Tratados hipocráticos II - Varios autores - E-Book

Tratados hipocráticos II E-Book

Autores varios

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Beschreibung

Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del "Padre de la Medicina", pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El segundo volumen de los Tratados hipocráticos incluye los textos "Sobre los aires, aguas y lugares", "Sobre los humores", "Sobre los flatos", "Predicciones I", "Predicciones II" y "Prenociones de Cos".

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 90

Asesor para la sección griega : CARLOS GARCÍA GUAL .

Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por M.a DOLORES LARA NAVA .

© EDITORIAL GREDOS, S. A. U., 2008

López de Hoyos, 141, 28002 Madrid.

www.editorialgredos.com

Las traducciones, introducciones y notas han sido llevadas a cabo por: J. A. López Férez (Sobre los aires, aguas y lugares, Sobre los humores y Sobre los flatos) y E. García Novo (Predicciones I, Predicciones II y Prenociones de Cos) .

REF. GEBO206

ISBN 9788424931049.

SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES

(Perì aérōn, hydátōn, tópōn)

INTRODUCCIÓN

Contenido

Sobre los aires, aguas y lugares es, sin duda, una de las obras más célebres de la Colección Hipocrática . Atribuida a Hipócrates desde siempre por numerosos críticos, ha gozado de la admiración, plenamente justificada, de todos los que la han conocido 1 .

Toda la antigüedad tuvo por auténtico el escrito. Galeno y Erotiano, por ejemplo, lo afirman taxativamente. De otra parte, desde fechas muy tempranas, Sobre los aires, aguas y lugares mereció la atención de los comentaristas alejandrinos, que repararon, ante todo, en las peculiaridades léxicas de la obra.

Calificado, en ocasiones, como «libro de oro» de Hipócrates, el tratado abarca dentro de sí numerosos aspectos técnicos que han suscitado gran interés en los estudiosos de la ciencia antigua, hasta tal punto que ha podido decirse, sin exageración, que «entre los escritos del CH , ninguno capta el interés de la ciencia en mayor medida que este tratado» 2 . Así y todo, no faltan en él aspectos oscuros, y de entre ellos no es el menor el de que no se haga en nuestra obra ninguna mención ni de Tesalia, ni de la costa de Tracia, lugares en donde, según la tradición, sabemos que Hipócrates practicara la medicina.

Los críticos han observado que, frente a la sagacidad y la postura racional que caracterizan al autor de este tratado, pueden verse, en sus páginas, una cierta tendencia a la generalización fácil y carente de garantías y, asimismo, un tono ciertamente dogmático. En efecto, no faltan pasajes en que se ofrecen demasiadas conclusiones sin mostrar sobre qué están basadas 3 .

Como primer acercamiento al contenido, hacemos nuestro el comentario de E. Littré 4 , que distinguía cuatro puntos esenciales en este libro: saber cuál es la influencia de la situación de las ciudades respecto del sol y los vientos, en orden al mantenimiento de la salud y a la producción de enfermedades; examinar las propiedades de las aguas; señalar las afecciones predominantes, según las estaciones y sus cambios; comparar Europa y Asia, atribuyendo las diferencias físicas y morales de sus habitantes a las características de cada una de ellas en lo tocante a suelo y clima.

El autor de nuestro escrito gusta de hacer precisiones sobre el mundo físico que le rodea. Observa el diverso peso de las aguas; explica el mecanismo de la lluvia, sosteniendo que, cuando el agua se ha evaporado, la parte más turbia y oscura de ésta se convierte en niebla y bruma, mientras que la más ligera marcha hacia arriba y origina la lluvia en determinadas circunstancias (cap. 8); ve en las aguas calientes un resultado de la fuerza del calor (cap. 7); considera la sal a manera de residuo del agua evaporada (cap. 8); deduce que el sol se lleva la humedad de todos los cuerpos (cap. 8), etc.

En el contenido, visto a grandes rasgos, pueden distinguirse dos partes: la primera (caps. 1-11) quiere ofrecerle al médico que llega a una ciudad extraña la posibilidad de obtener buena información y conclusiones seguras sobre aspectos esenciales de su profesión a partir de determinadas condiciones naturales del lugar. La segunda (caps. 12-24) se dedica a las diferencias entre Asia y Europa y, sobre todo, a las peculiaridades físicas y psíquicas de sus habitantes.

Ya la introducción sostiene claramente lo que un médico que se precie debe conocer: estaciones del año, vientos, propiedades de las aguas y situación de la ciudad. Tal va a ser la distribución posterior: vientos (caps. 3-6); aguas (7-9); estaciones (10-11). En los capítulos 3-6, hallamos numerosas apreciaciones en torno al papel desempeñado por los vientos en la salud y enfermedad de los habitantes, en general, y de mujeres, niños y hombres, en particular. De un estudio detenido de los vientos, llegamos a la conclusión de que lo relevante es la oposición polar, diametralmente distinta, de vientos del Norte y vientos del Sur, pues los vientos del Este y los del Oeste juegan allí un papel, ciertamente, secundario.

Examinados los capítulos 3-4, nos encontramos lo siguiente. En las ciudades expuestas a los vientos calientes del Sur (3), los habitantes poseen una cabeza húmeda y flemática, padecen trastornos intestinales y tienen un aspecto flojo; las mujeres, todas de natural enfermizo, padecen flujos, resultan estériles por lo general y sufren abortos con frecuencia; a los niños les sobrevienen espasmos, asmas y la enfermedad sagrada; a los hombres, disenterías y diarreas, pero no las enfermedades agudas. Tanto en el caso de los habitantes en general, como en el de sexos y edades en particular, se nos da la causa de las afecciones. Nos hallamos, pues, ante una patología especial, distribuida por sexos y edades.

Por su parte, en las ciudades dominadas por los fríos vientos del Norte (4), las mujeres son estériles; los habitantes, en su conjunto, tienen la cabeza sana y dura y son, más bien, biliosos. Se dan, en esos sitios, «muchas pleuritis y las consideradas enfermedades agudas». El carácter de las gentes es allí particularmente salvaje.

Pues bien, por debajo de toda la exposición, se insinúa la teoría de las cuatro propiedades (humedo/seco, frío/caliente), que aflora, en ocasiones, sirviendo de base para alguna explicación etiológica, como la que sostiene que, a las mujeres de ciudades sometidas al viento del Norte, se les seca la leche a causa de la dureza y crudeza de las aguas.

Más simple y esquemática es la antítesis entre las ciudades expuestas a vientos del Este (los habitantes son sanos y vigorosos; se dan pocas enfermedades; las mujeres son fecundas y tienen buenos partos) y las dominadas por vientos del Oeste (allí todo es hostil y malsano; las personas son débiles; sobrevienen muchas enfermedades).

Por lo que respecta a las aguas, aparecen éstas ordenadas según su valor médico (7): las mejores son las orientadas hacia el Este; las peores, las que miran hacia el Sur. Una persona sana puede beber de todas, no así el enfermo. Sobre el carácter laxante o astringente de las aguas, encontramos interesantes observaciones. En cuanto a las aguas de lluvia, evaporación, formación de la lluvia, aguas mezcladas causantes de nefritis, estranguria y ciática, naturaleza y formación de los cálculos vesicales, etc., nos instruyen los capítulos 8 y 9.

Viene, luego, la influencia de las estaciones en las enfermedades (10-11), y el carácter benigno o maligno de las distintas épocas del año. Dentro de una oposición polar, vemos que, para el autor, tras un verano seco, seguido de lluvias, hay que esperar, en invierno, diversas enfermedades. En cambio, un verano seco al que sigue un tiempo sin lluvia, es bueno para los flemáticos. La previsión de lo que va a ocurrir y las fechas importantes en que cabe esperar acontezcan las crisis de las enfermedades merecen, en estos capítulos, la debida atención.

