Una educación que comienza antes del nacimiento - Omraam Mikhaël Aïvanhov - E-Book

Una educación que comienza antes del nacimiento E-Book

Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Para la mayoría de los hombres y de las mujeres que se preparan para ser padres y madres, la constitución de su hijo, su carácter, sus facultades, sus cualidades, sus defectos, dependen del azar... o de la voluntad de Dios, de quien no tienen una idea muy precisa. Cómo han oído hablar de las leyes hereditarias, suponen que este hijo se parecerá físicamente y moralmente a sus padres, a sus abuelos, a un tío o a una tía. Pero no piensan que está en sus manos el favorecer o impedir este parecido, y de una forma general, contribuir al buen desarrollo de su hijo, tanto en el plano físico como en el psíquico o espiritual. Pues bien, es ahí donde se equivocan. Los padres pueden influir favorablemente sobre el hijo que va a encarnarse en su familia.

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Seitenzahl: 125

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Omraam Mikhaël Aïvanhov

Una educación que comienza antes del nacimiento

Izvor 203-Es

ISBN 978-84-10379-20-6

Traducción del francés

Título original:

UNE EDUCATION QUI COMMENCE AVANT LA NAISSANCE

© Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

I ENSEÑAR A LOS PADRES PRIMERO

Puede ser que algunos de vosotros os preguntéis por qué casi nunca trato de la educación de los niños, a pesar de mi condición de pedagogo. Todos los pedagogos se ocupan de los niños, menos yo, que soy la excepción. ¿Por qué? Porque pienso que es necesario comenzar por enseñar a los padres.

No creo en ninguna teoría pedagógica, creo solamente en la manera de vivir de los padres antes y después del nacimiento de los hijos. He ahí por qué no he querido nunca hablar demasiado sobre la educación de los niños. Si los padres no hacen nada por educarse ellos mismos, ¿cómo van a educar a sus hijos? A los padres se les habla de la educación de sus hijos como si verdaderamente estuvieran preparados para ello; desde el momento que tienen hijos, se considera que están preparados. No, muy a menudo no lo están, y es a ellos a quienes hay que instruir y a quienes hay que enseñar cómo conducirse para que influyan favorablemente en sus hijos.

Pero como no conocen mi programa, me critican: “¿Pedagogo? ¡Pff! ¡Cómo va a serlo si nunca habla de la educación de los niños!” En realidad, no han comprendido todavía mi punto de vista. Mientras los padres no estén preparados, aunque les demos las mejores explicaciones pedagógicas no servirá de nada, y harán mucho daño a sus hijos queriendo aplicar nociones que no han comprendido.

Cuánta gente que quiere tener hijos no se preocupa de saber si verdaderamente reúnen condiciones para ello, si tienen buena salud y medios materiales para educarles, y sobre todo, si poseen las cualidades necesarias a fin de ser para sus hijos un ejemplo, una seguridad y un consuelo en todas las circunstancias de la vida. No lo piensan. Traen hijos al mundo, y estos hijos crecerán solos, a la buena de Dios, se desenvolverán como puedan, y un día tendrán hijos en condiciones tan deplorables como las de sus padres.

Estoy sorprendido de ver tantos chicos y chicas que desean casarse sin pensar en prepararse para su futura función de padres y de madres. Cuando a veces me encuentro alguna chica encinta, verdaderamente me digo... ¡Una niña que lleva en su seno un niño! Se ve en su cara: es una niña. Entonces, ¿qué ocurrirá? Es preferible no tener hijos mientras no se está preparado, de lo contrario se paga muy caro.

Diréis: “Prepararse... pero, ¿cómo?” Prepararse es tener pensamientos, sentimientos y una actitud que atraerá hacia una determinada familia seres excepcionales. La Ciencia iniciática enseña que no es por azar el que tal o cual niño nazca en una familia: consciente o inconscientemente (lo más a menudo inconscientemente), son los padres los que le han atraído. Por eso los padres deben llamar conscientemente a los genios, a las divinidades. Pueden escoger a sus hijos: esto es algo que la mayoría no sabe.

Así pues, es necesario revisarlo todo desde el principio, y el principio es la concepción de los hijos. Los padres no piensan que deben prepararse durante meses y años como para un acto sagrado. Frecuentemente, es en una noche de desenfreno, después de haber comido y bebido abundantemente, cuando conciben un hijo. Ese es el momento que escogen, si se puede decir que lo “escogen”. Podrían esperar a tener un momento de paz, de lucidez, un momento que reinara en ellos una gran armonía. Pero no; esperan a estar excitados por el alcohol, sin saber ni dónde están; ¡y en ese estado magnífico conciben un hijo! Pero, ¿qué elementos creéis que introducen en él? Un hijo que viene al mundo cargado de semejantes elementos, no puede ser otra cosa que la primera víctima de sus propios padres. Entonces, ¿a quién hay que educar? Yo os digo que no es a los hijos, sino a los padres.

