El libro de la Magia divina - Omraam Mikhaël Aïvanhov - E-Book

El libro de la Magia divina E-Book

Omraam Mikhaël Aïvanhov

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"La verdadera magia, la magia divina, consiste en utilizar todas las facultades, todos los conocimientos para la realización del Reino de Dios en la Tierra. Muy pocos magos, han alcanzado ese grado superior en el que cesa cualquier interés por las prácticas mágicas en sí mismas, en el que cesa cualquier deseo de gobernar a los espíritus para satisfacer nuestras ambiciones personales, siendo el único ideal el trabajar en la luz y para la luz. Los que lo consiguen son teurgos, y su trabajo es completamente desinteresado. Esos son los verdaderos bienhechores de la humanidad".

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Seitenzahl: 158

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Omraam Mikhaël Aïvanhov

El Libro de la Magia divina

Izvor 226-Es

Tituló original :

LE LIVRE DE LA MAGIE DIVINE

Traducción del francés

ISBN 978-84-10379-38-1

© Copyrightreservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). -www.prosveta.es

I EL RETORNO DE LAS PRÁCTICAS MÁGICAS Y SU PELIGRO

La Iniciación es un trabajo sobre sí mismo, un trabajo ininterrumpido de organización interna, de purificación, de dominio de uno mismo. Ahora bien, lo que sucede en la actualidad, este interés que existe por las obras de ocultismo y de magia, es más bien inquietante. Porque no proviene de la necesidad de una verdadera espiritualidad, sino del deseo de sumergirse en un terreno desconocido, misterioso, prohibido. Por otra parte, los resultados son evidentes: estos libros no hacen a las personas más sensatas, más equilibradas, más puras, sino que, por el contrario, liberan en ellas fuerzas oscuras, confunden sus ideas, transformándolas en víctimas de entidades inferiores que sólo desean perjudicar a los seres humanos.

Durante siglos la Iglesia ha combatido, sin razón, la tradición iniciática. Pero lo que está sucediendo ahora: las ciencias ocultas puestas al alcance de gentes débiles, viciosas, malintencionadas, tampoco es deseable. Si los Iniciados del pasado dieron como precepto: “callarse”, es porque sabían que los secretos de la Ciencia iniciática podían llegar a ser armas muy peligrosas en manos de seres que no estaban preparados para recibirlos. Porque la naturaleza humana está hecha de tal manera que, por más que le reveléis las verdades más sublimes, más divinas, intentará utilizarlas para satisfacer sus intereses personales y egoístas. Así también todo lo que los Iniciados dan a los humanos para su bien, para su salvación, éstos lo tergiversan y lo utilizan para su ruina y la de los demás.

Actualmente se hacen cada vez más experiencias con el fin de descubrir los poderes del pensamiento, influir sobre los objetos o sobre los seres humanos, actuar a distancia o captar informaciones secretas. Hay individuos que se ejercitan para influir mediante el pensamiento sobre los atletas que participan en las competiciones deportivas y, de esta manera, hacen que unos ganen y que otros pierdan. Otros se ocupan de impregnar los objetos de influencias nocivas y los envían, como si de un regalo se tratase, a determinados dirigentes o altas personalidades, con el fin de perjudicarles y debilitar su país. Todas estas indagaciones que se hacen sobre el poder del pensamiento para utilizarlo con un fin destructivo, son tan peligrosas como las investigaciones sobre las armas atómicas y, desde el punto de vista moral, son todavía más reprensibles. El hombre no tiene derecho a servirse de un elemento divino – el pensamiento – para hacer daño. Esto es magia negra, y los que la practican deben saber que tarde o temprano serán castigados.

En sí, no es pernicioso indagar sobre los poderes del pensamiento.1 Pero, desgraciadamente, entre los que buscan, hay personas de todo tipo, sin moralidad ni conciencia, que quieren utilizar estos conocimientos para conseguir sus propios fines. Siempre es la naturaleza inferior la que comienza a manifestarse en el hombre incitándole a aprovecharse de todos los medios que tiene al alcance de la mano.2 Por este motivo varias humanidades han desaparecido, y también la nuestra desaparecerá si los valores morales, el amor, la bondad, no alcanzan la supremacía. Cuando se permite al intelecto que prevalezca, al no tener éste ninguna moralidad por sí mismo, sólo se preocupa de poner a disposición del hombre nuevos medios científicos y técnicos, sin preguntarse cómo los utilizará. Y lo mismo sucede con las ciencias ocultas. Porque no hay que creer que el que las personas se sienten atraídas por las ciencias ocultas se deba a que tienen aspiraciones místicas, a un impulso hacia la espiritualidad. En absoluto. Pueden ser incluso muy materialistas. Pero como se han dado cuenta de que pueden encontrar en ellas el medio de satisfacer sus ambiciones y conseguir el éxito, se dicen: “¿Por qué no? Vamos a intentarlo, después ya veremos.” Y lo intentan.

