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"Para hacer un verdadero trabajo espiritual debéis seguir una filosofía, a un sistema, y profundizarlos; si no, sucede con el organismo psíquico exactamente lo mismo que con el organismo físico. Si absorbéis toda clase de alimentos heteróclitos, os ponéis enfermos; de la misma manera el estómago psíquico puede tener una indigestión con todo lo que le hacéis digerir. ¿Qué queréis que haga con una mezcla de tradiciones egipcias, hindúes, tibetanas, chinas, gnósticas, hebreas, aztecas?… Y después, evidentemente, ¡acusan a la espiritualidad de desequilibrar a la gente! La espiritualidad no tiene la culpa de que los humanos se obstinen en no querer comprender que no es una feria en la que se encuentran toda clase de atracciones, e incluso atracciones de las más peligrosas como la droga, la magia negra y una sexualidad desenfrenada. Ya es hora de que comprendáis que la verdadera espiritualidad es llegar a ser vosotros mismos la expresión de la Enseñanza divina que seguís". Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Seitenzahl: 358
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Foto de cubierta: © igoriss/iStock
© Copyright 2024 reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada).
Editions Prosveta, S.A. – CS 30012 – 83601 Fréjus Cedex (Francia) Edición original: ISBN 978-2-8184-0635-0 Edición en español: ISBN 978-84-10379-52-7Depósito legal: B-13330-2024
Pregunta : “Maestro, mis amigos y yo mismo estamos con ustedes desde hace algunos días y estamos verdaderamente estupefactos de oír tantas cosas nuevas y tan importantes para nuestra vida. En el marco del Día del Sol, que va a celebrarse este año en Francia y en varios países, nos gustaría que usted nos hablase del Sol, de la luz y de su importancia para el desarrollo físico y espiritual del hombre”.
La luz es una de las cuestiones más importantes de la ciencia espiritual y hay tantas cosas que decir sobre ella que me pregunto cómo podría responder con unas palabras.
Antes de hablar del papel de la luz, hay que hablar de su origen. El origen de la luz es el Sol. Pero la ciencia todavía no sabe muy bien lo que es el Sol exactamente ; lo presenta como una especie de horno crematorio en el centro del cual reina una temperatura de quince millones de grados, que es producida, así como su irradiación, por la transformación ininterrumpida de masas considerables de hidrógeno en helio. En realidad, sólo los grandes Iniciados, que tienen la posibilidad de viajar por el espacio con su cuerpo astral, han visitado el Sol, así como los otros planetas, y saben lo que éstos son realmente. Ya he hablado mucho sobre el Sol (podéis encontrar algunas de estas conferencias en los libros y, principalmente, en Los esplendores de Tiphéret),1diciendo, en particular, que estos rayos, que la ciencia presenta como un flujo de fotones, son, para los Iniciados, como pequeños vagones llenos de víveres que no sólo transportan por todas partes del espacio los elementos necesarios para la vida y el crecimiento de los vegetales, de los animales y de los hombres, sino también otros elementos mucho más sutiles de los que nosotros podemos servirnos para nuestro desarrollo espiritual.
Sin duda, os asombraréis al saber que el oro, que siempre ha sido tan apreciado por los hombres, es una formación de los rayos solares. Lo mismo que sobre la tierra existen fábricas, en las que se elaboran toda clase de productos y de objetos, funcionan también bajo tierra unas fábricas en las que trabajan millones de entidades ; y son ellas las que, condensando la luz solar, fabrican el oro. Diréis : “ ¿Pero cómo puede ser el oro una condensación de la luz solar? ” Es muy sencillo ; tomemos un ejemplo : el árbol. Los árboles, y sobre todo algunos de ellos, como los pinos, los robles, los nogales, aparecen como una materia extremadamente compacta y dura, ya que podemos construir con ella casas, barcos, etc. El árbol nace de la tierra y está considerado, por tanto, como una formación de la tierra. Pues bien, esto es un error : el árbol está hecho de luz del Sol. Tomad un árbol, el más grande que encontréis, y quemadlo : se escapan llamas, una cantidad formidable de llamas, gas, en menor cantidad, vapor de agua, todavía menos ; y sólo queda en el suelo un pequeño montón de cenizas : ahí tenéis la tierra.
El árbol está hecho, pues, de tierra, de agua, de aire y de fuego, pero es el fuego, los rayos de Sol, los que posee en mayor cantidad. Un árbol no es, pues, tierra, sino luz condensada. Por otra parte, si vais a ciertos bosques, como los que vi en la India, en Ceilán, en los Estados Unidos, en Canadá o en Suecia, podréis constatar que estos árboles, que representan miles de millones de toneladas, no han hecho bajar el nivel del suelo ; si hubiesen extraído de la tierra los elementos que los constituyen, el suelo hubiera debido hundirse varias decenas o centenares de metros. Ahí tenéis otra prueba de que el árbol es una condensación de luz solar. Y, si esto es así, ¿por qué no podrían los rayos de Sol ser condensados por ciertas entidades que trabajan bajo tierra y convertirse en oro?... Sí, hay con qué reflexionar.
Conocí un día a alguien cuya mayor preocupación era encontrar oro. Se había procurado toda clase de libros sobre los tesoros, así como sobre las prácticas mágicas que permiten descubrirlos. Durante un cierto tiempo le dejé hacer sin decir nada (evidentemente, no encontraba nada) y, después, un día le dije : “ ¿Por qué le echa los tejos a la sirvienta en vez de tratar de ganarse la amistad de la dueña del castillo? ” Se indignó : “ Estoy casado, no echo los tejos a nadie. – Ya sé que está casado y que es un marido fiel, pero veo, de todas formas, que trata de seducir a la sirvienta...”
