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El texto consigue captar la vida y obra de Alberto Luberta, quien fue sin lugar a dudas un pilar de nuestra cultura, por lo que se trata de que su obra tenga seguimiento, que surjan guionistas como él, con ese costumbrismo excepcional que al mismo tiempo tiene ese aliento patriótico de proeza indiscutible.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2025
Alberto Luberta Noy
Constructor de risas
Yohan Michel Madrigal Segredo
Pedro Ángel Hernández Herrera
La Habana, 2024
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Título: Alberto Luberta Noy. Constructor de risas
© Yohan Michel Madrigal Segredo y Pedro Ángel Hernández Herrera, 2024
© Sobre la presente edición:
Ediciones enVivo, 2024
ISBN: 9789597279082
Tomado del libro impreso en 2019 – Edición y corrección: Lic. Aldo R. Gutiérrez Rivera / Cubierta, Diseño y composición: Luisa Ma. González Carballo / Ilustración de cubierta: Adán Iglesias / Fotografía: Yuniel Mentado Fernández, Yusnier Mentado Fernández y Elvis Urra Moreno / Caricaturas: Adán Iglesias y Ricardo A. Inocencio Lastra, Francisco Pascasio Blanco Ávila, Joseph Ros, Luis Orol Pino / archivo del semanario humorístico Palante
E-Book – Edición y corrección: Lic. Aldo R. Gutiérrez Rivera / Cubierta, Diseño y composición: Luisa Ma. González Carballo / Ilustración de cubierta: Adán Iglesias / Fotografía: Yuniel Mentado Fernández, Yusnier Mentado Fernández y Elvis Urra Moreno / Caricaturas: Adán Iglesias y Ricardo A. Inocencio Lastra, Francisco Pascasio Blanco Ávila, Joseph Ros, Luis Orol Pino / archivo del semanario humorístico Palante / Diagramación pdf interactivo y conversión a ePub: Damaris Rodríguez Cárdenas / Diseño interior: DamarisRC
Ediciones enVivo
Instituto Cubano de Radio y Televisión
Edificio N, Calle N, entre 23 y 21, Vedado,
Plaza de la Revolución, La Habana
CP 10400
Teléfono: +53 78384070
Correo electrónico: envivo@icrt.cu
www.envivo.icrt.cu
«Alberto Luberta fue sin lugar a dudas un pilar de nuestra cultura […] un revolucionario ejemplar, un patriota ejemplar. Hay que tratar que su obra tenga seguimiento, que surjan guionistas como él, que es lo que él hubiera querido. Ese costumbrismo excepcional que al mismo tiempo tiene ese aliento patriótico, que fue […] lo que hicieron otros grandes, pero en el caso de Luberta realmente hay una proeza indiscutible […]. El humor, que Luberta creo lo entendió mejor que nadie, es un factor de resistencia de este pueblo».
Abel Prieto Jiménez
A familiares, amigos, vecinos, entrevistados, caricaturistas y periodistas, por sus testimonios, fotos y anécdotas.
Las cosas tienen alma,
cuando nos cansamos de usarlas
y las arrojamos al rastro del olvido,
guardan nuestros más íntimos secretos,
porque son el mejor testigo de toda mi vida.
Juan Herbello1
1 Periodista, escritor, poeta y publicista, cubano. Escribió para la radio y la televisión de Cuba, Venezuela y Puerto Rico.
El nombre de Alberto Luberta me fue familiar desde la infancia, en la inconfundible voz de Rosillo. En mi casa se escuchaba Alegrías de sobremesa todas las noches, hasta su última salida al aire. Aún se echa de menos.
Personalmente lo conocí en los avatares de la creación del Centro Promotor del Humor, veinticinco años atrás. Fue uno de los primeros indiscutibles Premio Nacional de Humor, entregado en un Aquelarre. Coincidimos en múltiples ocasiones como jurados de estos certámenes y otras convocatorias de humor literario. Me encantaba conversar con él, escuchar tantas anécdotas del mundo cultural cubano, particularmente de la radio y la televisión.
La vida me concedió otro privilegio cercano a Luberta, muy cercano: en el Instituto Superior de Arte fui alumno de su esposa, Caridad Martínez González. Dulce persona e inmensa profesional y pedagoga. Una imprescindible de la radio y la cultura cubanas.
El mundo del audiovisual me permitió conocer a la descendencia de ambos. En esta familia sí se cumple aquello de que «hijo de gato caza ratón», porque Aldo y Albertico son buenos como papá y mamá, llenos de talento y humildad aprehendidos desde la cuna.
No abundaré haciendo historias de Luberta que, por su grandeza, ya todos conocen. No traeré a colación sus cifras récords como escritor radial de más años de labor ininterrumpidas. Alberto Luberta fue el maestro de muchas generaciones y aliado de todos los humoristas. Guardaba con gran regocijo el recuerdo de haber sido alumno, amigo y colaborador de Cástor Vispo. En realidad, fue más que un colaborador, porque algún que otro guion firmado por Vispo lo escribió Alberto. A tal punto confiaba el inmenso escritor en la genialidad de su joven alumno.
Recuerdo con agrado los muchos domingos que llamó a mi casa para comentar sobre algún texto o caricatura publicada en el periódico humorístico dedeté. Fue de nuestros más fieles y distinguidos lectores.