Los humanos tienen deseos y necesidades... eso sí, los deseos y necesidades no faltan. Lo que les falta son cualidades como la inteligencia, la paciencia, la perseverancia para obtener aquello que desean. Intentan siempre conseguir todo lo más rápidamente posible, empleando los medios más fáciles. Y cuando se les propone la magia, si consideran que ésta puede proporcionarles éxitos inmediatos, están dispuestos a dedicarse con afán a cualquier experiencia.

¡Mirad cuántos editores, desde hace algunos años, se ocupan de publicar obras de ocultismo! Algunos de estos libros contienen recetas espantosas, llegan incluso a indicar cómo pactar con el diablo. Algo muy grave, y lo que quizás vosotros no sepáis es que hay mucha gente, mucha más de la que os podéis imaginar, que se interesa por estas prácticas. Y lo más impresionante es que tienen éxito. ¿Por qué? Porque sus pasiones, su codicia, la obstinación que ponen en satisfacerlas, sirven de alimento, de cebo a los espíritus inferiores; de esta manera consiguen atraerlos, comunicarse con ellos, llegando casi a vivificarlos.3

No nos damos suficiente cuenta del peligro que suponen las prácticas de magia negra. ¡Qué responsabilidad para los autores y editores de estos libros! Como sólo piensan en ganar dinero, se abstienen de explicar detalladamente a los lectores todos los peligros que corren aplicando sus recetas: les tiene sin cuidado que por su culpa otros pierdan su alma. Ponen al alcance de personas que nunca han aprendido a dominar sus impulsos instintivos, los medios necesarios para satisfacer todos sus intereses personales... ¿Cómo se puede esperar que estas personas sepan resistir? Ciertas gentes desean obtener el amor de un hombre o de una mujer, vengarse de un enemigo, satisfacer su ambición o su codicia, y como este deseo es más fuerte que la razón, deciden recurrir a la magia negra. ¡Es tan tentador ver todos los deseos satisfechos! ¡Cuánta gente, aunque sabe que el alcohol o el tabaco destruyen su salud, no puede vencer esta necesidad de beber o de fumar! Sucede lo mismo con las prácticas mágicas: ¿por qué poner al alcance de personas débiles medios que, bajo el dominio de un deseo o de una pasión incontrolada, utilizarán para la ruina de los demás y de ellos mismos? Naturalmente será así porque atraerán a entidades terribles que les destrozarán a ellos también. Pero nadie les previene a tiempo. Por lo tanto, los autores de los libros de magia negra deben saber que actúan como criminales y que un día la justicia divina les castigará. Que no se sorprendan ese día. No podemos conducir a los humanos hacia las regiones infernales, sólo se nos permite conducirlos hacia el cielo.

¡Cuántos casos encontramos en la historia de personas que han perecido lamentablemente porque habían chapoteado en la magia negra! Evidentemente también se pueden conseguir resultados positivos, pero hay que conocer los peligros implicados y no encaminarse hacia esta dirección, porque lo que realmente espera a los brujos y a los magos negros no es otra cosa que el abismo. Entonces, ¿de qué sirve tener ambiciones espirituales, si ni siquiera se es consciente de las consecuencias próximas o lejanas de los propios actos?

Cuando los humanos empiezan a presentir la existencia de un mundo invisible con seres que lo pueblan, y llegan a ser conscientes de que tienen facultades psíquicas que les permiten actuar en este mundo, la tentación de sumergirse en él es muy grande. Recuerdo que cuando era muy joven – catorce o quince años – también yo hacía experimentos que no eran siempre muy “católicos”. Para ver si podía lograr algo, sin reflexionar, ¡me divertía concentrándome en mis amigos para sugestionarles! A uno le ordenaba que se quitara la boina, a otro que buscase un objeto por el suelo o que detuviese a un transeúnte por la calle. Eran experiencias que yo hacía sin más, como pasatiempo.

También a veces me paseaba por el parque a orillas del Mar Negro – en esa época vivía en Varna – y en algunas ocasiones no encontraba ningún banco libre para sentarme. Entonces me apartaba un poco y me concentraba en alguien que estuviese sentado, pensando: “¡Venga, venga, levántese!” Unos instantes después se levantaba, y yo, inocentemente, cándidamente, me sentaba en su sitio. Un día, viendo de pronto a un amigo delante de mí por la calle, me concentre en su pie derecho para que no pudiese dar un paso más. Se detuvo al lado de un árbol y se apoyó en él; entonces yo, como si pasase por allí casualmente, me acerqué. “Oh, Mikhaël, me dijo, no sé lo que me pasa, no puedo andar. – No te preocupes, enseguida se te pasará”, le respondí, sin decirle, claro está, que la culpa era mía. Sí, yo hacía esta clase de cosas. Evidentemente no tenía ningún derecho, pero era muy joven, había oído hablar de los poderes del pensamiento y nadie me aconsejaba sobre lo que era bueno o malo.

