Sobre la traducción - Eusebio V. Llácer Llorca - E-Book

Sobre la traducción E-Book

Eusebio V. Llácer Llorca

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Beschreibung

La especulación, el análisis y las evaluaciones de las hipótesis que se suceden en los estudios sobre traducción contribuyen a hacer de ésta una interdisciplina, fascinante en sí misma e instructiva para otros campos, por cuanto todo conocimiento se desarrolla con el concurso de diversas lenguas. Aunque el proceso de traducción de un texto hasta llegar a sus lectores es con frecuencia complejo y sólo parcialmente rastreable, sabemos que de hecho la transferencia se produce. Por encima de todo, este trabajo trata de ser claro en su descripción evaluadora, ofreciendo a sus lectores una crítica bien informada de la traducción y animando a los traductores a perseverar en el empeño. Este viaje iniciático a lo largo de la historia y entre los conceptos, tiene un objetivo modesto -se inscribe dentro del marco del mundo occidental- y ambicioso, como prueba su extensa y exhaustiva bibliografía. Y por ello, los lectores no sólo sacarán un buen provecho de esta obra, sino que además la disfrutarán, y les estimulará a reflexionar en torno a la traducción, estrechando, por añadidura, sus lazos de interés por otras disciplinas.

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SOBRE LA TRADUCCIÓN

IDEAS TRADICIONALESY TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS

SOBRE LA TRADUCCIÓN

IDEAS TRADICIONALESY TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS

Eusebio V. Llácer Llorca

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA2004

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© El autor, 2004

© De esta edición: Universitat de València, 2004

© De la imagen de la cubierta: James Rosenquist, VEGAP, Valencia 2004

Producción editorial: Maite Simon

Corrección: Pau Viciano

Diseño de la coberta: Celso Hernández de la Figuera

Ilustración de la cubierta: James Rosenquist. Animals Scream

ISBN: 978-84-370-9479-3

Depósito legal: V-2926-2004

Impresión: GUADA Impressors, SL

A Esther, Nacho, Gabi y Biete

ÍNDICE

PREFACIO

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

I. DE LA PRESCRIPCIÓN A LA DESCRICIÓN: IDEAS Y TENDENCIAS. 1950-1980

1. Al principio fue el lenguaje: estructuralismo y estilística comparada

2. ¿Qué ocurre en un choque de culturas? Equivalencia e interculturalidad.

3. Comunicación e interpretación. La exégesis intertextual

4. Hablemos del proceso. Aspectos cognitivos y aprendizaje

5. ¿Cuál es la tarea del traductor? ¿Qué condiciones debe cumplir?

6. Crítica y evaluación de las traducciones

7. Soluciones traductológicas diversas en función de los distintos tipos textuales

II. TEMAS Y TEORÍAS ACTUALES. 1980-2000

1. ¿Cómo explicar la traducción cuando entran en juego distintas variables?

2. Los «Translation Studies»

3. Hacia la automatización de la traducción. Mecanismos neurológicos presentes en el proceso traductológico

4. La manipulación del lenguaje y la literatura comparada: colonialismo y subversión

5. ¿Qué son los estudios descriptivos? La unidad de traducción

6. Hermenéutica y somatismo. El intérprete, el mediador y el otro

7. Y si todo fuera más sencillo de lo que parece

III.¿QUÉ ES LA TRADUCCTÓN Y HACIA DÓNDE VAMOS EN SU ESTUDIO TEÓRICO, DESCRIPTIVO Y APLICADO?

1. ¿Qué es la traducción?

2. Marco metodológico de los estudios sobre traducción

3. Estudios descriptivos y aplicados

4. ¿Hacia dónde vamos? Perspectivas futuras

BIBLIOGRAFÍA

PREFACIO

Es para mí un honor haber sido la elegida para hacer un pronóstico y asegurar a los lectores que no sólo sacarán un buen provecho de la obra del profesor Llácer acerca de la traducción. También la disfrutarán. Por añadidura, la reflexión en torno a la traducción seguramente estrechará sus lazas de interés por otras disciplinas. Porque, ya que el conocimiento se desarrolla con el concurso de diversas lenguas, ninguna disciplina puede funcionar sin el concurso de la traducción. Pero aún más importante para los estudios sobre traducción es el hecho de que se trata de una operación que da forma a la investigación en otras disciplinas.

Sin duda, lo que sucede en realidad en la mente de un traductor o en un sistema automático es todavía hoy un misterio. Únicamente sabemos que los textos traducidos realizan su cometido. Lo que trasciende del proceso de traducción de un texto hasta que éste llega a sus lectores es frecuentemente algo tortuoso y sólo parcialmente rastreable. Con todo, sabemos que la transferencia ocurre. El profesor Llácer no pretende explicar, sino describir y evaluar, y lo consigue Nos presenta para ello tanto las especulaciones ofrecidas para explicar la traducción –incluidas las metáforas utilizadas para clarificarla– como los continuados intentos por estudiar el proceso y los resultados empíricamente. Llácer nos muestra que todas aquellas perspectivas que han merecido atención poseen un mayor a menor grado de validez –aunque algunas carezcan de ella cuando tratan de convertirse en acercamientos globales.

Si se me permite intercalar una opinión personal, es obvia la conveniencia de que se consiga explicar la traducción de una vez por todas. Aunque, ciertamente, siempre será estimulante su práctica y gratificante su estudio. Por otra parte, tanto la especulación como el análisis y las continuas puestas a prueba de las hipótesis que se suceden en los estudios sobre traducción –por no mencionar los continuos cambios de estilo– contribuyen a hacer de la traducción una «interdisciplina» siempre fascinante en sí misma, e instructiva para otros campos.

Por encima de todo, y por desconcertante que pueda parecer la traduccíón, el profesor Llácer quiere ser claro en su descripción evaluativa. Quiere ofrecer a sus lectores una crítica bien informada de la traducción, presuponiendo que la mayoría de sus lectores son o serán traductores, y animándolos con su propio ejemplo a perseverar en el empeño.