Por su parte, los capítulos 12-24 son como una ampliación ejemplificadora de las teorías expuestas anteriormente. No parece adecuado considerar esta parte de nuestro tratado como si fuera un libro etiológico, independiente y cerrado en sí mismo, dedicado a las tierras y a sus habitantes, como quería H. Diller 5 . En 12-24, el autor hipocrático insiste en las diferencias (diaphoraí) entre Asia y Europa, tal como se manifiestan en diversas regiones y comarcas, y examina toda la naturaleza en su conjunto: plantas, animales, personas, relieve, etc. Se nos dice, incluso, que las características físicas del país dependen de las estaciones, cuando realmente acontece al revés. Sugerente es también la comparación establecida entre las personas y la naturaleza circundante.

Pero el escritor desiste de tratar todos los pueblos asiáticos y europeos, prefiriendo detenerse en los más singulares. Así, a propósito de los macrocéfalos (14), nos dice que la costumbre ha terminado por incorporarse a la naturaleza. A su entender, la excesiva benignidad de las estaciones del año y las instituciones políticas son las principales causas del carácter poco belicoso de los asiáticos (16).

Los escitas nos son presentados como distintos de los demás hombres por una serie de razones: clima, características físicas del territorio y modo de vida (17-22). El clima de Escitia es consecuencia de la posición septentrional del territorio. Nos sorprenden las razones aducidas para explicar la escasa fertilidad de los escitas (21) y la impotencia padecida por muchos de ellos (22). El escritor se aleja cautamente de las razones, a la sazón, presentadas por los habitantes de aquel país. Leemos, entonces, que todas las enfermedades tienen una causa natural: en este caso concreto, sería el corte de las venas de detrás de las orejas el causante de la impotencia.

A manera de resumen de las teorías expuestas, leemos (23) que los cambios bruscos de estación y los profundos contrastes climáticos influyen en la coagulación del semen, y, por ello, son factores decisivos para la diferenciación de los europeos respecto de los asiáticos. En esta línea, las instituciones políticas son también de importancia decisiva.

Nuestro tratado acaba con un difícil capítulo que ha llamado la atención de los estudiosos desde distintos puntos de vista. Se está de acuerdo actualmente en que no hay que marginarlo con respecto al conjunto del escrito 6 , pues forma una unidad de contenido y estilo con todo lo anterior. No obstante, es ésta la parte más oscura y problemática de toda la obra, y sirve para mostrar las dificultades en que se veía el autor para redondear de manera adecuada la validez general de sus teorías. Los países se nos muestran divididos en cuatro clases, de acuerdo con su altitud, vegetación, vientos y aguas. Según como sean los países, así serán sus gentes. Destaca el hecho de que son, precisamente, los habitantes de zonas pobres, peladas y sin agua los que tienen un cuerpo vigoroso y se muestran orgullosos de carácter, y agudos y aptos para las artes. Concluye nuestro autor insistiendo en que el aspecto y las costumbres de los hombres se ajustan a la naturaleza del país.

Pues bien, por su contenido, Sobre los aires, aguas y lugares manifiesta evidentes lazos de parentesco con otros libros de la Colección Hipocrática , en especial, con Aforismos II; Epidemias , en sus siete libros, y Pronóstico 25. Mantiene una afinidad algo más lejana con Sobre la dieta en las enfermedades agudas, Sobre las articulaciones, Sobre las fracturas y Sobre las heridas en la cabeza7 .

Con todo, es mucho más conspicua la relación de nuestro escrito con Sobre la enfermedad sagrada8 . Efectivamente, en este tratado (16), encontramos la teoría de la influencia de los vientos del Norte y del Sur. Con viento Norte, todo se comprime y fortalece; con viento Sur, todo se relaja y distiende. Si el viento Norte comprime la flema y la humedad dentro del cerebro, el del Sur, que afloja y relaja el cerebro, las deja correr por todo el cuerpo. Así, a causa de los vientos, acontecen casos de epilepsia. Y esta misma teoría la encontramos en el que ahora nos ocupa (3, 4, 6 y 10). Mas no es sólo la influencia ejercida sobre los hombres por los vientos, el calor y el frío el tema común a ambos escritos, sino también, y de forma relevante, el papel central ocupado por el cerebro en la formación de las enfermedades, especialmente las que dependen de los humores; la importancia concedida a los factores meteorológicos; la cabeza como asiento de la flema; la división de los enfermos por edades, etc.

Por otro lado, ambos tratados coinciden en sostener que ninguna enfermedad es más divina que las demás, y que el semen procede de todas las partes del cuerpo 9 . Los dos tratados, asimismo, nos permiten observar el desarrollo de la pareja nómos-phýsis10 . Es más, los especialistas vienen insistiendo en la estricta relación de ambas obras a partir de un examen cuidadoso del vocabulario: términos como epikatarreîn, katamígnysthai, notṓdēs, paráplēktos , etc., aparecen sólo en ellas dos, dentro del CH . Es, también, semejante la articulación de las frases largas. Comparten ambos escritos ciertos postulados sobre religión 11 , etc.

Partiendo de otras consideraciones, Edelstein 12 vio en el tratado que nos ocupa el escrito médico en que, de modo diáfano, se expone la teoría de la prognosis. Hasta entonces se venía diciendo que la prognosis era el conocimiento objetivo de lo que va a ser el resultado de la enfermedad 13 . El médico antiguo, se decía, consiguió, gracias a la prognosis, interpretar la enfermedad como un proceso independiente del órgano afectado, basándose en las sensaciones experimentadas por el paciente durante la enfermedad. Se lograba, así, una indudablemente elevada cota técnica y se alcanzaba un punto clave para el descubrimiento de la medicina científica. Pues bien, Edelstein, junto a esos rasgos indudables de la prognosis, pone el acento en otros aspectos menos conocidos, declarando que, en la medicina antigua, la prognosis comprende también el conocimiento de la situación presente del enfermo y, asimismo, de los síntomas anteriores. Esto es, la prognosis no sólo mira el futuro, sino que se refiere también al presente y al pasado. De este modo, el médico sabía ganarse la admiración y aplauso de sus clientes, al expresar, a la vista de un enfermo determinado, qué es lo que le ha ocurrido antes y cómo ha sido el curso de su afección. Precisamente, para establecer el pronóstico, el médico contaba con los signos externos de la enfermedad, con los órganos y la constitución del enfermo, pero, además, con las circunstancias ambientales que venían a condicionar el estado de salud del paciente: aguas, vientos, aires, estaciones del año, etc.

La medicina meteorológica

En los capítulos 1-11, el autor se ciñe a sus objetivos, adelantados ya en las primeras líneas del escrito, y, partiendo de la base de que el hombre es una parte del cosmos, intenta exponer cómo influye el entorno vital en el individuo. Quiere informar a sus colegas, pues está convencido de que, sin tales conocimientos, no es posible una práctica adecuada de la medicina.

Para la medicina posterior, nuestra obra constituye una de las herencias más preciosas que legara la antigüedad, pues aparecen claramente definidos, en sus páginas, principios tan decisivos como: la influencia de la situación de las ciudades sobre la salud; el papel de los vientos en la formación de enfermedades; la importancia de las aguas para la salud y la enfermedad; los climas, como conformadores de las condiciones físicas y las disposiciones psíquicas de los hombres, etc. Efectivamente, en nuestro tratado nos es dado observar que las peculiaridades somáticas y psíquicas de las personas dependen, en buena medida, del medio geográfico y climatológico en que éstas se desenvuelven, pero, también, de los hábitos sociales y políticos, de tal suerte que las peculiaridades adquiridas llegan a ser, a juicio del hipocrático, transmisibles por herencia.

P. Laín 14 escribe, con fino tacto, que «el pensamiento meteorológico (atribución al cosmos de un papel importante en la génesis y en la configuración de las enfermedades humanas) es uno de los rasgos comunes de toda la medicina que hoy solemos llamar hipocrática», porque el médico prestaba atención no sólo al cuerpo del enfermo, sino también a todo el universo cósmico en que el hombre se halla inmerso: astros, tierra, clima, estaciones del año, aguas, vientos, etc. 15 .