Pero una noche, cuando estaba acostado, me sucedió algo que nunca he podido olvidar: se me aparecieron dos personajes. No estaba dormido, pero quizás tampoco estaba muy despierto. En este sopor, dos seres se me aparecieron: uno tenía una estatura impresionante, y emanaba de él una gran fuerza, un gran poder, pero su expresión era dura, su mirada sombría, terrible. El otro, a su lado, irradiaba luz: era un ser muy hermoso, cuya mirada expresaba la inmensidad del amor divino... Sentía como si tuviese que elegir entre estos dos seres... Estaba impresionado por el poder del primero, pero en mi corazón, en mi alma, estaba espantado porque sentía algo terrible en él. Entonces, preferí dejarme llevar por el otro, y elegir al que tenía el rostro de Cristo, que era la imagen viva de la dulzura, de la bondad, del sacrificio.

Ahora, cuando vuelvo a pensar en todo esto, comprendo que si la Providencia no me hubiese ayudado a elegir el buen camino, habría podido llegar a ser un mago negro, porque desde mi juventud tenía grandes capacidades psíquicas. Lo que me salvó fue que yo no era malo, sino que sólo tenía curiosidad por experimentar. Sí, pero yo era muy joven, no tenía discernimiento ni guía, y estas experiencias hubiesen podido torcerse. Porque no creáis que todos los que han acabado hundiéndose en la magia negra lo han hecho conscientemente, a sabiendas.

Esto sucede alguna que otra vez, naturalmente, pero hay muy poca gente que se haya dicho a sí misma: “Quiero convertirme en un mago negro, y voy a hacer todo lo necesario para conseguirlo.” Muchos de los que han llegado a ser magos negros, en un principio quizás no tenían malas intenciones, pero eran ignorantes, imprudentes, presumieron de su fuerza, de su autodominio, y se dejaron arrastrar.

Hay que dejar de lado todas las prácticas ocultas dirigidas a la realización de ambiciones personales. Además, el ocultismo no es la verdadera ciencia espiritual y no me gusta la palabra “oculto”, porque las ciencias ocultas son la mezcla del bien y del mal, y hay demasiados ocultistas sumergidos en las regiones tenebrosas de estas ciencias. El saber que yo os transmito no os llevará nunca a estas prácticas. ¿De qué os servirán las riquezas, los poderes, los placeres, si después vais a encontraros atados, perseguidos, poseídos y en la obligación de recurrir a exorcistas para enderezaros?

Hay magias y magias. La verdadera magia, la magia divina, consiste en saber utilizarlo todo, absolutamente todo, para servir al Reino de Dios. Por el contrario, cualquier práctica que pone las adquisiciones más elevadas del espíritu humano al servicio de la naturaleza inferior, es brujería. Desgraciadamente, muy pocos magos llegan a este grado superior en el cual ya no se tiene interés por la magia en sí misma, ni se intenta hacer operaciones mágicas, ni siquiera se desea dominar a los espíritus, a los elementales, a los genios, para que realicen nuestras ambiciones personales. Son muy pocos, sólo los más elevados, los que únicamente piensan en emplear sus fuerzas, sus energías, sus conocimientos para que el Reino de Dios se realice sobre la Tierra. Son los teúrgos, es decir, seres que practican la magia sublime: su trabajo es absolutamente desinteresado. Evidentemente, para llegar a este grado de elevación, son necesarias una abnegación y una pureza excepcionales. Estas personas no pretenden alcanzar el poder ni la gloria, solamente desean transformar la tierra para que Dios venga a morar entre los humanos.

La verdadera grandeza y el verdadero poder de un hombre, consiste en no utilizar nunca los poderes que posee en beneficio de sus intereses personales. Por esto pido a todos los hermanos y hermanas de nuestra Fraternidad que nunca recurran a prácticas mágicas para conseguir el amor, la gloria, el dinero, o para deshacerse de un enemigo, porque eso es pura magia negra. Si me enterase de que esto sucede, tomaría medidas muy severas. El discípulo de una Escuela iniciática no debe nunca tratar de satisfacer su codicia ni sus deseos inferiores, sino que su único ideal debe ser trabajar en la luz y para la luz, con el fin de llegar a ser un verdadero hijo de Dios, un bienhechor de la humanidad.

De ahora en adelante debéis ejercitaros únicamente en la magia blanca, trabajar con la luz, con el amor. Porque os lo advierto: los magos negros van a manifestarse cada vez más, por lo tanto ejercitaos en enviar la luz y la armonía para impedir el triunfo de las tinieblas.4

1Poderes del pensamiento, Col. Izvor n°224.