La metáfora que él mismo utiliza es la del viaje iniciático. Llácer nos transporta en un periplo a través de la historia y entre los conceptos. En su exposición, recurre apropiadamente a los teóricos de la lengua española así como a las traducciones al español de otros autores, empleando otros idiomas para conseguir adaptarla a un ámbito hispánico; dicho de otro modo, consigue una suerte de orientación espacial. Para ello, ha sido a la vez ambicioso y modesto. Modestamente, se mantiene dentro del marco de Europa –occidental y oriental–, limitando así su campo de investigación. Ambiciosamente, incluye en verdad, como prueba la extensa y exhaustiva bibliografia, cualquier discusión signíficativa dentro de este ámbito.

Quisiera concluir mi pronóstico citando al poeta y traductor del siglo dieciseis, Joachim du Bellay (1522-1560), que en Les Regrets, soneto XXXI, desea para otros una experiencia que a él se le ha escapado:

«Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage…»(Feliz aquél que, como Ulises, ha realizado un bello viaje…)

MARILYN GADDIS ROSEBinghamton, Nueva Yorkagosto de 2003

PRÓLOGO

En principio, este libro iba a ser simplemente una reedición de mi trabajo anterior Introducción a los estudios sobre traducción: historia, teoría y análisis descriptivos publicado en 1997. Sin embargo, después de revisar la bibliografía más actual y releer aquel trabajo, me decidí por alterar no sólo el orden, sino también la estructura de esta nueva obra. Para ello, he prescindido de algunos apartados y añadido otros que me han parecido más actuales y acordes con la estructura del nuevo libro. Además he combinado muchos de los apartados antiguos con otros reelaborados para este trabajo. Todo ello con el fin de dar una visión no sólo más global y razonada de la traducción, sino para presentar una redacción más clara y una explicación de los fenómenos traductivos más cercana al lector medio, y no sólo al experto o estudioso de la materia.

Por todo ello, pienso que ustedes, lectores interesados, van a poder aventurarse conmigo en un viaje en el que trataré de plantear y responder, en la medida de mi capacidad, algunas de las cuestiones fundamentales en la teoría de la traducción y los estudios descriptivos y aplicados. No obstante, he de decir aquí y ahora que este trabajo no trata en modo alguno de convertirse en un manual práctico de traducción, ni es tampoco una exposición exhaustiva de la historia de la traducción; más bien intenta conducir al lector, del modo más ameno posible, por un recorrido de reflexión sobre los presupuestos básicos de toda teoría de la traducción y de las respuestas que distintos autores expertos, críticos y estudiosos de la traducción y de otras disciplinas afines han ido proporcionando en su evolución a lo largo del siglo XX; particularmente, en la cultura denominada occidental.

El libro se divide en tres capítulos. Tras una breve introducción que es en parte histórica, pero sobre todo trata de explicar la filosofía de este trabajo, así como sus límites temporales y espaciales. En el primer capítulo, se repasan los distintos períodos del siglo XX, que se corresponden con determinadas preguntas en torno a la traducción y que, lógicamente, irán acompañadas por reflexiones de tipo epistemológico y metodológico no sólo sobre las tendencias concretas sino también sobre los conceptos esenciales utilizados y comentados por los críticos y estudiosos de la traducción. Son conceptos fundamentales para un correcto entendimiento de las teorías, métodos y aplicaciones traductivas, así como para una amplia comprensión del hecho traductológico. El segundo se centra en la actualidad, en las últimas teorías que naturalmente tienen sus bases en presupuestos de tipo metodológico, filosófico o epistemológico y se relacionan con nociones y problemas acuciantes para la traducción actualmente. Finalmente, se repasa lo reflexionado a lo largo de este viaje por los vericuetos de la traducción y se exponen las conclusiones y perspectivas sobre el futuro de los estudios teóricos, descriptivos y aplicados.

Aunque el tema pueda parecer muy denso y especializado, he tratado en este trabajo de adaptar los contenidos, a veces ciertamente abstractos, empleando un lenguaje que fuera accesible al gran público y, especialmente, al universitario medio e incluso a algunos estudiantes de enseñanza secundaria interesados en el tema. Por último, quisiera decirles que el trabajo que hoy les presento tiene en principio un motivo cultural al insertarse en un sistema educativo y universitario como el nuestro, que tradicionalmente ha estado abierto al exterior y que, cada vez más, experimenta un proceso de influencia mutua con otras universidades europeas y americanas, algo que, por otra parte, se ha reflejado en la introducción de nuevas asignaturas en muchas universidades españolas, inmersas en nuevos proyectos competitivos y en la reestructuración futura pero cercana de nuestras universidades para adaptarlas a un nuevo marco europeo único y, sobre todo, en la más reciente creación de las licenciaturas más modernas de traducción e interpretación. Por otro lado, somos muchos los que creemos que se necesita del apoyo de profesionales de la traducción en diversos ámbitos de la sociedad como la tecnología y la ciencia, los servicios y las instituciones públicas e incluso en empresas de tipo turístico o de ocio así como en el ejercicio de las relaciones jurídicas, legales o administrativas con los países de nuestro entorno.

Por todo ello, pienso que este trabajo puede ser de gran ayuda para principiantes, estudiosos y practicantes de la traducción –especialmente en la actualidad, ya que existen diversos cursos de reciente creación y otras tantas materias pertenecientes a los nuevos planes de estudio dentro de las distintas filologías y fuera de ellas, además de la ya mencionada Licenciatura en Traducción e Interpretación–, contribuyendo al acercamiento a la traducción de muchos estudiantes, como introducción general a los estudios sobre traducción y a la traductología e incluso como obra de consulta para otros profesionales de campos afines o que muestren interés de compartir una visión general de la teoría y los estudios sobre traducción.

Por último quiero expresar mi más sincera gratitud a mis amigos, especialmente a los profesores Antonia Sánchez y Nicolás Estévez, por su ánimo y comprensión; y también a aquéllos que me han combatido, por servir siempre de estímulo a mi labor universitaria, docente e investigadora. Igualmente, quisiera destacar el trato y la ayuda prestada por los miembros del Servei de Publicacions de la Universitat de València, así como al Servicio de Información Bibliográfica por las facilidades en la búsqueda de materiales. No quisiera dejar de hacer patente mi más profundo agradecimiento a la profesora Marilyn Gaddis Rose, de la Universidad de Binghamton en Nueva York, por su generosidad al haber accedido a revisar mi trabajo y redactar el amable prefacio de mi libro. Por último, quisiera una vez más reconocer de modo muy especial el siempre desinteresado y constante apoyo y colaboración de mi correctora más implacable, Esther Enjuto.