Para algunos estudiosos de la medicina griega 16 , una doctrina típicamente coica sería la así llamada medicina meteorológica, caracterizada por una aproximación general a la naturaleza, de acuerdo con la actitud mantenida por filósofos de la naturaleza como Alcmeón, Empédocles y Demócrito. Según esta corriente de pensamiento, los elementos naturales constituyen el entorno físico del hombre, ejerciendo sobre él efectos especiales a través de la respiración y, además, mediante la comida y bebida.

En consonancia con lo anterior, leemos, en Sobre los aires, aguas y lugares , que en ciudades expuestas a vientos calientes del Sur se dan las personas flemáticas; las biliosas, en cambio, aparecen en las ciudades dominadas por los vientos fríos del Norte; la situación más sana es la que mira hacia vientos del Este, pues aparece, así, un equilibrio entre el calor y el frío.

Por otra parte, en la literatura griega posterior abundan los autores que hablan de una influencia notoria y causal del clima y territorio circundante sobre la población, y que estudian también las diferencias corporales y anímicas de los habitantes según las características de los países en donde habitan 17 .

En los últimos años vuelve a entablarse una antigua polémica en torno a cuál es el tratado hipocrático al que podría aludir Platón (Fedro 270c ss.), cuando afirma que, a juicio de Hipócrates, es imposible comprender la naturaleza del cuerpo sin conocer la naturaleza del todo 18 . Hace años, Edelstein 19 negaba la existencia de obra alguna atribuible al propio Hipócrates, toda vez que ninguna cumplía con los presupuestos hipocráticos formulados en tal pasaje platónico y en el Anonymus Londinensis . Por su parte, G. E. R. Lloyd 20 admite que es aceptable pensar en nuestro tratado al leer el mencionado texto de Platón, pues es cierto que nuestra obra recomienda el estudio de estaciones del año, vientos, posición de las ciudades y propiedades de las aguas; en cambio, el estudioso inglés es bastante pesimista, dado que, a su entender, la lectura del Fedro conduce a conclusiones negativas. En pocas palabras, el famoso testimonio platónico se referiría sólo a los métodos empleados, no a las teorías médicas.

W. D. Smith 21 , a su vez, insiste en que hay una obra hipocrática que cumple adecuadamente con las teorías formuladas en el Fedro y en el Anonymus Londinenesis . Tal escrito sería Sobre la dieta . Pero este postulado tiene muchos contras, especialmente que en esta obra no se utiliza apenas el método dialéctico de Platón basado en la división y reunión 22 .

Recientemente, J. Mansfeld 23 se ha inclinado a pensar que el escrito al que más concierne el testimonio platónico es precisamente Sobre los aires, aguas y lugares , cuyo autor sería el propio Hipócrates. En nuestra obra, dice, las fuerzas naturales ejercen sobre las gentes una decisiva influencia en lo concerniente a constitución física y formas corporales 24 . El hecho de vivir en una ciudad expuesta a vientos, ya sean del Norte, ya del Sur, da lugar a constituciones biliosas y flemáticas, respectivamente. Pero, además, el entorno físico es fundamental para establecer una patología especial, según edades y sexos. De tales datos infiere Mansfeld que la teoría dominante en nuestra obra es la de las constituciones humanas, en donde se hace especial hincapié en los grupos especiales, distribuidos por la edad y el sexo. Todo ello sería una anticipación de lo que describe Platón a propósito de la división de los cuerpos en tipos, según fueran sus capacidades activas o pasivas, a la vista de factores externos al cuerpo mismo. Para Mansfeld, en resumen, Platón atribuye a Hipócrates un uso rudimentario de la división, dentro del contexto de la meteorología presocrática. Si comparamos lo que se dice en el Fedro sobre la medicina y lo que, en el mismo diálogo, acababa de expresarse a propósito de la retórica y de Pericles (éste, consumado orador, aplica al arte de la retórica lo que más le interesa, obteniéndolo de los datos pertenecientes a la meteorología y a la teoría de la sensatez e insensatez, estudios realizados por Anaxágoras en ambos casos), podemos deducir que, para Platón, Hipócrates hace una selección de la cosmología presocrática y la utiliza, precisamente, para dividir el cuerpo humano en tipos 25 .

Problemas de contenido. Unidad de la obra

Sobre los aires, aguas y lugares es un documento de extraordinario valor para rastrear la presencia, en los tratados médicos, de teorías contemporáneas de diversa índole: filosóficas, geográficas, antropológicas y culturales en general.

Así, la teoría de la krêsis «mecla» y «moderación» se remonta, aun con variantes léxicas, a Solón y a las normas populares como las que rezan: «nada en exceso» (mēdèn ágan) o «la moderación es lo mejor» (métron áriston) . Por su parte, los postulados de isonomía y monarchía hay que buscarlos en el pensamiento de Alcmeón.

Numerosas son las huellas de los postulados de Demócrito. El abderita sostenía, con aguda perspicacia, que «la naturaleza y la enseñanza son cosa parecida, pues también la enseñanza altera el ritmo del hombre y, al alterarlo, crea naturaleza» (B 33 DK). En nuestro escrito, capítulo 14, leemos, a propósito de que la costumbre (nómos) precede a la acción de la naturaleza, pero se alía con ella al fin: «En efecto, al principio fue la costumbre la mayor responsable de la longitud de la cabeza... De ese modo la costumbre consiguió, al principio, que la naturaleza fuera de tal tipo, pero, transcurriendo el tiempo, el rasgo entró en la naturaleza, de tal suerte que la costumbre no impone ya su fuerza». Resulta, con ello, que hay dos causas bien delimitadas: de una parte, la naturaleza que tiene sus propias leyes; de otra, la costumbre, arbitraria y de efectos decisivos sobre los hombres.

Asimismo, el principio de que las grandes variaciones climáticas alteran la condensación del semen, de donde se desprenden notables diferencias en el aspecto físico de las personas, puede proceder, en última instancia, de Demócrito, ya que el atomista sostenía que «la unión sexual es una pequeña apoplejía (synousíē apoplexíēsmikrḗ) , pues un hombre sale de otro y se separa violentamente, dividido de un golpe» (B 32 DK).

A su vez, de una comparación con los escritos etiológicos de Demócrito, el primero que dedicara un estudio particular a cada grupo de causas —del cielo; del aire; del fuego y las sustancias que arden; de las semillas, plantas y frutos; de los animales; de los días propicios y adversos, etc. (cf. A 33 DK)— y de quien conservamos curiosas puntualizaciones sobre los abortos, la fecundidad de perros y cerdos, la formación o carencia de cuernos en determinadas especies animales, etc. 26 , ha concluido Diller 27 que nuestro escrito «pretende y consigue en el terreno de los países y la etnología lo que los escritos etiológicos del abderita en el campo meteorológico, zoológico y botánico».

Se ha observado también la afinidad de Sobre los aires, aguas y lugares con Hecateo y Heródoto, en lo referente a la íntima relación de la disposición geográfica de un territorio y la naturaleza de sus habitantes 28 .

Th. Gomperz 29 elogió sobremanera «el inmortal servicio prestado por el primer intento de poner un lazo causal entre el carácter de un pueblo y las condiciones físicas del país en donde habita», y llamó al autor hipocrático «fundador de la Psicología étnica» (Völkerpsychologie) y «predecesor de Montesquieu». Efectivamente, la obra que nos ocupa, partiendo de consideraciones de carácter fundamentalmente político y climático, ofrece la primera justificación de la superioridad de los griegos sobre los bárbaros 30 . Por tal razón, se ha dicho que el capítulo 24, donde características como la figura, disposición del organismo y carácter están íntimamente relacionadas con la situación geográfica y con las condiciones del suelo y del clima, se nos muestra como una especie de antropogeografía general, nunca aparecida hasta aquel momento 31 .

