, reproducido y ampliado, según intereses propios, que no corresponden a los países del denominado eufemísticamente en desarrollo o del Sur. De afiliarnos a la teoría propalada por el imperio y sus principales aliados, nos sumergiríamos involuntariamente en el pozo de la desigualdad económica, defensiva, política, religiosa, social e ideológica que difunde categorías como el falso terrorismo bueno y el terrorismo malo, según quién lo acometa.
Por esas razones el primer problema a resolver sería elucidar, al estilo periodístico clásico las cinco (5) variables de una información: quién, cómo, dónde, por qué y para qué se ejecuta; lo que significa: la forma, el momento, el lugar, las finalidades y la subjetividad del acto terrorista, que puede ser en solitario o en compañía de otros actores.
El diccionario clasifica al terrorismo como sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, acción de violencia. La acepción jurídica primaria, lo califica como “acto contra las personas, la libertad, la propiedad, la seguridad común, la tranquilidad, los poderes públicos y el orden constitucional”.1 Con los subrayados se percibe una apreciación clasista, porque evidencia cuán importantes son los intereses económicos y el respeto al Estado de derecho que proteja solamente los intereses privados, principios esbozados desde el feudalismo y refrendados al surgimiento del capitalismo en Francia. La protección irrestricta de los bienes capitalistas o estatales, vinculados al capital actualizaron la esencia de la propiedad.
Las incipientes manifestaciones europeas del terrorismo provienen de ataques de origen tribal, étnico y religioso. Las guerras entre atenienses y espartanos y los ataques persas a regiones europeas ejemplifican acciones de terror contra los agredidos, solo que en las épocas que antecedieron al siglo XX no se denominaban terrorismo.
Es obvio el desenlace a partir de la instauración del capitalismo, característico por la desigualdad social, la apropiación de la plusvalía, la represión desmedida contra los huelguistas y los reclamos obreros, junto al temor al despido laboral, que constituyeron focos sutiles de un terror oculto ejercido por las élites, amparadas en “el desarrollo y la civilización occidentales”.
Cronológicamente pueden delinearse las fases en que predomina su aplicación con el siguiente diagrama, previa alerta para no incurrir en esquematis-mos contraproducentes:
Edad antigua
Terror tribal, étnico y religioso
Edad media
Inquisición, cruzadas, cristianización y esclavitud forzosas, conquista colonial
Edad moderna
Guerras expansivas
Edad contemporánea
Terrorismo de Estado, terrorismo rojo, mediático, económico (mafia), étnico, religioso, biológico, químico, bacteriológico, nuclear y ciberterrorismo.
Desde II Guerra Mundial
Nuclear, químico, bacteriolótgico, espacial y ciberterrorismo, escuadrones de la muerte, planes en América del Sur, Central y el Caribe.
Siglo XXI desde 11/09/2001
Cruzada antiterrorista contra el fundamentalismo o integrismo islamista. Mayor uso de armas inteligentes, expansivas, fósforo blanco, de implosión, racimo, morbílicas y drones
Desde 2012
Expansión del Estado Islámico y de la coalición internacional contraterrorista con participación de varios Estados. Incremento del terrorismo individual/doméstico.
La Convención de Ginebra de 1949 y la Resolución 1566 de la ONU, plantean que el “terrorismo persigue el propósito, por su naturaleza o contexto, de intimidar a la población”. Pero, hasta la fecha, la característica más definitoria sobre las divergencias conceptuales respecto al terrorismo, consiste precisamente en la imposibilidad de consensuar en los organismos internacionales una definición universal sobre este. El flagelo existe, daña, aterroriza, se expande y es inocultable. Según la concepción clasista, se le define desde ángulos opuestos. Asunto sobre el que invitamos a profundizar.
