... Y pocas nueces - Sinesio Delgado - E-Book

... Y pocas nueces E-Book

Sinesio Delgado

0,0

Beschreibung

Estos poemas de Sinesio Delgado son en realidad historias breves que retratan una España que todavía no ha desaparecido del todo.El humor y la sátira son inseparables de la dura realidad social de la España del siglo XIX: niños en las calles, mujeres obligadas por el maltrato y otras circunstancias a prostituirse, ignorantes que derriban la razón, los campos llenos de muertos por la guerra... El ingenio agudo y crítico de este escritor brilla en cada uno de los versos de sus poemas. -

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 87

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Sinesio Delgado

... Y pocas nueces

 

Saga

... Y pocas nueces

 

Copyright © 1894, 2023 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726881301

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

HUMORADA

(Que puede servir de prólogo.)

Bien puede decir cualquiera:

«¡Qué zapatos tan mal hechos!»

pues siempre será decirlo

mucho más fácil que hacerlos.

S. M. EL PÚBLICO

(FÁBULA)

Á juzgar una pieza de concierto

se reunieron cuatrocientos burros,

que al final dictarían

un fallo inapelable y absoluto.

Los animales, al sentirse jueces,

reventaban de orgullo,

y tal se envanecieron, que no quiso

su incompetencia declarar ninguno.

Dió el maestro dos golpes

con la batuta, y empezó el preludio:

un cántico de amor, dulce al principio,

después ardiente y al final impuro.

Violines y trompas simulaban

espasmos de placer, quejas y arrullos;

las notas se escapaban de las cuerdas,

llenando el aire y alegrando el mundo.

Magnífico era aquello. Parecía

mágica vibración del genio oculto;

pero, á pesar de todo,

los pobres asnos se aburrian mucho.

Como era de esperar, vino á la postre

la tempestad de coces y rebuznos,

se irritaron los jueces, y por poco

la emprenden á bocados con los músicos.

Rodaron los atriles por el suelo

y á sus establos se marchó el concurso,

renegando de aquella jerigonza

de leyes de harmonía y contrapunto.

Y entre tanto el maestro

se retiraba cabizbajo y mustio,

diciendo en su interior:—Me he equivocados

¡el público no yerra! El fallo es justo.

…………………………………

…………………………………

¿Se juzga el arte así? ¿Se forma un sabio

de cuatrocientos animales juntos?

Si eran borricos todos, ¿dejarían

de ser borricos porque fueran muchos?

_____________

CELOS RETROSPECTIVOS

—¡Qué empeño de que te cuente

larga y detalladamente

mis anteriores amores,

por ver si los anteriores

han sido como el presente!

¡Si no me acuerdo, mujer!

¿Y qué endiablado placer

buscas en ese tormento?

¿Te querré más si te cuento

mis aventuras de ayer?

Suponte que te dijera

que has sido tú la primera,

sólo por no hacerte daño.

¿Qué creerías? Que te engaño;

¡lo mismo que si lo viera!

Y si confieso que amé

y me encendí y me abrasé

como me abraso por tí,

te vas á formar de mí

mala idea. ¡Ya lo sé!

¿Insistes? ¡Qué tontería!

Pues sí, palomita mía,

quise de varias maneras,

y aunque no fuese de veras,

á mí me lo parecía.

Luego, pasado el calor,

suave, dulce, bienhechor,

que en tales casos se siente,

lo he pensado seriamente

y he visto que no era amor.

El amor es lo que siento

besando á cada momento

esos tus labios de grana,

que brindan de buena gana

tras de una caricia ciento.

Los otros fueron ñoñeces,

tonterías, pequeñeces,

caprichos insustanciales

y rápidos, de los cuales

ni el recuerdo queda á veces.

¿Que si á las otras decía

lo que te digo? ¡Alma mía!

¿Por qué me preguntas eso?

¿Te empeñas? ¡Vaya! Confieso

que sí, que se lo decía.