Además, son numerosos los contactos de nuestro escrito con teorías y técnicas de composición propias de los historiadores. Así, para ordenar sus materiales, el autor hipocrático que nos ocupa acude a las diferencias (diaphoraí, tà diallássonta, tà diaphéronta) , principio de uso frecuente en los primeros testimonios historiográficos, como cabe esperar de un pueblo colonizador que viaja incesantemente por el mar, observando lo distintos que son los países y gentes de su entorno geográfico. De un recurso literario tal tenemos ya varios ejemplos en la Odisea , a propósito de acontecimientos, tierras o personas de singular rareza. Piénsese en los lestrigones, lotófagos y cíclopes. También en los fragmentos de Hesíodo hallamos algunas alusiones a gentes tan extrañas como los trogloditas, macrocéfalos y pigmeos.

Por otro lado, el tema de lo peculiar (ídion) , por oposición a lo parecido (hómoion) es corriente en la historiografía griega desde sus mismos comienzos, y desempeña un papel importante en Heródoto, quien, para describir países y pueblos, alude a las excelencias y diferencias más relevantes de lugares y habitantes. En el libro que estudiamos, el hermoso clima de Asia, su fertilidad y las excelencias corporales de sus habitantes se contraponen a su falta de coraje, en tanto que la valentía de los europeos tiene como contrapunto la irregularidad del clima que soportan.

Y bien, a la vista de la estrecha relación de nuestro tratado con Heródoto 32 , Heinimann 33 , más que interesarse por la prioridad de un escrito sobre otro, apunta a la literatura etnográfica y médica que debió de existir en fechas anteriores a ambos documentos literarios, pues en las dos obras encontramos parecidas noticias etnográficas, como las relativas al modo de vivir de los escitas y de las amazonas saurómatas. La fuente común de la que ambos escritos dependen podría haber sido Hecateo, según este especialista.

Pero no acaban aquí los paralelos entre Heródoto y nuestro libro. En ambos encontramos una elevada conciencia individual y, asimismo, la idea de una comunidad helénica frente a los bárbaros. Coinciden también en ciertos criterios climatológicos, al elogiar la moderación de las estaciones tal como se presentan en Jonia frente a lo que acontece en Grecia 34 . Por otra parte, el autor hipocrático, quienquiera que sea, distingue entre enfermedades propias del país (epichṓria) , relacionadas con las aguas, vientos y posición de la ciudad respecto de la salida del sol (2, 3, 4); generales (pánkoina) , ocasionadas por el cambio de estación, y personales (ídia) , que sobrevienen a causa de un cambio de dieta (2). En las dos últimas clases, los cambios (metabolaí) tienen decisiva importancia. Por su lado, Heródoto, dentro de la misma línea de pensamiento, afirma que «las enfermedades se les producen a los hombres en los cambios de todas las demás circunstancias, pero, especialmente, en los propios de las estaciones» (II 77).

Pues bien, a causa de un contenido tan rico y heterogéneo, de las numerosas relaciones con autores y obras de fines del siglo V a. C. y, finalmente, del evidente contraste entre las dos partes de nuestra obra, los estudiosos han venido dedicando especial atención a la unidad del escrito, bien con el propósito de sostenerla, bien para negarla 35 . Es opinión unánime que el contenido de la primera parte es mucho más amplio y general que el de la segunda. Aparte de ello, hay mucho de verdad en las palabras de Edelstein, cuando ve un estrecho paralelo entre las indicaciones generales de los primeros capítulos y las que leemos en los tratados hipocráticos, donde el pronóstico es el tema principal. Con todo y con eso, conviene pensar que los capítulos 7-9 son pertinentes dentro de la estructura general de la obra, contra la opinión de Edelstein 36 , que, por razones estilísticas y de contenido, los consideraba parte de un escrito independiente titulado Perì hydátōn , ya que, según él, en dichos capítulos los argumentos son mucho más detallados que en el resto del tratado; por eso, decía, tal opúsculo habría tenido como finalidad informar a los profanos sobre el valor dietético de las distintas clases de agua.

Mas, desde el estado actual de la investigación, cabe sostener que las dos partes de nuestra obra están perfectamente unidas. En razón del contenido, porque el tema central en torno al cual gira todo el tratado es el de la dependencia del hombre respecto de su entorno geográfico, si bien, en la primera parte, se insiste más en la salud personal, en la interdependencia entre el mundo circunstante y el estado de salud, y, en la segunda, en las características de los pueblos, es decir, en la relación del medio ambiente con toda la población de un país 37 . La segunda parte viene a ser, pues, una confirmación de las teorías contenidas en la primera.

Merece la pena fijarse en el estrecho nexo formal de las dos partes: perì mèn toútōn hoútōs échei. boúlomai dè.. . «así están las cosas sobre esas cuestiones. Por otra parte... quiero...» (cap. 12). Nos sorprende, desde luego, que el autor no se refiera a ningún lazo de unión entre las dos partes, sino que pase directamente a tratar de las diferencias entre Asia y Europa. Este capítulo, en efecto, plenamente integrado en la obra concebida como un todo, empieza con una fórmula muy parecida a las utilizadas por otros escritores del momento. Expresiones como «acerca de algo, fulano hijo de mengano, escribió lo siguiente», son del más puro sabor tucidídeo.

En todo caso, queda patente desde el comienzo del capítulo 12 el criterio selectivo del escritor: mostrar cuánto difieren en todo Asia y Europa, pero ciñéndose a los aspectos más relevantes de las diferencias. Los estudiosos, sin embargo, han mantenido duras polémicas sobre el contenido de la segunda parte de nuestro tratado, por su carácter más bien etnográfico que médico. Heinimann quería atetizar el capítulo 22, en donde aparece la cuestión del pretendido origen divino de la impotencia padecida por los escitas, pues veía en él una clara influencia de las teorías de Sobre la enfermedad sagrada , obra, para él, veinte años posterior a la nuestra 38 . Pero, con mucho, el capítulo más discutido ha sido el último (24) 39 . Recientemente, Grensemann 40 ha destacado los puntos de contacto existentes entre el final y el comienzo de nuestro escrito. Así, en 24, 1-7, según la edición de Diller (1970), puede verse un claro reflejo del primer capítulo del libro, precisamente lo relativo a que el médico debe informarse sobre la naturaleza del terreno: «si es pelado y seco, o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofocante, o elevado y frío». Es decir, desde el mismo inicio de nuestra obra hay una evidente referencia a las cuatro propiedades (seco-húmedo, caliente-frío), que serán recogidas al final a manera de composición en anillo. Resulta evidente, pues, la conexión de todos los elementos de nuestro tratado, y queda demostrado de manera palmaria la unidad del mismo, aunque, eso sí, no faltan los problemas y los puntos oscuros, aún no del todo elucidados.

Fecha

Los críticos concuerdan en ver Sobre los aires, aguas y lugares como uno de los tratados hipocráticos de los primeros momentos. Según Bourgey 41 , hay que fecharlo a fines del siglo V o muy a comienzos del IV a. C., junto a Pronóstico, Sobre la dieta en las enfermedades agudas, Aforismos, Sobre las articulaciones y Sobre las fracturas .

Heinimann 42 se inclina por situarlo en los primeros años de la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.). La presencia en nuestra obra de algunas teorías formuladas por Diógenes de Apolonia le hacen pensar en una fecha algo posterior al 430 a. C. A su vez, Pohlenz sitúa la obra entre 430 y 415 a. C., tanto por el papel desempeñado por la pareja phýsis-nómos , como por la posible presencia en el capítulo 22 de una cita del Hipólito de Eurípides, pieza que fuera representada en el año 428 a. C.

Diller 43 piensa en el año 400 como dato más fiable, puntualizando que no puede corresponder a una fecha muy anterior, porque hay una evidente relación con el pensamiento de Demócrito, y, por el contrario, una fecha más tardía no permitiría explicar la estructura arcaica y el estilo, en general, del tratado. Es opinión que compartimos.

