Amor es más laberinto - Sor Juana Inés de la Cruz - E-Book

Amor es más laberinto E-Book

Sor Juana Inés de la Cruz

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Beschreibung

Amor es más laberinto está ambientada en el mundo clásico. Se trata de un texto erudito, reflejo de la excelente biblioteca que logró reunir su autora. Por otra parte destaca la visión del amor que ofrece Sor Juana Inés de la Cruz. Este es un texto desprovisto de tapujos y sorprendente tratándose de una mujer de vida religiosa. La obra es por su trama una comedia «mitológica». Su acción, se basa en la fábula del laberinto de Creta. Sus personajes principales, - Teseo y Baco, príncipes galanes, - y Fedra y Ariadna, damas cortesanas,habitan el mundo entonces común de la comedia de capa y espada. Amor es más laberinto está marcada por la influencia del teatro cortesano del reinado de Felipe IV, especialmente por Pedro Calderón de la Barca.​ Fue concebida originalmente para honrar al flamante virrey de México, por lo que abundan las alusiones a su persona. En opinión de algunos estudiosos, el Minotauro representa al déspota y cruel antecesor del nuevo gobernante,​ mientras que el justo y honesto Teseo es, para Sor Juana, una personificación del virrey don Gaspar de la Cerda y Mendoza. Amor es más laberinto es, junto a Los empeños de una casa(publicada también en Linkgua Ediciones) y La segunda Celestina, una de las tres obras dramáticas de Sor Juana Inés de la Cruz. La obra se estrenó el 11 de enero de 1689, durante las celebraciones por la asunción al virreinato de Gaspar de la Cerda y Mendoza. Fue escrita junto a fray Juan de Guevara, amigo de la poetisa, quien solamente escribió la segunda jornada del festejo teatral.​

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Sor Juana Inés de la Cruz

Amor es más laberinto

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Amor es más laberinto.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN NFT: 978-84-1126-948-3.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-1126-981-0.

ISBN tapa dura: 978-84-9897-278-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-110-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La antigua Grecia 7

Amor es más laberinto 9

Personajes 10

Jornada primera 11

Jornada segunda 61

Jornada tercera 113

Libros a la carta 167

Brevísima presentación

La vida

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). México.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, nació el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca. Era hija de padre vasco y madre mexicana.

Empezó a escribir a los ocho de edad una loa al Santísimo Sacramento. Aprendió latín en veinte lecciones, que le dictó el bachiller Martín de Olivas y a los dieciséis años ingresó en el Convento de Santa Teresa la Antigua y posteriormente en el de San Jerónimo.

En plena madurez literaria, criticó un sermón del padre Vieyra. Ello provocó que el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, le pidiera que abandonase la literatura y se dedicase por entero a la religión. Sor Juana se defendió en una epístola autobiográfica, en la que enarboló los derechos de la mujer. No obstante, obedeció y renunció a su enorme su biblioteca, sus útiles científicos y sus instrumentos musicales. Murió el 17 de abril de 1695.

La antigua Grecia

Amor es más laberinto está ambientada en el mundo clásico. Se trata de un texto erudito, reflejo de la excelente biblioteca que logró reunir su autora. Por otra parte destaca la visión del amor que ofrece sor Juana, desprovista de tapujos y sorprendente tratándose de una mujer dedicada a la vida religiosa.

Amor es más laberinto resulta una obra de referencia en la historia de la literatura considerada expresión de fuerzas sociales emergentes.

Amor es más laberinto

Personajes

Acompañamiento

Ariadna, infanta, su hija

Atún, su criado gracioso

Baco, príncipe de Tebas

Cintia, criada de Ariadna

Dos soldados

Fedra, infanta, su hija

Laura, criada de Fedra

Licas, embajador de Atenas

Lidoro, príncipe de Epiro

Minos, rey de Creta

Música

Racimo, su criado

Tebandro, capitán de la guarda

Teseo, príncipe de Atenas

Jornada primera

(Cantan dentro la siguiente copla, y salen Ariadna y Fedra, Infantas, y Laura y Cintia, criadas.)

Coro 1 «En la hermosura de Fedra,

y en la beldad de Ariadna,

muestra Amor que hay mayorías

donde no caben ventajas;

porque de Amor conozcan en las hazañas,

que sin dejar despojos, consigue palmas.»

Ariadna ¿Quién esta música ordena,

Cintia?

Cintia ¿Quién puede ordenarla,

sino el príncipe de Epiro

y el de Tebas, que con tantas

demostraciones os sirven,

y en cuestiones cortesanas

apurando los discursos,

por dar a entender sus ansias,

lo que por sí mismos lloran,

por ajenas voces cantan?

Y como sois Fedra y tú,

aun más que en la sangre, hermanas

en la belleza, os festejan

con iguales alabanzas,

y no como algunos necios,

cuya adoración cansada,

solo piensa que a una sirve

con lo que a todas agravia.

Fedra Cortesana es la atención;

mas oye, que otra vez cantan.