EUSEBIO LLÁCERdiciembre de 2003

INTRODUCCIÓN

Denn, was man auch von der Unzulänglichkeiten des Übersetzens sagn mag, so ist und bleibt es doch eins der wichtigsten und würdigsten Geschäfte in dem allgemeinen Weltwesen.

WOFGANG VON GŒTHE*

Existen traductores profesionales y aficionados. Entre los primeros, unos trabajan por libre –no alcanzan el 15 %– y otros están empleados por organismos nacionales o internacionales, practicando una traducción más técnica que literaria. Entre los aficionados existe idéntica distinción, ya que desgraciadamente muchos profesionales de otros ámbitos universitarios o empresariales –médicos, economistas, abogados– ejercen esporádicamente como traductores tanto en agencias privadas como públicas. Los únicos profesionales que pueden subsistir con la traducción son los dedicados a los trabajos técnicos con algún propósito práctico, como el de las relaciones internacionales políticas, económicas o científicas, en organismos internacionales tales como la ONU, las Comunidades Europeas y sus correspondientes suborganizaciones, y un número muy reducido de agencias internacionales que prestan sus servicios al mundo empresarial, quedando la traducción literaria como un hobby o segunda profesión sin ninguna seguridad económica o laboral. Y es que los traductores literarios parecen condenados a ejercer como trabajadores autónomos, con lo que comienzan a surgir los problemas.

Las implicaciones económicas negativas vienen dadas y son consecuencia, en muchas ocasiones, de las relaciones entre editor, traductor y opinión pú-blica. Los editores no suelen tener en muy alta estima el trabajo del traductor, considerado normalmente un trabajador «de segunda» y recibiendo de esta forma un salario ínfimo en absoluta discordancia con su trabajo. Una vez en el mercado, el lector medio no presta especial atención a la labor del traductor, en primer lugar porque no siempre aparece siquiera el nombre de éste y la opinión pública desconoce la naturaleza de su trabajo, considerándolo tradicionalmente un acto de mera imitación sin más dificultad que la que el uso de un diccionario pueda suponer. Tampoco se considera la enorme tensión que provoca la escasez de tiempo a la que el traductor está frecuentemente sometido por parte de los editores, una presión que frecuentemente origina fallos en el resultado final. Esta infravaloración de la opinión pública repercute inevitablemente en el editor, lo que unido a sus intereses económicos impide la justa apreciación del trabajo del traductor. Es un círculo vicioso en el que la invisibilidad del traductor a niveles estético y socioeconómico se condicionan mutuamente para producir el mismo efecto, sin importar el principio y el fin, la causa y el efecto.

Aparentemente, la demostración fehaciente de mayor creatividad por parte del traductor podría aminorar su negativa valoración e incrementar la estima por parte de la opinión pública y los editores. Pero desafortunadamente las circunstancias lo impiden, ya que el traductor depende económicamente del editor y éste de la opinión pública, por lo que el primero lejos de encontrarse en libertad de realizar traducciones –más o menos libres– apartándose de la convencionalidad, debe siempre ceñirse al sistema de valores instituidos que controla y maneja la economía y el pensamiento de la nación en el período en cuestión. Y así, según los viejos esquemas el traductor, aunque necesario, permanece en la sombra, constituyendo el puente entre culturas y apartándose de las convenciones tan sólo cuando la comprensión del texto lo requiere. Hasta que la opinión pública no adquiera conciencia de la importancia del trabajo del traductor en cualquier sociedad y deje de considerar su labor como una de carácter dudoso –en tanto en cuanto la interprete como un ataque contra la cultura de ámbito nacional–, la posición del traductor literario seguirá sufriendo la misma falta de respeto y prestigio como acertadamente señala Beatrice Joy Chute en «The Necessity of Translation» dentro de la colección de artículos The World of Translation: «The more the craft of translation is respected, and the more the necessity for good translation is recognized, the more good translations will be published» (1987: 67).

Los estudios sobre traducción han atravesado distintas épocas que han coincidido en muchas ocasiones con las diferentes corrientes de pensamiento, culturales y literarias que ha experimentado la cultura occidental. A modo simplemente de introducción, recordemos que en una primera época, que hemos denominado pre-teórica, y que abarca desde la antigüedad hasta la segunda mitad de nuestro siglo, las clasificaciones sobre la traducción son más meditaciones especulativas –enraizadas principalmente en ideologías y consideraciones políticas y sociales– que verdaderas categorizaciones basadas en una amplia experiencia. Así, los romanos Horacio y Cicerón advirtieron contra el peligro de la imitación en un momento histórico en el que la cultura helénica, tras su declive político, seguía siendo considerada como la más perfeccionada de occidente, una situación no deseada por las instituciones romanas que querían rematar su poder político con un florecimiento cultural independiente de Grecia. Con el aforismo Non verbum e verbo, sed sensum exprimere de sensu (no debe traducirse palabra por palabra, sino el sentido del sentido), San Jerónimo estaba adelantándose en muchos siglos a la tradición traductiva religiosa, una tradición que en la Edad Media opta por retomar hacia el método de palabra por palabra, más eficaz en unos momentos de afirmación excluyente de control por parte de la Iglesia cristiana.