En torno a la transmisión del escrito

Sobre los aires, aguas y lugares nos ha llegado en nueve códices griegos 44 de los que sólo uno es independiente de los demás: Vaticanus Graecus 276 (V), estudiado por J. Ilberg 45 . Se trata de un manuscrito del siglo XII , incompleto, que origina cierta confusión a causa del orden de sus folios. Fue cuidadosamente editado por G. Gundermann 46 , junto a la vieja traducción latina. Luego lo publicó J. L. Heiberg, con otros escritos hipocráticos 47 .

H. Diller 48 demostró que los códices de los siglos XV y XVI que contienen nuestro tratado dependen de V , ya sea directamente (Monacensis Gr . 71, Nanianus 248, Vaticanus Palatinus 192), ya por intermedio de otros manuscritos (Parisinus Gr . 2146 y Holkhamensis Gr . 282). De este último deriva Estensis Gr . 220. En cambio, algo más distantes de V resultan Parisinus Gr . 2255 y Vaticanus Barberinus I, 5.

Además de estudiar en toda su complejidad la derivación y relación entre los diversos códices, Diller 49 se ocupa de las dos versiones latinas y de la tradición indirecta, demostrando que Parisinus Gr . 2255 es un apógrafo de la edición de Janus Cornarius 50 . Ofrece un buen trabajo sobre la antigua versión latina que, presentada por Parisinus Lat . 7027 y Ambrosianus Gr . 108, se remonta al siglo VI51 . Se detiene, asimismo, en la versión latina más reciente, en Avicena y en el comentario de Galeno 52 , que dedicó especial atención a la parte etnográfica de nuestra obra 53 . Es interesante, también, la traducción árabe, realizada en el siglo IX por Hunain ibn Ishaq, y conservada en los códices Aya Sofya 4838, 3632 y 3572, del siglo XIII .

A partir de estos materiales, Diller pretende reconstruir el texto de nuestro escrito, tal como lo conociera Galeno, teniendo en cuenta que los códices griegos de Hipócrates parecen depender de la recensión que sobre los escritos hipocráticos hiciera, en el siglo II d. C., Artemidoro Capitón, quien alteró gran número de pasajes que nos han llegado mucho mejor conservados gracias a las sucesivas traducciones de los comentarios de Galeno.

Aunque daremos después una lista de las ediciones más relevantes, destaquemos algún punto importante de las mismas. Así, la edición Aldina (Venecia, 1526) se basa, especialmente, en el códice Holkhamensis Gr . 282 (H) . Por su parte, Cornario (Basilea, 1529) aportó muchas conjeturas procedentes de las versiones árabe y latina. Coray (París, 1800) dedicó el primero de los dos volúmenes de que se compone su edición, traducción y comentario, a analizar el texto, dando noticias detalladas de manuscritos, ediciones y comentarios.

E. Littré (1840) fue el primero en utilizar para nuestro escrito el Parisinus Lat . 7027 y los Parisin. Gr . 2146 y 2255. H. Kühlewein 54 sería quien primero se sirviera del códice V , y, a su vez, Heiberg el que se valiera, antes que ningún otro editor, de la traducción latina antigua.

Punto y aparte merece, quizá, la cuestión del título de la obra que estudiamos 55 . Es el caso que los manuscritos ofrecen los tres sustantivos (aires, aguas y lugares) con todas las permutaciones posibles. Galeno lo cita como Sobre los lugares, aires y aguas . Otros autores han llamado al escrito Sobre los tiempos (Perì hōrôn) , en vez de Sobre los aires (Perì aérōn) . Dioscórides, a su vez, ofrece el título Sobre los tiempos, aguas y lugares; Artemidoro utiliza el de Sobre las aguas, tiempos y lugares; Rufo, Sobre los tiempos, lugares y aguas . Otros, en fin, dan sólo dos sustantivos: Erotiano, por ejemplo, lo titula Sobre los lugares y tiempos , o al revés.

Lo más probable, siguiendo el proceder normal, es que el tratado saliera sin título de las manos de su autor.

BIBLIOGRAFÍA

SELECCIÓN DE EDICIONES Y TRADUCCIONES

Ediciones con el texto griego:

Omnia opera Hippocratis in aedibus Aldi et Andreae Asulani , Venecia, 1526.

J. L. HEIBERG , Hippocratis opera . Corpus Medicorum Graecorum, I, 1, Leipzig, 1927, págs. 56-78.

Texto con traducción:

J. ALSINA , Hipócrates. Tractats mèdics , vol. II, Barcelona, 1976. Con traducción catalana.

A. CORAY (o KORAÈS ), Hippokrátous Perì aérōn, hydátōn, tópōn (Traité d’Hippocrate des Airs, des Eaux et des Lieux) , I-II, París, 1800.

Hippocratis De aere aquis locis , con traducción al latín, por G. GUNDERMANN , Bonn, 1911.

H. DILLER , Ueber die Umwelt (De aere, aquis, locis) . Corpus Medicorum Graecorum, I, 1, 2, Berlín, 1970. Con traducción alemana.

G. JACOBI , Perì aérōn, hydátōn, kaì tópōn. Das goldene Buch des Hippokrates. Eine medizinische Geographie aus dem Altertum , Stuttgart, 1930. Contiene comentario y traducción alemana.

W. H. S. JONES , Hippocrates , vol. I, Londres-Cambridge (Mass.), 1972 (= 1923), págs. 66-137.

E. LITTRÉ , Oeuvres complètes d’Hippocrate , 10 vols., París, 1839-1861, vol. II (1840), págs. 1-93.

K. METROPOULOS , Perì horôn kaì tópōn. Eisagōgé, archaíon keímenon, metáphrasis , Atenas, 1954.

Sólo traducción:

a) A otras lenguas europeas:

J. CHADWICK -W. N. MANN , «Airs, waters, Places », en The Medical Works of Hippocrates , Oxford, 1950. Recogida ahora en Hippocratic Writings , ed. G. E. R. LLOYD , Aylesbury, 1978, páginas 148-169.

M. VEGETTI , Ippocrate. Opere , Turín, 1965, págs. 163 y sigs.

L. UNTERSTEINER CANDIA , Ippocrate. Dell’aria, delle acque, dei luoghi. Il juramento. La Legge , Florencia, 1957.

b) Al castellano (cronológicamente ordenadas):

1.

J. SERRANO MANZANO , Tratado del ayre, de las aguas y de los lugares , Madrid, 1796. Mencionada por algunos repertorios bibliográficos, resulta imposible de localizar.

2.

Tratado de Hipócrates de los ayres, aguas y lugares , por el DOCTOR CORAY , traducido al castellano por DON FRANCISCO BONAFON , Profesor de Medicina, Madrid, 1808. Bonafon vierte en buena prosa castellana la traducción francesa, de suerte que, aun tendiendo un tanto a la paráfrasis, se le lee con gusto. En el prólogo (págs. 3-52) alude a los problemas de traducción al castellano, surgidos de que los conocimientos médicos no estaban tan adelantados, dice, como en Francia, mas, en su opinión, debe sacrificarse la elegancia en beneficio de la claridad.

3.

Colección completa de las obras del grande Hipócrates traducidas nuevamente del texto griego con los manuscritos y todas las ediciones a la vista, precedidas de un examen crítico-filosófico y comentadas estensamente (sic) por Mr. E. Littré . Versión verificada al castellano y anotada con textos de nuestros más célebres comentadores españoles por D. TOMÁS SANTERO ... Licenciado en Medicina y Cirujía... y D. RAMÓN ESTEBAN FERRANDO , Licenciado en Medicina y Cirujía... (sic) , Madrid, 1842-1843. — Nuestro tratado aparece en el t. II, junto a Medicina antigua, Pronósticos y Enfermedades agudas . Pues bien, aunque en el t. I, dedicado a traducir sin más casi todo el vol. I de Littré, se afirma haber consultado, aparte de Littré, las ediciones latinas de «Rhavenna, de Van der Linden y Foesio y las inmortales de Francisco Valles, Cristobal de Vega...» (pag. VI), se trata simplemente de una traducción del francés, realizada, además, con poco sentido crítico.

