Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Las diferentes naciones del mundo no coexisten aisladas unas de otras. Sus vínculos pueden ser comerciales, económicos, históricos e incluso meramente geográficos. Cuba y República Dominicana no son una excepción, máxime cuando ambas se circunscriben al espacio latinoamericano y, más específicamente, al caribeño. En estos pueblos subyugados por políticos oportunistas el espíritu de libertad y solidaridad no deja de resurgir. Es así que este texto pone de relieve la ayuda entre ambas naciones frente a la hostilidad del imperialismo y los regímenes de fuerza implantados a lo largo de la historia en los países latinoamericanos, en medio de un contexto difícil: fin de la Segunda Guerra Mundial, con las carencias que implicó; con una política de Guerra Fría por los Estados Unidos que cercenaba toda posibilidad de recuperación; y, desde dentro, ambos pueblos oprimidos por el propio imperio del Norte.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 462
Veröffentlichungsjahr: 2023
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Revisión de la edición para ebook: Adyz Lien Rivero Hernández y Ricardo Luis Hernández Otero
Edición: Adyz Lien Rivero Hernández
Corrección: Norma Suárez Suárez Diseño de cubierta: Seidel González Vázquez Diseño interior: Oneida L. Hernández Guerra Emplane digitalizado: Irina Borrero Kindelán
© Jorge Renato Ibarra, 2017
© Sobre la presente edición: Editorial Ciencias Sociales, 2021
ISBN: 9789590623356
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba [email protected]
www.nuevomilenio.cult.cu
Aunque muchas personas e instituciones han contribuido con mi pesquisa investigativa, me gustaría destacar al Instituto de Historia de Cuba y al Archivo General de la Nación de República Dominicana, por el apoyo recibido.
Un estudio específico acerca de las relaciones cubano-dominicanas dentro del contexto hemisférico entre 1944 y 1948 resulta necesario para entender mejor el devenir histórico del Caribe y Centroamérica en la antesala del triunfo de la Revolución Cubana de enero de 1959, hecho que marcó un hito en la historia mundial.
En nuestra área geográfica las discordancias entre regímenes dictatoriales y gobiernos que actuaban bajo el sistema de la democracia representativa marcaron pautas para fomentar políticas de Estado tendentes a superar, en alguna medida, las diferencias surgidas de esas contradicciones. En algunos casos, las directivas trazadas estaban dirigidas a consentir prácticas autoritarias, y en otros, a propiciar conspiraciones armadas de una y otra parte.
Si bien es cierto que este tema ha sido motivo de reflexión por otros autores, la mayoría centran su enfoque en la ejecutoria de esas dictaduras al interior de sus países y solo abordan las relaciones exteriores en el entorno caribeño como algo secundario. Consecuencia directa de lo anterior es que no exista una obra dedicada puntualmente a la temática particular de las relaciones cubano-dominicanas en el periodo señalado. A esto se suma el hecho de que no se han podido precisar del todo las coyunturas de orden internacional y nacional que influyeron en las relaciones bilaterales de los gobiernos cubano y dominicano. En ese sentido, es preciso considerar el cambio que desplegó el gobierno de Ramón Grau San Martín en su política interna y externa a partir de 1947 debido a las presiones estadounidenses en el contexto de la Guerra Fría. Esta nueva coyuntura histórica contribuyó al fracaso de la expedición de Cayo Confites y facilitó el apoyo de Washington a dictaduras como la de Trujillo en el área del Caribe.
El tema también resulta necesario para poner de relieve, una vez más, el espíritu solidario de los pueblos latinoamericanos que en esta oportunidad, como en tantas otras, tuvo que enfrentar la hostilidad del imperialismo estadounidense y las vacilaciones de políticos oportunistas. Debemos referir que la temática propuesta ha sido objeto de atención de analistas e historiadores caribeños y del resto del mundo, pero como ya lo indicamos, siempre insertada dentro de un asunto más general.
Las relaciones entre Cuba y República Dominicana en el periodo comprendido entre 1944 y 1948 se caracterizaron por severas divergencias. Resultado de las contradicciones entre los gobiernos de democracia representativa burguesa y los dictatoriales, así como del rechazo de los pueblos latinoamericanos hacia los regímenes de fuerza. Las relaciones bilaterales de estos países caribeños, en el contexto general de la posguerra y el inicio de la política de Guerra Fría, fueron objeto de la injerencia de los Estados Unidos, los que finalmente decidieron la suerte del conflicto surgido.
El objetivo general que perseguimos con esta obra es valorar las relaciones entre Cuba y República Dominicana en el contexto que se conforma cuando concluye la Segunda Guerra Mundial y comienza la política de Guerra Fría dirigida por los Estados Unidos de América, momento en el cual se desata una pugna a nivel hemisférico entre los gobiernos que mantenían la democracia representativa burguesa y aquellos que sostenían regímenes dictatoriales. A partir de la caída del nazifascismo internacional, se crearon expectativas favorables sobre un cambio democrático en República Dominicana, pero con la implementación de la Guerra Fría a escala mundial esas esperanzas se frustraron.
Las primeras noticias que tenemos sobre la presencia en Cuba de emigrados revolucionarios de origen dominicano que conspiraban contra la dictadura trujillista instalada en Santo Domingo datan del año 1933. Estos grupos de exiliados habían arribado poco tiempo después de tener lugar los hechos que condujeron al golpe de Estado contra el gobierno de Horacio Vázquez en marzo de 1930 y las elecciones turbulentas de agosto de ese mismo año, las cuales dieron paso al comienzo de la llamada “Era Trujillo” en República Dominicana.
Para ese entonces, la mayor de las Antillas se encontraba en un momento de plena efervescencia revolucionaria, conocido como el periodo crítico de los años treinta, que se había iniciado desde la década de 1920 con el renacer de la conciencia nacional cubana. Este periodo revolucionario se inició con el combate contra el régimen tiránico de Gerardo Machado y continuó con las luchas protagonizadas por los sectores populares contra otros gobiernos representantes de la oligarquía nacional y el imperialismo norteamericano. En esas circunstancias, las clases dominantes tuvieron que ceder algunas posiciones a finales del año 1933; pero ya en 1934, auxiliados por la traición del coronel Fulgencio Batista, recuperaron el poder político. Sin embargo, la reacción criolla no llegó a tener el control absoluto del país debido a la resistencia ofrecida por los grupos revolucionarios de la oposición, los cuales mantuvieron una lucha frontal hasta 1935. Esa fecha se considera la del fin de la oposición revolucionaria radical al régimen militarista de Batista, porque fue entonces que fracasó la huelga general revolucionaria convocada por el Comité de Huelga Estudiantil y se produjo el asesinato de dos importantes líderes revolucionarios en el Morrillo, el cubano Antonio Guiteras y el venezolano Carlos Aponte.1 No obstante, otras formas de resistencia se mantuvieron en los años subsiguientes hasta 1940, pero estas no comprometieron a fondo el poder de la oligarquía.
1Carlos Aponte: nació el 12 de diciembre de 1901 en Caracas. Se inició de joven en las luchas contra la tiranía de Juan Vicente Gómez en Venezuela. En enero de 1928 se incorporó a la lucha que encabezaba Sandino en Nicaragua. Cuando conoció a Antonio Guiteras expresó que se trataba de otro Sandino, y concluyó: “En Cuba fue donde en realidad pude aclarar mi línea de luchador antimperialista”. También compartió experiencias de lucha con el dirigente obrero cubano Ramón Nicolau.