Ya en el Renacimiento, Lutero retoma la idea de San Jerónimo, rehuir el literalismo, aunque esto no le impide seguir siendo consecuente con su ambición de convertir a más fieles al cristianismo, o mejor, a su nueva forma de cristianismo. Mediante la aparente libertad que suponen sus directrices en la lectura de las escrituras, Lutero se erige en padre protector de sus fieles protestantes, dictándoles lo que deben entender en ellas. Mientras tanto, la tradicional Iglesia católica sigue abogando, en boca de Fray Luis de León, por una traducción que se asemeje en la mayor medida de lo posible al palabra por palabra, como es preceptivo. Ya en el siglo XVII nos encontramos con una Inglaterra alejada ya de la tradición católica –también de la luterana centroeuropea– con las primeras tentativas en pos de una clasificación algo más fundada en la práctica. Así lo expone John Dryden, en 1680, distinguiendo tres tipos básicos de traducción: metaphrase o «turning an author word by word, and line by line, from one language into another», paraphrase o «translation with latitude», la traducción del sentido propugnada por Cicerón e imitation donde «the translator not only varies from the words and senses, but forsakes them both as he sees occasion».1

Llegados a este punto debemos realizar un alto para intentar marcar con claridad los períodos anterior y posterior a la Ilustración francesa. Hasta este momento, la mayor parte de los intentos de clasificación partían de la eterna antinomia sentido / literalismo. Sin embargo, a partir de este momento, se retoma el concepto de imitación del que tanto renegaron algunos autores clásicos, haciendo uso del manido eslógan «les belles infidèles». La novel cultura de masas pro-pugnada por la ilustración, verificada en España hacía doscientos años, en el Siglo de Oro –aunque de un modo mucho más proteccionista y autárquico– y la imitación de los clásicos sirve a la perfección para conquistar los objetivos sociales y políticos por parte del gobierno de la joven república. Entre tanto, en el resto de Europa continúa la eterna disquisición entre traducción libre y literal. Pero la ley pendular de la historia es inexorable y muy pronto cambian las tornas con la llegada del Romanticismo. El florecimiento de las lenguas nacionales, producto de la formación de los nuevos estados, empuja a los personajes dedicados a la traducción y al público general hacia un rechazo de las lenguas extranjeras en favor de las nacionales, en consecuencia produciéndose un retorno hacia el literalismo en menoscabo de la imitación neoclásica: «Le temps des traductions infidèles est passé. Il se fait un retour manifeste vers l’exactitude du sens et la literalité» (Leconte de Lisle).2 Es entonces cuando surge la escisión entre adaptación y traducción, una escisión que pervive en nuestros días.

Los tres estadios descritos por Gœthe necesarios para que un sistema literario alcance el ideal de la traducción son, en cierto modo, tres niveles de categorización histórica de la traducción. De acuerdo con Gœthe (1819), el último estadio correspondería a la más alta modalidad de la traducción. Tras superar los dos primeros, en los que el sistema receptor impera de algún modo sobre el foráneo, la traducción está en condiciones de conseguir una perfecta identidad entre los dos sistemas culturales y literarios, sin la prevalencia de ninguno de ellos:

Este último tipo de traducción se acerca eventualmente a una versión interlinear y facilita grandemente nuestra comprensión del original. Estamos guiados, forzados, al texto original: el círculo, en el cual la aproximación de lo extraño y lo familiar, lo sabido y lo desconocido se mueven constantemente, se completa finalmente.3

Recapitulando toda la época que comprende desde el nacimiento del capitalismo y la expansión colonial hasta la Primera Guerra Mundial, Basnett-McGuire señala en su Translation Studies las principales tendencias en las tipologías de traducción: como actividad académica con preferencia del texto original sobre cualquier versión traducida; como medio de conducir al lector inteligente hacia el texto original; como ayuda al lector del texto traducido, permitiéndole convertirse, mediante la adición de un toque de extranjerismo al texto traducido, en el «mejor» lector del texto original; como medio para el traductor de ofrecer al lector del texto traducido una elección pragmática del texto original; por último, como modo de que el traductor magnifique el texto original que se considera en un nivel cultural inferior al del lector de la lengua a la que se traduce.

Hasta aquí, este somerísimo repaso histórico con el único propósito de alertar al lector de que muchos de los problemas de los que vamos a tratar en este trabajo, ya han sido de uno u otro modo abordados por autores y personalidades de varios ámbitos a lo largo de las distintos períodos de la civilización occidental, si bien con resultados desiguales y, en ocasiones, frustraciones expresadas en escritos diversos. Pero en el intento de abordar esta etapa de la teoría de la traducción y los estudios descriptivos y aplicados, me detendré en la explicación de conceptos previos fundamentales para delimitar el ámbito de estudio.

Hablaremos, aunque no necesariamente en este orden, de nociones y cuestiones como el concepto de traducción –translación, recreación, adaptación, reproducción, «traductio» y «traslatio», etc.–, el análisis de las relaciones teóricoprácticas entre ésta y el lenguaje en los niveles inter- e intralingüístico para pasar después a considerar las funciones referencial y connotativa de todo texto literario y no literario y las posibles alternativas a la noción clásica de la traducción, la posibilidad o imposibilidad de la traducción, las relaciones de la traducción con las distintas disciplinas, afines y no tanto, la doble alternativa de la traducción como producto o como proceso, decisiva para la comprensión de ésta en términos de comunicación e interpretación, la inevitable distinción entre norma, habla y supernorma. La función traductora es un apartado de importancia extrema en el presente estudio; cuestiones tales como hasta qué punto es necesaria la actividad traductora dentro de una cultura determinada o de la Cultura en sentido más amplio: quién juzga y qué criterios se siguen para aceptar traducciones en un marco socio-temporal determinado, haciendo mención expresa a la influencia de la crítica por medio de los textos refractarios y los juegos intelectuales de poder. Deberemos entonces subrayar las diferencias entre «traducción literaria» y traducción de textos literarios, y tratar de distinguir el término de «pseudotraducción» y su relación con las supuestas antinomias de creación/reproducción, transcreación / traducción.

Los avances de la informática han introducido una nueva modalidad de traducción, por lo que no sería realista pasar por alto en este estudio las aplicaciones prácticas del ordenador así como su comparación con el proceso de información humano, que se considerarán junto con el trabajo del traductor, la relación de la traducción con la didáctica de las lenguas extranjeras en sentido amplio y, por último, la evaluación de cualquier trabajo traductivo.

