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Es un volumen en el que su autor Emir García Meralla hace una recopilación de artículos escritos y publicados donde realiza un análisis critico acerca de la música, álbumes, temas, músicos cubanos y otros aspectos interesantes acerca de los diferentes géneros que integran el amplio caudal de la cultura musical cubana.
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Seitenzahl: 212
Veröffentlichungsjahr: 2018
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Edición y corrección: Nancy Maestigue Prieto
Diseño y composición: Rafael Lago Sarichev
Conversión e-book, ajuste de imágenes y revisión: Rafael Lago Sarichev
© Emir García Meralla, 2018
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas Artex, 2018
TR3S PALABRAS… Y ALGO MÁS…
Colección Música
ISBN: 978-959-7245-77-3
Sin la autorización de la Editorial queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución del contenido.
Ediciones Cubanas, ARTEX
5ta. Ave., esq. a 94, Miramar, Playa, Cuba
E-mail: [email protected]
Telf: (53-7) 204 5492, 204 3586, 204 4132
https://www:youtube.com/user/BisMusicOfficial
Tr3s palabras… y algo más... es un volumen en el que su autor Emir García Meralla hace una recopilación de artículos escritos y publicados donde realiza un análisis crítico acerca de la música, álbumes, temas, músicos cubanos y otros aspectos interesantes acerca de los diferentes géneros que integran el amplio caudal de la cultura musical cubana.
Emir García Meralla (La Habana, 1965). Musicógrafo, periodista, guionista y consultor cinematográfico en temas musicales. Desde hace años trabajos suyos sobre acontecimientos de la música cubana se publican regularmente en diversos medios cubanos y extranjeros. Guionista de la película Facundo Bacardí la leyenda del ron, producción de la Televisión de Cataluña, y asesor del largometraje cubana Bailando con Margot. Tiene dos libros publicados: Hágase la timba (Ediciones Nicosia, 2001) y Apuntes para un baile inconcluso (Ediciones Cubanas, 2018).
Tr3s palabras... y algo más... (Locos X la música) es su primer libro digital donde se aborda un análisis crítico de la discografía del sello BISMUSIC en los últimos 15 años, desde una perspectiva amena.
TR3S PALABRAS… Y ALGO MÁS…
LA EVOLUCIÓN DE DAVID BLANCO Y LA MÍA
JACKELINE VELL O CÓMO MIRAR EL POP DE OTRA MANERA
POP CUBANO: ENTRE EL IR Y EL VENIR DE UNA UTOPÍA
CUBANOS POR EL MUNDO E INTERACTIVO… ¿Y LA MÚSICA QUÉ…?
LAS DEUDAS DEL ROJO O EL AMOR DE KELVIS
OTRO GOLPE DE BAJO
MÚSICA A LA CARTA O UN BUEN AÑEJO SONORO
MÁS ALLÁ DEL OTOÑO: DEL VERSO, LA VOZ Y EL ALMA
MARÍA VICTORIA Y PANCHO AMAT: SI DE RAÍCES SE TRATA... ENTONCES...
LÁZARO VALDÉS Sr. O CÓMO LA MÚSICA FUNCIONA
LA INDETENIBLE NOVEDAD DEL SON
HAILA, TAL PARA CUAL
GENTE CITADINA Y UN CoraSón QUE SE EXPANDE EN ENFUSIÓN (I)
GENTE CITADINA Y UN CoraSón QUE SE EXPANDE EN ENFUSIÓN (II)
GENTE CITADINA Y UN CoraSón QUE SE EXPANDE EN ENFUSIÓN (III)
ENTRE LAS DOS AGUAS DE CELINA, MARÍA VICTORIA Y OTROS CANTOS Y RITOS
EL QUE MÁS GOZA O ESAS COSAS DEL DANZÓN
DE CUANDO EL SON TOMA LA RUTA DEL RETORNO O DA UN SALTO MÁS ALLÁ DE LO IMAGINABLE
DE CUANDO EL CHARANGÓN DE REVÉ ERA EL COMIENZO DE ALGUNOS CAMINOS (I)
DE CUANDO EL CHARANGÓN DE REVÉ ERA EL COMIENZO DE ALGUNOS CAMINOS (II)
CIERTAS PALABRAS… DE MARTA Y DE HAYDEÉ
FANTASMAS CLÁSICOS Y CUBANOS AL SAXOFÓN
CANCIONES DE BOLSILLO… ALGUNAS COSTURAS NECESARIAS
CAMARERO DÉJEME ESOS BOLEROS (I)
CAMARERO DÉJEME ESOS BOLEROS (II)
CASOS Y COSAS DE JUANA
CALENTANDO EL RITMO CON EL CONJUNTO CASINO
QUÉ JÓVENES SON AUNQUE DEL CAYO VENGAN
FRENAR O NO FRENAR… ¿THAS IS THE CUESTION?
