Abrazos - Maria Victòria Molins - E-Book

Abrazos E-Book

Maria Victòria Molins

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Beschreibung

Un libro hecho de pequeñas historias reales, anécdotas, recuerdos, algunos más felices, otros marcados por el infortunio y el dolor, pero con un denominador común: el gesto universal del abrazo. Hablamos tanto del gesto físico que nos define como humanos, el que nos brinda protección y consuelo, como del abrazo de la simpatía, el del afecto, aunque sea lejano, el de toda una comunidad o, incluso, del abrazo que a veces damos a las ideas, a las pasiones o a la fe. Páginas delicadas, emotivas y auténticas, que son el legado de toda una vida dedicada a cuidar del prójimo y a abrazar las cosas que realmente importan.

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Abrazos

Cada abrazo, una historia

Maria Victòria Molins

Prólogo de Peio Sánchez

Primera edición en esta colección: abril de 2024

© Maria Victòria Molins, 2024

© del prólogo, Peio Sánchez, 2024

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2024

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-10079-70-0

Diseño de cubierta y fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

Prólogo,de Peio Sánchez, rector del Hospital de Campanya Santa AnnaIntroducción:Los abrazosEl primer abrazoLos niños que reciben abrazosGritos en la escaleraAbrazos de bienvenidaAbrazos de despedidaAbrazos rechazadosAbrazos del hijo recobradoAbrazos al ignoradoAbrazos en la cárcelAbrazos curando mujeres heridasAbrazo de un encuentro anunciadoEl abrazo de un sintechoAbrazos eufóricosAbrazos ofrecidos en la vejezAbrazos contrapuestos al maltratoAbrazos a contracorrienteAbrazos como un remedioAbrazos que reconfortanEl abrazo más deseado y desconocido: el de después de la muerte, con Jesús

Prólogo

Que Viqui Molins escriba un libro sobre los abrazos es como si escribiese el libro de sus memorias. Sin ánimo de plagiar a Mario Benedetti, explicando «otros» abrazos, Viqui va explicando su vida, lo que mueve sus abrazos, sus pies y su corazón.

Por eso os quiero invitar a compartir este ramo de florecillas donde va desgranando cada uno de estos encuentros. Por mi parte, os ofrezco una pequeña reflexión que tiene como finalidad llegar a mover los brazos. Cada uno verá hacia dónde.

Abrazos de monja

Parece un poco chocante el título. Pero es así como va por la vida, como la monja de los abrazos. Que una religiosa célibe vaya dando abrazos no parece de lo más correcto. No obstante, en sus abrazos se esconde una opción por la ternura que empieza por alcanzar el corazón.

Los abrazos, por lo general, se prodigan con las personas queridas. No obstante, estos otros abrazos se dan a los que son menos amables. Puede parecer difícil dar abrazos al estilo de san Francisco de Asís a uno de nuestros amigos de la calle, alejados durante meses de la ducha, ocultos en sus silencios, acostumbrados a que, si alguien los toca, sea para golpearlos o para robarles. Estos abrazos de monja atrevida tienden a ser una locura. No sabes cómo va a reaccionar el otro. Ni cuál de los infinitos virus de la vida te pueden contagiar.

A pesar de todo eso, el abrir los brazos es el gesto humano de la acogida, el cuerpo como tienda de campaña. Un tímido abrazo deja fuera una parte del otro, salva las distancias y preserva la intimidad. Pero un abrazo auténtico no deja fuera nada. Todos tenemos una cara oculta que cuesta ser abrazada. A veces este lado oculto es especialmente opaco, después de fracasos encadenados, cuando la carta de tu vida ya hace tiempo que fue descartada. En estos momentos, generalmente, nadie soporta un abrazo.

Por eso, el abrazo de una monja así nunca se impone. El momento oportuno depende de cada uno: más dureza, más tiempo; más desconsuelo, menos tiempo. Por eso el abrazo espera pidiendo permiso. Eso quiere decir que el abrazo depende de la historia y del camino del otro, como veremos en este libro. Más que ir dando abrazos por las esquinas, se trata de reconocer cuándo se da el impulso del otro, que espera doblegado, para ser abrazado. De esta manera se diría que el abrazo tiene algo de estación de término. Implica una sutil confianza en quien descansar. Y es entonces cuando el instante se llena de tiempo.