Como veremos en nuestro viaje, todas estas nociones están entrelazadas dentro de las distintas teorías, en un intento por responder a problemas concretos en el nivel teórico o en sus implementaciones más prácticas y en los estudios descriptivos y aplicados. Aunque a veces seguimos un orden cronológico, quisiera advertirles, no obstante, que estas divisiones no se corresponden en modo alguno con particiones absolutas o dogmáticas, sino que se han adoptado por cuestiones principalmente aclaratorias. Del mismo modo, los autores que se citan en cada subapartado pueden, y de hecho ha ocurrido en multitud de ocasiones, pertenecer o haber pertenecido a varias corrientes, tendencias o escuelas en su evolución.

El punto de vista de los diversos autores en épocas diferentes, marca la visión que cada uno de ellos presenta sobre las diferentes cuestiones que preocupan al traductor. Quizá uno de los conceptos más importantes en el estudio de la traducción sea el de «cultura». Para algunos –como Lotman (1991)– la cultura es un sistema mediador entre el individuo y su contexto; para otros como Agar (1992), la cultura es una invención de los propios practicantes interculturales, creada para explicar las diferencias que pueden causar problemas en dicha comunicación intercultural. De acuerdo con esto, las relaciones comunicativas entre culturas serán explicadas por diversos autores de formas muy diferentes.

Así, recorreremos perpectivas filosóficas y marcos metodológicos como el debate sobre el relativismo lingüístico con Humbolt y la hipótesis Sapir-Whorf el estructuralismo lingüístico con la retórica y estilística contrastivas de Vázquez-Ayora, Vinay y Darbelnet y García Yebra, la textología contrastiva de Hartmann, las aproximaciones culturales de Nida y Taber, los acercamientos funcionalistas y la teoría del escopo de Reiß y Vermeer. Hablaremos de disciplinas relacionadas con el uso del lenguaje aplicadas a la traducción como la pragmática y la sociolingüística con Grice, Hatim y Mason, Sperber & Wilson, Gutt, la lingüística textual y el análisis del discurso, y las estrategias cognitivas.

Corrientes específicas en el tema de la traducción como la traductología alemana, con autores como Wolfram Wilss, Otto Kade y Alfred Neubert –representantes de la llamada «escuela de Leipzig», que se suelen agrupar en la Übersetzungswissenschaft, junto con los estudios de Katharina Reiss, Hans Vermeer y Christiane Nord. El denominado cultural turn al que se referían en 1990 algunos miembros de la «escuela de la manipulación» como Lefevere, Toury, Hermans, Bassnett y Snell-Hornby se debe al rechazo del tertium comparationis común a las lenguas, y que permite que los elementos de una lengua puedan llamarse «equivalentes» a los de la otra. Las tendencias culturales, comunicativas y de exégesis del sentido como los estudios de la «escuela canadiense», así como los avances en inteligencia artificial y traducción automática, y las relaciones de todo ello con la didáctica de lenguas y de la traducción, y su posible evaluación, las tendencias también en nuestro país relativas sobre todo a la «equivalencia translémica» y, por último, las perspectivas hermenéuticas y post-estructuralistas. Espero que este viaje que van a realizar conmigo, sea de su agrado no sólo en cuanto a la lectura sino también como propuesta de reflexión que intentaré, en lo posible, que sea interesante y de utilidad para la mayoría de mis lectores.

* Carta a Thomas Carlyle (20 de julio de 1827). «Por tanto, todo lo que se diga sobre los problemas de la traducción, es y será considerado como uno de los empeños más serios y transcendentales del sentir universal.» [Siempre que no se especifique de otro modo, las traducciones de las citas se entenderán como nuestras.]

1. Citado en Rainer Schulte y John Biguenet (eds.) (1992: 17). Vid. W. P. Ker (ed.) (1961).

2. Citado por Mounin (1955: 97). Vid. Prólogo a la Traducción de la Iliada de Leconte de Lisle.

3.Vid. Johann Wolfgang Gœthe, «Übersetzungen», Noten und Abhandlungen zum bessern Verständnis des westöstlichen Divans (Stuttgart, 1819).

I. DE LA PRESCRIPCIÓN A LA DESCRIPCIÓN: IDEAS Y TENDENCIAS. 1950-1980

Below the surface-stream, shallow and light, Of what we say we feel –below the stream As light, of what we think we feel– there flows With noiseless current strong, obscure and deep, The central stream of what we feel indeed.

MATTHEW ARNOLD*

1. AL PRINCIPIO FUE EL LENGUAJE:ESTRUCTURALISMO Y ESTILÍSTICA COMPARADA

Hasta el siglo pasado la tradición humanista descartaba cualquier duda sobre la presunción de la existencia de un lenguaje universal anterior a todos los conocidos –Ur-Sprache–, 1 a partir del cual se habrían desarrollado los demás a lo largo de los siglos mediante particiones sucesivas; este lenguaje se fundamentaba en una serie de esquemas pre-verbales cognoscitivos válidos, en consecuencia, para todos los lenguajes posteriores. En esta misma tradición, algunos autores –Benveniste entre ellos– se pronunciarían más tarde por la tesis de especial relevancia en sociolingüística, del lenguaje que precede y sobrevive al individuo.2 Basándose en esta tesis y según los partidarios de esta teoría, la traducción es un hecho aceptado y posible, ya que todos los lenguajes del mundo, por lejanos en el tiempo o el espacio que sean, poseen una serie de universales lingüísticos provenientes del esquema ideal universal que originó el lenguaje. Cuando se demostró la existencia de estos universales lingüísticos en todas las lenguas, la hipótesis se afianzó y fue aceptada por los estudiosos del lenguaje. Sin embargo, hay múltiples matices con que completar esta tesis y así Steiner afirma en After Babel (1975) que la cuestión principal no es si se trata de universales formales o esenciales, sino precisamente qué son y hasta qué punto son accesibles a la investigación filosófica o neurofisiológica.