Entre las innumerables definiciones difíciles de conciliar sobre el terrorismo, se añaden las de David Sarquís: “(...) es una estrategia política de dominación a través del miedo (...)”; o la reciente de Noam Chomsky: “(...) el terror es el uso calculado de la violencia o la amenaza del uso de la violencia para alcanzar objetivos ideológicos, políticos o religiosos a través de la intimidación, la coerción o el miedo (...)” y, por último, la predominante, promovida por el Departamento de Estado de los Estados Unidos: “(...) es el uso de la violencia premeditada y políticamente motivada perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos subnacionales o agentes clandestinos”.2
La Convención sobre la Prevención y Combate al Terrorismo de 1999, de la entonces Organización de Estados Africanos (OUA), estipula en su artículo 1) una de las explicaciones más completas al definir al acto terrorista a cualquiera que sea una violación de las leyes penales de un Estado Parte, que pueda hacer peligrar la vida, integridad o libertad o, cause serios daños o muerte a, cualquier persona, cualquier número o grupo de personas o cause o pueda causar peligro a la propiedad pública o privada, a los recursos naturales, al medio ambiente o herencia cultural y sea concebido o se proponga:
a) interrumpir cualquier servicio público, el suministro de cualquier servicio básico para el público o para crear una emergencia pública;
b) crear insurrección general en un Estado y
c) cualquier promoción, mecenazgo, contribución, dirección, ayuda, incitación, estímulo, atentado, amenaza, conspiración, organización o promoción de cualquier persona, con la intención de acometer cualquier acto referido en los párrafos anteriores.3
Teorías sobre el terrorismo
Infinidad de religiones y civilizaciones han atribuido los actos terroristas a figuras mitológicas o a personajes con cualidades terroríficas durante distintas etapas de la humanidad. En la antigua Grecia, el dios Ares, de la guerra y el dios Febos, del miedo, presagiaban la maldad. Los habitantes originarios de Cuba temían a Mabuya, dios del mal. El sacrificio de doncellas en templos piramidales aztecas protagonizó el terrorismo religioso en nuestro continente.
A partir de la Primera Guerra Mundial las atrocidades cometidas por los países contendientes, alertaron a los defensores del Derecho Internacional Humanitario,4 sobre la necesidad de frenar el sufrimiento de la población civil y “humanizar” el desempeño militar en el campo de batalla.
A medida que avanzaba el Estado soviético, se perfilaron las disensiones entre el socialismo y el capitalismo al abordar la conceptualización del terrorismo. Entonces se evidenciaron las contradicciones sobre la terminología a utilizar entre los patrones internacionales de los países desarrollados y los subdesarrollados o en proceso de descolonización.
En los primeros años del siglo XX un conjunto de ius penalistas defendían la tesis de que el terrorismo respondía a un grupo delictivo o de infracciones, tipificados por la alarma que causaban y los medios utilizados para acometerlo.
Desde hace medio siglo se ha venido discutiendo por políticos y juristas la cuestión del terrorismo, sin que hayan podido concordar siquiera en el nomenjuris con que usualmente se conocen los actos. Incluso, se ha tratado de caracterizar con adje-tivos: terrorismo político, social, y ahora se pretende diferenciar el terrorismo interno del internacional. Al respecto, el prestigioso jurista y politólogo cubano Fernando Álvarez Tabío señaló en las Naciones Unidas, que:
(...) tanto el derecho a la igualdad soberana de los Estados, como el de libre determinación de los pueblos exigían relaciones internacionales coordinadas y no de sometimiento del débil al fuerte, por lo que de aplicarse exclusivamente el derecho penal, responderían a un interés exclusivamente estatal y no a la aplicación de esa ley en el espacio.5
En 1927, los debates fundamentales en torno a la conceptualización del terrorismo se mezclaban con cuestiones teóricas para considerarlo como delito político o un crimen del derecho común o de gentes, sugiriéndose que varios delitos penales serían sancionados con independencia de la ley del lugar donde se cometieran. Entonces se propuso un sistema de represión universal o de universalidad del derecho penal que juzgara: la piratería; la falsificación de monedas, billetes de banco y otros efectos públicos; la trata de esclavos, mujeres e infantes; el tráfico de estupefacientes, difusión de publicaciones obscenas y el empleo intencional de medios de hacer correr un peligro común, que solo se refrendó por el Derecho Penal Internacional.
De tal forma, para juzgar los delitos penales internacionales se aplicaba la extraterritorialidad absoluta con relación a figuras de carácter cosmopolita. El debatido problema del terrorismo pasó a ocupar un lugar secundario y comenzó a aparecer solo en su aspecto de crimen del derecho de gentes en la primera conferencia para la unificación del Derecho penal, celebrada en Varsovia en noviembre de 1927.
