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El buen maestro es una colección de textos ficcionados en los que el maestro Francisco, docente de una pequeña escuela, enseña a sus alumnos lecciones de historia, de ciencias naturales y de personajes históricos. De esta forma, cuenta la biografía de personajes reales como Agustina Zaragoza o Guzmán el bueno, habla de momentos históricos, de mitología y de animales. Similar a El mundo, Teodoro Baró muestra sus amplios conocimientos en este libro divulgativo.
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Seitenzahl: 39
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Teodoro Baró i Sureda
HISTORIA, CUENTOS Y FÁBULAS
Saga
El buen maestro
Copyright © 1885, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686920
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Guzmán el Bueno.
—Basta de escritura, dijo el señor Maestro.
Para acentuar la orden dió con la regla un golpe en la mesa. Los niños, que sabían lo que aquello significaba, cerraron los tinteros, recogieron las plumas y cartapacios, guardándolos dentro del respectivo pupitre; y cruzando los brazos fijaron la mirada en D. Francisco, que este era el nombre del señor Maestro de un pueblo de pocos vecinos.
Cuando la hora dedicada á la escritura terminaba, todos los escolares concentraban la atención, porque no querían perder una palabra de D. Francisco. Les decía cosas muy bonitas y muy interesantes, en particular los días que correspondia lección de Historia. El señor Maestro, que sabía el dominio que ejercía sobre sus discípulos, dominio que procuraba mantener por medio de la simpatía, que es el más poderoso elemento de instrucción, así como por el afectuoso respeto que inspiraba, hacía cuanto podía para que la explicación fuese amena, porque el estudio sin cansancio da grandes resultados.
Tosió D. Francisco, y después de haber paseado una mirada de satisfacción por el auditorio, dijo en tono pausado:
—Hoy hablaremos de Guzmán el Bueno. Juanito.
—Servidor de V.
Púsose de pie un arrapiezo de diez años, rubio, cara redonda y colorada como una manzana, muy aseado y muy guapito. Al verle entraban tentaciones de darle un beso.
Quedóse el muchacho cuadrado como recluta delante de su coronel.
—¿En qué reinado vivió Guzmán el Bueno?
—En el de D. Sancho el Bravo.
—¿De quién era hijo este monarca?
—De D. Alfonso el Sabio.
—¿Por qué le llamamos el Sabio?
—Porque lo fue.
—Hijo mío, en la clase no basta afirmar una cosa; es necesario demostrarla. ¿Qué títulos tiene á tal renombre el hijo de San Fernando?
Miró al techo Juanito, sus ojos se animaron, y fijándolos en el señor Maestro contestó:
—Se le llama el Sabio á D. Alfonso porque escribió las Cántigas en alabanza á la Virgen, las Querellas, las Tablas astronómicas, la Crónica general de España, el Espéculo, el Fuero Real y las Partidas.
—Muy bien. Siéntate. Ahora os diré el porqué mereció Guzmán el dictado de Bueno. Gobernaba la plaza de Tarifa, que había ganado á los moros. Estos la cercaron, y lo más lamentable fué que el infante D. Juan estaba en el campamento musulmán, peleando contra su patria y contra su rey. A los padres y á la patria hay que defenderles siempre, y el dictado de mal hijo merece quien no lo hace. El que les ataca, comete un crimen.
No lograban los sitiadores vencer la resistencia de Guzmán, cuando se apoderaron de un hijo suyo de tierna edad, y con la amenaza de matarle pensaron obtener del padre la rendición de la plaza. Mucho debió sufrir Guzmán al ponerle los musulmanes en el terrible trance de elegir entre la patria y su hijo, y lágrimas de fuego escaldarían sus mejillas. Aquel hombre supo ahogar la voz del corazón, y subiendo á la muralla contestó á la amenaza arrojando al campo moro su puñal por si no tenian arma con que perpetrar el crimen.
Un grito de espanto resonó en el muro.
—¡Cuidé que los enemigos entraban en Tarifa! dijo Guzmán.
Fué asesinado el tierno niño, y el Rey dió á Guzmán el sobrenombre de Bueno, que la posteridad ha confirmado.
Por la patria desgarróse aquel hombre el corazón.
Ese sentimiento ha hecho surgir grandes héroes en todos los países, pero muy especialmente en España, donde los nombres de Sagunto y de Numancia evocarán siempre el recuerdo de dos gloriosísimos hechos, cual la Guerra de la Independencia tan valerosamente sostenida contra el Capitan del siglo.
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Agustina Zaragoza.
—¿Me permite V. una pregunta, señor Maestro? dijo Pedro, el hijo del barbero.