Cartas a Miguel - Mónica Gerez - E-Book

Cartas a Miguel E-Book

Mónica Gerez

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Beschreibung

¿Qué pasaría si existiese una puerta que te lleve al pasado, más precisamente a tu infancia? En las páginas de este conmovedor relato, nos adentramos en una historia de la vida misma, una narración que teje hechos contemporáneos con el pasado a través del descubrimiento de unas cartas olvidadas. Con un tono melancólico que permea cada palabra, nos sumergimos en el mundo del personaje principal, cuya existencia se desvela a través de las cartas que un día le pertenecieron. No obstante, la trama no se limita únicamente al protagonista, ya que también los hermanos que encontraron las cartas tienen un papel fundamental en esta historia. Sus vidas se entrelazan en tiempo y espacio, aunque sus caminos parecen transcurrir en paralelo. A medida que los hermanos se sumergen en las epístolas, recuerdos de infancias perdidas se revelan ante sus ojos, evocando momentos entrañables y anécdotas compartidas. Con una prosa íntima y evocadora, esta obra transporta al lector a un universo de melancolía y nostalgia, donde las palabras se entrelazan para recordarnos que los vínculos del pasado pueden moldear el presente y el futuro. A través de la lectura de estas cartas, seremos testigos de una historia que trasciende el tiempo, dejando una huella imborrable en el corazón de quienes se aventuren en sus páginas.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Gerez, Monica Beatriz

Cartas a Miguel : historias paralelas / Monica Beatriz Gerez. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

152 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-445-7

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Novelas Epistolares. I. Título.

CDD A860

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Gerez, Monica Beatriz

© 2023. Tinta Libre Ediciones

Dedicado a la llamada tercera edad.

Palabras de la autora

Muchas veces he pensado en dónde están nuestros recuerdos. ¿Por qué no pensamos conscientemente en ellos y por qué nunca los traemos a la mente? ¡Parecería que hemos olvidado ciertos hechos de nuestro pasado!

Puesto que todo lo vivido lo captamos con los sentidos, siempre hay algo físico que nos trae a la consciencia aquellas cosas olvidadas o guardadas. A veces, el perfume de una flor, degustar determinada comida, ver un objeto o escuchar una canción nos hace recordar el hecho, y a veces nos produce tristeza o alegría acordarnos del pasado.

Así, nos encontramos con esta historia de un pueblo que, como muchos en Santiago, fue muriendo poco a poco, y con él murieron sus personajes. En este libro en particular, lo que conecta al personaje narrador de esta historia con su pasado son unas cartas encontradas en un viejo baúl. Estas lo sumergían en un mundo que conocía perfectamente, pero que no le pertenecía ya y al que atesoró como una etapa superada. Es una narración de vidas que corren paralelas, cada una en su entorno, pero que se trastocan con cada anécdota vivida.

Si existiera algo que nos abriera una puerta a nuestra infancia, descubriríamos que hemos vivido con personas y cosas que olvidamos y que fueron importantes en nuestras vidas para hacernos crecer. Lo que somos es un producto de lo que hemos vivido en el pasado, y lo que tanta felicidad nos daba en nuestra niñez ahora es un hecho olvidado. Porque, en el mundo de una persona adulta, no hay un tiempo para la sonrisa, para jugar, para las bobadas. Así, nos olvidamos poco a poco de ser felices tal y como lo fuimos cuando éramos niños.

Muchas de estas anécdotas son temas que siempre se repiten en las vidas de las personas. Por lo tanto, creo que muchos se sentirán identificados con ellas. El personaje principal de este volumen es uno que todos, o casi todos, tuvimos en nuestras vidas, como lo es un abuelo o una persona mayor que nos dio su ejemplo y nos aportó algo de su propia experiencia.