¿Que si era mentira? ¡No!

¡Nunca mi audacia llegó

á fingir de esa manera!

Lo que sucedía era

que me equivocaba yo.

¿Que también puedes creer

que ahora...? ¡Calla, mujer,

eso sí que no lo paso!

Tu lógica en este caso

no tiene razón de ser.

¡Que mi traición está clara!

¡Que no te mire á la cara!

¡Caramba! ¿Te has ofendido?

¡Pues, hija, tú lo has querido

por empeñarte en que hablara!...

FANTASIA

Rodaba el tren exprés, culebreando

por los ásperos riscos de la sierra,

y el jadear potente de la máquina

vibraba entre los bosques y en las peñas.

Ramilletes de chispas le formaban

magnifica y brillante cabellera

que iba, al pasar, hundiendo en los barrancos

los mil fantasmas de la noche negra.

Retumbaba en el monte silencioso

el estruendo de topes y cadenas,

que el hálito valiente del progreso

á las ocultas soledades lleva.

Por donde el monstruo pasa, se convierten

en hermosas ciudades las aldeas;

por doquier, á los lados del camino,

surgen el bienestar y las riquezas,

los rudos campesinos se transforman,

los cerebros dormidos se despiertan,

y, recorriendo el mundo, alcanza á todos

la bienhechora plácida influencia...

A quince ó veinte pasos de la vía,

en lo más intrincado de la selva,

se levanta una choza miserable

de trozos de pizarra y ramas secas.

Allí duerme un pastor, envuelto en mugre

cubierto por la clásica pelleja,

con un trapo asqueroso por camisa

y un pañuelo indecente por montera.

Casi no sabe hablar. No hace otra cosa

que guiar al ganado por la sierra,

sin pensar ni sentir, como lo hacían

sus abuelos del tiempo de los celtas.

Al pasar el exprés, la pobre choza

se ilumina al fulgor de la caldera,

y un instante después queda de nuevo

solitaria y perdida en las tinieblas.

Todas las noches, el pastor salvaje,

al brusco y breve trepidar, despierta,

se incorpora, se dice: «el tren que pasa,»

y se vuelve á dormir á pierna suelta.

EN LA CELDA

Fray Antonio se hizo fraile,

es decir; se enterró vivo

por la razón ó motivo

de que una noche, en un baile,

cierta Inés á quien quería

le dió á entender claramente

que aquel su deseo ardiente

en deseo quedaría.

Y el bueno de Fray Antonio,

presa de rudo tormento,

fué y se metió en el convento

renunciando al matrimonio.

Alli, reza que te reza

con fervor, á todas horas,

las ideas pecadoras

se quitó de la cabeza,

y fué curando uno á uno

sus ataques de neurosis

amatoria, con las dosis

de penitencia y ayuno.

Ya se dirigía á Dios

olvidando á la doncella

sin que la memoria de ella

se pusiera entre los dos,

y gozando la ventura

de aquel celestial consuelo

elevaba el alma al cielo

limpia de la mancha impura,

cuando, creyendo vencido

el germen de las pasiones

en los ocultos rincones

de su cerebro dormido,

de aquella adorada Inés

surgió la imagen hermosa,

vaga al principio y borrosa,

clara y precisa después.

—¡Tentación de Satanás!—

se dijo, y luchó valiente

rezando constantemente

y ayunando mucho más.

Pero en vano, la visión

tomaba cuerpo, crecía,

y el buen fraile la sentía

metida en el corazón.

Por fin cayó acongojado

con el alma lacerada

ante la imagen sagrada

de Jesús crucificado.

—Me está matando el amor,

exclamó, vos lo sabéis.

¡Ya que no me perdonéis,

compadecedme, Señor!

Porque en balde gimo y lloro

para ahogar ansias de besos;

me estoy quedando en los huesos

¡y con los huesos la adoro!

