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Un librito precioso e insólito que constituye un aporte original a la cultura del fútbol y a la poesía. Un petit livre précieux et insolite qui constitue un apport original à la culture du football et à la poésie. A precious and unusual little book which constitutes an original contribution to football culture and poetry.
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Seitenzahl: 36
Para Ilse, mi alemana
Estos sonetos son versos que intentan transmitir razones y recuerdos encontrados. Apuntan al juego de rimas, en la huella de la poesía popular, a veces con un tono deliberadamente forzado, siempre con inspiración francesa. En su mayoría fueron escritos durante las primeras semanas del confinamiento determinado por la pandemia de covid . Algunos datan del año 2003 y se refieren a seres queridos de la juventud. Todos se ciñen a la misma forma soneto, con versos de ocho pies y exigencia gala de rima rica. El Soneto invertido, último de la serie, vuelca el sistema habitual en 4-4-3-3, inaugurando un dispositivo de juego más ofensivo en 3-3-4-4, con los dos bloques de tres versos atrás y los dos de cuatro en clara proyección atacante.
Chantilly (Francia), 26 de abril de 2020
Pelota de Omar Traoré
Noche 16-17 de julio de 1950
Cámara lenta con Dios
Táctica
Pelota de goma en la Aguada
Lago del ganso salvaje (66’)
Lev Yashin, черный орел
Gol de Ghiggia
Solé
Luis Cubilla
Estadio Centenario
Con Alberto en la tribuna
Chilena de Manicera
Sorocabana café
Admirez la technique de Rocha
Mineirazo 8 de julio de 2014
Aparición de Pelé
Mazalí 1930
Las selladas
Vicente
Yerba Sara
Confinado
Renkonto
Diez estrellas
Esférico 2003
Deportivo Francés
Back Bach 2003
Nombre premonitorio
En el liceo de mi padre
Perla
Equipo (con Spencer y Joya
)
Segundo tiempo. Berna 1954
El abuelo
Sombra azul
Recoba igual
Soneto invertido
Omar Traoré vive en Keur Massar, suburbio de Dakar (Senegal), y fabrica pelotas artesanales con papel de diario. Este soneto evoca una de esas pelotas, diseñada en 2010, cuando Traoré tenía trece años. La foto del objeto figura en la página 79 del libro laar1 publicado por los artistas belgas Éric Dederen y Jacques Faton (taller Graphoui) en 2012.
Apretando prensa vieja,
cola y bolsas de nilón,
Omar Traoré hizo un balón.
Un defensa lo despeja,
y por el cielo de Dakar,
un aviso de color
le diseña un gajo en flor
bajo el pellejo de nácar.
Como tiene sus defectos,
el balón produce efectos
que interpelan al tropel.
Y cuando el meta la arroja,
desparrama tierra roja
la pelota de papel.
Obdulio Varela fue el emblemático capitán «negro» del conjunto nacional uruguayo que ganó la Copa del Mundo de 1950. Al término del encuentro decisivo, los observadores locales atribuyeron al mediocampista oriental un papel determinante de líder. Y es cierto que, para este carismático organizador, el fútbol era, sobre todo, «una cosa mental». El día de la victoria, después de cenar en el hotel, desoyendo advertencias de los compañeros sobre un clima de hostilidad del público local, Varela decidió salir. Reconocido por los vecinos cariocas, pasó la noche con ellos, tomando cervezas, confraternizando su emoción y recorriendo la ciudad hasta la madrugada.
De los flamantes campeones
mundiales, el capitán
fue el mayor de los leones,
el negro jefe, el titán.
Pero ahora, va desnudo
titubeando. La viveza
de la cancha le hace un nudo
en la garganta. La cerveza
que en los bares del Río eterno
tantos cariocas fraternos
le regalan, no lo alegra.
Menos aún lo redime. Negra
como esa noche de julio,
la culpa atormenta a Obdulio.
La película grabó para la eternidad el drama interior que avasalló al fino guardametas del Brasil, Moacir Barbosa, cuando el puntero derecho uruguayo Alcides Ghiggia anotó el segundo tanto. Pese a que la prensa lo designó mejor arquero del campeonato, Barbosa fue señalado por sus compatriotas como el gran culpable de la debacle del equipo que lucía entonces vestimenta blanca. Hasta la última hora de su vida, padeció la condena popular alimentada por dirigentes brasileños desde la altura de los poderes políticos y deportivos. La Seleção se negó a alinear guardametas negros hasta la titularización de Dida en el Mundial de Alemania de 2006. Barbosa murió el 7 de abril de 2000. Hasta el día de hoy no ha sido rehabilitado.
Quebrado, bajo la carga
de fúnebres pesadillas,
el golero abre su amarga
ceremonia de rodillas.