En el siglo XIX, el filósofo y antropólogo alemán Wilhelm von Humboldt –quizá estudiando el mito judeo-cristiano de la torre de Babel–3 asevera en su teoría monadista que las lenguas constriñen al individuo dentro de unos límites de pensamiento determinados por ellas, ya que cada lengua percibe y delimita la realidad de forma distinta, y condicionada por la cultura en la que está inserta. Pero el círculo hermenéutico de Humboldt continúa hasta reunir y hacer coincidir principio y fin, de suerte que la cultura resulta ser, consecuencia y, al mismo tiempo, causa del lenguaje, en una relación biunívoca.4 La consecuencia fue una asunción generalizada: si cada lengua impone un cierto Weltanschauung (visión del mundo) del que ningún individuo puede escapar, la traducción –como transposición de textos entre culturas dispares– ha de ser, por lógica, imposible de realizar.5 Ludwig Wittgenstein llega a afirmar, siguiendo esta línea de pensamiento, que cada individuo posee un idiolecto creado por su propia psique y únicamente inteligible en su totalidad por él mismo: «Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen».6 Talleyrand afila aún más esta vía de restricciones y afirma que la palabra ha sido concedida al hombre para falsear su pensamiento:«la parole a été donnée à l’homme pour déguiser sa pensée» (Tayllerand, Steiner, 1975: 225). Steiner (1975) da una vuelta más de tuerca, aludiendo a la dualidad física y mental del lenguaje como creador del tiempo, su inevitable condición privada y pública, y su relación con la verdad y la falsedad. El autor afirma a este respecto que el verdadero entendimiento se consigue sólo en el silencio.

Actualmente parece que hemos alcanzado un consenso. Partimos de que el entendimiento absoluto es imposible; siempre existen zonas de interferencia e incomunicación no sólo en las relaciones interlingüísticas, sino también, y no menos importantes, en las intralingüísticas. Sin embargo, ahora también sabemos que en toda comunicación, oral o escrita, existe, de un modo u otro, un proceso de traducción de un mensaje desde un emisor a un receptor, a través de un canal que suma interferencias a las dificultades inherentes a la codificación y decodificación del mensaje. En este proceso se produce también un transvase de información, un loss and gain (pérdida y ganancia) en términos de Susan Bassnett-MacGuire, que está convencida de que no solamente puede existir un proceso de pérdida en cualquier traducción –del que se han preocupado siempre los lingüistas– sino también una ganancia con respecto al original. Baste esto para subrayar que no estamos en condiciones de negar la posibilidad de la traducción, puesto que equivaldría a negar la posibilidad de la comunicación:

Every text is unique, and at the same time, it is the translation of another text. No text is entirely original because language itself, in its essence, is already a translation: firstly, of the non-verbal world and secondly, since every sign and every phrase is the translation of another sign and another phrase. However, this argument can be turned around without losing any of its validity: all texts are original because every translation is distinctive. Every translation, up to a certain point, is an invention and as such it constitutes a unique text (Paz, Bassnett 1980: 38).7

Ortega y Gasset es una referencia inexcusable, y juzgamos necesario un repaso algo más detenido de sus teorías. Según nuestro pensador, las lenguas se formaron en diferentes paisajes por distintas experiencias, por lo que resulta natural su incongruencia. Así, es utópico pensar que la traducción es posible, porque es deseable: para Ortega, todo lo que el hombre hace es utópico y la traducción no es una excepción. El lenguaje no sólo dificulta la expresión de ciertos pensamientos, sino que también impide su recepción por parte de otros; paraliza la inteligencia en algunas direcciones. Por tanto, la traducción sólo es posible hasta cierto punto, puesto que su mayor dificultad reside en querer expresar algo en una lengua que, por lo general, lo suprime. Robert Payne coincide con Ortega a este respecto; piensa que estamos acostumbrados a la ilusión de que las palabras significan lo que creemos, pero los significados cambian rápidamente, al igual que las formas, ganando o perdiendo peso según el entorno. Esta circunstancia hace imposible la tarea de los traductores: «The impossible becomes possible only by «magic», that is to say, when a word occasionally gets left out, the translator reads it, absorbs it, dreams it, and at last he leaves it out. This is, perhaps the only possible solution» (Payne, 1987: 364). A pesar de todo, Ortega pide en un escrito posterior que su línea de pensamiento no sea calificada como destructiva, ya que su objetivo no apuntaba sino a concienciar a los autores de la dificultad de la tarea traductiva.

Otra cuestión a considerar es el concepto teórico tradicional de la traducción como adecuado o inadecuado a nuestros fines, o la posibilidad de traducciones tradicionalmente ideales desde el punto de vista de traductores del siglo XX. Jacques Derrida habla del mito de la torre de Babel en un artículo del mismo nombre, recordando que si bien la historia habla del origen de la confusión de las lenguas, de la irreductible multiplicidad de idiomas y de la necesaria e imposible tarea de la traducción –su necesidad como imposibilidad–, en general se presta poca atención a este hecho, ya que esta narrativa se lee con frecuencia en traducción: «Tal incongruencia se encuentra marcada en el mismo nombre de Babel; que a la vez se traduce y no se traduce a sí mismo por una deuda insolvente, a él mismo como si fuera otro. Esta es la actuación babeliana» (1992: 226). Así explica Derrida la paradoja de la posible imposibilidad de la traducción que nos persigue desde tiempos inmemoriales, más una cuestión retórica que un problema real en el que no debemos estancamos por motivos filosóficos o metafísicos: «the belief in the impossibility of translation is a myth that sprang from the lack of clarity about it […]. One such myth is the concept of exactness […]. Sometimes the myth of exactness is reduced into the myth of equivalence».8 También Robinson expresa su punto de vista sobre esta cuestión: el ideal perfeccionista de la tradición occidental cristiana es la consecución de un vehículo perfecto que corporice el verdadero significado encarnado imperfectamente por el texto en la lengua origen. El problema comienza en el sentimiento de frustración, para el que estamos programados ideosomáticamente por saber de antemano que no podremos alcanzar nunca el ideal de perfección; es decir, la traducción perfecta es imposible y traduttore siempre se identificará con traditore:

Le discours «classique» sur la traduction pose quatre termes que toute traduction doit, autant que possible, réconcilier: fidélité et adaptation, esprit et lettre (Saint-Pierre, 1982: 247).