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial se le intentó clasificar como delito internacional, con jurisdicción universal; pero los crímenes denominados contra la paz, de guerra y contra la humanidad pasaron a ocupar un mayor interés en el debate y la figura del terrorismo quedó relegada.
Durante sucesivas conferencias internacionales se discutió con frecuencia el móvil para acometer un delito terrorista y Francia, por ejemplo, rechazaba la existencia de un móvil político. En 1934 el asesinato del rey yugoslavo y del ministro de asuntos extranjeros francés, condujo a la presentación en la Sociedad de Naciones de un proyecto titulado “Bases para la conclusión de un acuerdo internacional para la represión de los crímenes con fines de terrorismo político”. En el debate sobre la validez espacial de las leyes, se incluyó el terrorismo como delito de trascendencia cosmopolita en la siguiente forma: “empleo intencional de medios capaces de hacer correr un peligro común”.
Un resumen cronológico sobre las discusiones en torno a la conceptualización del terrorismo mediante una potencia, nos llevaría a la 5ta Conferencia de Bruselas de 1930, titulada “actos de terrorismo”; seguida por la reunión de París en 1931 que mandataba para examinar los “delitos que crean un peligro común y general”, celebrada en Madrid sobre derecho penal en octubre de 1933, y así sucesivamente sin alcanzar un resultado concreto. La sexta conferencia cele-brada en Copenhague empeoró los debates, porque la cuestión del terrorismo se presentó prejuzgada.
En 1937, la Conferencia Internacional de la Sociedad o Liga de las Naciones, intentó inútilmente calificar al terrorismo y fracasó en el empeño, debido al antagonismo clasista entre los países occidentales desarrollados y la Unión Soviética. Los primeros propugnaban ilegalizar la violencia revolucionaria en todas sus formas al defender que se “trataba de actos de violencia destinados a lograr cambios radicales”, invocando la pertenencia de los atacantes a personas frustradas, resen-tidas, desesperadas, o verdaderos sicópatas, que pretendían destruir el paraíso terrenal establecido por el colonialismo, el neocolonialismo, el imperialismo y uno de sus derivados: la discriminación racial.
Otro defecto del proyecto occidental consistía, en eximir de culpabilidad a los miembros de las fuerzas armadas de un Estado por los actos de terror que ejecutaran “en el curso de hostilidades militares”. Profundizar sobre la esencia de este planteamiento el pasado siglo, nos llevaría ahora hacia un propósito semejante por parte de los gobiernos que perpetúan la impunidad para su tropa desembarcada o aterrizada, en confines tan disímiles como Afganistán, Irak, Palestina, Libia, Siria, Chad o Mali, por citar solo los casos más recientes.
A esas alturas del debate, resultaba incuestionable defender la lucha armada revolucionaria como una de las formas de expresión del derecho de autodetermina-ción, reconocido por la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, la Declaración de Filadelfia de 1776 y la Declaración de los derechos de la Revolución de Octubre de 1917 para el pueblo trabajador y explotado.
Durante decenios, las grandes potencias insistieron en calificar a la lucha nacional liberadora y a los movimientos nacionalistas, separatistas o autonomistas como actos terroristas; en contraposición a la teoría de los países coloniales recién liberados y de los Estados socialistas. Así se arribó al siglo XXI, en los que proliferan el terrorismo y el antiterrorismo, sin que código alguno de las organi-zaciones internacionales haya podido consensuar su definición académica ni insti-tucional.
Por lo antes citado, si se pretende estudiar la teoría sobre las disímiles y contradic-torias imputaciones de terrorismo, conviene retomar lo acontecido, parti-cularmente durante el siglo XX, cuando se mostró una tendencia a diversificar sus métodos y propósitos, como sucede con:
El fundamentalismo, es una de las razones más frecuentes invocadas por el imperialismo para exorcizar al fundamentalismo y al extremismo islamistas como causantes del asedio y ataques contra los Estados desarrollados y sus instituciones. Los seguidores de Washington extreman su teleología, olvidando que el fundamentalismo protestante se generó precisamente en el país norteño entre finales del siglo XIX y 1910.