No comprendía nada y se lo expliqué : “ Sí, usted busca oro: pero el oro es la sirvienta, y la dueña del castillo es la luz del Sol, cuya condensación en las entrañas de la tierra ha producido el oro. Así que, cuando la dueña del castillo ve que en vez de tratar de obtener sus gracias, sus miradas, sus sonrisas, persigue usted a su sirvienta, se siente vejada y le cierra la puerta. En adelante, diríjase directamente a la dueña del castillo, a la luz del Sol, procure amarla, comprenderla, atraer sus beneficios, y, un día u otro, el oro vendrá. Si usted es amigo del rey, todos los ciudadanos le consideran. Pero si sólo se ha ganado la amistad del portero, se quedará con el portero, los demás no le conocerán...” Estaba estupefacto. “ Lo he comprendido”, dijo. Pero no lo creo, ¡porque siguió lanzando miradas ardientes a la sirvienta!
El oro es, pues, una condensación de la luz solar.2Y el hombre también, igual que el árbol, está hecho en su mayor parte de luz solar. Por eso, cuanto más oro tiene en su sangre, mejor salud tiene.
Esta imagen del árbol puede también ayudarnos a comprender ciertas palabras de Jesús en los Evangelios. Cuando los fariseos, que querían comprometerle incitándole a hablar contra el César, le preguntaron : “¿Debemos pagar el diezmo al César? ” Jesús respondió : “Dadme una moneda...” Se la presentaron. “¿De quién es esta imagen que hay en la moneda? – ¡Del César! ” Entonces, dijo Jesús : “ Dadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios...” Ésta es una frase muy conocida y que se cita muy a menudo, pero nunca se ha explicado cuánto había que dar al César y cuánto al Señor. ¿Quién es el César? Es el cuerpo físico, es el vientre, el sexo, que no cesan de reclamar, y se lo damos todo. Pero el hombre también tiene que darle algo al Señor, a su Yo superior. ¿Y cuánto? Acabamos de ver que cuando un árbol se quema no queda en el suelo más que ceniza, mientras que las llamas, el gas y el vapor de agua se escapan hacia arriba. Ahí tenéis la respuesta que nos da la naturaleza : hay que dar un cuarto al César y tres cuartos al Señor.
La luz posee unos poderes increíbles que ya conocían algunas civilizaciones muy antiguas, como la de los atlantes. Sabemos que, con la ayuda de enormes cristales, captaban y concentraban la luz solar gracias a la cual hacían funcionar toda clase de aparatos y de máquinas. En nuestros días la ciencia ha puesto a punto el láser, que permite obtener haces luminosos de un gran poder y realizar maravillas en el dominio técnico. Pero todavía no conoce todas las posibilidades de la luz.
Tomemos ahora este pasaje de los Evangelios en el que Jesús dice : “Amasad tesoros en el Cielo, en donde los gusanos y la herrumbre no destruyen nada, y en donde los ladrones no penetran ni roban...” Desde hace miles de años esta parábola nunca ha sido interpretada correctamente, porque no se ha comprendido que los ladrones, los gusanos y la herrumbre representan los peligros que amenazan al hombre en sus tres facultades esenciales : el intelecto, el corazón y la voluntad.
Estudiemos, pues, lo que son la herrumbre, los gusanos y los ladrones. La herrumbre es conocida, sobre todo, por atacar a los metales sobre los que se deposita. Todos los objetos metálicos que utilizamos a menudo para trabajar están brillantes, mientras que aquéllos que dejamos de lado, se oxidan. Y, en el lenguaje corriente, por ejemplo, se oye decir de un virtuoso que sus dedos están oxidados, porque hace mucho tiempo que no se ha entrenado. En todos los dominios, todos aquéllos que no tienen voluntad y que sólo piden no tener que hacer esfuerzos, están oxidándose.
Los gusanos son unos bichos que atacan a los vegetales. Aparecen y se multiplican cuando hay humedad, pero la sequía los mata. Puesto que el reino animal corresponde al plano astral, al dominio del corazón, los gusanos son, pues, los sentimientos impuros (el odio, los celos, el egoísmo, el desprecio, el deseo de venganza) que carcomen el corazón del hombre y le impiden producir frutos suculentos. Sólo el calor del amor divino puede matar a estos gusanos en el corazón del hombre.
En cuanto a los ladrones, que se aprovechan de no ser vistos – y, por tanto, de la oscuridad – para llevar a cabo sus fechorías, son el símbolo de los peligros que amenazan al intelecto cuando éste ha perdido la luz. Cuando el hombre ha perdido la luz, los ladrones, es decir, las ideas extravagantes, las dudas, las inquietudes, se introducen en él y le dejan empobrecido, débil, pudiendo incluso llevarle hasta la locura. ¡Cuántos están en los hospitales psiquiátricos porque apagaron la luz en su cabeza! A causa de la oscuridad, vinieron los ladrones. Así que, si queréis protegeros de los ladrones, encended la luz. Por otra parte, si se dejan las vitrinas de las tiendas iluminadas durante la noche, es porque la luz protege.