Es así como una historia veraz se convierte en fantasía, y a la vez una fantasía se convierte en realidad. El hecho increíble de abrir un baúl y descubrir nuestra propia historia que hemos olvidado nos ubica en un plano de dudas. Nos trae preguntas sobre lo que la vida es, lo que significa tener una familia, vivir en sociedad, creer en un ser superior al que llamamos Dios, la amistad, el amor, el odio y tantos sentimientos guardados que nos enfrentan con nosotros mismos, con nuestra esencia de ser humanos.

Para eso hemos venido a este mundo: para llorar, pero también para ser felices. Y creo que, al final de nuestras vidas, decimos: “¡Cuánta verdad tenían nuestros abuelos!”.

Cartas a Miguel

Introducción

Me encontraba con el habitual ajetreo de la oficina, rodeada de expedientes y papeles, tratando de organizar todo, interrumpida cada tanto por la gente que iba, venía y preguntaba cosas. No era un buen día, había tanto trabajo y teníamos tanto público por atender.

De pronto, recibí una llamada que me sacó de todo ese ambiente de preocupación y trabajo. Era mi hermano menor dándome una noticia que me causó mucha tristeza: había muerto Miguel, un anciano que había significado mucho en nuestras vidas.

Nos pusimos de acuerdo en encontrarnos con mis hermanos al otro día temprano, ya que era sábado y ninguno trabajaba. Como la noticia llegó un poco tarde, a Miguel ya lo habían enterrado y debíamos ir al viejo cementerio, en donde también estaban enterrados casi todos nuestros antepasados.

Viajamos bien temprano, un día primaveral. Todos en silencio, el viaje parecía interminable. Yo miraba por la ventanilla del auto y pensaba en el Miguel de ayer, como si el tiempo no hubiese transcurrido. Creo que mis hermanos también pensaban en él.

Lo recordábamos como a un viejecito pobre, de andar lento. Pasaba por el camino principal con su bolsita raída a comprar en el almacén. Entonces, corríamos a saludarlo: “¡Adiós, tío Miguel!” le gritábamos, y él contestaba con su mano en alto: “¡Adiós, sobrinos!”.

Su vida pasaba lentamente, sin altibajos. Se levantaba temprano y trabajaba de peón para algún vecino. Mi abuela casi siempre lo empleaba como hachero o como peón rural, aunque cada vez su andar era más lento y él se sentía cansado.

Miguel era un joven-viejo que, a pesar de la rudeza de sus manos y la brutalidad de su léxico, tenía un corazón blando y tierno. Aunque la vida lo había golpeado duramente, él siempre sonreía. Era amable y servicial, y muy pocas veces se lo vio enojado.

Creo que tenía más de setenta años y, a pesar de ello, trabajaba muchas horas derribando árboles con el hacha. Típico viejo santiagueño: fuerte, sano, honrado, cauteloso, conocedor de la flora y de la fauna como ninguno y respetuoso de la vida y sus misterios. Sentía admiración por un Dios al que llamaba Tata, creía que todas las cosas buenas venían de él, y las malas, del diablo.

Este viejo niño, que nos hacía reír con sus chistes, que nos asombraba con sus relatos, también tuvo su historia; mis hermanos menores y yo la descubrimos.

Llegamos a la antigua casa de nuestra abuela en el campo, quien nos recibió con mucha alegría. Cuando le dijimos que veníamos para ir al cementerio, recordó a Miguel y se puso triste. Nos relató entonces los pormenores de su enfermedad y fatal desenlace.

Un tío nos dijo que lo único de valor que encontró en el rancho de Miguel era un antiguo baúl y que, como vio que esas cosas no servían, lo dejó debajo de un algarrobo en el patio.

Levantar la tapa de aquel viejo baúl fue como atravesar una puerta que nos llevó al pasado, algo maravilloso sucedió. Teníamos mucha curiosidad por saber qué contenía, pero, más que nada, sentimos alguna conexión increíble, como si nos llamara a abrirlo. Lo que sacamos primero fue un violín roto y recodamos que él solía ejecutarlo. Luego encontramos fotos antiguas en una añeja caja de madera de cigarrillos, fotos amarillas con gente desconocida. Algunas tenían detrás una dedicatoria, entonces comprendíamos de quién se trataba.

