El jefe de la familia - Alberto Blest Gana - E-Book

El jefe de la familia E-Book

Alberto Blest Gana

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Beschreibung

«El jefe de la familia» (1858) es la única obra teatral conocida de Alberto Blest Gana. La acción se sitúa en Santiago, en casa de don Manuel Verdoso, mientras se celebra otro lujoso baile para que Clara, la hija de don Manuel, encuentre esposo. Pero una bella joven rica, de buena familia, atrae por igual a astutos cazafortunas y a románticos pretendientes.

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Seitenzahl: 83

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Alberto Blest Gana

El jefe de la familia

 

Saga

El jefe de la familia

 

Copyright © 1858, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726620504

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Portada de DANIEL MARSHALL

INTRODUCCION

Si al artículo de costumbres pedimos que nos informe sobre los usos de la sociedad en forma veraz y completa, no podríamos escatimar a los de Blest Gana el título de buenos testimonios de la existencia santiaguina de su tiempo. El autor los escribió en los comienzos de su vida literaria; pero cuando ya había vivido unos cuantos años en Francia, nación de la cual conoció tanto la capital como la provincia y la guarnición así como la sociedad civil. Comparar los usos de Chile con los de la masa de población francesa era para él tarea fácil; y algunos de los efectos cómicos o de reflexión que se observan en estos trabajos de género proceden precisamente de las comparaciones, aun cuando el autor, con buen gusto, no siempre las manifieste como base de su estudio. Pero en los artículos de costumbres de Blest Gana hay un tema más importante que considerar: el de la influencia que tuvieron para las novelas que en seguida produjo el escritor.

Desde este punto de vista, podría decirse de ellos que son esbozos de la novela chilena que se había propuesto hacer y que algunos años más adelante culminaba con títulos como Martín Rivas y El Ideal de un Calavera. En la novela, cual el autor la imaginaba, debían aparecer las costumbres nacionales no a modo de cuadros sueltos, sino engarzadas en la trama novelesca, como accidentes, sin reflexiones marginales de carácter ideológico, y suscitadas por la corriente de vida que arrastra a los personajes novelescos hasta el desenlace. También desde este punto de vista podría decirse, en fin, que el material humano que Blest Gana manejó en sus artículos de costumbres carece de fisonomías individuales. Como todos los costumbristas, diseñó tipos antes que hombres separados y auténticos. En la novela, en cambio, dejó fuera a los tipos y concretó su interés a los hombres.

Blest Gana comenzó su labor de costumbrista en El Museo (1853), en donde publicó sólo dos artículos de costumbres; la prosiguió en La Semana (1859-60), con una docena más, y le dio término en El Independiente (1864), diario que le permitiría agregar cinco títulos a la galería de tipos nacionales que estaba esbozando. A esta nómina puede agregarse otro más, Mudanzas de Domicilio, que apareció en La Voz de Chile (1862). Por otra parte, en este diario publicó también la sección titulada Conversación del Sábado, durante doce semanas, con algunas interrupciones, entre abril y julio del año señalado. Y aun cuando en estas charlas semanales se mezclen los temas y se dé mucha importancia al comentario de los sucesos políticos, las costumbres también aparecen.

El bagaje que Blest Gana presenta como costumbrista no es, pues, tan escaso como para dejarlo olvidado; más bien podría decirse que es rico por el gran número de escenas que describe, así como por la viveza del tono. Aun cuando su expresión sea por lo general piadosa y dulce, no se le ocultan las ridiculeces del ambiente, y cuando llega el caso de exponerlas, no vacila en darles entrada a sus escritos. Y es aquí, en fin, más intencionado que en la novela, género en el cual Blest Gana se inclinó siempre antes a la indulgencia que a la sátira.

Mayor importancia cobra todavía, en conjunto, el racimo de los artículos de costumbres si se consideran las fechas en que fueron compuestos. Al publicarse El Ideal de un Calavera, uno de los amigos del autor recibió una interesante confesión en la carta escrita para agradecer su comentario.

Desde un día en que leyendo a Balzac hice un auto de fe en mi chimenea, condenando a las llamas las impresiones rimadas de mi adolescencia, juré ser novelista, y abandonar el campo literario si las fuerzas no me alcanzaban para hacer algo que no fuesen triviales y pasajeras composiciones.

Y es interesante anotar que este auto de fe con el cual el escritor, simbólicamente, canceló una etapa de su producción para emprender otra, ha debido producirse a las alturas de la primera campaña de artículos de costumbres que hemos señalado, la de El Museo. Este periódico literario publicó no sólo los artículos que señalábamos, sino también la novela Una Escena Social y, en fin, una poesía que lleva las iniciales de Blest Gana. Y como es digna, por las circunstancias que la rodean, de ser conocida, he aquí sus estrofas:

AL CORAZON

Tú, corazón tan débil ya falto de alegría,

Tan joven y cansado, sin vida y sin amor;

Tú, que agotaste el cáliz de la creencia mía,

Despacio, no palpites, mi pobre corazón.