En 1934 muchos revolucionarios cubanos, bajo las botas del tirano Batista, apoyaron a sus similares dominicanos en una expedición contra otro sátrapa del Caribe: Rafael Leónidas Trujillo. El ambiente revolucionario de entonces favoreció que se combinaran esfuerzos de ambas partes para enfrentar esas dictaduras caribeñas desde todos los frentes posibles. Aunque la prioridad del gobierno Caffery-Batista-Mendieta era controlar la oposición interna, sus agentes de seguridad advirtieron sobre el peligro de subestimar las conspiraciones que estaban gestando los dominicanos en Cuba, estos, pues, comprendían que esos planes podría significar una amenaza contra su propio régimen.
Un informe detallado de diciembre de 1934 acerca de la conspiración dominicana en Cuba, redactado por el teniente coronel Ignacio Galíndez, demostró los vínculos entre los revolucionarios de las dos naciones antillanas. En principio, los exilados dominicanos actuaban bajo la cobertura de que apoyaban a quien había sido un antiguo aliado del mismo Trujillo, Rafael Estrella Ureña, depuesto como vicepresidente y acusado de traidor por el dictador dominicano. A todo ello añadían que sus acciones de entrenamiento militar no podían ser peligrosas para Cuba pues eran controladas por dominicanos bien notorios, además de que las autoridades cubanas conocían de las mismas de una manera discreta. Por esa fecha se hizo una denuncia pública de que había sectores dentro de la Marina de Guerra que conspiraban junto con Guiteras para retomar el poder, hecho confirmado por el propio coronel Galíndez, quien lo vinculó a la conspiración y entrenamiento de los revolucionarios dominicanos: “He podido comprobar que el Comandante Gómez de la Infantería de Marina de Guerra y el Comandante Santana, director de la escuela de Cadetes del Morro […] han tenido contacto de cierta manera con los directores de las concentraciones revolucionarias dominicanas”. En el informe del coronel Galíndez se establece que aunque los servicios secretos agregados a la embajada norteamericana en La Habana seguían de cerca estos preparativos insurreccionales, “el Honorable Embajador Caffery es ajeno completamente a este asunto, antes al contrario […], demuestra claramente su asombro y desagrado”.2
2Instituto de Historia de Cuba, fondoEjército (1934-1952), signatura: 24/36/1:5-61/1-6.
En su informe secreto Galíndez expresaba que era necesario reprimir cuanto antes esa conspiración antitrujillista porque podía desembocar en un revuelta general que comprometía al propio gobierno cubano. Se estaba gestando una revolución latinoamericana contra todas las dictaduras a partir de los sentimientos de solidaridad y hermandad entre revolucionarios de distintos orígenes. Desde entonces Guiteras tenía en perspectiva unir a todos los líderes revolucionarios de América en una organización que sería continuidad de la existente Joven Cuba: Joven América.3 Esta nueva organización debería coordinar la lucha contra el imperialismo y las oligarquías en todo el continente, es por eso que Guiteras entabló un estrecho vínculo con el venezolano Carlos Aponte, hombre que había sido coronel de las guerrillas de Sandino y tenía una vasta experiencia como combatiente revolucionario en distintos países de nuestra región. Cuando ambos caen combatiendo en el Morrillo tenían en mente preparar una expedición a Cuba desde México con el apoyo de Lázaro Cárdenas. Guiteras, desde sus tiempos de ministro de Gobernación, había diseñado una estrategia de lucha común contra las dictaduras y el dominio imperialista en la cual se debían integrar los revolucionarios latinoamericanos. Galíndez, quien estaba al tanto de todo esto, advertía al mando superior lo siguiente:
3José Tabares del Real:Guiteras, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, p. 497.
He podido comprobar que dentro de tales concentraciones, aunque por motivos diferentes, hay elementos comunistas, auténticos, abecedarios y guiteristas. Guiteras, ya desde los tiempos del Doctor Grau, y siendo Secretario de Gobernación, se mostraba partidario decidido de una lucha contra Trujillo, y terminada esta, una concentración de revolucionarios antillanos para llevar la guerra a Venezuela. Por todo lo que es sensato pensar, que tales elementos antes de lanzarse a una aventura revolucionaria en Santo Domingo, de muy difícil éxito […], se dedicaran a hacer una revolución en Cuba aprovechándose de esta oportunidad y pretexto.4
4Instituto de Historia de Cuba, fondoEjército (1934-1952),Signatura: 24/26/1:5-61/1-6.
El coronel en su informe admitía que la conspiración estaba bien penetrada por oficiales del ejército cubano, quienes conocían detalles sobre la misma y estaban al corriente, incluso, de su contraseña: “No trago. Tengo angina”. Galíndez también reconocía que el presidente Trujillo tenía su propio servicio secreto actuando dentro del país y temía que este protestara ante el gobierno de los Estados Unidos e hiciera que el mismo reaccionara en contra de la tolerancia de esos movimientos en Cuba.5 Pero la aprensión mayor de los servicios secretos del ejército radicaba en que ya tenían informes de la salida de muchos revolucionarios cubanos del país. Se esperaba que estos prepararan expediciones desde México y Honduras para continuar la lucha armada en Cuba y se asociaban estos planes a los entrenamientos militares para combatir a Trujillo, a esto agregaban que “elementos guiteristas” despacharon, desde La Habana con rumbo a las Islas Tortugas, una goleta de gran capacidad destinada al transporte de armas para dichas expediciones. Finalmente, el alto oficial cubano concluía: “Todos los elementos que aparecen ayudando a los dominicanos en preparar una revolución contra Trujillo, lo hacen primero, pensando en una revolución en Cuba, pues los mismos dominicanos comprenden, que si esta triunfara serían mayores y más fáciles los auxilios que desde el poder, después, podrían recibir para su lucha contra Trujillo”.6
5Ídem.
6Ídem.
En un primer momento, las circunstancias de inestabilidad política favorecieron las acciones de estos grupos revolucionarios dirigidas a producir un viraje en la correlación de fuerzas. Sin embargo, los desacuerdos entre las distintas fuerzas opositoras, unido a las maniobras combinadas de los sectores dominantes con el imperialismo norteamericano, favorecieron la consolidación de los sectores reaccionarios en el poder. Después de vencida la revolución con la represión, fue necesario adelantar algunas reformas que no cuestionaron ni transformaron la estructura neocolonial vigente. El imperialismo, para dar curso a su política del Buen Vecino, retiró los mecanismos jurídicos de injerencia más directa y se comprometió formalmente a no intervenir en los asuntos internos de cada país latinoamericano.
En realidad, ya estaban creadas las bases de la dependencia de los sectores de la oligarquía latinoamericana a Wall Street, conformadas las fuerzas represivas bajo la supervisión norteamericana y, en algunos casos, penetradas las fuerzas revolucionarias. A estas últimas nunca les ha sido fácil vertebrar una sólida unidad y la persistencia de diferencias, muchas veces insalvables, siempre ha contribuido a dispersar sus esfuerzos transformadores ante el poder ya establecido; sin embargo, esto no niega el esfuerzo dirigido a lograr la unión entre los sectores populares a lo largo de la historia, voluntad que se ha empeñado en circunstancias difíciles.