Había allí un abanico antiquísimo. La foto infaltable de Gardel. Un recibo de la dirección de Rentas de algún impuesto pagado de sus tierras con fecha 27 de julio de 1937. Una tarjetita de la primera comunión de su sobrina del año 1968. Una postal de la calle Córdoba en Rosario, Santa Fe (es que allá tenía Miguel a sus parientes).

Las fotos eran las siguientes:

De su hermana Matilde, a cinco años de haberse ido de Santiago en el año 1958 (tenía veintidós años).Una foto de su hermano Leonardo, soldado en el Regimiento 18 de Infantería.Una foto de su sobrino Roberto cuando hizo la primera comunión y otras de cuando ya era grande.Una foto de Miguel cuando era joven, con uno de sus hermanos.Varias de su sobrinita Graciela (hermana de Roberto).Una foto de su hermano Norberto.Varias fotos más de su hermana Matilde, de diferentes épocas.Una foto de sus hermanas, Matilde y Faustina. Esta última murió en el año 1950.Una foto de otra sobrina llamada Elena.

En esa misma caja, guardadas y dobladas minuciosamente, estaban las cartas que le escribieron sus familiares, amigos y sus novias. Fueron estas cartas las que nos narraron la vida de Miguel, su mundo y su pasado. A través de ellas, conocimos cosas que nadie sabía de él, ni siquiera su amada familia. Con ellas descubrimos que nuestras vidas corrían paralelas a la de Miguel y que, a pesar de ello, se trastocaban con cada anécdota o cada carta que leíamos. Las transcribo tal y como las encontramos.

Las cartas

I

El Barrial, abril 28 de 1960

Señor Miguel López:

Al escribir la presente, le extiendo a Ud. mis más cariñosos saludos, dando votos por su salud y buena suerte.

La presente va con el fin de manifestarle que tuve la satisfacción de recibir su amable carta, la cual me es un gusto contestarle. Uniendo sus ideas a las mías, supuesto que se compromete a cumplir lo que promete a pesar de que yo supe que usted pretendía a otra chica. Como lo considero bastante serio, me imagino que mis palabras no sean vanas.

Yo siempre le tuve simpatía a usted; como considero que ha de ser fiel conmigo, lo acepto. Pero yo no quiero que usted tenga que recordar en nadie de mí porque, usted sabe, un secreto hay que guardar en el corazón como un buen hombre. Así, yo me comprometo a rechazar a todos los que pretendan mantener relaciones conmigo, porque, usted sabe, una mujer siempre es perseguida. Yo lo único que lamento es que usted tendrá que irse, pero eso no importará, sabiendo recordar reservarse como es debido. Lo que pretendía la otra vez, le diré que pierda las esperanzas y le diré que yo no tengo esa costumbre.

Miguel, yo no voy a poder recibir las cartas en casa. De cualquier forma, me ha de escribir; después voy a pensar y le diré.

Sin otro particular, me despido con los cariños más cordiales.

Bernarda

El amor

La primera carta, la más antigua, nos habla de un tema aún más antiguo: el amor. Pero la mayoría de las veces era un amor oculto, secretos que se guardaban en el corazón.

Las costumbres de la época no permitían amarse libremente. Era muy mal mirada una señorita que saliera con un hombre si aquella no iba acompañada por alguien más. No se las veía solas por las calles y salían solamente cuando se hacían las compras, generalmente una vez a la semana, o cuando había un acontecimiento o una fiesta en el lugar. Si gustaban de algún joven, se comunicaban con él a través de cartas y nadie debía saber de esto. Creo que el suspenso y lo prohibido hacían más intenso el amor.

Cuando chicos, nunca participábamos en las conversaciones de las personas mayores, y mucho menos cuando se trataba de este tema. Así que los niños sabíamos que no era un tema inherente a nosotros. Por lo tanto, no debíamos mencionarlo; estábamos para divertirnos, jugar y estudiar.

