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Ingeniosos, divertidos y pícaros, así son los poemas de esta recopilación de Sinesio Delgado. Este autor demostró su versatilidad literaria en periódicos y revistas, pero también publicó algunas obras, como teatro y poesía, en las que retrataba con humor y perspicacia la sociedad española de finales del siglo XIX. En estos poemas no se libran de la parodia jovencitas enamoradas, donjuanes desvergonzados, incluso diputados.
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Seitenzahl: 108
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Sinesio Delgado
Saga
Pólvora sola
Copyright © 1888, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726881905
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Quien nisperos come,
y bebe cerveza,
y espárragos chupa,
y besa á una vieja,
ni come, ni bebe,
ni chupa, ni besa.
Al brazo la capa y al hombro el hatillo
salí de mi tierra tres años hará,
repletos de viento cabeza y bolsillo....
¡y allá va la nave!... ¿quién sabe do va?
Aquí desde entonces, de noche y de día,
trabajo y no logro saber lo que soy;
romper no he podido la atroz medianía;
ni subo, ni bajo, ni vengo, ni voy.
Ni á un lado ni á otro se vuelve la torta,
ni soy un poeta ni soy un pelele;
la musa se afana, y el fruto que aborta
ni pincha, ni corta,
ni sabe, ni huele.
_____
El término medio me carga de un modo
que estoy fastidiado, ¡no puedo con él!
¿Que nada? ¡Pues nada! ¿Que todo? ¡Pues todo!
La escoria ó el oro, ¡jamás oropel!
Me animan los unos, gritando:—¡Adelante!
Los otros me paran, y dicen:—¡Atrás!
Que escriba, que estudie, que llore, que cante,
que siga en mis trece, que no luche más.
¿De quiénes me fío y á quiénes escucho?
Del fondo del alma la duda me sale.
Que corto, que largo, que tonto, que ducho,
que poco, que mucho,
que toma, que dale.
_____
Propóngome á veces cambiar de destino
con ansia creciente de dar en el quid,
y el cambio á la suerte le importa un comino
por más que la busco por todo Madrid.
¡Ni ser pordiosero, ni ser millonario!
Que sí por un lado, por otro que no;
un quidam, un ente vulgar y ordinario,
¡de aquí no se pasa! ¿Qué voy á hacer yo?
Doblar la tarea, crecer el trabajo,
y el caso concreto jamás se resuelve;
que llego á la cumbre, que pierdo el atajo,
que arriba, que abajo,
que torna, que vuelve.
_____
¡Señor!, tú que riges la marcha del mundo
y sabes de fijo lo mal que me va,
¿no quieres librarme del tedio profundo
que no es limonada, ni chicha, ni na?
¡Trepar á la cima, caer al abismo,
que estar en el centro la acción me coarta!
¡Subir, aunque luego me rompa el bautismo!
¡Si sigo lo mismo
mal rayo me parta!
Querida amiga: Te escribo
casi loca de contenta.
Vas á caer en la cuenta
cuando te diga el motivo:
¡Tengo otro novio! ¡y van tres!
Creo que el gozo se explica.
No es muy rico, pero, chica,
¡si vieras qué guapo es!
Sobresale en cualquier parte;
¡le sienta tan bien la ropa!
Te advierto que no es de tropa,
¡no vayas á figurarte!
No hay remedio; hay que quererle,
y le querré aunque me muera,
porque anda de una manera...
en fin... que da gusto verle.
Y es atrevido, y me mira
con una pasión y un fuego...
me dice:—¡te adoro!—y luego
señala al pecho y suspira.
¡Qué de guiños! ¡qué de enredos!
Como mimos inocentes,
me envía besos ardientes
con las puntas de los dedos.
Con esto estamos los dos
en baños de agua de rosas;
porque, hija mía, estas cosas
saben á gloria de Dios.
Me embriaga el amor bendito
que en Fernando voy hallando,
¡porque se llama Fernando!
¿eh? ¡qué nombre tan bonito!
En fin, hija, no me pesa
de lo mucho que le quiero.
Adiós. Ya no es tuyo entero
el cariño de—Teresa.»
«Querida amiga Leonor:
¿No sabes lo que me pasa?
Que Fernando entra en la casa
con permiso del tutor.
No puedo pasar sin él;
¡qué vida más deliciosa!
¡Soy dichosa, muy dichosa
con sus palabras de miel!
Y no pasamos en vano
el tiempo, ¡pues bueno fuera!
¡estamos la tarde entera
cogiditos de la mano!