Si huyeron presurosos los tiempos encantados,

Llevándose por siempre tu fuerza y tu vigor,

Deja que el llanto moje los párpados cansados,

Mas no palpites tanto, mi pobre corazón.

Si buscas los ensueños que tu niñez mecieron,

Tus blancas ilusiones en su primera flor,

La gala que las penas voraces destruyeron,

En balde no te agites, mi pobre corazón.

¿Qué quieres? ¿Un sonido que calme tus pesares?

¿La voz a cuyo influjo latías con ardor?

¿Los goces que en tu seno vertían a millares? . . .

¡Despacio, más despacio, mi pobre corazón!

No invoques los recuerdos de tiempos bendecidos,

No evoques la memoria de un sueño bienhechor;

Si llamas los placeres por nuestro mal perdidos

En lágrimas se cambian, mi pobre corazón.

Los rayos más templados de triste indiferencia,

La calma del olvido, la ausencia del dolor,

Traerán más gratas horas, calmando tu impaciencia,

Y así latirás menos, mi pobre corazón.

En septiembre de 1853, fecha en que fue dada a luz aquella poesía, Blest Gana creía conveniente dar a conocer al público sus producciones rimadas; pero desde entonces cambia de intención y se reduce a la prosa. El cambio estaba destinado a dar paso a las letras chilenas al más caudaloso trabajador de la novela, que con un acto de voluntad se había propuesto descollar en este género o . . . abandonarlas. No parece haber escrito más versos en su vida, y, en cambio, novelas produjo hasta la más extrema ancianidad, ya que El Loco Estero es de los setenta y nueve años, y Gladys Fairfield, de los ochenta y dos. Y si los escribió, no los hizo imprimir. El gran periodista británico Opper de Blowitz (1825-1903), que llegó a ser famoso como corresponsal de The Times, en París, hablando de los salones parisienses decía:

Le he oído a la Condesa de Primrose alabar la galanura y donaire de los versos de M. Blest Gana, con tanto entusiasmo, que me dejó la impresión de que ella leía en las estrofas algo que los demás no comprendían. Poco después, mi duda se convirtió en convicción. La Condesa, me dijeron, no habla español.

Puede tratarse de versos de álbum, tanto más reservados cuanto más intención atribuyamos al comentario del periodista; pero con ellos no parece el autor haber querido quebrantar el propósito que se trazó en Chile en 1853.

Y si se nos permite dejar para nueva discusión esta reincidencia de Blest Gana en el género poético, si la hubo, podremos volver a sus artículos de costumbres para señalar, en fin, que nos ha parecido conveniente agregarles los relatos de viaje, ya que en ellos los usos sociales también ocupan importante fragmento. Es autor de dos, Viaje a los Baños de Chillán (1860) y De Nueva York al Niágara (1867). En el primero el matiz histórico sobresaliente para el gusto de la generación de hoy, es el trayecto en diligencia, la vista de los campos incultos, las estaciones del viaje calculadas para aliviar el peso de la fatigosa caminata, la rusticidad de las instalaciones balnearias, todo, en fin, lo que hoy parece tan lejano y distante en virtud de la obra suavizadora del progreso mecánico que permite hacer viajes similares en automóvil y en avión. En el segundo hay notas parecidas. Cuando el autor estuvo en los Estados Unidos tampoco se habían trazado las suaves carreteras de hoy; pero más relieve alcanza la descripción de las costumbres norteamericanas, que el autor capta por comparación con las de Chile. Y hay, en fin, la legítima estupefacción del hombre ante la maravilla de la naturaleza. Blest Gana no era de esos patriotas enragés que declaran preferir a lo extranjero lo nacional sólo por ser esto lo que primero vieron sus ojos. La comparación de las riberas del Hudson y de los canales australes de Chile, que Blest Gana había recorrido en su viaje a Francia, le lleva, sin embargo, a dejar establecido que en éstos hay un grado de sublimidad que no se divisa en aquéllas. Cosa muy distinta se desprende de la relación de la caída. Pérez Bonalde y Heredia escribieron sendos poemas sobre el Niágara, cuya fabulosa catarata consiguió inspirarles; Rubén Darío, aun cuando se confesaba dominado por “el milagro”, dejó muda su lira. Blest Gana, en cambio, redactó una nota amplia, con muy valiosos detalles de costumbres y con una mezcla seductora de risa y de tragedia.

Se incluye en este libro la obra teatral El Jefe de la Familia, que Blest Gana publicó en El Correo Literario,