4.

«Hipócrates, De los aires, aguas y lugares ». Versión directa del griego por D. M. VÉLEZ , Revista Iberoamericama de Ciencias Médicas 1 (1899), 465-480. — Adelanta Vélez que su objetivo es «dar una traslación fiel y nimia, un Hipócrates a la castellana», sin vacilar «en emplear alguna que otra palabra desusada o nueva, y alguno que otro giro propio de las lenguas griega o latina, pero no desconocido de nuestros autores». Se atiene al texto de Kühlewein, pues tiene el de Littré por menos acertado en las elecciones textuales. No faltan pasajes en donde Vélez prefiere lecturas de V , publicado, a la sazón, por Ilberg, dando generalmente poco crédito a las traducciones latinas de nuestro escrito. Ofrece unas cuantas notas, de las que destacan algunas por su agudeza, como la dedicada al cap. 22, concretamente a la cuestión de los denominados «Anarieis» o escitas impotentes. La traducción es clara y fiel, en líneas generales.

5.

J. ALSINA , «Sobre el medio ambiente», Supl. Est. Clás . 2, 9 (1969), 323-353. — Después, con algunos retoques, en La Medicina hipocrática , Madrid, 1976, págs. 213-251, pero con el título, esta vez, de Sobre los aires, las aguas y los lugares . Dotada de bastantes notas, es, con mucho, la más filológica y fidedigna de todas.

BIBLIOGRAFÍA SELECTA

a) Problemas de lengua y unidad de la obra:

H. DILLER , Wanderarzt und Aitiologe. Studien zur hippokratischen Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Leipzig, 1934.

L. EDELSTEIN , Perì aérōn und die Sammlung der hippokratischen Schriften , Berlín, 1931.

H. GRENSEMANN , Die hippokratische Schrift Ueber die heilige Krankheit , Berlín, 1968, págs. 7-18.

—, «Das 24 Kapitel von De aeribus, aquis, locis und die Einheit der Schrift», Hermes 107 (1979), 423-441.

F. JACOBI , «Zu Hippokrates Perì aérōn, hydátōn, tópōn », Hermes 46 (1911), 518-567.

A. RÜST , Monographie der Sprache des hippokratischen Traktates Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Friburgo (Suiza), 1952.

W. J. VERDENIUS , «Notes on Hippocrates Air Waters Places », Mnemosyne 4, 8 (1955), 14-18.

J. WENZ , Quaestiones grammaticae ad vetustam translationem libri Hippocratis qui inscribitur perì aérōn, hydátōn, tópōn pertinentes , Marburgo, 1935.

K. ZEUGSWETTER , Die Einheit der hippokratischen Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Viena, 1932.

b) Sobre la transmisión:

H. DILLER , Die Ueberlieferung der hippokratischen Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Leipzig, 1932.

—, «Nochmals Ueberlieferung und Text der Schrift von der Umwelt », en Festschrift E. Kapp , Hamburgo, 1958, págs. 31-49.

K. FREUDENMANN , Beiträge zur Ueberlieferung der hippokratischen Abhandlung Perì aérōn, hydátōn, tópōn . I: Die jüngere lateinische Uebersetzung; II: Die jüngeren griechischen Handschriften , Tubinga, 1922.

J. L. HEIBERG , «Die handschriftliche Grundlage der Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn », Hermes 39 (1904), 133-145.

G. HELLMANN , «Bibliographie der gedruckten Ausgaben. Uebersetzungen und Auslegungen Perì aérōn, hydátōn, tópōn », Beiträge zur Gesch. der Meteorologie 3 (1922), 6-8.

H. KÜHLEWEIN , «Zu dem Texte und den Handschriften der hippokratischen Abhandlung Ueber Wasser, Luft und Orte », Hermes 18 (1883), 353-365.

—, «Die Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn in der lateinischen Uebersetzung des Cod. Parisinus 7027», Hermes 40 (1905), 248-274.

M. ULLMANN , «Galens Kommentar zu der Schrift De aere, aquis, locis », en Corpus Hippocraticum , Mons, 1977, págs. 353-365.

TEXTO UTILIZADO

Hemos seguido la edición de Diller ya mencionada (Ueber die Umwelt , Berlín, 1970), donde el gran conocedor de los problemas de transmisión del texto, se muestra demasiado proclive, a nuestro entender, a secluir, añadir conjeturas y preferir lecturas no atestiguadas por los manuscritos griegos. Damos una lista de los pasajes en donde, a nuestro juicio, no es preciso enmendar los manuscritos ni aceptar conjeturas. Nos referimos siempre a la paginación y distribución de Diller. Por nuestro lado, hemos tenido siempre en cuenta las ediciones de Heiberg, Littré y Jones, al inclinarnos por una determinada lectura.

Asi, creemos innecesarias las conjeturas o añadidos en: 26, 11 y 19; 30, 18; 32, 4; 40, 16, 17, 19 y 26; 42, 4; 44, 12 y 26; 46, 6; 54, 4; 58, 14 y 20; 62, 6 y 9; 66, 7 y 12; 70, 15, y 76, 11. Sobran las seclusiones en: 33, 11-12; 42, 3; 46, 15; 48, 1, 6 y 7-8; 54, 1; 56, 16 y 19; 58, 15 y 19; 70, 7 y 74, 12.

JUAN ANTONIO LÓPEZ FÉREZ

1 R. JOLY , Le niveau de la science hippocratique , París, 1966, página 180. Sobre el carácter auténtico del escrito, cf. Tratados hipocráticos , B.C.G., vol., I, Madrid, 1983, págs. 222-223. Aparte de los autores allí mencionados, lo tienen por auténtico: K. DEICHGRÄBER , Die Epidemien und das Corpus Hippocraticum , Berlín, 1933, pág. 163 (junto a Epidemias I y III, II, IV y VI, Sobre los humores, Sobre el dispensario médico, Instrumentos de reducción, Pronóstico, Sobre las fracturas, Sobre las articulaciones, Sobre la naturaleza del hombre, Sobre la enfermedad sagrada y, quizá, Epidemias V y VII), y M. POHLENZ , Hippokrates und die Begründung der wissenschaftlichen Medizin , Berlín, 1938, págs. 79-80 (al lado de Sobre la enfermedad sagrada, Pronóstico, Epidemias I y III y, probablemente, Sobre las fracturas y Sobre las articulaciones) .

2 POHLENZ , op. cit ., pág. 3.

3 W. H. S. JONES , Hippocrates , vol. I, Londres, 1972 (= 1923), página XXI.

4Oeuvres complètes d’Hippocrate , 10 vols., París, 1839-1861, volumen II (1840), pág. 1.

5Wanderarzt und Aitiologe. Stundien zur hippokratischen Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Leipzig, 1934, pág. 41.

6 Así lo reconoce el propio L. EDELSTEIN , Perì aérōn und die Sammlung der hippokratischen Schriften , Berlín, 1931, págs. 52 y sigs.

7 Cf. L. BOURGEY , Observation et expérience chez les médecins de la Collection Hippocratique , París, 1953, pág. 158, destacó en varios pasajes las profundas concordancias de Aforismos y Epidemias I y III con el tratado que estudiamos.