Era una vergüenza tener un noviecito, por eso existían tantas burlas respecto al tema. Los niños mucho se divertían y reían cuando descubrían a alguien enamorado. Entonces, evitábamos el tema y preferíamos jugar y hacer cosas que sabíamos que eran de niños.

II

Julio, 19 de 1960, Santiago

Miguel López:

Mi muy apreciable Miguel, tengo la felicidad de dirigirme a contestar tu carta deseando que te encuentres con un mundo de felicidad.

Deseo, después de mi saludo, que dispongas de salud física, y gracias por la cordialidad de escribir. Te cuento que recibí tu carta bastante atrasada, llegó el 10 del corriente. Yo decía que ya te habías olvidado; pero yo te quería escribir diciéndote lo que pasa en el pago y lean así la carta, aunque me imagino que Josefina ya sabe, pero yo no le avisé nada de vos. Dices que no has venido al pago, si ya supe eso, che.

Decime, te habrá dicho la Leonora que no vengas, che, Miguel; yo estuve por ir el 17, como ha sido el año de la muerte de don Loto. Pero después dejé el viaje. La Julia sí ha ido.

Bueno, Migue, vos me dices que no piense. Cómo creer que no voy a pensar estando tan lejos del bien que adoro. Bueno, querido, no tengo más que decirte. Yo deseo que llegue enero para podernos ver, tesorito.

Recibe cariños, besos de tu Desalina.

Tuya, D. S.

Desalina

Miguel para esa fecha comenzó a ir al campo a ver la finca que heredaron de los familiares de su madre, que también eran familiares de mi abuela. Desalina trabajaba en Santiago, pero era del campo.

Se trataba de una mujer franca, despojada de toda discreción y desinhibida. Salió a trabajar en casas de familia para ayudar a los suyos. Tener un poco de libertad, estar lejos de sus padres que la aconsejaran y tratar con todo tipo de gente, poco a poco, la fueron convirtiendo en una mujer independiente, osada, algo poco común para esa época.

III

Junio 26 del año 1961

Señor Miguel López:

Hoy es el momento más feliz de mi vida, prenda de mi corazón, dulzura de mi alma, encanto de mi pasión, que aguarda mi corazón que sufre y solloza. Mira, querido Miguel, no pierdas las esperanzas de volverme a ver; porque yo esté lejos de ti no creas que me voy a olvidar de vos y así quisiera que vos seas firme para amar y no te olvides de mí.

¡Ay! Predilección de mi vida, purificación de mi ensueño, de tu hermosura. Y ¡Ay! Clavel estima, bella armonía de mi niñez. Y doy por terminada la contestación para consuelo de tu corazón y de tu alma, y adiós, ensueño querido.

Adiós, mis ojos.

Adiós, adiós, y reciba una cadena de besos de la que por vos sufre hasta ver el fin de tus cariños.

Y mi despedida: cuando yo me vaya, a vos te será triste hasta vernos otra vez. Yo también te mandaré un recuerdo de mi juventud para que no te olvides de quien te adora.

Te saluda,

Florencia

La novia

Ninguna de las novias que tuvo Miguel lo amó con tanta pasión como Florencia. Se entregó a él ciegamente sin importarle las consecuencias, sin importarle todo lo que perdería. Por él derramó su inocencia, su honestidad, su amor propio, todo lo perdió. Dio hasta su propia vida por un amor que solo le trajo dolor y el desprecio de su familia.

El amor era un tema que a nosotros, como jóvenes, nos fascinaba. Queríamos saber todo de él. Pero nos preguntábamos cómo era que el amor, a pesar de ser un sentimiento bueno, le había traído tantas desgracias a Florencia. No podíamos entender cuál era el propósito de amar sin fronteras, ciegamente, a veces hasta llegar a la locura.

Florencia usó miles de palabras para describir el amor: feliz, dulzura, encanto, pasión,