Resulta curioso que una mayoría de dirigentes actuales del denominado fundamentalismo islámico o integrismo, hayan sido entrenados por los órganos de inteligencia norteamericanos y devinieran opositores violentos contra Estados Unidos para combatir a quienes violan los cánones del Corán.6También los contestatarios e integrantes de Panteras Negras, se convirtieron al islamismo, desencantados con las religiones estadounidenses tradicionales.7
Sin incurrir en una defensa improcedente sobre virtudes o defectos de cada religión, es saludable recordar que tanto el Código Hamurabi, como las raíces del Corán, establecen una equidad entre el castigo y el error o del delito cometido por los fieles, diferenciando la intencionalidad en el delito cometido por la causalidad, cuando un fiel contraviene lo establecido por la costumbre religiosa y el mandato de Mahoma.
El genial físico judío Albert Einstein en su época alertó: “(...) si nos reconocemos incapaces de llegar a convivir y establecer acuerdos justos con los árabes, quiere decir que no hemos aprendido absolutamente nada de los dos mil años de sufrimientos, y mereceremos todo lo que nos suceda”.8Einstein acertó.
Teóricos contemporáneos, entre los que cuentan los retrógrados Samuel Huntington y Francis Fukuyama, son los aparentes “descubridores” de la teoría sobre el inevitable “Choque entre las Civilizaciones”, que estimula la confrontación entre los islámicos y el resto de las religiones. Las teorías sobre el inevitable “fin de la historia” propugnadas por ellos circularon justo cuando fueron necesarias al imperialismo ante la desaparición del socialismo en Europa. Pero ellos imitaron primero y, convencieron después, a la cúpula gobernante, sobre una teoría que antes había sustentado el británico Bernard Lewis.9
En la Conferencia Islámica de Kuala Lumpur, celebrada en febrero de 2008, el Primer Ministro de Malasia expresó ante delegados de cien países que “(...)aquellos que deliberadamente matan a personas no combatientes e inocentes, aquellos que oprimen a otros, son corruptos y codiciosos o chovinistas, no pueden hablar en nombre del Islam”…Y concluía: “Debemos reconocer que en Occidente, principios como la libertad e igualdad han hallado expresión concreta en el imperio de la ley, pero esta no es la cara de Occidente que ven muchos musulmanes”.10
Uno de los documentos más cercanos a la realidad circundante es la Convención sobre la Prevención y Combate al Terrorismo de 1999 de la Organización de Estados Africanos (OUA), que en su Artículo 1 define al acto terrorista:
a) cualquier acto que sea una violación de las leyes penales de un Estado Parte, que pueda hacer peligrar la vida, integridad o libertad o, cause serios daños o muerte a cualquier persona, cualquier número o grupo de personas o cause o pueda causar peligro a la propiedad pública o privada, a los recursos naturales, al medio ambiente o herencia cultural y sea concebido o se proponga:
(i) interrumpir cualquier servicio público, el suministro de cualquier servicio básico para el público o para crear una emergencia pública; o
(ii) crear insurrección general en un Estado.
b) cualquier promoción, mecenazgo, contribución, dirección, ayuda, incitación, estímulo, atentado, amenaza, conspiración, organización o promoción de cualquier persona, con la intención de acometer cualquier acto referido en los párrafos a, i e ii.11
La ley china asevera que terrorismo es
(...) cualquier proposición o actividad por medio de la cual medios de violencia, sabotaje o amenaza generen un pánico social, debiliten la seguridad pública, infrinja los derechos personales y de propiedad y amenacen a órganos del gobierno y a organizaciones internacionales con el objetivo de llevar a cabo ciertos propósitos políticos e ideológicos.