Coro 2 «En el príncipe Teseo,

muestra la Fortuna varia

que puede haber vencimientos,

sin precederles batalla;

porque Fortuna ordena que, en sus hazañas,

haber pueda despojos, sin lograr palmas.»

Ariadna ¿Qué es esto? ¿Qué tristes voces,

con cláusulas concertadas,

parece que contradicen

lo que las otras cantaban?

Coro 1 «Pues cuando forman sus luces

competencias soberanas,

sin quedar una vencida,

quedan victoriosas ambas.»

Fedra ¡Oh, qué distintos afectos

explican sus consonancias;

que aquí cantan lo que penan,

y allí penan lo que cantan!

Coro 2 «Tan infelizmente muere,

que aún no merecen sus ansias

que otro logre por trofeos

el fruto de sus desgracias.»

Ariadna ¡Qué altivo sentir! ¡Qué bien

muestra en tan noble arrogancia,

que no merece ser pena,

una pena tan hidalga!

Coro 2 «Porque cuando es el exceso

imposible en beldad tanta,

recíprocamente vencen

todo aquello en que se igualan.»

Fedra Buena letra; y el estudio

es imposible que hallara

proposición más atenta

ni prueba más ajustada.

Coro 2 «No siente el héroe la muerte;

la afrenta sí, que es infamia

que tan bajamente muera

quien nació a vida tan alta.»

Ariadna Bien dice, porque sin duda

que suelen ser, en el alma,

más sensibles que el morir,

del morir las circunstancias.

Ariadna y Música «¡Porque Fortuna ordena que en sus hazañas,

haber pueda despojos, sin lograr palmas!»

Fedra y Música «Porque de Amor conozcan en las hazañas,

que sin dejar despojos, consigue palmas!»

Ariadna ¿Cúyas serán estas voces?

Laura Sin duda, como este alcázar,

empezando en un palacio,

en un laberinto acaba

de tan intrincadas vueltas

y entretejidas lazadas

que el discurso las ignora

aunque las toque la planta,

pues jamás ha entrado a verlas

atención tan desvelada

a quien no turben las señas

de sus indistintas cuadras,

porque con tal artificio

las dispuso aquella sabia

industria de su arquitecto,

que, unas con otras trabadas,

son unas, y otras parecen;

son iguales, y son varias

—prueba de esta verdad sea

el que, sirviendo su estancia

de triste prisión, adonde

de tu padre la venganza

a los atenienses pone,

para que de sangre humana

se alimente el Minotauro,

monstruo de formas contrarias,

no tiene más puerta que

su dificultad, por guarda—

y como aqueste año estuvo

la Fortuna tan airada

contra Atenas, que dispuso

que cayese la inhumana

suerte en su príncipe mismo,

Teseo; por cuya causa

su dolorosa familia,

viendo que tu padre trata

de entregarlo al fiero monstruo,

y que un joven que de tantas

prerrogativas el Cielo

adornó —y cuando esperaban

que a sus bélicos alientos,

a sus ínclitas hazañas,

cuando no dichosa vida,

alta muerte coronara—

hoy es tan triste despojo

de la ignominiosa Parca,

que el que ayer mandaba un reino

sirve a un bruto de vianda;

y execrando la injusticia

con que Fortuna le trata,

dicen que es, en sus desdichas,

solo de su muerte causa.

Laura y Música «¡Porque Fortuna ordena que, en sus hazañas,

haber pueda despojos, sin lograr palmas!»

Ariadna ¡Oh, qué dolor en mi pecho

han causado tus palabras!

Que le falta la nobleza

a quien la piedad le falta.

No sé qué atractivo tiene

lo infeliz para las almas

altivas, que solo el serlo

por recomendación basta.

¿Qué mucho, si perfecciona

la miseria a la gallarda

potencia de la piedad,

haciendo que al acto salga?

Pues en el más noble pecho,

en la condición más blanda,

fuera inútil la piedad

si faltara la desgracia.

¿Y cuándo, Laura, llegó

el príncipe?

Laura Ayer, con tanta

majestad, como pudiera

quien a coronarse entrara;

pero aún no le ha visto el rey,

y así es forzoso que haga

el Embajador de Atenas

la entrega.

Fedra ¡Suerte inhumana!

Cintia Pero ya tu padre, a quien

los príncipes acompañan,

a recibir al cautivo sale aquí.

Fedra Pues, Ariadna, si tú gustas,

esperemos a ver una tan extraña

maravilla.

Ariadna Ya obedezco

tu gusto, no por la causa

de ver al preso ateniense

a quien los hados maltratan,

sino por hablar a Baco,

cuya presencia gallarda

va en mi pecho a sus finezas

asegurando la paga.

Fedra No diré yo de Lidoro

eso, pues sus tiernas ansias

tanto más me desobligan,

cuanto obligarme más tratan.