ORQUESTA REVÉ: DEL AGUA AL ASFALTO… ¿…QUÉ SE COMENTA…?
ADALBERTO ÁLVAREZ: APAGA EL FOGÓN Y PRENDE EL CD
MARCANDO LA DISTANCIA
GIRALDO PILOTO, KLÍMAX Y LA DEUDA QUE AÚN SUEÑA
ADALBERTO ÁLVAREZ, EL SON Y UN GRAMMY AL DOBLAR DE LA ESQUINA
BE (AT) CUBANO… CUBANO BOP
Y VUELVE BIS OTRA VEZ CON EL CUENTO DEL TRABUCO
NOVIA DE FRANK… NOVIA DE TODOS… NOVIA MÍA…
La economía, como ciencia, es aplicable a todas las esferas de la vida, el hacer y andar de los hombres. De ese hacer y andar se ha definido a la música como un todo que agrupa dos de los peldaños sobre los que se ha alzado el saber: las matemáticas y la literatura. Imaginemos a Pitágoras de Samos músico y a Don Miguel de Cervantes matemático, agreguemos a nuestro coctel de sabiduría a Adams Smith como arreglista y orquestador…; solo faltan la guinda, la hierba buena, la angostura y el hielo. Lo servimos en un vaso de ocho onzas (bien largo); adornado con una rodaja de piña y podemos nombrar al trago de marras: Bolero.
Acoto, amigo lector, que la paternidad de la criatura sería compartida por muchos; de hecho cada maestro cantinero —bar tender se hacen llamar hoy, a tenor con los nuevos tiempos— tiene su propia manera de preparar tan sofisticado brebaje que por más de un siglo ha acompañado las cuitas, los desvelos y anhelos de amantes, seres despechados, naciones conmovidas y cuantas especulaciones se nos puedan ocurrir mientras se disfruta del placer del amor y el desamor.
Por uno de esos vericuetos que tiene la vida, y que recorremos la mar de las veces en paralelo con ella, hace un tiempo que por estos lares se le conoce como «cheos» a quienes aman este coctel; y es que beber en los bares donde José José; José, que no Cheo, Feliciano, Roberto Carlos, y otros tantos campean por su respeto demerita a algunos y habla de cierta condición estética reprobable por los demiurgos del «buen arte y buen gusto». Otra causa para ser denostado como todo un vulgar «cheo» tiene origen lombrosiano e involucra al barrio o reparto en que se ha nacido y se vive en la ciudad… Aquí me permito citar a don Nicolás Guillén, cuando afirmo: «¡Puaf, pura porquería!».
Lo anterior sirve de preámbulo para presentar el CD Así no más, de Emilio Veitías y TR3S Palabras; producido por BIS MUSIC y en el que está presente el amor por «lo cheo» de José (otro más) Manuel García y que fuera presentado en la edición veinte del CUBADISCO de 2016.
Definamos que Emilio Veitías es conocido en el ambiente musical como baterista de agrupaciones de pop/rock, en los que ha dejado su impronta, de la que otros hablarán en su momento; pero por obra y gracia de la vida, acompañado de una guitarra se nos presenta hoy con once temas en los que manifiesta su pasión por el bolero; pero no el bolero de martillo y punteo de guitarra, o aquel otro de orquestaciones fastuosas, vinieran de conjuntos o jazz band; tampoco es el bolero de dos guitarras y requinto de los grandes tríos. No, es el bolero de estos tiempos, cargado de influencias del blues, del funky, o de la bossa nova; y que refleja las inquietudes y frustraciones amorosas de su generación y/o de quienes lo rodean.