Desde otras concepciones filosóficas, inútilmente el Papa Juan Pablo II intentó mitigar la confrontación entre islámicos y cristianos a raíz de la “crisis de las caricaturas”, cuando un diario danés ofendió a los musulmanes al publicar una imagen de Mahoma, que provocó reacciones violentas de los fieles en todo el mundo, fundamentalmente contra embajadas y empresas europeas. El Papa Benedicto XVI asumió la polarización de la situación entre el denominado occidente y el mundo musulmán. También el Papa Francisco ha expresado repe-tidamente su insatisfacción ante la creciente confrontación entre las diversas religiones, que “conspiran contra la dignidad humana y la paz” y apela a rechazar la violencia creciente en el planeta, tema sobre el que profundizaremos más adelante.
Otros enfoques sectoriales, como la incidencia de la publicidad sobre las masas para que acepten determinado liderazgo, facilitan el espectro de acontecimien-tos que han exacerbado la violencia en determinadas sociedades, como por ejemplo, el denominado nacionalsocialismo en Alemania entre los años 30 y 45 del siglo XX; el genocidio perpetrado contra Vietnam en los años 70 o los actos terroristas islamistas y de la Coalición Internacional contra el pueblo sirio desde 2011.
Tanto durante los albores y en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, como desde inicios del siglo XXI, los medios masivos de comunicación se han especializado en influir sobre las percepciones y opiniones, trasmitiendo mitos políticos, estudiados por la Antropología, que falsean acontecimientos mundanos, con temas publicitarios, simbología política y propaganda.12
Nos limitaremos a un análisis relacionado con el comportamiento sobre el terrorismo y la seguridad de dos polos de poder (Estados Unidos y el conglomerado de países que integran indistintamente la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea).13A la vez, como una referencia ineludible, incursionaremos en un mundo cada vez más complejo: el de los países supues-tamente “gestores” del actual caos en que ha devenido el mundo en que vivimos, que según el prisma aplicado por los más desarrollados, nos clasifica como terroristas a los nacidos o a los habitantes en África, Medio Oriente, Asia y América Latina.
Un renombrado politólogo analiza:
Curiosamente en Europa, la identidad de los musulmanes se diluye si son víctimas, pero es de vital importancia política si son asesinos. En Kabul, donde tanto víctimas como asesinos pueden ser musulmanes, su mutua crisis de identidad religiosa carece de interés para Occidente y el baño de sangre se describe en términos anémicos: los dos atacantes atacaron y los ata-cados quedaron con 80 muertos, a semejanza, más de un partido de fútbol que de una guerra de terror. Si los occidentales son atacados por musulmanes, estos son terroristas. Si no son musulmanes, son tiradores. Si los musulmanes atacan a otros musulmanes, estos son atacantes.14
Según la profesión, tendencia confesional o política, determinar las motivaciones de los mártires islamistas puede ayudarnos a identificar las estrategias específicas de reclutamiento utilizadas por organizaciones terroristas buscando seguidores. Por ejemplo: los psicólogos estadounidenses Karau y Williams aplicaron el llamado Modelo de Esfuerzo Colectivo (CEM) a las motivaciones de los mártires islámicos para determinar los efectos del esfuerzo individual sobre las tareas colectivas. La tendencia entre los sociólogos, periodistas y militares occidentales es considerar que la inmolación mediante bombas persigue: ganar el paraíso, obtener recompensas en el más allá, resarcir la humillación sufrida, el deseo de venganza o el altruismo.
Las versiones y enfoques sobre las causas, motivaciones y efectos sicológicos del terrorismo son disímiles y también profesionales o sectoriales. Por ejemplo, el enfoque de especialistas citados por un tanque pensante español señala que:
(...) la sensación de miedo, del aislamiento social, la soledad, el sufrimiento continuo, la pena y angustia por la situación existente tras la acción violenta, son factores relevantes en el posterior desarrollo conductual de las víctimas, vinculando terrorismo y salud mental.15
Mientras el siquiatra español Marcos Rojas plantea que “muchos expertos describen la violencia como una cualidad humana omnipresente e inevitable” y acota que la afirmación suele ir unida a la tesis de que “(...) la agresión cruel constituye una fuerza instintiva e intrínsecamente biológica; por lo que desde el punto de vista mecanicista “(...) la violencia es una energía innata acumulada en un depósito interno, probablemente en el cerebro, que se libera automáticamente”. Miguel Ángel Cano teoriza que la mayoría de los jóvenes reclutados por Daesh,16tienen entre 18 y 35 años, provienen de familia musulmana o no, de ciudades o de zonas rurales, de clase media o de entornos desfavorecidos, hombres, mujeres o familias enteras.17
Desde luego, ninguno de los analistas o profesionales abordan las causas ni efectos de la violencia aplicada por los gobiernos imperialistas, mediante el uso de la fuerza, cuando estos agreden a otros países y aplican el terrorismo de Estado o alguna de sus variantes más actuales.