Esa intención de Washington dirigida a no intervenir en los asuntos internos de las naciones latinoamericanas, paradójicamente contribuyó al reconocimiento de crueles dictaduras en todo el continente. De esa manera se favorecía a las fuerzas represivas que, actuando con el apoyo logístico de los Estados Unidos, violaban las normas jurídicas de sus países. A los efectos del Buen Vecino bastaba que un gobierno se proclamara soberano, con un mínimo de apoyo entre los sectores de la oligarquía, para obtener la aquiescencia del Tío Sam. No era preciso indagar mucho en sus orígenes, legalidad u otros aspectos morales. Por eso las dictaduras de Batista, Trujillo y Somoza —entre otros— tuvieron siempre la venia de la administración Roosevelt que por doce largos años rigió los destinos de la gran nación del Norte. Un equipo bien estable de funcionarios en el que se pudo mantener un mismo presidente, un mismo secretario de Estado, Cordell Hull, y un idéntico secretario asistente para América Latina, Sumner Welles, apoyaron a profundidad esta política. Si bien Welles tenía sus reservas personales contra Trujillo no pudo menos que asumir las directivas de sus superiores respecto al gobierno dominicano con el que eran precisas relaciones “cordiales pero frías”.7
7Bernardo Vega:Los Estados Unidos y Trujillo. Colección de documentos del Departamento de Estado y de las fuerzas armadas norteamericanas. Año 1945,Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 1987, p. 18.
A partir de 1943, teniendo en cuenta la nueva coyuntura histórica que surge con la Segunda Guerra Mundial, el aparato burocrático de la administración Roosevelt empieza a sufrir cambios: en ese mismo año Sumner Welles renuncia, presionado por Cordell Hull. El propio Hull deja su cargo en 1944 para ocuparse de la fundación de la ONU. En abril de 1945 concluye la Segunda Guerra Mundial, muere el presidente Roosevelt y el gobierno estadounidense pasa a ser comandado por Harry Truman. En esos años cercanos al fin de la guerra mundial, los cambios producidos dentro del alto mando norteamericano y las condiciones históricas emergentes propiciaron que nuevas corrientes dentro del aparato diplomático estadounidense avivaran su disputa en la formulación de una política diferente hacia el mundo en general y América Latina en lo particular. La derrota en la guerra mundial de dictaduras fascistas como la alemana y la italiana favoreció el repudio a los regímenes de fuerza que se mantenían en América Latina; muestra de ello es que ya en 1944 habían caído las dictaduras en El Salvador y Guatemala. En esas circunstancias el régimen trujillista, a pesar de su apoyo incondicional a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, se apreciaba como un anacronismo.
Los Estados Unidos empezaron a tomar distancia de gobiernos de corte dictatorial en Iberoamérica: los de Franco en España, Perón en Argentina y Trujillo en República Dominicana. Como en el Pentágono y en el mismo Departamento de Estado todavía había resistencia a darles completamente la espalda a esos cuestionados servidores del imperio, les sugirieron producir algunos cambios “cosméticos” para adaptarse a los nuevos tiempos. Es así que Nelson Rockefeller, como secretario asistente para América Latina, y Avra Warren, que había pasado a ocupar el cargo de director de la Oficina de Repúblicas Americanas, en alianza con algunos altos jefes militares del Pentágono, como George H. Brett, comandante general del Comando de Defensa del Caribe, apoyaron a la dictadura trujillista. En 1944 Rockefeller visitó Santo Domingo, contraviniendo la orientación oficial de mostrar frialdad hacia Trujillo, y le recomendó al dictador ofrecer algunas concesiones a la oposición, a los efectos de crear una pantalla de democracia ficticia. Ese mismo año el general Brett apareció por tierras quisqueyanas y elogió públicamente a Trujillo. Entonces el “Benefactor” dominicano “extrañamente” hizo anuncios de elecciones cuando faltaban tres años para convocarlas e invitó a los partidos de la oposición a iniciar campañas públicas.
A pesar de estos intentos de dar continuidad a regímenes personalistas como el de Trujillo mediante cambios superficiales, en el cuerpo político del imperialismo se estaba gestando una nueva diplomacia dirigida a aislar a las dictaduras y asegurar una transición política en esos países. En ese sentido cabe destacar el pensamiento y la ejecutoria del cerebro político principal de esos cambios, el entonces embajador en La Habana, Spruille Braden. Este, en las elecciones cubanas de 1944, le había prohibido a las empresas norteamericanas financiar campañas políticas, medida que afectó principalmente al candidato oficial Fulgencio Batista y favoreció a su oponente, Ramón Grau San Martín. En Cuba se corrió el rumor de que Batista declararía al embajador estadounidense persona non grata, pero eso no pasó de allí pues la política del Buen Vecino también ofrecía márgenes razonables de apoyo y reconocimiento a las dictaduras caribeñas: “respetar para que se le respete”.8 Por otro lado, Ellis O. Briggs, quien había sido subordinado de Braden en La Habana en 1944, fue designado embajador en Santo Domingo y allí quiso implantar una medida similar, dirigida a los empresarios estadounidenses, pero fue trasladado a China. Según el embajador dominicano en Washington, Emilio García Godoy, cuando Braden y Briggs estaban oficiando en La Habana recibían a exiliados dominicanos por vía del exiliado español Gustavo Durán.9
8Bohemia, año 37, no. 18, p. 33, La Habana, 6 de mayo de 1945.
9Bernardo Vega: ob. cit., pp. 19 y 20.
Braden, como nuevo ideólogo del imperialismo, pensaba que la política del Buen Vecino debía abrirse a nuevas interpretaciones a partir del criterio de que las obligaciones entre los países del hemisferio tenían que ser “en dos vías”, y aclaraba que Washington debía tener relaciones más amistosas con países que practicaran la democracia. Mientras era embajador en La Habana redactó un memorándum histórico, orientado a cambiar la política exterior de los Estados Unidos hacia las dictaduras latinoamericanas, en el mismo señalaba:
Cuando la amenaza de una acción militar en el Nuevo Mundo de nuestros enemigos haya sido eliminada, creo que debemos volver a examinar nuestras políticas con respecto a los dictadores y a los gobiernos desacreditados, que son la negación de los principios y las libertades democráticas por las cuales ahora luchamos […], no podemos ignorar lo que […] puede ser la amenaza más peligrosa e insidiosa de la era de la posguerra al modo de vida de las Américas y de la democracia: el comunismo. Se debe tener presente que las leyes de acción y reacción hacen que las dictaduras preparen más profundamente el suelo fértil para esa ideología tan destructiva.10
10 Informe de Spruille Braden al secretario de Estado del Departamento de Estado, La Habana, 5 de abril de 1945; en Bernardo Vega: ob. cit., pp. 151-152.
En realidad Braden, un liberal demócrata clásico, estaba más preocupado por el peligro que corrían los intereses norteamericanos en la región que por las libertades políticas en sí mismas. Según su pensamiento, en la nueva coyuntura que siguió a la Segunda Guerra Mundial, las dictaduras podrían generar una situación de descontento general que condujera a revoluciones de corte radical. Esta teoría tenía como sustento de fondo la propia seguridad de los Estados Unidos:
Si no tenemos éxito en sostener y aumentar el entusiasmo de la práctica de los ideales democráticos en todo el continente, el vacío se llenará con peligrosos “ismos” que pondrán en peligro nuestra forma de vida […]. Nuestra propia seguridad nos impulsa hacia una acción afirmativa, ahora […]. La mejor manera de saber cómo hacer que la democracia funcione es precisamente tratando de hacerla funcionar. El solo hecho de demostrar implícitamente una aprobación aparente a los dictadores […] puede servir para extender el sistema a otros sitios y a desalentar a los pueblos, de tal manera, que los induce a aceptar “cualquier cosa por un cambio”, ya sea nazismo, falangismo o comunismo […]. Así, finalmente, nuestros intereses gubernamentales y otros sufrirán inevitablemente económica, política y militarmente y aún en otros sentidos.11
11Ibídem, pp. 154-155.
