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Versos libres, es un libro de poemas escritos por José Martí (1853-1895) entre 1878 y 1882, publicada póstumamente en La Habana, en 1913. Con estos «endecasílabos hirsutos y dolorosos» que así los llamó su autor, el poeta reafirma la senda modernista iniciada con Ismaelillo. En los Versos Libres, Martí rompe con la forma tradicional de hacer poemas, las cuartetas, sonetos, tercetos y otras estructuras tradicionales del verso van quedando atrás para dar paso a una sonoridad más experimental que cobrará plena fuerza en el siglo XX, por lo cual la propuesta martiana clasifica entre las pioneras a la hora de denominar propuestas líricas que han sido renovadoras. El escenario de los Versos libres es la gran ciudad, implícitamente Nueva York, pero es una ciudad moral con la que el poeta interactúa, y constituye un punto de referencia, símbolo de un sistema de vida y de su organización. Martí vuelca su concepción estética y ética de la vida, a la vez que muestra su disconformidad con el medio. Nueva York sirve de telón de fondo para la meditación del poeta sobre el acto creador y la reivindicación de una poética que defiende la búsqueda de la libertad con una propuesta formal innovadora. «Todo me ata a New York, por lo menos durante algunos años de mi vida: todo me ata a esta copa de veneno:—usted no lo sabe bien, porque no ha batallado aquí como yo he batallado; pero la verdad es que todos los días, al llegar la tarde, me siento como comido en lo interior de un tósigo que me echa a andar, me pone el alma en vuelcos, y me invita a salir de mí. Todo yo estallo. […] ¡el día que yo escriba este poema!»
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Seitenzahl: 67
Veröffentlichungsjahr: 2023
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José Martí
Versos libres
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Versos libres.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-421-8.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-696-5.
ISBN ebook: 978-84-9897-335-8.
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Créditos 4
Brevísima presentación 9
La vida 9
Versos libres 11
Mis versos 13
Académica 15
Águila blanca 17
El buen Pedro 19
A los espacios... 21
A mi alma 23
Amor de ciudad grande 25
Árbol de mi alma 29
Astro puro 31
Banquete de tiranos 33
Canto de otoño 35
Canto religioso 39
Con letras de astros 41
Copa ciclópea 43
Copa con alas 45
Crin hirsuta 47
Cuentan que antaño... 49
El padre suizo 51
En torno al mármol rojo 53
Estrofa nueva 55
Flor de hielo 59
Flores del cielo 63
He vivido: me he muerto 65
Hierro 67
Homagno 71
Isla famosa 73
La poesía es sagrada 75
Luz de Luna 77
Mantilla andaluza 79
Media noche 81
Mi poesía 83
Mis versos son revueltos... 87
Mujeres 89
Noche de mayo 93
No, música tenaz, me hables del cielo! 95
Odio el mar 97
¡Oh, Margarita! 99
Poeta 101
Poética 103
Pollice verso 105
Pomona 109
Pórtico 111
Sed de belleza 113
Yo sacaré lo que en el pecho tengo 115
Yugo y estrella 119
Libros a la carta 123
José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, 1898), Cuba.
Era hijo de Mariano Martí Navarro, valenciano, y Leonor Pérez Cabrera, de Santa Cruz de Tenerife.
Martí empezó su formación en El Colegio de San Anacleto, y luego estudió en la Escuela Municipal de Varones. En 1868 empezó a colaborar en un periódico independentista, lo que provocó su ingreso en prisión y más tarde su destierro a España. Vivió en Madrid y en 1871 publicó El presidio político en Cuba, su primer libro en prosa.
En 1873 se fue a Zaragoza y se licenció en derecho, y en filosofía y letras. Al año siguiente viajó a París, donde conoció a personajes como Víctor Hugo y Augusto Bacquerie.
Tras su estancia en Europa vivió dos años en México. Por esa época se casó con Carmen Zayas Bazán, aunque estaba enamorado de María García Granados, fuente de inspiración en sus poemas.
