El poeta extinto - Mario Valdovinos - E-Book

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Mario Valdovinos

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Beschreibung

Todo escritor de buen corazón debe tener un gato que lo cuide. Eso es cierto particularmente en el caso de mi querido amigo el poeta Jorge Teillier Sandoval. Él lo necesitaba más que nadie porque como todos saben padecía de una enfermedad sin remedio: era dipsómano, palabra extraña para designar al borracho, al curado, al cañoneado, etc. Tal vez haya sido el destino. Mi gran amigo Jorge nació así o venía así. Dio clases dos años en el liceo de Lautaro, clases de Historia y Geografía, porque era profesor de Ciencias Sociales; no de Castellano, decía que sus alumnos favoritos eran los flojos, los que se sentaban en el fondo de la sala y obtenían a lo sumo la nota 3.0...

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EL POETA EXTINTOAutor: Mario Valdovinos Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile. Fonos: 56-224153230, [email protected] Edición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: mayo 2020. Primera edición: agosto, 2020 Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N°306375 ISBN: Nº 978956338484-0 eISBN: Nº 978-956-338-475-8

1.

Todo escritor de buen corazón debe tener un gato que lo cuide. Eso es cierto particularmente en el caso de mi querido amigo el poeta Jorge Teillier Sandoval. Él lo necesitaba más que nadie porque como todos saben padecía de una enfermedad sin remedio: la sed insaciable. Era dipsómano, palabra extraña para designar al borracho, al curado, al beodo, al cañoneado, etc.

Tal vez haya sido el destino. Mi gran amigo Jorge nació así o venía así. Dio clases dos años en el liceo de Lautaro, clases de Historia y Geografía, porque era profesor de Ciencias Sociales, no de Castellano. Decía que sus alumnos favoritos eran los flojos, los que se sentaban en el fondo de la sala y obtenían a lo sumo nota 3.0, vale decir, reprobaban, debían repetir el ramo tal vez porque la historia se repite, y en los recreos salía del colegio a tomar chicha de manzana con los alumnos mayores, por esos años de sexto humanidades. Imaginarán cómo regresaba, si es que regresaba, a las dos últimas horas de clases, después de almuerzo. En su cabeza se confundían los episodios históricos y Chile aparecía como una extensa playa sin acontecimientos decisivos ni habitantes, barrida por el viento y las olas.

Yo venía de un fundo en Cabildo, allí nací, donde el dueño de las tierras me maltrató e insultó, llamándome gato flojo e inútil. Por esta poderosa causa salí de mi hogar.

–Aquí todos trabajan, menos tú que te pasas la vida leyendo y dormitando –así me gritó, y como soy un gato lector no acepto que nadie me falte el respeto. Los libros ayudan a todos, a la gente y a los gatos, a ser más tolerantes y educados, más sabios y soñadores.

Iba por la carretera con mi maleta de cartón, llena de libros y pinturas –porque además pinto, por lo común crepúsculos porque alguien tiene que dejar constancia o testimonio de ellos– sin tener muy claro adónde me dirigía, pero consciente de que el camino orienta y enseña, cuando vi un letrero que anunciaba la venta de paltas:

FUNDO MOLINO DEL INGENIO: PALTAS

Pasé a comprar algunas, ya que me encantan, y me atendió su dueña, la señora Cristina Wenke, agricultora y escultora, y me preguntó:

–¿Adónde marcha el amigo?

Ella esculpió en arcilla la cabeza de su marido y cambió los materiales de las esculturas –piedra, mármol, terracota, bronce, hierro, madera, alambres– por el cultivo de los árboles. Nada de mal. Una palta es una obra perfecta, moldeable con la mano y es posible vivir en su interior, se les saca el cuesco y un gato o una persona delgada se puede acurrucar en la cavidad. Es probable que la piel se torne verde, como la de un lagarto o un marciano, pero no importa, existen los viejos verdes, hay gente que se pone verde de envidia, una canción de Charly García dice estoy verdeee, etc. Como si tales ejemplos fueran poco, un verso del poeta García Lorca dice: Verde que te quieroverde.

Le dije que no tenía destino. Me respondió si quería quedarme a vivir allí, acompañando a su marido.

–¿Y quién es su esposo?

–Un escritor, Jorge Teillier.

–¿Jorge Teillier?, ¡pero si yo he leído sus libros y me encanta!

Así se produjo este milagro, por azar, como ocurren las mejores cosas de la vida, cuando no hay nada obligatorio.

2.

Con Jorge nos entendimos a primera vista porque yo conozco de memoria varios de sus libros y puedo recitarlos en cualquier parte: un bar, una fonda, una quinta de recreo, un pub o cuando ando sin rumbo al borde de los caminos. También los tengo y le solicité ese gesto insoslayable de los lectores hacia los escritores que aman:

–¡Fírmelos! –le pedí, aunque más parecía una orden que una petición, poniéndolos en su escritorio y con un lápiz de tinta negra en mis manos. Esos son los lápices con que él firma las dedicatorias más bellas, en especial si quienes se las piden son lindas chicas, y no estampa a la rápida ante algún intruso la insípida palabra…

Afectuosamente.

Como nos llevaron a la amistad tantas afinidades, muchas veces lo acompañé a los boliches de La Ligua a beber, cantábamos tangos y boleros, brindábamos, nos reíamos y comentábamos acerca de los escritores que más nos hechizaban: Neruda, Gabriela Mistral, las novelas amadas por ambos: Pedro Páramo de Juan Rulfo; La amortajada de María Luisa Bombal; La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson; El gran Meaulnes de Alain Fournier; Robinson Crusoe de Daniel Defoe; La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne; el Quijote de Cervantes; los poemas de Antonio Machado, en especial el dedicado a las moscas… yo sé que os habéis posado, sobre el juguete encantado, sobre el librote cerrado, sobre la carta de amor, sobre los párpados yertos, de los muertos; el soneto “Piedra negra sobre una piedra blanca”, del Cholo Vallejo… me moriré en París con aguacero, un día delcual tengo ya el recuerdo… las viejas películas vistas diez veces en los cines de Lautaro, Traiguén y Angol, los ídolos del cine mudo: Buster Keaton, Pola Negri, Mary Pickford, el cowboy Tom Mix, la revista El Peneca, que aguardábamos los días martes, él en la estación del tren de Lautaro, yo en mi casa de Cabildo. Imposible que no recordáramos los combates de box, con boxeadores vencidos por su sombra, por el TEC o knock out