Un cuento triste no tan triste - Jorge Bucay - E-Book

Un cuento triste no tan triste E-Book

Jorge Bucay

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Beschreibung

Cuando la abuela llega a pasar una temporada a casa de Sofía y su mamá, ninguna de las tres se imagina la transformación que está a punto de suceder en cada una de ellas. Sofía no puede entender por qué su abuela siempre está de mal humor y enojada con el mundo entero. Con el paso de las semanas, la niña comprenderá que la dureza de su abuela es en realidad un velo que esconde una historia de dolor y pérdida. El mar, la poesía y las plantas son esenciales en el viaje de reconocimiento y sanación que las tres mujeres emprenden. Un cuento triste no tan triste es un relato conmovedor cuyo mensaje de esperanza muestra cuán necesario es perdonar a los demás, pero sobre todo a nosotros mismos, para poder alcanzar la felicidad.

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Un cuento triste no tan triste

Un cuento triste no tan triste

Jorge Bucay

Índice de contenido
Portadilla
Legales
Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
Epílogo

Bucay, Jorge

Un cuento triste no tan triste. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Del Nuevo Extremo, 2015.

E-Book.

ISBN 978-987-609-582-2

1. Narrativa Argentina. I. Título

CDD A863

Imágenes de portada e interiores: Gusti

Diseño de portada: Estudio Sagahón / Leonel Sagahón y Jazbeck Gámez

Imagen editorial: Marta Cánovas

© 2013, Jorge Bucay

© 2014, Editorial del Nuevo Extremo, S.A.

A. J. Carranza 1852 (C1414COV)

Buenos Aires Argentina

Tel / Fax (54 11) 4773-3228

e-mail: [email protected]

www.delnuevoextremo.com

Primera edición en formato digital: junio de 2015

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-609-582-2

Prólogo

Hace unos años, participaba yo de un taller de creatividad con un grupo de colegas. Explorábamos la creación colectiva y el brainstorming de la creación artística.

Durante dos días, historias, poesía, colores y diseños pasaron por nuestras cabezas, nuestro corazón, nuestras manos y nuestra mesa de trabajo (o dicho con más propiedad, nuestro suelo de trabajo). Gracias a ello disfrutamos y aprendimos unos de otros, aunque muy especialmente nos burlamos juntos de nuestras torpezas.

Reímos, lloramos, nos ensuciamos las manos, las caras, las ropas mientras nos limpiábamos el corazón, la memoria y las almas…

Al final, como era la consigna, todo ese material se destruyó y cada quien se llevó el derecho de trabajar personalmente sobre las ideas que allí cir­cularon.

La historia de la muerte de un árbol que no pudo soportar la ausencia de un niño nos conmovió a todos. Creo que por eso, todos le pedimos a Gusti que en algún momento ilustrara esta historia, aunque fuera desde una sola imagen. Todos le pedimos a Emilio que compusiera un tema musical para este cuento. Todos me pidieron a mí que le diera forma, principio y final a esta historia.

Hace pocas semanas, intentando ayudar a un paciente, esta pequeña historia volvió a mi mente y me puse a trabajar en un cuento inspirado en ella.

El resultado de mi trabajo es este pequeño texto que tienes en tus manos.

Espero que te sea útil y te ayude a pensar en algunas cosas, como lo hizo con mi paciente y como lo hizo conmigo.

Si no es así, ojalá, aunque más no sea, disfrutes de su lectura.

I

Mi madre y mi abuela sólo se llamaban por teléfono para los cumpleaños y para Navidad… y esas pocas conversaciones eran siempre breves e idénticas.

Yo, que invariablemente me quedaba escondida detrás de la puerta, escuchaba con injustificada atención las preguntas habituales y las respuestas monosilábicas. Estoy segura de que, en mi escondite, yo deseaba que mi madre me llamara para pasarme el teléfono, pero eso nunca sucedía. Recuerdo que a mí, aunque era muy niña, me parecía bastante raro. Muchas veces quise preguntarle a mi madre más cosas sobre mi abuela, pero era evidente que mamá nunca tenía demasiadas ganas de hablar de ella.

Lo poco que pude averiguar fue que la abuela vivía en un pueblito a más de cinco horas de nuestra casa y que sólo había venido a visitarnos en dos ocasiones: cuando yo nací y cuando mis padres se divorciaron, hace ya seis años. Fue en esa ocasión cuando una tarde vi entrar a una anciana toda vestida de negro, que yo ni conocía, y cuando mamá me ordenó de pronto:

–Sofía, dale un beso a tu abuela.

Tengo la imagen de ese momento grabada en mi mente: aquella mujer hosca y seria, acercando su mejilla dura y fría a mi cara; y yo, que por no deso­bedecer a mi madre, le daba ese beso corto, casi sin rozar su arrugada piel, de mala gana y con los ojos apretados para contener las lágrimas.