Convaleciente en el hospital pensaba en cómo salvar su programa y el de tantos grandes actores, buscando un nuevo escritor, pues él quería retirarse. Hicimos planes para cuando se recuperara: impartir un taller conjunto con vistas a formar guionistas de humor para la radio. Un viejo sueño que compartía con la dirección del Centro Promotor del Humor. Tenía la ilusión de que así no se perdería el proyecto al que le dio vida por más de cincuenta años: Alegrías de sobremesa, que es inmortal en el recuerdo de los cubanos.
En 2016, Alberto me propuso para el Premio Mariposa, que se otorga con el apoyo de la Uneac. Me dijo que admiraba mi trabajo como escritor costumbrista, palabras que conservo como el mayor premio que he recibido en mi vida profesional.
No tuve el placer de conocer a Cástor Vispo; pero tuve la dicha y el inmenso honor de haber sido alumno, amigo y colaborador de Alberto Luberta.
Ahora su familia me cita entre las propuestas para escribir el prólogo de este hermoso libro y no puedo más que parodiar una frase que Alberto escribió y se hizo eternamente popular: «¡Qué suerte, caballero, pero qué suerte!».
Jorge Alberto Piñero (JAPE)
Septiembre de 2019
En la Cuba de 1899 a 1907 —reconocido en la historiografía como período intercensal—, se reporta un significativo crecimiento poblacional en la Isla: de 1 572 797 a 2 048 980 habitantes, debido, entre otras causas, al establecimiento de medidas de salubridad que eliminaron las epidemias heredadas del período colonial, el auge que comenzaba a tener la industria azucarera y la llegada de inmigrantes provenientes de diferentes partes del mundo.
El aumento poblacional trajo como consecuencia una situación muy embarazosa en el fondo habitacional, sobre todo en aquellas zonas donde existían significativos conglomerados de personas humildes de muy bajos recursos. En el país, para ese entonces, se registraron veinte ciudades con más de 8 000 habitantes: una de estas fue la localidad de Marianao, perteneciente a la zona metropolitana de la provincia La Habana, con 9 000 habitantes aproximadamente.
En las postrimerías del primer decenio del siglo xx, el entonces presidente de la República, José Miguel Gómez,2 y su Congreso, escucharon varios proyectos de ley encaminados a resolver el problema tan acuciante de vivienda. En julio de 1910 fue aprobada una ley en el Congreso de la República, promovida por José Luis Valdés Carrero, obrero tabacalero, combatiente del Ejército Libertador y diputado a la Cámara de Representantes, que favorecía la construcción de viviendas de bajo costo para las familias cubanas o nacionalizadas que no tuvieran más recursos que el trabajo manual.
A la convocatoria de licitación para la construcción de casas llegó la propuesta de la Compañía Nacional Constructora, que fue certificada. De igual manera se refrendó la construcción de viviendas en los terrenos cuyo propietario era el emigrante italiano de la región de Piamonte, Dino F. Pogolotti (figura 1), respetado por su espíritu empresarial y su capacidad técnica para la realización de grandes proyectos de urbanización, así como por las condiciones de salubridad del lugar en que se plantarían las moradas, la proximidad del tranvía como vía de transporte y la existencia de edificaciones cercanas dotadas de servicios básicos.
Fig. 1 Dino F. Pogolotti (1879-1923).
Transcurrirían ciento diecisiete días, desde que se colocara la primera piedra, el 30 de octubre de 1910, para que se entregaran las primeras cien casas el 24 de febrero de 1911 y naciera así, en la finca de Dino, el primer barrio obrero de Cuba, el que se registró en los documentos oficiales con el nombre de Redención, aunque el pueblo en agradecimiento a su constructor-fundador lo renombró con su apellido: Pogolotti (figura 2).3 Al decir de Joaquín Olivera, historiador de Pogolotti: «Carrero sugirió la idea y Dino la hizo realidad en su propia finca, […]».4
El poeta, narrador y etnólogo Miguel Barnet Lanza, al referirse al barrio Pogolotti y las costumbres de sus pobladores, expreso: «En núcleos tan cerrados como el barrio de Pogolotti, que es como una cápsula, con mucho sentido de propiedad, de pertenencia, ahí hay muchas riquezas de espiritismo, de santería, creo que Dino Pogolotti nunca sospechó que iba a crear un barrio que iba a contribuir tanto, pero tanto, al patrimonio cultural de la nación».
Fig. 2 Tarja conmemorativa donde se colocó la primera piedra del barrio Pogolotti.
El proyecto concebía la construcción de las casas con una superficie total de 48 m2y paredes vecinas para ahorrar materiales, las cuales contaban —según se conoce— con portal, sala, dos cuartos, comedor, cocina, baño colgadizo y un patio común para todas las viviendas de una manzana. Las casas tenían muros de carga que soportaban una estructura de madera sobre la cual se colocaba el techo de tejas de barro francesas a dos aguas (figura 3).
Fig. 3 Imagen antigua del barrio Pogolotti.
Las casas se otorgaban entre los obreros por sorteo. Fue así que el tabaquero Octavio Noy, padre de Celia Marina Laureana Noy Venero, obtuvo una de las viviendas en el naciente barri
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