Versos libres - José Martí - E-Book

Versos libres E-Book

José Martí

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Beschreibung

La colección de poemas "Versos libres" recoge los poemas que José Martí escribió entre los veinticinco y treinta años y que se publicaron tras su muerte. En ellos el autor expresa sus ansias de libertad y defiende los valores humanos. Algunos de los poemas de esta obra son "Mis versos", "A mi alma", "Sed de belleza" o "La poesía es sagrada".-

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José Martí

Versos libres

(1878-1882)

Saga

Versos libres

 

Copyright © 1913, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726679502

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

MIS VERSOS

Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar integras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones ¡oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé pero o no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.

 

Tajos son éstos de mis propias entrañas —mis guerreros.—Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas que salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.

 

No zurcí de éste y aquel, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en. mi propia sangre. Lo que aquí voy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos.— De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia yo soy el responsable. Halle quebrados los vestidos, y otros no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados. Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque puede parecer brutal.

 

Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado. He querido ser leal, y si pequé, no me avergüenzo de haber pecado.

ACADÉMICA

Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren

Que no con garbo natural el coso

Al sabio impulso corras de la vida,

Sino que el paso de la pista aprendas,

Y la lengua del látigo, y sumiso

Des a la silla el arrogante lomo:—

Ven, mi caballo: dicen que en el pecho

Lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas

Igneas que en lo hondo de las almas nacen,

Como penacho de fontana pura

Que el blando manto de la tierra rompe

Y en gotas mil arreboladas cuelga,

No han de cantarse, no, sino las pautas

Que en moldecillo azucarado y hueco

Encasacados dómines dibujan:

Y gritan ¨¡AI bribón!"— ¡cuando a las puertas

Del templo augusto un hombre libre asoma!—

Ven, mi caballo, con tu casco limpio

A yerba nueva y flor de, llano oliente,

Cinchas estruja, lanza sobre un tronco

Seco y piadoso, donde el sol la avive,

Del repintado dómine la chupa,

De hojas de antaño y de romanas rosas

Orlada, y deslucidas joyas griegas,-—

Y al sol del alba en que la tierra rompe

Echa arrogante por el orbe nuevo.

"POLLICE VERSO"

(Memoria de Presidio)

¡Si! ¡yo también, desnuda la cabeza

De tocado y cabellos, y al tobillo

Una cadena lurda, heme arrastrado

Entre un montón de sierpes, que revueltas

Sobre sus vicios negros, parecían

Esos gusanos de pesado vientre

Y ojos viscosos, que en hedionda cuba

De pardo lodo lentos se revuelcan!

Y yo pasé, sereno entre los viles,

Cual si en mis manos, como en ruego juntas,

Las anchas alas púdicas, abriese

Una paloma blanca. Y aún me aterro

De ver con el recuerdo lo que he visto

Una vez con mis ojos. Y espantado,

¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga!

¡Recuerdos hay que queman la memoria!

¡Zarzal es la memoria; mas la mía

Es un cesto de llamas! A su lumbre

El porvenir de mi nación preveo.

Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes

Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,

Asperas y fatales: ese almendro

Que con su rama oscura en flor sombrea

Mi alta ventana, viene de semilla

De almendro; y ese rico globo de oro

De dulce y perfumoso jugo lleno

Que en blanca fuente una niñuela cara,

Flor del destierro, cándida me brinda,

Naranja es, y vino de naranjo.

Y el suelo triste en que se siembran lágrimas,

Dará árbol de lágrimas. La culpa

Es madre del castigo. No es la vida

Copa de mago que el capricho torna

En hiel para los míseros, y en férvido

Tokay para el feliz. La vida es grave,

Y hasta el pomo ruin la daga hundida,

Al flojo gladiador clava en la arena.

¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque es grave

Cosa esta vida, y cada acción es culpa

Que como aro servil se lleva luego

Cerrado al cuello, o premio generoso

Que del futuro mal próvido libra!

¿Veis los esclavos? ¡Como cuerpos muertos

Atados en racimo, a vuestra espalda

Irán vida tras vida, y con las frentes

Pálidas y angustiosas, la sombría

Carga en vano halaréis, hasta que el viento,

De vuestra pena bárbara apiadado,

Los átomos postreros evapore!

¡Oh, qué visión tremenda! ¡Oh, qué terrible

Procesión de culpables! Como en llano

Negro los miro, torvos, anhelosos,

Sin fruta el arbolar, secos los píos

Bejucos, por comarca funeraria

¡Donde ni el sol da luz, ni el árbol sombra!

¡Y bogan en silencio, como en magno

Océano sin agua, y a la frente

Porción del Universo frase unida

A frase colosal, sierva ligada

A un carro de oro, que a los ojos mismos

De los que arrastra en rápida carrera

Ocúltase en el áureo polvo, sierva

Con escondidas riendas ponderosas

A la incansable eternidad atada!

Circo la tierra es, como el romano;

Y junto a cada cuna una invisible

Panoplia al hombre aguarda, donde lucen,

Cual daga cruel que hiere al que la blande.

Los vicios, y cual límpidos escudos

Las virtudes: la vida es la ancha arena,

Y los hombres esclavos gladiadores.

Más el pueblo y el rey, callados miran

De grada excelsa, en la desierta sombra.

¡Pero miran! Y a aquel que en la contienda

Bajó el escudo, o lo dejó de lado,

O suplicó cobarde, o abrió el pecho

Laxo y servil a la enconosa daga

Del enemigo, las vestales rudas,

Desde el sitial de la implacable piedra,

Condenan a morir, pollice verso;

¡Llevan, cual yugo el buey, la cuerda uncida,

Y a la zaga, listado el cuerpo flaco

De hondos azotes, el montón de siervos!

¿Veis las carrozas, las ropillas blancas

Risueñas y ligeras, el luciente

Corcel de crin trenzada y riendas ricas,

Y la albarda de plata suntuosa

Prendida, y el menudo zapatillo

Cárcel a un tiempo de los pies y el alma?

¡Pues ved que los extraños os desdeñan

Como a raza ruin, menguada y floja!

A MI ALMA

(Llegada la hora del trabajo)

¡Ea, jamelgo! ¡De los montes de oro

Baja, y de andar en prados bien olientes

Y de aventar con los ligeros cascos

Mures y viboreznos, y al sol rubio

Mecer gentil las brilladoras crines!

¡Ea, jamelgo! Del camino oscuro

Que va do no se sabe, ésta es posada,

¡Y de pagar se tiene al hostelero!

Luego será la gorja, luego el llano,

Luego el prado oloroso, el alto monte:

Hoy bájese el jamelgo, que le aguarda