Por su parte, en 1942 Trujillo aprovechó un incidente en la serie mundial de béisbol amateur en La Habana para romper relaciones con Venezuela, medida que lo ponía a un paso de tronchar las que sostenía con Cuba. Precisamente en marzo de 1943, el ministro cubano en Santo Domingo, José Sánchez Arcilla, se trasladó a La Habana para advertir a sus superiores que Trujillo amenazaba con una ruptura de relaciones en protesta por los ataques verbales que se le hacían desde Cuba.12 Durante esos años se celebraron importantes conferencias regionales como las de San Francisco, Chapultepec y Montevideo, en las que se hicieron esfuerzos para una posible intervención multilateral contra las dictaduras, pero en la práctica nunca se llegó a alcanzar ese objetivo en virtud de maniobras, tanto de la Argentina de Perón como de la República Dominicana de Trujillo. En ese resultado también se deben considerar las reservas que todavía tenían los propios Estados Unidos para emplearse a fondo en condenar las dictaduras, aunque ya en la Conferencia de Montevideo dieron apoyo directo a la propuesta uruguaya de intervención colectiva contra los regímenes de fuerza. Sin embargo, dicha propuesta no tuvo apoyo suficiente en América Latina.
12Trujillo es un nazi (Pruebas documentales), Unión Democrática Antinazista Dominicana, La Habana, p. 11.
Spruille Braden, después de su ejecutoria como embajador en Cuba, fue promovido por el secretario de Estado Byrnes a secretario de Estado adjunto para América Latina, logrando vencer la fuerte resistencia de sectores más reaccionarios en el Senado, según sus propias palabras: “El Pentágono, que quería dar asistencia militar a Perón, y que no perdonaban mi oposición a las propuestas de Brett y Warren, estaba presionando en contra de mi confirmación”.13
13Bernardo Vega: ob. cit., p. 21.
Estos cambios a nivel de la diplomacia norteamericana corrieron parejos en el tiempo al ascenso al poder de gobiernos que eran enemigos del régimen trujillista y sustentaban el sistema de la democracia representativa. En junio de 1944 fue electo presidente de Cuba Ramón Grau San Martín; en julio de 1945, Juan José Arévalo toma el poder en Guatemala; en tanto en octubre asume la presidencia, en Venezuela, Rómulo Betancourt. Estos tres gobiernos, unidos al de Élie Lescot en Haití, resultaron abiertamente hostiles a Trujillo por lo que se crearon las condiciones para que los exiliados dominicanos desarrollaran una vasta conspiración con el sustento armado que les dieron estas administraciones. Al mismo tiempo, en el Departamento de Estado norteamericano, se generó una política destinada a enfriar las relaciones con la dictadura trujillista, lo que facilitó una suerte de consentimiento indirecto a los complots que en su contra tejían sus rivales en el Caribe. Otros sucesos de esa etapa pondrían en alarma al trujillismo: Juan Bosch, uno de los líderes más connotados en el exilio dominicano, en sus periplos por el área caribeña obtenía armas de Haití, Venezuela, Guatemala y Cuba; en el mismo Washington, el senador cubano Eduardo Chibás solicitaba la salida del poder de Trujillo; y, por último, Haití declaraba persona non grata al cónsul dominicano.
Desde finales de 1945 y hasta junio de 1947, los más altos funcionarios del Departamento de Estado que atendían América Latina, Braden y Briggs, mantuvieron su política de antagonismo hacia Trujillo. Esta estrategia los condujo a aprobar las restricciones en las ventas de armas a Argentina y República Dominicana. En general, los diplomáticos estadounidenses fueron más beligerantes con Perón y exigían su renuncia, pero nunca llegaron a aprobar siquiera una declaración de pública condena al régimen trujillista, aguardaron por el momento que consideraban más óptimo, el cual nunca llegó. Ni siquiera el Aide Memoire del 28 de diciembre de 1945, mediante el cual se cortó el suministro oficial de armas a Trujillo, resultó de conocimiento de la opinión nacional e internacional, y Trujillo se burló del mismo adquiriendo armas en Brasil y Canadá. El imperialismo, atendiendo al estado de la opinión pública mundial en esa hora histórica, deseaba mantener su hegemonía al sur del río Bravo procurando que las dictaduras asumieran compromisos mínimos que dieran paso al régimen de la democracia representativa. Pero estos cambios los encauzaba con mucha cautela para impedir que protestas populares crearan una situación de compromiso a los intereses norteamericanos, es por eso que la hora de desahuciar definitivamente a Trujillo no llegó en esos años.
Hemos visto cómo desde los primeros años en que se instaló la dictadura trujillista Cuba sirvió de centro de proselitismo y entrenamiento militar a los exiliados dominicanos que pretendían derribar a Trujillo. A partir del periodo de conclusión de la Segunda Guerra Mundial, este movimiento de resistencia ubicado en la mayor de las Antillas se articuló de modo muy coherente e irradió solidaridad por el resto del mundo.
En Cuba este momento, en que estaban creadas las condiciones históricas, con la derrota del fascismo, para incrementar la solidaridad con la causa revolucionaria dominicana, coincidió con el ascenso al poder del presidente Ramón Grau San Martín. Esta realidad favoreció un apoyo material y moral a las campañas y conspiraciones contra el trujillismo, pero al mismo tiempo representó un reto para los verdaderos revolucionarios, que debieron hacer frente a los manejos politiqueros de oportunistas de todo tipo que quisieron medrar con este noble ideal.
En un memorándum del cónsul dominicano en La Habana, este se quejaba de la tolerancia del gobierno cubano hacia los frecuentes actos de denuncia contra la tiranía de Trujillo convocados por el Partido Revolucionario Dominicano: “En sus discursos exhortan a todos los pueblos de América a ayudar al derrocamiento del actual gobierno dominicano, sin que las autoridades cubanas intervinieran para frustrar el acto”.14
14Adriana Sang Mu-Kien:La política exterior dominicana 1844-1961,tomo II:La política exterior del dictador Trujillo 1930-1961, Secretaría de Relaciones Exteriores de la República Dominicana, Santo Domingo, 2000, pp. 537-538.
Las críticas de los representativos del “Benefactor” no solo llegaban a los cubanos, también se extendían a otros latinoamericanos que, de paso por la isla, se pronunciaban contra su dictadura. Tal es el caso de las correcciones que le dirigieron a un diputado venezolano que intervino en un mitin en La Habana:
El gobierno de la República Dominicana invita al diputado venezolano […] Sr. Andrés Eloy Blanco para que venga a Santo Domingo a fin de que compruebe la falsedad absoluta de todo lo que viene declarando contra el gobierno de este país […]. Esta protesta solo se formula contra el régimen que por su eficacia administrativa ha obtenido el rescate de la dignidad y las soberanías nacionales.15
15Ibídem, pp. 548.