Ni la oración ni el cilicio

pueden apagar la lumbre;

¡me abruma la pesadumbre

del inmenso sacrificio!

¡Dadme un instante, un momento

de pasión correspondida,

y os daré en cambio una vida

de penitencia y tormento!—

A esto punto la figura

milagrosa de Dios Hijo

abrió la boca y le dijo

con irónica amargura:

—Vienes á mí equivocado.

Esas cosas, fray Antonio,

pídeselas al demonio,

que son de su negociado

LA DISECCIÓN

Rodearon la mesa los alumnos

de una sección de práctica anatómica

con las blusas de vivos amarillos,

las pinzas, los cuchillos y las sondas.

El mozo de la sala quitó el lienzo

que cubría el cádaver, y en la losa

quedó el de una mujer cuya hermosura

vino á aumentar la nitidez marmórea,

porque la muerte, compasiva acaso,

respetó las bellezas de la forma.

Mudos de admiración los estudiantes

pensaron á la vez:—¡Cielos! ¡qué hermosa!

y uno añadió en voz alta:—Fuera un crimen

profanar con las manos pecadoras

tan prodigiosa criatura. ¡Amigos,

vuelvan los escalpelos á la bolsa,

y el Supremo Hacedor reciba intacta

la más perfecta acaso de sus obras!

—¡Alto! dijo otro alumno. Yo protesto.

La ciencia no distingue ni perdona.

Si este cuerpo sirvió cuando vivía

para incentivo de pasiones locas,

ya que se va á pudrir, que sirva al menos

para estudiar las ramas de la aorta...

¡y perdone por Dios la madre tierra

cuando deshecha la armazón recoja!

EL AMOR

(CUENTO INFANTIL)

¿Ves esos altos picos

de las montañas

donde, al pasar, las nubes

se deshilachan?

Pues allí están las brujas!

¡brujas malvadas

que con sus sortilegios

al hombre matan!

Tú creerás que en sus mantos

arrebujadas,

buscando niños, entran

por las ventanas;

de brazos de sus madres

los arrebatan

y en satánicas fiestas

los despedazan?

¡Pues no! Ya no hacen eso.

Ya son más cautas

y alargando el suplicio

su goce alargan.

Enviados por ellas,

de noche bajan

ejércitos de trasgos

de negras alas

que invisibles recorren

casa por casa

provistos de menjurges

y de pomadas.

Al hombre, chico ó grande,

no le hacen nada,

que en eso estriba toda

su diplomacia.

Pero de las mujeres

buscan las almas

y allí, á su gusto, siembran

pasiones falsas.

Fuego del diablo ponen

en las miradas,

en el cerebro el germen

de la inconstancia

y en los traidores labios

dulces palabras

de cuyos atractivos

nadie se escapa.

Los hombres, casi todos,

llegan, se abrasan

como las mariposas

entre las llamas

y al demonio se entregan

en cuerpo y alma,

sin saber que es el diablo

quien los engaña.

Pero antes ¡cuántas penas,

dolores, ansias,

luchas, quejas, tormentos

y horas amargas!

Juramentos perdidos

que el viento arrastra,

sonrisas embusteras,

promesas vanas...

y luego horribles dudas,

ayes de rabia,

tempestades de celos,

ríos de lágrimas...

¡Todo por esas brujas!

¡brujas malvadas

que viven en los picos

de las montañas,

y alargando el tormento

su goce alargan

al llenar de amarguras

la vida humana!

¿No es infinitamente

menor desgracia

que se lleven los niños

en cuanto nazcan?

EL CAMPO DE BATALLA.

El sol se ha puesto ya, y en las colinas

que el marco forman del extenso valle,

cual fugaces relámpagos, fulguran

los últimos chispazos del combate.

Se dispersa el ejército. Los grupos

se pierden en las sombras del boscaje

y en las lejanas bayonetas brillan

los débiles reflejos de la tarde.