Un día tuve la ocasión de tener una conversación con unos inspectores de policía, y les dije : “ Creen ustedes que van a poder combatir la criminalidad aumentando el número de policías, de gendarmes, ¿mejorando sus métodos de vigilancia y de investigación? Pues bien, se equivocan, porque los medios exteriores son incapaces de actuar eficazmente en este dominio. El único medio eficaz es la luz. Me miraban estupefactos : “ ¿La luz? ¿Y cómo? – Pues bien, reflexionen : si los criminales pueden permitirse transgredir las leyes y preparar tranquilamente toda clase de robos, de secuestros, de asesinatos, es porque saben que, en la mayoría de los casos, la gente no sospecha lo que están tramando, no tienen ninguna intuición susceptible de advertirles y de hacerles tomar precauciones. Pero imagínense que la gente posee una luz interior, un olfato que les permite detectar de antemano, y desde muy lejos, lo que alguien está preparando contra ellos : tomarán precauciones y el malhechor no logrará sus fines. El único medio de aniquilar la criminalidad es, pues, la luz. Por eso hay que enseñar a los humanos a desarrollar su luz interior. Eso llevará mucho tiempo, pero es el único medio seguro...” Los inspectores, claro, me miraron asombrados. ¡Nunca habían pensado en una cosa semejante!
Hasta que los humanos no hayan desarrollado en ellos lo único que permite ver y prever : la luz, serán siempre pillados desprevenidos, en uno u otro momento, por aquéllos que están continuamente concentrados en las fechorías que preparan. Ni siquiera los medios técnicos más perfeccionados pueden asegurar una protección suficiente contra los ladrones, porque éstos también se sirven de ellos. ¡Mirad todos estos robos que hay en los bancos! A pesar de las cajas fuertes blindadas, de los sistemas de alarma electrónica, etc., los ladrones consiguen sus fines, porque tienen otros medios para superar estos obstáculos. Sólo llegarán a aniquilar la criminalidad el día en que se decidan a utilizar la luz.
Pero la luz no es sólo la mejor protección contra los ladrones, sino que es también la mejor protección contra la enfermedad. Se opone a la intrusión de todos los elementos nocivos – físicos o psíquicos – que pueden infiltrarse en el hombre para carcomerlo y disgregarlo. El hombre sólo estará verdaderamente sano cuando sea capaz de formarse un aura pura y poderosa con todos los colores del espectro. Ésta es la verdadera medicina. La medicina no está donde la buscan. Los humanos transgreden las leyes de la naturaleza y hacen toda clase de locuras que les destruyen, ¡y después quieren que todo ande bien! Pero todo está al revés, y, a pesar de los descubrimientos recientes de la medicina, cada vez más aparecen nuevas enfermedades. El único remedio es introducir la luz en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos y en nuestros actos.
Volvamos ahora al Sol. Yo pregunto : “Vosotros, los sabios, los eruditos, que lo sabéis todo, decidme, ¿quién es el primer hombre que aportó la ciencia? ” Buscan, y no lo encuentran, y, por otra parte, no hubo un primer hombre, porque el iniciador de la ciencia es el Sol. Me dirán que no es posible, que el Sol no es inteligente, que no tiene cerebro para pensar ni boca para hablar. Claro, sólo los ignorantes son inteligentes, ¡y aquél gracias a quien la vida es posible en la Tierra no es inteligente!...
Y sí, justamente, el Sol fue el primero que aportó la ciencia. Es muy sencillo de comprender. Cuando el Sol da su luz, los humanos empiezan a ver los objetos, las formas, los relieves, los colores, las distancias. Gracias a esta luz, pueden ver, pueden orientarse, observar, comparar, calcular. Sin la luz no hay ciencia posible. ¿Qué podéis conocer en la oscuridad? Nada.
Y ahora, si pregunto quién es el que aportó la religión, algunos, que se creen grandes filósofos, me responderán que fue el miedo, el miedo de los humanos ante las fuerzas de la naturaleza... No, todo eso no son más que estupideces, fue el Sol quien creó la religión. Al dar su calor a los humanos, introdujo en ellos una necesidad de dilatarse, de amar, de adorar. En el frío no puede haber amor. Pero calentad a alguien y éste se abre, se siente bien, y empieza a amar. Así es cómo apareció la religión : con el calor, con el amor. Quizá al principio no fuera más que amor por un hombre o una mujer, o incluso por un animal : un perro, un gato, un canario, pero, no importa, ya era un principio... hasta el día en que se convirtió en amor y adoración por el Dueño del universo, por el Señor.
De momento, la religión más extendida es la del dinero. E incluso aquéllos que dicen que no practican ninguna religión rinden, en realidad, culto al dinero : le erigen altares y vienen cada día a arrodillarse ante él, a rezarle, a invocarle y a meditar sobre sus inmensas ventajas... El dios que está en su cabeza, en su corazón, es el dios Dinero. Y ahí es donde podemos ver, por otra parte, que los humanos, instintivamente, adoran al Sol bajo la forma de oro.
Y veamos ahora quién fue el iniciador del arte... También fue el Sol, porque es el que aporta la vida. Cuando tenemos vida empezamos a movernos, a actuar, a expresarnos, y ahí están la danza, el canto, la pintura, la escultura. El arte empieza con la vida. Mirad a los niños : se mueven, gritan, hacen garabatos... Sus gritos son el comienzo de la música ; sus garabatos son el comienzo de la pintura ; sus pequeños amasijos de arena son el comienzo de la escultura : sus pequeñas casitas son el comienzo de la arquitectura ; y todos sus pequeños movimientos son el comienzo de la danza. Sí, el arte empieza con la vida, y la vida viene del Sol.
El Sol, que aporta la luz, el calor y la vida, ha sido, pues, el iniciador de la ciencia, de la religión y del arte, pero es el último a quien los humanos aman y respetan. Por eso, les diré ahora a los sabios : “Abandonad todo lo que estudiáis en vuestros laboratorios y ocupaos del Sol. Todo está ahí, en el Sol : la salud, la riqueza, la felicidad de la humanidad...”