Son temas sencillos, sin grandes alardes lingüísticos, ni imágenes rebuscadas, que están pensados para la cotidianidad del hombre que vive en tiempos de Facebook y Twiter, y se soportan musicalmente en una formación cercana a lo acústico que no pasa de un simple trío de dos guitarras y batería, más algunos añadidos sintetizados —o secuenciados— para dar color musical.
Pero este decir no surge de manera espontánea, no es el agua tibia, tuvo antecedentes en los años sesenta con las composiciones de Armando Manzanero que cantaban a lo cotidiano desde la humildad y evitando los desgarramientos superlativos presentes en las obras de quienes lo precedieron. La referencia más cercana, en nuestro contexto, bien se pudiera encontrar en algunas composiciones de Osvaldo Rodríguez o de Vicente Rojas, salvando las sabidas distancias estéticas.
Así no más es un disco calmado, tal vez interpretando la personalidad de Veitías, superado el instrumento de percusión, que no satura mientras se escucha, por lo que el aburrimiento o la saturación parecen desterrados en su música.
Emilio Veitías ha bebido de la buena literatura; debe haber leído los poemas de Jorge Luis Borges, las novelas de José Donoso y el teatro de Pirandello; pero también carga en sus alforjas con lo mejor del jazz, el rock y el pop hecho en el mundo y aquí, incluyo la rebeldía inagotable de los Rolling Stone y la genuflexión propia de la clase media de Los Beatles. Del mismo modo que no reniega de Sindo Garay, de María Teresa Vera y de Benny Moré; pero también sabe de la existencia de Los Panchos, del Trío Taicuba; de Silvio, Pablo, Sabina; con ellos tiene 180 grados del circulo vital en que mueve su música; la otra mitad de esta circunferencia corresponde a «o cheo» y no se avergüenza de ello, gesto loable de quien con hidalguía sabe de la virtud de toda la música.
Así no más, bien puede ser una puerta para que los puristas musicales entiendan que «ser cheo» está en la idiosincrasia de cada uno de nosotros, o ¿es que acaso una decepción amorosa, o el sentir la adrenalina y el despertar de las hormonas cuando se descubre «el objeto/sujeto amado» requiera de Vivaldi y Debussy para vivirlo…» y qué decir entonces de quienes al amor ponen poesía de Rimbau?: pacatos y epatantes… José (nos siguen, será coincidencia) Ángel Buesa es más reconfortante y terrenal.
Economía y literatura hay en esta producción y por qué no un poco de filosofía que trasciendo a Kant y a Spinoza (yo confio más en Chacumbele cuando del corazón se trata), que muestra otra arista del pop cubano actual.
Y hablando de economía suscribo entonces la frase del compositor cubano Osvaldo Farrés, una vez terminada la audición de este disco, cual cheo cotidiano: «¡Cómo me gusta!».
Confieso que estoy en franca evolución musical; ahora; además de la buena salsa, la buena rumba y un buen timbón comienza a gustarme el pop. Digo pop y afirmo que comienza a gustarme no por modismo o por la sencilla razón de que es necesario estar en la onda pop para no salir del candelero; simplemente comienza a gustarme y al igual que con las mujeres y el buen ron soy selectivo. Los años de vida me permiten ese desliz.
Del pop que comienza a gustarme tengo mis parcelas y en una de ellas me he permitido un surco para David Blanco, quien poco a poco ha venido llenando mis expectativas y superando mis cada vez más odiados niveles de exigencias. Hagamos justicia a mi gusto y de paso a este «otro Blanco» de la música cubana.
Hace ya unos diez años en la oficina de Federico García, que por aquel entonces era uno de los zares de la música cubana cuando presidía Caribean Production Inc.; tuve la suerte de conocer al productor musical español Cejú Monzón quien entre tragos y fanfarronerías propias del mundillo de la música me habló del potencial de algunos jóvenes músicos que había venido descubriendo y que pensaba lanzar en el mercado español; lo que a diferencia de su compatriota García, su mundo era el de la música pop, el rock y otras tendencias. En aquella oportunidad no hubo nombres aunque meses después Federico García, su compañía y sus sueños musicales desaparecieron del mapa social; no así Cejú Monzón que hubo de mudarse a unas cuadras de mi casa y por vez primera me habló de David Blanco, cuyo nombre retuve asociándolo con el de los «otros Blancos» de la música cubana (en especial el gran JUAN y sus hijos Juan Marcos y Enmanuel); a pesar de que para aquel entonces mis sueños musicales se concentraban en las noches habaneras dentro de la revista Salsa Cubana.