¡Si vieras con qué embeleso
nos miramos! Ya no cabe
más amor. ¡Y qué bien sabe
así, á hurtadillas, un beso!
Con injusticia notoria
á calumniarlo se atreven...
¡si es como el néctar que beben
los ángeles en la gloria!
Y no creas que hay doblez
en tal cariño, ¡jamás!
¡Y eso que Fernando es más
atrevido cada vez!
Ayer me dijo... Contigo
tener secretos no debo;
pero, ¡ay! esto no me atrevo
á decirlo... y no lo digo.
No te incomodes por esa
leve falta de amistad;
ya sabes que de verdad
te quiere siempre—Teresa.»
«De horrible dolor soy presa;
me paso el día llorando.
¿Te acuerdas de aquel Fernando?
¡Pues es un pillo!—Teresa.»
___________
Esto es lo que acordaron tres infusorios.
Bartrina.
Era la nebulosa
que, para hacer un cuento, saco á plaza,
del tamaño de un grano de mostaza
y, como es consiguiente, poca cosa.
En espacios sin límites perdida,
llevaba en sus moléculas señales
del germen de la vida,
como los otros mundos colosales
que ocupan la región desconocida.
La tocó del espíritu el aliento;
prestóla forma y consistencia el frío;
tuvo atmósfera, y luz, y movimiento,
y desde aquel momento
una bolita más cruzó el vacío.
Brotó por todos lados
un enjambre de seres bien formados,
y de cuya estructura
me es imposible haceros el diseño,
porque la descripción y la pintura
tienen su non plus ultra en lo pequeño.
El caso es que una raza
que, como las demás, salió del barro,
llegó á ser en el grano de mostaza
la dueña del cotarro.
¡Qué modo de avanzar! ¡Cuánto progreso!
Un sabio profesor de astronomía,
persona de gran seso,
gritó en un ateneo cierto día:
—¡No hay nada más allá! ¡Todo está dicho!
Hizo el Ser Creador, potente y justo,
el mundo que habitáis, por el capricho
de darnos ese gusto.
Y esos soles que véis, inmensas moles
que brillan en la atmósfera azulada,
nos deben importar tres caracoles.
¡Es cosa averiguada
que son para nosotros esos soles!
Y cuando esto se acabe,
porque el Supremo Ser lo haya querido,
entonces... ¡ya se sabe!
¡toda la Creación ha concluído!
......................................
En esto un huracán, allá en Vulcano,
de la arena menuda nube espesa
levanta, y atraviesa
la línea de atracción, un solo grano,
que cae como una maza
encima del granito de mostaza.
¡Qué hecatombe, Dios mío!
las moléculas ¡ay! se disgregaron...
(Y navegan los mundos que quedaron
por el piélago inmenso del vacío.)
Será que la sangre hierve
ó que á mí me lo parezca,
y no hay calor que me enerve
ni frío que me entumezca;
pero es la verdad del caso
que algo raro en mí se esconde,
y que si sigo á este paso
voy á parar no sé dónde.
Antes encontraba mil
mujeres de poco fuste;
¡desde primeros de Abril
no hay una que no me guste!
Hasta en la más horrorosa,
de esas que causan espanto,
encuentro yo alguna cosa
y no me parece tanto.
¡Yo, infeliz, que no ambiciono
triunfos de la vanidad,
y que, además, me impresiono
con mucha dificultad,
ya me he declarado á doce,
y me encuentro en un apuro;
si me ve, no me conoce
mi familia, de seguro.
Tal estado es un estado
sumamente excepcional,
que me tiene disgustado
y que me sienta muy mal.
¡Hombre, si seré infeliz,
que me estoy volviendo loco
por un demonio de actriz
que trabaja mal y poco,
y es negra como la noche,
y rechoncha, y sin salero,
¡y estoy por ponerla coche
en cuanto tenga dinero!
¡No digo nada en la calle!
¡Si parezco un zascandil!
Me entusiasma cualquier talle,
me gusta cualquier perfil.
Que me lo perdone Dios;
pero ni un día se pasa
sin que yo acompañe á dos
á la puerta de su casa.
Y esto es ridículo, es feo,
y hasta antihigiénico es,
porque doy cada paseo
que me deshago los piés.
Una costurera, un coco
que no vale tres pepinos,
me ha llevado poco á poco
hasta los Cuatro Caminos;
y según estaba yo
de terco y de calavera,
me voy tan fresco á Joló
y ni lo siento siquiera.