En 1878 regresó a La Habana y tuvo un hijo con Carmen. Un año después fue deportado otra vez a España (1879). Hacia 1880 vivió en Nueva York y organizó la Guerra de Independencia de su país. Fue cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay en esa ciudad norteamericana; dio discursos, escribió artículos y versos, conspiró, fundó el Partido Revolucionario Cubano y redactó sus Bases. En 1895, al iniciarse la Guerra de Independencia, se fue a Cuba y murió en combate.
La presente antología, que reúne la totalidad de la obra poética de José Martí conocida hasta la fecha —incluidos algunos poemas inéditos en vida del poeta cubano y esbozos inconclusos— comprende las siguientes obras: Poemas dispersos I; Poemas escritos en España (1871-1874); Poemas escritos en México y Guatemala (1875-1877); Ismaelillo; Poemas dispersos II; Poemas de la edad de oro (1889); Poemas de circunstancias; Cartas rimadas; Poemas inconclusos; Versos sencillos; y Versos libres.
Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡Oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía
tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el Sol, se rompe en alas.
Tajos son éstos de mis propias entrañas —mis guerreros—. Ninguno me ha salido recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.
No zurcí de éste y aquél, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en mi propia sangre. Lo que aquí doy a ver lo he visto antes (yo lo he visto, yo), y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos. —De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, arrebato de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia yo soy el responsable. Hallé quebrados los vestidos, y
otros no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados. Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque pueda parecer brutal.
Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado. He querido ser leal, y si pequé, no me avergüenzo de haber pecado.
Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
Que no con garbo natural el coso
Al sabio impulso corras de la vida,
Sino que el paso de la pista aprendas,
Y la lengua del látigo, y sumiso
Des a la silla el arrogante lomo:—
Ven, mi caballo: dicen que en el pecho
Lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas
Ígneas que en lo hondo de las almas nacen,
Como penacho de fontana pura
Que el blando manto de la tierra rompe
Y en gotas mil arreboladas cuelga,
No han de cantarse, no, sino las pautas
Que en moldecillo azucarado y hueco
Encasacados dómines dibujan:
Y gritan «Al bribón!» —cuando a las puertas
Del templo augusto un hombre libre asoma!—
Ven, mi caballo, con tu casco limpio
A yerba nueva y flor de llano oliente,
Cinchas estruja, lanza sobre un tronco
Seco y piadoso, donde el Sol la avive,
Del repintado dómine la chupa,
De hojas de antaño y de romanas rosas
Orlada, y deslucidas joyas griegas,—
Y al Sol del alba en que la tierra rompe
Echa arrogante por el orbe nuevo.
De pie, cada mañana
Junto a mi áspero lecho está el verdugo.
Brilla el Sol, nace el mundo, el aire ahuyenta
Del cráneo la malicia,
Y mi águila infeliz, mi águila blanca,
Que cada noche en mi alma se renueva,
Al alba universal las alas tiende
Y, camino del Sol, emprende el vuelo.
Y en vez del claro vuelo al Sol altivo
Por entre pies ensangrentada y rota,
De un grano en busca el águila rastrea.
Oh noche, Sol del triste, amable seno
Donde su fuerza el corazón revive,
Perdura, apaga el Sol, toma la forma
De mujer libre y pura, a que yo pueda
Ungir tus pies, y con mis besos locos
Ceñir tu frente y calentar tus manos.
Líbrame, eterna noche, del verdugo,
O dale a que me dé con la primera
Alba una limpia y redentora espada.
¿Que con qué la has de hacer? ¡Con luz de estrellas!
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
Porque tras mis orejas el cabello
En crespas ondas su caudal levanta:
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
En rubios caldos y en fragantes pomas,
Entre mancebas del astuto Norte,
De tus esclavos el sudor sangriento,
Torcido en oro, descuidado bebes,—
Pensativo, febril, pálido, grave,
Mi pan rebano en solitaria mesa
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
De libertad de su infortunio al siervo
Y de tu infamia a ti! Y en estos lances,
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
Faltar la monedilla que reclama
Con sus húmedas manos el barbero.
A los espacios entregarme quiero
Donde se vive en paz y con un manto
De luz, en gozo embriagador henchido,
Sobre las nubes blancas se pasea,
Y donde Dante y las estrellas viven.
Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto
En ciertas horas puras, cómo rompe
Su cáliz una flor, y no es diverso
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