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¿Quién mejor que René Guénon para exponer el significado profundo de La Divina Comedia? Como el propio Guenon aclara, el aspecto esotérico de la obra de Dante ha provocado innumerables malentendidos respecto a su verdadera naturaleza. Este breve libro es imprescindible para quien desee recorrer el universo dantesco de un modo nuevo, bien dispuesto y provisto con las herramientas adecuadas.
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Seitenzahl: 80
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Capítulo 1: Sentido aparente y sentido oculto
O voi che avete gl´ intelletti sani,
Mirate la dottrina che s´asconde
Sotto il velame delli versi strani!
(Infierno IX, 61-63)
Con estas palabras, Dante indica de una manera muy explícita que su obra contiene un sentido oculto, propiamente doctrinal, del que el sentido exterior y aparente no es más que un velo, y que debe ser descubierto por aquellos que son capaces de profundizar. En otra parte, el poeta va más lejos todavía, ya que declara que todas las escrituras, y no solo las escrituras sagradas, pueden comprenderse y deben explicarse principalmente según cuatro sentidos: “Si possono intendere e debbonsi sponere mas-simamente per quattro sensi”. Es obvio, por otro lado, que estos varios significados no pueden en ningún caso destruirse u oponerse, sino que deben al contrario completarse y armonizarse como las partes de un todo, como bloques de construcción de una síntesis única.
Así pues, el hecho de que la Divina Comedia, en su conjunto, pueda interpretarse en varios sentidos, es una cosa que no puede prestarse a ninguna duda, puesto que tenemos a este respecto el testimonio mismo de su autor, ciertamente mejor calificado que nadie para indicarnos sus propias intenciones. La dificultad comienza solo cuando se trata de determinar estos diferentes significados, sobre todo los más elevadas o profundos, y es también ahí donde comienzan naturalmente las divergencias de los puntos de vista entre los comentaristas. Éstos coinciden generalmente en reconocer, en el sentido literal del relato poético, un sentido filosófico, o más bien filosófico-teológico, y también un sentido político y social; pero, esto no suma más que tres, y Dante nos advirtió que debíamos buscar en su obra cuatro significados; ¿cuál es entonces el cuarto? Para nosotros, solo puede referirse a un sentido propiamente iniciático, metafísico en su esencia, y al cual se vinculan múltiples datos que, sin ser todos de orden puramente metafísico, presentan un carácter igualmente esotérico.
Es precisamente por este carácter que aquel sentido profundo ha escapado completamente a la mayoría de los comentaristas; y sin embargo, si lo ignoramos o lo desconocemos, los demás sentidos pueden ser captados sólo parcialmente, porque es como su principio, en el que su multiplicidad se coordina y une. Incluso quienes han vislumbrado este lado esotérico de la obra de Dante han cometido muchas equivocaciones en cuanto a su verdadera naturaleza, porque, frecuentemente, les faltaba la comprensión real de estas cosas, y porque su interpretación estaba afectada por prejuicios que les fue imposible descartar. Es así como Rossetti y Aroux, que fueron de los primeros en señalar la existencia de este esoterismo, creyeron que podían concluir la “herejía” de Dante, sin darse cuenta de que aquello era mezclar consideraciones referidas a dominios completamente diferentes; el hecho es que, si bien sabían algunas cosas, había muchas otras que ignoraban, y que intentaremos indicar, sin tener de ningún modo la pretensión de dar una exposición completa sobre un tema que parece verdaderamente inagotable.