Hablando ya de teorías en sentido estricto, más que de pensamientos dispersos, John C. Catford plantea en su obra A Linguistic Theory of Translation (1965) la teoría de la traducción como una teoría inserta en los límites de la lingüística aplicada pero también de la lingüística comparada y habla de los distintos niveles: «any theory of translation must draw upon a theory of language –a general linguistic theory» (1965: 1). Para él, la traducción consiste en el reemplazamiento de material textual en una lengua 1, por otro material equivalente en lengua 2.9 También distingue entre full y partial translation, refiriendo la primera al texto completo, mientras que en la segunda sólo algunas partes son traducidas. Al hablar de los diferentes grados opone rank-bound a unbounded, definiendo la primera como la traducción restringida (restricted) a ciertas categorías en la jerarquía gramatical y la segunda, como traducción total (total) que se realiza comúnmente con obras literarias y que él denomina normal total translation.

El lingüista dedica varios capítulos a las diferentes traducciones parciales –fonológica, léxica y gramatical, grafológica y transliteración– y establece las diferencias entre las dos últimas. Pero quizá su aportación más original pueda resumirse en la llamada translation equivalence, consistente en la equivalencia funcional de un texto de la lengua 2 con respecto al texto en lengua 1. En este sentido, Catford escribe:

In total translation, SL and TL texts or items are translation equivalents when they are interchangeable in a given situation. This is why translation equivalence can nearly always be established at sentence-rank –the sentence is the grammatical unit most directly related to speech-function within a situation (1965: 49)10

Catford distingue entre la equivalencia funcional, basada en la observación de un texto en lengua 2 como equivalente de otro en lengua 1 –en una situación preestablecida–, y la correspondencia formal, relativa a la característica por la cual una categoría en la lengua 2 puede ocupar una situación similar –tan similar como le sea posible dentro de las estructuras de dicha lengua– a la categoría inicial dada en las estructuras de la lengua 1. Así mismo, define translation rule como «an extrapolation of the probability values of textual translation equivalences» (1965: 31). En otras palabras, ante un texto suficientemente significativo, las probabilidades de equivalencia pueden de alguna forma agruparse en reglas aplicables a la mayoría de los casos. Estas reglas son en todo punto aplicables al proceso de traducción automática por su capacidad de generalización como instrucciones operacionales, ofreciendo así un marco muy práctico para la búsqueda de unidades contextuales en traducciones posteriores.

Con estos antecedentes, Catford deduce que la posible traducibilidad de textos no es algo definible en términos absolutos sino siempre sujeto a cierta relatividad. La traducción total depende de la relación situación-sustancia establecida entre el texto 1 y el texto 2. Los términos linguistic untranslatability y cultural untranslatability remiten a las dos circunstancias que pueden provocar el fracaso de la traducción.11 Dentro del primer grupo, Catford define shared exponence como cualquier forma de ambigüedad producida por un sincretismo gramatical, semántico, léxico o morfológica en uno o varios niveles de una lengua en cuestión, p.e. la forma grafológico «banco» es común a varios lexemas con rasgos semánticos diferentes que pueden, en ciertos casos, prestarse a confusión. Los términos polisemia y oligosemia pertenecen al segundo grupo de posibles agentes causantes de ambigüedad. Mientras la intraducibilidad lingüística es producida, en gran medida, por diferencias estructurales existentes entre la lengua base y la lengua receptora, la cultural entra en relación con diversos factores y, por tanto, no es tan definitoria como la lingüística. Catford concluye al fin que ambas formas se pueden incluir en el concepto de intraducibilidad colocacional, en tanto en cuanto el problema fundamental en ambas reside en la imposibilidad de encontrar un equivalente de la lengua 1 para la lengua 2, referido a la misma colocación o situación en la cadena discursiva.

Quizá la aportación más importante y original en la teoría de Catford reside en lo que él denomina shifts, divididos en dos grandes apartados. Los primeros, level shifts, se refieren a la sustitución de un elemento perteneciente a un determinado nivel en la lengua l por otro de distinto nivel en la lengua 2; así, la traducción del subjuntivo español al inglés debe realizarse, por lo general, en otro nivel de la lengua, ya que en inglés rara vez se expresa el modo subjuntivo y cuando se hace, es a través de formas usadas también en el indicativo. Los segundos, categorial shifts, considerados contradicciones en la correspondencia formal entre ambas lenguas, se dividen en estructurales, de clase, de unidad e intrasistémicos. Los cambios estructurales se producen con frecuencia entre lenguas con estructuras superficiales muy diferentes como el inglés y el chino. Los de clase se dan con mucha facilidad debidos a pequeñas diferencias funcionales entre las lenguas, por ejemplo «a literature student» / «un estudiante de li-teratura.» Los cambios de unidad se relacionan fácilmente con razones estilísticas, como en «my mother is an architect» / «mi madre es arquitecta.»12 Finalmente, los cambios intrasistémicos se relacionan con diferencias distributivas propias de cada lengua, aun cuando éstas no impliquen diferencias estructurales entre ambas; así la gama de colores difiere notablemente en español y alemán, aunque ambas contemplen los mismos tonos en el espectro luminoso.

Catford cataloga los diferentes niveles discursivos –idiolectos, sociolectos, registros, estilos y modalidades–, y les otorga gran importancia en la discusión de su teoría, subrayando las diferencias existentes en sus ámbitos de acción. Este acercamiento, si bien da buena cuenta de los procesos seguidos en traducción, no presenta un plan definido de tratamiento de los textos. Sus ejemplos son muy aislados y fuera de contexto, siendo muchas veces discutibles. El autor dedica demasiado espacio a clasificar los distintos tipos de traducciones, antes de llegar a la total translation, aunque deja perfectamente definidos conceptos tan importantes como el de la functional equivalence, translation rule y las causas de ambos casos de untranslatability. Sin lugar a dudas su mayor aportación radica en los linguistic shifts; si bien los explica con amplitud, no queda absolutamente clara la diferencia entre los level y categorial shifts. Aunque se habla de unit, tampoco establece un límite preciso para el concepto de unidad de traducción. Sin embargo, y para finalizar con Catford, aclara perfectamente el fenómeno universal de los niveles discursivos, pieza de toque en la correcta realización de cualquier traducción.