Pero soy un hombre de música y me corren notas por las venas.
Una vez superado el error del Milenio volví a encontrar al promotor español y con detenimiento escuchamos las maquetas de lo que sería el primer disco de David Blanco y cuál fue mi sorpresa al encontrarme con «otra» interpretación de la música cubana desde el pop que no había imaginado. Eran las bases del disco que lanzó a Blanco al mercado tanto cubano como español, el mismo año en que Moneda Dura ponía a bailar a toda Cuba con aquello de la Buena onda, una timbita light como la definiera mi amigo Helio Orovio. Entonces lo cubano aún hacía furor en el mundo y si no girabas en la órbita de lo tradicional (sones de tónica y dominante reciclados a cualquier precio) estabas fuera de lugar. Era cierto había otra zona de la música cubana que desde lo auténticamente nacional se comenzaba a abrir paso con una pluralidad asombrosa; solamente tenía una pose indefinida y era que le llamaban «fusión» y en el saco de la «fusión», además de uranio caben cualquier cosa y cualquier gente.
Sin embargo el causante de mi prístina atención hacía la música de David Blanco fue mi amigo Fito, uno de los más osados y antiguos guitarrista de rock y de funk en Cuba que era miembro de su banda. Según él, David estaba tan loco que por momentos mezclaba a Enrique Bonne con Fredie Mercury y «sonaba cubano…, es auténtico».
Ahora, justo cuando comienzo a enfrentarme al pop cubano contemporáneo, nada más recurrente que la definición anterior para escuchar el más reciente disco de David Blanco publicado por el sello BIS MUSIC: La evolución, que como marca identitaria retoma el símbolo hippie aderezado por una estrella, lo que deja espacio a la «diversidad y la pluralidad», tanto musical como humana. Y como nuestra música es en esencia y en presencia, plural, entonces hagamos uso de tal valor para entender a David Blanco partiendo del presupuesto que este «cheo» se puede permitir tal licencia por una vez.
Comencemos por el diseño, que es desde siempre la carta de presentación de cualquier producto musical y en la discografía moderna garantiza un alto por ciento de ventas y de aceptación entre los que gustan de la música. Un disco con un diseño feo está condenado a coleccionar polvo en las tiendas especializadas por mucho que se someta al privilegio de las «ofertas»; ese es un l.q.q.d. (lo que queda demostrado) inobjetable.
Alejandro «Compota» Pérez y Tomás Miña han unido nuevamente sus talentos en este fonograma y con economía de recursos y buen gusto apelan al impresionismo como primer argumento para presentarnos en primer plano a un David Blanco que busca en las alturas, o en el más allá de la creación, bien inspiración, bien puede ser paz, o bien puede ser un regaño por sus travesuras musicales y humanas; mientras que en compensación la tira interior nos muestra tal y cómo son humanamente cada uno de los integrantes de la banda que acompañan a David Blanco, otorgándole a cada uno un elemento definitorio que de alguna manera habla de una mística de elementos sencillos que pueden ser lo mismo la luna que un rayo, o el sol; lo que de alguna manera califica el trabajo de ellos y para acentuarlo todas las imágenes son en blanco y negro, para evitar que nos perdamos visualmente.
El otro gran por ciento del triunfo o el fracaso de todo disco corre a cuenta de la propuesta musical que nos presenta y es aquí donde David Blanco y su tropa saben que deben desangrarse, pues uno de los grandes problemas de la música hoy en Cuba —y puede que en gran parte del mundo— sea la ausencia de personalidad; personalidad perdida por obra y gracia de la globalización cultural aderezada por las infinitas revoluciones a que está sometida día a día la tecnología.
Los medios masivos se han especializado en transmitir cuanta cosa pedestre se produzca en un estudio y en un laboratorio de ingeniería social; nombre hay por montones, voces, todas iguales o parecidas hay también un «chingo» como suelen decir los mexicanos; lo que habla de que hay tanto cantante pop «fifti» (la frase es de Tata Güines) como quieran la industria y los medios masivos. En mi caso, el haber estado sometido durante algún tiempo a escuchar solo uno de los temas del disco en las emisoras de radio prejuicio mi apreciación del resto de las composiciones que integran el fonograma en cuestión.