Y tengo en esto razón,

pues demás de ser cansadas,

finezas que hace el abuso

deberlas sin aceptarlas,

con tan grande improporción

como querer que en las damas

sea preciso el deberlas

y voluntario el pagarlas,

se ofende mi vanidad,

de que quiera su ignorancia,

forzándose a ser querida

obligarme a ser ingrata.

(Salen el rey Minos, Baco y Lidoro, príncipes, Racimo, lacayo, y Tebandro, capitán.)

Minos ¡Hijas!

Lidoro y Baco ¡Beldades divinas!

Minos El cariño con que os ama

mi amor, no me ha permitido

que pueda tener el alma

contento, sin que vosotras

lo gocéis.

Ariadna y Fedra Tus reales plantas

besamos por tal favor.

Ariadna Y después de darte gracias,

¿cuál es el gusto, Señor,

a que, con novedad tanta,

nos convida tu cariño,

y tu prevención nos llama?

Pues es cierto que después

que mi hermano, en quien estaban

de tu reino y de tu amor

fundadas las esperanzas,

murió de los atenienses

a las cautelosas armas,

nunca oímos en tu voz,

nunca vimos en tu cara

el semblante sin tristezas,

ni sin quejas las palabras.

Minos De lo mismo que refieres,

pudieras bien, Ariadna,

claramente inferir cuál

es de mi gusto la causa;

pues el ofendido, solo

cuando se venga descansa.

Murió en Atenas mi hijo

—¡ay, infeliz prenda amada,

no el referir me avergüence

tu muerte, que no desaira

su queja el que la pronuncia

a vista de la venganza—

y aunque mi valor pudiera

haberle dado a mi saña

bastante satisfacción;

pues ha tres años que airada,

mi justa cólera tuvo

a Atenas tan apretada,

que después de otros partidos

la forcé a que me entregara

todos los años por feudo

siete doncellas gallardas

y siete nobles mancebos,

aquellos a quien tocara

la suerte entre todo el reino,

sin que de entrar en la infausta

suerte tuviese ninguno

excepción, ni reservada

aun la persona estuviese

del príncipe y las Infantas;

para cuya ejecución,

ministros de confianza

cada año a Atenas envío

que echen suertes, y al que salga,

fuercen a venir a Creta,

donde tengo en las entrañas

del Minotauro el sepulcro

que mi enojo le señala;

y aunque pudieran templar

en parte, mi enojo, tantas

malogradas juventudes,

cuyas vidas desdichadas

más que alimento a la fiera,

se lo han dado a mi venganza,

he quedado satisfecho

nunca, que no se restaura

con muchas que no lo son,

una frente coronada;

hasta que hoy, que la Fortuna,

para Atenas tan contraria

cuanto favorable a Creta,

hizo que la suerte airada

en el príncipe cayese;

porque en iguales balanzas,

si fue príncipe el difunto,

lo sea el que satisfaga

también por su infeliz muerte,

y no quede Atenas vana

de tener príncipe, cuando

por su causa, en Creta falta.

Muera Teseo, y con él

mueran de su infame patria

las que en su valor tenían

bien fundadas esperanzas;

que no poco lisonjeo

mi enojo, al pensar que acaba

toda la vida de un reino

reducido a una garganta.

Ariadna Felices edades vivas

porque vean que no empaña

en ti el ardor del acero,

la prudencia de las canas.

Fedra Y porque conozca el mundo

que vio tu sangre agraviada,

que el clamor de aquella sangre,

con otra sangre se aplaca.

Baco Yo, Señor, quedo corrido,

pues con victorias tan altas,

le dejáis a mi valor

que os pueda servir en nada.

Lidoro Yo no, pues antes, señor,

me dará vuestra enseñanza,

para facultad de triunfos

tantas lecciones de hazañas.

Minos Cuánto, príncipes invictos,

esa voluntad, el alma

os estima, no encarezco,

hasta que la satisfaga

con debida recompensa;

que queda muy desairada

la deuda que no se dice

con las voces de la paga.

Baco Gran señor, vuestra promesa

por satisfacción me basta;

pues quien promete, ya da

de contado la esperanza.

Minos Escucha, Tebandro, a solas.

Tebandro ¿Qué me ordenas?

(Hablan en secreto.)

Lidoro Soberana

Fedra, miradme siquiera;

y no penséis que mis ansias

os lo piden por alivio;

que es tan poco interesada

mi fineza, que aún tan leve

alivio escrupulizara,

a no saber que tenéis

gusto en mis penas; y para

que logréis el gusto, quiero

que lo tengáis con mirarlas.

Fedra La intención de darme gusto

os estimo, mas se engaña

vuestro discurso, si piensa

que el veros penar me agrada;

que bien puede una mujer

que al mor no se avasalla

hacer alarde de altiva,

sin hacer gala de ingrata.

Lidoro Según eso, yo, Señora,

podré tener confianza,

no de merecer, que aquesto

fuera presunción bastarda,

sino de saber que puedo

servir, sin que en esto haga

ofensa a vuestro decoro;

que es alivio para un alma

el saber que los servicios,

si no merecen, no cansan.

Fedra Valerme, príncipe, quiero