Con otra por el estilo
que ayer me salió al encuentro,
estoy algo más tranquilo,
porque esa vive en el centro;
en la acera de los nones,
aquí, á mano, en la Carrera,
en los últimos balcones,
contando desde la acera;
y es preciso confesar
que este detalle me balda,
porque me tengo que estar
con el cogote á la espalda,
¡y dueie de firme el cuello!
¡Dígamelo usted á mí!
¡Como que si sigo en ello,
me voy á quedar así!
Total, que ya me aniquila
tan profunda alteración,
y que no quiero esta pila
de Volta en el corazón.
¿Que es la primavera quien
nos incita á los amores,
y aman por eso también
los pájaros y las flores?
Corriente, yo no me opongo,
que no es tanto mi egoísmo;
y aunque lo fuera, supongo
que pasaría lo mismo.
Pero por lo que barrunto
la subvenciona Himeneo,
para llevarme hasta el punto
de que adore á cuantas veo;
y quiero que pase pronto
y que cese la tormenta,
porque estoy haciendo el tonto
y es cosa que me revienta!
___________
La integridad peligra. ¡Hasta se teme
que después de unos dares y tomares,
el invasor audaz destruya y queme
cortijos y olivares!
¡Al arma, vive Dios! Vibra guerrero
el toque de corneta,
y tiembla de coraje el pueblo entero
calada en el fusil la bayoneta.
La patria sacrifica á la metralla
la vida de sus hijos.
Y muere sobre el campo de batalla
honrosa y dignamente... ¡la canalla
que no tiene olivares ni cortijos!
___________
Barato, muchachas,
barato lo vendo!
En estos frasquitos
un líquido tengo,
del cual una maga
dejóme el secreto.
Con él es el mundo
parodia del cielo,
porque es de las penas
seguro remedio.
La luz que le hiere
le arranca reflejos
de rosa y de nácar
brillantes y bellos,
y el corcho quitando,
de plata cubierto,
de suave perfume
satúrase el viento.
Si echáis una gota
tan sólo al pañuelo,
y al rostro, en ayunas,
con él frotáis luego,
se tornan los labios
rosados y frescos;
conviértense en perlas
los dientes pequeños;
adquiere sedosa
tersura el cabello,
las largas pestañas
semejan un velo
que ocultan dos soles
brillantes y negros,
y quedan de envidia
los ángeles muertos.
¡Diez frascos me quedan!
Muchachas; ¡á ellos!
A duro los grandes,
los chicos á medio.
—¡Qué hermoso!
—¡Qué aroma!
—¡Bendigo el invento!
—¡Embriaga el perfume!
—¡Qué suave!
—¡Qué bueno!
—¡Un frasco!
—A mí otro!
—¡A mí dos pequeños!
_____
—Dios quiera, chiquillas,
que os haga provecho.
¿Sabéis otra gracia
que tiene?
—¿Qué es ello?
—¡La más portentosa
que han visto los pueblos!
¿Sois niñas honradas?
¿Verdad? ¡Ya lo creo!
Pues de esas virtudes
llevaréis el sello,
y habrán de adoraros
los hombres á cientos.
Por cierto milagro
que sólo yo entiendo,
el líquido guarda
la huella del beso,
y allí donde labios
audaces, groseros,
se posan, se quedan
vestigios eternos.
¿Qué tal os parece?
Divino, ¿no es cierto?
....................
—¡Jesús! ¡qué mal huele!
—¡Qué frascos tan feos!
—No vale la pena.
—¡Y es caro!
—¡No es bueno!
—¡A mí no me gusta.
—Ni á mí.
—No lo quiero.
—¡Señor sacamuelas,
usté es un zopenco;
devuelva los cuartos
y váyase al cuerno!
___________
Consejo me pides, Blas,
y quiero dártele al punto,
porque creo que el asunto
es grave como el que más.
Tú adoras á tu mujer
con fidelidad que alabo,
y eres su amante y su esclavo
y todo lo que hay que ser.
Dejó el alma de ser tuya,
pues que en sus ojos se abrasa;
¡jamás ha habido en tu casa
más voluntad que la suya!
¡Bien la pagas, á tu modo,
su juventud, su belleza!...
Respeto, nombre, riqueza,
todo te lo debe, todo.
¡Y te engaña, sin embargo,
con un amante la infiel,
y le da lo dulce á él
y á tí te guarda lo amargo!
¿Te has ofuscado quizás?
¿Tienes pruebas? ¿Estás cierto?
¿Tu deshonra has descubierto?
Pues oye el consejo, Blas.
Nada te puedo decir
de ella, si vive tu amor;
pero respecto al traidor
es muy fácil decidir.
Una comedia sencilla:
mucho aplomo, mucha calma,
cuanto más fuego en el alma