Con sagacidad sin par, el martiniqueño Franz Fanon, teorizó coherentemente durante la década del 60 del siglo XX, acerca de las causas del surgimiento de la violencia entre los países colonizados y neocolonizados en el tercer mundo, y abordó teorías sobre la confianza en la violencia revolucionaria, para descolonizar a los pueblos, alertando respecto a la imposición por el colonialismo de una mentalidad reprimida para dominarlos (donde evidentemente impera el terror).18
En Estados Unidos de América
Solo cuando se haya talado el último árbol, solo cuando se haya envenenado el último río, solo cuando se haya pescado el último pez, solo entonces, descubrirá el hombre blanco que el dinero no es comestible.19
Para comentar los enfoques estadounidenses sobre el terrorismo, consideramos imprescindible recordar sus orígenes. ¿Cómo y cuándo surgió el terrorismo en Estados Unidos? Desentrañar su esencia constituiría una ardua tarea, sin embargo conveniente para elucidar la génesis de la campaña que hoy despliega el país más poderoso del mundo a escala universal, mientras aboga por su eliminación.
Si nos remontamos en el tiempo, puede asegurarse que, desde el desembarco en América del Norte del primer colono europeo y su acción de asesinar a una persona autóctona, se perpetró un acto terrorista.
Junto a los pacíficos y laboriosos inmigrantes escoceses, fieles al culto religioso, también arribaron hombres ansiosos de riquezas y exreclusos, dispuestos a todo para dominar la tierra prometida y extraerle todas las ganancias posibles. La historia de la conquista del suelo norteamericano es tan repudiable, como la perpetrada en América Latina y el Caribe, salvo por sus peculiaridades culturales y la cuantía del crimen cometido contra civilizaciones y grupos étnicos originarios.
En América del Norte la existencia de infinidad de tribus, distribuidas entre el desierto, la pradera, la costa, la montaña, el Oeste, California y el gélido norte, no impidió el genocidio ni la alevosía con que se les reprimió, expulsó de sus tierras ancestrales y se les confinó a las denominadas “reservas”. La represión acometida por las tropas del hombre blanco, conformó entonces un terrorismo voraz contra las etnias originarias y las religiones profesadas por los pobladores del territorio donde hoy se erigen los Estados Unidos de Norteamérica. Las más encarnizadas batallas fueron defendidas por las tribus sioux, comanche, modoc, cherokee y nezpercé, en defensa de sus tradiciones y de la tierra. En apenas treinta años, escasamente logró sobrevivir un octavo de los moradores.
Hoy, algunos parecen asombrarse sobre el reciente descubrimiento de fosas comunes con niños y algunos adultos de los descendientes de tribus origina-rias en Canadá, otro país norteño que fuera colonizado por Inglaterra y Francia, que el Papa Francisco recientemente repudió.
Al terrorismo étnico en Estados Unidos, le sucedió el económico, con ocupa-ción de las tierras durante la llamada fiebre del oro, primordialmente en el Oeste norteamericano. No sería posible cuantificar cuántos perecieron, cuántos fueron asesinados, cuántos pueblos autóctonos humillados, cuántos recursos naturales y tierras expropiados para engrosar la riqueza de algunos, en detrimento de la voluntad y el derecho de los habitantes originarios.