En casa, los padres no dejan de dar a sus hijos el triste espectáculo de sus disputas, de sus mentiras, de su falta de honestidad. ¿Cómo se imaginan que van a educarles? Se ha comprobado que un bebé puede caer enfermo y manifestar perturbaciones nerviosas a consecuencia de las disputas entre sus padres: aunque no esté presente, estas disputas crean a su alrededor una atmósfera de desarmonía que el niño siente porque está todavía muy unido a sus padres. El bebé no es consciente, pero a pesar de ello es muy receptivo, y su cuerpo etérico es el que recibe los choques.

Los padres deben tomar conciencia de sus responsabilidades. No tienen derecho a invitar a espíritus a encarnarse si son incapaces de mostrarse a la altura de su cometido. Veo que algunos se conducen de una manera tan inverosímil que no puedo evitar el preguntarles. “Pero veamos: ¿amáis verdaderamente a vuestros hijos?” Se indignan: “¿Cómo? ¿Si amamos a nuestros hijos? ¡Naturalmente que amamos a nuestros hijos! Pues bien, no lo creo, porque si les amarais, cambiaríais de actitud comenzando por corregir en vosotros ciertas debilidades que se reflejan de forma muy negativa en ellos. No hacéis ningún esfuerzo. ¿Es ese vuestro amor?”

Aunque sé que el porvenir de la Fraternidad está en los niños, es de los padres de quienes me ocupo; quiero hacerles comprender que no deben traer niños al mundo sólo por satisfacer ese instinto atávico de procrear. Ese instinto existe, naturalmente, pero debe ser comprendido de manera más espiritual, es necesario que el pensamiento, el alma, el espíritu participen en ese acto para que el niño esté unido a un mundo superior. En la mayoría de los casos, los humanos se comportan como animales: comen, beben y procrean. A semejanza de éstos, no hay nada espiritual en sus actos. El amor no tiene ninguna importancia, es el placer lo que cuenta, y este placer momentáneo lo pagarán durante toda una vida, y se lo harán pagar también a sus hijos.

¿Queréis que me ocupe de los niños? ¡Ah, no! Es mejor que me ocupe de vosotros, y ocupándome de vosotros, indirectamente me ocupo de los hijos que ya tenéis, y de los que tendréis más tarde.

II UNA EDUCACIÓN QUE COMIENZA ANTES DEL NACIMIENTO

Cuando quieren un hijo, la mayoría de los hombres se imaginan que sus poderes se limitan a realizar físicamente lo que hace falta para ello, y que todo el resto: la constitución del niño, su carácter, sus facultades, sus cualidades y sus defectos, dependen del azar o de la voluntad de Dios, de quien no tienen una idea muy precisa. Como han oído hablar de las leyes hereditarias, suponen que ese hijo se parecerá física y moralmente a sus padres, a sus abuelos, a un tío o a una tía. Pero no piensan que está en sus manos el favorecer o impedir ese parecido, y de una manera general, el escoger lo que será ese niño. Pues bien, es ahí donde se equivocan: los padres pueden influir sobre el hijo que viene a encarnarse en su familia.

Pero antes de la concepción, los padres deben prepararse para poder atraer un espíritu sublime, porque una entidad superior sólo puede aceptar encarnarse en seres que han llegado ya a un cierto grado de pureza y de autocontrol. Para estas entidades, no es importante entrar en una familia rica o gloriosa, sino que normalmente prefieren familias modestas donde no puedan ser tentadas por la vida fácil. Lo que necesitan recibir de esos padres en los cuales van a encarnarse, es una herencia que no obstaculice el trabajo espiritual por el que han decidido venir a la tierra. Muy pocos hombres y mujeres presentan las cualidades necesarias para que encarnen grandes espíritus, y por esta causa la tierra está poblada por tanta gente vulgar, por enfermos y por criminales, en lugar de estar poblada por divinidades.

La Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal muestra al hombre y a la mujer cómo prepararse para alcanzar el grado de pureza y el estado de espíritu óptimo para concebir un hijo, escogiendo – según las mejores influencias planetarias – incluso el momento de la concepción. ¿Cómo han podido descender tan bajo los hombres, dejando al azar un acontecimiento tan importante como la concepción de un hijo? Es ahí donde es necesario pedir la ayuda del Cielo, la presencia de los ángeles, para poder atraer un espíritu poderoso, luminoso, que sea un bienhechor de la humanidad. En lugar de hacerlo así, piden ayuda al alcohol o a lo que sea, y a menudo en ese momento el hombre se comporta como un animal: violenta a su mujer, la cual comienza a alimentar hacia él sentimientos de desprecio, repugnancia y venganza... ¿Cómo extrañarse si después aparece un monstruo?

Pero veamos con más detalle esta cuestión de la concepción.