8 U. VON WILAMOWITZ -MOELLENDORF , Die hippokratische Schrift Perì hirês noúsou , Berlín, 1901, págs. 16 y sigs., recogido en Kleine Schriften , III, Berlín, 1969, págs. 278-302. Además, O. REGENBOGEN , Symbola Hippocratea , Berlín, 1914, págs. 24 y sigs.; M. WELLMANN , «Die Schrift Perì hirês noúsou des Corpus Hippocraticum », Sudhoffs Arch. Gesch. Mediz . 22 (1929), 290 ss., y DEICHGRÄBER , Die Epidemien.. ., págs. 122 y sigs., piensan que el autor de ambos escritos es el mismo. En cambio, EDELSTEIN , Perì aérōn.. ., pág. 181, no está de acuerdo con tal postulado, siguiendo una actitud ya adoptada por C. FRIEDRICH , Hippokratische Untersuchungen , Berlín, 1899, pág. 32. Por su lado, DILLER , Wanderarzt.. ., pág. 94, sostiene que el autor de Sobre la enfermedad sagrada y de Sobre los aires, aguas y lugares es la misma persona por razones de estilo y contenido. En ambos escritos, dice, los datos empíricos están claramente subordinados al sistema teórico que los abarca. Y añade (pág. 100) que Sobre la enfermedad sagrada sería algo más antigua que la obra que estudiamos. BOURGEY , Observation.. ., pág. 76, advirtió que, frente a Sobre la enfermedad sagrada , donde aparece un sentimiento religioso real, nuestra obra muestra una concepción más burda de la divinidad. La religión resulta aquí un mero intercambio de bienes materiales, un do ut des , entre los hombres y los dioses. Por tal motivo, H. HEINIMANN , Nomos und Physis (Herkunft und Bedeutung einer Antithese im griechischen Denken des 5 Jahrhunderts) , Basilea, 1945, págs. 170 y sigs., concluye que Sobre la enfermedad sagrada es veinte años posterior a nuestro libro. Citamos según Tratados hipocráticos , vol. I, de esta colección.

9 Esta teoría aparece también en Sobre la generación 8.

10 Cf. HEINIMANN , Nomos.. ., págs. 170 y sigs.

11 Cf. H. GRENSEMANN , Die hippokratische Schrift Ueber die heilige Krankheit , Berlín, 1968, págs. 7-18, atribuye ambos escritos al mismo autor.

12 Dedica a la cuestión el cap. II de Perì aérōn.. ., recogido en Ancient Medicine, Selected Papers of L. Edelstein , ed. O. y C. L. TEMKIN , Baltimore, 1967, págs. 65-85.

13 Cf. E. LITTRÉ , Oeuvres complètes d’Hippocrate , vol. I, París, 1961 (= 1839), pág. 451; CH . DAREMBERG , Oeuvres choisies d’Hippocrate , París, 1855, págs. 121-122; y, antes que nadie, F. ERMERINS , De Hippocratis doctrina a prognostice oriunda , Leiden, 1832.

14La medicina hipocrática , Madrid, 1970, pág. 243.

15 Nada importante para la cuestión, a pesar de tan sugerente título, se nos muestra el trabajo de L. VON BRUNN , «Hippokrates und die meteorologische Medizin», Gesnerus 3 (1946), 151-192, y 4 (1947), 65-85.

16 Cf. E. D. PHILIPPS , Greek Medicine , Londres, 1973, págs. 32 y 36-7.

17 Cf. PLATÓN , Leyes V 747 d; ARISTÓTELES , Política VII 1327b23-38; Problemas I 8-12 (859b21 ss.) y 19-20 (861b ss.). En el citado pasaje de la Política , el estagirita distingue tres clases: países fríos y pueblos de Europa, con gentes valientes, pero un tanto insuficientes en inteligencia y arte; pueblos asiáticos, inteligentes y artistas, pero que viven en permanente esclavitud; y, por último, los griegos, que participan de los dos grupos anteriores y están en medio de ellos en el aspecto geográfico: son hombres valerosos e inteligentes, libres y capaces de gobernar a toda la humanidad.

18 Cf., en esta misma colección, Tratados hipocráticos , págs. 32 y sigs. de la Introducción de C. GARCÍA GUAL .— El «del todo» (toû hólou) de 270c ha sido muy discutido. Los partidarios de entenderlo como «todo el cuerpo» tienen a su favor que, en 265a-266b, estaba aplicándose el método dialéctico. Afirman, además, que no hay alusión alguna a la medicina cosmológica ni ambiental, y que el término «meteorología» debe entenderse como «discursos elevados». Por el contrario, los defensores de referir «del todo» al universo entero se apoyan en que Platón venía hablando, hasta ese momento, de la meteorología o cosmología de Anaxágoras, de donde puede deducirse, dicen, que, al igual que acontece con la retórica, una medicina que se precie no puede alcanzar sus fines sin tener en cuenta la cosmología. Por todo ello, deducen que «del todo» ha de apuntar al universo, sin cuyo conocimiento tampoco puede estudiarse el cuerpo.

19 «The genuine works of Hippocrates», Amer. Journ. of Philol . 61 (1940), 221-229, ahora en Ancient Medicine.. ., págs. 133 y sigs.

20 «The hippocratic Question», Class. Quarter . 25 (1975), 171-192, especialmente, 174.

21The hippocratic Tradition , Ithaca-Londres, 1979, págs. 44 y sigs.

22 En Fedro 270b leemos que, «sin la división, tanto la retórica como la medicina se quedarían en simple rutina y experiencia (tribḕ kaì empeiría) , en vez de ciencia (téchnē) ».

23 «Plato and the Method of Hippocrates», Greek Rom. and Byz. Stud . 21, 4 (1980) 341-362. Hace más de un siglo Ermerins llegó ya a la misma idea, precisamente en 1839. Además, POHLENZ dedicó buena parte de su trabajo de 1938 (Hippokrates...) a apoyar la tesis del influjo de las fuerzas naturales sobre la constitución física y las formas del cuerpo.

24 Sobre la influencia de las fuerzas naturales en la constitución física, véase E. C. EVANS , Physiognomics in the ancient world , Filadelfia, 1969, págs. 19 y sigs.

25 «Plato...», 352 ss. Recordemos que en Fedro 270c dice Sócrates que todas las grandes artes andan necesitadas de «conversación ingeniosa y estudio respecto a la naturaleza» (adoleschías kaì meteōrologías phýseōs péri) . Realmente, «meteorología», más que interpretarse como «discurso o estudios elevados», debe entenderse como estudio de los fenómenos celestes. Para todo esto, cf. n. 9 de la traducción.

26 Cf. J. A. LÓPEZ FÉREZ , «La etiología democritea y su influjo en el Corpus Hippocraticum », Est. Clás . 18 (1974), 347-356.

27Wanderarzt.. ., pág. 46. Además, nuestro tratado está en la misma línea democritea de atribuirlo todo a causas precisas y de sostener que nada acontece sin motivo. Este punto es importante a la hora de fechar el escrito que estudiamos, toda vez que Demócrito fue el primero en formular taxativamente la ley de causalidad.

28 K. E. MÜLLER , Geschichte der antiken Ethnographie und ethnologischen Theorienbildung. Von den Anfängen bis auf die byzantinischen Historiographen , vol. I, Wiesbaden, 1972, págs. 137-144, es de la opinión de que Hipócrates visitó las costas del Mar Negro y viajó mucho por Oriente, pero desconoció todo el Occidente. Otros estudios anteriores sobre la cuestión son los de R. PÖHLMANN , Hellenische Anschauungen über den Zusammenhang zwischen Natur und Geschichte , Leipzig, 1879, págs. 10 y sigs., y K. TRÜDINGER , Studien zur Geschichte der griechisch-römischen Ethnographie , Basilea, 1918, págs. 37 y sigs. Por su parte, G. JACOBI vio en el autor de nuestro escrito al padre de la geografía médica. Así lo expuso en sus Geographischen Beobachtungen und Anschauungen im Corpus Hippocraticum , Jena, 1928, página 61, y, asimismo, en su traducción Perì aérōn, hydátōn, tópōn. Das goldene Buch des Hippokrates. Eine medizinische Geographie aus dem Altertum , Stuttgart, 1930.

29Griechische Denker , vol. I, Leipzig, 1896, pág. 250.

30 Cf. W. BACKHAUS , «Der Hellenen-Barbaren-Gegensatz und die hippokratische Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn », Historia 25 (1976), 170-185, esp. 184-185.