Asimismo, La Habana fue sede durante esos años de frecuentes reuniones de los partidos y organizaciones de la oposición dominicana, como el Primer Congreso del Partido Revolucionario Dominicano de 1943 y el Congreso del Frente Unido de Liberación Dominicana en 1944, clausurado en el Aula Magna de la Universidad. Por otro lado, cabe destacar que desde 1943 la embajada haitiana en La Habana fomentó los nexos de los exiliados dominicanos con la resistencia francesa a la ocupación nazi; un documento firmado por el embajador dominicano, Virgilio Díaz Ordóñez, lo demuestra a partir de señalar como responsable de esos contactos al encargado de negocios haitiano, Antoine Bervin. Este último facilitó el encuentro de estos exiliados con la agrupación Amigos de la Cultura Francesa, apoyada por el delegado del Comité de Liberación Nacional Francesa, el señor Philippe Grousset. Como el gobierno haitiano de Lescot era un enemigo de Trujillo, se temía que se estuviera tejiendo una conspiración. Díaz Ordoñez también señalaba que el entonces ministro del gobierno de Batista, Santovenia, era amigo de los exiliados dominicanos.16
16Ibídem, p. 547.
Por otro lado, las muestras de apoyo que brindó el estudiantado universitario de la región resultaron altamente demostrativas de la confraternidad de los pueblos de América hacia el pueblo dominicano, que estaban dirigidas a movilizar la opinión pública internacional contra los crímenes de la dictadura trujillista.
En ese sentido la convocatoria partió de un núcleo de estudiantes dominicanos que, víctimas de la represión, elaboraron un documento de octubre de 1944, “A los estudiantes de América”, en el que reclamaban la solidaridad de todo el continente:
No se debe esperar el término de la guerra para brindarnos esa colaboración. Este es el momento más oportuno cuando todo el pueblo dominicano está en ascuas, ardiendo de entusiasmo por el derrocamiento del régimen de Trujillo. Cuando tiene esperanzas de que América no le negará su ayuda más efectiva. Ha llegado el momento de que América entera participe eficazmente en el destierro de las dictaduras de su continente.17
17Archivo Nacional, fondo176, legajo 2, folio 17.
Este documento establecía que ya se estaban recibiendo muestras de respaldo efectivo y ejemplificaba con la denuncia hecha por el Congreso venezolano a la tiranía dominicana, la creación en Cuba de un Comité Congresional en pro de la restauración de la democracia en República Dominicana; así como la conformación en la Universidad de La Habana de un Comité Universitario con los mismos fines.
De este manifiesto se hizo eco inmediato la FEU de Cuba, que estimaba necesario, a partir de los nuevos tiempos que anunciaban el fin de la Segunda Guerra Mundial, combatir las dictaduras a nivel global debido al grado de interdependencia de la vida internacional: “Mientras existan tiranías en el mundo será imposible la pacífica convivencia de las naciones y el progreso de la humanidad”.18
18Prólogo de la FEU a folleto de estudiantes dominicanos de fecha 26 de abril de 1945, en Archivo Nacional, fondo176, legajo 2, folio 10.
Concluían los universitarios cubanos emplazando a los pueblos de América a la lucha activa para poner fin al régimen trujillista:
Trujillo está precipitado a la catástrofe. Lo exigen sus asesinatos y sus robos a los caudales públicos. Sin embargo, es preciso luchar, ahora más que nunca, para adelantar la caída del tiranuelo dominicano.
¡Compañeros de Cuba y de América! ¡Contestemos el mensaje de nuestros compañeros estudiantes de Santo Domingo, dedicando nuestros mayores esfuerzos a la liberación de su patria!
José Martí, apóstol de la libertad americana nos hubiese aconsejado lo mismo.19
19 Ídem. Firman el documento: Manolo Castro, presidente de la FEU y Eduardo Corona, presidente del Comité Universitario Pro Democracia Dominicana.
En correspondencia con el llamado de los estudiantes dominicanos en pro de la solidaridad mundial respondieron también los universitarios mexicanos:
Santo Domingo y los pequeños países centroamericanos que aún no se sacuden la tutela de los dictadores sin escrúpulos, no serán, al final de la guerra, islas de ignominia […]. Se impone un cambio radical en la situación. Los universitarios de Santo Domingo tienen ante sí la tarea ineludible de luchar, ahora más que nunca, contra la dictadura […]. En esta tarea no marcharán solos, ya que contarán con la ayuda de sus hermanos de México, y de todos los estudiantes de América.20
20Prólogo de la FEU del Distrito Federal de México. Firmado por Jorge Tappan Alayola, secretario de la organización, Luis Correa Sarabia, secretario de Relaciones, y Ernesto Julio Teissier como presidente de la Comisión de Prensa, en Archivo Nacional, fondo176, legajo 2, folio 10.
Muy sobresaliente resultó la aprobación en el Congreso venezolano, por acuerdo unánime de sus dos cámaras, de una moción de repudio al régimen de Rafael L. Trujillo “por su naturaleza nazifascista”. La misma se acordó el 6 de julio de 1944 y resultó de gran impacto continental:
Que ya se contempla el final de la guerra en Europa […]. Sería una vergüenza para los regímenes democráticos […] que entre las democracias vencedoras estuvieran regímenes dictatoriales reconocidos en toda América como copias serviles del nazifascismo, a veces más crueles y en ocasiones cómplices de Hitler y sus lacayos, como lo es, por ejemplo, el que para baldón de nuestro continente está sufriendo la República Dominicana encabezado por el tirano Rafael L. Trujillo.21
21Archivo Nacional, fondo176, legajo 27, folio 35, p. 34.
En Cuba, Venezuela y México radicaban los núcleos de emigrados dominicanos más activos en la cruzada contra el trujillismo; fue en esos países donde encontraron una mejor acogida de parte de sus pueblos y de importantes sectores políticos del gobierno. Precisamente Ángel Miolán, a nombre de la sección del Frente Unido de Liberación Dominicana en México, hizo agudas precisiones sobre el momento que vivía su país a pocos días de la derrota de los ejércitos de Hitler. Consideraba que la dictadura trujillista hacía esfuerzos para consolidarse, abrir nuevas relaciones y “entrar al mundo de la posguerra y echar raíces en el mismo”; es así que planteaba la necesidad de frustrar estos planes y aprovechar ese momento histórico para la “liberación de nuestro pueblo”.22
22Instituto de Historia de Cuba, Fondo, sección Instituciones Extranjeras, signatura 1715:250/1/1-4.
La ira del tirano dominicano no se hizo esperar. En marzo de 1945, alrededor de la conspiración para derrocar al gobierno de Ramón Grau dirigida por Eleuterio Pedraza, se encontraron indicios de que Trujillo le había ofrecido apoyo logístico y de armamentos. Según consideraciones del delegado general del Partido Unido de Liberación Dominicana, Leovigildo Cuello, a Pedraza se le ocuparon unos telegramas muy comprometedores que lo relacionaban con un tal Bosch, que en realidad no era otro que un traficante de armas argentino que servía al régimen trujillista, nombrado Rodolfo Bosch Pearson. Este estaba haciendo esfuerzos para hacerle llegar a Pedraza un lote de armas con mil ametralladoras de mano, las que deseaba adquirir en los Estados Unidos desde donde había solicitado las prioridades de embarque a nombre del gobierno dominicano.23
23Enrique de la Osa:En Cuba. Primer tiempo (1943-1949), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 95.