Desde el primer hasta el último corte se respira interacciones con diversas corrientes de la música cubana, entendida esta como un sistema siempre presto a evolucionar, y esa apropiación de una tradición, de alguna manera, caracteriza el trabajo de David Blanco y de sus músicos. Si me fuera permitido escoger dos temas que de alguna manera ilustren la afirmación anterior me quedaría con los aires de «cha» de La tierra prometida, que interactúan con elementos del rock de fines de los setenta y del country. Mi otro voto, aunque pudiera resultar manido lo dejaría para Yo soy el punto cubano, una versión de los hermanos Blanco —y aquí entra Ernesto— que va de lo rapsódico a lo sinfónico del rock sin despersonalizar uno de los temas fundamentales de la música campesina: con una interpretación y lectura muy personal; que aleja toda visión bucólica o festinada de una corriente de la música cubana que de alguna manera ha sido marginada por la industria y los medios masivos que parecen avergonzarse de lo campesino y así será hasta que otro «bienaventurado» productor extranjero nos descubra el Sucu Sucu, las tonadas y las décimas. De momento David Blanco ha pagado su deuda antes de que sea contraída.
La evolución, es un disco que de alguna manera presenta en todo su esplendor el trabajo de Ernesto Blanco como arreglista principal, aunque su sello personal se conjuga con el talento de cada uno de los miembros de la banda; una banda en la que se incluye el apellido Lay; que es sello de garantía musical y de talento probado, sepa Ud.; junto a otros que se divierten haciendo música.
David Blanco me ha abierto cierta herida necesaria para entender el pop cubano, lo reconozco, y por esa herida comienzan a sangrar algunos demonios que me permiten profundizar en una corriente que en Cuba va encontrando su cauce, se personaliza y pide a gritos que se le reconozca un espacio. Este «cheo» que hoy evoluciona y ruega por que así sea.
Mírame, nombre del CD que marca el debut discográfico de la cantante cubana Jackeline Vell y que hace escazas jornadas fue presentado a los medios de comunicación, se perfila como uno de los fonogramas más equilibrados que se hayan producido en los últimos dos años dentro del espectro del mundo del pop/rock cubano, que cada día gana más fuerza y sobre todo reafirma su autenticidad.
Digo autenticidad y a mi memoria acuden los hoy perdidos años ochenta del siglo xx en que la avalancha de pop hecho en Argentina era el patrón recurrente sobre el que se comenzaba a abrir ruta, una generación de cantantes, músicos y compositores. Luego, años después, emigraron lo mismo hacía otras tierras intentando probar fortunas musicales —la mar de las veces fracasadas—, que hacia otros géneros y, en última instancia, hacia el más rotundo silencio ante la indiferencia que mostraban la sociedad, los medios masivos y la industria en la Cuba de aquellos años.
Otro de los patrones impuestos por el mercado, en el caso de la música pop, y de la cual se alejan cada vez más los músicos cubanos cultores de esta forma de hacer; es la socorrida frase «sonar americano». Parten del hecho de la mega influencia de las bandas de rock, lo mismo sinfónico que de otras variantes roqueras inglesas y norteamericanas que marcaron el panorama musical de los setenta y los ochenta y que siguen siendo el referente más común en todos los puntos del planeta.
Entonces llega la hora de la pregunta del centavo: ¿… y el disco Mírame de Jackeline Vell qué tiene que ver con toda esta perorata anterior…?; o en todo caso alguien se podrá preguntar: ¿Ahora este va a decir que inventamos «el afrocuban pop» y toda esas categorías tontas? Para nada.
Mírame, estéticamente dentro del pop cubano, es un punto de giro en cuanto a conceptos musicales hasta ahora tenidos como dogmas y del cual Ernesto Cisneros y los hermanos Blanco —David y Ernesto— son parte de una vanguardia en que se incluyen los nombres fundacionales del guitarrista Mario Dalí y su grupo Monte de Espumas. Ahí está también el talento de Edesio Alejandro y otros nombres como el del grupo experimental Paisaje con Río. Este punto de giro parte de lo novedoso de la instrumentación que sin abandonar el «abc» establecido se adentra en giros tonales y armónicos transgresores que se alejan de toda pose pseudorevolucionador. Los músicos que acompañan a esta cantante solo tienen un presupuesto: hacen música para divertirse y se divierten viviendo la música. Eso amerita el respeto de los medios de difusión pues es buena música hecha para escuchar y que no satura a quien la escucha.