Pero el abrazo de monja no se queda solo en el abrazo. A veces, el abrazo-pasión busca también atrapar para no perder aquello que se le puede escapar. El abrazo de monja tiende a ser universal, pero pasa por el hermano concreto, por su vida abrazada; salta, sin ataduras, a otro abrazo. Y eso no es promiscuidad, sino disponibilidad hacia los que no solo son sintecho, sin papeles, sin futuro, sino también sin abrazos. Los no queridos, los olvidados, los perdidos. Es un abrazo que prepara para otros abrazos, un abrazo de salida.

Un abrazo de monja así no se queda en el eros, sino que se parece más a ese primer abrazo de madre o el último abrazo del que está a punto de expirar. Es el abrazo a toda la fragilidad, al nacer y al morir. El abrazo de la comadrona y el abrazo de los cuidados paliativos. Es el abrazo en el momento de necesidad. Tiene algo de casual, pero, al mismo tiempo, es el que sostiene al caído.

De esta manera, los abrazos de monja sellan un compromiso. Dicen algo así como: «procuraré ayudarte, aunque pobremente». Movilizando tu vida y encontrando algunos medios. Es un abrazo que no olvida el nombre, sino que después sigue extendiéndose en forma de preocupación y desvelo, buscando salidas, intentando alternativas, garantizando pequeños servicios.

La abuela de los abrazos

La mayoría de los jóvenes del Hospital de Campanya Santa Anna han adoptado a Viqui como abuela. Estaban buscando familia, sedientos de la madre lejana y casi olvidada. Y encuentran a alguien que puede ser su abuela. A quien, extrañamente, respetan con esa autoridad que confieren los abrazos y los recuerdos lejanos en la geografía y en la historia. Pero, bien mirado, son ellos los que la escogieron antes del primer abrazo. Ella ha sido la adoptada como abuela.

La adopción es un impulso más allá de la carne y de la sangre. Puede parecer que el que es adoptado es menos hijo, aunque paradójicamente está en juego un amor más gratuito. En el hijo de la carne se estima la propia carne, aunque, poco a poco, se va descubriendo, con paciencia, la propia libertad filial. Pero, en el hijo adoptado, lo extraño y desconocido se encarna para formar parte de la maternidad/paternidad escogida. A veces el hijo adoptado rehúsa serlo porque no se siente considerado con el derecho de hijo y en la misma condición de ser querido. A pesar de eso, ha sido elegido desde fuera para ser introducido en el seno familiar. De ese modo, cuando se considera digno de ser amado, se reconstruye en un fundamento de gratuidad excesiva, de una maternidad/paternidad desmesurada.

Cuando lo que se escoge es ser abuela adoptiva se decide una maternidad diferente. La maternidad de las atenciones es una mezcla de ternura y de exigencia, para aprender a comer de todo, para dar el primer paso, para ir el primer día a la escuela. Pero las abuelas, hechas y derechas ya como madres, ahora pueden dejarse vencer por la ternura. Consintiendo, a veces, más allá de lo razonable. Una abuela es una madre exagerada, liberada de la exigencia.

Esto es lo que atrae, sobre todo, a los jóvenes sin hogar que ya han dejado de ser niños —si es que alguna vez lo han podido ser—. Esta clase de abuelas no para niños, sino para jóvenes huérfanos de afecto. Ante la abuela, el impulso afectivo se modula y, al mismo tiempo, se entrega. Cuando los jóvenes sin hogar abrazan a la abuela adoptiva, ofrecen su juventud para sostener la fragilidad de los años. Y, casi sin darse cuenta, abrazan su propia fragilidad. Los nietos adoptivos son sostenidos al mismo tiempo que sostienen.