Por otro lado, debemos destacar que durante esos años, países progresistas de la región impulsaron importantes iniciativas dirigidas a contener los desmanes del trujillismo en las organizaciones hemisféricas. Pretendían aislar al régimen dictatorial y acordar medidas colectivas que lo persuadieran de iniciar pasos conducentes a un cambio político. Estos gobiernos de las Américas, contrarios al tirano, tenían en la mira de sus propósitos dos importantes conferencias internacionales convocadas para febrero y agosto de 1945, en las que pretendían trazar un nuevo rumbo a la diplomacia mundial: conferencia de Chapultepec y la de San Francisco. Previo a la primera de estas reuniones, tuvo lugar un hecho que puso en aprietos al régimen del “Benefactor” dominicano: el gobierno haitiano de Lescot denunció públicamente que la satrapía trujillista preparaba un intento de atentado personal destinado a derrocarlo del poder. La revista norteamericana Newsweek, de 11 de diciembre de 1944, dio a conocer que “el Presidente de Haití había elevado al gobierno de los Estados Unidos una formal acusación contra el Presidente Trujillo de la República Dominicana por haber intentado asesinarlo”. Se pudo comprobar que el cónsul dominicano, Augusto Fernández Gómez, urdió todo el complot en alianza con algunos funcionarios y miembros de la policía haitiana, también se ocupó un importante lote de armas pertenecientes al ejército dominicano.24 De esta manera Trujillo creó un mal precedente pues demostraba que su dictadura no solo era una amenaza para sus opositores internos, sino también para las repúblicas vecinas.
24Bohemia, año 37, no. 6, p. 32, La Habana, 11 de febrero de 1945.
Antes de que la Conferencia Interamericana de Chapultepec sobre los problemas de la guerra y la paz comenzara sus sesiones, diversas organizaciones revolucionarias movieron sus influencias para dirigirse al Ministerio de Estado cubano y conminarlo a condenar al régimen trujillista. Inició la campaña uno de los miembros del Consejo Supremo del Frente Unido de Liberación Dominicana, el doctor Juan Isidro Jiménes Grullón, quien intervino a nombre de esa fuerza política y expresó su confianza en que el tema de la dictadura de su país sería tratado cuando se examinara el caso de la Argentina peronista. La FEU, por su parte, encauzó una gestión ante el canciller mexicano para exhortarlo a que anulase la invitación de los representantes del régimen trujillista a dicha conferencia. La propia organización estudiantil se dirigió al jefe de la delegación cubana, canciller Cuervo Rubio, para exigirle reclamara la expulsión de la delegación trujillista y, por último, remitió una misiva al presidente de la delegación haitiana felicitándolo por su propósito de denunciar en ese cónclave el atentado urdido por el dictador Trujillo contra la vida de su Presidente. No obstante, la respuesta de Cuervo Rubio a la FEU no fue todo lo satisfactoria y clara que los jóvenes pudieran esperar: “Pueden tener fe en que Cuba asumirá en la Conferencia una postura progresista”.25
25Bohemia, año 37, no. 8, pp. 30-31, La Habana, 25 de febrero de 1945.
En realidad la delegación cubana, de por sí algo heterogénea en su composición, no pudo asumir ese tipo de compromisos y debió enfrentar la acción de algunos cabilderos que presionaron para limitar su agenda. Entre estos se encontraron el excanciller y líder del ABC, Jorge Mañach, el senador del Partido Liberal, Emilio Núñez Portuondo, y el profesor universitario Herminio Portell Vilá. La revista Bohemia reportó que tuvieron lugar “reuniones de carácter extraño” donde, por ejemplo el doctor Mañach propuso que la América Latina debía unirse en un bloque de gobiernos para defender sus intereses pasándole por encima a la observación “de alguien” en el sentido de que sería difícil conciliar las proyecciones políticas de gobiernos democráticos con los dictatoriales: “La unión no puede realizarse con gobernantes que repudian la democracia y oprimen sus pueblos”. Estas conversaciones promovidas por Núñez Portuondo se efectuaron con posterioridad a la salida del embajador Braden, y no se convocó a ningún delegado oficial a la conferencia. Todo parece indicar que estos señores influyeron en una postura ulterior del Ministerio de Estado que cuestionó la propuesta del presidente Grau para que Eduardo Chibás asistiera como delegado al encuentro en Chapultepec. Los argumentos eran que Chibás se manifestó “muy descaradamente” sobre ciertos gobiernos latinoamericanos y en su residencia se constituyó el Comité Pro Democracia Dominicana integrado por diversos congresistas cubanos; se creía que “todo esto pudiera crear una situación difícil a la delegación que irá a México”. Pero el presidente Grau se manifestó sorprendido y sus interlocutores prefirieron no insistir por lo que Chibás acudió finalmente a dicha cita.26
26Bohemia, año 37, no. 7, pp. 28-29, La Habana, 18 de febrero de 1945.
En general las resoluciones de la Conferencia de Chapultepec resultaron positivas aunque más bien se quedaron en el plano de declaraciones generales de principio, sin que se acordaran medidas específicas para combatir y aislar a las dictaduras latinoamericanas. Entre sus acuerdos cabe destacar uno de condena implícita a este tipo de gobiernos totalitarios: “La existencia de sistemas políticos anti-democráticos en el continente de América perjudica su progreso y crea las bases de la penetración que amenaza desde afuera la seguridad americana”.27
27Instituto de Historia de Cuba, FondoPrimeros partidos marxistas-leninistas, sección Instituciones Extranjeras, Signatura: 1/15:257/1/1-3.
En definitiva, los delegados trujillistas asistieron sin mayores inconvenientes a la cita interamericana de Chapultepec y allí se expresaron con toda soberbia y cinismo, y pusieron en una situación comprometida a la propia delegación norteamericana, la cual tuvo que abandonar el recinto cuando, en su discurso, el licenciado Balaguer habló de los grandes demócratas de este continente: Rooselvelt y Trujillo. En cuanto a la demanda haitiana, se redujo a una moción que condenaba la discriminación y persecución racial y que lograron aprobar aun con el voto en contra de los delegados trujillistas.28
28Bohemia, año 37, no. 18, p. 3, La Habana, 16 de mayo de 1945.
Con respecto a la Conferencia de San Francisco, donde se constituyó la Organización de Naciones Unidas (ONU), podemos decir que todo el exilio dominicano se movilizó para producir mociones de repudio al trujillismo. Eduardo Chibás, previo a su salida a San Francisco, sostuvo encuentros con Leovigildo Cuello, delegado general del Frente Unido de Liberación Dominicano. Cuello había recabado del senador auténtico “su más decidida colaboración” y le planteó que “la tiranía de Trujillo […] no podrá sobrevivir en el mundo del futuro si este se forja de acuerdo a los postulados de la Carta del Atlántico y de las resoluciones de las más recientes conferencias internacionales […]. La historia camina a paso acelerado y si nosotros no ajustamos nuestra marcha a ese paso, corremos el riesgo del más rotundo fracaso”.29
29Carta de Leovigildo Cuello a Eduardo Chibás, 12 de abril de 1945. Archivo Nacional, fondo176, legajo 27, folio 35.
En general los líderes del exilio dominicano, después de los resultados de la conferencia de Chapultepec, estaban atentos de que el resultado de estas citas no se redujera tan solo a declaraciones, pues era preciso instrumentar medidas efectivas para remover la dictadura trujillista, es por eso que uno de los miembros del Consejo Supremo del Frente Unido de Liberación Dominicana, Juan Isidro Jiménes Grullón, declaraba que la Conferencia de San Francisco debía crear los instrumentos para “instaurar en el mundo un régimen de libertad y de justicia”. Entendía que si no se creaban esos instrumentos “Trujillo se burlaría de los acuerdos”.30
30Bohemia, año 37, no. 18, p. 31, La Habana, 6 de mayo de 1945.