Diréis que algunos astrónomos y científicos ya estudian al Sol... Sí, lo sé, estoy al corriente de lo que los sabios estudian en todos los países, y particularmente en América y en Rusia. Lo que buscan, ante todo, es encontrar unos medios eficaces para la seguridad y la defensa de su país, y todos sus descubrimientos son destructivos. Algunos se sirven incluso de ratas para destruir centrales atómicas o submarinos royendo los hilos metálicos y las piezas de caucho. Porque las ratas son muy eficaces en este dominio. Por otra parte, durante la segunda guerra mundial, parece que contribuyeron a la derrota alemana en el frente de Stalingrado royendo las correas y los cables de los carros de asalto que los Alemanes habían llevado allí algún tiempo antes ¡y que habían recubierto de paja para camuflarlos!
Si digo que la ciencia no se ocupa del Sol, es porque todavía no ha estudiado verdaderamente qué es la luz solar, cómo puede el hombre trabajar con ella, hacerla penetrar en él para purificarse y reforzarse. Porque los rayos de Sol, que pueden llegar hasta las profundidades de los océanos (lo que permite que ciertos peces, especialmente equipados para captarlos, puedan difundir luz), pueden también, al penetrar en un hombre que sabe recibirlos, poner en marcha los centros y encender las lámparas que hay dentro de él. Para mí, ya os lo dije, los rayos de Sol son pequeños vagones llenos de víveres, es decir, de elementos y de energías que el hombre puede utilizar a voluntad para su desarrollo físico y psíquico. Todo lo que el hombre necesita está contenido en la luz del Sol.
Si pregunto cuánto tiempo puede estar un ser humano sin comer, me responderán : “ Treinta, cuarenta, cincuenta días...” Y cuánto tiempo puede estar sin beber : “ Diez, quince días...” Y cuánto sin respirar : “ Unos minutos solamente...” Es evidente, pues, que, para el hombre, el elemento sólido (que corresponde a la tierra) es menos importante que el elemento líquido (que corresponde al agua) ; y que el elemento líquido es menos importante que el elemento aéreo. Y si ahora pregunto cuánto tiempo puede estar un ser humano sin fuego, me responderán : “ ¡Durante años! ¡Hay gente que está durante años sin calefacción, o que nunca la han tenido! ” En realidad no se trata de este fuego, sino del fuego que hay dentro del hombre, y ahí, el hombre muere en el mismo segundo que lo pierde. Sí, en el mismo segundo en que el corazón pierde su calor, el hombre pierde la vida. El fuego es, por tanto, el elemento más importante en el hombre ; por eso debemos aprender a alimentarnos con él.
Ahí tenéis algo nuevo. Los humanos están acostumbrados a alimentarse solamente con elementos sólidos, líquidos, gaseosos... ¿Pero qué hacen con el cuarto elemento, con el fuego, con la luz? No gran cosa, o nada ; no saben alimentarse con luz, que es, sin embargo, todavía más necesaria que el aire. Por eso, todos éstos que nos critican y nos ridiculizan porque vamos por la mañana a la salida del Sol lo único que muestran es que son unos ignorantes. Nosotros asistimos a la salida del Sol para alimentarnos con luz y, en vez de burlarse de nosotros, ellos deberían hacer lo mismo. El hombre debe alimentarse con luz para alimentar su cerebro. El cerebro también necesita comer, y la luz es su alimento ; ésta es la que despierta las facultades que permiten penetrar en el plano etérico. Mientras el hombre se limite a alimentar su cerebro con partículas sólidas, líquidas y gaseosas, que no son los elementos que más necesita, seguirá siendo muy limitado en su comprensión.
Diréis que comiendo, bebiendo y respirando, alimentáis al cuerpo entero, incluido el cerebro. Es verdad, pero, si alimentáis también al cerebro con este elemento sutil, la luz, los resultados serán diferentes. La tradición cuenta que, un día, Zoroastro preguntó al dios Ahoura Mazda cómo se alimentaba el primer hombre, y que Ahoura Mazda le respondió : “ Comía fuego y bebía luz...” Porque la luz y el fuego son dos realidades diferentes. El fuego es el que produce la luz, y la luz es fría, mientras que el fuego es cálido. El fuego es el principio masculino, y la luz es el principio femenino.
En todas sus actividades, el hombre debe tener siempre presente ante él la idea de la luz como el mejor medio de triunfar, pero también como la meta a alcanzar. Os daré una imagen. Para encender el fuego, los primitivos tomaban, por ejemplo, dos trozos de madera, que frotaban entre sí. Este movimiento empezaba produciendo calor, y después, finalmente, el fuego, la luz. Cada acto, cada movimiento, debe tener como meta final la luz. Y esto es verdad, sobre todo, para los enamorados. Éstos saben encontrar el movimiento que va a producir el calor, pero no saben producir la luz. Eso se ve : no están iluminados. Por otra parte, ni siquiera saben que, gracias a su amor, pueden llegar hasta la iluminación. Pero sería demasiado largo explicaros hoy todo eso.3
Según la Ciencia iniciática, cada órgano esencial de nuestro cuerpo ha sido formado con la participación del Sol o de un planeta, y los ojos han sido formados por el Sol y por la Luna. Por otra parte, los ojos se parecen al Sol. Si podemos ver, es porque los rayos de Sol que caen sobre los objetos hacen que éstos sean visibles. Sin la luz, no vemos nada, lo que prueba que, si existe para nosotros un mundo invisible, es sólo porque no somos capaces de proyectar rayos sobre los objetos y las entidades que lo pueblan. Y si, por el contrario, los Iniciados son capaces de ver tantas cosas que los demás no ven, es porque ellos sí saben proyectar estos rayos.