Para que un niño venga al mundo, es necesario que el padre dé el germen a la madre, y que la madre lo madure. Podemos decir, por tanto, que el padre es creador y la madre formadora. Este germen que da el padre es un resumen, una condensación de su propia quintaesencia. Todo lo que ha vivido, todo lo que vive se expresa ahí, en este germen. Por lo tanto, según su manera de vivir, el padre da un germen de mejor o peor calidad.

A menudo os he explicado que toda nuestra manera de vivir se inscribe y se registra en nosotros, en los cromosomas de nuestras células. Cada célula posee una memoria. No sirve de nada hacer la comedia delante de los demás mostrándose amable, honesto y caritativo: es lo que pensamos, lo que sentimos en nuestro fuero interno lo que se registra y se transmite en herencia de generación en generación. Y si son enfermedades o vicios lo que se ha registrado, una vez transmitidos, id a buscar profesores, escuelas y médicos para curar al niño: no hay nada que hacer, es demasiado tarde. Todo se transmite, y si no se manifiesta en el primer hijo, se manifestará en el segundo o en el tercero. Hay que comprender que la naturaleza es fiel y verídica.

Así pues, es un error creer que lo que el hombre da a la mujer en el momento de la concepción es siempre de la misma naturaleza. Si un hombre no ha trabajado nunca sobre sí mismo para ennoblecerse y purificarse, dará a la madre el germen de un ser completamente vulgar o incluso de un criminal.

Tomemos un ejemplo; posiblemente no lo encontraréis muy poético, pero al menos resulta claro: la función de un grifo es dar agua, y esta agua puede salir turbia o cristalina. Aquél que conserva continuamente dentro de sí malos pensamientos, malos sentimientos, no puede dar nada más que agua sucia; sin embargo, aquél que no cesa de trabajar por el bien y por la luz, distribuye agua cristalina, vivificante. Sí, no os sorprendáis: el germen que el hombre da a la mujer en el momento de la concepción es diferente según su grado de evolución.

Así como la semilla plantada en tierra contiene el proyecto de lo que será el árbol o la flor, el germen que el padre da a la madre también lleva en sí el proyecto de lo que será el hijo, sus facultades, sus dones, o al contrario, sus lagunas, sus taras. En cuanto a la madre, durante los nueve meses de gestación aporta los materiales que servirán a la realización de este proyecto, y respecto a esto también puedo revelaros cosas extremadamente interesantes e importantes.

Durante los nueve meses de gestación, la madre no solamente trabaja en la formación del cuerpo físico del niño; sin saberlo, trabaja sobre el germen que el hombre le ha dado, creando las condiciones favorables o desfavorables para el desarrollo de las diferentes características contenidas en este germen. ¿Y cómo trabaja ella? Vigilando sus pensamientos, sus sentimientos, la vida que lleva. Es lo que llamamos la galvanoplastia espiritual.

Comenzaré por describiros el proceso químico de la galvanoplastia, el cual, en sus aplicaciones espirituales, puede acarrear consecuencias de la mayor importancia para toda la humanidad. Se sumergen dos electrodos en una cubeta llena de una solución de una sal metálica, que puede ser de oro, de plata, de cobre... El ánodo, el polo positivo, es una placa del mismo metal que el de las sales disueltas en la cubeta. El cátodo, el polo negativo, es un molde de gutapercha recubierto de plombagina, en el que hay una figura, una pieza de moneda, una medalla... Con la ayuda de un hilo metálico se unen los dos electrodos a los polos de una pila, y se hace pasar la corriente: el metal contenido en el baño se deposita entonces sobre el cátodo, mientras que el ánodo, al descomponerse, regenera el líquido de la solución. Poco a poco el molde se recubre del metal de la solución, y obtenemos una imagen recubierta de oro, de plata o de cobre.

Si observáis la naturaleza, comprobaréis que este fenómeno de la galvanoplastia existe en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el espacio, nuestro planeta, la tierra, que recibe numerosas influencias de los otros cuerpos celestes, representa el polo negativo, el cátodo, el principio femenino; y el cielo, es decir, el sol y los astros, representan el polo positivo, el ánodo, el principio masculino. Entre la tierra y el sol (u otro astro), se producen intercambios porque existe entre ellos una incesante circulación. Estos dos polos están sumergidos en una solución cósmica: el éter, fluido universal que baña y envuelve todos los cuerpos celestes. La pila, gracias a la cual todo funciona, es Dios, al cual están unidos los dos polos.

Entonces, supongamos que al cátodo, a la tierra, le ponemos un molde, por ejemplo, un grano; este grano se encuentra sumergido en la solución cósmica, y cuando pasa la corriente que viene de Dios, provoca el fenómeno de la galvanoplastia: las materias contenidas en la solución comienzan a depositarse sobre el cátodo, sobre el grano, y el ánodo (el sol u otro astro), regenera la solución con arreglo al crecimiento del grano. Cada grano plantado en la tierra atrae del éter en el cual se baña, todos los elementos que corresponden a su naturaleza. Estos elementos se depositan sobre el grano, y así se desarrolla según sean los elementos que atrae.