Amplias expectativas despertó la reunión en San Francisco, al punto que un manifiesto del Frente Nacional de Liberación Dominicana planteaba lo siguiente:
No solicitamos ni toleramos la intervención de un solo país en nuestras cuestiones nacionales, pero sí solicitamos la intervención de una comisión representativa de todos los países democráticos. La organización internacional que será creada en la Conferencia de San Francisco en California debe elegir dicha comisión representativa de todos los países democráticos para que el pueblo dominicano pueda disponer de las garantías indispensables al libre ejercicio de sus derechos políticos.31
31Instituto de Historia de Cuba, fondoPrimeros partidos marxistas-leninistas, sección Instituciones Extranjeras, signatura 1/15:257/1/1-3.
En cualquier caso, la convocatoria a producir acciones diplomáticas que compulsaran a Trujillo a originar cambios políticos, tenía un límite reducido de resultados posibles y era preciso que los dominicanos estuvieran alertas ante una posible injerencia de los Estados Unidos en sus asuntos internos. Si bien es cierto que la solidaridad internacional abría espacios para la lucha interna, lo más importante quedaba en las manos de los propios dominicanos. Al respecto resultaron muy pertinentes las consideraciones que el Partido Democrático de la Revolución Dominicana (PDRD) le hizo al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en informe que enviara en esos momentos de incertidumbre sobre el futuro de Quisqueya:
La guerra y una serie de acontecimientos que ella ha traído […] han tenido otra repercusión en la conciencia de nuestro pueblo […] ella ha sido, la de eliminar definitivamente la “fábula” criminal, convertida en mal crónico, de que el Departamento de Estado de Washington resolvería, a su debido tiempo, nuestro problema, quitando a Trujillo del poder […]. La política seguida por el departamento de estado no deja lugar a dudas: el destino de nuestro pueblo está en nuestras manos y solo la lucha directa de los dominicanos, con sus propias manos, harán posible el derrocamiento de la tiranía.32
32Ibídem, signatura 1/15:250/171-4.
El PDRD comprendía que el lugar de la colaboración internacional debía ser complementario al de la lucha del pueblo dominicano por su liberación definitiva:
Cuando en fin, la marea revolucionaria se encuentra en franco movimiento de ascenso, el PDRD y JR plantean la ayuda internacional, no como única salida a nuestro problema, no como maniobra oportunista destinada a justificar el miedo y la inactividad, sino como movimiento destinado a hostigar al enemigo y a confundirlo, para facilitar el triunfo de nuestro objetivo inmediato: la democracia.33
33 Ídem.
En principio, aunque algunos gobiernos de la región combatían duramente al trujillismo, otros esperaban que se produjera una transición pacífica que dejara inmune de castigo a los dictadores latinoamericanos. Tal fue el caso del presidente de Chile, Juan Antonio Ríos, quien según una versión de prensa del comentarista de Prensa Libre, Enrique Pizzi de Porras, había criticado a Grau por perseguir a los antiguos seguidores de Batista: “Doctor Grau: no ataque a Batista. Agrediéndolo, hace daño a toda la América porque ahora ningún presidente querrá hacer elecciones honradas. Tengo la seguridad de que algunos dictadores que padece el continente, al contemplar el bello ejemplo de las elecciones cubanas, se habrían dispuesto a lavarse de sus culpas, como en un Jordán”.34
34Unos días después el Presidente chileno negó que hubiera hablado en esa forma diciendo que se trataba de una tergiversación, pero Pizzi de Porras produjo una contrarréplica en la que reiteró sus aseveraciones iniciales. VerBohemia, año 37, no. 23, La Habana, 10 de junio de 1945.
En medio de esas ingentes gestiones por rescatar al pueblo dominicano de las garras de Trujillo, descolló una personalidad política que de por sí ya tenía peso y protagonismo en la vida nacional cubana: Eduardo Chibás. Su actuación al frente del Comité Pro Democracia Dominicana le granjeó el respeto de los patriotas quisqueyanos, los que en prueba de gratitud le reconocieron su contribución en ocasión de un viaje a México. El secretario general del Frente de Liberación Dominicana (Sección de México), ingeniero Juan de la Cruz Alfonseca, le hizo entrega a Chibás de un documento que lo acreditaba como un verdadero luchador por la libertad de los pueblos americanos. Al acto concurrieron un grupo de combatientes dominicanos compuesto por Valentín Tejeda, Elpidio Sánchez Monzón, Augusto Alfonseca, Juan Bosch y otros.35
35Recorte del periódicoLa Noche, México, D. F., 10 de marzo de 1945, en Archivo Nacional, fondo176, legajo 27, folio 35.
En la casa de Chibás se debatió, precisamente entre congresistas de distintas tendencias que eran miembros del Comité Pro Democracia Dominicana, la idea de proponer una moción de condena al régimen trujillista que fuera similar a la aprobada por el Congreso venezolano. La moción figuraría como una enmienda a la elaborada contra el régimen falangista español de Francisco Franco y su texto fue el siguiente:
Considerando: Que ningún pueblo de América está ni puede estar más ligado con el dominicano que el pueblo cubano, porque las vinculaciones históricas de ambos países que comienzan con Hatuey y culminan con el libertador Máximo Gómez, así lo demandan, y que el Congreso de la República de Cuba, representación genuina de nuestro pueblo, debe concurrir con el Congreso venezolano en la defensa de nuestros hermanos de la República Dominicana, y debe evitar en lo posible que al final de esta guerra se confundan lastimosamente, entre los justos vencedores, los que deberán aparecer entre los acusados de esclavizar, oprimir y explotar a las masas.
Por tanto: El Senado de la República de Cuba resuelve:
Primero: respaldar la actitud del Congreso de los Estados Unidos de Venezuela, declarando que se solidarizan con su repudiación del régimen de Rafael L. Trujillo en la República Dominicana, “por su naturaleza nazifascista”.
Segundo: Recomendar al gobierno de Cuba y los demás gobiernos democráticos de América que se nieguen a que el régimen tiránico de Rafael L. Trujillo represente al pueblo de la República Dominicana en las conferencias de la Paz o en las que se relacionen con ellas.
Tercero: Comunicar el texto íntegro de la presente moción a los congresistas y a los gobiernos de América.36
36Archivo Nacional, fondo176, legajo 27, folio 35, p. 34.
En la reunión se hallaban presentes altos jefes del Frente Unido de Liberación Dominicana, como los doctores Leovigildo Cuello y Juan Isidro Jiménes Grullón y otros dominicanos como Ramón Lara y Ángel Morales; fueron ellos quienes informaron acerca de la situación del movimiento clandestino en República Dominicana. Al mismo se estaban integrando varias organizaciones revolucionarias, entre estas el PRD, el PDRD y la Juventud Revolucionaria (JR) que ya estaban en vías de crear un Frente Nacional de Liberación.
