Detrás de escena - Regina del Carmen Hutd - E-Book

Detrás de escena E-Book

Regina del Carmen Hutd

0,0
6,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.

Mehr erfahren.
Beschreibung

Entre rezos, parlantes y carcajadas, una mujer rememora su infancia y adultez en Santa Lucía, un pueblo correntino donde lo insólito es cotidiano. Desde la beata que confunde un revólver con fe, hasta un suizo atrapado en la lógica tropical del Litoral, estas crónicas costumbristas capturan el alma de un lugar que habla en altavoz, se ríe de sí mismo y transforma cada desliz en anécdota inolvidable. Con una prosa chispeante, oral y entrañable, la autora convierte lo mínimo en épico. Más que memorias, este libro es una celebración de la vida de pueblo, de los personajes que la habitan y del humor como forma de resistencia. Un viaje al corazón del interior argentino, donde la risa siempre tiene la última palabra.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 76

Veröffentlichungsjahr: 2025

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



REGINA DEL CARMEN HUTD

Detrás de escena

Hutd, Regina del Carmen Detrás de escena / Regina del Carmen Hutd. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6870-0

1. Cuentos. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

Prólogo

Votar es un derecho y una oportunidad

Postal fin de campaña

Entre la fe y el bullicio

Perdón pendiente

Espíritu Santo

Lingüistas

OCASA

Muerto vivo

Peligrosa beata

Interventor en el rincón

Padrinos

El Titanic

Hermana Luján

Soneto

Sade

TV desde el aire

Revolución por el nuevo sistema

TV: una nueva necesidad

Veredicto

Luna de miel

¡Ohhh! La pollera

Parto

Gimnasia del cuerpo y de la lengua

Suizo

Parlante

A mi esposo, hijos y nietos quienes me inspirandía a día a seguir en este derrotero que se llama: vida.

Prólogo

Detrás de cada horario de entrada, de cada informe entregado y de cada reunión formal, existe un universo paralelo. Uno donde las corbatas se aflojan, los tacos se guardan y las máscaras profesionales se caen para revelar algo mucho más real: la vida.

En las páginas que siguen, no encontrarás la crónica de mi carrera, ni los grandes logros laborales. Este no es un libro sobre el trabajo, sino sobre lo que sucede cuando salimos de él. Es una compilación de esos momentos insólitos, absurdos y a veces hilarantes que ocurrieron fuera de la escuela, de la oficina y que, de alguna manera, definieron nuestra existencia tanto o más que cualquier ascenso.

Pero hay algo más. Estos relatos también son una ventana a un tiempo que se nos escapa de las manos. Son un rescate de las costumbres y rutinas de una época, de los pequeños rituales que compartíamos y que, con el paso de los años, temo que se borren. Son historias de la vida cotidiana, de los almuerzos compartidos, de los viajes de regreso a casa y de las charlas que tenían el poder de arreglar el mundo, al menos por un rato. Estos cuentos son un homenaje a mis compañeras, a esas amigas que se convirtieron en cómplices de las situaciones más inesperadas y en especial a mi familia A ellas les debo las carcajadas que intentábamos contener, los secretos compartidos y la certeza de que la vida es un escenario lleno de personajes inolvidables, incluso si sus historias no figuran en un currículum.

Porque, al final del día, lo que realmente importa no es lo que hicimos, sino lo que vivimos. Y lo que vivimos, como verán, fue un gran show.

DEMOCRACIA

Votar es un derecho y una oportunidad

La campaña arranca un mes antes, como manda la ley, aunque en el pueblo se siente como una eterna repetición. Ya desde esos días, es imposible no ver los carteles pegados en los postes de luz que ya ni se sostienen derechos, pero igual, ahí está: el candidato sonriente, el lema vacío, los colores del partido. En las redes, la guerra es diaria. No se proponen ideas, ni proyectos, ni soluciones. Solo reproches: que el actual no hizo nada, que el otro lo haría todo… si tan solo le dieran el voto.

Y la gente, curtida ya por más de cuarenta años de democracia, los mira con escepticismo. Porque sabe que después del acto, de los abrazos, de las promesas viene el sillón cómodo y las oficinas cerradas. Y que, si va a pedir algo, lo atenderá un secretario con cara de póker que dirá: “Oh, el intendente recién salió”.

En el pueblo, el día de la elección, es una mezcla de misa, cumpleaños y mercado persa. No importa si se vota intendente, presidente o gobernador: la maquinaria se pone en marcha desde la noche anterior, cuando ya se escuchan los primeros susurros en las casas: “Dicen que el comité de la calle Belgrano va a dar fideos y aceite”, y más de uno afila la estrategia.