En el siglo XIX surgió otro engendro de la extrema derecha, que propugnaba la xenofobia, la supremacía de la raza blanca, la homofobia, el antisemitismo, el racismo y el anticatolicismo, corriente que fructificó tras la Guerra de Secesión, al fundarse el 24 de diciembre de 1865, el Ku Klux Klan (KKK) en la ciudad sure-ña de Tennessee.20
Concebido como un club social juvenil, se dedicó al terror, asesinando a congre-sistas, a miembros de la legislatura de Carolina del Sur y a trabajadores de conven-ciones. En 1868 fue declarada como una organización terrorista y disuelta formalmente dos años más tarde por el presidente Ulysses S. Grant, ratificada mediante el Acta de civiles en 1971, luego de que el KKK había irrumpido en sesiones religiosas de la comunidad negra, invadido hogares para robar armas de fuego, intimidado a grupos sociales del sur estadounidense y amedrentado a maestros y empleados.
El Ku Klux Klan resurge en el medio oeste entre los años 1920 y 1930 bajo el pretexto de “proteger al débil, inocente e indefenso de indignidades y ofensas por parte de los violentos y brutales proscritos por la ley y la defensa de la constitución”. Nada más lejos de la realidad. La incorporación de funcionarios gubernamentales sureños (en Tennessee, Indiana, Oklahoma y Oregón) alentó a sus promotores y en la década del 50 se resistió al movimiento por los derechos civiles, que asesinó a varios de sus miembros y a infantes, provocó una explosión en una iglesia de Alabama en 1963 y lanzó sus acciones contra prelados antirracistas, como Martin Luther King.
Una de las manifestaciones del terrorismo de Estado en territorio estadounidense durante el siglo XX fue el macartismo.21 En vísperas de la incorporación de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, el Congreso aprobó el 29 de junio de 1940, la Ley de Registro de Extranjeros (Alien Registration Act), que obligaba a los extranjeros residentes mayores de 14 años de edad, a registrar mediante un formulario sus datos personales, ocupación, creencias, tendencias y afiliaciones políticas. En breve tiempo cinco (5) millones de extranjeros fueron clasificados y fichados.
El propulsor de la Ley fue el Senador de Wisconsin, Joseph Raymond McCarthy, abocado a debilitar al partido comunista y otras agrupaciones políticas denominadas de izquierda, que “amenazaban el status político de su país”. La creación del Comité de Actividades Antiamericanas (conocido como HUAC),22 había precedido la ley desde 1938, con la finalidad de investigar a sospechosos de ser activistas antipatrióticos. La persecución se emprendió tanto contra organizaciones y personas izquierdistas como derechistas, incluido el Ku Klux Klan, que pronto fue exonerado por los políticos simpatizantes.
Entre las víctimas más acosadas por el macartismo, se encontraban centenares de personas tildadas de sospechosas, pertenecientes a la industria cinematográfica de Hollywood. Se publicó un listado titulado Canales Rojos, e incluía a 151 escri-tores, directores y actores, acusados de pertenecer a las agrupaciones subversivas aún antes de la Segunda Guerra Mundial –con el consiguiente desempleo de los inculpados–. Entre ellos el dramaturgo de origen alemán, Bertolt Brecht, los actores Charles Chaplin, Peter Seeger, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Orson Welles y el músico Paul Robeson. En 1949 el Comité (HUAC) aplicó la Ley contra el partido comunista americano, siendo acusados sus miembros de intentar el derrocamiento del gobierno.Entre ellos fue ejecutado en la silla eléctrica el matrimonio de Julius y Ethel Rosenberg. Se amplió la cacería de brujas anticomunista y las autoridades estadounidenses aplicaron el decomiso y prohibición de obras literarias, mediante métodos semejantes a los acometidos por el fascismo hitleriano.
En medio de reclamaciones y quejas, que situaban en entredicho el carácter “democrático” de Estados Unidos, el presidente Dwight Eisenhower instruyó a su entonces vicepresidente Richard Nixon, para que atacara indirectamente a McCarthy porque “algunos funcionarios del gobierno, después de haberle prestado un servicio a la nación, estaban cometiendo abusos incalificables”.
La ley macabra que había desatado sospechas, odios, intrigas, acusaciones, juicios, calumnias, amenazas, abusos y crímenes en todos los estamentos del país, fue finalmente censurada por el propio Congreso el 2 de diciembre de 1954, debido a “su comportamiento contrario a las tradiciones del Senado”.