He ahí unas verdades que los hombres ignoran, y, por otra parte, ¿quién querría ocuparse de enseñar a los humanos cómo pueden proyectar rayos luminosos, a través de su corazón, de su intelecto, de su alma y de su espíritu? ¡Es mucho más interesante enseñarles cómo desenvolverse en la materia, cómo ganar dinero o apoderarse de un puesto! Pero, por mucho que se desenvuelvan noche y día, todavía son más desgraciados y están más enfermos. Por eso deben decidirse a trabajar en la luz y con la luz, para aprender a proyectar esta luz que es lo único que nos permite ver. Y, justamente, ¿por qué nada en el mundo, ni siquiera lo más precioso que existe, como el oro y las piedras preciosas, es capaz de expulsar las tinieblas? ¿Por qué el Creador le ha dado únicamente a la luz este increíble poder? Si conocéis el lenguaje simbólico, comprenderéis que las tinieblas no son otra cosa que los sufrimientos, las debilidades, las enfermedades y, la luz es, por tanto, la única que puede luchar eficazmente contra ellas. Es inútil buscar en otra parte los remedios a vuestras dificultades. En el plano físico, claro, para entrar en un subterráneo, en una gruta, en una cava, todos saben encender lámparas ; pero cuando se trata de la vida interior, no piensan en utilizar la luz.
Sólo si avanzamos en la comprensión de la luz podemos aclarar ciertas palabras de Jesús. Cuando Jesús dijo : “Yo soy la luz del mundo”, ¿qué es lo que esto significa? ¿Acaso Jesús, o Cristo, son la luz del mundo? ¿Cómo es que los cristianos no han comprendido nunca que Cristo y Jesús eran dos entidades distintas que trabajaban juntas, es decir, que Cristo trabajaba a través de Jesús? Y el caso de Jesús no es único. Si verdaderamente Dios es amor, como se dice en los Libros sagrados, ¿cómo es posible que, desde los millones de años que hace que la humanidad existe, haya decidido una sola vez – hace dos mil años – ayudar al mundo enviándole a su único Hijo? Según la Iglesia, nadie vino antes que Jesús, ¡y tampoco vendrá nadie después! La verdad es que Dios siempre ha enviado a la Tierra a sus Hijos – porque son numerosos – para ayudar a los humanos, pero si los humanos tienen las cabezas duras y no aceptan la ayuda que les aportan, la culpa no es del Señor. Lo mismo que para los budistas aquél que ha alcanzado la perfección se convierte en un Buda, cualquier cristiano que viva de acuerdo con las leyes divinas puede convertirse en un Cristo. Porque Cristo no es un hombre, sino un principio divino con el que, cada uno, si estamos preparados, podemos identificarnos.4
El ser humano está habitado por dos naturalezas : la naturaleza inferior, a la que hemos llamado personalidad, y la naturaleza superior, la naturaleza divina, a la que hemos llamado individualidad. Según sus aspiraciones y sus actividades, el hombre da prioridad a una u otra naturaleza.5Jesús tenía también dos naturalezas. En el jardín de Getsemaní, cuando, al acercarse su muerte experimentó esta terrible angustia, hasta el punto de que gotas de sangre perlaban su frente, Jesús rogó a su Padre que le librara de este suplicio... Si fuese Dios, ¿acaso se habría dirigido ruegos a sí mismo para ser salvado? Esto es insensato. En realidad, era el hombre Jesús el que hablaba, era su naturaleza inferior la que pedía ser salvada. Y, en la cruz, cuando clamó : “ Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ” era también su personalidad la que se quejaba. Porque la individualidad nunca tiene miedo. La individualidad de Jesús era Cristo, y es Cristo, y no Jesús, el que es universal, el que es la luz del mundo.
Si Jesús fuera el Hijo único de Dios, ¿cómo pensar que Dios es el Padre de todos los hombres? Los budistas, los musulmanes, los judíos, etc., que no reconocen a Jesús, son mucho más numerosos que los cristianos. Entonces, si Dios fuese solamente el Padre de los cristianos, sería demasiado parcial. Así pues, cuando Jesús decía : “Yo soy la luz del mundo”, era Cristo quien hablaba a través de él, Cristo, que ilumina el mundo a través de la luz del Sol. Y, justamente, si el Sol ilumina al mundo entero, es la imagen de Cristo.
Gracias al Sol podemos también interpretar otras palabras de Jesús. Cuando dijo, por ejemplo : “Mi Padre trabaja, y yo también trabajo con Él...”6Porque, sin cesar, el Sol trabaja con los minerales, los vegetales, los animales, los hombres, así como con la innumerable cantidad de criaturas invisibles que hay en el universo.
Pero vayamos más lejos. En el transcurso de la Santa Cena, Jesús tomó pan y vino, diciendo : “ Comed, esto es mi cuerpo; bebed, ésta es mi sangre... El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna”, y estas palabras han sido interpretadas como si el pan y el vino representasen la propia carne y la propia sangre de Jesús. No, en realidad, en aquél momento era Cristo quien hablaba a través de Jesús, porque el pan y el vino no son la carne y la sangre de Jesús, sino la carne y la sangre de Cristo, y vais a comprender lo que esto significa.