Desde una perspectiva lingüística distinta, Jean Paul Vinay y Jean Darbelnet, pertenecientes a la Escuela Canadiense, publican en 1958 su trabajo Stylistique comparée du franςais et de l’anglais. Méthode de traduction. Como el título nos permite adivinar esta obra –que parte de los trabajos de Charles Bally en un análisis más allá de la morfología y la sintaxis– consiste en la confección de una lista más o menos amplia de los contrastes existentes entre las lenguas inglesa y francesa en niveles léxico, morfosintáctico y de mensaje dentro de un marco estrictamente interlingüístico. Como los propios autores afirman en su definición de estilística hay que distinguir entre,

la stylistique interne qui étudie les moyens d’expression en opposant les éléments affectifs aux éléments intellectuels à l’interieur d’une meme langue, et la stylistique externe (ou comparée) qui observe les caractères d’une langue tels qu’ils appraissent par comparaison avec une autre langue. Le present ouvrage se place indifféremment aux deux points de vue et, à l’ocassion, établit en outre des rapprochements entre les moyens d’expression des deux langues en présence.13

Distinguen entre el plano de la realidad y el de la abstracción, que identifican respectivamente con el idioma inglés y con el francés, así como entre elementos afectivos y elementos intelectuales. Para los autores no existe la pretendida homogeneidad de la que hablaba Saussure; en su lugar existen distintos registros en las distintas lenguas. Quizá lo más característico de las estilísticas comparadas estribe en los llamados procedimientos de traducción; Vinay y Darbelnet distinguen dos: el de traducción literal y el de traducción oblicua. Entre los primeros incluyen el préstamo, el calco y la traducción literal, mientras en los segundos colocan la transposición o cambio de función, la modulación o cambio de punto de vista, la equivalencia o el cambio de procedimientos de expresión y la adaptación o equivalencia de tipo cultural. Al final de la obra incluyen un glosario que explica los conceptos manejados durante la exposición de su teoría.

Aunque los trabajos de Vinay y Darbelnet marcaron un hito en la época de su publicación, hoy día no se consideran sino un paso más hacia la consecución de una teoría integradora de la traducción, ya que las unidades analizadas se encuentran descontextualizadas y no se analizan más que resultados, sin detenerse a explicar el método empleado.

En nuestro país, Valentín García-Yebra expone en Teoría y práctica de la traducción (1982) su modelo comparativo lingüístico. Las aportaciones más originales de García-Yebra se refieren al comportamiento del castellano frente a otras lenguas –inglés, alemán y francés– examinando varios aspectos. El primero remite a la estilística en relación a antinomias tan relevantes en traducción como concisión-economía / ampulosidad, carácter sintético / analítico, carácter descriptivo / intuitivo, carácter emocional / intelectivo, etc. En segundo lugar se refiere a estructuras paradigmáticas –fonéticas, léxicas, morfológicas, sintácticas, semánticas y discursivas– y, por último, a las relaciones extralingüísticas (culturales, religiosas y pragmáticas).

Dentro del plano fónico, García-Yebra hace una reflexión histórica sobre la consideración del simbolismo de los sonidos lingüísticos aislados. Aunque concluye que estos últimos no significan nada por sí mismos, sí se detiene en una clasificación de los simbolismos en los casos de onomatopeya u otras palabras expresivas que denomina metáfora sonora, gesto sonoro y simbolismo fonético. Mientras la onomatopeya, universal lingüístico aunque arbitrario en cada lengua, se produce cuando los elementos de una palabra tratan de reproducir el sonido de algo («runrún»), la metáfora sonora («palpitar»), el gesto sonoro («tata») y el simbolismo fonético («lindo») se definen como diferentes manifestaciones relacionadas con la translación o relación de los sonidos de la palabra con su significado. Todos ellos suponen frecuentemente una gran dificultad en traducción, puesto que son arbitrarios en cada lengua y, por tanto, muy difíciles de prever (especialmente las onomatopeyas). Comenta después simbolismos fónicos en grupos de palabras, es decir, la aliteración como fenómeno común a todas las literaturas; ésta puede ser vocálica, consonántica o mixta. Igualmente se discuten otros elementos poéticos como la rima, el ritmo con sus características de timbre, tono, intensidad y duración, y la oposición entre eufonía (combinación de palabras que resulta en un efecto agradable al oído) y cacofonía, el efecto contrario.

Reflexionando sobre préstamos y calcos de lenguas extranjeras, García-Yebra hace una salvedad: si bien pueden resultar cacofónicos y extraños, muchas veces es conveniente mantenerlos para evitar circunloquios innecesarios.14 Del mismo modo, los anglicismos son clasificados según los errores que resultan del mal uso de preposiciones, las colocaciones impropias, las incorrecciones léxicas, la incorrecta utilización de la conjunción «que», los abusos de la voz pasiva, la ordenación torpe de las palabras, la redundancia, la concisión excesiva, la inadecuación en el uso de modos y tiempos verbales, los verbos desnaturalizados, el uso impropio de los deícticos y las incorrecciones morfológicas. García-Yebra ilustra cada caso con ejemplos y propone soluciones adecuadas en cada caso.15

Al final de la segunda parte el autor hace una reflexión sobre la conveniencia de la traducción palabra por palabra, y concluye que ésta es a menudo imposible ya que, aún entre lenguas con gran similitud estilística y estructural, la traducción se complica a medida que aumentan los límites del discurso. La tercera parte dedica más espacio al estudio comparado de las discrepancias entre el castellano y las lenguas antes mencionadas. No nos extenderemos en este capítulo puesto que sería divergir demasiado respecto al tema de este trabajo. Baste decir que en el se discuten las discrepancias más sobresalientes en los usos de las diferentes partes de la oración –artículo, pronombre, adjetivo, verbo y preposiciones.16

E1 tratado de García-Yebra se concentra en explicaciones lingüísticas de tipo comparativo que ayudan en gran medida al traductor; sin embargo, no apuntan a una visión global del proceso traductivo. No se trata, por tanto de un método de traducción, sino de la ejemplificación práctica de los procesos acontecidos en la traducción –sin sobrepasar la oración en la mayoría de los casos– acompañada de explicaciones gramaticales que si bien en algunas ocasiones abruman por su detallada exactitud lingüística, en otras fallan por no estar insertas en un plan de actuación determinado, es decir, en el nivel intertextual.