A las seis de la mañana ya ronronean los autos. No los nuevos, no. Esos los tienen los políticos y no se prestan. Los que andan dando vueltas son los fieles Falcon, Renault 12, algún Corsa heroicos con la pintura cascada y una bocina que no se calla. Son los móviles de los “cabecillas”, los que andan casa por casa levantando votantes como si fueran cosecha. El sonido de los motores en el silencio de la mañana da un aire lúgubre, como procesión de vivos que todavía no saben si van al cielo o al infierno.

Los comités –que ahora se llaman “búnker” porque queda más moderno– abren temprano. Algunos decoran con globos, otros con parlantes que hacen estallar cumbias proselitistas o jingles pegajosos. La antesala se hace con número, como en la carnicería. “¿Vos de qué lista sos?”, pregunta un joven con algo de vestimenta partidaria y cara de haber dormido poco. “De la que tenga algo”, responde una madre que llega con tres chicos, uno en brazos y dos colgando de las manos.

Y claro, “algo es algo”, se dice por lo bajo. Aceite, arroz, harina, algún dulce, si hay suerte. Todo bien embolsadito, con la promesa de que la entregan cuando vuelvas. “Primero vas, votás, y después volvés a buscar”, aclara el compañero, que anota con birome Bic y letra apurada el nombre del votante, el número y el nombre del acompañante, que queda como rehén simbólico del compromiso democrático. Además con padrón electoral en mano tildando los que pasaron y haciendo una especie de escrutinio adelantado.

Los más avispados repiten el ritual en dos o tres comités distintos. Cambian la remera, cambian el tono. Lo importante es no desaprovechar, porque elecciones así no hay todos los días.

A medida que pasa la jornada, las calles se van poblando. La gente charla, especula, finge interés por las propuestas. Pero todos saben que a las seis de la tarde llega el clímax. En las puestas de las escuelas se forma una mezcla rara de tensión, olor a cigarrillo y ya sin disimulo, el tufo a vino o ginebra, que hasta hace un rato se escondía en los termos. Los fiscales, con cara de “esto no termina más” discuten sobre votos impugnados, sobres sin papel, o con algún ticket de los chinos. “¡Llamá a un abogado!”, grita alguno, y ahí nomás se frena el escrutinio. Los de la mesa, algunos sin saber diferenciar voto nulo de voto en blanco, miran los telegramas como si fueran jeroglíficos.

Mientras adentro se atrasa el conteo, afuera la gente espera. No importa a quién votaron. Algunos ni se acuerdan. Lo importante es que haya fiesta. Y si hay caravana mejor.

La caravana es un caos. Allí aparecen camiones, camionetas –ahora sí, las nuevas– llenas de jóvenes que animoso cantan el jingle del ganador. Algunos enarbolan botellas que ya no esconden, que seguro estaban en el comité, donde también han preparado el resto de las boletas no usadas o de aquella que pacientemente fueron doblando durante los veinte o treinta días de campaña, sentados esperando que esa fidelidad se traduzca en un puestito acomodado.

Las calles están ocupadas por chillona motos con sus ocupantes haciendo equilibrio, autos con ventanillas bajas y medio cuerpo afuera gritando desaforados el nombre del ganador. Y lo peor, el insulto frente a las casas de los contrincantes, lugar exacto donde deben depositar la “basura electoral”, esas boletas no usadas que, al día siguiente, serán vistas como una puñalada más aparte de la derrota.

Porque gane quien gane, lo que no se negocia es la caravana. Se celebra la democracia a la manera del pueblo.

Y si hay suerte, todavía queda alguna bolsita más por ahí.

Postal fin de campaña

En este último mes pareciera que a Santa Lucía llegaron magos con galera: lo que faltó durante años apareció como por chiquetazo. ¡Abracadabra! Escuelas pintadas, plazas puestas en valor, luces encendidas y, por si fuera poco, un tanque atmosférico nuevito que se pasea por las calles como si fuera la carroza de la Cenicienta. Eso sí, compite con aquel, el viejo tanque, más oxidado, viejito, que trajeron porque “el responsable” no había hecho su trabajo. Pero tranquilo: el crédito lo pagamos todos, así que la magia tiene factura.

Las listas en juego son tres. Dos de ellas, un rejunte de exintendentes que hasta ayer se arrojaban ladrillos (flores, jamás), y que hoy, de la mano y sonriendo, prometen Mejorar y Cambiar. No se sabe bien qué, porque entre ellos mismos se acusaron de todos los defectos posibles. Y la tercera, una banda de jóvenes que se presentan como “los puros”: dicen no a la bolsita, no a la dádiva, solo transparencia y trabajo. Hermoso… por ahora.

Mientras tanto, los búnkeres hierven de gente. Filas interminables de vecinos que entran con cara de resignación y salen con sonrisa sospechosa, cargando carne fresca, una bolsa de cemento, algún serrucho o hasta una puerta. La política en Santa Lucía es generosa: te arregla el rancho mientras vos le arreglás la urna.