El pan y el vino son dos símbolos de la mayor significación, que eran conocidos mucho antes de Jesús. Cuando leemos la Biblia, vemos que fue Melquisedec el primero que instituyó la comunión, al dar a Abraham el pan y el vino. Melquisedec era el rey de justicia (en hebreo mélek significa rey, y tsédek justicia) ; habitaba en el reino de Salem (nombre que tiene el mismo origen que la palabra shalom : paz), y por eso es llamado Melquisedec : rey de justicia y de paz. Traía el pan y el vino a Abraham para recompensarle por su victoria sobre los siete reyes siniestros de Edom, que representan a los siete pecados capitales. No hay que creer que Melquisedec, el más grande de los Iniciados, se desplazara para recompensar a Abraham por haber vencido en una batalla a algunos cientos o miles de enemigos. Abraham habitaba en Ur, en Caldea (ur significa luz) en donde practicaba la magia y evocaba a los espíritus y, se fue a Egipto, siguiendo el consejo de los espíritus que le servían, para perfeccionar su iniciación.
Melquisedec trajo, pues, a Abraham el pan y el vino y, podemos pensar que ésta no es una recompensa muy grande, si no comprendemos su valor simbólico. En efecto, el pan y el vino representan toda la Ciencia iniciática, basada en los dos principios cósmicos : el principio masculino, simbolizado por el pan, y el principio femenino, simbolizado por el vino, que trabajan en todas las regiones del universo. El pan y el vino son dos símbolos solares. No se trata, pues, ni del pan físico, ni del vino físico, sino de las dos propiedades del Sol : su calor y su luz, que crean la vida. Pero, su calor es el amor, y su luz es la sabiduría. Jesús quería, pues, decir : “ Si coméis mi carne – la sabiduría – y si bebéis mi sangre – el amor – tendréis la vida eterna...”
Desde hace dos mil años, los cristianos han comido vagones de hostias y bebido toneladas de vino sin obtener nunca la vida eterna y, desgraciadamente, sin que se produjese en ellos la menor mejora. Siguen siendo los mismos, malvados, celosos, crueles, débiles, inseguros... Y, por otra parte, los católicos, que sólo comulgan bajo una especie, el pan, mutilan este gran misterio de los dos principios. El único medio de obtener la vida eterna es beber la luz y el calor de Cristo, el espíritu del Sol. Para aprender cualquier otra cosa, los hombres saben qué hacer y a dónde ir : para aprender a forjar irán a ver a un herrero, y para aprender a pintar irán a ver a un pintor. Pero para aprender la vida eterna leerán libros ¡o se dirigirán a gente enferma o que ya murió hace siglos! ¿Por qué no ver que el único que puede enseñar a vivir la vida eterna es el Sol, puesto que nunca muere? ¿Por qué preguntar a los pobres qué hay que hacer para ser ricos, a los calvos, qué hay que hacer para hacer crecer el pelo, y a los débiles qué hay que hacer para ser fuertes? La mayoría de los hombres han sido educados en la desconfianza hacia los seres más evolucionados, y no les parecen normales. Darán su confianza a timadores, que van a desplumarles, pero desconfiarán de los seres desinteresados, ¡porque, según parece, ser desinteresado no es normal! Aquél que parece desinteresado, esconde, sin duda, algo sospechoso. ¡Pobres humanos! Siempre se dejarán engañar y robar, porque no tienen ningún criterio.
El pan y el vino, el trigo y la uva, son símbolos de los dos principios masculino y femenino. Por otra parte, al observarlos constatamos que las pepitas de uva son como pequeños falos, mientras que los granos de trigo tienen el mismo dibujo que el órgano de la mujer. El trigo es blanco y la uva roja, y ningún niño puede nacer si el hombre no da el color blanco y la mujer el color rojo, la sangre, con la que la mujer alimenta al hijo. Entre los búlgaros existe una tradición muy antigua : al comienzo de la primavera, cuando la vida empieza a renacer, todo el mundo lleva encima dos pequeñas borlas, una blanca y otra roja. Quizá no sepan de dónde proviene esta tradición, pero la respetan.
Si tuviese que profundizar solamente la cuestión de la comunión, cómo practicarla de una forma verdaderamente espiritual y divina, necesitaría mucho tiempo. Los humanos han vuelto todo material y grosero, cuando en realidad estos símbolos están llenos de profundidad y de sabiduría, siempre que tratemos de comprenderlos arriba, y no abajo.
Un sacerdote debe bendecir el pan y el vino para hacer descender en ellos la vida divina. Bueno, vale, porque yo creo más que nadie en el poder de la bendición, en el poder mágico del Verbo. Pero, de todas formas, me veo obligado a decir que, antes que el sacerdote los bendijese, Dios ya los había bendecido, puesto que poseen la vida. No son los humanos los que pueden dar la vida, sólo son intermediarios a través de los cuales la vida pasa. Si los humanos fuesen capaces de dar la vida, podrían disponer de ella a su antojo, lo que, desgraciadamente (o felizmente) no es el caso. La vida viene de otra parte, de más arriba. Si la bendición del sacerdote fuese tan eficaz podría también bendecir copas, o trozos de cristal o de hierro, para distribuirlos. Aquí también, pues, hace falta más luz. Bendecir el alimento es una buena costumbre, pero no hay que creer que todo está en eso. El primero que lo ha bendecido es Dios, puesto que ya ha introducido la vida en él, a través del Sol.7
El Sol es, pues, el que aporta la luz, el calor y la vida, y eso puede ayudarnos a comprender uno de los puntos más oscuros de la religión cristiana, el misterio de la Santa Trinidad. Puesto que tenéis aún la paciencia de escucharme, voy a continuar.