2“Sois dioses”,Parte II, cap. 1: “Naturaleza inferior y naturaleza superior”.

3El árbol del conocimiento del bien y del mal, Col. Izvor n° 210, cap. VII: “La cuestión de los indeseables”.

4La luz, espíritu vivo, Col. Izvor n°212, cap. IX: “El rayo láser en la vida espiritual” yCreación artística y creación espiritual, Col. Izvor n°223, cap. III: “El trabajo de la imaginación” y cap. VII: “Cómo escuchar música”.

II

La representación tradicional del mago – que encontramos muy a menudo en los cuentos y relatos iniciáticos – es la de un augusto anciano que sostiene en la mano una vara con la cual traza a su alrededor un círculo mágico. Una vez trazado este círculo, pronuncia unas fórmulas para convocar a los espíritus, a los que cofia determinadas misiones. Lo importante no es saber si esta representación corresponde a una realidad concreta. Lo importante es que simbólicamente es perfectamente exacta: la varita mágica, el círculo mágico, las fórmulas mágicas son realidades del mundo espiritual.

En el relato de la creación del mundo que Moisés hace en el Génesis, hay un punto cuya importancia no ha sido suficientemente señalada por los teólogos: la primera criatura de Dios, su primera creación, fue la luz.5 Dios dijo: “Hágase la luz.” Una vez creada la luz, Dios hizo aparecer a todas las demás criaturas. Según la Ciencia iniciática, cuando Dios creó el mundo, primero proyectó a su alrededor un circulo de luz mediante el cual establecía y fijaba las fronteras del universo. Después, en esta luz, Dios proyectó imágenes que se condensaron y se materializaron, convirtiéndose en plantas, animales y hombres. La luz es, por tanto, la que ha suministrado la sustancia de la creación.

Este proceso de la creación lo volvemos a encontrar en los grandes magos. También ellos están rodeados de un círculo luminoso: su aura.6 Hasta ahora, no se ha comprendido muy bien la función y la importancia del aura. Cuando un Iniciado quiere crear, utiliza los mismos medios que Dios utilizó cuando creó el universo: proyecta una imagen o pronuncia una palabra que debe atravesar su aura. Esta aura que lo envuelve provee la materia para la manifestación. La imagen proyectada, la palabra pronunciada se revisten de la materia del aura. No es posible ninguna realización espiritual sin la materia sutil del aura. El poder de los magos, de los Iniciados, procede de que saben impregnar las palabras que pronuncian de la materia de su aura, abundante, intensa, pura. La palabra es como un recipiente y los efectos que produce son tanto más grandes cuanto más impregnada está del elemento creador: la luz.

Seguramente os habréis dado cuenta por vosotros mismos que algunos días habláis sin poder producir ningún efecto en el alma de los demás, mientras que otras veces, por el contrario, con unas sencillas palabras producís grandes efectos. Eso se debe a que estas palabras están vivas, porque con antelación han sido sumergidas en vuestra aura, con lo cual se han vivificado, reforzado en ella, y, revestidas de poder, han podido penetrar hasta el alma de los demás y hacerles vibrar. Cuando vuestra aura está debilitada, vuestras palabras son insignificantes, están vacías, no hay nada en ellas; habláis y no obtenéis resultado alguno.

Ahora comprendéis el origen del círculo que el mago debe trazar a su alrededor. Esta práctica proviene de un saber muy antiguo referente al aura humana. Cuando se dice que un mago debe entrar en el círculo que ha trazado, significa no sólo que debe dibujar a su alrededor un círculo material sino que debe crear este círculo viviente del aura y situarse en su centro, es decir, que su espíritu debe estar vigilante, activo. Si el mago se contenta con trazar a su alrededor un círculo material sin haber trabajado previamente sobre su aura para hacerla pura, luminosa, poderosa, corre grandes riesgos; porque aun cuando consiga obtener lo que desea, cuando salga del círculo mágico, todos los seres que le habían obedecido mientras estaba dentro del circulo – puesto que las entidades invisibles respetan este símbolo, así como las palabras mágicas pronunciadas – le perseguirán.

Estas desventuras suceden a todos los magos que ignoran u olvidan las leyes del trabajo espiritual. Los espíritus invisibles que ven que su aura no es pura ni luminosa, acaban por vengarse por haber sido forzados a obedecer a hombres que no poseían ninguna verdadera autoridad. Antes de lanzarse a la realización de vastas empresas, el discípulo debe construirse un aura, un verdadero círculo mágico de luz. Este círculo no se traza automáticamente con tiza o con otros medios, sino que se prepara mediante el amor, la pureza, la abnegación, el sacrificio, etc.