Sin embargo, «el pollo del arroz con pollo» es la cantante JackelineVell, quien musicalmente se puede considerar una «emigrante», pues lo mismo que su coterráneo Gardi cruzó la delicada línea que separa lo popular de lo culto cuando el canto lírico es su escuela prístina y el Teatro Lírico de Holguín Gonzalo Roig es su «casa matriz».
Jackeline Velázquez, que es su nombre, sabe qué hacer en la música pop y de ello no hay dudas; propongo que nos acerquemos a su presencia en este fonograma desde tres puntos esenciales: el repertorio; el diseño del CD y algo que es fundamental, la interpretación de los temas.
Entremos pues en el diseño del CD y en la interpretación de los temas y dejemos el repertorio para finalizar estas notas. Al talento de Bilko Cuervo ha quedado el trabajo de fotografía que acompaña al flyer interior del CD y la portada del mismo. Con cuidada sobriedad Bilko nos acerca a diversas expresiones de la cantante (son coterráneos) que pasan de la candidez a la ingenuidad expresiva sin olvidar cierto toque sexy que para nada es light, tal y como él nos la presenta en sus videos. Este juego de imágenes no estuviera completo sin el buen gusto desplegado por Robín Pedraja para combinar los rojos y algunos negros en armonía para satisfacer las exigencias de quienes compren el CD.
Jackeline Vell es una emigrante musical; ya lo habíamos hecho notar en las líneas precedentes, pero ese emigrar del canto lírico al pop más vanguardista para nada hace mella en sus cualidades vocales. Muy por el contrario, al escucharla es una excitante bocanada de sosiego musical ante tanto mal cantante que hoy se nos trata de imponer desde cualquier género musical en boga. Da igual que sean cubanos o foráneos, el caso es que la radio y la TV nos obligan a amarlos. El haber aprendido las técnicas del bell canto le permite impostar su voz en cualquier registro por lo que la monotonía vocal no es precisamente una cualidad a considerar en este disco.
Para terminar quisiera referirme al repertorio de Mírame. Tal vez este sea el talón de Aquiles de toda la discografía cubana de los últimos veinte años pues ninguna casa discográfica cubana tiene un departamento de Arte y Repertorio, de hecho, la figura del repertorista musical solo ha quedado para los libros que se escriben y todos los nombres referenciales se circunscriben a figuras ya fallecidas. Hacía ya mucho tiempo que no escuchaba un disco de un cantante; tal y como lo digo: un disco hecho con canciones escritas para alguien que no fuera ese mismo alguien.
Mírame marca el debut como compositores de Bismark Estupiñán y de Ernesto Yoel Espinosa y de buena gana será importante que sus créditos aparezcan con regularidad en próximas producciones, no solo de BIS MUSIC, sino de otras casas discográficas. Jesse Suárez vuelve a la carga con un texto ligero pero de buena escritura. He dejado para el final el nombre de Osmani Espinosa quien desde hace algún tiempo se ha convertido en un compositor llamado por muchos intérpretes cubanos. Admito públicamente que no siempre he comulgado con su manera de escribir canciones pero por esta vez se le ha obligado a hacer un buen ejercicio de talento del que sale airoso. Ojalá este ejercicio trascienda y Osmani Espinosa regrese a su buen gusto.
En fin, Mírame es un disco hecho por una mujer para hablar y decir cosas de mujeres, algo que es válido y necesario en estos tiempos; pero, cosa curiosa, es un disco de y para mujeres sin una militancia o fanatismo hacía «el género» y sin agredir la figura masculina como parece ser una costumbre a punto de llegar. Bueno..., es un disco de BIS MUSIC, un sello discográfico cubano donde «las mujeres mandan».
A fines de 1986, en una entrevista para el diario El Faro de Vigo, Juan Formell afirmó que «…los Van Van no son el clásico grupo cubano que vienen a tocar la Guajira Guantanamera…»; y aunque para nada carecían de valor sus palabras debía pasar casi un cuarto de siglo para que el síndrome de «lo tradicional» fuera superado ampliamente por una parte importante de los músicos cubanos de hoy; no importa que la «maldición» del Buenavista Social Club sea el rasero al que se remonten los medios y algunos «entendidos».