Los cristianos siempre han dicho, claro, que creen en un solo Dios, pero tal como presentan a la Santa Trinidad, se diría que hay tres : el Padre, el Hijo (que, para ellos, es Jesús) y el Espíritu Santo, que no se sabe muy bien lo que es. Pero fijémonos en el Sol, y vais a ver como todo se aclara. El Sol es uno, representa a Dios mismo con sus tres manifestaciones : la luz, el calor y la vida, o bien, la sabiduría, el amor y la verdad. Se trata, pues, de tres poderes que han salido de un solo centro. Tomarlos como tres cosas diferentes y autónomas es dar pruebas de la mayor ignorancia. No hay un Padre, un Hijo (Jesús) y un Espíritu Santo, sino un Dios único con sus tres manifestaciones, el Sol nos lo confirma. Y, si le hacemos la pregunta al Sol, él nos da la respuesta : hay un sólo Dios que se manifiesta bajo forma de luz, de calor y de vida, es decir, como sabiduría, amor y verdad.8
El hombre es también una trinidad, puesto que, con su intelecto piensa, con su corazón siente y con su voluntad actúa ; y su intelecto, su corazón y su voluntad tampoco son tres factores separados. Está hecho, pues, a imagen del Sol, que se manifiesta como luz, calor y vida, y a imagen del Señor, que se manifiesta como sabiduría, amor y verdad.
Pero, aunque el hombre ha sido creado a imagen de Dios, todavía no ha llegado a ser semejante a Él. Está escrito que, en el momento de crearlo, Dios dijo : “ ¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza! ” Y después hay estas palabras : “ Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen le creó...” Moisés repitió dos veces la palabra “ imagen”, ¿Cómo es posible que se olvidase de la semejanza? La omitió para mostrar que Dios había pensado crear al hombre perfecto, pero que no lo hizo, y, sin duda, el hombre tendrá que esperar aún millones de años para alcanzar la perfección divina. De momento, sólo es a imagen de Dios : piensa, siente y actúa; pero, como no es ni omnisciente, ni todopoderoso, ni todo amor, como Dios, no es aún semejante a Él. Sin embargo, a través de sus encarnaciones sucesivas, progresa y se acerca a esta semejanza ; y, por otra parte, en este paso de la imagen a la semejanza está inscrita la ley de la reencarnación.
Tomad la bellota de un roble ; está hecha a imagen del roble, todos los elementos que van a permitirle ser como su padre, el roble, están presentes en ella, pero todavía no es semejante a él. Cuando esté plantada en la tierra y crezca va a parecerse a él, pero, mientras tanto, sólo es a su imagen. Lo mismo sucede con el hombre. El Sol es, pues, la mejor representación de Dios en el mundo visible, porque en el mundo invisible Dios tiene otras manifestaciones. En realidad, nada puede expresar al Señor totalmente y en plenitud, el Sol mismo sólo lo expresa en parte. No podemos hacernos una idea clara de la grandeza de la inmensidad y de la profundidad de Dios, que supera toda imaginación y toda comprensión.
Uno de los puntos esenciales de la filosofía solar es que ésta nos conduce a la idea de universalidad. Igual que el Sol envía su luz y su calor a todos los hombres, el amor de Dios se extiende también a todos los hombres. Por eso es realmente ridículo querer poner a Dios a nuestro favor. Mirad a dos países que entran en guerra : los sacerdotes de cada uno de ellos, por su parte, bendicen sus armas y sus soldados con gran solemnidad, suplicando al Señor que les dé la victoria y la aniquilación del enemigo. Esto es algo normal, y para congraciarse con la Divinidad, hacen todo lo que sea necesario, con oraciones, incienso, dirigiéndose más particularmente uno de ellos a Dios Padre, y el otro al Hijo... ¿Qué va a suceder, entonces? ¡Sin duda, estarán peleándose arriba, queriendo cada uno dar la victoria al pueblo al que protege y que le implora mejor! Esto es lo que debió suceder durante la última guerra. El que protegía a los Alemanes en la asamblea de arriba los defendió bien y, al principio, ganaban ; pero después hubo todo un cambio, y fueron los Franceses los que ganaron, con la ayuda, claro, de los Ingleses y de los Americanos, que habían hecho lo mismo, por su parte, con sus sacerdotes y sus ceremonias... ¡Qué mentalidad deplorable! Nunca hay que tratar de comprar al Señor. Desde un punto de vista humano ordinario, todo el mundo encontrará que esto es normal, que cada uno debe proteger sus intereses. Sí, pero, si nos elevamos hasta el Señor, constataremos que, lo mismo que el Sol, el Señor es imparcial, y hasta deja que los humanos se exterminen, puesto que tanto les gusta hacerlo.
Alguno dirá : “ Pero el Señor también está a favor de la exterminación y la venganza... Lea el Antiguo Testamento : Dios hace perecer a los primogénitos de los Egipcios, porque el faraón se niega a dejar partir a los Hebreos...” No, yo no creo eso ; los relatos bíblicos tienen su razón de ser, pero eso no significa que haya que tomarlos en su sentido literal. Algunos relatos son simbólicos, otros fueron adaptados a la mentalidad de una época, y hay también ciertos pasajes que fueron añadidos por gente que tenía interés en engañar a los humanos. Pero, un día, la luz que iluminará el mundo vendrá a revelarlo todo y muchas cosas serán corregidas y restablecidas de nuevo.
En el Antiguo Testamento, Dios era representado a menudo como un ser terrible, vengativo, celoso, destructor, como un fuego devorador. Era el único Dios, y mirad, sin embargo, los estragos que producía. Suponed, entonces, que hubiese tres como Él, ¡Ay! ¡ay! ¡ay!... Hasta que no reemplacen esta imagen del Dios del Antiguo Testamento, iracundo, celoso, cruel, vengativo, por la imagen del Sol, los humanos continuarán exterminándose y devorándose. Sí, imitan al Señor... ¿qué se les puede reprochar?