Es frecuente que los unos se pasen las abuelas a los otros, los abrazos de los unos pasan a los otros. Es verdad que cada uno quiere ser nieto único, elegido y primero, y hasta exclusivo. Pero para los que no han tenido nada que compartir es menos doloroso Y, así, es más fácil que los hijos de madres diferentes sean nietos de la misma abuela. Como en un origen de vida primordial y no genealógico. Es posible tener madre, allá tan lejos, y abuela aquí tan cerca. Y, como todos saben lo que es tener necesidad, casi sin querer, lo comparten.

Los entreabrazos

Es significativo el carácter comunicativo que tienen los abrazos. También las abuelas que antes fueron madres son las que tantas veces reúnen en la mesa a toda la familia. De los diferentes hijos y de sus parejas, y de los hijos de sus hijos y sus respectivas parejas, de generación en generación. El secreto de estos abrazos alrededor de una mesa, cuando no se hereda, se acaba perdiendo, olvidando lo que es auténtico y definitivo.

Cuando encontramos una monja-abuela de los abrazos, encontramos un símbolo colectivo, una presencia tan inesperada como imprescindible. Sus abrazos, fuera de toda mesura, tienen una elocuencia especial. Hablan de lo que está más allá de lo urgente. Lo primero será querer y acercarse para ofrecerse. El mejor protocolo sigue siendo el primer abrazo. No hay cartera de servicios sociales, ministerios de orden o título homologados. Todo eso será necesario, pero no se puede olvidar qué es lo primero.

La propagación de los abrazos tiene que ver con este poder generador de la vida. Los maestros de abrazos enseñan a los demás a abrazar. Cuando la ausencia de ellos es la marca de muchos abandonados, se necesitan abuelas adoptivas. No bastan los recursos económicos, los profesionales bien formados, las respuestas justas, incluso el techo y el trabajo digno. Como las Abuelas de la Plaza de Mayo con sus pañuelos blancos; se necesitan abuelas de la memoria de los abrazos. De lo que nos constituye como seres humanos, por sabernos hijos y hermanos.

Detectamos que van apareciendo abuelas-abrazos. No solo son mujeres, pero ellas son las primeras. No solo son mayores, algunas también son jóvenes. El contagio de los abrazos es primordial, más que la razón o el sentimiento. Hunde sus raíces en la recuperación de la humanidad. Abrazamos porque somos algo más que un individuo posesivo, abrazamos porque no somos indiferentes, abrazamos porque cargamos con el otro y descargamos sobre el otro, abrazamos porque no estamos solos.

Los transabrazos

El verdadero secreto de los abrazos es que, antes de abrazar, hemos sido abrazados. Los abrazos no nacen porque sí. Podemos decir que los abrazos se heredan de generación en generación y se convierten en «transabrazos».

El primer abrazo es la creación en cada uno, nacimiento del cosmos y de la vida, elección amada para cada hijo. Somos el fruto del abrazo de Dios desbordado, sobreabundante, desmesurado. Un amigo de la calle se expresaba así: «Me han dicho muchas veces “hijo de puta”, pero he descubierto que soy hijo de Dios». He ahí la fuente de los abrazos.

La imagen de Cristo es el abrazo de la cruz. Ahí están todos los abrazos de Jesús: el del hijo pródigo escapado del hogar, el de la samaritana perdida, el de Zaqueo excluido, el de Lázaro muerto y el de Magdalena reencontrada. Somos hijos de unos brazos extendidos en forma de cruz y de un corazón traspasado. Dejarnos abrazar por el crucificado es entrar en la dimensión de los transabrazos. En ellos hay brotes de salvación, de perdón, salvación del desahucio, techo del hogar, papeles de hijo, futuro de olvidados.

El abrazo de María a Cristo muerto, en la Piedad, preside la iglesia de Santa Anna. Es un abrazo al que, aparentemente, está muerto, sin vida, como los zombis de nuestras ciudades excluyentes, los que mueren jóvenes de esperanza hundida. Una extraña falda donde la humanidad es abrazada por el Dios caído de todos los vencidos. ¿De dónde procede este abrazo sereno y terminal?