31 Cf. BACKHAUS , ibid ., pág. 184.

32 Evidentemente, se advierte ese paralelo en Sobre los aires 17 y HERÓDOTO , IV, 46, 114, 116 y 117.

33Nomos.. ., págs. 173 y sigs.

34Sobre los aires 12, y HERÓDOTO , I 142 y III 106. Sin embargo, el planteamiento no es el mismo: el hipocrático nos habla del influjo del clima y la tierra sobre los habitantes; Heródoto, en cambio, no saca conclusiones de ese tipo.

35 Piensan que tenemos dos escritos diferentes, pero del mismo autor; C. FRIEDRICH , Hippokratische.. ., pág. 32, y WILAMOWITZ , Kleine Schriften.. ., pág. 295. EDELSTEIN dedica gran parte de su Perí aérōn.. . a defender la tesis de que ambas partes proceden de autores distintos, y, concretamente, la primera parte sería un escrito de carácter pronóstico (cf. págs. 4 y sigs., 60 y 88). BOURGEY(Observation.. ., pág. 58) insiste en que «es importante destacar la unidad de la obra». Puntualiza que, si es cierto que las consideraciones morales y sociales aparecen también en la primera parte, es en la segunda donde se precisa la influencia de los factores físicos sobre los individuos.

36Perí aéron.. ., págs. 35 y sigs.. Parte de una cita de ATENEO , Banquete de los Sofistas II 46B.

37 DILLER , Wanderarzt.. ., págs. 27 y sigs., expone las coincidencias, en forma y contenido, de las dos partes, aunque se inclina por pensar que los caps. 12-24 forman un escrito aparte, porque las advertencias dirigidas a un médico cuando llega a una ciudad desconocida y el examen de las peculiaridades geográficas y étnicas no tienen, según él, nada en común, ni en forma ni en objetivos. En todo caso, dice, si se trata de escritos diferentes, pueden proceder del mismo autor y haber tenido la misma tradición literaria. M. POHLENZ , Hippokrates.. ., págs. 25-29, acepta dos unidades literarias (A, caps. 1-11, y B, capítulos 12-24), pero un solo autor. Señala la presencia de los mismos elementos básicos (cambios de las estaciones, orientación del lugar y propiedades de las aguas) en ambas partes. Afirma que «no hay ninguna duda de que A y B han sido escritas por el mismo hombre, un médico que, con su mirada científica, no sólo abarca el círculo muy próximo de sus pacientes, sino que mide, palmo a palmo, toda la tierra habitada y, por supuesto, el cosmos» (pág. 29). Así, según Pohlenz, si el objetivo de A era «mundo circunstante y estado de salud», el de B vendría a ser «mundo circundante y población».

38Nomos.. ., pág. 197. Insiste, no obstante, en la unidad de la obra, partiendo de los rasgos estilísticos arcaicos que la caracterizan: cambios repentinos de sujeto, prolepsis de las subordinadas, especialmente de las interrogativas indirectas; paréntesis con gár; uso abundante de demostrativos, etc. Todas esas notas estilísticas aparecen uniformemente distribuidas por todo el escrito que estudiamos. Precisamente, añadimos nosotros, tales rasgos de estilo arcaico, sólo a medias es dado verterlos al castellano.

39 WILAMOWITZ , «Die hippokratische...», en Kleine Schriften.. ., páginas 295 y sigs., cree que el cap. 24 sería un añadido posterior. Por su parte, F. JACOBI , «Zu Hippokrates Perí aéron, hydátōn, tópōn », Hermes 46 (1911), 518 ss., opina que tal capítulo procedería de una interpolación prearistotélica. DILLER , Wanderarzt.. ., pág. 106, piensa que el autor de la segunda parte ha utilizado la primera y, además. Sobre la enfermedad sagrada , especialmente en lo relativo a la ley de causalidad. El autor de los caps. 12-24 habría conocido, según Diller, la obra de algún escritor del círculo de Demócrito, en todo lo concerniente a la teoría de la causalidad y la psicología de los pueblos. Diller daría como título a esos capítulos: «Causas sobre Asia y Europa y sus pueblos» (pág. 53). Por el contrario, POHLENZ , Hippokrates.. ., págs. 25 y sigs., sostiene que las especulaciones etiológicas, aun tomando carta de naturaleza a partir de Demócrito, se remontan hasta mucho antes del abderita. La segunda parte de nuestro escrito, no obstante, sería algo posterior a la primera, dice, y resultado de un viaje de estudios por el Ponto (Mar Negro) efectuado por quien la escribiera (pág. 30).

40 «Das 24 Kapitel von De aeribus, aquis, locis und die Einheit der Schrift», Hermes 107 (1979), 423-441.

41Observation.. ., pág. 36.

42Nomos.. ., pág. 209. WILAMOWITZ , Die hippokratische.. ., fechó nuestro escrito en la época de Pericles, por el tratamiento dado a la oposición griegos / bárbaros, y por la postura orgullosa adoptada por el autor. Cf., también, POHLENZ , Hippokrates.. ., pág. 45.

43Wanderarzt , pág. 124.

44 Para la cuestión, véanse las páginas introductorias (7-17) de DILLER , Ueber die Umwelt (De aere, aquis, locis) . Corpus Medicorum Graecorum, I, 1, 2, Berlín, 1970.

45 «Zur Ueberlieferung des Hippokratischen Corpus », Rh. Museum 42 (1887), 436 ss.

46Hippocratis de aere aquis locis , Bonn, 1911 (19292 ).

47Hippocratis opera , Corpus Medicorum Graecorum, I, 1, Leipzig, 1927, págs. 56-78.

48Die Ueberlieferung der hippokratischen Schrift Perì aérōn, hydátōn, tópōn , Leipzig, 1932.

49Ueber die Umwelt , págs. 7 y sigs.

50Hippocratis Coi de aere aquis locis libellus. Eiusdem deflatibus graece et latine, Iano Cornario interprete , Basilea, 1529.

51 Había sido estudiada por J. BRINCKMANN , Vetusta Hippocratici libri Perí aérōn, hydátōn, tópōn inscripti versio latina ad codicum fidem recensita , Münster, 1922. Además, H. DILLER , «Ueberlieferung und Text der Schrift von der Umwetl », en Festschrift E. Kapp , Hamburgo, 1958, págs. 31-49, puntualiza que esta versión, que bien pudiera haber sido realizada en el siglo V , no ha sufrido los efectos propios de la transliteración, ni trastorno alguno en la paginación de sus folios.

52 M. ULLMANN , «Galens Kommentar zu der Schrift De aere, aquis, locis », en Corpus Hippocraticum , Mons, 1977, págs. 353-365, nos cuenta que el texto griego de ese comentario se perdió, aunque conservamos varias citas en Oribasio (siglo IV a. C.). En el siglo IX fue traducido al sirio, pero esta traducción no nos ha llegado. Tampoco se nos ha conservado la traducción del sirio al árabe, efectuada, en el siglo IX también, por HUBAIS IBN AL -HASAN . Posteriormente, en el siglo XII , fue vertida del árabe al hebreo. Precisamente una traducción alemana de la versión hebrea, conservada en un códice del siglo XV , fue utilizada por Diller en su edición de 1970. Asimismo, en fecha imprecisa, a partir del árabe se realizó una versión latina, la única que pudo manejar J. ILBERG en «Ueber die Schriftstellerei des Klaudios Galenos I», Rhein. Museum 44 (1889), 207-239. Esta versión latina, recogida en doce códices de los siglos XII-XIV , empezó a ser editada con las obras de Galeno a partir de 1600.

53 Galeno habría dedicado cuatro libros a comentar, respectivamente, los caps. 1-6, 7-9, 10-11 y 12-24. Cf. ULLMANN , «Galens...», pág. 362.

54Hippocratis quae feruntur opera omnia , vols. I-II, Leipzig, 1894-1895. Nuestro escrito está en el vol. I, págs. 31-71.

55 Cf. ULLMANN , «Galens...», págs. 362-364.