Dios no es ni cruel ni celoso ni vengativo. No castiga nunca. Pero, como los humanos, que tienen la cabeza dura, necesitan recibir lecciones, hay otros, sus servidores, que están encargados de dárselas. Existen en el universo unas leyes implacables, y el hombre que no las respeta es triturado por estas leyes, hasta quizá sin que el Señor esté al corriente de ello.9Porque, en realidad, Él no está ahí, como la gente se imagina, observando a los humanos día y noche, armado con un lápiz y un cuaderno en el que anota todos sus crímenes, sus porquerías y sus abominaciones. ¡Qué ocupación para el Señor! No tiene ningún gusto, ningún sentido estético, si prefiere el espectáculo de todos los horrores a los esplendores de los Ángeles y de los Arcángeles.
¿Empezáis a comprenderme, verdad? El Antiguo y el Nuevo Testamento no seguirán siendo válidos toda la eternidad, porque, dentro de algún tiempo, van a producirse cambios. Primero hubo un primer Testamento, basado solamente en la Justicia ; ¿por qué habría aceptado el Señor el segundo Testamento, si el primero hubiese sido suficiente? Eso prueba que en el dominio espiritual también hay una evolución. Y, puesto que pareció necesario un segundo Testamento, ¿por qué no también un tercero, en el que todo estará más próximo todavía de la verdad y de la perfección?
Tomemos uno o dos ejemplos. En el primer Testamento, Salomón dijo : “ No hay nada nuevo bajo el Sol...” Es verdad, ¿pero por qué no se diría en el tercer Testamento que “ todo es nuevo en el Sol ”? Sí, todo es nuevo en el Sol, también es verdad, y es mucho mejor. ¿Por qué quedarse siempre en lo de abajo?
En el segundo Testamento está escrito : “ Buscad y encontraréis, pedid y se os dará, llamad y se os abrirá...” ¿Por qué no podría ser esto también mejorado? : “ No busquéis y encontraréis, no pidáis y se os dará, no llaméis y se os abrirá...” Todos los cristianos pondrán el grito en el Cielo diciendo que esto es algo estúpido. Pero no, ¡no tanto! Si alguien vive ya la vida espiritual, la vida de Cristo, no tiene necesidad de pedir, porque el mundo invisible sabe lo que necesita, y se lo da sin que lo pida. No necesita buscar, porque, gracias a su forma tan divina de pensar, de sentir y de actuar, está obligado a encontrar la verdad. Y el mundo invisible le abre todas las puertas, puesto que vive la vida perfecta.
Los que viven una vida perfecta ya tienen realizaciones, mientras que los demás, por mucho que busquen, que reclamen y que llamen, no encuentran nada, no obtienen nada, y las puertas están cerradas para ellos. Por otra parte, ni siquiera saben qué pedir, ni qué buscar, ni a dónde y por qué llamar. Porque cuando, inspirados por estos tres preceptos, se ponen a buscar dinero, mujeres, placeres... a pedir puestos en la sociedad para poder dominar y fanfarronear... a golpear la cabeza del vecino, o la de su mujer (¡y entonces sí que se abren las puertas de la cárcel!) no están haciendo, evidentemente, lo que estaba en la cabeza de Jesús. Voy a deciros lo que estaba en la cabeza de Jesús.
El intelecto es el que busca, busca la luz y, cuando la ha encontrado, ve : ya nada está oscuro u oculto para él. El que pide es el corazón ; pide amar y ser amado, pide el calor, el gozo, la felicidad, el verdadero amor, el amor divino. Finalmente, la que llama es la voluntad ; llama a la puerta de la cárcel en la que está encerrado el hombre, para que la abran. La voluntad llama para ser liberada, a fin de que pueda actuar y crear.
No es tan difícil encontrar la luz, pero los hombres no hacen esfuerzos para encontrarla. En mi vida he visto a muchas personas respetables, con condecoraciones y títulos, que me decían : “Yo busco la verdad...” Yo les miraba y les preguntaba : “ ¿Pero qué edad tiene usted? – Setenta años. – ¡Ah! ¿Y cómo es posible que a esta edad todavía no haya encontrado la verdad?... Sin embargo, ella se ha presentado ante usted en varias ocasiones, lo sé, pero usted siempre la ha despedido diciendo : “ No es a ti a quien busco, yo busco una verdad que me lave la ropa, que me haga la cocina, que me dé hijos y dinero. Lo que usted busca es una sirvienta, pero la verdad no es una sirvienta, es una reina a la que hay que servir...” Evidentemente, estas personas me miraban un poco extrañadas, vejadas incluso. Los hombres no encuentran la verdad porque no son honestos. Cuando queréis verdaderamente servir a la verdad, ésta acude enseguida, está ahí.10
Y otros vienen a decirme que no saben qué es lo que está bien y lo que está mal, y se creen así justificados para hacer cualquier cosa. Yo les respondo : “ Usted sabe perfectamente dónde está el bien y dónde está el mal, pero no quiere admitirlo...” Mire, tiene usted ciertos pensamientos, ciertos deseos, y no sabe si son buenos o malos ; usted quiere, por ejemplo, abofetear a alguien, o timarle, o seducirle, para abandonarle después... Póngase en el lugar de esta persona, e imagínese que es usted el que recibe la bofetada, o que es usted el timado, o el seducido, para luego ser abandonado : encontrará, entonces, que esto es algo doloroso, injusto, deshonesto. ¿Por qué los hombres se justifican siempre diciendo que no saben lo que está bien? Que se acuerden solamente de que en alguna parte se dice : “ No hagáis a los demás lo que no quisierais que os hiciesen a vosotros...”