Cuando la proyectada moción de repudio a la dictadura trujillista fue llevada a discusión, como una enmienda a la ya pactada para condenar al régimen de Franco, fue víctima de la estratagema oportunista del senador Agustín Cruz. El propio Cruz había dado curso formal a la moción contra Franco y por esos días ofreció unas declaraciones a la prensa donde hacía ver que existían indicios de atenuación del despotismo por parte de la dictadura dominicana. Esa afirmación sorprendió a los emigrados dominicanos que en la voz de Leovigildo Cuello establecieron que Cruz “había caído en las redes de una maquiavélica maniobra del tirano Trujillo”. La moción contra Trujillo, presentada por los senadores Chibás y Santovenia, no pudo ser discutida antes de terminar la legislatura en curso y su aprobación pasó a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. A pesar de la defensa vehemente que le hicieron senadores como Chibás y Marinello, la misma tuvo que enfrentar la resistencia de otros colegas como Emilio Núñez Portuondo, quien fue agasajado por Trujillo durante un viaje a Santo Domingo, este argumentó que el voto de la enmienda podría dar lugar a una ruptura de relaciones diplomáticas con República Dominicana y ello se consideraría un paso contrario a la unidad continental. Al final de esa jornada consiguió su propósito de evitar que se votase la moción cuando se estaba celebrando la Conferencia de San Francisco.37
37Bohemia, año 37, no. 23, p. 32, La Habana, 10 de junio de 1945.
En una relevante entrevista que Bohemia hizo a dos importantes jefes del exilio dominicano, Leovigildo Cuello y Juan Isidro Jiménes Grullón, estos se pronunciaron sobre diversos aspectos de la estrategia y táctica del movimiento de resistencia dominicano. Con respecto a la Conferencia de San Francisco, que muy recientemente había concluido, Cuello expresó que aunque eran satisfactorios los pronunciamientos de la representación de las Naciones Unidas en cuanto a la liquidación del totalitarismo, no era suficiente pues no se preveían las medidas e instrumentos necesarios para obligar a las naciones signatarias al cumplimiento de esos cánones. Cuello entendía que si bien se reconocía el deseo de los pueblos a ser libres, “no basta expresar el anhelo de que la democracia impere en el mundo: precisa crear los medios que garanticen su vigencia”.38 En otro orden de cosas, se oponían a las maniobras electoreras de Trujillo, condenaban sus campañas antihaitianas y manifestaban el carácter social inclusivo y democrático de muchas de las reformas que los revolucionarios dominicanos tenían en estudio: convocatoria a elecciones para una Constituyente, formación de nuevos partidos, supresión de la miseria, positiva legislación en cuanto a justicia social, desarrollo de una obra educacional e integración latinoamericana. En el punto del régimen socioeconómico a elegir, establecían que si bien “el movimiento no se orienta hacia la hostilización del capital […] pretende brindar al obrero, a través del estudio detenido de las posibilidades de cada industria, un margen que le asegure una vida decorosa”.39
38Bohemia,año 37, no. 30, p. 37, La Habana, 29 de julio de 1945.
39Ídem.
Un mentís para quienes, como el senador Cruz, querían asumir que el dictador Trujillo se estaba “democratizando” o dejándose influir por tendencias izquierdistas, resultó la frecuente detención policíaca de sus oponentes políticos. Precisamente, el 5 de mayo de 1945, el presidente del Comité Senatorial del PRC (Auténtico), Rogelio Regalado, envió un telegrama de protesta al “Benefactor” dominicano:
Pdte. Trujillo, Ciudad Trujillo:
Comité Senatorial Partido Revolucionario Auténtico sorprendido su régimen persista encarcelar individuos por motivos políticos en actual hora internacional respetuosamente solicita liberación Miguel Tavares, Luis Escoto, Moisés Franco, Freddy Valdés y Sra. Polin Franco y demás detenidos.40
40Archivo Nacional, fondo176, legajo 27, folio 35, p. 4.
A esta campaña de telegramas dirigidos al dictador dominicano en protesta por sus crímenes y atropellos, se sumaron el Partido Socialista Popular (PSP) y la FEU. Trujillo, por su parte, le respondió por esa misma vía al secretario general del PSP, Blas Roca, y le argumentó que la información sobre las prisiones era falsa. Por otro lado, en apoyo a los criterios del dictador, salió la legación dominicana en La Habana e hizo pública una declaración de rechazo a las denuncias de las organizaciones cubanas. Blas Roca, perplejo ante la desfachatez de Trujillo, señaló: “Estos dictadores fascistas son unos descarados”. Pero a la hora de repudiar al tirano dominicano no existía un consenso entre todas las fuerzas políticas cubanas; importantes políticos del Partido Liberal, como Emilio Núñez Portuondo, le daban un voto de confianza y manifestaban que Santo Domingo se encaminaba hacia una “auténtica democracia”.41
41Bohemia,año 37, no. 26, p. 33, La Habana, 1ro. de julio de 1945.
La solidaridad hacia los patriotas dominicanos que resistían su dictadura se extendía por todo el continente y propiciaba el intercambio de experiencias entre diversas fuerzas progresistas. Precisamente, el Frente Democrático de Liberación Dominicana, organismo que agrupaba diversas fuerzas que enfrentaban la tiranía en el interior del país, redactó un documento donde reconocía esa ayuda continental, la que también contó con el respaldo importante de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL): “Los partidos políticos y las instituciones democráticas, los congresos, las universidades, las organizaciones obreras de Cuba, Venezuela, México, Colombia y de muchos otros países han decidido apoyar enérgicamente la causa del pueblo dominicano […]. La poderosísima Confederación de Trabajadores de América Latina adoptó en su último congreso la resolución de restaurar la democracia en nuestra República”.42
42Instituto de Historia de Cuba, fondoPrimeros partidos marxistas-leninistas, sección Instituciones Extranjeras, signatura 1/15:255/1/ 1-4.
El Frente Democrático de Liberación Nacional exigía a Trujillo cambios que el dictador era incapaz de adoptar: “Destitución y debido proceso judicial de los jefes de la policía y el Ejército Nacional que hubieran cometido crímenes, disolución del Partido Dominicano [el de Trujillo] por ser un partido fascista, libertad a los presos políticos así como cancelación de las leyes que limitaban la libertad de prensa”.43
43Ídem.
Por otra parte, el Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), de tendencia marxista, estrechaba sus vínculos con el PSP cubano, estudiaba las experiencias de su similar antillano en las luchas contra la dictadura machadista de la década de 1930 y elaboraba toda una estrategia para captar el favor de las clases sociales explotadas en República Dominicana. En principio entendían que era preciso no plantear la lucha abierta contra el tirano, “porque si tal hiciéramos, correríamos el riesgo de que por temor muchos no nos respaldaran, y, además, la persecución se desataría feroz contra nosotros”. Al respecto concluían: “Nuestra táctica, como la de los compañeros cubanos, debe ser la de nuclear a los trabajadores para defender sus intereses más urgentes”.44
44Ibídem, Signatura 1/2.4/11.3/6-9.
El propósito final que perseguía el PDRD era derrocar a la tiranía trujillista mediante una huelga general que estaría unida a una insurrección armada. Para ese momento esperaban contar con la colaboración de diversas clases sociales que estuvieran en capacidad de paralizar el país. Por supuesto, esperaban articular esas acciones internas con el apoyo, fundamentalmente en armas y dinero, del Frente Unido de Liberación Dominicana que actuaba en el exilio. Por último, esperaban constituir un gobierno provisional que convocara elecciones para una Asamblea Constituyente.45
45Ídem.
En Cuba, el centro de la actividad de camaradería con la causa por la democracia dominicana recaía en el líder de su Comité de apoyo, Eduardo Chibás. Este, consciente de que resultaba vital ganar el favor de la opinión pública, se afanaba en conformar un Comité de Periodistas Pro Democracia Dominicana y citó a importantes periodistas cubanos para su fundación en su residencia de H y 17, en El Vedado, el 20 de julio.46