Todas las manifestaciones y figuras del terrorismo antes enunciadas fueron utilizadas durante el pasado siglo XX, primordialmente durante la Segunda Guerra Mundial, aunque también durante la Primera Guerra se utilizaron armas y equipos prohibidos y se empleó violencia desmedida contra la población civil.
El terrorismo de Estado durante el siglo XX, concentró las prácticas del fascis-mo alemán (nazismo o hitlerismo), del franquismo en España, del fascio23en Italia, del salazarismo en Portugal y del fascismo imperial en Japón. Hiroshima y Nagasaki culminaron el terrorismo de Estado mediante el extemporáneo ataque nuclear estadounidense contra la inerme población japonesa, después de la rendi-ción incondicional de su ejército.
El apartheid en Suráfrica y Namibia, los asesinatos de Patricio Lumumba en el Congo y de Olof Palme en Suecia retardaron la liberación de los pueblos o propiciaron acontecimientos intencionados por los países imperiales. Las prácticas sistemáticas del impune sionismo israelita contra los pueblos palestino, libanés y sirio (entre otros) y la persistente amenaza contra Irán resumen diversas manifes-taciones del terrorismo de Estado en otros continentes.
La incongruencia entre las diversas teorías sobre el terrorismo origina el denominado doble rasero para su clasificación, que en líneas generales expresa una posición clasista al enfocarlo. Predominan los patrones internacionales no consensuados en los que frecuentemente los Estados más desarrollados imponen sus cánones, aunque discrepen de los criterios en países con gobiernos de proyección socialista o progresista.
Como resultado, factores endógenos en los países en desarrollo y emergentes, son descritos por los Estados imperialistas y sus principales aliados, como ocurrencia de actos terroristas, tales como: las protestas sociales, la aplicación de leyes soberanas para evitar y punir la violencia o el rechazo a acciones injerencistas contra la autodeterminación popular.
Lo expresado conduce a insistir en que el terrorismo atenta contra los derechos humanos, fundamentalmente los de la vida y la paz; pero igualmente vulnera los derechos a la alimentación, la vivienda, la educación, la igualdad de género, del patrimonio cultural e histórico, la etnia, la religión, la ecología (derecho del medio ambiente, al agua y la tierra), entre otros.
De acuerdo al área de acción y de los medios empleados, el terrorismo puede calificarse con diversas denominaciones, no necesariamente defendidos por los políticos, pero que avanzan semejantes a la clasificación pendiente desde los años 30 del pasado siglo.
En la Unión Europea y otros países del Viejo Continente
En el Siglo XX surgen nuevas categorías y métodos, que constituyen manifestaciones sistemáticas del terrorismo. La Primera Guerra Mundial saturó los campos de cadáveres mutilados, con torturas y suplicios engendrados por una ciencia al servicio de la maldad y la destrucción, el cruento sufrimiento de la población civil y del enfrentamiento entre potencias ávidas de riquezas y de expansión territorial.
En los albores de la década del 30 se expandió el terrorismo de Estado, que sería aplicado impíamente durante la Segunda Guerra Mundial:
En España, el franquismo reprimió los intentos republicanos con saña, extendida durante varias décadas. El genocidio contra la población civil en Guernica fue un débil reflejo de lo que constituiría una tiranía terrorista de Estado prolongada durante decenios.
El fascismo liderado por Adolfo Hitler aglutinó en 1939 varias modalidades del terror: el mediático—difundido por Göbbels;24 el terrorismo étnico y religioso (contra judíos, eslavos, gitanos y otras razas consideradas inferiores); el terrorismo biológico (ensayos para la preservación de la “pureza” aria y con productos químicos para la utilización del cabello, los huesos y la piel humanos con fines industriales); el bacteriológico (destinado a provocar enfermedades y eliminar a poblaciones enteras, clasificadas como “inútiles para el trabajo forzoso” y el químico: mediante los crematorios y las ejecuciones de los reconcentrados con gas.El fascismo italiano, dirigido por Benito Mussolini, fiel aliado de Hitler, sentó precedentes inhumanos en una península, caracterizada por la rebeldía patriótica. En tanto, el salazarismo portugués, con las prácticas fascistas aplicadas por la PIDE25 quedó impune y se aletargó más allá de la caída del hitlerismo y de la democracia a la usanza europea.