Para Aroux, la cuestión se planteaba así: ¿Dante era católico o albigense? Para otros, parece plantearse más bien en estos términos: ¿era cristiano o pagano?1. Por nuestra parte, no creemos necesario adoptar este punto de vista, ya que el esoterismo verdadero es algo muy diferente de la religión exterior, y, si tiene alguna conexión con ella, no puede ser sino en tanto que encuentra en las formas religiosas un modo de expresión simbólico; por lo demás, importa poco que esas formas sean las de una religión u otra, ya que aquello de lo que se trata es la unidad doctrinal esencial que se disimula detrás de su aparente diversidad. Es por eso que los antiguos iniciados participaban indistintamente en todos los cultos exteriores, según las costumbres establecidas en los diversos países donde se encontraban; porque ellos veían esta unidad fundamental, y no por el efecto de un “sincretismo” superficial, sino por la misma razón por la que Dante empleó indistintamente, según los casos, un lenguaje tomado ya sea al cristianismo, ya sea a la antigüedad grecorromana. La metafísica pura no es ni pagana ni cristiana, es universal; los misterios antiguos no eran paganos, sino que se superponían con lo pagano; del mismo modo, en la Edad Media, hubo organizaciones cuyo carácter era iniciático y no religioso, pero que tomaban su base del catolicismo. Si Dante pertenecía a algunas de estas organizaciones, lo que parece indiscutible, eso no es una razón para declararlo “herético”; aquellos que piensan así se hacen de la Edad Media una idea falsa o incompleta, ven solo por decir así su aspecto exterior, porque, para todo lo demás, no hay nada en el mundo moderno que pueda servir como punto de comparación.
Si éste el carácter real de todas las organizaciones iniciáticas, no hubo más que dos casos donde la acusación de “herejía” pudo ser llevada contra algunos de sus miembros, y eso para ocultar otros agravios mucho mejor fundados o al menos más verdaderos, pero que no podían ser formulados abiertamente. El primero de estos dos casos es aquel en el cual algunos iniciados pudieron lanzarse a divulgaciones inapropiadas, arriesgándose de esta manera a provocar turbación en los espíritus no preparados para el conocimiento de las verdades superiores, y también a provocar desórdenes desde el punto de vista social; los autores de semejantes divulgaciones cometían el error de crear una confusión entre los dos órdenes esotérico y exotérico, confusión que, finalmente, justificaba de manera ajustada la acusación de “herejía”; y este caso se ha presentado en diversas ocasiones en el Islam1, donde no obstante las escuelas esotéricas no encuentran normalmente ninguna hostilidad por parte de las autoridades religiosas y jurídicas que representan el exoterismo. En cuanto al segundo caso, es aquel en el que simplemente la acusación era un pretexto del poder político para arruinar a adversarios que estimaba temibles o difíciles de vencer a través de los medios ordinarios; la destrucción de la Orden del Temple es el ejemplo más famoso, y este acontecimiento tiene precisamente una relación directa con el tema del presente estudio.
Capítulo 2 : La “Fede Santa”
En el museo de Viena hay dos medallas; una representa a Dante y la otra al pintor Pierre de Pisa; ambas llevan en el reverso las letras F.S.K.I.P.F.T., que Aroux interpreta de la siguiente manera: Frater Sacroe Kadosch, Imperialis Pincipatus, Frater Templarius. Para las tres primeras letras, esta interpretación es claramente incorrecta y no tiene sentido inteligible; creemos que deberíamos leer Fidei Sanctae Kadosch. La asociación de la Fede Santa, de la que Dante parece haber sido uno de los líderes, era una “Tercera Orden” de ascendencia templaria, lo que justifica el nombre de Frater Templarius; y su dignatarios llevaban el título de Kadosch, palabra hebrea que significa “santo” o “consagrado”, y que se conserva hasta el día de hoy en los altos rangos de la Masonería. De esto podemos deducir que no es sin razón que Dante tome como guía, para el fin de su viaje celestial1, a San Bernardo, que estableció la regla de la Orden del Temple; y parece haber querido indicar que solo por la mediación de éste se hacía posible, en las condiciones propias de su época, el ascenso al grado supremo de la jerarquía espiritual.
En cuanto al Imperialis Principatus, para explicarlo, uno no debe quizás limitarse a considerar el papel político de Dante, que muestra que las organizaciones a las que pertenecía eran favorables por entonces al poder imperial; cabe también señalar que el “Sacro Imperio” tiene una significado simbólico, y que aún hoy, en la Masonería escocesa, los miembros de los Consejos Supremos son calificados como dignatarios del Sacro Imperio, mientras que el título de “Príncipe” entra en las denominaciones de diferentes rangos. Además, los jefes de distintas organizaciones de origen rosacruz, a partir del siglo XVI, llevaban el título de Imperator; hay razones para pensar que la Fede Santa